EDUARDO CASAR 

  (Ciudad de México, 1952)

 

                                                                                           Quisiera estar a dos pasos de ti.

                                                                                                          y que uno fuera mío y el otro fuera tuyo

                                                                                                                            

                                                                                                     

 

 

 

 

REFERENCIA

 

para Andrea

 

Te hablo desde la noche. Desde

la lluvia que sé que te hace crecer

porque mañana serás más profunda.

 

Y aludo a las piedras. A las blancas

de Vallejo y a las secas

de León Felipe que perforarán –decía él–

el firmamento, y a la que Drummond tenía

en el medio del camino. Piedras

que son referencias frente a otras piedras.

 

Hija: te regalaré una honda.

 

 

 

 

FÁBULA DE LA ANGUILA Y EL PULPO

 

Algo le da a las cosas un clima de alberca,

un aire a cloro y sal se desprende de la luz que quisiera

mirar a través de las cosas.

                                            Algo pasa en el fondo.

El pulpo se recarga y se mueve despacio y tercamente,

como si quisiera desprenderse de la idea

de una almohada que le está molestando.

La anguila lo vigila, cabecea también

y se va irguiendo para mirar qué pasa.

El pulpo abre sus dos brazos más llenos

y la anguila le toca con su boca más breve

los labios duplicados en el centro del pulpo.

Éste cierra los brazos que le quedan

en torno de la anguila y no le deja más

caminos que tensarse e insistir en el pulpo,

y no dar sino a veces marcha atrás.

 

Los dos se están moviendo, lubricados y vibran,

convertidos en un solo animal que nos explica

                                  por qué se mueve el mar.

 

 

 

DOMINGO

 

Conozco a una mujer abierta por abajo.

Se le hace agua la boca

entre las piernas.

 

Me da la espalda pero no se aleja.

 

Nos volvemos a ver y se derrama.

Revuelve su cabello entre mi frente.

 

Parece que tuviera siete dedos

en una sola mano.

 

Sin ella no serviría el domingo.

 

No flotarían los barcos

en la fronda del agua.

 

Conozco a una mujer

abierta por abajo.

 

Ya tendría que comprar

más espejos.

 

 

 

TU VOZ DENTRO DE MIS PALABRAS

 

Por qué no te desnudas las manos.

Por qué no me atraviesas con la boca.

Dentro de estas paredes el mundo se completa,

muerde a la tierra el mar y el viento

le estremece la espalda, el arco donde el sol

hunde sus manos. Saliva extensa, intensa,

sudor, noche y planeta. Por qué no me separas

los dedos con tu boca, las piernas con la llamarada

flexible y negra de tu cabellera.

Viájame por la sal, aprieta mis raíces.

        No existiremos luego

y no existimos antes. Súbete en los colores

del día que va emergiendo. Abraza al bosque entero

y cúmplete en un vuelo desplegado. Combina el filo

entre la muelle densidad del agua.

Yedra tu corazón y que la vida estalle

y la respiración

sacuda su estructura y se desencadene.

Mira cómo me muevo entre tus brazos.

En tus manos desnudas, plenamente desnudas,

con la voz sin ropaje y el gemido

que tus labios retienen en mi boca.

 

Cierro mis ojos dentro de los tuyos.

 

 

 

LA OTRA

 

Agarrar a la sombra por los hombros.

Encararla. Decirle sombra recuerda que eres mía.

Argumentar con ella. Escuchar

sus razones oscuras,

pulir los argumentos

y tratar de que adopte nuestra cara.

 

Poco a poco

convencer a la sombra de volverse un espejo.

 

Y luego darse cuenta de que no tiene caso

el esfuerzo invertido (ni el precio del espejo)

porque al pasar el tiempo nos desaira la sombra.

 

Porque tanta insistencia, durante tanto tiempo,

la fue volviendo noche. Y desaparecemos

cuando lo cubre todo.

 

 

 

ÉTICA A NICÓMANO

 

Cómo me gustaría ser como yo.

 

Tener el tiempo que yo tengo

para salir a caminar cuando yo quiera,

para leer lo que le venga en gana

a mi gana más íntima y soltera;

interrumpir sin que nadie se asfixie

cualquier obligación etiquetada;

para estar en pleno uso de la soberanía

de ir a pie por las calles,

descubriendo raíces que aparecen

quebrantando las reglas del asfalto.

 

Cómo me gustaría, deveras,

dedicarme una noche a platicar conmigo,

cada quien con su trago,

discutir, discrepar, desentonarse,

hasta que el pobre espejo

se quedara dormido

con el rostro apoyado sobre el azogue opaco.

 

Cómo me gustaría que a los dos

nos gustara la misma

y que uno tuviera

que ceder y cediera

por desatarle al otro las dos manos.

 

Cómo me gustaría

que yo y que yo

fuéramos tan amigos.

 

 

 

NO ES QUE LA MUERTE

 

No es que la muerte sea

casa de segundo plano

plato

de         segunda fila

 

que no le demos la importancia

                             que tuvo

simplemente no nos impone

un respeto tan grande

 

no sabemos ni por qué cempazúchil

 

simplemente no nos arrodillamos

                    

simplemente le invitamos su trago

                     le ponemos su disco

                                     de Sabina

 

y amanece borracha con nosotros

 

                          y se peina y se va

 

 

 

HIEROFANÍAS

 

Si Dios viviera

no sería un hombre justo.

O lo sería solamente

en el sentido

más negro del humor:

porque Él apunta y da

siempre en el blanco:

escoge a una niña que es capaz

de deslumbrar con su sonrisa

de solamente dos dientes diminutos

y le derrumba un techo encima.

Escoge a una mujer inteligente y bella

y la encierra en un taxi con tres

bestias que la cortan y la tiran.

Dios tiene mucho instinto,

es un bardo con tino

como para dejar a Borges ciego

y concederle una vista perfecta

al francotirador asalariado.

Aunque Dios es el autor intelectual

parece que alguien le estuviera pagando.

 

 

 

AL MAR SE DEBE

 

Al mar le debe remorder la conciencia.

 

No por los náufragos que se embarcan sabiendo,

ni por el juego lubricado entre unas bocas

                        y otras bocas mayores,

ni por las agotadas gaviotas que renuncian.

Sino que a veces una mirada

se va distraída sobre la superficie

y la tela se rasga aunque no quiera:

la mirada zozobra,

el horizonte restaña y finge

calma eterna.

 

Algo le duele al mar.

Basta mirarle las orillas.

 

 

 

ESA OLA

 

Si tomamos una ola, la escogemos con pinzas entre todas

y nos fijamos atentamente en su personalidad de ola,

en su perfil preciso y su manera

de hacer la curva que la vuelca hacia dentro de sí misma,

y le medimos los decibeles que va desenvolviendo

y la cauda de espuma y el diámetro de cada

burbuja que la forma, cada línea de su hidrógeno doble

que se revuelca y juega con pulseras de sal,

con esa gracia exacta y con esos colores, dios, esos colores,

con esa forma suya de rendirse,

 

esa ola es una vida singular.

 

Mira cómo se rompe y se va declinando

como la rosa rosa en el latín, cuánto dura,

es como un enunciado que ya

no puede desliarse en los labios,

otra ola la está sustituyendo

y se va levantando de sus cenizas líquidas.

No es la misma, pero es otra ola.

 

Claro, el mar sigue, impresionante, gastando sus orillas

con ese gesto azul de capital eterno. Pero

esa ola, la nuestra, jamás

volverá a repetirse.

                                                                                              

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Eduardo Casar (México, D.F, 1952). Es Licenciado en Lengua y Literaturas Hispánicas por la UNAM. Tiene estudios de maestría en Literatura Mexicana en la FFy L de la UNAM. Actualmente elabora su tesis de doctorado en Letras, donde ya aprobó el examen de candidato a doctor. Obtuvo el Premio Nacional de Ensayo Literario “José Revueltas”, en 1976. Ha publicado: Noción de travesía, Mester, 1981 (poemas), Son cerca de cien años, UNAM, 1989 (poemas), Caserías, UNAM, 1993 (poemas), Mar privado, Conaculta/ Instituto Cultural de Aguascalientes, 1994 (poemas), Las aventuras de Buscoso Busquiento (en colaboración con Alma Velasco), Conaculta/ Grijalbo, 1994 (cuentos para niños),  Amaneceres del Husar, Alfaguara, 1996 (novela). Autor del guión de la película Gertrudis Bocanegra, filmada en 1991. Es profesor de tiempo completo de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y de la Escuela de Escritores de la Sogem. También es conductor, desde 1994, del programa radiofónico Voces interiores, de la Dirección General de Vinculación Cultural del Conaculta y Radio Educación, y del programa de televisión La dichosa palabra, que se transmite en el canal 22.

 

 

 

                          http://festivalinternacionaldepoesiaenpuertorico.com/eduardocasar.html