Partida de Jean Baudrillard:

 La difícil reversión de la ceremonia del Adiós

 

 

 

Jean  Baudrillard, nacido en Reims un 20 de junio de 1929 y muerto en Paris el 6 de marzo del 2007, a los 77 años, se fue dejándonos en su inusitada obra, los destellos de una originalidad desbordada sobre todo alrededor de su tesis sobre el papel del simulacro en el imaginario cultural del capitalismo contemporáneo, ubicando el american way of life como prosecución del sueño de la razón, de la cultura de lo aparente y el reino del simulacro, ante aquella obsesión estadounidense, ciudadana y política, por los artificios de la perfección, embotada por una placidez performática ante la ofuscación producida por los medios masivos de comunicación.

La noticia nos llenó de consternación, pues con su súbita partida se iba uno de los filósofos y sociólogos franceses más controvertidos e inclasificables de la última mitad del siglo XX. Considerado como el último de los pensadores posestructuralistas franceses vivo -corriente en la que militaron Jacques Derrida, Gilles Deleuze y Michel Foucault- y cuya atípica obra, contribuirá a la edificación de aquella nueva racionalidad que caracterizará a lo que Lyotard denominó como La condición posmoderna.

Nos queda aún retornar a algunos textos esenciales, desatendidos en las notas necrológicas que han circulado en los últimos días, El sistema de los objetos (1968), Por una critica de la economía política del signo (1972) y La sociedad del consumo (1970) -volumen que ha pasado a ser un clásico continental de la sociología contemporánea- libros en los que vía una lectura semiótica de los objetos del capitalismo y una crítica de la teoría del valor de Marx, cuestiona la idea del capital como centro de la vida económica, para darle ese lugar al consumo, accediendo así –casi coincidiendo con Pierre Bourdieu- a aquel espacio simbólico en el que más valor tiende a tener el símbolo que la mercancía, algo que tendrá repercusión en los novísimos estudios críticos de la globalización, el imperio del branding y los activistas del No logo, como Naomi Klein.

No obstante, Baudrillard es más conocido por sus teorías en torno al simulacro contemporáneo, esbozados en estudios fundamentales como Cultura y simulacro (1978) y Simulacro y simulación (1981), donde, vía la exploración de las imágenes residuales del capitalismo, describe una “hiperrealidad” planteada como simulación que encubre la realidad hasta clausurarla, convirtiendo al mundo en un reducto de lo aparente, donde lo real queda aniquilado, sin que nadie, mínimamente involucrado en esa ficción, pueda ser capaz de notarlo, desbrozando una crítica cultural que sentará las bases de algunos presupuestos del posmodernismo, como el desarrollado sobre todo por Fredric Jameson.

Creativo si consideramos sus múltiples pistas teóricas, su carácter marginal y su particularidad de renunciar a todo aquello que pasare a convertirse en objeto masivo de culto, lo que lo llevará a distanciarse de todo atisbo de institucionalización que, como síntoma del proceso de “fetichización de la mercancía” –presupuesto inspirado en el situacionismo de Guy Debord-, tiende a ser asimilado por el mercado.

Tal vez un libro suyo de 1994, Pensamiento radical, pueda revelar los diversos planos seguidos por su itinerario intelectual, pues consideraba su vida como un “estado de constante ruptura”. Quizá por ello prefería no poseer antecedentes, lo cual de repente pueda explicar el por qué de aquella incapacidad suya por asentir con cualquier corpus de ideas que gozase de aceptación colectiva, constituyéndose en un caso especial para cualquier intento de genealogía que se quiera hacer de la posmodernidad. Pues, no obstante haber contribuido con su obra a la gestación de ésta, y que su estilo sea considerado paradigmático del quehacer posmoderno, al ser cuestionado sobre el tema su único comentario fue el de un rechazo violento.

Baudrillard partió legándonos escritos polémicos por lo contracultural de sus presupuestos, como La guerra del golfo no ha tenido lugar (1991) o  La ilusión del fin (1992), donde ha escrito planteando paralogismos que tal vez lo acompañarán a lo largo de “toda su nueva vida”, una “inmortalidad paradójica” que se abre a partir de la persistencia vital de sus mayores textos: “somos inmortales supervivientes, puesto que la existencia segunda no tiene fin. No tiene fin, puesto que el fin ya está en el principio”. 

 

                        (c)    RAFAEL OJEDA