Alejandro Méndez Casariego
responde
‘En cuestión: un cuestionario’
de Rolando Revagliatti
Alejandro Méndez
Casariego nació el 19 de
diciembre de 1952 en Buenos Aires, donde reside, capital de la
República Argentina. Estudió Historia en la Universidad Nacional
de Cuyo. Fundó y coordinó junto con José Emilio Tallarico y
Gerardo Lewin el Ciclo de Poesía “El Orate y la Musa”, además de
otros espacios de lectura con diversos escritores. Poemas y
otras colaboraciones de su autoría fueron difundidos en medios
electrónicos y en revistas de soporte papel de su país,
Paraguay, Perú, Puerto Rico e Inglaterra. Tradujo del inglés
obras de Dylan Thomas, D. H. Lawrence, Wallace Stevens y Edgar
Allan Poe. Dirigió talleres grupales de poesía y traducción
entre los años 2000 y 2012. Actualmente dirige clínicas y
talleres de poesía. Integró en 2005 la antología
“País de vientre abierto
(poesía social argentina de principios del siglo XXI)”.
Publicó entre 2003 y 2019 los poemarios
“El elefante de cartón”,
“Los réprobos”,
“Los dioses del hogar”,
“Pieles rojas” y
“La mujer del samurái”.
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1:
¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se
trataba?
AMC:
Supongo que, más allá de algunos monigotes que representaban a
mi familia y mi casita, lo primero destacable fue un poema que
escribí a los siete años, y del cual creo que aún conservo una
copia que mi madre pasó a máquina en aquella época. Se llamaba
“La tristeza de los nidos”. Trataba de describir el sufrimiento
de una madre pájaro al encontrar destruido el nido en el que
había dejado a sus pichones. Literalmente, una lágrima. Años más
tarde, a los doce, escribí un poema basado en una experiencia
personal que me cambió definitivamente en más de un sentido. Por
primera vez, sentí que quería a alguien más que a mí mismo. Eso
es, para mí, la enseñanza del amor adolescente. Escribí un poema
al que llamé, más tarde, “La chica de la polio”. Muchas décadas
después lo retoqué un poco, y aún lo leo.
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2:
¿Cómo te llevás con la
lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la
velocidad, con las contrariedades?
AMC: Para
ser preciso, diría que me llevo bien con la lluvia torrencial,
descontrolada, salvaje, pero muy mal con la lluvia persistente,
rala, molesta e interminable de la ciudad. La velocidad no me
seduce. Con la sangre tengo una relación natural; soy de los que
miran cuando le clavan la aguja para una extracción, pero no de
los que se succionan la sangre de la herida con placer. Con las
contrariedades también tengo una relación natural: las odio.
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Alejandro Méndez Casariego con sus hijos Magdalena,
Victoria y Nicolás en Brasil
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3:
“En este rincón” el
romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”,
por ejemplo, William Faulkner y su
“He oído hablar de ella,
pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?
AMC:
Prefiero decir que
uno atraviesa momentos de “fertilidad”, que son una especie de
estado de celo. Considero que esto no es exclusivo de la
actividad artística: a veces, esa fertilidad está presente en
actividades menos sutiles. Como cuando nos despertamos y
decimos: Qué ganas de limpiar tengo hoy o de salir a correr, o
de tener sexo. Es difícil determinar qué elementos influyen en
ese estado, pero he llegado a pensar que intervienen no pocos
elementos físicos (corporales), además del contexto y algunos
estímulos externos. Cuando digo esto, estoy diciendo que de
alguna manera uno puede “ayudarse” a lograr esos momentos:
ciertas lecturas, dormir bien, entorno sosegado. A veces,
incluso los olores. Ojo, también he sentido el “relámpago”, la
inmediatez, la urgencia, pero no creo que por sí solos estos
fenómenos garanticen un buen trabajo. Prefiero una mezcla de
estado de fertilidad y manejo certero de las herramientas que
uno ha ido aprendiendo a usar. Y sobre todo tener qué decir, y
voluntad para hacerlo.
Con Gerardo Curiá, Alejandra Mendé,
Laura A. Ponce y Raquel Jaduszliwer
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4:
¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?
AMC:
Soy honesto si
afirmo que, si no me gusta una obra, no ahondo demasiado en los
otros aspectos de la vida del escritor o del artista en general.
Por el contrario, si la obra me seduce me empiezan a interesar
algunos otros aspectos de su vida, y suelo escarbar un poco por
allí.
Alejandro Méndez Casariego con Gerardo Curiá
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5:
¿Lemas, chascarrillos,
refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?
AMC: Nada.
Quien me conoce sabe que rechazo todo tipo de frases. Por lo
general, las frases encierran un aspecto de la cosa, y nunca la
cosa entera, y son, por lo tanto y casi siempre, parcialmente
falsas e ineficaces.
Si debiera elegir una, sería aquel
“Sólo sé que no se nada”
que se le atribuye a Sócrates.
Alejandro Méndez Casariego con Gerardo Curiá
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6:
¿Qué obras artísticas
te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has
quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?
AMC:
Me estremecieron, o tal vez, mejor dicho, me impactaron
fuertemente “Romancero
gitano”, de Federico García Loca,
“El Quijote de la Mancha”,
“Las almas muertas”
de Nikolái Gógol, parte de la poesía de Dylan Thomas. Entre
otras innumerables obras literarias. Perplejidad, en el sentido
de asombro y duda, me produjeron y me producen buena parte de la
obra de Fiódor Dostoievski, de Victor Hugo, de Franz Kafka. Las
novelas “América”,
“El proceso” y
“El castillo”, de
este último, me dejaron realmente en un estado alterado.
Alejandro Méndez Casariego con Gerardo Curía
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7:
¿Tendrás por allí alguna
situación irrisoria de la que hayas sido más o menos
protagonista y que nos quieras contar?
AMC: Tengo
situaciones irrisorias como para hacer un manual, porque soy un
despistado de origen, el típico distraído que no sabe en qué día
vive y no puede recordar ni su propio cumpleaños. Además, tuve
un período de la vida en que solía hablar sin reflexionar mucho
(debo decir que esa etapa quedó, por suerte, superada), lo cual
me llevaba a metidas de pata épicas. Pero relacionados con la
actividad poética, se me hace presente un caso que, en una de
esas, vale la pena mencionar: cuando Gerardo Curiá y Lidia Rocha
me invitaron a hacer tres presentaciones de libros simultáneas.
Eran libros recientes de Leticia Hernando, Leonardo Martínez y
Daniel Muxica. No tuve mayor dificultad con Leticia y Leonardo,
a quienes había leído y escuchado profusamente y con quienes
tenía amistad cercana. Muxica, en cambio, era un descubrimiento
para mí: no había leído nada de él, y seguramente
“El elogio de la
dispersión” no era su obra más transparente. Fue arduo. Me
hizo sudar como nunca nadie. Pero, finalmente, quedé conforme
con el resultado: me pareció haber encontrado el meollo, la
fuerza motriz del libro. Terminadas las presentaciones,
charlando en rueda, Daniel, me felicitó afectuosamente, con las
siguientes palabras (aprox.):
“Es la reseña más
brillante que haya escuchado sobre un tema que no tiene
absolutamente nada que ver con lo que quise decir en el libro”.
Tendamos un manto de piedad.
Alejandro Méndez Casariego con Daniel Barroso y Gerardo Lewin
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8:
¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?
AMC:
La preocupación por la “posteridad”, en el sentido de la
preocupación por la propia trascendencia, siempre me produjo
asombro, y hasta cierta irritación. Como buen ateo, siempre
pensé en la posteridad como en algo que no me incluye y a la
que, por lo tanto, tampoco incluyo yo entre mis inquietudes.
Honestamente, si alguien lee o no un poema mío cuando yo ya no
esté, me es completamente indiferente.
Alejandro Méndez Casariego con Claudia Masin
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9:
“¿La
rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?
AMC:
Las rutinas que me aplastaban, y que por suerte ya dejé atrás,
fueron las laborales. Siempre tuve un problema con cumplir
horario, viajar todos los días al mismo lugar, la “repetición de
los saludos”, como diría Thomas, la tarea poco satisfactoria.
Sufrí con todo eso. En cuanto a las rutinas que yo mismo me
impongo, las que establecen una serie de rituales diarios que me
son entrañablemente familiares, me dan mucha paz, y las atesoro.
Alejandro Méndez Casariego con Claudia Masin y María Malusardi
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10:
¿Para vos, “Un estilo
perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el
escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió:
“…un estilo es una manera
y un amaneramiento”.
AMC:
Lo de Barga, a quien no conocía hasta hoy, lo incluyo dentro de
la opinión que me merecen las frases: intentan abarcar en una
sola definición, algo que tiene muchas, que es subjetivo, y por
lo tanto inabarcable. No creo que exista algo a lo que pueda
caberle la calificación de “perfecto”. Yo podría arriesgar que,
desde mi punto de vista, un estilo es una forma de decir que
intento variar permanentemente; en eso consiste la exploración,
la experimentación, el ensayo. A lo que es más difícil escapar
es a la propia voz, que generalmente se hace notar a través de
los distintos estilos por los que uno va transitando.
Alejandro Méndez Casariego con Carlos Dariel
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11:
¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te
despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan
instantáneamente?
AMC:
Siempre me produjo una intolerable indignación, y a la vez
reacciones apenas contenidas de violencia, el hecho de que sea
aceptado como natural que en el mundo coexistan las enormes
fortunas, con la miseria más dolorosa. Y me sorprende que este
hecho no desate estados de permanente rebelión. Es algo que no
puedo concebir. En algunas casas se tiran restos de una fiesta
que podrían alimentar a una familia por varias semanas; en otra
casa, niños se mueren de hambre por no tener acceso a lo básico.
La sola idea me subleva. Sea perdonado si caí en la obviedad o
en el cliché, pero las cosas como son: no se me ocurre nada que
me disguste más. Esto fue así desde mis quince años.
Me harta la vocación de figuración, la lucha por espacios que no
significan absolutamente nada, que suelen darse en el ambiente
poético. Cansan, repugnan, hastían.
Con Alberto Szpunberg, José Emilio
Tallarico y Gerardo Lewin en 2016
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12:
¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia
compartirías con nosotros?
AMC: La
infancia: galopando en caballos de remonta, por las calles del
barrio militar en Jujuy, en malón con mis hermanos. Esto intenté
retratar en mi libro
“Pieles rojas”.
La adolescencia me trae la primera (y tal vez única de esa
intensidad) sensación de enamoramiento: el mareo, el vértigo, la
incontenible euforia. A esto nunca pude retratarlo.
Alejandro Méndez Casariego en 2001
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13:
¿En
los universos de qué artistas te agradaría perderte (o
encontrarte)? O bien, ¿a
qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran
en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?
AMC:
Acá viene una respuesta tal vez inesperada: a Sandokán, a bordo
de la Mompracem o de La Perla de Labuan, con la tempestad
bramando a su alrededor. En cualquiera de los tres libros:
“Sandokán”,
“El tigre de la Malasia”,
“Los dos tigres”.
Ergo, a Emilio Salgari.
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14:
El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las
sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te
resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún
criterio, orientación o sentido?
AMC:
Por partes: el silencio me es grato, pero no me molestan los
sonidos opacos, la música de la vida aconteciendo.
Me parece que los gestos gravitan desde su autenticidad; porque
es tanto un gesto lo espontáneo, como el que se realiza desde la
composición de un personaje, pero no tienen el mismo valor.
En cuanto a la desolación, me resulta fuertemente poética, tiene
un peso descriptivo que ninguna otra palabra es capaz de
igualar; de hecho, su sola mención nos exime de otras
consideraciones.
El fervor me produce perplejidad. Nunca logré sentirlo
plenamente, no es lo mío.
La intemperancia es daño, es pequeñez, y desemboca en crueldad y
vileza.
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15:
¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad,
el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?
AMC:
A Shakespeare, al Miguel de Cervantes del Quijote, al Gógol de
“Las almas muertas”.
Alejandro Méndez Casariego con Mercedes Álvarez y María Eugenia
Simionato
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16:
¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...
AMC: No
aprecio las verdades de perogrullo, el falso sentido común, que
suele ser el superficial, el poco reflexivo.
Prefiero las
imprecisiones que derivan a veces de la libertad creativa. Los
flecos, digamos, sin abusar.
Alejandro Méndez Casariego con Marina Serrano
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Alejandro Méndez Casariego con su nieta Julia en 2002
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17:
¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora
o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no
quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?
AMC:
No me pasa. No quiero a personas que no valoro. Para ser
preciso: para querer a alguien le tengo que encontrar algún
valor, sea del tipo que sea: talento artístico, bondad,
generosidad, simpatía, solidaridad, algún tipo de destreza. Lo
que fuera. Hay personas en nuestro ambiente a las que quiero
mucho, y cuya obra poética no me convence para nada. Pero son
generosos, solidarios, cariñosos. Valores que pongo muy por
encima del talento para escribir poemas.
Alejandro Méndez Casariego con Marina Serrano
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18:
¿El
mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo
afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?
AMC: Me
temía esta pregunta. Me parece un hermoso tango, en muchos
aspectos. Pero creo que, si vamos a profundizar, carece de rigor
histórico. El siglo 20 no fue peor que el 19 o el 18. A medida
que vamos hacia atrás en la historia nos encontramos con
atrocidades cada vez más difíciles de concebir. No comparto
aquello de que “todo
tiempo pasado fue mejor”. La historia es un compendio de
aciertos y errores. De todos modos, me gusta cantar ese tango,
como nos gusta cantar, a veces, canciones cuyas letras no nos
representan demasiado, pero que suenan maravillosamente bien.
Alejandro Méndez Casariego con María Malusardi
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Alejandro Méndez Casariego con su hija Victoria, en Chile
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19:
Por la fidelidad y
entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los
tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?
AMC: El
Ché, Galileo Galilei, Karl Marx, Saladino, Rosa Luxemburgo,
Hypatia de Alejandría,
Juana de Arco, Giordano Bruno, Thomas Moore, Espartaco,
Sócrates.
Alejandro Méndez Casariego con la editora Nancy Toselli en 2015
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Alejandro Méndez Casariego con su hija Magdalena en Mar del
Plata, 1973
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20:
¿Qué te
hace “reír a mandíbula
batiente”?
AMC:
No me río mucho. La risa es otra de las cosas que me producen
alguna perplejidad. Sonrío ante la ironía, lo gracioso, lo
bueno, pero no tengo carcajada. Lo que más me divierte, hablando
en general, son las buenas imitaciones.
Con José Emilio Tallarico, Rolando
Revagliatti y Gerardo Lewin en 2002 - Foto Daniel Grad
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Con José Emilio Tallarico, Héctor
Miguel Ángeli y Gerardo Lewin- Foto Daniel Grad
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21:
¿Cómo afrontás lo que
sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos
o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?
AMC: Desde
el punto de vista profesional, laboral, o poético, lo tomo con
calma. No le doy demasiada importancia. Lo que tuvo valor, sigue
conmigo. Respecto a mi visión ideológica del mundo, reconozco
sentirme desalentado, decepcionado.
Alejandro Méndez Casariego con José Emilio Tallarico y Leonardo
Martínez
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Alejandro Méndez Casariego con Paula Jiménez España
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22:
El amor, la
contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has
ido relacionando con esos tópicos?
AMC: Si
hablamos de amor romántico, para mí es una aleación de
necesidades y sensaciones múltiples, un sentimiento compuesto.
Me cuesta verlo como entidad separada, como concepto con límites
precisos. Más o menos lo mismo me pasa con el odio.
En cuanto al
dinero, luego de una infancia y adolescencia bastante regalada,
fue escaso el resto de mi vida, en algunos momentos incluso muy
escaso, pero pude sobrevivir a los peores años. Parte de la
carestía se debió a decisiones conscientemente tomadas, a un
desclasamiento por causas ideológicas. Lo relaciono
estrictamente con la supervivencia y con darse algunos gustos.
No mucho más que eso. No requiero mucho más.
Respecto a la
religión, siempre me produjo extrañamiento ver a millones de
personas moviéndose en torno a lo imaginario o inexistente. Esa
enorme parafernalia que rodea lo religioso, me deja atónito, me
impresiona mucho. Esto no implica que no respete las creencias;
jamás se me ocurriría tratar de hacer escéptico a un creyente.
Por otro lado, hay aspectos de las religiones que me interesan y
me seducen. Los evangelios, particularmente el de San Juan, me
parecen hermosos poemas. Parte de la liturgia católica, y el
canto gregoriano, me resultan maravillosos.
La política fue mi
vida durante por lo menos tres décadas. Hoy, sin renegar de
ella, me pregunto sobre los frutos de toda la energía que le
dediqué.
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Alejandro Méndez Casariego con José Emilio Tallarico y José Luis
Mangieri
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23:
¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films,
esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o
arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?
AMC:
Sería una larga lista, pero trato de mencionar algunas, para no
desertar. Me resulta insufrible el cubismo, y la escultura no
figurativa.
Al teatro no voy; soy incapaz de meterme en una trama cuya
artificialidad es destrozada por un contexto, visible para mí,
de butacas, escenario, actuaciones en las que los actores
levantan la voz para hacerse oír. Simplemente, no puedo comprar
esa ficción, no me gana.
No incursioné, en literatura, en territorios que no me fueran
recomendados. Haría una sola excepción con
“Adán Buenos Aires” y
“El banquete de Severo
Arcángelo”, de Leopoldo Marechal. Ambos libros me parecieron
ampulosos, pretenciosos y de poco interés. En ambos casos me
costó terminar de leerlos.
En cuanto a lo arquitectónico, no comparto, por ejemplo, la
pasión por Antonio Gaudí, aunque eso no me impide admirarlo.
Personalmente prefiero el gótico puro y el clásico, las formas
más definidas.
Alejandro Méndez Casariego con José Emilio Tallarico y Joaquín
Giannuzzi
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24:
¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada
en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia
o cariño, y por qué?
AMC: El
recorrido, en mi segmento de infancia porteña, de mi casa al
colegio. Calles Luis Maria Campos, Maure, Villanueva, Lacroze,
11 de Septiembre. Solíamos ir caminando al colegio, a unas diez
cuadras de casa, y la, para mí, misteriosa antigüedad de ese
barrio me fascinaba. En lo que llamábamos “la casa de los
Blaquier”, me detenía a observar esos jardines semi abandonados,
y me transportaban muy lejos las historias que imaginaba. Este
recorrido tuvo mucho que ver con mi inclinación literaria.
Todavía suelo ir, cada tanto, para reactivar algo de aquellas
sensaciones.
Alejandro Méndez Casariego con José Emilio Tallarico y César
Bisso
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25:
¿Cómo reordenarías esta
serie?: “La visión, el
bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el
sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la
autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que
un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo,
una microficción.
AMC: Se me
hace difícil. Hay muchas palabras allí que jamás uso: no creo
haber usado las palabras bosque, miniatura, autenticidad, azar o
desajuste, jamás. Por lo tanto, el orden tendría más que ver con
lo aleatorio, con un lanzamiento de dados. Sí he usado ciudad,
sacrificio, sufrimiento, ceremonia, danza, pensamiento y visión.
Tal vez el uso o no uso de estos vocablos sea más significativo
que un armado artificioso.
Alejandro Méndez Casariego con Gerardo Lewin
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26:
“Donde mueren las palabras” es el título de un film de 1946,
dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño.
¿Dónde mueren las palabras?
AMC:
Siendo subjetivos, y recordando un poema de Santiago Sylvester
en el que habla de su madre (algo así como “mi madre piensa que
el universo – o el mundo – se terminan con ella, y en algún
sentido tiene razón”), yo creo que las palabras se terminan en
la muerte. Si no estamos, no hay nada, en lo que nos concierne.
Y eso incluye las palabras. Sobre el resto, siempre habrá algo
que decir.
Alejandro Méndez Casariego con Gerardo Lewin, José Emilio
Tallarico y Daniel Barroso
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27:
¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas
en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?
AMC:
Honestamente, me cuesta. Y caemos en el caso de Ezra Pound. No
es que me niegue a leerlo. Lo he hecho. Pero no logro evitar
percibir la bruma que ciertas concepciones ideológicas tiende
sobre ellos. De hecho, creo que, de alguna manera, la gente que
es jodida ideológicamente (y no me refiero a los matices, sino
al racismo, el fascismo, la intolerancia), en algún momento
trasunta esta ideología en la obra. La ideología suele, casi
inevitablemente, filtrarse hacia la obra, aunque a veces cueste
descubrirla. Esto no arruina la obra, simplemente le agrega un
condimento que es necesario digerir. Dejar de leer a alguien por
su ideología me parece una necedad.
Con Gerardo Lewin, Eduardo Esposito
y Jose Emilio Tallarico en 2016
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28:
¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda)
que te infiere la persona que te promete algo que a vos te
interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y
luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?
AMC:
Me cae muy mal, tanto si lo hace conmigo como si lo hace con
otros. Mi desprecio a cierta gente no tiene mucho que ver con
cómo son o actúan conmigo, sino cómo son, en general, en sus
relaciones y compromisos. A mí nadie me ha dañado mucho. Pero he
visto a muchos dañar a otros con este tipo de cosas.
Alejandro Méndez Casariego con Gerardo Curiá, Nancy Lamberto,
Cristina García Oliver y Coni Ban
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29:
No
concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?
AMC: A
Lenin, a Usain Bolt, a Bruce Lee, a Marie Curie, a Giordano
Bruno, a quien dicen algunos que fue Jesús, a Mahoma, a Leonardo
da Vinci.
Alejandro Méndez Casariego con sus nietas
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30:
¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones?
Pasiones
y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general,
distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?
AMC: No soy un
apasionado. Por suerte o desgracia, dependiendo desde el momento
y lugar que se lo mire, las pasiones nunca llegaron a
envolverme. No creo nunca haberme entregado plenamente a nada.
Mis entusiasmos son permanentes y, por lo tanto, poco
expansivos. Los voy llevando. Nunca me sentí atrapado por ellos,
pero los tengo, y han sido poderosos, me han sostenido y me han
dado impulso.
Alejandro Méndez Casariego con sus hijos Magdalena, Victoria y
Nicolás en Brasil
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31:
¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?
AMC:
Rubén Darío, Pablo Neruda, Frank Sinatra (por los tres tuve
discusiones ásperas con mucha gente).
Alejandro Méndez Casariego con sus hijos Nicolás, Victoria y
Magdalena
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32:
¿Acordarías, o algo así,
con que es, efectivamente,
“El amor, asimétrico por
naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de
Luisa Futoransky?
AMC:
Absolutamente.
Alejandro Méndez Casariego con sus hijos Nicolás, Victoria y
Magdalena en Camboriu, Brasil
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33:
¿El amanecer, la franca
mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo
vespertino, la noche plena o la madrugada?
AMC: La
madrugada, la muy temprana madrugada, tipo 4. Para mí es la hora
perfecta: casi como si el mundo todavía no empezara. Es la hora
a la que, aproximadamente, me despierto. La hora para escribir,
para pensar, para estar solo.
Alejandro Méndez Casariego con sus hijas
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34:
¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por
artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos
propondrías?
AMC: Jajá.
Esta pregunta no es para mí. Nunca fantaseé con tales cosas. Los
prefiero así, separaditos, en el lugar que la vida les dio.
Siempre que me sugieren estos encuentros se me produce una gran
perplejidad. Se me ocurre que no se entenderían, que no podrían
comunicarse. Y que, por lo tanto, todo terminaría mal.
Alejandro Méndez Casariego con sus hijas Victoria y Magdalena
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35:
Seas o no ajedrecista:
¿qué partida estás jugando ahora?
AMC: Una en
la que estoy cerca de tirar al rey propio. Simplemente por
reconocer que a la muerte no se le puede ganar.
Alejandro Méndez Casariego con su madre y con su hija Magdalena
en Mar del Plata, 1973
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Con sus hijas Magdalena y
Victoria en Santa Teresita, provincia de Buenos Aires
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Alejandro Méndez Casariego con sus diez hermanas y hermanos
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Alejandro Méndez Casariego con su amiga Gloria Perello y las
poetas Claudia Masin, Melisa Mauriño y Dolores Etchecopar
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Cuestionario
respondido a través del correo electrónico: en la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, Alejandro Méndez Casariego y Rolando
Revagliatti, septiembre 2020.
http://www.revagliatti.com/020703.html
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