Golondrinas moradas
(a W.H. Hudson)
Estoy tendido acá
hora tras hora
sobre la hierba
al lado del río
mirando
la nube morada
de golondrinas
que se vuelve
negra
aferrada
como un enjambre
de abejas
a los álamos
agitados
violentos.
Otra cosa
los ha hecho
inquietos
hoy.
La hierba
está mojada.
La lluvia vino
anoche
por fin.
Al día siguiente
15 de febrero
vuelvo
a los álamos
a orillas
del río.
Los árboles
están verdes
ahora
y negros.
Y allí
entre las nubes
que pasan
veo
cuarenta golondrinas moradas
volando al norte.
Hormigas
Ahora
tenía
fiebre.
La batalla
había cesado
y mi amigo
había vuelto.
Estaba tendido
con la mano
abierta
sobre la arena.
De donde estaba
me parecía
que salían
de mi palma
extendida.
Y bajaban
corriendo
un camino
cuatro pulgadas
de ancho
que conducía
de la maleza
a su hormiguero
cada una
llevando en la boca
la carga de una comida
una hoja
en forma de la vela
de una barcaza
del Támesis.
“‘Las hormigas
arrastran
nuestras lágrimas
de este a oeste’,
escribió
Juan Larrea
a la memoria
de Juan Gris,”
le dije
a mi amigo.
Se oyó
un llanto
extraño.
"¿Por qué
lloran?"
le pregunté.
"Porque saben,"
me contestó,
"que están
a punto
de morir."
Flores
Creo que te vi
ayer
caminando
en la Isla Jordan
en el río Negro.
Luego te observé
enterrar
mi poema
sobre un sapo
en una tumba
en el cementerio
llamado
Jardín de Paz.
“Los espíritus,”
me dijo
como explicación,
“aman la poesía.”
Y luego pensé
en Antonio Machado
sepultado
en el cementerio
de Collioure
y deseé
que Castañón
y yo
hubiéramos dejado
una nota
que hablaba de una playa
alambrada de púas
y vidas segadas
como flores
decapitadas.
Huidobro
Bajo su tumba
se ve el mar.
(Adaptado de las palabras en su tumba)
Un sapo inesperado
Ella me lo dijo
en la recta Río Colorado/Choele Choel:
"No me acuerdo
demasiado,
pero era una caja
de madera pintada
color verde seco,
que tenía
varias aberturas
por donde pasaban
las fichas.
La gente
se paraba enfrente,
a una distancia
de un metro
más o menos
y arrojaba algo
por la boca
del sapo,
que estaba arriba
de una especie de consola.
Jugaban,
nada más que hombres.
Era un juego
de peones
y se apostaba
muy poco.
Es algo parecido
a la máquina de dinero
que hay ahora
en los pubs."
Los rollos del Río Negro
Lo vi otra vez
el en Jardín de la Paz
enterrando unos poemas suyos
y de algunos amigos.
Le oí decir
que pasará
la semana que viene
a ver que opinan
los muertos
de nuestros textos.
"Hay gente
interesante
entre ellos,”
susurró.
¿Quién sabe?
Quizás,
dentro de mil años,
se convierten
en algo sagrado,
como los rollos
del Mar Muerto.
La vanguardia
Leí ayer
parte de
la Historia de Olvidos
de Ramón Minieri
y cómo Córdoba olvidó
a Nicolás Guillén.
Habla de Gregorio Bermann
y José Carlos Mariátegui.
Bermann encontró
su propio pensamiento
en unas líneas
de Mariategui.
Dice:
Somos también
los libros
que hemos leído.
No hay separación
entre la estética
y lo político.
La poesía
es el taller de diseño
de una sociedad mejor.
La vanguardia poética
es eso
vanguardia.
Política y poética
se enlazan
para proyectarse
más allá
de versos
y elecciones.
¿Es por eso que mataron
a Lorca
a Tilo Wenner
y desterraron a Larrea,
a Alberti,
y a no sé cuántos más?
Palabras
No sé si creer
pero es tentador.
Hace 2012 años
Horacio dijo
que sus poemas
durarían
más que el latón.
Shakespeare dijo
que ni el mármol,
ni los monumentos dorados
de los príncipes
sobrevivirían
su rima poderosa.
Mis palabras
parecen desvanecerse en el aire
pero me gustaría
creer en lo que dicen.
Dieciocho poemas
(a María Teresa Andruetto y Ketty Lis)
Quería atravesar
el Río Negro
pero no había puente.
Vi a un barquero
con una capucha negra.
Le pedí que me llevara
al otro lado.
"Dieciocho pesos,"
susurró.
"No tengo dinero,"
le contesté.
"Acepto poesía,"
graznó.
"Dieciocho poemas,
entonces,"
le dije.
"No está mal",
me dijo
con un rictus extraño
y entré
en la barca.
St Albans, 11.11.04
(c) ROBERT GURNEY
Robert Gurney, el poeta
La voz de Robert Gurney en Poemas a la Patagonia es un viaje. Mejor dicho, varios viajes, varias voces.
Gurney te llevará a un viaje por la Patagonia, a un viaje por los ríos, valles, montañas, desiertos, bosques, parajes... una voz toma la forma de la naturaleza, utilizada para referirse al estado permanente de las cosas.
Sin aditamentos.
Pero Gurney no se limita a ser lo que es.
El espíritu (otra voz) del poeta construye un desafío : el riesgo de escaparse de uno mismo.
Y nos propone un enigma, nada sencillo:
Si la naturaleza es lo real, lo contrario a espíritu, ¿de qué hablamos cuando decimos?:
“La naturaleza del espíritu” y el “espíritu de la naturaleza”. ¿O son lo mismo? Y dobla la apuesta cuando observa.
Pero no observa sólo con los ojos. Eso está claro. Mirar, no da poesía a quien no la tiene. Gurney, idealista al fin, nos dice que la realidad es el mundo de las ideas, y no la realidad perceptible.
Luego, algo hace que nos preguntemos ciertas cosas. ¿Cómo sé, de pronto, lo que no sabía? ¿Contemplaba hace tiempo cosas eternas?
Al poeta, los sentidos no le molestan al observar. El no filosofa, ni lo quiere hacer.
Gurney eligió la poesía.
Y está bien que así sea. Lo que necesita el mundo no son filósofos, ni hombres de ciencia ni contadores. Ya hay suficientes.
Su territorio es el poema. El poema que vive en el río, en las hormigas, en los indígenas, en los mitos, en su universo imaginario.
Su poesía, al igual que la naturaleza, no se excede. No pone más plantas que las que están, ni más ríos que el que corre. Y creo, debo ser yo también mínimo. Los poetas como Gurney no se explican. Se leen. Andrés Bohoslavsky, enero de 2004
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Robert Gurney nació en Luton, Bedfordshire, Inglaterra. Divide su
tiempo entre St Albans, Hertfordshire, Inglaterra y la aldea de Port
Eynon en El País de Gales. Su esposa es galesa y tienen dos hijos. Su primer profesor de español en el liceo de Luton (Bedfordshire), el señor Enyr Jones, era argentino, precisamente patagónico galés, de Gaiman. Las clases del argentino en Luton Grammar School eran una oasis de paz, amistad e inspiración: un grupo pequeño en la biblioteca, sentado en un círculo alrededor de una elegante mesa de madera, con los diccionarios de la biblioteca a la mano. En la Universidad de St Andrew su profesor fue el Profesor L. J. (Ferdy) Woodward, quien daba maravillosas clases sobre la poesía. Luego, en el ciclo de doctorado, en Birkbeck College, Universidad de Londres, tenía al profesor Ian Gibson como mentor inspiracional. Con la supervisión de Ian Gibson preparó su tesis doctoral sobre Juan Larrea (The Poetry of Juan Larrea, Universidad de Londres, 1975), poeta al que entrevistó en treinta y seis oportunidades en el año 1972, en Córdoba, Argentina. |
VERSION COMPLETA DE LOS POEMAS A LA PATAGONIA (FORMATO ZIP) |