"TABANOS"

 

 

 

(TRECE POETAS CHILENOS)

1966 - 1979

 

 

Selección y prólogo:

MARIO MELÉNDEZ

 

 

 

 

.Ilustración de la portada “La batalla azul”, pertenece al artista plástico y poeta Leo Lobos

 

 

 

 

BREVÍSIMO PANORAMA DE LA POESÍA EMERGENTE

 

 

Los nombres de Manuel Silva Acevedo, Hahn, Zurita, Maqueira, Millán, Chihuailaf, Memet, Lira, Llanos, Riedemann, Harris, son antecedentes insustituibles para la nueva poesía chilena. Creadores que también han logrado abrir un espacio y cuyas obras se consolidan una vez “recuperada la democracia”.

 

La generación posterior, los herederos de la dictadura, los bárbaros, los desterrados, constituye una vertiente que recupera en sus textos la visión de la ciudad como refugio. La poesía se hace canto desde lo marginal. Lo urbano habla en una lengua opaca que es, al mismo tiempo, lamento de la tribu, voz de la periferia que estalla contra el poder económico e ideológico.

 

En tal escenario, las voces de Sergio Parra, Marcelo Novoa, Ernesto Guajardo, Malú Urriola, Jesús Sepúlveda, Bárbara Délano, Harry Vollmer, Yuri Pérez, por nombrar algunos, reinterpretan y rearman la realidad o tratan de hacerlo a partir de los pedazos dejados por este pequeño holocausto material y humano.

 

Al inicio de los 90, la poesía se vuelve autocrítica y reflexiva. El muro de Berlín entierra los últimos paradigmas y utopías, y con ello lo épico, lo social, lo episódico, dan paso a un neovanguardismo donde el hablante lírico es un sujeto ambiguo, sin identidad, las más de las veces desorientado, confundido en un lenguaje de signos y formas cabalísticas, acertijos que debe y necesita descifrar para comunicar una verdad.

 

En este contexto, la intertextualidad, el collage, la fragmentación, los códigos y metalenguajes, la parodia, constituyen una trama en la cual se sustenta gran parte de la nueva poesía. Así lo reflejan las obras de Armando Roa, Leo Lobos, Marcelo Rioseco, Javier Bello, Yanko González, Damsi Figueroa, David Preiss, Germán Carrasco, Julio Espinosa, Alejandra del Río, Andrés Anwandter, Rafael Rubio, que incorporan parte apreciable de los elementos ya descritos.

 

Otros desde lo etnocultural, como Jaime Huenún, Leonel Lienlaf, Paulo Huirimilla, Bernardo Colipán, reafirman las bases de su identidad y denuncian los vicios de un mundo que los asfixia e instrumentaliza.

 

Mención aparte, merecen poetas como Francisco Véjar y Héctor Hernández Montecinos. El primero hace suyo ciertas claves del larismo y las transfigura a su propio e impersonal radio urbano. El segundo recicla los ingredientes de su imaginario y los devuelve a la página en blanco a partir de una notable y extraña lucidez.

 

Muchos nombres y otros tantos que quedan en la memoria se dispersan o confluyen en un presente demasiado autista y fragmentario, incapaz de ofrecer señales de ruta en las cuales reconocerse y que, además, los arrastra en un vértigo de contradicciones, convirtiéndolos en seres a la deriva, náufragos en un océano de imágenes y sueños castrados, donde sobreviven con el germen de la palabra que es, la mayor de las veces, complicidad y silencio.

 

 

 

 

 

 

 

Armando Roa Vial (Santiago, 1966)

 

 

SÓTANO

 

De tanto jugar con el lenguaje
olvidé cerrar la puerta de la palabra sótano
y la noche se desbarrancó escaleras abajo
entre paredes que se ajaban en silencio
y estertores de relojes
y baúles polvorientos
y un vago tumulto de pensamientos muertos.
Todo se volvió subterráneo
hasta perder sus raíces en medio de la oscuridad.
Y entonces sentí que algo se despeñaba
en la profundidad devoradora de mi boca
hasta convertirse en forma sombría,
en opresión de tierra
y en proximidad de huesos.

 

(De “El hombre de papel y otros poemas”)

 

LA DICHA DE ENMUDECER.
A LA MANERA DE JOHANNES BOROWSKI

 

De par en par nos abrieron las palabras.
Las palabras, con sus lívidos desechos,
saltando de boca en boca,
dejándonos a la intemperie,
cambiándonos de soledad.

Nada cede su sitio a este frío,
a esta vasta sombra, a esta noche interminable
de palabras gastando y viciando a las cosas.

Lo sonoro nos invade por todas partes.

Ya no brilla el silencio
desde el fondo de lo oscuro.

Ahora que las palabras nos han arrebatado
la dicha de enmudecer.

 

(De “El apocalipsis de las palabras/La dicha de enmudecer”)

 

 

Yuri Pérez (San Bernardo, 1966)

 

 

ADIÓS MY LOVE

 

El día que me pudra sin haber dicho lo justo

A la luz de velas color mausoleo

Vendrás a tocar mi garganta de peste

Con la tristeza de una viuda hermosa

 

Querrás pulir mi nombre en tu boca

Y descubrir el eterno embrujo de la muerte

En la fosa donde los muertos se excitan

Intentarás adivinar el nuevo espesor de mi sangre

 

Irás a contemplar las tumbas de tus parientes

A los que nunca importé

Y de los cuales no supe más que eso

 

Me buscarás entre el zumbido de las moscas

Y te echarás cansada de intentarlo

Bajo el rosal más bello del cementerio

 

Desde la tierra de gusanos hambrientos

Leeré para ti el mejor poema ruso

Dormiré

Y te alegrarás de haberme perdido

 

(De “Cartas del interno”)

 

 

PRIMER JARDÍN

 

Me voy feliz y desquiciado

Fui en ti el peor de los gusanos del río

Aposté la orfandad del corazón, vaca y brisa

A los fatales cantos de los vampiros en los álamos

 

Sé tu nombre y el riesgo fatal de tu sangre

Nuestro beso malo escupió entre alhelíes bárbaros

Dicha y desgracia

Por eso me alegro bajo esta horrorosa tormenta

 

Estoy en ti hasta la inevitable lluvia del puñal

Otros como yo o mejores pétalos de dulzura enferma

Levantarán tu cintura entre buitres y amapolas

Y dejarán bajo los nichos la orina fresca de tu patio

 

Sólo yo te he amado con infatigable tristeza

La furia de la escarcha sobre la luna echada en la faz de la muerte

El tonel de sangre que arrastra el mosquito hasta la tumba

Me condenan a la hoguera y al aburrimiento mortal de los puentes

 

Soy el insobornable Yuri Richard, tu espina de ceniza y sal

Entra en este poema como un dedo de nieve al agua

Ven al polvo del jardín, al hielo del pueblo

Como entra un poeta a la desgracia del lenguaje

 

(De “Cumbia”)

 

 

 

Leo Lobos (Santiago, 1966)

 

TRES MUJERES, UN PIANO, UN GATO,
Y UNA TORMENTA

a Alexandra Keim

Es difícil ser un pájaro
y volar contra la tormenta sobre
la cicatriz de la Tierra
mejor es como un gato estar
siempre atento a las brasas
cerca de la chimenea
y escuchar
siempre atento escuchar
a tres lenguas diferentes hablar
un idioma a la vez fascinante
a la vez misterioso y conocido
oír e ir en su música
en sus luces y propias
y universales sombras
fotografiar
por tan solo un segundo
fotografiar con la mirada sus perfiles
de ser posible
flotar
dentro
de la sala
como
un pájaro
en
la
tormenta

 

(De “Marnay: Notas de un cotidiano”)

 

UNA VISITA AL ZOOLÓGICO FANTASMA

 

"Libre de la enfermedad aun en medio de la enfermedad"
Yagyu Munenori

 

He visto tanta mierda de perro
en las calles de París que debo
caminar con cuidado en la noche

es cuando me parece entonces
escuchar a niños y niñas fantasmas
reír en la fila a la entrada del
zoológico que para ellos aquí se levanta:

un desfile de elefantes blancos cruza
la plaza del Louvre haciendo
malabares con obras de arte y restos
de arqueologías extraterrestres, jirafas
corren por los Campos Elíseos comiendo
las luces navideñas que crecen en
sus árboles, ballenas, delfines,
patos salvajes nadan por el Sena
tragando turistas desprevenidos
que encienden flashes en sus narices
leones copulan hambrientos
sobre los tejados como reliquias
de cristal de una ciudad inminente...

Hipopótamos ebrios se atascan en sus
calles serpenteantes, en sus arcos triunfales,
en su torre famosa...

Galeristas confusos
corren tras caballos libres de
carrusel que llevan grabada una estrella
de oro en su flanco...

Bandadas de aves tropicales cubren la luna

de plumas de plástico que
osos vestidos a la moda soplan
con ventiladores nucleares desde
globos que intermitentes suben
y bajan por escaleras invisibles
que águilas ciegas traen
desde Nôtre-Dame...


Campanas-nubes cargadas de
perfumes humanos llueven
al final de esta noche sobre
el zoológico de plasma y todo
vuelve en los ojos de un gato
sabiamente
a ser luz solar
y París
París

es
otro día.

 (De “Devagar”)

 

 

 

Jaime Huenún (Valdivia, 1967)

 

 

CISNES DE RAUQUEMÓ

 

Buscábamos hierbas medicinales en la pampa

(limpiaplata y poleo, yerbabuena y llantén).

El sol era violeta, se escarchaban los pastos.

Bajaba el Rahue oscuro, ya sin lumbre de peces.

 

Oímos mugir vacas perdidas en la Vega,

y el ruido de un tractor camino a Cancha Larga.

Llegamos hasta el río y pedimos balseo,

un bote se acercó silencioso a nosotros.

 

Nos hablaron bajito y nos dieron garrotes,

y unos tragos de pisco para aguantar el frío.

Nadamos muy ligero para no acalambrarnos.

La neblina cerraba la vista de la orilla.

 

En medio del junquillo dos cuerpos de agua dulce,

blancos como dos lunas en la noche del agua,

doblaron sus dos cuellos de limpia plata rotos,

esquivando sin fuerza los golpes y el torrente.

 

Cada uno tomó un ave de la cola o las patas,

y remontó hacia el bote oculto entre los árboles.

Los hombres encendieron sus linternas de caza

y arrojaron en sacos las presas malheridas.

 

Nos marchamos borrachos, emplumados de muerte,

cantando unas rancheras y orinando en el viento.

En mitad de la pampa nos quedamos dormidos,

cubriéndonos de escarcha, de hierba y maleficios.

 

(De “Ceremonias”)

 

 

EN LA CASA DE ZULEMA HUAIQUIPÁN

 

Junto al río de estos cielos

verdinegro hacia la costa,

levantamos la casa de Zulema Huaiquipán.

Hace ya tantas muertes los cimientos,

hace ya tantos hijos para el polvo

colorado del camino.

Frente al llano y el lomaje del oeste,

levantamos la mirada de mañío

de Zulema Huaiquipán.

Embrujados en sus ojos ya sin luz

construimos las paredes de su sueño.

Cada tabla de pellín huele a la niebla

que levantan los campos de la noche.

Cada umbral que mira al río y los lancheros

guarda el vuelo de peces y de pájaros.

Bajo el ojo de agua en el declive

donde duermen animales de otro mundo

terminamos las ventanas.

Y en la arena hemos hincado nuestras sombras

como estacas que sostienen la techumbre

de la casa de Zulema Huaiquipán.

 

(De “Reducciones”)

 

 

 

Marcelo Rioseco (Concepción, 1967)

 

 

 

SALUDO A LA LEYENDA DEL MAÑANA

 

Ludovicos

energía de cráteres concentrados

vendaval y férreo elemento de guerra

A tu figura la luz proyecta su destino y cede el milagro

no hay quien pueda declararse enemigo de tu música

naciste inmenso

y más inmenso habrás de morir

porque en tus pulmones entra todo el oxígeno del mundo

y a tu corazón corresponde la argolla del impulso último

 

Eres igual a océanos de ronca voz

a bosques y sus perfumes de árboles orgullosos

a ríos enteros, archipiélagos

península o roca volcánica

te pareces a todo lo que vive

como si tu corazón concentrara un átomo especial

 

Yo tiendo mi mano hacia ti y saludo tu viejo peregrinar

brindo por tu inconstancia

bendigo la irresponsabilidad que te ha dado tanta belleza

te proclamo la sustancia de lo maravilloso

materia y crisol de la poesía paralela

Qué perpetua inquietud te asiste

como el crecimiento del liquen o cardúmenes sin sosiego

semejante a manadas de búfalos en trote furioso

te observo en la rueda obstinada de la vida

abriéndole el vientre a las semillas

yendo por estrellas y desde allí al infinito

 

Qué puede importar si el hombre ciego no comprende

el deseo de estar por sobre toda realidad

Yo me adhiero a tu salto de ala abierta

y eso es más que el entendimiento

Me anudo a las cruces de las catedrales

e igual a un elemento divino

desde todas partes surges llevándome

 

¡Ah! Ludovicos

monje guerrero del porvenir

hijo de la tierra y su propio vagabundo contradictorio

la mirada de tus ojos traspasa el obstáculo

y aérea como ninguna

anuda águilas eternas a tus párpados

Qué puedes hacer sino atormentarte con los necios

Ludovicos

sé ese ángel aliado al trueno resplandeciente

coloso

enemigo de las anclas y su peso de muerte silenciosa

Sé el solitario corazón que no cesa de luchar

 

Yo bebo a tu salud, camarada místico

Por todas partes te salen imprevistos

brilla la espada

Nunca un armisticio, una rendición

a eso llamo locura, insensatez, desmán

y desde mi posición de espectador favorecido

aplaudo, aplaudo

así vive el espíritu exaltado

similar al potro embravecido con el relámpago

vacilante

y aún así, arrojado a regias tormentas

con sueños al alcance de la mano

su arquitectura estelar comprende el imán del mundo

vivo y más vivo

con explosiones en el pecho

histórico y absoluto

vuelto hacia el porvenir de la luz

Así, Ludovicos

Así por siempre.

 

(De “Ludovicos o la aristocracia del universo”)

 

 

 

Francisco Véjar (Viña del Mar, 1967)

 

 

ALLÍ DUERME MI PADRE

 

Visito el cementerio:

allí duerme mi padre

sobre polvo y más polvo,

donde no hay más que el silencio sordo

de otras voces,

lápidas casi borradas por las tempestades:

débiles huellas sobre el mármol.

 

El viento desordena el entorno.

Camino sobre pétalos resecos

que se unen a la tierra,

sobre pedazos de labios

que se juntaban para amarse.

Pero no hay respuesta.

 

Un día espíritu y carne

fueron fuertes,

vagaban sin prisa,

releyendo en el aire las señales de la vida.

 

Estoy de pie en este mundo,

mirando como muere la tarde,

sintiendo la enarbolada sensación

de contener en un segundo otros ecos.

 

Hay pasos que oyen,

hay ojos disueltos que observan,

también el destello de la nada.

 

Allí duerme mi padre,

frío y delicado como la nieve.

 

(De “Canciones imposibles”)

 

 

LÍNEAS SOBRE LA CARÁTULA DE UN DISCO

DE STAN GETZ

 

Salimos del amor como de una catástrofe aérea

después de vagar por moteles y playas solitarias

donde nuestras huellas desaparecían tras la marea;

días y días de bañarnos con champaña

y hacer el amor mientras gritaba el oleaje.

Fuimos una rara especie de animales

que escribían sáficos imperfectos

en sus cuerpos desnudos.

Así, jugábamos a creer que dominábamos la lengua

como dominábamos ese instante.

 

Hoy atesoramos manuscritos, discos de jazz, libros

y esa llama que quisiéramos encender

como un profano que retorna a su creencia

y enciende las velas de un oxidado candelabro.

 

Salimos del amor como de una catástrofe aérea

sin equipaje ni boletos de vuelta.

 

(De “El emboscado”)

 

 

Leonel Lienlaf (Alepue, 1969)

 

 

PASOS SOBRE TU ROSTRO

 

Madre, sobre tu rostro, con un

traje desconocido

apareció el murmullo del agua.

Todos los recuerdos presentes

envolvían ese sonido

y algo me miró.

Yo era un tronco formado

por miles de caras

que salían de tu rostro.

Por el tronco caminé a través

de cientos de generaciones

sufriendo, riendo,

y vi una cruz que me cortaba

la cabeza

y vi una espada que me bendecía

antes de mi muerte.

Soy el tronco, madre,

el que arde

en el fuego de nuestra ruka.

 

 

LE SACARON LA PIEL

 

Tres veces vino el malón

tres veces lo rechazamos

pero ahora viene otra vez

y no podemos luchar

El winka está disparando

 

Escondámonos debajo de la montaña

y que se vaya nuestro espíritu

a dormir sobre la tierra

y que sobre las estrellas

se duerma todo este campo

 

Cuando recién descansaba mi mano

muchas armas nos rodearon

tomando a nuestro Cacique

mientras a nosotros nos golpeaban

 

Le sacaron la piel de la espalda

y cortaron su cabeza

a nuestro valiente Cacique

y la piel de su espalda

la usaron de bandera

y su cabeza

me la amarraron a la cintura

 

Vamos llorando y nuestra sangre

riega la tierra

De rato en rato bajo la mirada

a la cabeza que llevo en la cintura

y me parece que ya va a hablar

pero continúa en silencio

 

(De “Se ha despertado el ave de mi corazón”)

 

 

Mario Meléndez (Linares, 1971)

 

 

QUE SALGA EL INDIO ENTRE LAS PIEDRAS

 

Que salga el Guayasamín que cada uno tenemos

que salga el indio entre las piedras, médula a médula

el gran precipicio que somos, la gran llaga ecuatoriana

y lo que cae del ojo al cielo, y lo que arruga el aire

y lo que sale de nosotros mismos como una rosa deforme

y lo que araña más adentro que salga

que salga el trueno, la bocanada, el relámpago

la hebra furiosa y tuerta que mira sangrar el alma

y aquí, en esta jaula ardiente que es América de luto

están pendientes los nombres de aquellas manos clavadas

de aquellos pies desahuciados, de aquellos huesos de humo

de aquel sueño arrojado al gran ataúd del miedo

o simplemente del árbol con sus ramas infinitamente secas

Porque no estamos muertos, no estamos

y hay uno que ahora brinca por encima de los sables

y hay uno que bebe fuego y lleva alas de ceniza

y hay uno que agrieta el río con su cráneo universal

y hay uno que dice yo, yo soy el indio entre las piedras

y todo el horror humano se me apaga en el cuerpo

y tengo lágrimas y penas

y el corazón como una luna borracha

y el esqueleto dormido, y la mandíbula tiesa

y a mi oído brama el perro de las noches podridas

y a mi boca rueda el beso de la angustia que mata

Y yo pinto, yo pinto con mi voz y con mis uñas repletas

yo pinto con mi oxígeno la cicatriz del viento

raspo la puñalada maldita de los siglos

me sumerjo en el ácido mortal de las pupilas andinas

desnudo el recuerdo de la calavera sombría

y en mí sobreviven las tripas cortadas de cuajo

y cada grito soy yo, cada mejilla nacida del grito

cada suspiro fatal y su patria de aguja

cada mujer, cada hombre

cada animal volteado en la vértebra dramática

todos y cada uno de ellos

y en todas partes la vida como un sol amargo

y yo, hinchado de colores

cierro las alas y duermo sobre la tristeza

 

(De “Poesía desdoblada”)

 

 

RECUERDOS DEL FUTURO

 

Mi hermana me despertó muy temprano

esa mañana y me dijo

“Levántate, tienes que venir a ver esto

el mar se ha llenado de estrellas”

Maravillado por aquella revelación

me vestí apresuradamente y pensé

“Si el mar se ha llenado de estrellas

yo debo tomar el primer avión

y recoger todos los peces del cielo”

 

(De “El circo de papel”)

 

 

 

Javier Bello (Concepción, 1972)

 

 

LA JAULA DE LA SENTENCIA

 

I

 

Cuídate de los viajes, hijo mío,

cuídate de los viajes y de los trenes

y del tambaleo de los barcos en la batalla del amanecer.

 

Cuídate de los trenes

y de la tierra donde baila sepultada una llama,

cuídate de los barcos y de los fuegos fatuos

como escondes tus rodillas del tormento de la tempestad.

 

Nunca entenderás el recorrido de los animales

por las veredas y los parques,

los animales malos que se comen la sed.

Nunca entenderás los ojos de los perros

que desaparecen tras el silbido de los cazadores.

No me digas que no has visto

los animales negros que tienen cara de anciano.

No me digas que no has visto

los caballos cansados que cruzan con sus patas la verdad.

 

Ten cuidado de los viajes,

ten cuidado de los trenes y de las potencias malignas

y de perderte entre tus propias aguas.

 

No dejes tu sombrero fuera de la casa,

no dejes tus guantes lejos del amanecer,

porque las hormigas te golpearán con sus antenas

                                                        /hasta causarte daño,

porque las piedras arderán en tus zapatos negros,

para que aprendas a no jugar con las líneas de tus manos,

para que recuerdes, hijo mío,

que el norte de las brújulas se come la cabeza

                                                            /de tu propio animal.

 

Cuídate de los viajes,

cuídate de los viajes y de los trenes

y del tambaleo de los barcos en los mares sin ley,

porque en los viajes va la muerte hablándote al oído,

porque en los trenes va la muerte sentada

y en los barcos va la muerte de pie.

 

(De “Las jaulas”)

 

 

Detrás del pensamiento hay un palo quebrado. Un palo que arrastró la corriente hasta los pies de la cama. Los vidrios son retratos donde los muertos preguntan por sus manos. Detrás de los espejos hay otra plantación erizada. Hilos de fuego que pulsan las muchachas en coma. Un túnel lleno de semanas. Un túnel quiere decir túnel. Lo que quiere decir cáncer. Invernadero y sed. Bolsa marsupial. Leche de oído. El hígado habla en las esquinas. Un vino lleno de números. Un saco de hojas secas detrás de la mirada. Una bolsa de té. Un ataúd repleto de ramas. Debajo de la edad están los años muertos. Debajo de la luz los prismas resucitados. Un niño carga un puente que carga a otro niño que no carga nada. El vacío es una enfermedad a la sangre. Decanta como el óxido en las redes de pesca. En todos los armarios hay espectros. En los cajones manos desconsoladas. Las paredes las ha rayado nadie. El otoño tiene muchos nombres. Detrás del pensamiento yo sé quien es nadie.

 

(De “Letrero de albergue”)

 

 

Juan Paulo Huirimilla (Isla de Calbuco, 1973)

 

 

RANCHERA DE MADRUGADA

                                                                    "al vino no lo vence ni la muerte"

 

 

Mi corazón de madrugada busca tu partida

En un gato negro que ha cada rato

                                    /cruza mi garganta.

Es preciso acaso renunciar a la luz que sopla

porque al vino no lo vence ni la muerte.

Tu imagen en la T.V. a tubos aparece

Escucho a Antonio Aguilar

                                         /en las radionovelas.

De nuevo  el soñar con una piedra en el zapato

Y sin embargo, tu sombra queda en mí

 Cual estrella en un lavatorio de agua.

 

 

ESPERO LA LLEGADA DE UN GRAN ESPÍRITU

 

He bajado del sueño.

Hoy es noche de oscuridad y los árboles

                                            / no se trenzan

las aguas se detienen en el musgo

y tú no brillas como antes Witranalwe

Reflejo tu ausencia en  los párpados

del lucero

que los ríos vuelvan

como lágrimas de otros ríos.

 

(De “La vuelta del ojo de vidrio”)

 

 

Julio Espinosa (Santiago, 1974)

 

INCERTIDUMBRE

 

Certidumbre del pájaro que muere en la carrera hacia el infinito

del hombre haciéndose viejo para dormir

del río que no es el mismo río

de bóvedas sin luna

de la luz que capturan los ojos en la aurora.

 

Certidumbre de regiones que dan miedo

de historias que nos persiguen

de gente sola fumando en la penumbra

de la mujer enferma

de otro día que levantará los cuerpos

de la manzana cayendo hacia el vacío.

 

Certidumbre del viajero que se marcha para volver

de la ciudad y su locura

del vino rojo acabado entre amigos

de que hubo algún comienzo

del caudal que avanza que llega al mar.

 

Certidumbre del aullido que augura desgracia

de nuevos corderos que serán llevados al matadero

de pasajes solitarios

de bares abiertos a la medianoche

de niños jugando en cementerios

de no poder nombrarlo todo.

 

 

EPITAFIO

 

Me he quedado con hambre en la piel:

no alcancé a caminar esta tierra

el polvo me negó su paraíso

y aún así intenté volar:

alcé los brazos hacia el dios que no vive

y sonreí

mientras el barro recorría mi rostro.

 

(De “La soledad del encuentro”)

 

 

 

Damsi Figueroa (Talcahuano, 1976)

 

 

SI FUESE LA JUDÍA

 

Si fuese la judía

abriría las puertas de la ciudad

de un soplo

Soportaría la injuria del cautiverio

Viuda y virgen sería a la vez

Devoradora de ejércitos

Y le bastaría ser hombre

para caminar erguida sobre sus muertos

Pero a la judía le bastó ser mujer

para beber en exceso

para comer en exceso

y pasear por los sueños desnudos

de los asirios

Inventiva solitaria

Amamantadora universal

Razón del tiempo y de la historia

Si fuese la judía

levantaría con su belleza

los templos caídos de la Tierra

cortaría la cabeza de Holofernes

para saltar a la luz

desde su cueva

Pero es Judith la que espera

por el espejo encorvado de su destino

Nuestra Judith aún no está bendita

y envejece a la par

de los cortejos de Eleofonte

el tejedor de cantos opacos

como el aura

de su propio culo reseco

 

(De “Judith y Eleofonte”)

 

 

AUTORRECONOCIMIENTO

 

Yo no soy la que se pierde

tan pronto como se la encuentra

El amor en mí no se toca

se escribe

Yo no soy la piadosa con los hombres de poca fe

no intercambio los calzones con nadie

En cambio asumo la desvergüenza

de una desnudez colectiva

en una casa de playa

o en una playa a secas

Yo no escribo para nadie

aunque intente escapar

y evite sacarte al baile

tus malabares y piruetas

siempre exigen un aplauso cerrado

es decir, una palabra

Yo no me complico la vida

omitiendo adverbios y conjunciones

Patino por la hoja y tapo los surcos amargos

con la sangre de mis amigos

Yo no hago el amor

lo desarmo

por el puro gusto de volverlo a armar

una y otra vez

hasta tener sexo

para olvidarme del amor

y de todos ustedes

 

(De “Cartografía del éter”)

 

 

 

 

Héctor Hernández (Santiago, 1979)

 

 

Las rodillas de mi madre se me aparecen en sueños Con súbito pavor salgo corriendo de mi casa en llamas Veo las rodillas de mi madre bajo la noche porque la noche es como una manta de rostros indios Mi abuelo conocía un dialecto mapudungun Mi madre todavía habla con los muertos La noche está repleta Vivo en La Colina de la Sorpresa Sus rodillas están secas y pálidas No me olvido del dolor de nunca haberme pateado el espasmo ¿porqué tenían que aparecerme en sueños? Una mujer le dice a otra en nombre del señor su esposo va a volver Una loca le dice a los niños ustedes son bonitos ustedes son más locos que yo Oigo Escucho lo que hablan estas mujeres mientras pienso en las rodillas de mi madre que se me aparecieron en sueño Estoy estremecido Un peregrino le dijo a alguien que si los perros ladran es que se cabalga ¿qué quieres de mí? ¿que también diga algo? ¿acaso recordar la vez que incendiamos nuestra casita?

 

*****


Anoche volví a soñar con las rodillas de mi madre Siento el mismo miedo Cierro los ojos pero esas rodillas son un sueño y permanecen Mi madre ahora hablaba con los pájaros Les decía que me mantuvieran lejos mientras ella llevaba el fondo de mi corazón a la última de las montañas conocidas en El Desierto de la Ceniza y lo enterraba Me dan tantas ganas de llorar Esta vez no sólo veo sus rodillas Veo también sus muslos Cierro los ojos pero esos muslos son un sueño y permanecen Los pájaros traen amarrada en sus alas una maravilla que se llama Fuego Paralelo ¡Qué terror! No son solamente sus muslos También veo su… vulva e introduciéndose en ella hay una mano haciendo señales a la muerte Esta noche que es la única sigue repleta de misterio Esa mano es la de mi padre y ahora le odio también

 

 

(De “Este libro se llama como el que yo una vez escribí”)

 

 

 

DATOS DE LOS AUTORES

 

Armando Roa Vial (Santiago, 1966). Abogado. Su trabajo literario abarca la narrativa, el ensayo, la poesía y la traducción. Entre sus libros destacan: “El hombre de papel y otros poemas”, "Zarabanda de la Muerte Oscura", (galardonada el año 2000 con el Premio Nacional otorgado por el Círculo de Críticos de Arte), "Estancias en homenaje a Gregorio Samsa" y “Hotel Celine”. El año 2002 obtuvo el premio Pablo Neruda.

 

Yuri Pérez (San Bernardo, 1966). Es una de las voces más representativas de su generación. Entre sus libros figuran: Mala yerba, Antología registrada, Cumbia y Ceremonia del Cristo blanco. Textos suyos aparecen en importantes revistas y antologías literarias. Por su obra ha recibido el Premio Municipal de Literatura de su ciudad natal en dos oportunidades (1997 y 2001), la beca de la Fundación Neruda y la beca Fondart del Ministerio de Educación. Actualmente dirige la Academia de Letras de San Bernardo y realiza talleres literarios en sectores poblacionales.

 

Leo Lobos (Santiago, 1966). Poeta, traductor y artista visual. Ha escrito en diversas publicaciones y leído sus textos en Chile y el extranjero. Entre sus obras figuran: Nueva York en un poeta, Marnay. Notas de un cotidiano, Devagar, Turbosílabas. Poesía Reunida 1986-2003, Mar esmeralda y Un sin nombre. El 2002 recibe la beca UNESCO Aschberg de literatura y desarrolla una residencia creativa en CAMAC Centre d´art. Marnay Art Centre en Marnay-sur-Seine, Francia. Ha traducido a destacados escritores brasileños contemporáneos como Roberto Piva, Tarso de Melo, Tanussi Cardoso, Hilda Hilst, entre otros.

 

Jaime Huenún (Valdivia, 1967). Estudió Pedagogía en Castellano en el Instituto Profesional de Osorno y en la Universidad de la Frontera en Temuco. Entre sus libros destacan: “Ceremonias”, “Puerto Trakl” y “Reducciones”. El 2003 obtuvo el premio Pablo Neruda. A fines del mismo año compila y antologa el libro Epu Mari Ulkantufe ta Fachantü/ 20 poetas mapuche contemporáneos (Lom ediciones). Actualmente realiza talleres de expresión poética en Temuco.

 

Marcelo Rioseco (Concepción, 1967). Se tituló de ingeniero en la universidad de Concepción. Más tarde fue encargado del Departamento de Extensión en la universidad del Bío-Bío. Ha publicado: “Ludovicos o la aristocracia del universo” (Premio de Poesía Revista de Libros del diario El Mercurio, 1994), “El cazador y otros relatos”  y "Chile, poesía contemporánea, con una mirada al arte actual" (editada por la Revista Litoral, en Málaga, España).

 

Francisco Véjar (Viña del Mar, 1967). Poeta, antologador, ensayista, crítico literario. Ha publicado la “Antología de la poesía joven chilena” y los poemarios “Fluvial”, “Canciones imposibles”, “País insomnio” y “Bitácora del emboscado”, entre otros. Fue becario de la Fundación Pablo Neruda en 1990. En la actualidad es colaborador de la Revista de Libros del diario El Mercurio, y se desempeña como profesor de literatura en la Universidad del Desarrollo.

 

Leonel Lienlaf (Alepue, 1969). Pertenece a la nueva generación de poetas que escriben en mapudungun y español. Estudió Pedagogía Bilingüe en la Universidad Católica de Chile, sede Villarrica. Entre sus obras destacan: “Se ha despertado el ave de mi corazón” (Premio Municipal de Santiago, 1990),  “Canto y poesía mapuche” (disco compacto, 1995, edición trilingüe), y “Palabras soñadas” (LOM ediciones, 2004).

 

Mario Meléndez (Linares, 1971). Estudió Periodismo en la Universidad La República de Santiago. Entre sus libros destacan: “Apuntes para una leyenda” y “Vuelo subterráneo”. En 1993 obtiene el Premio Municipal de Literatura en el Bicentenario de Linares. Sus poemas aparecen en diversas revistas de literatura hispanoamericana y en antologías nacionales y extranjeras. El 2003 es invitado al Primer Encuentro Internacional de Amnistía y Solidaridad con el Pueblo, en Roma, Italia, donde es nombrado Miembro de Honor de la Academia de la Cultura Europea.

 

Javier Bello (Concepción, 1972). Es Licenciado en Literatura Hispánica por la Universidad de Chile y Doctor en Literatura Española Contemporánea por la Complutense de Madrid. Entre sus libros figuran: “La rosa del mundo”, “Las jaulas” (galardonado con uno de los premios de poesía en el Concurso Jaime Gil de Biedma, Segovia, España), y “El fulgor del vacío”. Durante el 2006 obtiene el XXVI Premio Hispanoamericano de Poesía "Juan Ramón Jiménez", organizado por la Diputación de Huelva, España. Actualmente es coeditor de la revista electrónica Cyber Humanitas, dependiente de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad de Chile.

 

Juan Paulo Huirimilla (Isla de Calbuco, 1973). Entre sus obras figuran: “El ojo de vidrio”, “Cantos para niños de Chile” y “Palimpsesto”. Sus textos se difunden en diversas publicaciones nacionales y extranjeras. Ha ganado los concursos de poesía: Primeros Juegos Literarios de Puerto Montt y Luis Oyarzún, entre otros. Actualmente se desempeña como profesor de las asignaturas de lengua materna y fundamentos filosóficos de la carrera de pedagogía básica, mención inglés, en la Universidad de Los Lagos.

 

Julio Espinosa (Santiago, 1974). Reside en España desde marzo de 2001. Ha publicado los libros de poesía La soledad del encuentro, Las metamorfosis de un animal sin paraíso (Premio Villa de Leganés), la antología La poesía del siglo XX en Chile y la novela El día que fue ayer (finalista del premio Herralde 2006)Ha sido incluido en diversas antologías y revistas literarias. Es profesor de www.escueladeescritores.com desde 2003 y actualmente dirige la revista de poesía Heterogénea.

 

Damsi Figueroa (Talcahuano, 1976). Es egresada de la carrera de Pedagogía en Español en la Universidad de Concepción. En 1994 publica su primer libro "Judith y Eleofonte". Sus poemas han sido incluidos en diversas antologías. El año 2000 publica textos inéditos en revistas literarias, tales como: Trilce, de Concepción; Archipiélagus, de Valparaíso, y Vox, de Buenos Aires. En el 2003 aparece su obra “Cartografía del éter”.

 

Héctor Hernández (Santiago, 1979). Es Licenciado en Letras con mención en Literatura y Doctor en Filosofía mención Estética y Teoría del Arte. Entre sus obras figuran: "Objeto/Reflejo",  "No!" y “Este libro se llama como el que yo una vez escribí”. Ha recibido importantes premios entre los que destacan: "Mustakis" (1999), "Concurso Nacional de Literatura Joven" (2000), "Poesía On Line" del Instituto Nacional de la Juventud e "Instituto de Letras" de la Universidad Católica (2001 y 2002). Algunos de sus textos han aparecido en antologías y revistas literarias nacionales y extranjeras.

 

 

 

 

(C) MARIO MELENDEZ