Santiago Sylvester responde
‘En cuestión: un cuestionario’ de Rolando Revagliatti
Santiago
Sylvester nació el 16 de junio
de 1942 en Salta, capital de la provincia homónima, la
Argentina, y reside en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es
Abogado, por la Universidad Nacional de Buenos Aires, desde
1970, título convalidado académicamente por la Universidad
Complutense de Madrid en 1979. Entre otras distinciones, recibió
el Premio Jaime Gil de Biedma, en España, en 1993, el Gran
Premio Internacional Jorge Luis Borges, en 1999, y el Premio
Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, en 2008. Es Miembro de
número de la Academia Argentina de Letras (2014) y Miembro
correspondiente de la Real Academia Española (2015). Ensayos de
su autoría incluyen los volúmenes
“La tierra natal – Lo
íntimo”, de Juana Manuela Gorriti (1998) y
“En tierras de Magú Pelá”,
de Federico Gauffin (2009). Es el antólogo, entre otras obras,
de “El gozante. Antología
de Manuel J. Castilla”,
“Poesía del Noroeste
Argentino. Siglo XX”,
“Anuarios del tiempo” (Antología de Néstor Groppa),
“Juan Carlos Dávalos, una
obra en su lugar” y
“Los que se fueron (25 poetas argentinos contemporáneos)”.
Participó en los siguientes libros colectivos:
“Tres décadas de poesía
argentina (1976-2006)”,
“El verso libre”,
“Giannuzzi”,
“Dificultades de la
poesía”, “Viel
Temperley”, “Otro río
que pasa” y “Lugones,
diez poemas comentados”. Es el autor del libro de cuentos
“La prima carnal” y
de los ensayísticos
“Oficio de lector”,
“La identidad como problema. Sobre la cultura del Norte” y
“Sobre la forma poética”.
Algunos de sus poemarios publicados entre 1963 y 2020:
“En estos días”,
“El aire y su camino”,
“Esa frágil corona”,
“Palabra intencional”,
“La realidad provisoria”,
“Libro de viaje”,
“Perro de laboratorio”,
“Entreacto”,
“Escenarios”,
“Café Bretaña”,
“Antología poética”
(Fondo Nacional de las Artes, 1996),
“Número impar”,
“El punto más lejano”,
“Calles”,
“El reloj biológico”,
“La palabra”,
“Los casos particulares”,
“El que vuelve a ver”,
“La conversación”,
“Llaman a la puerta” y
“Ciudad”.
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1:
¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se
trataba?
SS:
Que la
cosa iba literariamente en serio, lo supe más o menos a mis 17
años. Hasta entonces, todo había sido un poco de juego y otro
poco de pose. Creo que a aquella convicción me llevó algún poema
que ya no recuerdo y que prefiero no recordar, aunque suene a
ingratitud. Lo cierto es que en esa época supe dos cosas: que
tenía un destino en la poesía y que tenía que hacer todo lo
posible para que eso fuera cierto.
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Santiago Sylvester con Joaquín Giannuzzi en 1991
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2:
¿Cómo te llevás con la
lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la
velocidad, con las contrariedades?
SS:
Con los
fenómenos de la naturaleza me llevo muy bien, salvo con el
viento. El viento me desasosiega, los otros no. Me encantan las
tormentas de verano de Salta, que aparecen bastante en mis
poemas. Por otra parte, viendo llover se puede tomar un trago, o
al lado de un río crecido; en el viento, no.
En
cuanto a la sangre, me remite a un problema sanitario, así que
es mejor dejarla donde está: en las venas. En realidad, no me
gusta ni como metáfora.
Sobre la
velocidad, si es la de un automóvil, depende de las prisas. Y si
es figurada, me gusta poco: siempre digo que me parece bien que
la gente sea rápida, pero no que se le vea la velocidad.
Y las
contrariedades, por definición son eso: prefiero que no lleguen.
Y si llegan no me ofenden tampoco: la vida está llena de
contrariedades y hay que negociar.
Santiago Sylvester con José Bergamín, en Madrid, España, 1979
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Santiago Sylvester con Carlos Pereiro
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3:
“En este rincón” el
romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”,
por ejemplo, William Faulkner y su
“He oído hablar de ella,
pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?...
SS:
Hubo
algún romanticismo que consideraba al poeta como intermediario
entre la musa y el papel en blanco. Y esto es claramente una
exageración. Ahora que han desaparecido las musas, hay otro
abuso, el de creer que lo que haga el poeta será poesía, con lo
que se confunde poesía con auto expresión. En estos excesos está
la idea de inspiración, que sería un regalo que el poeta recibe
por ser quien es. Esta concepción, tanto del poeta como de la
inspiración, no es la que frecuento.
Lo que
sí hay son imponderables, momentos de más lucidez, en los que se
nos ocurren cosas o soluciones que en otro momento no llegan.
Estos momentos existen, y posiblemente los tenga todo el mundo,
cada uno en su materia. Lo que sucede también es que hay quienes
utilizan mejor esos imponderables, porque están más capacitados,
o más atentos, o porque saben más, o tal vez porque
llegan a donde tienen que llegar. Y esos son los buenos poetas.
Un poeta trabaja para serlo y lo consigue.
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Santiago Sylvester con Jorge Boccanera
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4:
¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?
SS:
En general, de
ninguno. De un artista me interesa sobre todo su arte, no sus
avatares. Y si alguna vez curioseo, como todos, en esos
avatares, es porque están respaldados por los resultados
artísticos. O los complementan.
Santiago Sylvester (en la pantalla con Juan Carlos Moisés)
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5:
¿Lemas, chascarrillos,
refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?
SS:
No soy
muy de refranes, tal vez porque siempre me han parecido un poco
sabiduría de viejos, aun siendo un lector asiduo de Don Quijote:
un libro pródigo en refranes. En cuanto a armar frases, es
consecuencia de la relación con las palabras. El otro día me
salió una frase en una carta, que te la hago llegar:
“Había un tiempo en que
para escribir poesía había que saber escribir poesía”.
Santiago Sylvester con Jorge Cruz
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6:
¿Qué obras artísticas
te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has
quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?
SS:
De lo
primero, es decir estremecimientos, ya hay poco. Esto me sucedió
en mi juventud: por ejemplo, con César Vallejo, con Pablo Neruda
o García Lorca.
En
cuanto al asombro o la perplejidad, me ocurre bastante, a pesar
de los kilómetros de lectura que tengo necesariamente a mis
años: con T. S. Eliot, Carlos Drummond de Andrade, Borges, y
muchos más.
El
Quijote, Francisco de Quevedo o San Juan de la Cruz son
perplejidades perpetuas.
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Santiago Sylvester con Rafael Felipe Oteriño, María Eduarda
Mirande y Antonio Requeni
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7:
¿Tendrás por allí alguna
situación irrisoria de la que hayas sido más o menos
protagonista y que nos quieras contar?
SS:
El
ridículo, si se trata de eso, es algo que todos queremos evitar,
sobre todo cuando es involuntario. No veo entonces la gracia de
recordarlo. Por otra parte, el peor ridículo es el que uno
desconoce de sí mismo; y de eso habría que preguntarle a otro,
tratando de que no sea un enemigo.
Santiago Sylvester - Retrato por Miguel Elías
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8:
¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?
SS:
Me remite a la muerte, así que prefiero dejarla por ahora donde
está.
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Santiago Sylvester con Antonio Requeni, Rafael Felipe
Oteriño, Abel Posse, etc.
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9:
“¿La rutina te aplasta?”
¿Qué rutinas te aplastan?
SS:
Utilizo la rutina, y la aprovecho. A veces, hasta la necesito,
incluso para romperla. Y es una paradoja, porque no he llevado
una vida rutinaria, así que en realidad de lo que hablo es de
obsesiones y de viejas manías, como estar siempre leyendo o
tener a mano una libreta de notas.
Santiago Sylvester con A. Pérez Alencart, A. Colinas, Eugenio
Montejo, Raúl Zurita, Jacobo Rauskin, E. Bartolomé, P. Shimose,
Circe Maia, etc.
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Santiago Sylvester en Regensburg, Alemania, 1987
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10:
¿Para vos, “Un estilo
perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el
escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió:
“…un estilo es una manera
y un amaneramiento”.
SS:
Me gusta más lo de Stevenson, cuando dijo que el estilo consiste
en que todas las palabras de una página miren en la misma
dirección. En realidad, un estilo no se busca: se lo encuentra,
y en general, no es deliberado. Es la recurrencia de ciertos
giros, de palabras, de manías, y es finalmente lo que hace que
exista, por ejemplo, lo kafkiano, lo borgeano o lo cervantino (o
mejor, lo quijotesco). Un estilo fuerte y reconocible es propio
de un gran escritor. Corpus Barga confunde estilo con
manierismo.
Santiago Sylvester con Circe Maia, Jacobo Rauskin, Jaqueline
Alencart y Alfredo Pérez Alencart
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Santiago Sylvester con Javier Magistris
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Santiago Sylvester con Juan Carlos Moisés
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11:
¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te
despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan
instantáneamente?
SS:
Indignación me producen muchas cosas: la violencia, la
injusticia, las dictaduras, las desmesuras del poder, tanto en
lo público como en lo privado. Pero quisiera mencionar algo de
mucha actualidad, que no llega a la indignación lo que me
produce, pero sí a un enojo mezclado con decepción: hablo de una
vieja conocida nuestra,
“la grieta”.
En Argentina no tienen prestigio los matices; incluso no es bien
visto el que matiza. Esta limitación es empobrecedora, y produce
algo peor: nos deja a merced de “los profesionales de la
grieta”. Por supuesto, me refiero a la grieta política, que está
poblada de mala fe, y que necesita de las dos orillas. Pero esto
se repite en todas partes: literatura, futbol, etc.
Para mí, pensar es matizar, mientras que la idea maniquea de
blanco o negro es la comodidad de las consignas, que eluden el
pensamiento por cuenta propia, y que me tienen harto. En la vida
en democracia tendría que ser obligatorio pensar y por lo tanto
matizar, porque es lo que permite llegar a consensos, y sólo con
consensos se desarrolla una sociedad. Pero estamos empeñados en
no hacerlo, para beneficio de los que viven de la grieta, que
están en todos los oficios, y que abundan en política,
periodismo, entre los intelectuales y los opinólogos. Con el
añadido de que en la grieta todos terminan pareciéndose a lo
mismo que critican. No tengo un sentido angélico o ingenuo de la
política ni de la vida, ya no tengo edad para eso, ni, por
supuesto, propongo que seamos equidistantes: hablo de que
prefiero los argumentos a las consignas y a los tópicos, el
debate al discurso único; y esto no suele suceder en nuestro
país.
Santiago Sylvester con Antonio Requeni, Abel Posse, Rafael
Felipe Oteriño, etc.
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Santiago Sylvester con Antonio Ramón Gutierrez y Teresa Leonardi
Herrán
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12:
¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia
compartirías con nosotros?
SS:
Mi niñez feliz transcurrió en Salta, en una casa con patios.
Menciono los patios porque es algo que ha desaparecido de la
arquitectura actual. Gran parte de mi felicidad estuvo en esos
patios con canteros y macetas, con el olor del agua y de la
tierra cuando los regaban por la tarde. Y el toldo y las parras
aplacando el solazo de las siestas del verano.
De mi adolescencia recuerdo que fue tan complicada como la de
cualquier otro, contando con la protección relativa en la que
transcurrió la mía. Salta era por entonces, aunque no lo
sabíamos, una ciudad chica, penetrada por el campo. Los carros y
los coches a caballo circulaban por el centro de la ciudad, y
también llegaban las vendedoras de quesillos y tamales, a
caballo y con las árganas cargadas. Y ya ves, de eso no ha
quedado ni la palabra árgana.
Santiago Sylvester con Jorge Rivelli y Beatriz Schaefer Peña
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Santiago Sylvester con Leonor Fleming y Gonzalo Rojas, 1998
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13:
¿En
los universos de qué artistas te agradaría perderte (o
encontrarte)? O bien, ¿a
qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran
en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?
SS:
La verdad es que no lo sé. Pero para elegir, preferiría algo muy
distinto a lo que conozco como, por ejemplo, haber peleado en la
Guerra de Troya y haber acompañado a Ulises en su viaje. No
estaría mal ser personaje de Homero, pero preferiría que los
dioses no me cayeran en cuenta: eso era peligroso.
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Con Rafael
Felipe Oteriño en Mar del Plata, provincia de Buenos Aires, 2007
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14: El silencio, la
gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la
desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan?
¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio,
orientación o sentido?
SS:
De esa enumeración, lo que necesito de verdad es el silencio. No
sólo cuando escribo, que finalmente puedo hacerlo en un café,
sino simplemente para estar; el ruido me irrita, como me irritan
un poco hasta las palabras demasiado sonoras. Con el resto de
las cosas pongo un “depende”: la oscuridad no me molesta de
noche, pero sí de día; las sorpresas no me molestan si son
buenas; el fervor si no es excesivo, lo mismo que la
gestualidad. Intemperancia y desasosiego no me gustan nada y
creo que no tienen el afecto de nadie.
Santiago Sylvester con Leonor Fleming y Raúl Aráoz
Anzoátegui
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Santiago Sylvester con Leonor Fleming, Ivonne Bordelois y
Leonardo Martínez
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15:
¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad,
el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?
SS:
Entre los que no han sido amigos míos, a Quevedo, a Miguel de
Cervantes en el Quijote. Entre los que han sido mis amigos,
podría ser Joaquín Giannuzzi. Les aparece de pronto un punto
irónico, que a veces puede llegar al sarcasmo, y que me parece
propicio para el viejo latinazgo:
“ridendo castigat mores”
(“riendo, enmendar las
costumbres”).
En otro
tono, deliberadamente humorístico, recuerdo las dos ‘Antologías
apócrifas’ de Conrado Nalé Roxlo, que son un prodigio de “saber
hacer”: impecables imitaciones de estilos, con un humor
insuperable.
Con Leonor Fleming, su esposa, en
Patones de Arriba, España, 1998
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Santiago Sylvester con Leopoldo Castilla en 1993
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16:
¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...
SS:
No aprecio, en poesía, lo confesional, el poeta que cuenta dónde
y cuánto le duele; el abuso trivial de la primera persona del
singular. En cuanto a las imprecisiones, me gustan cuando
significan algo.
Con Leopoldo Castilla, Liliana
Herrero, Jorge Boccanera y Eugenio Mandrini
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Santiago Sylvester con Liliana Díaz Mindurry y Jorge Paolantonio
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17:
¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora
o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no
quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?
SS:
Tuve que
resolverlo cuando hice alguna antología de la poesía del Norte:
y lo he resuelto siendo honesto. Me resultó muy comprometido por
ser yo del Norte: tuve que incluir a un par de poetas que no me
quieren, ni yo los quiero; y a la vez tuve que dejar fuera a
algunos amigos. Ahí no valían ni el amiguismo ni el enemiguismo,
sino que tenía que opinar sin cargas emocionales. Es un problema
serio, pero de problemas se nutre todo, así que corresponde
encararlos lo mejor posible. Sé que me pude equivocar, no soy
infalible, pero he usado mi criterio, que es el único que tengo.
Santiago Sylvester con Javier Magistris, Alejandro Cesario,
Carlos Pereiro, Jorge Aulicino, Claudio LoMenzo, Leonor Fleming,
etc.
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Santiago Sylvester en Ushuaia, Tierra del Fuego, 2000
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18:
¿El
mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo
afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?
SS:
No lo
creo. Ese tango es buenísimo, pero no creo en su filosofía.
Puede sonar a paradoja, pero no lo es tanto. En general, no creo
en una cierta filosofía callejera que propaga el tango, que la
identifico como “el prestigio del fracaso”. Por ejemplo,
“primero hay que saber
sufrir, después amar, después partir y al fin andar sin
pensamiento”: me parece una secuencia atroz. Ese “andar sin
pensamiento” lo identifico con el infierno: algo a resolver,
pero no a imitar ni a proponer como un proyecto, como lo hace el
tango. Y sin embargo “Naranjo en flor” es un tango que me gusta.
Son los escalones que separan a la estética de la vida: no son
la misma cosa.
Santiago Sylvester con Liliana Ruiz, Osvaldo Picardo y
Rafael Felipe Oteriño
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Con Oscar Augusto Berengan, Rogelio
Ramos Signes y Ricardo Costa
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19:
Por la fidelidad y
entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los
tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?
SS:
Hay tres
momentos de la humanidad que me parecen ejemplares, a pesar de
sus contradicciones: el siglo de Pericles, el Renacimiento y la
Ilustración. En esos períodos hubo gente como Sófocles, Leonardo
o Voltaire, entre muchos otros, que hicieron que la vida, y
sobre todo las expectativas, sean mejores que como las
recibieron. Doy esos nombres en representación de muchos.
Santiago Sylvester con Manuel Bendersky, Claire Bibby,
Rolando Revagliatti, Maira Margarita Mendoza Torres y Jorge
Sichero en 2003
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Santiago Sylvester con Esteban Charpentier
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20:
¿Qué te hace “reír a
mandíbula batiente”?
SS:
Algunas
bromas al estilo de Chaplin. Pero en realidad mi risa, que
existe y mucho, no es muy batiente.
Santiago Sylvester con Antonio Requeni, etc.
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Santiago Sylvester con Efraín Bartolomé, Paquita Noguerol,
Pilar Fernández Labrador, Alfredo Pérez Alencart, etc.
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21:
¿Cómo afrontás lo que
sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos
o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?
SS:
Esa
pregunta describe bastante la vida. Tener un ideal es común; y
sentir que no se lo alcanza, también. Como poeta, para hablar de
lo visible, uno tiene la esperanza de ser de lo mejor, y la
realidad no nos dice siempre lo que queremos. No estoy
exponiendo una falsa modestia, que suele ser más falsa que
modesta, sino considerando lo que creo de mí y de lo que he
podido ser.
Con Carlos Juárez
Aldazábal, Juan Carlos Moisés y Raúl Aráoz Anzoátegui
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Con Jorge
Boccanera, Arturo Carrera, María Negroni y Jorge Monteleone en
1998
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Santiago Sylvester con Rafael Gutiérrez
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22:
El amor, la
contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has
ido relacionando con esos tópicos?
SS:
Soy y al
parecer he sido, por temperamento y convicción, bastante
realista. Por eso mismo, he tenido momentos a favor y momentos
con el viento en contra. Brevemente, en amor me fue bastante
bien; en contemplación también, aunque sin exagerar; en dinero
ni me ha faltado ni me ha sobrado, con lo que estoy hablando de
mi buena suerte; en religión comencé siendo un católico muy
creyente y fui derivando hasta mi actual descreimiento; y en
cuanto a la política, tengo una relación de opinante sin
partido. Es curioso, esto me pasa en Argentina, porque en mis
largos años en Madrid me sentí muy cómodo e identificado con el
PSOE y trabajé como abogado en la UGT, el sindicato del partido
socialista. Al volver a Argentina, no pude encontrar un partido
como el PSOE, así que soy un socialista sin partido. Tal vez no
sea cómodo, pero es consecuencia de lo que expuse un poco antes:
de mi intención de pensar por cuenta propia y de no dejar a otro
mi responsabilidad de analizar.
Santiago Sylvester con Javier Villafañe en Riaza, España,
1980
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Santiago Sylvester con Héctor Tizón, en el río Yala, Jujuy,
1990
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23:
¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films,
esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o
arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?
SS:
Muchas
cosas son insufribles, en todos esos terrenos. Por ejemplo, la
poesía catártica, además de que oculta un abuso del yo, termina
en puro narcisismo. Pero tampoco me ensaño, con no usarla me
conformo.
Santiago Sylvester con Luis Benítez, Irene Zava, Michou
Pourtalé, etc.
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Santiago Sylvester con Mario Trejo, en Madrid, España, 1985
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24:
¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada
en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia
o cariño, y por qué?...
SS:
Son
muchas las calles a las que me gustaría volver, situadas en
varias ciudades, y a las que quizás alguna vez vuelva. Pero hay
unas a las que ya no será posible: las calles de una Salta que
existió y que ha desaparecido. Aclaro que no es nostalgia, con
su etimología peligrosa de regreso doloroso, sino más bien
simple remembranza. De cuando el tamaño de la ciudad la hacía
transitable a pie, y en poco más de media hora estábamos en el
río; de cuando terminaba la ciudad y empezaba el campo, sin esa
zona terrible que ha crecido en todas las ciudades, de viviendas
precarias y carentes de todo. Y, en fin, de cuando tenía toda la
vida por delante, que es seguramente la clave de cualquier
remembranza. También digo, a cambio de eso, que Salta ha crecido
bastante bien, me gusta caminar por la ciudad actual, llena de
energía y variada, a tono con la época.
Con Rafael Alberti, en la entrega
del Premio Jaime Gil de Biedma, 1993
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Santiago Sylvester con Santiago Kovadloff en 2005
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25:
¿Cómo reordenarías esta
serie?: “La visión, el
bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el
sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la
autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que
un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo,
una microficción.
SS:
Lo que
haría, y es lo que hago con mucha frecuencia, no es una
microficción que nunca he practicado, al menos conscientemente,
sino acudir con todas esas palabras a un diccionario
etimológico. Ahí sí que se esconde una cantidad enorme de
relatos apasionantes, que acompañaron a la humanidad en nada
menos que en su construcción social.
Con Rodolfo
Alonso, Juan Gelman y Beatriz Gutiérrez Walker en 1997
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Santiago Sylvester con Teresa Leonardi Herrán, Rafael
Gutiérrez, Marcelo Sutti, etc.
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26:
“Donde mueren las palabras” es el título de un filme de 1946,
dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño.
¿Dónde mueren las palabras?...
SS:
De las
palabras puede decirse todo, hasta que mueren. Y entre otras
cosas, hay que decirlo con palabras. La paradoja es que para
saber que una palabra ha muerto hay que usarla, si no, no hay
manera de saberlo. La palabra péñola ¿la damos por muerta?
Mientras siga en el Quijote seguirá mandando alguna señal.
El hecho
de que no la usemos no es más que un hecho, no una ceremonia
fúnebre. En todo caso, lo que sí es cierto, es que hay cosas
que, para decirlas, no se encuentran palabras. Hay otros
lenguajes, sin palabras, que son tan válidos como las palabras;
y a veces más. Pero un cementerio de palabras, que seguramente
existe en cualquier idioma, es siempre provisorio, hay que saber
que todas mantienen por las dudas un ojo abierto.
Santiago Sylvester con Graciela Maturo y Pablo Anadón
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Con Rosarito Andrada, Leonardo
Martínez, Jorge Paolantonio e Hilda García
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27:
¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas
en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?
SS:
He podido y puedo. Siempre he separado ideología de resultado
artístico. Nos pasó famosamente con Borges, con quien estar en
desacuerdo era inevitable. Durante un tiempo no querían leerlo
ni algunos sectores de la izquierda, ni la derecha nacionalista,
ni el peronismo en general, y cuando lo leían era para
demolerlo. Con el tiempo se pusieron las cosas en su sitio, para
beneficio de todos.
Ahora pasa algo parecido con Mario Vargas Llosa, sectores de la
izquierda no quieren leerlo por sus declaraciones políticas. Yo
reconozco que me fastidia, por ejemplo, su deslumbramiento por
las multinacionales, ¿pero no voy a leer por eso
“Conversación en La
Catedral”, o “La
orgía perpetua”
sobre
“Madame Bovary”
de Flaubert,
o “La fiesta del chivo”,
una novela extraordinaria que es una denuncia brutal contra las
dictaduras latinoamericanas?
Y desde la otra orilla, puede
pasar con Neruda: tiene poemas de alabanza a Stalin o al “ángel
de Comité Central”; ¿y en consecuencia no habría que leerlo?
¿O no vamos a leer “Viaje
al fin de la noche” porque Céline era nazi?
Sobre esto, se podría hacer una larga lista, empezando por
Virgilio, que pertenecía al grupo más próximo de Augusto, y que
escribió el primer libro de encargo para mayor gloria del
emperador y del Imperio Romano. ¿Habría que no leer por eso
“La Eneida”?
Uno puede decidir, con todo derecho, no leer a un escritor; pero
me parece una equivocación que la causa sea ideológica. Son
autolimitaciones con las que no estoy de acuerdo, y que son
consecuencia, no de una ideología, sino de su distorsión. Si una
ideología nos limita la inteligencia, quiere decir que estamos
usando mal las dos cosas: la ideología y la inteligencia.
Santiago Sylvester con Rafael Felipe Oteriño, Antonio
Requeni y José Luis Moure
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Santiago Sylvester con Liliana Díaz Mindurry
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28:
¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda)
que te infiere la persona que te promete algo que a vos te
interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y
luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?
SS:
La verdad es que, sin ponerme en sarcástico, ya me he
acostumbrado. Esa es una conducta que es imposible no conocer si
se ha vivido mucho. Hay una excusa frecuente, que unas veces es
tácita y otras enunciada de muchas maneras, que podría
sintetizarse así: “Disculpame, necesité hacerlo”. Es el
principio de necesidad aplicado a alguna fallada.
Santiago Sylvester con Teresa Leonardi Herrán y Leonor Fleming
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Santiago Sylvester con Cristina Piña, Gustavo Zonana y Pablo
Anadón
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29:
No
concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?
SS:
A
muchos. Galileo, Darwin. Montaigne, Mandela, Alberdi,
Sarmiento, gente que ha tenido la tozudez y la capacidad
para enfrentarse, por las mejores razones, con los sólidos muros
del prejuicio y la ignorancia.
Santiago Sylvester con Néstor Groppa, José Avello, Héctor
Tizón, Leonor Fleming, Raúl Aráoz Anzoátegui, Gregorio Caro
Figueroa y Lucía Solís
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Santiago Sylvester con Fernando G. Toledo
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Santiago Sylvester con Rafael Felipe Oteriño y Olga Ferrari
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30:
¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones?
Pasiones
y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general,
distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?
SS:
No sé por qué, el uso de la “pasión” (que suele ir entre signos
de admiración, se vean o no), ha derivado en cierta
justificación de la teatralidad de uno mismo, y me resulta un
poco molesto. Las pasiones existen, por supuesto, pero hablar de
ellas me suena a bolero. Sin las pasiones faltaría un condimento
importante; es imprescindible que existan, pero me parece bien
combinarlas con algunos valores antiguos, como la discreción,
cierto pudor para mostrarse, disimular al narcisista que todos
llevamos puesto. Creo y mucho en el entusiasmo, que me fomento;
y descreo de la gestualidad, que me molesta bastante: suelen
servir para la auto exaltación
.
Santiago Sylvester con Abel Posse, Rafael Felipe Oteriño,
etc.
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Santiago Sylvester con Reinaldo Valinho, Ana Ilce Gómez y
Alfredo Pérez Alencart - Foto Jacqueline Alencar
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Santiago Sylvester con Carlos Juárez Aldazábal
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31:
¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?
SS:
Muchos, y sin embargo no me molesta la sobrevaloración de un
artista sino lo contrario: el olvido; sobre todo si es
programático y rencoroso, como pasa muchas veces.
Santiago Sylvester - Foto Consuelo Triviño
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Santiago Sylvester con Diana Bellessi
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32:
¿Acordarías, o algo así,
con que es, efectivamente,
“El amor, asimétrico por
naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de
Luisa Futoransky?
SS: Por
suerte, no. Existe el simétrico, y me tocó conocerlo.
Santiago Sylvester con Marta de París, Osvaldo Rossi, María
Paula Mones Ruiz, Carina Paz, Antonio Requeni, Rafael Felipe
Oteriño, etc.
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Santiago Sylvester Foto Camila
Toledo
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33:
¿El amanecer, la franca
mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo
vespertino, la noche plena o la madrugada?
SS:
Mejor la tarde que la mañana. Por la mañana suelo estar
ficticiamente lúcido; por la tarde mejoro. Y como dijo Hemingway
(siempre un poco fanfarrón, pero esta vez decía una verdad), la
noche es otra cosa.
Santiago Sylvester con Pablo Anadón
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Santiago Sylvester con Antonio Requeni y Horacio Salas en 1999
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Santiago Sylvester con Norma Carricaburo, Olga Fernández
Latorur, Hugo Beccacece, Alicia Zorrilla, Rafael Felipe Oteriño
y Pablo De Santis
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34:
¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por
artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos
propondrías?
SS:
Si es de
todos los tiempos, que por lo menos no falten Homero, Platón,
Kafka, Borges, Flaubert, y varios más. El problema que veo es
que yo no estaría ahí ni sirviendo las copas, así que no podría
ni hacer la crónica.
Y es
posible que una reunión como esa termine en fracaso. Hay un
precedente que viene al caso. Un matrimonio de ingleses reunió a
comer en un hotel de París a Pablo Picasso, Ígor Stravinski,
Marcel Proust y James Joyce. Proust llegaba del teatro y comentó
que había estado oyendo a Beethoven; Stravinski le contestó que
no soportaba a Beethoven; y cuando Proust aclaró que se trataba
de los cuartetos, Stravinski respondió que eso era lo que más
odiaba de Beethoven. Joyce se dedicó al pernod y no dijo ni una
palabra, y Picasso comió rápido y se fue. Y así fue esa cena
inolvidable para los que la propiciaron, pagaron y luego
contaron. Egos demasiado grandes para una sola cena.
Santiago Sylvester con Santiago Kovadloff, Rafael Felipe
Oteriño,etc., en la Academia Argentina de Letras
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Santiago Sylvester con Guillermo Saavedra y Pablo Queralt
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35:
Seas o no ajedrecista:
¿qué partida estás jugando ahora?...
SS:
Acabo de leer en una carta de Raymond Chandler, que el ajedrez
era para él el más grande desperdicio de inteligencia después de
la publicidad. Creo que exagera, pero la verdad es que soy muy
poco ajedrecista. Hablo sobre todo de lo simbólico: soy muy poco
estratega, así que no sé cuál es mi partida actual, salvo salir
vivo y más o menos bien de la pandemia.
Santiago Sylvester con Efraín Bartolomé, José Mármol, etc., en
cena de despedida de una Cumbre de escritores en Salamanca,
España
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Santiago Sylvester con Raúl Aráoz Anzoátegui, Luis Preti,
Gustavo Leguizamón y Catu Raspa de Castilla (esposa de Manuel J.
Castilla), en 1991
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Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Santiago Sylvester y Rolando
Revagliatti, julio 2020.
http://www.revagliatti.com/030630.html
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