Laura Forchetti: sus
respuestas y poemas
Entrevista realizada
por Rolando Revagliatti
Laura
Forchetti
nació el 18 de septiembre de 1964 en la ciudad de Coronel Dorrego, provincia
de Buenos Aires, República Argentina,
donde todavía reside, alternando con largas temporadas en la ciudad de Monte
Hermoso, en la misma provincia.
Es Profesora Especializada en Educación Especial y Profesora
Especializada en Estimulación Temprana por
el Instituto
Superior Nº 9 de la ciudad de La Plata. Participó en 2009 como invitada
en el Festival Internacional de Poesía de Rosario. Ha sido
incluida en las antologías
“23 chichos bahienses” (Editorial Vox, Bahía Blanca, 2005) y
“Poetas argentinas
1961-1980” (selección y prólogo de Andi Nachon, Editorial
del Dock, Buenos Aires, 2007). Publicó los poemarios
“Cerca de la acacia” (Editorial Vox, 2007),
“Un objeto pequeño” (en colaboración con la artista plástica
Graciela San Román, Vacasagrada Ediciones, Bahía Blanca, 2010),
“Cartas a la mosca”
(Ediciones El Suri Porfiado, Buenos Aires,
2010), “Temprano en
el aire” (Vacasagrada Ediciones, 2012),
“Donde nace la noche”
(VII Premio de Poesía Infantil Ciudad de Orihuela, Editorial
Kalandraka, Pontevedra, España, 2015) y
“Libro de horas”
(Primer Premio en Poesía del Fondo Nacional de las Artes 2016,
Editorial Bajo la Luna, Buenos Aires, 2017).
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Laura Forchetti en el 2010 aproximadamente
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1 — Fue por
teléfono que me explicaste lo concerniente a tu versión libre,
lúdica e inédita del poema de Pier Paolo Pasolini: “Who is Me?”,
y entonces yo te invité a que incluyéramos ese texto de
septiembre de 2011 al principio de nuestra conversación. ¿Quién
sos vos, Laura?
LF — Soy una
Soy una
que nació en un pueblo
de la llanura pampeana en 1964.
Tengo por consiguiente
cuarenta y siete años llevados
(hace un rato me
miraba al espejo
y veía las manchas
lívidas alrededor de mi ojos);
mi padre murió en el
2000, mi madre está viva.
Ya no lloro cada vez
que lo recuerdo,
pienso en sus manos
femeninas
con olor a madera,
naranjas.
Él había llegado de
Italia en el ‘49.
Venía de un pueblo
alargado como una serpiente
sobre los Apeninos
centrales: Casalanguida;
pude ver, después, sus
campanarios.
(Esta mañana me
despertó el reloj de la torre de la iglesia
con su campana de las
cinco y media
y pensé por primera
vez en eso.)
En cuanto a la poesía,
empecé a los nueve años:
pero no era precoz,
sino quieta y tranquila.
Quería ser una poeta
de nueve años,
como las poetas
ahogadas en el mar.
Ahora, en este pueblo
en silencio,
donde la lluvia muere
lentamente
y la tierra demora sus
dones,
en diciembre las
segadoras deshuesan el cielo
—ya no alimentan
gaviotas
ni nacen hierbas sin
nombre,
amargas y llenas de lo
que se llama vida—
en otoño las abejas
arden los girasoles
por el aire
interminable y ausente.
Ahora, en este pueblo,
todavía escribo
cuadernos y libretas
que se olvidan.
La cosa más importante
de mi vida ha sido la escritura,
hecha posible por lo
indispensable: mi madre, mi padre,
mi hermana, Alejandro,
los hijos, la compañía,
tantas mujeres, gente
acercando su alimento.
En el 2008, en este
lugar donde mi país
es de tal manera él
mismo que no queda
posibilidad para las
metáforas de la nacionalidad,
lleno de agricultores
y pequeños comerciantes,
gente educada y
prejuiciosa, poca fantasía,
en este pueblo
publiqué mi primer libro de poemas
con el título
impreciso de “cerca de la
acacia”
(hay un dibujo con
flores en la tapa, la luz de una sombra),
el árbol de la seda
que me recibió
en la casa donde vivo,
atravesada por el día
que recorre una a una
cada habitación
de este a oeste, hasta
dejar la cruz del sur
colgada sobre las
plantas perdidas del patio.
No escribí esos versos
en dialecto como Pasolini,
pero puse dos o tres
palabras en italiano,
el idioma que mi padre
conservó en su lengua,
como una articulación
demorada, para siempre.
El libro estaba
dedicado a él aunque no lo leyó.
Le hubiera dado
inmenso placer,
éramos grandes amigos,
sin saberlo ni admitirlo;
nuestra amistad
también formaba parte del destino,
estaba más allá de
nosotros.
Lo veo ahora que ocupo
sus años
o cuando converso con
la gente por la calle.
La vergüenza y el
miedo eran hacia mi madre.
Aquel librito dedicado
a mi padre hablaba de nosotras;
lo que había visto los
días de la muerte, la tristeza
en el cansancio del
cuerpo y el terror,
mientras llevaba mi
segundo hijo y le hablaba
en un parque con
escaleras y figuras clásicas;
la sopa de las tías
como en la infancia
y el olor de la ciudad
que no era nuestra.
Le dije: Leelo si
querés, no llores; o si no, dejá,
no importa, no te
enojes que puse todo ahí,
no sabía qué hacer con
estas cosas.
Pero ella lo leyó y me
llamó por teléfono
para decirme que
estaba bien.
Dijo que los poemas
eran los paisajes
en
que vivimos, que podía detenerse ahí
para pensar, como a la
puerta de una siesta
amarilla y pegajosa de
polvo y moscas, flores
de paraíso que
adormecen y consuelan.
Ahora son mis
palabras, no las de ella, que recuerdan.
En el libro no hablaba
de mis años fuera del pueblo
del que huí en el ‘88,
‘89 sin querer volver,
aunque sólo pude
hacerme poeta aquí, en este sitio
en que los dramas son
el alimento del viento,
corriente que pone un
dedo sobre la boca y pide silencio.
Me dictaron algo donde
estuve haciendo no sé qué cosas,
pero recién lo supe de
regreso a la vereda
de los árboles
aserrados en invierno, implorantes
como viejos que han
abandonado a su locura.
Aquí supe que tenía
que escribir y compré cuadernos
azules; hay ocho o
nueve cuadernos azules guardados
en mi biblioteca, en
ellos aprendí a escribir mis poemas.
Tenía treinta y seis
años y empezaba de nuevo.
Todavía estoy en eso.
Laura Forchetti aproximadamente en 1970
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2 — ¿Tu primera
lengua fue el italiano?
LF —
Sí, cuando tenía seis meses mi familia se trasladó a Italia y allí
permanecimos por dos años. Mi padre era italiano, carpintero; mi
madre, costurera, hija de español y tengo una hermana mayor,
Perla, profesora de Literatura. En Italia, rodeada de tías y
tíos, con la Nonna Domenica, aprendí a caminar, a hablar, a
comer sola, a jugar con muñecas. De regreso en Argentina, en
Coronel Dorrego, cursé el jardín de infantes y la escuela
primaria. Hice la secundaria en el Colegio San José, con
orientación docente y obtuve mi título de Maestra Normal
Superior.
Laura Forchetti - Foto Estela Fares
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Laura Forchetti - Foto Estela Fares
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3 — Residiste un
tiempo en la ciudad de Bahía Blanca.
LF — Entre
1989 y 1994. Allí conocí a quien es mi compañero desde hace más
de veinticinco años, Alejandro Lemus, y con quien tenemos dos
hijos, Pablo y Vittorio. En Bahía concurrí a los talleres de
Educación por el Arte en La Casa del Sol Albañil, que coordinaba
Mirta Colángelo, mi gran maestra en poesía. Antes, a partir de
la vuelta a la democracia en 1983, había pasado por otros
talleres de expresión artística. Esos talleres y en especial el
contacto con Mirta Colángelo, cambiaron el rumbo de mi actividad
docente, ya que empecé a dedicarme a coordinar talleres de
lectura y escritura creativa
en mi pueblo y
en diversas localidades de la zona y dejé mi actividad en la
educación formal.
Me especialicé en animación a la lectura y la escritura y en literatura
infantil y juvenil: a través del juego, la experimentación, la
reflexión: mi labor preferida y primordial: crear historias,
descubrir la magia de una palabra, su sonoridad, reír con todo
el cuerpo, emocionarse, imbuirse de la intimidad de ese contacto
único a través del arte, especialmente en grupos con chicas y chicos.
Laura Forchetti con Claudia Giménez
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Laura Forchetti con su esposo, Alejandro Lemus
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Laura Forchetti con Rosa Martínez y Manuel Otero en la
inauguración de la Biblioteca del Colegio Villar Palasí en la
ciudad de Orihuela, España
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4 — ¿Y Poesía en
la Escuela?
LF —
Poesía en la Escuela es un proyecto creado por las poetas Marisa Negri y
Alejandra Correa con el objetivo de que la poesía entre en las
escuelas de todo el país, de la mano de poetas y artistas, con
propuestas de talleres, festivales, lecturas, intervenciones
públicas. Empecé a participar activamente de esta iniciativa
colectiva e independiente en 2012. En 2016 movilizó a más de
sesenta escuelas de distintos puntos de nuestro país, de todas
las modalidades y niveles. Se logró editar “Pie firme sobre
cálido cielo”, una antología de poemas de quienes
participaron en los talleres a lo largo de los años, donde se
incluyen textos de chicas y chicos de Coronel Dorrego.
Laura Forchetti con Martín Cascante, Alberto Manguel,
Carolina Biquard, Mario César Cámara y Leila Sucari en 2016
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Laura Forchetti con Marta González y Alejandro Lemus
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5 — ¿Algún otro
encuentro potente y esencial?
LF — El
feminismo. En 2005, después de un taller de lectura de la novela
de Julio Cortázar, “Rayuela”, con un grupo de amigas y mi hermana creamos un programa
radial: “Y que los platos los lave otro”. Programa que se
transformó en el primer espacio feminista en Dorrego, generando
eventos sociales y culturales diversos: ciclos de cine,
conferencias, talleres, presentaciones de libros, marchas,
jornadas en la calle, muestras artísticas, intervenciones. Y así
nos fuimos conectando con grupos feministas de la región y de
todo el país, coordinando acciones conjuntas, difundiendo y
concibiendo eventos que concienticen sobre la necesidad del
ejercicio pleno de los derechos para las mujeres y la solución
urgente al problema de la violencia de género. El feminismo ha
sido, además, un elemento de influencia ineludible en mi poesía
y es mi lugar de militancia.
Laura Forchetti con compañeras de "Y que
los Platos los Lave Otro"
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Laura Forchetti con Ana Inés Serra, la madre de Laura
Forchetti y Eliset Nombedeu
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6 — En radio ya
habías incursionado.
LF —
A finales de los noventa, junto a mi amiga
Laura de la Loza, creamos un micro radial sobre educación y
crianza: “El hilo y el trompo”. Y desde 2005, por varios años,
conduje “Todo lo maravilloso”, espacio dedicado a la literatura
infantil. Los programas mencionados se trasmitieron por la AM La
Dorrego y por las FM Manantial, Del Galeón y Del Sol.
Laura Forchetti con Alejandro Lemus, Lidia Rago y María
Antonia Zaragoza
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7 — Te mantuviste
vinculada con el Espacio de la Editorial Vox.
LF —
Sí, en ese Espacio, fundado por Mirta Colángelo y Gustavo López, concurrí,
en el 2000, al seminario dictado en Bahía Blanca por Arturo
Carrera y Daniel García Helder, a través de una beca de la
Fundación Antorchas. Ese seminario, además de permitirnos
trabajar intensamente con nuestros textos, fue importante porque
propició el contacto entre quienes estábamos escribiendo poesía
en la región, pudimos intercambiar experiencias estéticas y
creativas y establecimos amistades que perduran en el tiempo.
Laura Forchetti con Analía Canavesi
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Laura Forchetti con Alicia Carella, Gladys Hernández, María
Celia y Mónica Ortelli
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8 — Otras
experiencias, más o menos en esta línea, habrás tenido.
LF —
En 2001 inicié un trabajo de clínica
poética —meticuloso, exigente, respetuoso— con la poeta, crítica
y traductora Delfina Muschietti. Una década después me incorporé
a un taller virtual de poesía coordinado por la poeta Roberta
Iannamico; lo integramos escritoras y escritores provenientes de
diferentes puntos del país y de diversos campos profesionales y
literarios, es una experiencia muy enriquecedora, no sólo en
relación al trabajo con la poesía, sino también, y
especialmente, desde lo humano. Otra influencia importante se
produjo a partir del encuentro con la artista plástica Graciela
San Román, también dorreguense. En 2003 me invitó a participar
con mis textos en la muestra “Ando pidiendo verte”, que se
realizó inicialmente en Coronel Dorrego en memoria de cuatro
jóvenes del pueblo desaparecidos durante la última dictadura
cívico-militar. A partir de ahí seguimos elaborando obras en
torno a temas relacionados con derechos humanos y género. En
octubre de 2008 inauguramos, en la Biblioteca Rivadavia de Bahía
Blanca, la muestra “Un objeto pequeño”, homenaje a María Salomón
de Aiub, madre de Carlos, Ricardo y Marita Aiub, desaparecidos.
La muestra consta de una serie de poemas de mi autoría y una
colección de cajitas intervenidas por Graciela con hilos,
bordados, objetos, elementos naturales. En 2010 se presentó el
libro “Un objeto pequeño”, con mis poemas y fotografías
de las obras de Graciela. Libro y muestra anduvieron por La
Plata, Bahía Blanca, Viedma, Puerto Madryn, y en tu ciudad, en
el Centro Cultural de la Cooperación. Graciela es también la
autora de las obras que aparecen en tapa e interior de otros dos
libros míos: “Temprano en
el aire” y el inédito
“Pájaros o reinas”. También trabajamos juntas, Rolando, en
varias muestras relacionadas con la violencia hacia las mujeres,
expuestas en Coronel Dorrego, Monte Hermoso y Bahía Blanca.
Ahora estamos con el proyecto “Oración a la Madre Sandía”, un
juego en que Graciela creó la imagen de la Virgen de la Sandía,
con su altarcito portátil y yo escribí la oración, el rezo a la
Bellísima Reina del Verano. Este proyecto se fue convirtiendo en
un libro, la Oración con sus nueve imágenes, que deseamos poder
publicar pronto.
Laura Forchetti con el equipo de Editorial Kalandraka
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Laura Forchetti con Rosa Martínez, Monserrate Guillén y Xosé
Ballesteros en la ciudad de Orihuela, España
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9 — Entiendo que tu único libro de poesía infantil es el
de 2015.
LF —
Sí, aunque hace ya varios años que vengo
escribiendo poesía pensada para niñas y niños, lo que tengo
publicado en poesía infantil es
“Donde nace la noche”.
Las ilustraciones que acompañan los poemas son de María Elina
Méndez, que también es argentina y con quien fue un placer
trabajar en el libro; sus dibujos, delicados, llenos de detalles
y sugerencias, son una compañía de lujo para mis poemas.
Laura Forchetti con Florencia Albanesi
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Laura Forchetti en Taller Literario Las Palabras y las Cosas
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Laura Forchetti en acción(1) y con
Roberto Magnoni (2)
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10 — Administrás
dos blogs.
LF —
Administro de
manera bastante inestable dos blogs: “Todo
lo maravilloso”,
dedicado a difundir textos y poemas de las chicas y los chicos
que participan de mi taller en Dorrego, en el que a veces se
cuelan reflexiones, actividades, notitas relacionadas con el
juego/trabajo con las palabras y “Paso de los teros”, donde
suelo publicar mis propios poemas o notas sueltas, crónicas,
casi entradas de un diario personal.
(1)Laura Forchetti en Orihuela, España, en inauguración de
una biblioteca // (2) En acción
Con Graciela Covellone, Graciela
Hernández, Florencia López, Mónica Fernández Avello y Ana Inés
Sierra
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Laura Forchetti con Ivanna Rosselli
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11 — Acaba de aparecer
“Libro de horas”.
LF
— Es un poemario que juega con la vieja idea de
los Libros de Horas Medievales, que disponían las oraciones, los
rezos para cada momento del día. En mi
“Libro de horas”, los
poemas agrupados en Laudes y Lucernarias son como oraciones a la
naturaleza, a su luz y sombra. La tercera parte se titula Salir
de Casa; son casi notas de un diario íntimo, ordenado según los
meses del año. Y cierra el libro un poema dedicado a Guillermo
Enrique Hudson [1841-1922]: Reloj de la Pasión. En realidad,
todo él está atravesado por la presencia de Hudson: citas de sus
libros van abriendo cada apartado.
(1)Laura Forchetti con el profesor Álvaro
Giménez y (2) con Stella Salum
Laura Forchetti con Nicolás Guglielmetti, Gastón Leandro
Vázquez y Sergio De Matteo
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Laura Forchetti con Rosana C. Díaz y Julio Buznego
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Laura Forchetti con una alumna y su mamá
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12 — ¿Y cómo sigue 2017?
LF
— A través de Editorial Hemisferio Derecho, de
Bahía Blanca, saldrá
“Pájaros y reinas”. Poemas que cuentan historias de mujeres,
pensamientos en torno al dolor y a la belleza, a la infancia.
Lleva imágenes de Graciela San Román que crean otra ruta de
lectura, otros ensueños. Quedó precioso.
Laura Forchetti con Juan Aiub, Graciela San Román y Juan Luis
Sabattini
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Laura Forchetti firmando
Laura Forchetti en acción
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13 — Nombres de
escritoras a las cuales citás en tus libros: Alfonsina,
Katherine, Sylvia, Marguerite, Idea, Clarice, Gabriela, Emily…
LF
— Esos nombres
forman un mapa de lectura. Leer sus libros ha sido una
experiencia fundamental para mí, no sólo como poeta, como mujer.
Leerlas me ha ayudado a encontrarme conmigo misma y con mis
hermanas. Las admiro, las amo. Me gusta nombrarlas, que estén
presentes en mis poemas.
Difundir la obra de escritoras se ha convertido, en los
últimos años, en un objetivo central para mí. Incluso en los
talleres que doy, siempre trato de llevar sus textos, porque
todavía hay una gran desigualdad entre la difusión y
valorización de la obra de las mujeres y la de los varones. Por
ejemplo, en las universidades o estudios superiores, el
porcentaje de obras de escritoras mujeres sigue siendo muy
minoritario, vergonzosamente minoritario.
Laura Forchetti con Gustavo López
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Laura Forchetti con la poeta Marina Kohon y el hijo de Marina
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Laura Forchetti en Taller Literario Las Palabras y las Cosas
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Laura Forchetti en Taller en Villa Ventana
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Laura Forchetti con María Antonia Zaragoza
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Laura Forchetti con Sergio Sammartino
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14 — En tu “Cartas
a la mosca”: escarabajo, serpiente, erizo verde, paloma,
armadillo, saltamontes, gallo, vaquita de San Antonio, gorrión,
araña, murciélago mariposa, chicharra, abeja, colibrí, polilla…
LF — El mundo que me rodea, lo que veo todas las mañanas,
los seres que me acompañan mientras escribo mis poemas. Aprendo
de ellos. Pura belleza también, ese pequeño mundo que teje,
dibuja, vuela, canta, alumbra, se esconde a nuestro alrededor.
Laura Forchetti con la poeta Romina
Arena
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Con la responsable del Museo de
Coronel Dorrego, Eliset Nondedeu, y la poeta María Antonia
Zaragoza
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Laura Forchetti en el barrio San Isidro
de la ciudad de Orihuela, España
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15 — Y también, de alguien que identifica a pocas flores
por su nombre (yo), a quien probablemente identifica a muchas,
según se trasluce en su poética (vos), estas flores que
sustraigo de ella: girasol, azucena, malvón, tulipán, amapola,
cala, violeta, hortensia, camelia, magnolia…
LF — Lo mismo que dije en la respuesta anterior. Las
flores también son seres de comunicación, nos acompañan, mejoran
nuestra vida en la Tierra. Sin las flores, sin las plantas, no
habría vida humana, por supuesto. Y sus nombres son increíbles,
una quiere poner esos nombres, todos, esas palabras en el poema.
Laura Forchetti en Taller Literario El árbol del cielo
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Laura Forchetti con Leandro Navideño, etc.
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Laura Forchetti con Leticia, una amiga
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Laura Forchetti con Marisa Negri
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Con Rosa Martínez, Monserrate Guillén y
Xosé Ballesteros en entrega de Premio de Poesía Infantil, en la
ciudad de Orihuela, España, 2015
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16 — Oigamos a estos tres escritores:
Baldomero
Fernández Moreno (1886-1950):
“Todo es anécdota: anécdota intelectual, aérea, creacionista, o
anécdota de pan y queso. La poesía viene o no viene, después.”
Roland Barthes (1915-1980):
“Es escritor aquel para
quien el lenguaje crea un problema, que siente su profundidad,
no su instrumentalidad o su belleza.” Luis Luchi
(1921-2000): “Cuando un
poeta lee está determinando una cantidad de emociones con la
inflexión de la voz. A mí escuchar me da claves para sentir los
poemas.” ¿De cuales afirmaciones te sentís más próxima?
LF
— De las tres: no
son opuestas, son complementarias.
Como Baldomero, creo que el poema se alimenta de la
anécdota, lo más pequeño de nuestra vida, lo insignificante. El
poema ayuda a mirar, a descubrir de qué habla esa anécdota, qué
nos dice, qué destello nos deja. La poesía caza esos instantes y
los vuelve —si tenemos suerte— verdad y belleza. Pero, como
también dice Baldomero, la poesía viene o no viene. El poema se
hace o no. No sé si esto es importante, lo necesario es percibir
el destello del instante, ese otro lado de lo que vemos,
escuchamos, vivimos. El misterio. Si se hace poema, lo
celebramos. Pero la mayoría de la gente siente ese destello,
aunque no lo escriba.
Y esto conecta con la cita de Barthes; quienes queremos
llevar esos instantes al poema, tenemos la inquietud de la
escritura, somos esos que andamos forzando el lenguaje, haciendo
trampas al diccionario y a la gramática, sentimos la profundidad
de las palabras, ese otro mundo que encierran, no instrumental,
poético, inútil.
La cita de Luchi nos deriva a otro lugar: la lectura en
voz alta del poema, la voz del poeta que lee. Escuchar el poema
—especialmente en la voz de quien lo ha escrito— es otro tipo de
experiencia poética. El poema entra por el oído, nos atrapa su
música, su tono, la dicción, el arrastre de esa voz, el eco
dentro de nuestro cuerpo. Una experiencia muy diferente a leer
el poema sobre el papel, que es una experiencia visual e
intelectual.
El poema leído es
un río en el que nos dejamos llevar, transportar a otra orilla,
una orilla desconocida, recién creada.
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Laura Forchetti con Germán Quaglia
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Laura Forchetti con Lilia García Bazterra
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Laura Forchetti con Lola, una amiga, y con la madre de Laura
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Laura Forchetti con Marina Kohon
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17 — En la
práctica, Laura, nos ha costado sintonizar. Produjimos, no
obstante, nuestro diálogo asimétrico. Declarado esto a nuestros
lectores, dejo para el final, casi como palabras tuyas, el texto
de nuestra admirada Clarice Lispector (“Descubrimiento
de un mundo”) que últimamente me transcribiste en un mail:
LF
— “Al
linotipista:
Disculpe que me equivoque tanto en la máquina.
Primero porque mi mano derecha resultó quemada.
Segundo, no sé por qué.
Ahora un pedido: no me corrija. La puntuación es la
respiración de la frase, y mi frase respira así.
Y si a usted le parezco rara, respéteme también.
Incluso yo me vi obligada a respetarme. Escribir es una
maldición.”
Laura Forchetti aproximadamente en
2010
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*
Laura
Forchetti selecciona poemas de su autoría para acompañar esta
entrevista:
tierra de
iapinilke
cuando el silencio
es un globo
dentro de las nubes
y viene del mar
el cielo negro
nos gusta salir de
casa
liebres de olfato
brillante
buscando
un hueco entre los
arbustos
cuevas abandonadas
en la tierra
ese regocijo
de orejas largas
no queremos cobijo
si fuéramos sal
si fuéramos un
puñado
puesto en agua
hirviendo
si fuéramos azúcar
nos derretiríamos
dice una canción
antigua
huimos
en el mareo
del cielo
la instantánea de
colores
el arrebato
ya no hay aventura
que no sea ficción
el corazón
única reserva
de misterio
sus travesías
por el amor
o la violencia
ahora
cae granizo
regalo del domingo
interminable
los niños corren en
lo blanco
no escuchan sus
nombres
es la alegría
recién descubierta
la repentina
primavera
del hielo
su gorjeo de
pájaros
su deshacerse
que nos esperen
bajo los aleros
nevados
chorreando agua el
pelo
la risa de liebre
el abrazo
helado
violeta
(de “Pájaros o reinas”)
*
ritmo
mi ojo
izquierdo ve
más azul
parece más
oscuro
nocturno
tal vez
anduvo bajo
el agua
o perdido
entre las
luciérnagas
mi ojo
derecho es más terrestre
más inocente
lo descubrí
recién
sin ningún
miedo
(de “Pájaros o reinas”)
*
epifanía
me regalaron
un repasador
con almanaque
no sé dónde ponerlo
—dije un almanaque
en un repasador
ustedes también
tienen uno
hermanas—
puedo colgarlo
como un cuadro
kitsch
en la cocina
o comprar
lápices indelebles
uno rojo
y uno negro
hacer círculos
entorno a los días
con el lápiz rojo
los días felices
pero es más fácil
aceptar
la condición
utilitaria
de los objetos
entonces
seco los platos
como si creyera
que hoy es domingo
seis de enero
(de “Pájaros o reinas”)
*
devoción
la rosa rosa
gemela
de aquella que
trajo
semana santa
florecida en la
arena
desplegada
para la bienvenida
cuando no sabíamos
nada
de los milagros del
patio
la promesa de su
capullo
amaneció
mordida por los
caracoles
lamparitas de
carnaval
andarán
iluminado de rosa
el cuerpo
transparente
pero si espero
cuatro días
veré:
abierta
espléndida su mitad
sana
ofrecida a mayo
como una virgencita
de los abandonados
el romero
a sus pies
por ejemplo
que suceda algo
con la tristeza
pide
(de “Libro de horas”)
*
soplo
giraba sobre el
yuyal
posarse parecía
en un don diego
cerrado
naranja
bajó
perdido en el mar
de puntas erizadas
de enero
algo fue a buscar
en la tierra
si el viento quería
mostraba
su antifaz de
pícaro
sabelotodo
benteveo
había visto
descender
justo ahíí justo
ahíí
algo oscuro
un abejorro
mariposa negra
o el salto de un
grillo
¿quién sabe?
sabe el benteveo
que bajó a comer
ojo aguja
su puntada en el
agua
seca
olivillos grises
gramilla
ortigas
de tallos quemados
un jazmín
no me olvides
que cayó de mi
patio
después el vuelo
y adiós
todo
fueron segundos
ahora
pierdo la mañana
por el rayo negro y
amarillo
¿cómo puede
deshacerse
el tiempo
en una sombra
iluminada?
¿qué quiero saber
que mi perra
despreocupada
entiende
y se echa a dormir
después de la
visita
desatenta?
los versos rozan
la orilla del
silencio
un contorno
de restos gastados
algas huesos pinzas
caracoles
el secreto
permanece
bajo la línea
de flotación
benteveo
dibujado minucioso
regalado de la
belleza
cada trazo
en picada sobre el
día
levantás tu
alimento
y te vas
anunciando el
instante
tu reino
(de “Libro de horas”)
*
COMO UNA PEQUEÑA
VOZ
como una pequeña
voz
señal al borde del
andén
vení mirá
cuatro pétalos
estrella
del campo migas
para los pájaros
abejas
ojos míos hansel y
gretel
a esa hora de poner
un dedo sobre la
boca
nochecita
con el diente de
león y la ortiga
las raíces que
bordan la tierra
tapicería miniatura
tallos
tendidos salvaje
punzó
esferas más frágil
que el cristal
constelaciones
agrupadas en torno
al botón
blanco desde donde
el fruto se abre
en cuatro
mericarpios
cada uno con su
semilla
estridencia
escondida en el vuelo
justo el día que un
pibe
dijo:
vi tu voz
correr por
el viento
y para mí el punzó
fue la sangre
nacional esparcida
desde los libros de
la escuela
y los años que
vinieron a cumplir
su parte en el odio
de las flores al
borde del camino
pero ahora estrella
que me llamás
en la casi
oscuridad del pueblo
me agacho a rozarte
con los dedos
escuchame no sé vos
pero yo
como la gota de la
aguja en la yema
del índice que
señala tu trashumancia
lucero
para el silencio
que hacemos
que debemos hacer
conversar con tus
veinte centímetros
a ras de la tierra
necesitada de tan
poco
primavera que
despierta
teru teru o el
zorzal que anubla
el ojo de la tarde
no sé vos pero yo
esa gota de sangre
en el dedo
que me llevo a la
boca
dulzura que da
miedo
aunque no es
necesario
ver la sangre
correr
ni una gota de tu
cuerpo
derramarse
aviso del dolor
que nos cortaba la
respiración
contábamos el aire
entrar y salir
como aves migrantes
sobre nuestras cabezas
que numeramos para
ir con ellas
migas de nitrógeno
oxígeno argón
anhídrido carbónico
vapor de agua
o las flores que
ahora me señalan
esparcidas al final
del día
para que sepa que
estamos
juntas como esos
pétalos
corolas en espigas
ascendentes
roja verbena
americana
después de las
primeras lluvias
de septiembre
(Inédito)
Laura Forchetti con Graciela San Román y Juan Sasturain
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Laura Forchetti leyendo poesía en Sierra de la Ventana,
provincia de Buenos Aires
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Laura Forchetti con Mario Ortíz
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Laura Forchetti con Alejandro Lemus, su esposo y Érika
Bierschenk
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Laura Forchetti con Alberto Manguel y Carolina Biquard
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Laura Forchetti con Mónica Ortelli y Marina Kohon
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Laura Forchetti - Foto intervenida por la artista plástica
Graciela San Román
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Laura Forchetti - Foto intervenida por la artista plástica
Graciela San Román
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Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las
ciudades de Coronel Dorrego y Buenos Aires, distantes entre sí
unos 630 kilómetros, Laura Forchetti y Rolando Revagliatti,
2017.
www.revagliatti.com
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