EDUARDO DALTER
21 POEMAS
LA HORA DE LOS ZORROS
ESTA HORA
Hay algo que no entiendo,
Una tabla, o un retazo de
Un viento, a veces, alguna
(y en mí mismo); una raíz
de la vida y de las cosas.
LA HORA DE LOS ZORROS
La hora de los zorros, la hora
de los lobos, la hora de los
cuervos.
HAY UN AIRE TENSO A LA
REDONDA
Hay un aire tenso a la redonda, más
firme
y enrarecido cada hora, como para
morder,
mal respirar, o ser trozado por
cuchillo.
A la vez, en los suburbios lejanos
parece
todo más inhóspito, entre cardos,
casas a
medio terminar y un afiche con
promesas.
“Y ahora qué”, algunos se preguntan,
sin
más, mirando el aire (que parece
temblar)
y sintiéndose en la soledad más
absoluta.
Aunque todos presumen, temen,
intuyen,
que el tiempo será lo que será, para
ser
vivido con las defensas que se
puedan.
“Ahora caímos en la cuenta”, ya se
oye
en las calles, en esas y otras
palabras,
como atisbo de mea culpa o
confusión.
La precariedad, la liviandad,
desnudaron
su existencia, también la gula, el
odio,
que sobrevolaron siempre el
horizonte.
La historia, cada día, comenzará a
decir
sus cuitas. En ese lenguaje que bien
sabe.
Sólo dos palabras: por favor
Sólo dos palabras o ninguna
Que no deje dudas ni rendijas
Como volver a equivocarse
Así como un extranjero necio que se
de todo lo que alcanza a ver o a
con esas miradas, entre omnímodas
y oliendo fuertemente a aire cerrado
en la mañana entraban a los
edificios
los altos techos, los portales
abiertos,
Así fue desde el comienzo de la
historia, y supongo
que desde antes de la historia,
porque en el eoceno
ya aparecieron con colmillos, y
arribaban en manada.
Ya están aquí, respirando el mismo
aire, febriles
y olfateándonos. Y ya se están
relamiendo, deseosos
de las primeras rasgaduras y los
primeros tarascones.
La defensa debe ser pronta y de
altura. Hay que
despertar y reaprender lo que fue
desaprendido. Ahora,
que está en riesgo hasta el aire. Oh
historia…
OH BELLO PAÍS SUPERMERCADO
Nuestro desafío es ser el
supermercado del mundo.
En el gran supermercado, que sueña
nuestro bailador
y mandatario, ¿dónde estaría el sol
y dónde la bandera?
¿Dónde la gente, el pueblo, con sus
oleajes y tristezas?
¿Dónde la conciencia, la memoria, y
dónde
¿En cuál góndola?; ¿entre las latas
de arvejas y los
frascos de aceitunas?, ¿o entre los
detergentes en
¿Y dónde los lastimados y los
desaparecidos del siglo?;
¿en la ancha playa donde se reciben
las mercaderías?
¿De dónde el aire para respirar y
vivir todas las horas?
¿Por dónde saldría el sol?; ¿dónde
finalmente se
“Estamos perdiendo una oportunidad
por tener tantos pruritos y tanta
ideología. El vecino, y ya lo
señalé,
que le resuelvan los problemas, no
Demasiadas cosas sagradas nos han
las piernas y las manos; demasiadas
no nos dejaron ver ni oír las
señales
de un mundo abierto y floreciente.
cosas sagradas e intocables; ¿para
Hoy mismo yo senté a mi perro en
de Rivadavia; ¿y cuál?, díganme,
Yo estaba mirado una rama y la línea
de hormigas que avanzaba; yo estaba
una balada, mientras pensaba en las
del sur de la provincia; estaba, en
distraído, o distrayéndome, de las
que estuve releyendo estas semanas;
detenido, o como ausente, o algo
del gran interrogante y del acecho,
se ha venido ciñendo como un nudo.
Estamos en este raro punto de
equilibrio,
como una mata silvestre en un
baldío,
bajo el sol, bajo el viento y las
lluvias,
y cuando se anuncia un año de
langostas;
un año, quién sabe, de meses
entrecortados
y de semanas que hacía tiempo no
venían.
Pasaron los días, el resabio de los
días,
las revoloteadoras polillas y el
hedor que
se deslizó lento por debajo de la
puerta.
Sufrimos como un remate de algo, una
invasión, un revés del aire, un frío
y triste
aturdimiento, que ya dibujan un
paisaje
íntimo, un terraplén, un charco, un
cruce, y una melodía que trae
nuestras
notas y que quiere decir algo, algo…
p/ la historia, la memoria,
dos zanahorias, una papa,
y una frase breve, una sola,
con los aires de la calle.
Pienso en Scalabrini esta tarde, en
en su lógica, en sus cartas, en su
Un hombre, un país, que parecen de
comparados a las tramas de estos
donde un presidente procaz baila a
de vallenato en el balcón, y dice
que otra, algún despropósito que
mientras a los desocupados sólo les
gases cerrados, aguas de hidrante,
como para que se entienda bien de
Pienso en Calfucurá y en Ñancucheo
Entre el empréstito de la banca
Baring, junio de
1824, los negociados y escondrijos
de Quintana y
la desoladora Semana Trágica, sólo
hay un paso.
Pero siempre, en los momentos más
abollados
de la historia, con rostro de yo no
fui, aparece
un Pinedo de galera y bastón, o de
traje cajetilla.
Aunque ya desde los primeros manes
de cartón,
con todo el aluvión de vacas, de
toros y de rifas
de un siglo y medio, se viene esta
línea oscura.
Oh cuántos apellidos y pozos, ya de
los tiempos,
por no hablar y dar entidad a estos
pordioseros
que ya entraron, y están aquí, en
medio de la sala.
HIDRANTES, GASES, BALAS DE GOMA
Los hidrantes ya están de uso en
Buenos
Aires, y las balas de goma y los
decretos,
y las razones cuasi militares de los
ministros,
y los gestos olímpicos de los
magistrados
de la Corte. O sea, vamos
inesperadamente
como difuminando el horizonte, el
aire…
–oh, sí, es ciega ficción y es una
pesadilla–,
cuando es tan difícil hablar de todo
esto.
Respiro en la creencia calma de que
pronto
en la calle, y un odio creciente al
infame.
En el oscuro furgón de carga,
de bicicletas viejas y triciclos,
los cansados y los desolados
Hablan a media lengua, en
duro, en voz alta, mientras
un espeso olor a yerba, que
Pero en el fondo reina el
que el país de estos años
Hay momentos en que crece
que se hace de piedra en los
mientras las estaciones van
y es como si todos dijeran
íntimo y muy triste a la vez,
– Otra vez estamos en un pozo…
– No, Eduardo, esto no es un pozo.
– Cómo que no es un pozo.
– No, Eduardo, aunque muy sucio
y en declive, es un camino.
– ¿Un camino?; ¿pero adónde?
– Ah…, ése ya es otro tema.
Qué tristeza, ¿no? Estuvo lloviendo
a torrentes y una parte del parral
se está secando. No es buen tiempo
para sembrar, parece, ni para mirar.
Las nubes están bajas, muy bajas, y
sólo se ve niebla, o alguien que
está
triste o intenta disimularlo o habla
del tiempo o inventa un chiste. Así
es la historia de la siembra. Nadie
se engañe, nadie se ufane. Una flor,
para que aparezca, es un milagro.
Cada vez que me despierto deseoso
espontánea, me voy con mi viejo
y mi Manzi al mercado, donde la
va, vuelve, mira la balanza y da las
en voz alta. La oralidad, como
marca el tono, el afiebrado pulso
de la hora, sin interferencias, sin
manzanas de plástico o de humo.
Alguien afirma algo con un gesto;
mira el techo, las frentes tristes,
las
o balbucea cuatro palabras contra
Los ojos, entretanto, también hacen
y a veces dicen más que dos voces
en secreto.
La poesía va de boca en boca, de
en aire, desde antes de Khayyam
como un río ancho de mil venas y
que murmuran, se arremolinan y
a las ciudades capitales,
Cientos, miles, en lo alto,
la infelicidad y la tristeza,
Contra la muerte, el hambre
el pueblo de color negro,
suelta insultos y salivas,
A qué altura de la jornada
atando cabos y respirando
a preguntarte, entre este
ya nada es lo que parece.
21 POEMAS/ La hora de los zorros
Ediciones del Nuevo Cántaro
se terminó de producir en
Buenos Aires, en diciembre de 2016.
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