El pensamiento feroz de algo pequeño
Cuando éramos bellos e inmortales y las moscas y gusanos estaban lejos de nuestra nítida visión de niños sobre la tierra. Cuando ella era un vestido en donde colgar los sueños. Cuando era ese grano sorprendido en la tortuga que viaja por galaxias.
Cuando nuestras manos eran ciegas y descarnadas buscando miel y llanto nuestros pies eran sombras lunares mandadas a lavar con diosas y termitas nuestros cuerpos eran el hueso donde se regocijaban el perro o la rata.
Éramos todo eso y la tierra era joven y lejana.
Cuando teníamos la inocencia estúpida bajo las axilas y un monstruo de dos cabezas dormía en la misma almohada.
Éramos tú y yo terribles insectos devoradores de ideas, de silencios.
Cuando como brillo de un pensamiento o relámpagos de sabia luz existíamos incómodos buscando preguntas dentro del sombrero, dentro del conejo, dentro del mago.
Cuando éramos bellos e inmortales fuimos engañados, entonces yo, era un imbécil confiado, y tú, gentil y en silencio, nos dimos de amantes contra el suelo.
Antepasados
Un día más sobre las ruinas y mi locura será eterna.
No cierro por completo mis ojos por temor a que me ataquen los fantasmas de estos sitios. Todo aquí tiene una piel transparente y viscosa se mueve tan despacio que me da vértigo el movimiento estático que hace sombra de mi luz recuperada.
Una pluma más de quetzal y vomitaré todas las iguanas y armadillos todos los monos y los príncipes insepultos. Una pluma más de guacamaya y vomitaré todos los lagartos y garzas todas las ceibas y cafetales, todas las escalinatas. Una mancha más de jaguar y vomitaré los lugares sagrados todos los caracoles de río y todos los días del calendario estelar.
Un día más sobre estas ruinas y comenzaré a tragarme el cuento de nuestra grandeza en el pasado. Como si no los viera llorar perdidos en los siglos. Como si nos los viera suplicar un poco de ayuda. Como si no los viera buscar escorpiones debajo de sus camas. Como si no fueran los eternos cobardes a la muerte.
Grandeza ancestral mi pie sobre la roca.
Ceiba
Parece mentira ceiba que te burles de nosotros. No sabes que basta con que cierre mis ojos para que tú ya no existas. No sabes que hiriendo mis oídos con cera dejaré de escuchar las voces de tus ramas. No sabes que con darte la espalda mi cara es un lugar más limpio de insectos.
Vaya necedad de quererme hacer enano.
Dijeron que enterrará mi ombligo en tus raíces. Dijeron que dentro de ti vivía un dios, un espíritu. Dijeron que te respetara aunque tus frutos fueran cuerpos colgantes. Y todo eso lo hice pero tú reías y te ensañabas con mi inocencia.
Ceiba imbécil nadie te hará recuperar el cielo del cual caíste.
Un pueblo
Tradiciones de enanos que se creen gigantes. Topos enmarañados de raíces. Mapaches ostentando la corona y serpientes vestidas para fiesta. Quién no quisiera levantar la mano y bajar el telón de esta triste comedia.
Allá en la casa rosa vive un viejito de quinientos años que sabe todas las canciones de tortura. Al fuego con él. Allá en la casa verde vive una anciana que se sabe todos los puntos de costura. Al fuego con ella. Ahí está la escuela orgullo de pueblo de iletrados. Al fuego con ella. Y allí está el ayuntamiento corral para ganado de engorda. Al fuego con él. Ahí la biblioteca con un y cien libros que nadie lee. Al fuego con ella. Y ahí los museos que brillan por vacíos en las conciencias. Al fuego con ellos.
Y al fuego con todas las lágrimas de hipócritas señoritas casaderas al fuego la cara de los galanes vetustos que dicen estar a la última moda.
Pero vea, allá está el monumento de nuestro héroe inventado. Al fuego con él. Ahí nuestra iglesia que saca del aire beatas. Al fuego con ella. Ahí nuestra casa de cultura pobre elefante rosa. Al fuego con ella. Ahí van nuestros indígenas. Al fuego con ellos. Y allí nuestras mejores familias. Al fuego con ellas. Ahí nuestro mercado típico. Al fuego también.
Y al fuego con todas las palabras huecas de nuestros intelectuales y poetas de pueblo con sus vestiduras de magos y alquimistas mediocres y bastardos.
Pero no se vaya, vea nuestro centro turístico. Al fuego con él. Allí nuestra discoteque. Al fuego con ella. Aquí nuestro parque y portales. Al fuego con ellos. Allá nuestros horarios y trabajos. Al fuego con ellos. Al fuego con las viejas y malas costumbres. Al fuego con el engaño. Necesitamos un hombre despierto. Al fuego con todo. Al fuego con todo. Al fuego con la promesa. Pero que no se vuelva costumbre lanzar la vida al fuego.
De amor bajo la luna
En ese jardín donde no nos separaron como a Eloísa y Abelardo creamos el amor bajo el lado descarnado de la luna. Las brujas me besaban mientras tú cerrabas los ojos los duendes te besaban a ti y mis ojos huían despiertos.
Dentro de la vegetación la noche era el monstruo y ahí no llegaba el lamento del hombre ni el de Tristán ni el de Isolda. Dentro sólo llegaba el sonido del fraternal abrazo entre el vacío y el espanto.
No cometimos el error de nuestros primeros padres que la piedra lleva en su memoria y cuenta a las nubes sobre el primer jardín humano.
Y odiamos estar en estos cuerpos. Y amamos el haberlos conocido. Pues mi cuerpo es lo deforme del espíritu y el tuyo la espina del alma.
Valiente aire nocturno consejero de amantes tímida tierra espantada por el deseo. Fuego que fue habla en el sudor de Eva y Adán, hambriento de Lilith, cuenta que cuenta la historia de Romeo y Julieta.
En ese lejano jardín de nuestra historia Novalis cantó a Sofía y Fausto a Margarita.
Entre simetrías de vuelo Dante vio por vez primera a Beatriz, Werther se suicidó y yo te agarré por la cintura como un demonio abraza un sueño.
No puedo decir qué tan lejos estábamos de la perfección.
Y odiamos tener boca y sexo. Y amamos el aprender a nombrarlos. Pues mi sexo es la inspiración del caos y tu boca el principio de mis palabras.
Es ese jardín lloramos nuestro nacimiento que era el comienzo de nuestra muerte.
Y concientes del destierro nos amamos entre tritones y sirenas gárgolas y arpías el dedo índice y el medio entre Chiapas y el infierno.
Canción
El mal no está en la tierra, ni en el pueblo, ni en su gente. Yo soy quien se equivoca. La enfermedad es dentro de mí y no vive en nadie más. Yo soy el que se convierte en estatua de sal.
Sueñen tranquilos, los malos no duramos mucho en el cementerio.
(De "El ojo lleno de dientes", 1998)
El grito
La boca se abre tanto que es un cuarto vacío, con un solo deber.
Al gritar se va todo menos la vida, ella se queda como una maldición, como enano buscando altura con su grito.
Mi grito es un puente de aquí hasta donde quieras.
Tu grito es un tornado bailando en mi uña.
Se abre tanto este corazón que es el único grito rojo que tengo.
El sueño de las tortugas
Las tortugas sueñan con tortugas. Dejamos de creer en ellas hace ya tanto tiempo, que sólo en su caparazón se guarda la memoria del mundo.
El orden quedó invertido, nos quedamos en la peor parte. Hay quien tiene la fortuna de bien morir.
Fantasmas con martillos me piden sacrifique a una tortuga, agarro a la tortuga y asesino a los fantasmas.
¿Las tortugas piensan en tortugas?
Una noche escuchaba cómo la tortuga repetía una y otra vez:
Estoy llegando a donde no recuerdo. Estoy llegando de donde no recuerdo.
La abertura original
Por la abertura original he caído, el de atrás me empujó a mí, yo al de adelante.
Me rompí la boca al caer, pues tengo las manos atadas y los ojos cerrados por la membrana de los siglos.
No me culpen; el mal ya existía antes de que yo llegara.
Todo estaba ocupado, salvo un pequeño sitio en un viejo vagón del metro.
Ahí llegué como niño frente al espejo, subí, me bolsearon, manosearon, besaron, arrancaron mis ciegas ropas, mi alma; mi dignidad se dio al juego; con mi vergüenza por delante y mi deshonra por atrás, yo empujé al de enfrente y el de rojo me empujó por la abertura original.
Salí rompiendo mi cerebro contra una gran plaza acorralada de edificios violadores de inocencias. Nada reconocí pues nada es mío, caminé despacio entre la gente apretado contra mi alma y un suspiro arrinconado.
Del lado izquierdo apareció una mujer, con boca de cierre, me hacía señas con los ojos, me llevó a una pared blanda, oscura, puso mis manos atadas sobre la abertura original y reconocí a Dios, mientras el mundo me empujaba y yo empujaba al mundo.
Los niños blandos
No seré yo partícipe de sus juegos ni de sus risas. Ni seré cómplice en sus fiestas, ni en su entrega. La historia ya tiene suficientes cerdos, la madre ya ha parido todos sus abortos, como para que yo me quede con ustedes.
Niños blandos con razones de agua.
La inconsciencia es un par de alas deformes y la lucha es en contra de ellas.
No puedo hablar por todos pues sólo es mía
una boca.
La tradición comienza, muera la historia.
Todos lucen cansados y hartos, todos abdican antes de pelear. Niños blandos, lejanos seres de esta tierra.
El destino ignorado ha hecho de ustedes la presa y ya habrá mañana alguien que cante amaneceres.
Y no, no seré yo quien comparta su comida, ni su vino. Ni su mujer, ni su lecho, ni su comparsa, ni su canto. La letra ya ha sido vejada y su hija muere ahora en sus manos.
Parricida
He matado gente que no esperaba por mí.
Con sus cabellos rellené almohadas; sus rostros son ahora mis sueños.
Soy un asesino, dejé clavadas sus uñas a mi espalda, dejé sus cuerpos colgando como universos secos para que la sangre bañe con crueldad la boca de esta tierra avergonzada.
Matricida, a ella le saqué las entrañas. Parricida, a él solamente el nombre.
El punto más oscuro
No escatimes la felicidad a los que en esta jornada terrena se han consagrado a la noche.
Novalis
Somos el punto más oscuro de donde nace la noche. Esa capa vieja de vagamundo, esa boca de dios ahorcado.
Somos la terrible tempestad vuelta carne.
De nuestros cuerpos nacen los ciclones y los cíclopes enanos que sostienen las camas.
Tú escogiste ser el punto más oscuro de mi cuerpo, el punto innombrable.
Regocíjate, la felicidad también existe fuera de la luz.
Somos entonces la palabra no dicha, la más oscura de todas las palabras.
Flores derretidas
Ante todo soy el mal y sé por esto mismo que algún día la tierra será de las mujeres y no de los hombres.
Grandes amazonas gobernarán con un sentir innombrable, con un sabor no entendido, con un monstruo gritando tanto dolor que hará temblar a las estrellas.
Ellas serán quienes hagan al sol mamar de nueva fuente y no dejarán a una madre morir nunca más.
Grandes hazañas de guerreras nacidas de guerreras.
Se hará de noche y ellas tendrán la respuesta.
Oración
Santo Niño altísimo mío, ¿por qué lloras ante las puertas del cielo? ¿Te han corrido del paraíso o gritas para poder entrar?
Ayer fui a buscarte a la iglesia pero encontré tu silla vacía, tu capa, ropa, corona y cetro abandonados.
Salí registrando el humo del incienso, miré al parque y a la calle, pero no te encontré. Recordé tu desnudez, cerré mis ojos, te vi llorar.
Santo niño queridísimo mío, si esto te pasa a ti que fuiste concebido en su gracia, imagina lo que va a pasar conmigo que fui procreado con su odio. Hoy, entonces, miré mis ropas ahí colgando como buitres, dejé mi camisa, pantalón y zapatos abandonados. Salí desesperado a tocar junto a ti las puertas cerradas del cielo.
Cerré mis ojos, nos vi llorar.
La hueste (poema épico tardío)
Los días de la luz están contados...
Novalis
Como si no fuéramos quienes tenemos que ser estamos.
Sobre nuestros hombros, el conocimiento de viejos guerreros.
La tradición abre sus brazos y deja salir a sus cuervos.
Sobre todas las colinas hay fuego, las almas están sitiadas y los gritos son una danza de espejos.
No falta ninguno después de la promesa, la gloria es estar en la batalla y el día dejará de existir sólo por nosotros.
Vengan los magos y alquimistas, vengan amazonas y guerreras, hombres de conocimiento y niños viejos, vengan, que la madre ha despertado y debemos estar quienes tenemos que ser.
Del hominem amorfo y el ojo lleno de dientes
para Agustín Cadena
I
No me llamo silencio aunque mi boca esté perdida. No me llamo nada porque mi lengua se divide y de ella nacen mis dos monstruosas hijas.
No me llamo Dios por no ser semejante a él. No me llamo hombre por despreciar al bien y al mal.
No me llamo forma por tener todas y ninguna.
Y el ojo lleno de dientes muerde la belleza que es mentira.
No tengo el misterio de un gárgola ni la fuerza del minotauro ni soy terrible como una arpía y ni siquiera canto el romance de la bestia de dos espaldas.
Soy yo, casi hombre, casi cara, muñón de tierra, cerebro pétreo, hueso de agua, músculo de fuego. Soy el que trata de tumbar una pared con un cabello, el que platica con cada uno de sus miembros, el que de llorar incendia sueños.
Y el ojo lleno de dientes muerde la promesa de la redención.
II
La joroba del agua sale desde mi boca, la dejo recorrer todo mi cuerpo inacabado. El agua lleva filos que me lastiman. Grito pero sólo sale agua, sé que es agua, nunca quiso ser otra cosa el agua, sólo agua.
Y el ojo lleno de dientes muerde el agua que no bebo.
III
Sanguijuela de mi alma es el cuerpo. Lágrima que revienta, trueno que busca entre uno y dos vacíos nichos del silencio.
Así de amorfo este humano sigue laberintos en sus codos y calla la escritura indescifrable que habita las rodillas.
Estoy que cuelgo de muerto, soy costra de las paredes, tengo la sombra inflamada de pus en donde acuoso sonríe un ángel.
Y el ojo lleno de dientes muerde la carne que se alarga sobre sí misma.
IV
Soy luna inválida que llora carne en forma de astronautas. Nacen en la tierra bizcos por la llama azul del fuego y mueren ahogados en las coladeras o entre los dientes de las ratas.
V
Soy Prometeo podrido y las ideas son lepra en mi cerebro.
Sólo nací para juzgarte.
Tu ojo nunca se cierra, es el párpado el que cae y mi boca es la cansada respuesta a un sueño que nace muerto.
VI
Nosotros somos el grito del dolor, con nuestros cuerpos pagamos vuestros pecados, somos la sangre del Cristo hecha carne, somos todos nosotros.
Tú eres el más bello hijo de todos pero una corona de demonios adorna tu cabeza.
Tu lengua es la espada que esperamos, ven, abre bien los ojos y observa el fracaso del hombre.
Lo podrido ha cubierto todo este cuerpo.
Y el ojo lleno de dientes muerde la sangre de la ciudad sacrificada.
Y el ojo lleno de dientes muerde la sangre de la ciudad sacrificada.
(de "Cantos siniestros a Chiapas", 1994).
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Marco Fonz de Tanya
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