Opinión
RECUPERAR NUESTROS FERROCARRILES SIGNIFICA UNA CUESTION NACIONAL

 

AGUA FERROVIARIA (I)
 

A Jorge Antonio P.
Aguatero ferroviario de la Estación Embarcación,
leal y solidario amigo

Agua Ferroviaria está en la cuarta parte del libro ¨El Guardapalabras¨, publicado por la editorial La Rosa Blindada en agosto de 1998. En esta secuencia de notas, Juan Carlos Cena le cuenta a su maestro, padre y amigo sobre los pueblos abandonados. En esta segunda parte hace un recorrido sobre todos los servicios que daba el Ferrocarril. Los tanques de agua, el Departamento de Servicio del Agua, todo un emblema de trabajo y vida que fue liquidado por las concesiones otorgadas durante el gobierno de Menem.

 

Agua, vida, alegría, todo junto. Juego natural y fresco. Rutinario, esperado. Larga y triste era la espera cuando la rutina se alteraba. Algo ocurría. Comenzaban los primeros atrasos. El inexplicable atraso. Esto fue lo primero. Más tarde, mucho más tarde, ya no fue rutina. Venía, sin horario y salteado. Muchas veces de noche, a hurtadillas. Como: un dejo el agua y me voy. El silencio de la descarga, solo ruidos del enganche, acoples y la bocina invisible de la diesel. Pero venían, nunca dejaron de venir. Diagramar trenes de agua era un acto solidario, como una costumbre, diría: genética. A pesar de las preferencias lucrativas de otros cargamentos. Aquí el lucro era la vida. Capricho de ferroviarios. Nunca dejaron de venir, repito. Como sea, pero el agua llegaba. Siempre. Solo que el vapor quedó cansado y vencido: desapareció el pitazo, la columna de vapor y la llegada anunciada. El cambio, luego la nostalgia por esos juegos infantiles. La locomotora de vapor, juguete enorme, aportaba su chorrito de vapor; y el pitazo cómplice del maquinista, sabedor del juego, contribuía al estallido de la risa, y el brincar de la alegría. Sencillo juego de esas sencillas vidas. El ferrocarril dejó de hacer esos esfuerzos de vapor. Otra tecnología acarreaba el agua.

Pero los ferroviarios no solo transportaron agua, sino que, cuando comenzó el acarreo vaporoso del agua, casi en forma simultánea, enviaron a otros a perforar las entrañas de la tierra. En cada Estación, según sea, al lado no más, según sea el agua, un tanque se elevaba, vigilante y húmedo. Abajo, una cisterna, según sea las cantidades de bebedores. En otra estación se repetían, y más allá también, tanque o cisterna, o los

dos, según sea el Pueblo bebedor.

Tanques vigilantes y húmedos, era lo primero que se divisaba y anunciaba: aquí hay vida. Agua y vida.

En ese mismo lugar abrevaban las locomotoras, coches de pasajeros, encomiendas, vagones cisternas para repartir más adelante donde la entraña de la tierra fuera seca.

El ferrocarril calmaba la sed. El ferrocarril transportaba agua y daba vida. Pobló el territorio de vida. Se metió en terrenos inimaginables. Donde no se

pudo perforar la caparazón de la tierra construyó sobre ella gigantescas vasijas metálicas.

Tan importante era para el ferrocarril el agua, que dentro de sus estructuras contenía a otra: el Departamento de Servicio de Agua, era la Obra Sanitaria Ferroviaria.

¿Recuerdan? Desde ese lugar, de esa Sección, partió el primer grito serio de rebeldía por la dignidad de los jefes ferroviarios, por los tiempos del Onganiato. El Petiso Coni, del Servicio de Agua del F.C.Sarmiento, el que pegó el grito: ¡El de no querer ser más carneros! Había un Comité de Agua por línea, y desde esa sección se coordinaba todo lo que tenía que ver con el agua. El relevamiento de todas las napas, ríos subterráneos, salinidades del país, estaban ahí, en sesudos estudios.

La importancia del agua para el ferrocarril fue tan seria que cuando se efectuaba el cálculo del presupuesto, el agua tenía su columna en la inversión. ¿Lucro? ¡No! Se invertía para la vida, que joder. ¿Como lucro..? Proyectos, ampliaciones, conservación. El objetivo era surtir agua. Puedo decir con certeza que el ferrocarril regó al país.

Ahora, por estos tiempos digo y pregunto: ¿como contabilizo el verdor, el recule de las salinas y la contención del esmerilado de las arenas? ¿Como Dr. Menem?

Si han cerrado el camino de metal, el acarreo acuoso se detuvo, los pozos se secan o se pudren las cisternas, y éstas son tapadas por yuyales que al secarse transitan el camino de los vientos como representantes de la muerte. El acarreo se detuvo, y comenzó a desandar la sed el viejo camino perdido. Los pueblos se vacían, uno a uno. La despoblación, más la desertización, todo un proyecto de país seco y de muerte, la vida se ausenta.

Pero fijesé bien Don Américo lo que le voy a contar planillas en mano y con datos que escapan de cualquier cuento fantástico. Mejor dicho, escuche bien.

En la Rioja, más precisamente en la estación de Chilecito, fue uno de los lugares favorecidos con tanque y cisterna, instalada bajo del cable carril que transportaba el oro desde el cerro Famatima. Ahí viví, ¿recuerda que le conté?. Así que vi cuando los camiones, las locomotoras, los ferroviarios y la población se surtían, además de los vagones-tanques, que luego partirían hacía otras poblaciones repartiendo agua de ese pozo generoso. Sitio donde nos solíamos bañar, bajo ese potente chorro plateado y helado, que emergía a través de una poderosa bomba que le succionaba la teta a la tierra a más de 40 metros. Hoy, por estos tiempos contables, de palabra desvalorizada, distorsionada, del verbo global y la mentira, éste, se encuentra cerrado, cercado por una alambrada. Afuera: la sed. ¡Encanaron el agua! Los churquis secos se atascan entre las alambradas, polvoreados por una arena fina, como testigos del abandono y el avance de la desertización. El pozo está preso. Encanaron la vida. Se cierra el pozo porque no le cierran los números globales al Dr. Cavallo.

No hay más cañerías, el equipo de bombeo desapareció. No hay más ferroviarios para cuidar el agua. Los fueron con el ajuste. El Mercado regulará el agua.., y los Libros Contables Sagrados cerraran, el Dr. Cavallo feliz, aunque se apague la vida. Sigo con la Rioja, porque es la tierra de los milagros.

En La Estación Milagro, que ya no es tanto, todo se esfumó, como un contra-milagro las instalaciones se evaporaron, solo el deterioro como muestra de que por ahí, alguna vez anduvo el agua. Para calmar la sed, (y ante la escasees de milagros, con la globalización se rajaron) y conservar la poca vida que queda se apela al acarreo de agua de los camiones desde el Valle de Olta, a 70 km. El Valle de Olta, paraje caro para los riojanos, por ahí anda el fantasma seco y digno del Chacho Peñaloza, siempre federal. Prefirió ser seco y federal como esos valles, y no húmedo y unitario por invitación del Restaurador. Le contestó con un corte de poncho y se exilió en Chile. Seco y digno cruzó la cordillera. Ya me fui por las ramas Don Américo, es que estos tipos cojonudos me atrapan. Fijesé, que cosa con los caudillos riojanos, ¿vio?

Algunos rumbearon para la capital, y la humedad los atrapó.

A Facundo lo deslumbraron las luces de los candelabros, las puntillas, las camisas sedosas, cambió. Desmontó de su caballo y subió al carruaje con cortinas, cochero y esas cosas. La ciudad le birló el poncho y le colocó una chaquetilla abotonada, le recortó la patilla, le aceitó y amansó ese pelo renegrido y salvaje. ¿Que cosa no? Les gusta el naipe, como si la vida fuera un azar. Que cosa con los caudillos riojanos que se arrimaron federales y se vistieron, por dentro y por fuera como unitarios, como porteños, como portuarios...

Del Valle de Olta a Milagro hay 70 km. Aridez y vientos. Un recorrido diario de l40 km. para humedecer las grietas de la sed. Lo mismo en Chamical, lugar donde parten los cohetes con tecnología del primer mundo. Sigo en territorio riojano. En la estación, la que partió fue el agua junto a los ferroviarios. Por esas ausencias se birlaron el equipo de bombeo. Dejaron un inmenso pozo como de 90 metros de profundidad. Vinieron los nitratos y se zambulleron. Se construyó cuando el ferrocarril se expandía, y circulaba un proyecto de agrandar el país; pensando en la invasión de la vida levantaron un tanque de 290 metros cúbicos.

Hoy, las instalaciones se derrumban y el deterioro es imparable, y la vida,...ah la vida, se achicó como el achique del país. ¿Como vamos con las cuentas Dr. Menem? Dígame Ud. Las muertes, la desnutrición, todo eso que voy contando, ¿lo ayudan? ¿O necesita más? ¿Como un Dios insaciable?

Chepes es otro lugar. Un río subterráneo lo tributa. Sus instalaciones de succión, elevación y distribución están deterioradas. No hay presupuesto para la sed. Que chupen la hoja de la tuna, de penca, ó cactácias rastreras ó mastiquen raíces. No hay razón de mercado para que allí exista vida.

Terminando, para hacerla corta y no abusar en la tierra de caudillos, le cuento que en la misma estación de La Rioja, que pertenece al Ferrocarril Belgrano, está todo derrumbado. Los pozos cerrados con cadenas. Sí, están cerrados. El agua encadenada. Fijesé de nuevo Don Américo, se da otro fenómeno. El de las estaciones invadidas. Marginales sedientos que venían huyendo de la sed se arrinconaron entre los pliegues de las estaciones y alrededor de los pozos. Resistieron los desalojos. Encontraron techo y agua. Parece poco, pero es mucho. La resistencia para sobrevivir. El ferrocarril es la trinchera. El ferrocarril siempre asociado a las resistencias. Refugio de resistentes. Siempre la resistencia. Se resiste aunque estén ausente los ferroviarios.

Remolinos, aura...

Ay! misterios

Ay! magia

Ay! ferrocarril

Como duele tu ausencia

Debe haber un aura de resistencia en todo ferroviario, o la existencia de una manía genética por resistir, siempre resistir. Todo ello genera remolinos contagiosos, el aire es infiltrado, y esa magia resistente recorre lugares yermos, suplantando al ferroviario ausente. Por el agua ausente, las estaciones fueron invadidas por sedientos. Regresaron recorriendo el camino del agua ferroviaria. Rodearon los pozos y resisten, resisten...

El ferrocarril siempre estuvo asociado a la vida. Agua y estaciones, todo un símbolo de vida.

Por: Juan Carlos Cena (especial para ARGENPRESS.info)

(Fecha publicación:18/08/2004)

 

 

Manga de agua abandonada en la Estación Carmen de Areco. (Foto: Guillermo Salazar *).

Guillermo Salazar: Fotógrafo, fue detenido desaparecido durante la última dictadura militar, la tortura lo dejó prácticamente inválido, así todo se ganaba la vida con sus trabajos como fotógrafo. Acompañó a Juan Carlos Cena en su largo recorrido, luego de 1992, cuando lo despiden del FFCC por todo el país, llevando su equipo, sus ganas y su gran esfuerzo. Estas fotos pertenecen a él. Y se merece todo un homenaje, falleció en el más lamentable de los olvidos, de quienes debieron cuidarlo y lo abandonaron. Era un militante popular de la provincia de La Pampa