3 DE FEBRERO: DERROTA NACIONAL DE CASEROS Y EL CORONEL MARTINIANO CHILAVERT
Hace unos pocos días, se me ocurrió preguntarle a un grupo de amigos, todos ellos gente muy instruida, sobre que era lo que sabían de lo ocurrido el 3 de febrero y sobre quien había sido el coronel Martiniano Chilavert. La respuesta fue, como lo temía, muy desalentadora. Sólo uno, vecino de las cercanías del lugar de la batalla, supo que era la fecha de Caseros, obviamente sin saber responder que era lo que sucedió allí. No hubo entre los consultados nadie que siquiera sospechase algo sobre el desgraciado coronel.
Sin dudas no puede culparse a los muchachos de ignorar estos detalles, pero marca un hecho nada promisorio: la total ignorancia sobre circunstancias clave de la historia argentina.
Hay una verdad que no me canso de repetir, esta dice que el desconocimiento de los acontecimientos del pasado hace imposible la comprensión del presente y por ende la proyección del futuro. La historia argentina ha sido un catálogo de "mentiras a designio" destinadas a instalar dicho desconocimiento de los hechos, situación superada a través de décadas de trabajo por parte de los historiadores revisionistas. Hoy, con la mentira destruida, la táctica es simplemente la no enseñanza de la historia, ya no hace falta decir que Rosas fue un "tirano sangriento", sólo basta con que se ignore su misma existencia.
Intentaré aportar mi humildísimo granito de arena ensayando una breve explicación de lo sucedido aquel día.
Caseros
Corría el año 1851 y la Confederación Argentina acababa de resolver victoriosamente su conflicto con las dos potencias más poderosas de la época, Inglaterra y Francia. Por sendos tratados se reconocía, entre otras cosa, la soberanía argentina sobre los ríos interiores y el derecho de intervenir en la banda oriental para garantizar su independencia.
Nuestro país era próspero aun habiendo sufrido varios años de bloqueo de sus puertos, al abrigo de la Ley de Aduanas de 1835 la industria nativa se comenzaba a desarrollar trayendo beneficios en todas las provincias. Los salarios altos atraían inmigrantes de diversas partes del mundo.
La liquidación de los problemas con las potencias europeas indicaba que iba llegando el tiempo de resolver el conflicto largamente pospuesto con el Imperio esclavista del Brasil. Las opciones eran claras, un triunfo de los países de la cuenca del Plata significaría el ocaso del Imperio y la marcha acelerada de la formación de una férrea unión de los países hispanoamericanos bajo la tutela y guía de la Confederación Argentina. Un triunfo Imperial marcaría la definitiva secesión de Paraguay, Bolivia y Uruguay del cuerpo de su hermana mayor Argentina, convirtiendo así a todo el continente en meros satélites del Brasil, teniendo siempre como telón de fondo al león británico.
El estado de las fuerzas inclinaba el fiel de la balanza decididamente en contra del Imperio. Rosas venía preparándose largamente para este conflicto, contaba para eso principalmente con dos grandes ejércitos, el Ejército de Operaciones con base en la región mesopotámica, de alrededor de 15.000 hombres y una caballería literalmente imbatible, a las órdenes del general más capaz de la época, Justo José de Urquiza. Por otro lado estaba el Ejército Aliado de Vanguardia, operando en la Banda Oriental y a las órdenes del general Manuel Oribe. Revistaban en estos cuerpos oficiales de un valor y experiencia inigualables. Si bien el Brasil tenía ventaja en lo referente a las fuerzas navales, la guerra se definiría en tierra.
En abril de 1850 Urquiza contesta por carta, a un sondeo por parte de los brasileños sobre una posible actitud neutral de su parte en un futuro conflicto, que sería una traición a la Patria mantener una actitud pasiva ante una contienda en que se jugaba nada menos que el destino de la nacionalidad.
Si el entrerriano calificaba como una traición el mantener una actitud neutral en una guerra de la Confederación con el Brasil, que puede decirse de la actitud que tomará el mismo Urquiza un año después, pasarse lisa y llanamente al lado del Imperio con el ejército bajo su mando en pleno.
La fulminante campaña que siguió culminó con la derrota y exilio perpetuo de Don Juan Manuel de Rosas. Llevaría mucho espacio analizar el trasfondo y las circunstancias en que se desarrolla la traición de Urquiza, no a Rosas sino a la Patria. Pero si tratásemos de adoptar una actitud pragmática, podríamos echar un vistazo a las consecuencias de Caseros y determinar así las "bondades" de la actitud del general en jefe pasado al enemigo que debía enfrentar.
En forma puntual Caseros produjo:
1) Pérdida definitiva de la Misiones Orientales (territorio de igual superficie que la provincia de Entre Ríos), que correspondía por derecho a la Argentina y se cedió con motivo de los pactos firmados por Urquiza al entrar en alianza con los brasileños.
2) Ridícula renuncia a la soberanía sobre nuestros ríos interiores, regalando vilmente lo que se había conseguido luego de tantos años de bloqueo y sangre argentina derramada. Esto se realiza a través de la sanción de la Constitución Nacional y bajo el influjo del pensamiento alberdiano de que había que abrir nuestros ríos a la "civilización" (conceptos inexistentes en todo otro lugar de la tierra).
3) Derogación de la Ley de Aduanas (primer acto de gobierno de la administración que sucede a Rosas). Esto significó la ruina de la naciente industria nacional y la entrega de nuestro mercado interno al poder económico predominantemente inglés. A partir de allí recorreremos un acelerado camino hacia un sombrío destino de colonia económica británica.
4) Endeudamiento externo a favor del Brasil, ya que después de Caseros se reconoce como deuda de la Confederación (es lo que Urquiza había firmado con el Imperio) los fondos facilitados para financiar la campaña contra Rosas.
5) Abandono de la firme política exterior llevada adelante por Don Juan Manuel, conocida como "Sistema Americano", es decir la unidad de las naciones americanas para enfrentar la prepotencia de los países europeos, puesta en practica en forma triunfante durante los bloqueos sufridos por la Confederación.
6) Transformación de la antes altiva Confederación en un mero apéndice de la diplomacia anglo brasileña, provocando primero el abandono a su suerte de la hermana república del Uruguay que caerá bajo la total dependencia político económica del Imperio esclavista. Trama completada casi una década después con la completa destrucción del Paraguay, último freno a la voracidad territorial del Brasil. Destrucción a la cual no solo no nos opusimos, como debimos oponernos por lasos de histórica hermandad en la lucha contra el enemigo histórico, sino que participamos del crimen al ser parte de la alianza que arrasó la tierra guaraní. Nunca mejor puesto el nombre de "Guerra de la Triple Infamia".
7) Pasar de ser un país antiesclavista (Don Juan Manuel tenía gran ascendiente sobre las comunidades de africanos residentes en Buenos Aires) a ser gendarme del Imperio, al firmarse tratados por los cuales se comprometía a la Confederación a deportar a todo esclavo que se escapara hacia suelo argentino en busca de la libertad que la mismísima Constitución Nacional establecía al abolir para siempre la esclavitud.
¿Puede alguien honesta y seriamente alegar que el resultado de Caseros benefició a la Nación Argentina?
Cada uno tendrá su respuesta, LA VERDAD SIEMPRE ES ÚNICA.
Yo por mi parte, al pasar por la avenida Caseros haré como decía un viejo pensador Nacional, tomare el término en su real significado, propietarios de casas.
NO FESTEJO BATALLAS PERDIDAS.
Chilavert
De Martiniano Chilavert puede decirse que nació en Buenos Aires el 16 de octubre de 1798. Educado en España, vuelve al país en 1812 en el mismo barco que trae de vuelta a San Martín y Alvear entre otros. Interesándose por la artillería es dado de alta como subteniente en el Regimiento de Granaderos de Infantería.
Diversas convulsiones políticas en que se ve envuelto al lado de Alvear lo llevan a darse de baja del ejercito en 1821, continuando sus estudios y recibiéndose de ingeniero en 1824.
Estallada la guerra contra el Brasil, se reincorpora al ejército siendo ascendido a capitán en 1826. Asistió a la batalla de Ituzaingó a las órdenes del coronel de artillería Tomás de Iriarte. Por su desempeño es promovido a sargento mayor.
Las guerras civiles lo encuentran junto a Lavalle del lado unitario, debiendo marchar al exilio en la Banda Oriental luego de la derrota. Volverá junto a Lavalle en la última campaña de este, debiendo regresar al Uruguay nuevamente derrotado.
Al llegarle las noticias sobre lo sucedido en la Vuelta de Obligado parece darse cuenta de que lado se encuentra la Patria, en carta a Oribe (carta del 11 de mayo de 1846) expresa cosas como estas:
"En todas las posiciones en que el destino me ha colocado, el amor a mi país ha sido siempre el sentimiento más enérgico de mi corazón. Su honor y su dignidad me merecen un religioso respeto. Considero el más espantoso crimen llevar contra él las armas del extranjero. Vergüenza y oprobio recogerá el que así proceda; y en su conciencia llevará eternamente un acusador implacable que sin cesar le repetirá; ¡traidor! ¡traidor! ¡traidor!"
"El cañón de Obligado contestó a tan insolentes provocaciones. Su estruendo resonó en mi corazón. Desde ese instante un solo deseo me anima: el de servir a mi patria en esta lucha de justicia y de gloria para ella".
En 1847 pone su espada a disposición del Ilustre Restaurador. Don Juan Manuel le confiará el mando de la artillería en Caseros. Chilavert tendrá una destacada tarea, haciendo su blanco predilecto a las columnas brasileñas que osaban profanar el suelo patrio.
Se cuenta que al quedarse sin municiones mandó a que se recogieran los proyectiles ya utilizados para poder seguir disparando. Fue su cañón el primero en abrir fuego y el último en apagarse en aquel día fatal.
Al concluir la batalla espera fumando junto a sus cañones aun humeantes la llegada de algún oficial enemigo al cual entregarse prisionero, conciente de su destino había rechazado el escape que le ofreciera su ayudante.
Una vez en poder de los vencedores, el día 4 de febrero, es llevado ante Urquiza, con él tiene una entrevista a solas, en ella, según la tradición, Chilavert expresa tener conciencia de haber defendido la independencia de la Patria luchando al lado de Rosas y que si se encontrara en la misma situación una y mil veces actuaría de igual forma. Al terminar la reunión, Urquiza ordena su inmediato fusilamiento, según dicha orden deberá ser ejecutado de espaldas como se castiga a los traidores. Chilavert marcha sereno hacia su destino, pero al enterarse de que se lo fusilará por la espalda se resiste, lucha heroicamente contra varios soldados, un sablazo le destrozará el cráneo, aun así, casi sin fuerzas, hace un ademán señalándose el pecho para luego caer muerto. Sus restos quedarán insepultos durante varios días hasta que sean entregados a su familia. Hoy descansan en el Cementerio de la Recoleta, en la bóveda de una familia amiga a la que fueron llevados clandestinamente.
¿Cuál es el legado que nos deja el coronel Chilavert?
Sin dudarlo debemos coincidir en que su mayor ejemplo es el colocar el amor a la Patria por sobre todo otro interés. Aun teniendo diferencias políticas de larga data con respecto al conductor de la Confederación Argentina, Chilavert deja de lado dichos reparos al comprender que lo que estaba en juego no era una mera disputa político partidaria sino los destinos mismos de nuestra nacionalidad.
Ya a más de siglo y medio de distancia su figura parece agrandarse constantemente, más aun al comparársele con ciertos personajes del hoy que practican la actitud inversa a la del gran coronel, es decir, colocan sus más mezquinos intereses por sobre el interés nacional.
Chilavert juega la carta de la Patria aun cuando todo parecía indicar que el triunfo le sería esquivo. No por una romántica atracción por las causas perdidas, sino por un cristiano compromiso con las causas justas, y ¿Qué causa más justa que la causa nacional?, Si como definiera tan simple como magistralmente el padre Leonardo Castellani: "La Patria es Dios en la tierra y Dios es la Patria en el cielo".
¿Cuál es el estado del país hoy?, para entenderlo baste señalar que muchos de los que aquel 3 de febrero de 1852 empuñaron sus armas nidos al Brasil tienen hoy varios monumentos y periódicos homenajes en su honor, mientras que quien dejó de lado todo para morir defendiendo su suelo natal ni siquiera descansa en una tumba propia.
Nos queda por delante una tarea ardua y extensa, pero creo que vale la pena intentarlo.
Un gran abrazo.
Ing. Luciano Reggi