Horacio Pérez del Cerro responde
“En cuestión: un cuestionario”
de Rolando Revagliatti
Horacio Pérez del Cerro
nació el 5 de septiembre de 1950 en Buenos Aires, capital de la
República Argentina, y reside en la ciudad de San Justo, partido
de La Matanza, provincia de Buenos Aires. Cursó, sin concluir,
las carreras de Ingeniería Electricista en la Facultad de
Ingeniería de la Universidad de Buenos Aires, y en la misma
universidad la Licenciatura de Antropología Social en la
Facultad de Filosofía y Letras, así como la Licenciatura de
Psicólogo Social en la Escuela de Psicología Social para la
Salud Mental, de Alfredo Moffat. Fundó en 1982 el sello
Ediciones El Tranvía. Coordinó talleres literarios particulares
y en “El Bancadero”, Asociación Mutual de Asistencia
Psicológica. Creó y condujo espectáculos articulados entre
poesía, teatro y música en ámbitos argentinos y brasileños. Fue
redactor de las revistas ‘Línea” (1982-1983) y “La Hoja”
(2000-2002) y es colaborador de la revista literaria “Ayesha”.
Integró el volumen colectivo de poesía
“Taltriana” (1982).
Su estudio preliminar “Contra la versión perversa de sus
carceleros o la malversada tesis vulgar”, forma parte de la
antología “Sade. Sistema
de la agresión. Textos filosóficos y políticos” (con
selección de Flavio Crescenzi, Ediciones El Tranvía, 2002). Como
libro electrónico se accede en la web a su
“El armisticio del
tábano”, relatos I (2015-2017), de prosa poética. Poemarios
publicados entre 1985 y 2002:
“Multitudes en silencio”,
“Los inviernos del fuego”
(Antología 1992-1999) y
“Crujidos”.
Horacio Pérez del Cerro en 2010
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Horacio Pérez del Cerro - Su biblioteca
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1:
¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se
trataba?
HCP: Lo que
atañe al acto de creación, corresponde al grado de
disconformidad con el mundo que me rodea, y me rodeaba en mis
primeros años de la niñez. Lo que sucede es que en aquel
entonces no discernía lo suficiente para entender lo que sucedía
y me limité, con elementales herramientas perceptivas que
disponía, a construir transformando desde lo lúdico, si cabe
como acto creativo.
Recuerdo dos
juegos, hoy se les llaman didácticos: uno constaba de piezas de
madera y cartón pintado, para construir casas, y el otro, de
madera en su mayoría, para construir objetos mecánicos con
movimiento. En la actualidad no existen como tales, y tal vez
han sido reemplazados por otros materiales sintéticos.
El primero constaba
de unas bases cuadradas de madera terciada gruesa de diferentes
medidas, con agujeros cuadrados dispuestos en cuadrícula, en los
que se insertaban unos palitos también cuadrados con ranura a lo
largo, donde había que calzar unos cartones con forma de
ventanas, puertas, barandas de balcón y otras lisas tipo pared,
y unos en forma de techos que se engarzaban. Y el segundo, de
palitos redondos de diferentes largos, y rodajas de madera a
modo de ruedas lisas con ranuras en sus bordes y otras dentadas
como engranajes, y agujeros en diferentes posiciones.
Al comienzo seguí
las posibilidades que los juegos me permitían. Pero después de
un tiempo comencé a fabricar, con cartones y madera, otros
elementos que me permitieron expandir, transformar y hasta
transgredir las libertades que me posibilitaban, además de
combinarlos, uno con el otro.
Estimo este período
de mi infancia entre los cinco a siete años.
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Horacio Pérez del Cerro con su hijo en 1993
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2:
¿Cómo te llevás con la
lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la
velocidad, con las contrariedades?
HPC:
Vaya pregunta,
nada sencilla, más que nada la última.
Con la lluvia muy
bien, como cuando comienza un romance, pero si continúa por
muchos días sin cesar, me resulta un tanto cargosa o tal vez
insoportable.
Con las tormentas,
sin embargo, tengo un amor incondicional. Sobre todo, en las que
he estado en el mar o la playa. Recuerdo varias sucedidas en
algunos febreros de mi juventud, en Mar del Plata. Me llenaba de
gozo en compañía de un perrito, ir a la punta del espigón del
puerto para que nos bañaran las olas que chocaban contra las
rocas, o en una playa muy extensa, llamada Dinamarca, cerca del
faro. La sensación de aquél espectáculo era comparable a estar
escuchando “El holandés errante” de Wagner, o alguna sinfonía de
Beethoven, entre truenos y relámpagos.
La sangre es como
el soplo de la creación que nos da y une a la vida, y que
desaparece con la muerte. Esta cualidad de ser y no ser o de
estar y no estar, la emparento con nuestra finitud humana, y es
lo que me hace mencionarla y metaforizarla en mi poesía.
La velocidad es
más que un fenómeno físico, que los seres humanos deben aprender
a regular en tanto y cuanto atiende a cuestiones psíquicas en
nosotros, muchas veces provenientes de la ansiedad, la falta de
atención sobre algún hecho, o la vorágine a que ante las
apetencias de éxito (palabra horrible), y acumulación de bienes,
nos imponen estos últimos tiempos.
La considero
enemiga de todo momento de pensar y reflexionar, o realizar
algún trabajo a conciencia. Donde no se miden las consecuencias
de esa premura totalmente gratuita.
Asimismo, es
inadecuada al momento de emitir un discurso, o como se dice
vulgarmente “abrir la boca” para decir algo sin haberlo pensado.
En tanto al uso
que se le da en otros aspectos, como los tecnológicos, está
descontrolada. Como antídoto a los estragos que muchas veces
produce, se me ocurren tres refranes o dichos populares:
“No por mucho madrugar se
amanece más temprano”,
“Darle tiempo al tiempo”
y “Chi va piano, va
lontano”, es decir,
“El que va despacio, llega lejos”.
Si bien las
contrariedades son propias de la vida cotidiana, creo que se han
incrementado en esta modernidad, por habitar en espacios cada
vez más reducidos, rodeados de tanta sofisticación tecnológica,
hacinados en ciudades, lejos del entorno de la naturaleza. Puedo
decir que las soporto o las naturalizo para que no me afecten.
Tienen el aspecto
de que algo sucede del afuera, contrario a nuestros deseos o
designios. Es un rasgo de mezquindad de parte nuestra, o parte
de nuestro antropocentrismo a ultranza. Como que algo está
conspirando en contra nuestro o de nuestro deseo, por eso lo de
contra-riedad… Quisiera saber qué de nosotros, o nuestra
“riedad”, se encuentra herida. ¿Será que esa herida a nuestro
narciso lo reescribe como “riedad”, y lo naturaliza, incluye y
enmascara en el lenguaje? Quien quiera que saque sus
conclusiones.
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Horacio Pérez del Cerro en 1977
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3:
“En este rincón” el
romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”,
por ejemplo, William Faulkner y su
“He oído hablar de ella,
pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?...
HPC: He
leído ese reportaje que hicieran a Faulkner, y así como con
otras apreciaciones muy acertadas, concuerdo plenamente con él.
Si bien hay una
pulsión que nos lleva al acto de la escritura, luego de ese
instante la obra se construye con mucho y dedicado trabajo.
Trabajo por el sentido y el rumbo que deseamos tenga lo escrito,
lo que nos dicen las palabras que utilizamos en un primer
borrador, y lo que ellas combinadas hacen al texto. Es un ida y
vuelta, lo que hemos escrito en una primera fase, lo que
percibimos de lo escrito y nos devuelve otra idea otro sentido,
otra construcción que no imaginábamos estaba ahí, y que solo el
trabajo y la observación nos permite escuchar lo que nos dice el
texto, su discurso oculto que no pudimos leer en un primer
momento. Es todo un proceso de descubrimiento, un juego
placentero en que nos sumergimos para escuchar otras voces, que
luego con el trabajo quedan al descubierto y construyen la obra.
Ese para mí es el trabajo, el tuteo con lo oculto que nos dictan
las palabras combinadas de una forma determinada en un texto,
los pactos y alianzas que establecemos para que nos permita
hacerlo visible, sin traicionar el compromiso que asumimos, y
motivo de su origen.
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4:
¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?
HPC:
En primer lugar, la palabra “artista”, que se usa para definir a
toda persona que realiza un hecho artístico, está muy
bastardeada.
Digo esto porque
hoy se llama artista y se extiende su acepción a cualquier
sujeto/ta, que realiza un adefesio en la plástica, ejemplo las
instalaciones, al que escribe un mamarracho que pretende ser
literario, por lo general voluminoso, acompañado de una miríada
de presentaciones adulonas, o aquel que hace una morisqueta
sobre un escenario y presume de actor o bailarín/a. Creo, al
mismo tiempo, que hay una carencia generalizada de sentido
crítico, en algunos de los que se pretenden autores.
Pienso que esto es
fruto de una publicidad impostada, por y para beneficio único
del mercado editorial, los marchantes de la plástica o el
llamado mundo del espectáculo, o de “idiotización” masiva, como
la televisión.
Yendo a la
pregunta estrictamente. Me interesa la obra, lo demás es
accesorio. Prima conocer
el producto artístico, su calidad innovadora como su aporte
al crecimiento del arte que se trate. Mi curiosidad por los
pormenores y avatares de la vida del autor los considero
necesarios si algo lo promueve o me lo reclama, de lo contrario
no entran en mi campo de interés.
Como apéndice a tu
pregunta, respecto al totalizador “artista”: la lengua
castellana con que nos manejamos, adolece desde su aspecto
formal de las mismas endemias de la cultura occidental
judeo-cristiana que la creó, no solo estética sino
ideológicamente, por eso es que el totalizador “artista” no está
libre de esta cojera. Considero que esos totalizadores más que
precisar, “embarran la cancha”. La ausencia de estos
totalizadores de la lengua en ciertas culturas, coadyuvan mucho
más a la excelencia y pureza de ellas que en detrimento; hay un
ejemplo interesante de tomar en cuenta en
“El pensamiento salvaje”
de Claude Lévi-Strauss.
Horacio Pérez del Cerro en 1970
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Horacio Pérez del Cerro en 2001
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5:
¿Lemas, chascarrillos,
refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?
HPC:
“Al que nace barrigón es
al ñudo que lo fajen”,
“El que nace para pito
nunca llega a corneta”,
“Tantas veces va el
cántaro a la fuente que al fin se rompe”,
“Más vale pájaro en mano
que mil volando”; el que ya te referí anteriormente,
“No por mucho madrugar se
amanece más temprano”,
y su casi contrapuesto
“Al que madruga dios lo
ayuda”; “Dios dice:
ayúdate que te ayudaré”,
“Vísteme despacio que
tengo que salir apurado”,
“Una imagen vale más que
mil palabras”, “Mil
hombres juntos es igual a la milésima parte de un hombre”,
“El perro es el mejor
amigo del hombre”,
“En boca del mentiroso lo cierto se hace dudoso”; uno muy
terrible: “La letra con
sangre entra”; “Serás
lo que debas ser o no serás nada”,
“Todo depende del color
del cristal con que se mire”… Muchos de ellos me los enseñó
mi abuela materna.
Horacio Pérez del Cerro con Camilo, su sobrino, y con
Alejandro Margulis, Flavio Crescenzi, Luis Ini, etc., en 2018
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Horacio Pérez del Cerro con Camilo, su sobrino, en 2018
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6:
¿Qué obras artísticas
te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has
quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?
HPC: En mi
temprana juventud, la novela
“Don Camilo” de
Giovanni Guareschi, y en prosa o relato las
“Confesiones” de Paul
Verlaine. Luego y mucho más adelante,
“El señor presidente”
de Miguel Ángel Asturias;
“Pedro Páramo” de Juan Rulfo; las cinco baladas del
“El jinete insomne” y
“Cantar de Agapito
Robles” de Manuel Scorza; y la novela
“Tadeys” de Osvaldo
Lamborghini. En poesía,
“Poema del cante jondo”,
“Romancero gitano” y
“Poeta en Nueva York”
de Federico García Lorca;
“Trilce”, “Poemas
humanos”, “España,
aparta de mí este cáliz”, y en general toda la poesía de
César Vallejo; la de Blas de Otero en
“Ángel fieramente humano”;
algunos poemas de Vicente Huidobro, y algo de la obra poética de
Juan Gelman.
Como artículo
aparte tengo que mencionar la obra de Antonin Artaud, como algo
que me abrió la cabeza a un universo muy diferente, y de un
valor único y como hecho literario desestructurado de todo lo
conocido; su teoría sobre el teatro a su vez me llevó a Alfred
Jarry, y al “El teatro de
la muerte” de Tadeusz Kantor.
Del cine te puedo
referir, “I pugni in tasca” (Con las manos en los bolsillos) de
Marco Bellocchio; “Barrio chino”, “El inquilino” y “A faca na
agua” (El cuchillo en el agua) de Roman Polanski; “Ostia”, con
guión de Pier Paolo Pasolini y dirección de Sergio Citti, así
como “Teorema” y “Edipo Rey” de Pasolini (su poesía me gusta
mucho también); “Grupo de familia” de Luchino Visconti; “El
acorazado Potemkin”, “Iván el Terrible”, parte 1 y 2, de Sergei
Eisenstein (me parecen estas dos últimas de una magnificencia
poética sublime, su coreografía, iluminación fuera de lo común,
teniendo en cuenta la época en que fueron filmadas); “Tiempos
modernos” de Charles Chaplin.
Del teatro,
recuerdo tres obras que me emocionaron, “El avaro” de Moliere,
interpretado por Walter Santana, “La mujer sentada” de Copi, en
adaptación de Alfredo Arias, interpretada por Marilú Marini y
Alfredo Arias. Y “La nona” de Roberto Cossa, que se puso en
escena en el teatro Lasalle de la ciudad de Buenos Aires, con un
elenco fuera de serie, Pepe Soriano, Ernesto Bianco y Carlos
Carella, por nombrar algunos.
En cuanto a la
música, Johann Sebastian Bach, Ludwig van Beethoven, Richard
Wagner, Mozart, y Carl Orff con su “Carmina Burana”, en lo que
concierne a clásica. Mucho de nuestro folklore: del Uruguay,
Alfredo Zitarrosa y José Carbajal; de Brasil, Chico Buarque y
Maria Bethania. Del jazz, los blues, y un intérprete que me
impresiona: Tom Waits.
En estado de
perplejidad entré cuando pude ver y estar observándolo desde
diferentes distancias durante cinco días, un cuadro de Vincent
Van Gogh sobre un molino, no recuerdo ahora el título, en una
muestra muy importante en el Museo de Arte de Río de Janeiro.
Ahí estaban algunas obras de los pesos pesados de la pintura,
Rembrand, Picasso, Modigliani, Portinari, Miró, Dalí, Chagal,
Gauguin..., y de la escultura, Auguste Rodin. Pero esa obra, la
de Van Gogh, me consternó de tal modo que me solazaba observando
el tipo de movimiento del pincel, que era en círculos abiertos
de izquierda a derecha; fue como retrotraerme en el tiempo y
estar en presencia de Vincent cuando lo pintaba, fue una
sensación muy rica y mágica a la vez, y sí, entré en un estado
de perplejidad porque no sabía qué hacer con tanta belleza, era
toda la belleza encarnada en ese cuadro y lo que me hacía sentir
y dónde me llevaba. Era una “belleza convulsa”, parafraseando a
Francisco Umbral, o esa otra belleza con toda su crueldad, que
decía Artaud, no la crueldad morbosa de un criminal y sus
crímenes expuestos pornográficamente, sino la que se expone
abierta y sin artilugios ni remilgos decorativos, esa misma
belleza virgen de lo salvaje, una belleza salvaje e impiadosa a
la luz de las leyes humanas, que distan mucho con las del
equilibrio de la naturaleza. Eso me sucedió, trascendió mi
observación, me hizo vivir el acto mismo de creación de Van
Gogh.
Horacio Pérez del Cerro con Rolando Revagliatti, María Melek
Vivanco, Mario Arteca, María Montserrat Bertran, María Dolores
Lucero y Luis Benítez
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Horacio Pérez del Cerro con Flavio Crescenzi en 2018
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7:
¿Tendrás por allí alguna
situación irrisoria de la que hayas sido más o menos
protagonista y que nos quieras contar?
HPC:
Sí, y bastante reciente. Fue cuando me internaron en el 2017,
por una casi septicemia que se me produjo por el linfedema
crónico que tengo en las piernas.
Me internaron en
el Hospital Balestrini del partido de La Matanza, donde vivo,
con un cuadro de coma febril agudo. Luego de varios días de
internación, ya consciente, mi pareja de entonces me refirió que
cuando ingresé por guardia, el o la médica, no sé, que me revisó
al comienzo, trató de sacarme la dentadura, metiéndome la mano
en la boca y comenzó a tirar con fuerza sin éxito; entonces mi
pareja le explica que no tengo dentadura postiza, que los
dientes y muelas, restando algunos, eran los míos. Cuando
terminó de contarme la escena, mi pareja y yo nos desternillamos
de risa.
Horacio Pérez del Cerro en 1995 (foto1)y
con Luis Alberto Juárez, Esteban Charpentier, etc., en 2000 (foto
2)
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8:
¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?
HPC: Algo
que estoy seguro que no voy a alcanzar a ver o vivir más
precisamente. Me produce mucha angustia, pero a su vez un gran
interrogante, y es el cómo me recordarán, los que se acuerden de
mí, obviamente. Tal vez mi hijo y los parientes jóvenes,
sobrinos y sobrinos nietos, algún amigo que me trascienda.
Alguien que habiendo leído mi obra me recuerde, mal o bien. Hace
poco tiempo recibí una nota en mi correo electrónico sobre una
alumna de una universidad de Estados Unidos, que me había
mencionado en una tesis, sobre un estudio crítico que escribí
para el libro que edité en 2002, a partir de los textos
filosóficos y políticos del Marqués de Sade. Me agradó en gran
medida que un escrito mío haya servido para algo. Y lo que más
me interroga es si mi obra se acordará de mí, si es que se
acuerda, por supuesto.
Horacio Pérez del Cerro - Su lugar de trabajo
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Horacio Pérez del Cerro con Gabriela Franco y Alicia
Salinas en 2019
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9:
“¿La rutina te aplasta?”
¿Qué rutinas te aplastan?
HPC:
Quizá sea una contradicción lo que digo, pero apuesto a la
rutina creativa, no a la mecánica o que se realiza por mandato
propio o ajeno, salvo cuando cocino para alguna reunión de
amigos o para mí; me gusta mucho cocinar porque lo encuentro un
espacio creativo, mezclar sabores, experimentar con el antípoda
dulce salado, elaborar conservas, me resulta muy placentero.
Lo que me parece rutinario e insoslayable porque atiende a
cuestiones domésticas o necesarias para la subsistencia, las
trato de resolver no dándole demasiada importancia, y
ejecutándolas lo más rápido posible, con el afán de no invertir
más tiempo de lo que merecen. El método que utilizo para que no
me fastidien, es mientras las ejecuto, pensar en temas que me
preocupan, haciendo disquisiciones, interrogarme sobre temas
filosóficos o literarios, hablando en voz alta, la mayoría de
las veces en completa soledad.
Horacio Pérez del Cerro en 2019
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10:
¿Para vos, “Un estilo
perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el
escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió:
“…un estilo es una manera
y un amaneramiento”.
HPC:
Sí creo que es una gran limitación, si uno está supeditado a
conservarlo rigurosamente sobre el esplendor que debe primar en
el acto libérrimo de la escritura. Atenerse a un estilo
voluntariamente o impostado lo considero una desgracia, no te
permite entrar en la creación plena, con esa libertad que es la
única condición que debe primar. El estilo lo da el trabajo
hecho a conciencia y sosteniendo la motivación que te impulsa a
escribir. Es una labor diaria letra por letra, palabra por
palabra, se va construyendo, por lógica que en el comienzo es
difícil reconocerlo por el lector o uno mismo, puede acarrear
intertextualidades a veces muy dañinas, y algunas otras muy
felices. Pero con el andar del crecimiento de la obra se va
perfilando, pienso.
Horacio Pérez del Cerro con Hilda Rais y José Antonio Jiménez
del Toro en 1977
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11:
¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te
despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan
instantáneamente?
HPC:
Mayor indignación, la hipocresía de la iglesia católica ante los
abusos sexuales contra niños y niñas, practicados por sujetos de
la iglesia. Y ante la hambruna del mundo. Los abusos sexuales de
toda índole, el femicidio, los abusos de poder y toda injusticia
en general.
Me despiertan un grado de violencia, la violencia ejercida
contra los niños, las mujeres, contra los animales y contra
cualquier ser indefenso.
Me hartan la ignorancia voluntaria, cuando existen los medios
para anularla, y la estupidez humana; a esto traigo a colación
lo que decía Albert Einstein:
“Dos cosas son infinitas:
la estupidez humana y el universo; y no estoy seguro de lo
segundo”.
Horacio Pérez del Cerro con Lila Ruci, Fernando Miller,
Alejandro Margulis y Fernando Rojas en 2010
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12:
¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia
compartirías con nosotros?
HPC:
Cabalgatas de varios días a campo abierto, resereando con un
zaino entre Buenos Aires y Entre Ríos o La Pampa, llevando
tropilla de cabestro junto a otros muchachos amigos. Disfrutaba
la libertad del viento pegándome en la cara, las charlas
intrascendentes o no, hasta hacer noche en algún bosquecillo,
alrededor de un fogón entre asado, ginebra y guitarras bien
templadas.
Otra de las
postales es una cabalgata de varios días en soledad, alternando
entre el campo y la playa, desde Villa Gesell hasta Miramar.
Durmiendo bajo las estrellas, leyendo y escribiendo algo así
como un pequeño diario de viaje.
Horacio Pérez del Cerro con Gilberto Gil en 1980
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Horacio Pérez del Cerro en 1994
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13:
¿En
los universos de qué artistas te agradaría perderte (o
encontrarte)? O bien, ¿a
qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran
en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?
HPC:
En ninguno; ya tengo los míos, en parte inexplorados, como para
andar perdiéndome en alguno ajeno. Sería como ponerme la ropa de
un muerto, tratando de saber dónde están los bolsillos.
Y para la segunda, no deseo leerme como otro, la lectura en este
caso, o verme dibujado o pintado no me seduce, perdería esa obra
todo el encanto de lo desconocido. Porque en lo escrito como en
lo dibujado si soy ese mismo que soy, al mismo tiempo me
desvanecería como lector, o desaparecería como observador.
Mataría al personaje de sólo leerlo u observarlo. Sería un
suicidio.
Horacio Pérez del Cerro en Lobos, provincia de Buenos
Aires, 1994
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14:
El silencio, la gravitación de los gestos, la oscuridad, las
sorpresas, la desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te
resultan? ¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún
criterio, orientación o sentido?
HPC: El
silencio, imprescindible.
La gravitación de
los gestos, y la lectura del cuerpo agregaría, para la franca
comunicación, insoslayable.
La oscuridad, el
espejo donde miro al mío mismo.
Las sorpresas,
necesarias para devolverme a la insoportable cotidianidad, o
algo se desajustó.
La desolación, la
permanencia de la duda, un gran vacío a veces.
El fervor, una
estupidez.
La intemperancia,
una patología.
“A la gravitación de los gestos, sobreviene
el silencio, interrumpido por la sorpresa del estúpido fervor,
cayendo en la intemperancia. Luego la desolación me sumerge en
la oscuridad.”
Horacio Pérez del Cerro con Popi Fanelli, Eva Florencia
Sacco y Horacio José Sacco en 1993
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15:
¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad,
el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?
HPC:
Eugène Ionesco,
Raúl Damonte Botana “Copi”, Francisco Gómez de Quevedo, Dalmiro
Sáenz, Omar Vignole, Oliverio Girondo, Juan Filloy.
Horacio Pérez del Cerro en 2012
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16:
¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...
HPC: Para
la primera pregunta, las que conllevan rasgos absolutos
me paralizan y
las descarto. En cuanto a la segunda, las que contienen
dudas: éstas ponen en funcionamiento el pensamiento, y en crisis
el conocimiento, de ellas se aprende.
Horacio Pérez del Cerro con Gabriela Franco, Alicia Salinas y
Alfredo Luna en 2019
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17:
¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora
o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no
quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?
HPC: Todo
esto es producto de las expectativas que ponemos en los demás,
sin darnos cuenta ni analizar los límites que cada uno tiene al
establecer la construcción de un vínculo con el otro.
Pienso que cada
vínculo crece en cantidad y calidad a medida que se va
cimentando por el conocimiento de la otra persona, o se quiebra
o rompe si lo que percibo del otro no concuerda con mis valores
humanos. Los vínculos tienen la característica, afirmaba Enrique
Pichon-Riviere, de que se establecen desde diferentes niveles
del aparato síquico, lo que me da para aventurar que puedo
vincularme desde las zonas blancas, las grises o las negras de
mi siquis con la del otro. Por eso cada vínculo es diferente a
otro, no todos responden a la misma arquitectura, por eso
valores y quereres van, a veces, contrapuestos, alineados,
simétricos o asimétricos. No me perturba ni entristece, y lo
resuelvo con toda la amplitud de criterio que me es posible. El
error, tal vez, es tratar de cambiar al otro en función del
vínculo imaginado o fantaseado con ese otro, ahí comienzan los
conflictos.
Horacio Pérez del Cerro con su padre en 1977
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18:
¿El
mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo
afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?
HPC: El
mundo es como es, en todo caso es inmundo, o sea impuro, pero
tampoco se lo puede considerar así, el mundo hecho por el ser
humano es idéntico y lleva la marca de su creador, el hombre.
Que es un cúmulo de imperfecciones, por eso existe, y respira,
de lo contrario no existiría; me llama a impostura pensar un
mundo perfecto, acabado y encuadrado en leyes inviolables, es
utópico. No hablo de la naturaleza, que si quieres vive por sus
contradicciones, igual que el mundo creado por los humanos.
Considerarlo
“Cambalache” remite más a una concepción o postura política que
filosófica. Es no percibir que el mundo todo ahora sí, es parte
de un “caos” y no de un “cosmos”. Uno en la antípoda del otro,
desorden absoluto, que por ser absoluto es un orden perfecto,
que equilibra por la operación de sus contradicciones contra un
cosmos perfectamente equilibrado con una movilidad basada en la
especulación racional, la antípoda vida–muerte, blanco-negro, no
hay grises, y el mundo es gris.
El caos en perpetuo
movimiento y el cosmos con un movimiento previsible, de acuerdo
a ciertas leyes que el hombre tiene la intrepidez y soberbia de
abordar con su enclenque aparato cognitivo de lógica
racionalista. Contra la aventura del pensamiento planteada por
los acontecimientos que le devela el caos cuando y como quiere.
Pienso que
Discépolo no es la excepción, y que muchos han podido y pueden
afirmar eso, pero creo que está más remitido a la idea de la
finitud de la vida y la angustia que le provoca a todo “bípedo
implume” que transite por este “valle de lágrimas” que es la
vida en este mundo. Y necesita asirse a un código o dogma u
orden para no entrar en la desesperación de haber
conceptualizado e introyectado el sentido de la finitud de la
vida. No por nada tienen tantos clientes las religiones que
prometen aviesamente y muchas veces con fines non santos, la
vida después de la muerte.
Horacio Pérez del Cerro con Gabriela Franco y Alicia Salinas en
2019
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19:
Por la fidelidad y
entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los
tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?
HPC: El
Mahatma Ghandi, Martin Luther King, Ernesto “Che” Guevara, Eva
Duarte de Perón, Manuel Belgrano, Severino Di Giovanni, Antonio
Gramsci.
Horacio Pérez del Cerro con Analía González, Alejandro Margulis,
Luis Ini, Flavio Crescenzi, etc., en 2018 - Foto de Camilo Del
Cerro
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20:
¿Qué te hace “reír a
mandíbula batiente”?
HPC: La
aparición repentina de algo insospechado que rompa con toda
lógica. Lo formalmente estipulado por las normas y costumbres
sociales, quebrado en el afán de profundizar el acatamiento de
su protocolo, o sea, “ser
más papista que el Papa”. Los juegos de palabras
transformando su sentido por el cambio de una letra, sus
combinaciones.
Horacio Pérez del Cerro con Alfredo Carlino en
1998
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21:
¿Cómo afrontás lo que
sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos
o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?
HPC: Los
ideales son ideales, los veo como algo a futuro medio difícil de
sostener en el tiempo e improbables de incorporar, entran en el
terreno de lo inalcanzable y los dejo en una repisa a modo de un
adorno más del mundo que me trasciende.
Las metas las
construyo, son producto muy fuerte de mi deseo, y habiendo
tomado cuenta del sitio y espacio que ocupan,
consciente o inconscientemente las sostengo, tal vez con hechos
coherentes o no, pero con la certeza de que nada tienen
que ver con la auto exigencia o auto imposición, sino todo lo
contrario, y es que la puesta en acto de la voluntad que las
sostienen
tenga identidad, respire y de alguna manera se materialice.
Es una construcción
si quieres del mí mismo, y sus consecuencias. Esas metas que
nacieron de mi deseo y mi voluntad, siempre he tratado que sean
sin plazo prefijado, sino que fluya su concreción, que es el
hito fundacional de cualquiera de ellas, y no al revés. Cuando
comienzo a construirlas sólo tengo la voluntad, pero nada más,
no tengo lo construido que es lo que deseo, necesito construirlo
para que se materialice el hito fundacional, o sea, construyo
para atrás, si quieres verlo así. Es como cuando los chamanes
invocan a sus antepasados, invocan al pasado, para proyectarlo
al futuro por su intermedio en el presente, pero el acto de
invocación es, en realidad, para que se concrete en el futuro,
ese futuro desde donde los antepasados lo escuchan y no desde el
pasado. Depende entonces de la fortaleza de la voluntad que
arriesgó y puso el chamán en la invocación, para que ésta se
cumpla, y traiga al futuro, y lo sublime al pasado, ahí se
realiza el acto fundacional.
Horacio Pérez del Cerro con Alejandro Margulis, Marlene
Spindler, etc.
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22:
El amor, la
contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has
ido relacionando con esos tópicos?
HPC: Con el
amor, desbordado, aunque conservando cierta cautela.
Con la
contemplación, adicto crónico.
Con el dinero, un
desastre.
Con la religión,
enemigo acérrimo.
Con la política,
amante en permanente ida y retorno al lecho de los
despropósitos, a pesar de que me costó un exilio no muy
prolongado.
Horacio Pérez del Cerro con su hijo en el Zoológico de La Plata,
provincia de Buenos Aires, en 1994
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23:
¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films,
esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o
arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?
HPC: A
todas aquellas que presumen de arte y son engendros deplorables,
comercialmente inflados, y publicitando para ir deformando y no
formando el espíritu estético del público. Tiene mucho que ver
con aquello de “para
contribuir a la confusión general” de Aldo Pellegrini. O
todos aquellos espectáculos, muestras, filmes, que responden a
algún fin político, y que, salvando honrosas excepciones, son
verdaderos pastiches mediocres, que me producen una gran
tristeza.
Horacio Pérez del Cerro en Chuy
,Uruguay,en 1997 y en Bahía, Brasil en 1981
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24:
¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada
en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia
o cariño, y por qué?...
HPC: Las
calles y las zonas aledañas o de la periferia de mi barrio de
Flores. Por supuesto que te estoy hablando de hace sesenta años
atrás, ahora lo desconozco, ya no es ese mi barrio. Y el porqué,
se me ocurre por las vivencias primeras de sus arboledas, sus
casas que databan de la época de la colonia prácticamente,
cuando Flores era el lugar de veraneo de mucha gente que venía
desde las zonas aledañas al puerto. Ojo, esto me lo refería mi
abuela, de cuando había calles de tierra. Lo que yo conocí eran
casonas que habían quedado de aquella época, y las calles ya
estaban adoquinadas, con adoquín de piedra y de quebracho. Mis
viejos nacieron y vivieron en Flores casi toda su vida. La casa
de mis abuelos paternos estaba en la calle Bogotá 3145, que
siendo pibe la pude conocer por dentro, cuando ya la familia la
había vendido hacía varios años. Esa fue una experiencia
inenarrable, que llevo muy prendida en el zurdo, porque a pesar
de haberse convertido en un hotel, estaba muy poco modificada,
de acuerdo al relato de mi padre. La casa de mis abuelos
maternos estaba enfrente, así se conocieron mis viejos, esa casa
ya no existía cuando conocí la otra.
En este barrio
nacieron muchas o casi todas las facetas de mi personalidad: la
política, con unos vecinos anarquistas, otros comunistas y otros
peronistas. La escritura, el dibujo, no así la pintura, que fue
más tardía en aparecer, lo mismo que la escultura en madera y el
grabado xilográfico. Ahí contraje los primeros amores, y las
primeras decepciones producto de mi introversión y timidez.
También mis primeros ataques de asma y como contradicción mi
adicción al tabaco. Este barrio me marcó para siempre, a pesar
de haberme ido de mi casa a trotamundear a los veinte años.
Horacio Pérez del Cerro en 1977
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25:
¿Cómo reordenarías esta
serie?: “La visión, el
bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el
sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la
autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que
un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo,
una microficción.
HPC:
“De la ceremonia de las
miniaturas, el bosque danza el sacrificio de la ciudad que se
debate en el azar de su autenticidad ante la muerte. Infringe el
necesario sufrimiento a las capitales del ocio, y su desajuste a
la brevedad del pensamiento.”
Horacio Pérez del Cerro con Alberto Burda en 2001
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26:
“Donde mueren las palabras” es el título de un filme de 1946,
dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño.
¿Dónde mueren las palabras?...
HPC: Las
palabras no mueren mientras exista un hablante o quede un
registro escrito, cuando la especie humana no exista. Mueren las
personas.
Horacio Pérez del Cerro con su hijo en 1993
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27:
¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas
en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?
HPC: Sí,
ahora y hace ya años, cuando supe separar ideología de arte. Te
doy como ejemplo a Jorge Luis Borges, Giuseppe Ungaretti,
Salvatore Cuasimodo, Ezra Pound, Pablo Picasso, Richard Wagner.
Horacio Pérez del Cerro con su amigo Claudio Serra en 1970
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28:
¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda)
que te infiere la persona que te promete algo que a vos te
interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y
luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?
HPC:
A esa persona la considero un imbécil, soy muy estricto respecto
de esto, así como lo soy para mí mismo. No voy, en un caso así,
a reclamarle su promesa, por el contrario, no aludiré al hecho
en ningún momento. Considero que la indiferencia es el mejor
tratamiento del hecho, pero a esa persona le bajo el pulgar,
estimo que el vínculo está herido de tal forma que no se puede
reconstituir. Como decía mi padre, a esa persona
“se le juega, pero no se
le lleva…”.
Horacio Pérez del Cerro con Mercedes Sosa en 1980
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29:
No
concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?
HPC:
Napoleón Bonaparte, José de San Martín, Nikola Tesla, Mahatma
Gandhi, Martin Luther King, Srinivasa Aiyangar Ramanujan, Fidel
Castro, Ernesto Guevara de la Serna, María Eva Duarte, Rosario
Vera Peñaloza.
Horacio Pérez del Cerro con su hijo en 1993
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30:
¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones?
Pasiones
y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general,
distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?
HPC:
Mis pasiones me pertenecen a partir de que mi conciencia crítica
llegó a su adultez. Antes —soy honesto— intentaron dominarme y,
a veces, lo lograron, aunque siempre puse una distancia prudente
para minimizar las consecuencias.
De los entusiasmos, puedo decir que me acompañó la cautela;
tratando de no ofender la susceptibilidad de tan distinguida
dama, los pude controlar.
A unas las he distinguido después que los otros, y siempre
estuvieron relacionados a la gravitación de los acontecimientos
y sus características. Supe distinguir de los hechos su
verdadera importancia, y de los acontecimientos la incidencia
que gravitaban en los actos que me pertenecían. Hoy practico un
escepticismo nocivo para algunos, pero de muy buen resultado
terapéutico para mi vida, aunque no estoy exento de grandes
broncas conmigo mismo en algún momento. Siempre he sido muy
crítico de mí mismo.
Horacio Pérez del Cerro en la playa de Chuy
, Uruguay, en 1997
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31:
¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?
HPC:
A los mediocres, y los hay muchos. Es un tema de mercado
editorial,
hablando de literatura.
Tal vez a Gabriel García Márquez, por sus
“Cien años de soledad”,
del ‘67, sin ser mediocre, aunque no deja de remedar al
“Señor presidente” de
Miguel Ángel Asturias, del año ‘46.
Horacio Pérez del Cerro en 2012
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32:
¿Acordarías, o algo así,
con que es, efectivamente,
“El amor, asimétrico por
naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de
Luisa Futoransky?
HPC: Es un
poema excelente, aunque no soy muy lector de Luisa Futoransky.
Cuando te contesté
otra pregunta anterior, hablé sobre los vínculos que
establecemos con el otro dentro de nuestra misma cultura y con
el otro cultural.
El amor como
cualquier otro vínculo, pero uno de los más relevantes, sino el
más importante, por las connotaciones sociales que tiene, y como
individuos.
Indudablemente es
asimétrico, no creo ni conozco ningún vínculo amoroso entre dos
personas que sea cien por ciento empático. El tema no es lineal,
sino fluctuante, por eso es importante ver y comprender desde
dónde nos enamoramos de alguien, qué nos enamora del otro, y qué
no. Esto redunda en el mejor conocimiento del otro como
beneficio secundario a tener muy en cuenta.
Pienso también que
para que haya amor debe haber una tensión, y esa tensión se da
por la misma asimetría, o sea que hay zonas de mayor fuerza que
establece el vínculo en uno de los dos enamorados, y de menor
potencia o fuerza en el otro; esa tensión asimétrica es la que
permite una corriente de sentimientos y sensaciones que
construyen y robustecen el vínculo en lugar de debilitarlo,
aunque existan aspectos contrapuestos, éstos, creo, se
equilibran justamente con el mayor grado de voluntad por el
conocimiento del otro.
Horacio Pérez del Cerro en 1994
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33:
¿El amanecer, la franca
mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo
vespertino, la noche plena o la madrugada?
HPC:
El amanecer seguido de la franca mañana, para escribir. Es
cuando tengo la cabeza limpia de cuestiones de la mediocridad
cotidiana. La noche plena para apuntar ideas y pensamientos que
voy a utilizar para escribir más adelante.
Horacio Pérez del Cerro con Analía González, Alejandro Margulis,
Manuel Margulis y Marlen Spindler en 2019
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34:
¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por
artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos
propondrías?
HPC: Te voy
a contestar con el inicio de un poema de mi último libro,
“Relatos 3”, todavía
en elaboración:
Diferencias filosóficas
Henri Cartier-Bresson discute con Zenón de
Elea
Hume discrepa con Platón
Parménides está entusiasmado con Bergson
Descartes conversa con Telémaco pero
discute con Sartre
Aristarco discrepa con Goethe
Nietzsche recrea la vanidad de la
obsolescencia
Jung se putea con Foucault, y Freud
se la chupa.
Y la otra reunión
cumbre que se me ocurre como fundante, sería:
Platón, Nicolás
Maquiavelo y Giuseppe Tomasi di Lampedusa, diseñando el tratado
o manual de “pensamiento, operatividad y ejecución para el
gobernante perfecto”.
Horacio Pérez del Cerro con Flavio Crescenzi en 2018
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35:
Seas o no ajedrecista:
¿qué partida estás jugando ahora?...
HPC: Un
gambito de dama alterativo, muy complicado pero placentero.
Libros Pérez del Cerro - El armisticio del tábano
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Libros Pérez del Cerro - Crujidos
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Libros Pérez del Cerro- Multitudes en Silencio
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Libros Pérez del Cerro-Los Inviernos del fuego
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Cuestionario
respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de
San Justo y Buenos Aires, distantes entre sí unos 27 kilómetros,
Horacio Pérez del Cerro y Rolando Revagliatti, abril 2020.
http://www.revagliatti.com/act0509/Huasi_perezdelcerro.htm
http://www.revagliatti.com/041004.html
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