Liliana Bellone: sus respuestas y poemas
Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
Liliana Bellone
nació el 10 de febrero de 1954 en Salta, ciudad en la que
reside, capital de la provincia homónima, la Argentina. Desde
1977 es Profesora en Letras por la Universidad Nacional de
Salta, en cuya carrera de Letras de la Facultad de Humanidades y
en el Consejo de Investigaciones se ha desempeñado entre 1980 y
1990. También ha ejercido la docencia en otras instituciones.
Además de primeros premios en los géneros cuento, poesía y
dramaturgia, obtuvo en 1993 el
Premio Casa de las Américas de Novela (La Habana, Cuba).
Participó en numerosos congresos y encuentros de escritores en
varias provincias de su país así como en Bolivia, Cuba e Italia.
Entre otras antologías ha sido incluída en
“Cuatro siglos de
literatura salteña” (selección de Walter Adet, 1981),
“Poesía de la mujer
argentina” (selección de María del Carmen Suárez, 1986),
“Premio Casa de las
Américas. Memoria” (selección de Inés Casañas y Jorge
Fornet, 1999), “Leer la
Argentina (NOA)” (selección de Graciela Bialet y Mempo
Giardinelli, 2005),
“Antología Federal de Poesía. Región
Noroeste” (Consejo Federal
de Inversiones, 2017). Libros publicados: dramaturgia,
“…y sonaba el minué”
(Premio de la Provincia de Salta, 2010); cuentos,
“El rey de los pájaros”
(1992), “De amores y
venenos” (1998), “De
la remota Persia y otros cuentos” (2004),“Estas
que fueron pompas y alegría” (2007),“En
busca de Elena” (2017); novelas,
“Augustus” (Primer
Premio Casa de las Américas, Cuba, 1993, con segunda edición en
1994 y tercera edición en 1995),
“Fragmentos de siglo”
(1999), “Las viñas del
amor” (2008), “Eva
Perón, alumna de Nervo” (Edición del Congreso de la Nación
Argentina, Colección Bicentenario, 2010; 2ª edición en 2012);
poesía (entre 1979 y 2006),
“Retorno” (Premio
Provincial de Poesía 1977),
“Convergencia”,
“Elegía en primavera”,
“El cazador”,
“La travesía del cuerpo”,
“Voluntad y otros poemas”,
“Febrero”. En
italiano, con traducción de Saúl Forte y prólogo de Rosa María
Grillo se publicó en 2014
“Eva Perón, allieva di Nervo” y con traducción de Rossella
Carbone en 2016,
“Frammenti di un secolo”, ambas novelas a través del sello
Oedipus, de Salerno-Milán, Italia.
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Liliana
Bellone en 1993
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1 — ¿Siempre residiste en tu ciudad?
LB —
No. Mis padres se trasladaron al interior de la provincia cuando
yo tenía poco más de un año. Residimos en el Ingenio San Isidro
y en General Güemes, lugares que remiten inmediatamente a la
caña de azúcar y a los ferrocarriles. Papá era docente, Profesor
Normal Nacional, un título que lo habilitaba para enseñar casi
todas las materias de la enseñanza primera y media. Él recitaba
de memoria a José Martí, Rubén Darío, Carlos Guido y Spano,
Marcos Rafael Blanco Belmonte, Amado Nervo, Francisco
Villaespesa; contaba infinitos cuentos, fábulas y anécdotas;
hablaba de historia y literatura todo el tiempo. Escribió
también: relatos y poemas. Se preocupaba por la rima y por la
medida de los versos. De él heredé el
“Resumen de versificación
española” de Martín Riquer. Y también los libros de su
modesta biblioteca de docente:
“Hamlet”,
“Otelo”,
“Las alegres comadres de
Windsor” de Shakespeare,
“Petronio y su tiempo”,
“Diálogos de orador”
de Cicerón, la “Poética”
de Aristóteles, en las ediciones económicas de Editorial
Claridad y en la colección de Literatura Universal de Editorial
Emecé, “Mi vida” de
Domingo Faustino Sarmiento,
“El gran dictador” de
H. G. Wells, “La perfecta
casada” de Fray Luis de León y el
“Martín Fierro” de
José Hernández, además de los volúmenes de lectura, formación y
difusión que editaba el Ministerio de Educación para las
escuelas nacionales de aquellos años, como
“La razón de mi vida”
de Eva Perón y “San
Martín en la historia y en el bronce”. De esas lecturas
salieron algunas de mis novelas. Mamá recitaba los poemas de
Darío, Nervo y Gustavo Adolfo Bécquer que había aprendido en la
escuela. Me instaba a memorizar a Rubén Darío:
“Éste era un gran rey que
tenía…” Yo no sabía todavía leer y repetía esos versos
mágicos en el patio mágico rodeado por las hojas de las parras y
las higueras. Esa primera infancia fue de luz y hallazgos, junto
a mi único hermano, Juan Carlos (como mi padre). Nos criamos
escuchando hablar a los abuelos inmigrantes. El abuelo paterno
se llamaba Giovanni Bellone, era de Piamonte, había llegado a la
Argentina en 1911. Falleció joven, a los cuarenta y dos años. El
abuelo materno, Víctor Centeno, era español, de Zamora,
Castilla, y a los veinticinco años se embarcó a nuestro país en
busca de mejor suerte. Vino solo y luego trajo a su madre,
hermanos, sobrinos y tíos. Los dos abuelos se casaron con
mujeres argentinas: Giovanni con Lía Palomo Escobar y Víctor con
Rosario Torres Hoyos. El abuelo Víctor falleció cuando yo cumplí
quince años. Era muy delgado y pequeño y tenía unos ojos
celestes transparentes y risueños. Las dos familias residieron
en la capital de Salta y en Campo Santo, un pueblo casi
legendario, de gauchos e inmigrantes españoles, italianos y
árabes. Mis padres siempre narraban historias de familiares y
amigos acontecidas en ese lugar. Y de esas historias surgió
“Augustus”,
bellamente editada por Casa de las Américas y en cuya tapa luce
un cuadro de Julio Le Parc. Umberto Eco privilegia al
destinatario, que forma parte de la cooperación lectora e
interpretativa, por eso siempre pienso que en Cuba encontré a
los lectores ideales para mis ficciones. Cuba fue un
descubrimiento y un redescubrimiento para mí.
En 1955(1) //
Con su hermano, Juan Carlos, en 1958 (2)
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Liliana Bellone con sus padres y hermano, 1973
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2 — País que habrás visitado más de una vez.
LB
— Tanto como puedo (cuando podemos, pues voy con Antonio
Gutiérrez, mi marido, escritor y psicoanalista). Dimos cursos y
conferencias en el Centro Dulce María Loynaz, en el Centro de
Estudios Martianos y en la Facultad de Artes y Letras de la
Universidad de La Habana; participamos en recitales poéticos y
conversatorios, y siempre nos llegamos a la Casa de las
Américas, en 3ª y G, del barrio El Vedado, a la Tertulia Sol
Adentro, coordinada por la poeta Juanita Conejero, al Hotel
Nacional, al Habana Libre, al cine Yara, por la Rambla, bajamos
por el Malecón hasta el “Gato Tuerto”, evocado por Julio
Cortázar. Fui invitada a publicar poemas y artículos no sólo en
la Revista “Casa de las Américas” sino en otras también: por
ejemplo, “Amnios”,
que coordina el poeta Roberto
Manzano. Uno de los cursos que dicté en la Facultad de
Artes y Letras de la Universidad de La Habana, fue sobre
hegemonías y olvidos en la literatura argentina. Que es el caso
de Leonor Picchetti, excelente novelista, quien murió en
Maimará, provincia de Jujuy, en 2015. En
“Los pájaros del bosque”
(1964), su primera novela, Picchetti cuenta el mito de la
infancia y la inocencia, el descubrimiento del sexo y la
adolescencia rebelde. También quise rendir homenaje, a través de
un artículo que publicó la Revista “Casa…” en su número 286
(octubre-noviembre 2016), a nuestra primera novelista
sudamericana y argentina, Juana Manuela Gorriti, en el
Bicentenario de su nacimiento (1816). Juana Manuela, desde la
retórica romántica visibiliza a sujetos marginados como las
mujeres, indios y negros, tal como procediera la cubana
Gertrudis Gómez de Avellaneda en la misma
época.
En Cuba, además de encontrarnos con Roberto Manzano, nos
reunimos con los escritores y escritoras Mirta Yáñez, Luis
Toledo Sande, Jesús David Curbelo, Susana Haug, Jorge Fornet,
Laidi Fernández Retamar, Juanita Conejero, Nancy Alonso, Ernesto
Sierra, Ibrahim Hidalgo Paz, Guiomar Venegas y muchos otros
amigos.
Liliana Bellone con Roberto Fernández Retamar y Antonio Ramón
Gutiérrez, La Habana, Cuba
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Liliana Bellone con Roberto Fernández Retamar y Antonio Ramón
Gutiérrez, La Habana, Cuba, 2017
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Con sus nietos, Lautaro y Julieta,
su esposo, Antonio Ramón Gutiérrez, y la hija de ambos, María
Verónica
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3 — Retornemos a
“Augustus”.
LB
— En el título está la reminiscencia de Roma e Italia. También
la figura del Padre. Además, la lectura de
“Memorias de Adriano”
de Marguerite Yourcenar, me había conmocionado: de allí extraje
eso que concierne al alma de los libros. Los personajes
protagónicos y las voces de la narración son femeninos, dos
hermanas, Isabel Clara Eugenia (como la hija de Felipe II) y
Elena (como la reina de Italia, la esposa de Víctor Manuel).
Hijas de inmigrantes, estas mujeres viven en Campo Santo en la
década del treinta y luego en la ciudad de Salta durante las
décadas de los cuarenta, cincuenta, sesenta y setenta. Envejecen
en total soledad y aislamiento. El libro lleva un epígrafe de
“Eugenia Grandet” de
Honoré de Balzac, que hace referencia a la asfixiante vida
provinciana. La crítica cubana Mirta Yáñez señala que en
“Augustus” puede
leerse lo que ella denomina
“horror a la aldea”.
Las hermanas Campassi (el apellido materno de mi abuelo
Bellone) de la ficción son casi gemelas; una es el espejo de la
otra, a tal punto que entre ellas hay una confusión imaginaria,
de identidades, una es la otra y viceversa. De alguna manera, en
estos personajes están presentes las dos hermanas de mi vida
real, María del Huerto, mi madre, y Carmela, mi tía, o tal vez
los fantasmas duales de mí misma.
Liliana Bellone con Miguel Isa, intendente de la ciudad de Salta
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(1)En
2013, recibiendo Diploma en la Fundación Argentina para la
Poesía
(2) Liliana Bellone con Rosa María Grillo, en Salerno, Italia
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Liliana Bellone con Julieta, su nieta, y su hija, María
Verónica, en 2016
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4 — ¿Algo que añadir de tu infancia?
LB
— De mi infancia y adolescencia: me gustaba recitar y dibujar.
Tengo presentes a mis primeras maestras, en la Escuela Nacional
Nº 339 de General Güemes. En mi memoria, esa ciudad aparece como
si fuera un paraíso: su plaza, sus confiterías, el cine de los
domingos. Iba mucho al cine con mis padres y mi hermano. Los
propietarios eran inmigrantes españoles. También lo eran los
dueños de la tienda más importante, de la zapatería, del hotel.
Había un almacén de ramos generales de una familia siria y una
tintorería de japoneses. La mayoría de los habitantes eran
empleados de los ingenios y del ferrocarril. Había, por cierto,
también políticos y caudillos, unos radicales, otros peronistas.
Papá era profesor y mamá enseñaba dactilografía, taquigrafía y
redacción en su academia que funcionaba en nuestra casa.
Cuando cumplí doce años nos vinimos a mi ciudad natal.
Fue un cambio. Me inscribieron en un colegio de monjas, el Santa
Rosa de Viterbo. Fue una extraña transición. Yo venía de la
libertad, del campo, de los pueblos de sol y viento y, de
pronto, el colegio sombrío y la disciplina de las monjas... Pero
por entonces encontré la literatura, primero en forma de teatro
que representaba con mis compañeras, luego de poemas y
finalmente de novela, pues comencé a escribir una en secreto,
junto a un diario que conservé hasta cuando ingresé en la
universidad. A la novela la destruí, al diario también.
Ingresar en la Facultad de Humanidades fue para mí una
revelación. Corrían los años ‘70. Había asambleas y marchas,
escuché los nombres de la revolución y la juventud. Llegaron a
mí Jean-Paul Sartre, especialmente el de
“El existencialismo es un
humanismo”; Albert Camus, el de
“El hombre rebelde”;
Julio Cortázar, Juan Rulfo, Gabriel García Márquez. Todos
hablaban de “La ciudad y
los perros” de Mario Vargas Llosa, de
“Las venas abiertas de
América Latina” de Eduardo Galeano. Además encontré a los
clásicos y modernos, a Balzac y a Gustave Flaubert, a León
Tolstói, a quien había leído por gusto cuando iba a la
secundaria (“Ana
Karenina” había sido una iluminación). Nos adentramos en el
Siglo de Oro: Miguel de Cervantes, Luis de Góngora, Francisco de
Quevedo, Lope de Vega, Calderón de la Barca y, también, en la
poesía medieval. En la materia Hispanoamericana fuimos hallando
a Octavio Paz, Jorge Luis Borges y César Vallejo a través de un
excelente profesor, Octavio Corvalán, de la Facultad de
Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Tucumán.
Liliana Bellone con Rossella Carbone, en Calabria, Italia
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Liliana Bellone - Conferencia en la Biblioteca Provincial,
Salta, Argentina, junio 2017
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Liliana Bellone con su nieta Julieta en 2017
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5 — ¿Tuviste otros profesores que valoraras tanto?
LB
— Sí: nuestro profesor de literatura italiana, latín y lengua
italiana: Francesco Pagliaro, vicecónsul de Italia, un
intelectual del Vaticano, graduado en Estudios Humanísticos en
Roma y en la Universidad de Lovaina, quien había llegado a
nuestro país luego de la segunda guerra mundial, en los
cincuenta. Pagliaro nos guió por el camino de la cultura
grecolatina, del mito, de la poesía, de la leyenda, de las
claves de los estilos y las formas. Fue nuestro maestro. Nos
acercó al mundo de Homero, Horacio y Virgilio en literatura
clásica grecolatina, y a Petrarca, Dante Alighieri, Ugo Foscolo,
Giacomo Leopardi, Giosuè Carducci, Luigi Pirandello, Eugenio
Montale, Cesare Pavese, Giuseppe Ungaretti en literatura
italiana. Esas lecturas siempre afloran en mi poesía, en
especial en “Voluntad y
otros poemas”, “El
cazador” o “La
travesía del cuerpo”. También reaparecen en la prosa, por
ejemplo, en una novela que publiqué en 2008,
“Las viñas del amor”,
hipertexto de la novela pastoril, y que, ahora, me parece
bastante artificial.
En la universidad conocí a otro gran maestro, el profesor Carlos
Giordano, de la Universidad Nacional de Córdoba, un crítico ya
de extensa trayectoria que nos formó en literatura argentina y
teoría literaria. Giordano había escrito en la
“Historia de la
literatura argentina” del Centro Editor de América Latina,
los capítulos referentes al Grupo de Boedo y a la poesía social
después de ese grupo. Él nos inició en la lectura y la crítica
de la literatura argentina, desde Leopoldo Lugones, Evaristo
Carriego, Borges, Macedonio Fernández, Oliverio Girondo, Eduardo
Mallea, Héctor A. Murena, Roberto Arlt, Cortázar, Ernesto
Sábato, Manuel Mujica Láinez, David Viñas, Marco Denevi, pasando
por Boedo y Florida, la poesía del cuarenta y del cincuenta… En
teoría literaria estudiamos la línea marxista, Georg Lukács,
Theodor Adorno, Arnold Hauser, Walter Benjamin y a los
estructuralistas y post-estructuralistas,
Umberto Eco, Roland Barthes y Tzvetan Todorov.
Considerado un intelectual de izquierda, Giordano debió
exiliarse en Italia en 1975 a causa de la persecución de la
Triple A [Alianza Anticomunista Argentina]. Allá dio clases en
la Universidad de Calabria, hasta su muerte, en 2005.
Precisamente, mi novela
“Fragmentos de siglo” es la ficcionalización de la figura de
Giordano y sus alumnos. Se llama así porque la narración
polifónica es fragmentaria, a través de recuerdos, diarios y
papeles que van conformando un corpus. En esos años emprendí la
bella y ardua tarea de leer a Marcel Proust, siempre mentado por
Carlos Giordano. Mi madre fue quien me regaló varios de los
tomos de “En busca del
tiempo perdido”. Estos tomos, dedicados por su letra, son mi
tesoro. La profesora Rosa María Grillo, de la Universidad de
Salerno, leyó mi novela y consideró que podía publicarse en
Italia. Y allá se difundió con el título de
“Frammenti di un sécolo”,
como homenaje al profesor Giordano, ampliamente reconocido en el
ámbito académico italiano y europeo. En 2016 viajé a Calabria
para el homenaje que se le brindara en el marco de IV Congreso
de la Asociación Italiana de Estudios Iberoamericanos y la
Universidad de Calabria, donde se presentó mi novela traducida
por Rossella Carbone, bajo el cuidado de Rosa María
Grillo. También fue presentada en el
Instituto Italo-Latino Americano de Roma, en la Embajada
Argentina en Italia y en la Festa della Letteratura di Salerno.
La respuesta del público en general fue importante, y también la
de los lectores del ámbito académico a través de reseñas,
comentarios y tesis de grado.
Liliana Bellone con Rosa María Grillo y Camilla Cattarulla en
2016
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Liliana Bellone con Fernanda E. Bravo Herrera, Santiago
Hernández Aparicio, etc.
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Liliana Bellone con Pablo Queralt y Antonio Ramón Gutiérrez
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6 — Ya otra novela tuya se había publicado en Italia.
LB
— En 2014: “Eva Perón,
alumna de Nervo”, que había sido editada por la Biblioteca
del Congreso de la Nación en 2010, en su Colección Bicentenario,
y que apareció en Europa con el título de
“Eva Perón, allieva di
Nervo”. Fue traducida por Saúl Forte y salió también por
Oedipus, que la distribuye por Feltrinelli y Mondadori. Las dos
novelas llegaron a Europa de la mano de la crítica académica,
que fue realmente muy generosa con mi
obra. Debo recordar los abordajes de Fernanda Elisa Bravo
Herrera, Liliana Massara, Nilda Flawiá, Karen Douglas de
Alexander, Zulma Palermo, Rafael Gutiérrez,
Alicia
Poderti, Lucila Lastero, María
Esther Gómez,
Bertha Bilbao
Richter y Santiago Hernández
Aparicio; en Italia, de Rosa María Grillo, Carla Perugini y
Rossella Carbone; en Francia, Claude Cymerman; en Cuba, de Mirta
Yáñez y Juanita Conejero. La novela se presentó en varias
universidades: Roma Tre, Milán, Venecia, Salerno, Nápoles,
Viterbo y Centros Culturales de Capri y Avellino. Ir a
Italia gracias a lo que escribí sobre esa gran mujer, fue
cumplir con un mandato misterioso. Mi padre (que no era
peronista) me había dejado, como dije,
“La razón de mi vida”
en su biblioteca, quizás para que allí descubriera a la
extraordinaria Evita. Pero también conocí la patria de mis
antepasados. Castelferro, en la provincia de Alessandria, donde
nació Umberto Eco, la Isla de las Sirenas de Odiseo, o sea
Capri, que acogiera a Marguerite Yourcenar y a Pablo Neruda, la
ciudad de Viterbo, donde reposa la santa que dio nombre al
colegio de monjas franciscanas de Salta donde cursé la
secundaria, Pompeya, la de Leopardi y su estoica y bella retama,
como las que perfumaron mis días infantiles en General Güemes.
En Capri frecuenté a un grupo de escritores, arqueólogos,
antropólogos e historiadores que me hablaron de Elena Hosmann,
una fotógrafa argentina muy conocida por su libro de fotografías
del Perú y Bolivia,
“Ámbito de altiplano”, editado por el sello Peuser en 1945 y
que representa una mirada artística, antropológica y étnica de
la cultura andina. Elena Hosmann, nacida en tu ciudad, se había
casado con Edwin Cerio, el escritor e ingeniero caprense,
mecenas y anfitrión de Neruda en 1952. Esta pareja tuvo una sola
hija, la célebre Letizia Cerio de Álvarez de Toledo, amiga de
Borges, quien le dedica el poema “La noche que en el sur lo
velaron” (“Cuaderno San
Martín”) y la nota aclaratoria final de “La biblioteca de
Babel” (“Ficciones”).
Lo cual me permitió investigar sobre Elena Hosmann y concebir el
volumen de cuentos y relatos
“En busca de Elena”,
en el que reúno también otros cuentos que había escrito desde
2010 y que publicó este año en tu ciudad Editorial Nueva
Generación.
Liliana Bellone - Castelferro, Piamonte, Italia, 2016
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Liliana Bellone con Antonio Ramón Gutiérrez en camino a
Iruya, Salta, Argentina, 2017
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En
el Cementerio de Père-Lachaise, París, Francia
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7 — ¿Alternaste siempre la escritura de poesía y
narrativa?
LB
— Así es. E incursioné en el ensayo y la dramaturgia. La poesía
se nos otorga, también la escritura de la narrativa, pero hay un
espacio, un retorno en la narrativa que exige un programa, una
disposición lógica que ordena lo que ofrece la idea germinal
(llamémosle “inspiración”). Una vez que la idea se desarrolla en
la mente, el cuentista o el novelista, escribe. Me ocurre que
cuando escribo cuentos no tengo casi el final, la escritura “me
lleva”, como decía Cortázar; en cambio, cuando escribo una
novela, el comienzo (empezar) y el final (terminar), como señala
Italo Calvino, se me imponen claramente. Entonces escribo.
Escribí poemas en las servilletas de los cafés, en cuadernos de
apuntes, agendas, cualquier papel a mano, donde pude. Pero
volvía sobre los poemas (como aconseja Horacio Quiroga en el
caso de los cuentos) y los reescribí. A veces no pude frenar el
dictado de “la voz” poética y escribí y escribí. Me pasó con
algunos poemas, que son instantes y desarrollo de esos
instantes, como es el caso de
“Febrero”, que
constituye un libro concebido en un par de horas durante una
mañana de lluvia, mientras esperaba en un café para entrar en el
Colegio Nacional a dar clases. Descubrí que podía escribir
poesía del instante, de las cosas y lo estrictamente
circunstancial, testimonio inmediato, mirada minuciosa de la
existencia y la realidad. Podía escribir de todo: del agua que
corre en las aceras y que arrastra tapas de plástico, restos de
cartón, objetos desechados e inútiles, del rostro de una estatua
cubierta por el verdín, de una rama seca, del café que bebía.
Pero también advertí que la narrativa, la novela y el drama
cabían en el poema, o mejor dicho, el poema les brindaba su
soporte. A la inversa, descubrí que mis novelas provenían de la
poesía y que la poesía me permitía contar. O sea, pude transitar
de la poesía a la narrativa y viceversa.
Liliana Bellone con Pablo Queralt, Tati Solari y Antonio Ramón
Gutiérrez
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Liliana Bellone con Antonio Ramón Gutiérrez, Joaquín Giannuzzi y
Mercedes Saravia
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Liliana Bellone con Antonio Ramón Gutiérrez y Liliana Massara
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8 — En una respuesta anterior te referiste un tanto a cuando
“corrían los años ‘70”.
¿Qué más pasó, te pasó o “recorría” en aquella década?
LB
— Fueron tiempos de aprendizaje y desgarro. Numerosos amigos
míos desaparecidos, algunos fueron torturados, otros asesinados,
varios se exiliaron. Soñábamos con un mundo mejor. Cierro los
ojos y recuerdo las clases y las asambleas, las manifestaciones
y los estribillos contra el imperialismo y la injusticia social.
De por entonces, como ya dije, surgió mi segunda novela:
“Fragmentos de siglo”.
Casi estaba recibida de profesora en Letras cuando conocí
a quien es mi marido, compañero y camarada de causas comunes en
el camino de las letras y la vida, Antonio Gutiérrez. Él es de
una ciudad del sur de la provincia de Córdoba, una ciudad de
llanura, Bell Ville. Me gusta mucho Bell Ville, su río Tercero
(Carcarañá), sus avenidas, sus amplias aceras, su gente. Fue
tierra de gauchos y de inmigrantes, en especial italianos, y
parece (como muchas otras ciudades de la llanura) una ciudad
europea. Entonces llegué al corazón de mi existencia pues nació
nuestra única hija, María Verónica del Carmen, una hija que
pronto abrazó nuestra causa, la literatura, y cursó la carrera
de Letras.
En esa época, ya en los ‘80, compartíamos las experiencias
literarias con un grupo de poetas. Nos reuníamos semanalmente en
nuestra casa. Publicamos el volumen colectivo
“Manifiesto poético”
en 1986. Luego formamos el Grupo Retorno (Nancy García, Luis
Ferrario, Antonio Gutiérrez y yo). Con el nombre “Retorno”, que
alude a mi primer poemario, editado en 1979, publicamos
plaquetas, cartillas y libros. Nos interesaba el libro como
objeto, por lo que pedimos la colaboración de artistas
plásticos: Rosa Gallardo, Guillermo Pucci, Telma Palacios,
Adriana Acosta, Mario Vidal Lozano, Anny Cuevas y otros
pintores que ilustraron poemas y las cubiertas de nuestras
ediciones. Fueron años intensos, de lectura y compromiso. Buena
acogida nos concedieron poetas mayores, no solamente por edad,
sino por su calidad poética, como Raúl Aráoz Anzoátegui y el
crítico académico Guillermo Ara. El grupo no sólo se denominaba
“Retorno” en alusión a mi libro: también por la intención
explícita de volver a una poesía más clásica, que se alejara del
vanguardismo y el hermetismo. Cada integrante fue perfilando su
camino. Antonio y yo proseguimos en la escritura de poesía y
narrativa, aunque él alternó más con el ensayo y el estudio
psicoanalítico.
Nuestras lecturas de poesía eran amplias y variadas,
desde los españoles del ‘98 y del ‘27, a los norteamericanos del
siglo XX, pasando por el simbolismo y el surrealismo, hasta
Borges, los latinoamericanos como Vicente Huidobro, Vallejo,
Roque Dalton y Ernesto Cardenal, y argentinos como Oliverio
Girondo, Edgar Bayley, Alejandra Pizarnik, Enrique Molina,
Alberto Girri, Raúl Gustavo Aguirre, Olga Orozco, Roberto
Juarroz, y Joaquín Giannuzzi, además amigo, pues siempre
veraneaba en Campo Quijano junto a su mujer, la novelista
Libertad Demitrópulos.
Liliana Bellone con María Chapp, Teresa Leonardi Herrán y Rosa
Machado
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Liliana Bellone con María Rosa Grillo y actores en una
presentación en Salerno, Italia
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Liliana Bellone con Ettore Mazzocca en 2016
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Liliana Bellone con Liliana Massara y Jesús David Curbelo, La
Habana, Cuba
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9 — ¿Y en los ‘90? ¿Y aun después?
LB
— Formé un taller de escritura e incursioné en la crítica
literaria. Publiqué reseñas y comentarios en diarios y revistas.
También elaboré varios ensayos, algunos inéditos como “Azahares
y cólera”, “La poesía despojada”, “La
Divina Comedia, una teoría actual de la poesía”, lo que me dio
pie para el trabajo que presenté con Antonio Gutiérrez en el
Congreso de Dante Alighieri en América Latina en 2004, y que fue
socializado por la Univesità degli Studi di Cassino, Italia, y
por último “Las
negaciones de
Borges: amor, ideología y novela”. Del que acabo de citar,
la revista “Casa de las Américas” en su número 266 (enero-marzo,
2012), incluyó uno de los capítulos en forma de artículo: “El
peronismo o el espejo monstruoso de Borges”.
El taller literario fue otra revelación. La trasmisión de
la poesía y la narrativa se dio en ese ámbito de lectura y
conversación, de modo casi misterioso. Más tarde, desde 2001, el
taller se convirtió en seminarios y cursos. Opino que la tarea
del escritor también es la de difundir la literatura a través de
la docencia.
La literatura me llevó a los orígenes, a Italia, la
patria de mi abuelo. A donde residen los héroes que mis maestros
me nombraron: Dante, Giovanni Boccaccio y Leopardi, el de “La
retama” del Vesubio. Pero los fantasmas siempre asaltan: me
seguirán asaltando. Italo Calvino habla de “visibilizaciones”.
Llegan otros fantasmas. Finalicé una novela sobre Michele
Puccini, hermano de Giacomo Puccini, que vivió en la provincia
de Jujuy a fines del siglo XIX; un personaje romántico, digno de
las óperas de su hermano. Es una novela fantasmática que surgió
no solamente por mi admiración a la ópera, sino porque encontré
casualmente (causalmente) un gran parecido físico entre Michele
Puccini y mi abuelo Giovanni Bellone.
Liliana Bellone con María Rosa Grillo y público en una
presentación en Salerno, Italia
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Liliana Bellone con su esposo, su nieto y su hija en 2014
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Liliana Bellone con Luis Ferrario y Antonio Ramón Gutiérrez en
2017
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Liliana Bellone con Marisa Martínez Pérsico,
Universidad La Sapienza, Roma, Italia
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10 — Publicaste ensayos y crítica literaria en numerosos
medios pero no los reuniste en algún volumen. ¿Sucederá?...
¿Cuáles serían tus libros concluidos y aún no editados? ¿Planeás
alguna otra novela? ¿No volviste a incursionar en la
dramaturgia?
LB —
Permanece, sí, inédito el ensayo sobre Borges y sus negaciones:
o sea, el amor, las mujeres, la novela y la ideología. Ya
sabemos que la cuestión del “otro” es determinante en Borges, el
semejante, el “otro” del espejo, el de la relación dual e
imaginaria de amor y odio: que es a partir de lo que abordo su
narrativa y su poesía.
Es posible que en algún momento reúna los ensayos y
crítica literaria en un volumen; es una gran idea y un gran
desafío, Rolando.
Además de “Michele. La
ópera no escrita de Giacomo Puccini”, a la que ya me referí,
tengo inéditos cuatro poemarios:
“El viaje y la palmera”,
“El infierno de los
amantes crueles”, “El
pez” y “La costura de
Hortensia” (Diploma de Honor “Carlos Alberto Débole”, 2013).
Algunos textos de esos libros aparecieron, entre otros medios,
en la revista “El Hipogrifo” de Roma, en el suplemento literario
del Diario “Pregón”, de San Salvador de Jujuy, que dirigió
durante años el poeta Néstor Groppa y luego la escritora Susana
Quiroga, en los suplementos literarios de “El Tribuno”, “Punto
Uno”, y en el “Intransigente” de mi provincia, que dirige el
escritor Ricardo Federico Mena.
Estoy recopilando material para una novela histórica
sobre José de San Martín, centrada en la etapa de su estadía en
Lima, antes del desenlace de Guayaquil.
Quizá éste sea el secreto para poder seguir escribiendo, los
fantasmas o los sueños diurnos, como señala Freud, esos sueños
con los ojos abiertos, lugar de cruzamientos, velo último que
recubre lo que los poetas descubren: al que no se accede, que
apenas se puede vislumbrar y del que retorna mortalmente herido,
ya sin ser el mismo, ese lugar que es el lugar de lo real, la no
palabra, el agujero, lo que nos precede y lo que nos sucederá,
como en la naturaleza, como en el universo.
En cuanto a textos teatrales, si bien es cierto que incursioné
en ellos en mi juventud, no es un género al que regresé. Salvo
en “…y sonaba el minué”,
una pieza dramática bastante crítica y mordaz sobre los
prejuicios provincianos. De todos modos, en algunas de mis
novelas, intercalo secuencias teatrales, como en
“Eva Perón, alumna de
Nervo”, donde hay un diálogo entre Eva Perón, la Primera
Dama y Evita, la militante. La dramaturgia ofrece una
concentración temporal inherente a su finalidad, que es la
puesta en escena; hay que escribir para una o dos horas de
representación. Lope de Vega concebía en una noche una pieza
teatral. Esa temporalidad condensada, cercana a la poesía, una
especie de presente constante, es lo más atractivo de la
escritura dramática.
Liliana Bellone con Nancy Alonso y Mirta Yáñez, La Habana, Cuba,
2017
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Liliana Bellone con María Eugenia Carante y Luis Ferrario en
2017
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Liliana Bellone con Ernesto Sierra, Antonio Ramón Gutiérrez,
Luis Toledo Sande y Roberto Manzano en La Habana, Cuba
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11 — ¿Así que “después de
escribir la novela “Augustus”
me reconcilié con mi entorno familiar y con la sociedad salteña”?...
LB —
En un comienzo sentí esa reconciliación pero, con el tiempo, me
di cuenta de que era transitoria. Tal vez, por ser la primera
novela, hay una especie de exorcismo de fantasmas familiares y
sociales. Esos fantasmas se van desplazando a otros espacios y
otras historias; así surgieron los relatos sobre los años ‘70,
sobre la vida de Evita, etc. Escribí
“Augustus” en 1984.
La presenté en varios concursos de la provincia, entre ellos el
de una Fundación de un conocido Banco; era un Premio Regional, y
el jurado optó por las escrituras más tradicionales y las
temáticas aceptadas por el imaginario lugareño. También procuré
publicarla a través del apoyo oficial, pero sin éxito.
“Augustus” era (y es)
una obra demasiado crítica sobre el ámbito provinciano. Marzena
Gregorcyk, profesora y crítica norteamericana, me sugirió
presentar el libro en la Casa de las Américas. Cuando me enteré
que había sido premiado por la Casa, te imaginarás cuán
sorprendida quedé. En Cuba —ya lo dije— había encontrado a mis
lectores.
Liliana Bellone con Liset García y Luis
Toledo Sande, La Habana, Cuba
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Liliana Bellone con Liliana Massara, Liset García y Antonio
Ramón Gutiérrez en 2014
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12 — Destacan en tu historial de reconocimientos aquellos
que te fueron concedidos (Huésped de Honor, Diplomas de Honor,
homenajes, ediciones y premios) no sólo por entidades privadas
sino también municipales, provinciales y nacionales.
LB —
Son gratificaciones que, de alguna manera, actúan como
incentivos para proseguir la tarea de escribir, una tarea
solitaria. También implican una devolución de lectura y
recepción de parte de la sociedad, la destinataria, en última
instancia, de lo que se escribe.
Liliana Bellone con Liliana Massara y Liset García en La Habana,
Cuba, 2014
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Liliana Bellone con Liliana Massara y Antonio Ramón Gutiérrez
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Liliana Bellone con María Kodama y María Eugenia Carante
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13 — ¿Tuviste ocasión de conversar con el presidente de
la Casa de las Américas, Roberto Fernández Retamar? ¿Qué
diálogos han quedado en vos como atesorables?
LB —
Conocí a Fernández Retamar en la Feria del Libro de Buenos Aires
en 1993, cuando me entregó el Premio Casa de las Américas. Ese
mismo año, él publicó
“Fervor de la Argentina” en la Editorial Colihue, donde se
reúnen las voces que se anticiparon en su
“Calibán” (de 1971),
o sea Borges, Sarmiento, Martí, con el advenimiento de Ezequiel
Martínez Estrada, César Fernández Moreno, Julio Cortázar y
Leopoldo Marechal.
Luego volví a encontrarlo varias veces en La Habana, y de sus
conversaciones recuerdo de nuevo las alusiones a Borges, a quien
reverencia, a pesar de haber sido muy crítico de su literatura
en “Calibán”, ya que
lo consideraba
“patéticamente fiel a su clase”. Sin duda que la calidad de
la escritura borgeana se impone por sobre ideologías y Fernández
Retamar valora en este punto al maestro.
En muchas ocasiones también charlé con Joaquín Giannuzzi,
quien, como algo ya anticipé, solía veranear en Campo Quijano,
llamado el Portal de los Andes, pues se ubica al inicio de la
ruta que
lleva a Socompa, un paso andino que une la ciudad de
Antofagasta, en Chile, con la provincia de Salta. Él nos
transmitió su manera peculiar de ver la vida y
la poesía, y sobre todo su ética con la escritura. El personaje
Joaquín De Gennaro, uno de los narradores de
“Eva Perón, alumna de
Nervo”, está inspirado en Giannuzzi.
Liliana Bellone con Laidi Fernández de Juan, La Habana, Cuba,
2017
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Liliana Bellone con Enza Barci
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Liliana Bellone con Cayetano Zemborain
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Liliana Bellone en el Centro Dulce María Loynaz, La
Habana, Cuba, 2014
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14 — ¿Por qué escribir una novela sobre Eva Perón?...
LB —
Estás apuntando al título de la conferencia que ofrecí en el
Centro de Estudios Martianos de Cuba en 2013.
Sobre Eva Perón ya se ha escrito mucho; por lo que pensé en
mostrar los aspectos desconocidos de su historia. Indagué su
infancia, su juventud, sus lecturas, los poetas a quienes
recitaba, su relación con la madre y los hermanos, los años
difíciles en Los Toldos y en Junín, y traté de rescatar a un ser
de carne y hueso. El hilo de Ariadna fue Amado Nervo y su poesía
mesiánica, modernista y estoica, poesía de la que Evita era
asidua lectora.
Desde pequeña,
en la escuela, ella
recitaba los poemas de Nervo, casi siempre cargados de un
tánatos y un espíritu sacrificial que luego se concretó en su
vida. Por eso, se puede arriesgar la siguiente
afirmación, que sería el sustento de la novela: la existencia de
Eva Perón está escrita en la poesía de Amado Nervo.
Al comenzar a concebirla se me planteó la cuestión del ritmo
narrativo. Ya en
“Augustus” sentía la cadencia entrecortada de
“Pedro Páramo” de
Juan Rulfo y el sonido continuo de
“Las olas” de
Virginia Woolf. En “Eva
Perón, alumna de Nervo” se impuso el ritmo poético. Con el
devenir de la escritura me di cuenta de que predominaba la
musicalidad del soneto. La novela está estructurada en cuatro
partes concatenadas que se entrelazan y repiten como en esa
composición métrica. Seguramente en Italia, esa cadencia se hizo
audible por las oraciones cercanas al endecasílabo. Por eso
opino que la versión italiana es más rica desde el punto de
vista sonoro.
Con Jesús David Curbelo y Antonio
Ramón Gutiérrez en Centro Dulce María Loinaz, La Habana, Cuba,
2017
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Liliana Bellone con Luis Toledo Sande y Joaquín Giannuzzi
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Liliana Bellone con Roberto Manzano y Ramón Antonio Gutiérrez,
La Habana, Cuba, 2017
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15 — De un
narrador a otro en la novela
“Leviatán” de Paul
Auster: “—He llegado a un
punto en el que ya no sé qué estoy haciendo —dijo—. No sé si es
bueno o malo. No sé si es lo mejor que he hecho nunca o si es un
montón de basura.” ¿Alguna vez estuviste cerca de sentir
algo así?
LB —
Una suele dudar a veces de lo que escribe, pero siento que mis
libros son creaturas engendradas por mis deseos y fantasías, por
lo que los amo a pesar de percibir por ellos cierto sentimiento
de extrañeza. Las creaciones de un escritor son producto de él
mismo y de quienes lo han precedido en la vida y en la
literatura, por lo tanto no podría considerar todo eso como
basura aunque nuestro ser pueda transmutar y transmutarse en
desecho. El receptor, siguiendo a Umberto Eco, que es quien
pondrá sentido a las producciones literarias y artísticas en
cooperación con el escritor, es el que decidirá el lugar de
vanguardia, museo o historia a donde se dirige la escritura y,
por qué no, también el lugar del olvido, del residuo, del
borramiento y del desecho. Si bien a veces una piensa que lo
escrito no reviste mayor valor y a pesar de que en un momento de
mi vida destruí algún manuscrito, ahora siento una especie de
compasión por esas producciones: tal vez sea autocompasión.
Liliana Bellone con Ibrahim Hidalgo Paz en el Centro de Estudios
Martianos, La Habana, Cuba
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Liliana Bellone con Fernanda Agüero, Antonio Ramón Gutiérrez,
Teresa Leonardi Herrán, Idángel Betancourt, Eduardo Robino y
Marcelo Sutti
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16 — ¿Creés en el azar? (Y me hago cargo de que pudieran
vos u otras personas llegar a opinar que preguntar esto a un
escritor es estúpido.)
LB —
Causalidad y azar parecieran ser los dos fundamentos de la
realidad, opuestos y excluyentes entre sí, pero que se combinan
en el entretejido de la literatura de manera asombrosa y,
diríamos, misteriosa. Lecturas, interpretaciones, escrituras y
reescrituras se rigen por las leyes de la causalidad, de modo
tal que los encuentros casuales no son tales. Escribimos movidos
por esas causalidades que aparecen vestidas de azar, pero en
realidad escriben en nosotros la literatura y la historia que
nos hablan.
Lectura-escritura en una banda de Moebius infinita, interceptada
por la vida misma. Borges me llevó a Dante, Dante a Leopardi y
su retama, encontré esa retama en Pompeya, que es —salvando los
siglos de distancia y otras cuestiones— como nuestra perdida
Esteco, hundida por los sismos de 1692,
cuando la ciudad de Salta casi se hunde
también. Por ese camino fui a Capri, encontré a Elena Hosmann,
personaje de “En busca de
Elena”, relato con el que titulo mi último libro y que en
abril presenté en La Habana. Elena Hosmann era la esposa del
escritor e ingeniero caprense Edwin Cerio, el anfitrión de
Neruda en 1952 (recordar la película “El cartero”, dirigida por
Michael Radford, filmada en las islas del Tirreno, donde bogara
Odiseo, basada en la novela
“Ardiente paciencia”
de Antonio Skármeta, nacido por estas latitudes cercanas a los
Andes, en Antofagasta, donde el mar azul y la arena blanca se
parecen al mar de Grecia). Elena ya estaba en
“Augustus”: Elena
Campassi (por la reina de Italia, la esposa de Víctor Manuel) y
por Santa Elena, cuya fiesta es el 18 de agosto. Elena Campassi,
nacida un 18 de agosto, igual a Elena Hosmann, igual a Malva
Marina Reyes, la pequeña hija de Neruda, ahogada en su
hidrocefalia. 18 de agosto, día en que murió Balzac, leído por
los personajes de
“Augustus” (Augustus-Agosto, mes del Emperador,
Augustus-Augurio, mes de viento y tierra en Campo Santo-Comala,
mes del estío en Europa, de terremotos y lava como el 24 de
agosto del año 79 d. J. C., en que explotó el Vesubio —en 2016
el terrible terremoto que asoló gran parte de Italia fue también
un 24 de agosto—). Los personajes de la novela evocan a
“Eugenia Grandet” de
Honoré de Balzac, que representa a una triste provinciana,
encerrada en su aldea. Balzac murió el 18 de agosto de 1850, un
día después que José de San Martín, en Francia. San Martín, que
leía en francés, casi su segunda lengua, debe de haber leído a
Balzac. En agosto nació Borges (24 de agosto, fecha que rememora
la “Noche triste de San Bartolomé” en Francia). Fechas y
nombres: Elena o Helena de Surgère, que promoviera
“Los sonetos para Helena”
(1574), de Pierre de Ronsard, que es epígrafe de “El cuaderno de
tapas azules” (en homenaje a Leopoldo Marechal y a
“Zibaldone de
pensamientos” de Giacomo Leopardi) de mi novela
“Fragmentos de siglo”,
es también la de Pablo Neruda, en “Nuevo soneto a Helena”.
Fantasmas, reconstrucción de fantasmas (“El
escritor y sus fantasmas”, “Los fantasmas de Flaubert” de
Ernesto Sábato, “El poeta y los sueños diurnos” —fantasmas o
fantasías— de Sigmund Freud), fantasmas dentro de fantasmas,
trabajo del escritor. Como dice Borges, nuestras nadas poco
difieren, pues somos fantasmas atravesando la eternidad.
Liliana Bellone con Antonio Ramón Gutiérrez y graduadas y
alumnas de la Facultad de Artes y Letras de la Universidad de La
Habana, Cuba, 2017
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Liliana Bellone con Germán García y Mercedes Saravia
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Liliana Bellone con Luis Ferrario en 2017
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17 — ¿“Restituir a su
legítimo dueño”,
“Sopesar los pros y los contras”,
“No abusar de la
confianza”,
“Desplegar la creatividad” o
“Derivar a quien
corresponda”?...
LB —
Sabemos que el signo lingüístico se completa con lo que llamamos
entorno y contexto, o sea las circunstancias particulares y
concretas (materiales y lingüísticas) que rodean y constituyen
un acto de habla, en el que se ubican emisor y receptor. Ésta,
creo, es la razón por la cual muchas expresiones toman su
verdadero sentido según el momento en que se dicen, quien las
dice y a quién las dice.
“Restituir a su legítimo dueño”, es “per se”, bastante
elocuente, como lo indican las cargas semánticas de las palabras
“restituir”, “legítimo” y “dueño”. Como en la poesía, hay
palabras más fuertes, “palabras-cosas” que viven y tienen
espesor por sí mismas. Necesariamente, se significa y
resignifica desde el contexto y el campo semántico desde donde
se articula el mensaje.
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Liliana Bellone con María Rosa Lojo
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18 — En poesía, como en otros campos, hay quienes —vos
misma, Liliana, antes, en esta conversación— consagran como
“maestros” a determinados exponentes. ¿Designarías de este modo
a los siguientes poetas?: el chileno Pablo de Rokha (1895-1968),
el brasileño Carlos Drummond de Andrade (1902-1987), la peruana
Blanca Varela (1926-2009), el argentino Mario Trejo (1926-2012),
el paraguayo Elvio Romero (1926-2004).
LB —
Sin duda, los cuatro poetas que nombrás, figuras luminosas en el
mapa de la poesía latinoamericana, inmersos y productos de la
primera parte del siglo XX, y que han vivido intensamente su
época, que han “peleado” con la palabra y con su tiempo, son
dignos de ser considerados “maestros”. Por cercanía de
concepciones y de temas, por ser tan evocados por otros colegas
míos, tendría que nombrar a Mario Trejo, y a Elvio Romero, amigo
de mi comprovinciano Raúl Aráoz Anzoátegui. Elvio Romero, con su
voz que es el eco de Rubén Darío, de Amado Nervo (el poeta
mexicano continental y que todos leían en revistas y en
ediciones económicas), de Federico García Lorca y de Walt
Whitman. Elvio Romero era modesto y de modos sencillos, era un
hombre de la poesía...
Liliana Bellone - en La Habana, Cuba, 2013
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Liliana Bellone en Alessandria, Piamonte, Italia, 2016
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*
Liliana Bellone en 1988
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Liliana Bellone selecciona poemas de su autoría para acompañar
esta entrevista:
Mujeres de Argel en su casa
(Delacroix-Óleo-1834)
Por los remotos caminos del desierto
Vendrían sus sueños
A poblarles el silencio embriagado de sándalo y de incienso.
—Tal vez, la dulce rosa no dormía en la oreja
Sino que amasaba un gusano largo
y verde—
La sombra de las miradas ha ido acariciando el tiempo
Y lo han llenado de un polvo aterciopelado
Asfixiante y eterno.
Ellas cerraron sus puertas y se quedaron
En su tumba de quietud
Repugnante
Y muerta.
(de “Retorno”, 1979)
*
dulcia linquimus arva
hay un lugar hermana
donde las tardes se deslizan
silenciosas
un lugar hermana
donde las manos se entrelazan
para aguardar la cena de pescado
para no escuchar
los ultrajes del tiempo
una loza que se rompe
cierta arruga en la frente
nada se escucha
sólo el atardecer
y los eucaliptos que se mecen
ajenos.
(de “El cazador”, 1991)
*
de las novelas ejemplares
has huido conmigo
me has raptado cruelmente
pero tornarás a esta alcoba
donde me amaste
yo vi la luna y el jardín
anhelé la prisión
enciérrame
hombre cruel cien veces cruel
tu leocadia te implora
(De “La travesía del cuerpo”, 1992)
*
Le temps retrouvé
Ya no está la casa con enrejados
Y el muñeco de porcelana
Que elegí en Casa Arrozarena
Para Reyes
Tampoco está el traje verde mi padre
Ni sus moñitos azules y grises
Ya no están sus sombreros
Ni su lapicera fuente
Ni su letra cuando corregía
Las interminables tareas de los alumnos
No están los días claros y la ventana
Con dalias y crisantemos
Como en la foto con mi hermano
En aquellos gloriosos cinco años
No están las siestas y los helados
Y mis padres del brazo
Como dos actores de cine
Y yo mirándolos
Yendo a la plaza
A la Confitería Bambi
A tomar una naranjada
En esos veranos gloriosos
De los cincos años.
(“La costura de Hortensia”, inédito)
*
La costura de Hortensia
Cose Hortensia
En la galería con geranios cose y recuerda la tarde
Cuando la llevaron a visitar a su abuela
Una tarde con geranios
Y la abuela cosía con hilos
De colores una alfombra rara
Para volar
En esos años las tardes
Y los días eran largos muy largos
Hortensia cose con hilos blancos
Los volados de su blusa de organdí
Han caído al piso cintas
Puntillas y dedales
Vienen desde el túnel del tiempo
Su tía
Y su bisabuela
Perfumadas
En un coche tirado
Por caballos negros
Un coche extraño que ella veía en un corredor
Donde había otros coches
Pomposos
Porque eran tiempos
De pompa
Y había que inclinarse
Como lo hacía la abuela
Con su sonrisa blanca
Y sus manos como husos
Que cosía y cosía
Junto a Carmen que cosía y bordaba
Con hilos celestes como si fuesen
Hilos de luna
El verano me ha traído un recuerdo
Piensa Hortensia
Pero también
El olor de la tierra mojada
En febrero
Las manos de Crisóstomo
Sobre mis dedos
Que jugaban un anochecer
Crisóstomo
Voy ahora casi azul
Con mis venas de nada
A tu encuentro
Sobre un horizonte de capullos
Pierdo pie y caigo
A la laguna
Donde bogan patos salvajes
¿De dónde llega
Este olor
A tierra mojada?
Hace mucho calor Hortensia
En febrero
Hay truenos
El jazmín atribula el aire
Duérmete
Liliana
(De “La costura de Hortensia”, inédito)
*
Orlando
CRECEN VARAS DE AZUCENAS…
Como las vidas
Siglo XVIII
Te gustaban las danzas
Corteses y un collar de oro y peras
Con una coronita de brillantes
Y las rosas
Llegaste a los treinta años
Pobre niña
Tu abuela a los treinta y ocho
Una bisabuela a los cuarenta y dos
Una amiga de la infancia
A los veinticinco
Siglo XIX
Al son del clavicordio
Bailaste
Una prima se murió de amor
La sepultaron en una cripta
Con vitrales góticos
Tu hermana llegó a la vejez
Cerca de los setenta y cinco
Era una anciana blanca
Y fría
Como la luna
Siglo XX
Cuando Lugones la conoció
Escribió el cuento
“Abuela Julieta”
Algunos dicen que la amó
En su fantasía de poeta
Tu madre recordaba
Otras épocas
Abanicos y abuelas austeras
Vestidas de negro
Con relicarios de plata
Sobre el pecho
Y que posaban tiesas en sus corsés
Para las fotografías
Tu madre se había casado en 1910 con un inmigrante italiano
En la iglesia de un
pueblo antiguo
Entre las montañas
Su traje era de raso bordado
Y seda
Belladurmiente
Vas hacia Titón en Neptuno
Te conviertes en oruga
En una orquídea
Gigante
En la oreja de la mujer
Del cuadro de Delacroix
Que fascinaba a Baudelaire
A esperar el amor que viene
Desde el desierto
A la penumbra
Y a la muerte
Tal vez la dulce rosa no dormía en la oreja
Sino que amasaba un gusano largo y verde.
(de “La costura de Hortensia”, inédito)
*
Liliana Bellone en 2015
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(2) Liliana Bellone con Graciela
Pérez en camino a Iruya, Salta, Argentina, 2017
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las
ciudades de Salta y Buenos Aires, distantes entre sí unos 1500
kilómetros, Liliana Bellone y Rolando Revagliatti, julio 2017.
www.revagliatti.com
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