JOSÉ ÁNGEL LEYVA

(Durango, 1958)

 

 

 

NAGUAL 10

 

Poeta

 

Al final uno se convierte en lo que escribe

o no con mano propia

Quién habrá de creer en tu nagual

si no olfatea el temblor de la imagen aterida

muerta de miedo ante los ojos que la observan

 

Borrón mancha signo tipográfico

Tinta sin control en el papel desierto

Chorro de sombras en la hoja infestada de olvidos

predadores de lo nuevo

Urgencia de oxígeno en la cumbre o en el fondo

donde no volamos ni anduvimos con las branquias puestas

 

Levantas la tapa y ves tu propia muerte

Bulle el gusanero de letras debajo de un título y de otro

Parecen luces de neón cubiertas de ceniza

Tu máscara y tu nombre ocupan el lugar

de esa persona que no llegaste a ser

Un día cualquiera la ahogaste con la almohada

Algo de ti quedó en su testamento

Acabas de nacer

Alguien te lee

 

 

 

 

LÍNEAS

 

 

Entre dos puntos la línea divide un infinito
los límites de un cuerpo
                    de un volumen
el comienzo de la imagen
El pincel con fibras asombrosas
se desliza entre espectros de manos dibujantes
Durero Leonardo Doré Shitao Klee
Alambres nerviosos del silencio
Caligrafías de los sentidos y del sueñ
o

Un lápiz desmadeja las formas informales
el presente amorfo de recuerdos del futuro
las rayas de la palma y de los dedos
en cuevas muros y peñascos

En las manos que escriben va la suerte
del grafito con su punta desgastada
Resistencias cuerdas filamentos espirales
encendidas por Ariadna en las cavernas
en la mirada medio humana de la bestia

al descender a la rúbrica y al trazo
la línea es frontera y es principio
de quien escribe y dibuja sus fantasmas

 

                                                                                                                                       

 

MI ABUELO

 

 a Juan Gelman

 

 

Mi abuelo tenía unos largos cuchillos afilados
y un extraño silencio de sauce en las pestañas
Dice mi padre que era experto en matar de un solo tajo
abrir las bestias en canal y desollarlas con pericia
Desvanecer en cortes cirujanos a la presa
Mi abuelo José Ángel no pensaba en el dolor
ni en la muerte de la carne
Cada mañana en su interior se desangraba una palabra
Un pinchazo al corazón se le clavaba al hundir el pan
en el café matinal en medio de los fiambres
Imaginaba que encendía temprano un horno
amasaba harina y enseñaba a los nietos a inventar
formas con nombres que se encienden al calor del barro
El carnicero despertaba en su local de garfios y de sangre
Rebanaba piezas de res de cabra de cerdo de cordero
Callado
Regalaba a la clientela una sonrisa calma
A veces el alcohol recuperaba el sueño
el aroma del pan
          las ascuas brillantes de sus ojos grandes
Tomaba la calle con risa y voz desconocidas
Compraba en el retorno a casa la mejor repostería

Murió el abuelo porque el trigo le dolía al miocardio
antes de conocer nietos y de ser viejo

Sus hijos heredaron de mi abuela el magisterio
y una sentencia que dijo era de José Ángel
“La palabra es al hombre lo que el hombre a la palabra”
Abandonó la familia el matadero por un salón de clases

En mi infancia recuerdo a mi padre sacrificar animales
                      con manos de maestro
escribir discursos y poemas para grandes banquetes
en una comunidad analfabeta
También lo vi hacer hornos y pan junto a mi madre

Ahora me pregunto al escribir sobre el abuelo
En dónde quedaron sus largos cuchillos afilados
Los nombres de la harina
En dónde la palabra-carne

 

 

TONINÁ

 

Un camino de hormigas abre el rastro
allana la maleza hasta la piedra
Aún se escuchan los pasos olvidados
de los indios que erigieron monumentos a la luz
Perduran las estelas mayas con todo y sus pirámides
También el zumbido de las flechas lanzadas a los cuerpos estelares

¿En dónde comenzó la muerte a ser agricultora de los vivos?
La exploración del cielo          la cifra vertical
En el telar de los primeros cuentos borda
un vigía el destino de los héroes inmortales
Urde la mente los hilos de su propia sombra
Ilumina la noche con ráfagas de dudas
Las cuelga del pozo firme del silencio

El ojo estanque rebosa de memoria
Los dioses se ahogaron en la imagen de los hombres
en sus pupilas          espejos de obsidiana
La verdad descarnada se aproxima

El pozo de los astros se llenó de polvo
Reposa en el fondo la palabra de los muertos

Toniná es un camino de hormigas militares
Arrasan con su verde infértil la maleza
y ondean su bandera incrédula
donde ventea el hambre del jaguar
Han plantado los insectos su campo insustancial
El orden brutal de medallas y de estrellas
Garitas recelosas del tiempo
de un pasado presente en las miradas
El verde olivo despliega sus cuarteles

Toniná es una punta de dardo
constelación de signos en espera
Allí          muy cerca
se escucha el clarín tembloroso de la guerra
Los hombres de maíz
observadores del cielo
descubren las señales de los sueños

 

 

BOGOTÁ

 

El filo de la noche me rompe la suela del zapato

 

Llueve

 

Al pie de Monserrate mis plantas

Son verdes también como los negros ojos

El calcetín recorre la séptima carrera

Sin prisa

la décima la trece  el maratón de niebla en la sabana

 

En el futuro estuve aquí

Tenaz como el pasado

Y en el ayer que es hoy

Su geometría rondaba mi ignorancia

 

No para de llover

Ladrillos y piedras me indican

Que voy de atrás para adelante

La candelaria envejeció desde el recuerdo

 

No para de llover

La juventud de Bogotá borbota en las aceras

Forman arroyos sus risas sus deseos

Saltan como hongos de humedad las voces

Caderas senos pasos devenir en baile

 

No tengo zapatos suficientes para expresar

la intensidad del tiempo

Habrá cielo despejado

Con sol bajo la suela

 

 

 

EL ÁRBOL DE LA MUERTE

 

El viento aclara la novedad del follaje

Entre los huecos de los pájaros anidan

el estupor y la zozobra

Puñados de sombras parecen agitar las ramas

Sólo ausencias se desprenden del árbol de la muerte

Cuelgan sin gravedad medusas del dolor

Vienen desde abajo

con la raíz en la cabeza del gusano

que aprende a florecer sin frutos

 

 

 

EL POETA LLEVA UN TIRO EN LA CABEZA

 

 a Fausto

 

Pensaba que la muerte no dolía

mas sintió una explosión de dolor en la cabeza

Era un joven intenso de Colombia

Hombre        niño           viejo

 

Le gustaba arriesgar el corazón en la ruleta

y jugar a darle sentido a las palabras

a ponerle nombre a los sucesos

que la demencia y el horror definen innombrables

 

Se puso a revolver las letras del revólver

Se puso el chaleco salvavidas

Alquiló su vida como escolta

 

¿En qué país estoy? se dijo

cuando la bala le rompía la frente

y se alojaba estupefacta en el cerebro

 

Nunca perdió el conocimiento

ni la imagen vívida del arma

¿En qué país estoy? interrogaba a los curiosos

el guardaespaldas boca arriba

con ojos de poeta

   de mártir

   de  extraviado

   de suicida

 

¿En dónde sobrevivo? se pregunta

Ese hombre cuando escribe

y le pesan los versos como plomo

y le vuelven los nombres de la muerte

 

¿En qué país   en qué país?

repite la bala estacionada en la cabeza.

            

 

 

LA POESÍA

 

Pasaban los árboles veloces de mi infancia

El autobús me arrancaba de los ojos

uno a uno los pinos y las nubes

Devoraba el asfalto tembloroso de la sierra

Yo dije la palabra inútil

y vi la mirada de la muerte

Su tieso semblante y la rigidez

del aire que no pesa y no camina

¿De qué están sembrados los sepulcros

que no echan hacia fuera gusanos sino flores?

Toc toc toc

       toc toc toc

Sonó mi cráneo o calavera hueca

Alguien llamaba desde el bosque

Pasaban las sombras de los árboles

y repetí con balbuceos la palabra aliento

Un velo en el cristal de la ventana

la colocó al revés y en forma de conjuro

Entonces las fosas de la tierra

dieron a luz mi propia lengua

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

José Ángel Leyva (Durango, 1958). Ha publicado: Libros de poesía: Botellas de sed, Catulo en el Destierro, Entresueños, El espinazo del Diablo, Duranguraños, Aguja. Novela: La noche del jabalí (Fábulas de lo efímero). Periodismo literario: El Naranjo en Flor. Homenaje a los Revueltas. Coordinó y forma parte de los libros Versoconverso (Poetas entrevistan a poetas mexicanos), México, 2000; Versos comunicantes (Poetas entrevistan a poetas iberoamericanos), Ediciones Alforja y UAM, 2001. Versos Comunicantes II y III, ediciones Alforja-UAM, México, 2005, y Alforja-Universidad de Nuevo León, 2007. Libros para niños: Taga el papalote. Algunas de sus obras han sido traducidas al francés, inglés, portugués e italiano. Ha dirigido diversas revistas nacionales, entre las cuales destaca Alforja, revista de poesía. Actualmente dirige la Coordinación de Publicaciones del Instituto de Posgrado, Investigación y Educación Continua de la Universidad Intercontinental. Es director general de La Otra. Revista de poesía+Artes visuales+Otras letras. Obtuvo el premio nacional de poesía "Olga Arias" (Gobierno de Durango-Bellas Artes) con el libro Entresueños, en 1990, y el Nacional de Poesía convocado por la Universidad Veracruzana, en 1994.

 

 

 

                                  http://www.laotrarevista.com/