Alfredo Palacio: sus
respuestas y poemas
Entrevista realizada por
Rolando Revagliatti
Alfredo Palacio
nació el 23 de diciembre de 1949 en Buenos Aires, ciudad en la
que reside, la Argentina. Fue incluido en antologías poéticas de
su país y del exterior y textos suyos han sido traducidos y
publicados en portugués, catalán y francés. Además de haber
colaborado en revistas de soporte papel, lo ha hecho en Sitios,
blogs y revistas electrónicas de América y Europa. En 2007
co-dirigió con Alicia Grinbank, Alberto Boco y Rolando
Revagliatti el Café Literario “Mirá Lo Que Quedó” en el Centro
Cultural “Raíces”. En ese mismo año se editó su poemario
“Filamentos”
(Ediciones del Dock; Faja de Honor de la Sociedad Argentina de
Escritores, filial Tafí Viejo, provincia de Tucumán, 2009;
Primer Premio a mejor libro editado entre 2005-2010, otorgado en
Santa Rosa, capital de la provincia de La Pampa, 2010).
Permanecen inéditos
“Segundos afuera” (2009) y
“BluesEros” (2011;
Primer Premio en el 1º Concurso Internacional de Poesía Marosa
Di Giorgio, en Salto, Uruguay, 2013). Ha obtenido varios
primeros premios y numerosas menciones en certámenes nacionales
y de Uruguay, México y España.
1 — Naciste en el
barrio donde transcurrió la infancia de Roberto Arlt.
AP
— Nací en el barrio de Flores y allí residí hasta los veintitrés
años. Desde entonces, en diversos barrios (en la actualidad, en
el de Colegiales), y sin salirme de los límites de nuestra
ciudad. Cursé estudios primarios y secundarios en la escuela
pública, universitarios de abogacía, abandonados, en la
universidad pública y en la privada, y estudios terciarios sobre
temas de banca, economía y administración de empresas en
universidades privadas. Soy consultor empresario, hace unos
veinte años que trabajo por mi cuenta, tras larga trayectoria en
el sistema financiero y empresario.
Esperaba ansioso los extensos veranos de mi niñez para
dar cuenta serialmente de la recordada Colección Robin Hood:
“Ivanhoe”,
“El príncipe valiente”,
“Bomba”, “Los
caballeros del Rey Arturo”,
“El último mohicano”,
las novelas del italiano Emilio Salgari (1862-1911), las que
tenían a D’Artagnan como protagonista… Y es a los seis años que
empiezo mis estudios de inglés, los que continuaría hasta los
dieciocho: pura gramática inglesa e increíbles lecturas en ese
idioma: Oscar Wilde completo, John Steinbeck, William
Shakespeare, Somerset Maughan, Pearl S. Buck, J. D. Salinger,
etc. Hasta que comenzó a decaer mi entusiasmo por la lengua
británica. Tuvimos la explosión de The Beatles y la movida de
los ’60, y allí me enfrasqué en interminables traducciones de
las letras de los grupos de rock. Tanto o más que la literatura
en mi vida predomina la música (ejercí de disc jockey). Gran
parte de mi creación literaria se maridó a la par de Pink Floyd,
Joan Manuel Serrat, Bill Evans, Keith Jarrett, Silvio Rodríguez,
John Coltrane, Astor Piazzola, Dexter Gordon, Egberto Gismonti.
Mis instrumentos predilectos son el saxo tenor y el contrabajo.
Respecto de mi máximo deseo, Rolando, me reconozco como un
músico frustrado.
Mis rudimentarios intentos de expresión poética se
avizoran allá por mis diecinueve años, con las clásicas
versificaciones promovidas por mi primer amor arrasador. Me doy
a transitar la Generación Poética Española del ’27 (con
preferencia hacia Vicente Aleixandre, Luis Cernuda y Federico
García Lorca), Paul Eluard, Dylan Thomas, René Char, Jacques
Prévert, Henri Michaux, Arthur Rimbaud… Pero el impacto que me
instó a vincularme intensa y definitivamente con la poesía fue
cuando descubro en una Feria del Libro, un pequeño volumen de
Monte Ávila, soberbia editorial de Venezuela, que contenía
“Poesía vertical” (de
la primera a la quinta colección de esa dilatada propuesta) de
Roberto Juarroz (1925-1995). Aquello fue un descubrimiento sin
retorno: perdura como mi poeta favorito y por su obra me percibo
influenciado. Potenciándose con Eluard y Rimbaud más ciertos
libros de Antonin Artaud, y tres locales y esenciales: Joaquín
Giannuzzi, Raúl Gustavo Aguirre, Edgar Bayley.
Alfredo Palacio con Alberto Boco en 2008
2 — Ya afiatado
lector, ¿qué siguió sucediendo?
AP
— En compañía de mi amigo y hermano de vida, el poeta Alberto
Boco, llego al taller que coordinaba Mario Morales, maestro,
disparador y ordenador a la vez, de todo ese material que
caóticamente venía abordando. Me lanzó a las poéticas de la Beat
Generation: Gregory Corso, Lawrence Ferlinghetti, Allen
Ginsberg, así como a las de Ezra Pound, T. S. Elliot, William
Blake, Allen Tate, Hart Crane. Consubstanciado con el ritmo y la
musicalidad que hallé en la lengua inglesa, procuro acceder a mi
voz propia. En el taller conozco a quien fue convirtiéndose
también en una hermana de vida, la escritora Alicia Grinbank.
Tras dos años con Morales, Alicia, Alberto y yo hicimos taller
durante un año con quien representa su antítesis: el poeta y
ensayista Santiago Kovadloff. Enriquecedoras ambas incursiones.
Y aunque después estuve casi doce meses sin trazar un verso en
el papel, asumí que había hallado lo que sin saber,
intuitivamente, fui a buscar: la síntesis, el peso del
sustantivo, la moderación y cautela con la adjetivación. De ahí
en más, en solitario y permanente trabajo, generé una estimable
autoexigencia en la resolución de mis textos, desembocando en el
verso en general breve y preciso. En la última década advierto
en mí además el hálito de las poéticas de Juan García Gayo y
Marcos Silber, y la de otros dos que me impactaron por su poesía
potente y descarnada: Miguel Ángel Bustos y Jorge Boccanera.
Alfredo Palacio con Jorge Boccanera en 2012
3 — En muchas
ocasiones, a lo largo de treinta años, participaste en mesas de
lectura, en ciclos de
poesía, en festivales. Escasas son las declaraciones de los
escritores en cuanto a los aspectos negativos o ingratos de
numerosas de esas propuestas.
AP
— En ese más que
extenso período de participar en la movida poética porteña (con
algunas incursiones leyendo en las ciudades de Junín, Rosario,
Tucumán y Campana), leí en ciclos por demás diversos, buenos,
regulares y pésimos. Resaltando siempre el empeño y buena
voluntad de los organizadores, los hubo (y los hay aún) por
demás “multitudinarios” (en uno éramos once los invitados para
leer…), donde a los concurrentes se les debe producir no poco
enjambre de voces, además de que siendo tantos, cada invitado
alcanza a leer un par de textos, o algunos más si son muy
breves, que para nada llegan a representar ni su voz ni su
estilo. Es como cuando en nuestra época de estudiantes
secundarios abordábamos la historia medieval con los resúmenes
Lerú. En cuanto a lo ambiental, muchos reductos son incómodos,
sin un equipo de sonido que permita escuchar con claridad.
Además irrumpen los que, desempolvando su crecido ego, se toman
por su cuenta el doble o triple de minutos que sus colegas, así
como están los coordinadores que incurren en severos desniveles
en cuanto a la calidad poética de los especialmente invitados.
Un condimento que nunca apoyé es el “micrófono abierto”
(sabés que fue todo un tema cuando estábamos armando “Mirá Lo
Que Quedó”). Si bien admito que hay que dar oportunidades de
leer a todos, sucede que de repente en esa lectura hay un poeta,
digamos, consagrado, y algunos que “ejercen” el micrófono
abierto casi aún no saben lo que es un poema. Es una falta de
respeto para el poeta en cuestión, y también para el
principiante, pues es inevitable compararlos, y hasta suele
generar un trauma en el principiante, al percatarse que él
todavía ni arrancó en el oficio. Soy partidario de mesas de
lectura que no excedan de los tres poetas, e idealmente dos. Eso
permite que cada uno desarrolle el devenir de su obra y que
quienes los escuchan terminen conociéndolos medianamente.
4 — ¿A qué poetas
destacarías por su forma de leer en público? ¿Coincidirías
conmigo en que muchos boicotean sus presentaciones leyendo
demasiado bajo o resistiéndose a “apuntar” hacia el micrófono o
poniéndose a buscar entre papeles o entre libros de forma
improvisada o dando explicaciones insustanciales o…?
AP —
Concuerdo
absolutamente con vos en eso de boicotear la propia lectura;
abundan los que así proceden. Y me inquietan aquellos/as que
explican cada poema antes de leerlo (en ese escenario, cualquier
explicación es banal e insustancial). También me exasperan los
que empiezan a hurgar papeles (que nunca encuentran) y esa
lectura se transforma en una penosa y nerviosa espera por parte
de quien escucha. Cuando soy invitado a alguna lectura llevo
preparado el material, y otro alternativo (hoy está de moda
decir “el plan B”), por si me otorgan unos minutos más, o porque
descubro, cuando estoy leyendo, que no prefiero lo que
seleccioné.
Por suerte hay muchos poetas a los que es (o ha sido) un
placer escuchar; citaré al voleo apenas un puñado: Leopoldo
Castilla, Gerardo Lewin, Beatriz Schaeffer Peña, Leonardo
Martínez, Martín Andrade, Concepción Bertone, Luis Benítez,
Marion Berguenfeld, Héctor Miguel Ángeli. Tuve ocasión de
disfrutar lecturas de Antonio Gamoneda, Ángel González y Luis
García Montero, soberbios poetas españoles, como asimismo del
chileno Gonzalo Rojas.
Alfredo Palacio con otros escritores
5 — Me informé, pero de un modo que no llegó a darme idea
de qué se trataba exactamente, que con Alicia Grinbank y Alberto
Boco has realizado u organizado lecturas y mesas de debate. ¿De
qué se ha tratado y en qué contextos?
AP
— No exactamente organizamos mesas de lectura, sí lecturas
puntuales. Una de esas fue en el Café “Bollini” cuando cumplimos
sesenta años (somos los tres del ‘49), y que llamamos “60 poemas
y ninguna flor”. Boco y yo presentamos, en una librería de
Campana, nuestros libros
“Riachuelo” (él) y
“Filamentos” (yo) con la participación de periodistas
literarios de la zona, que derivó luego más que a un debate, a
una charla con los asistentes.
6 — ¿A qué traductores de habla inglesa valorás más?
AP —
El mejor de
todos, por su dominio de varios idiomas además del inglés, ha
sido Borges. Es notable el trabajo que ha hecho Rodolfo Alonso,
y destacable la tarea de Elizabeth Azcona Cranwell y Alberto
Girri. En cuanto a la traducción de la Generación Beat, sin
lugar a dudas, Marcelo Covián. También es buena la traducción
del narrador César Aira de la poesía de Allen Tate.
Alfredo Palacio con Norberto Barleand, Alicia Grinbank,
Jorge Ariel Madrazo ,Marta Braier, Marcos Silber y Antonio Requeni
7 — Precede en
la novena página de tu único poemario publicado: “FILAMENTOS
– ‘hilo en espiral que genera la temperatura en las lámparas
incandescentes’ – ‘obra formada por hilos’ - ”
¿Proceso de escritura de
“Filamentos”?
AP
— No hubo
proceso de escritura de ese poemario. Llegado el momento de
decidir su edición (y la necesidad de publicar mi primer libro),
seleccioné textos escritos entre 1984 y 2004. Tal vez, por la
fecha de publicación y la data de los textos, no sean un cabal
reflejo de mi escritura al momento de publicarse, pero sí de mi
propuesta y voz propia.
Alfredo Palacio con Susana Fernández Sachaos en 2007
8 — Dos poemarios
están a la espera de socialización. El título del que concluiste
en 2009 remite al boxeo; el del que concluiste en 2011, a la
música. ¿Proceso de escritura de ambos…? Y, complementariamente,
¿en qué obra, formada acaso por otros hilos, estás en los
últimos años?
AP
— Si bien el título
“Segundos afuera” remite al boxeo (orden del árbitro de un
combate a los entrenadores y asistentes que deberán bajar del
ring antes de iniciarse la pelea), no responde en mi caso a ese
deporte: establecí su título por lo que supone el contenido.
“BluesEros” (así se
escribe), está en la línea de la sensualidad, no del erotismo,
vinculado a relaciones con mujeres, y partió de un poema
incluido, “Baby Face”, el que hace referencia al blues, género
musical que disfruto por su tensión, dramatismo, oscuridad y
pasión.
En los últimos años, y hoy día, ando enredado en los
mismos hilos. Adhiero a lo que una vez adujo Roberto Juarroz:
“Un poema nunca se
termina, sólo se abandona”. Mantengo los mismos paisajes,
vivencias, tramas, involucramientos y decepciones que voy
expresando desde diferentes miradas y momentos. Morales alguna
vez sostuvo que la única verdad es repetirse.
Alfredo Palacio con la poeta María del Carmen Suárez
9 — El año pasado
una escritora me dijo que jamás se le ocurriría escribir una
determinada palabra; y con anterioridad, en charlas informales
oí a otros escritores afirmando que detestaban tales y cuales
vocablos y que no los usarían. ¿Tenés los tuyos, que rechazás al
punto de inferir que jamás los escribirías?
AP —
No registro
aversión por ninguna palabra; las hay que, aunque eventualmente
desagradables, pueden encontrar su lugar y hasta justificación
de acuerdo al contexto del poema. Respeto toda expresión
poética, como también la absoluta libertad para desplegar su
lenguaje. Desde hace bastante tiempo el idioma se viene
degradando, y eso no deja de reflejarse en la poesía, más entre
los más jóvenes.
Alfredo Palacio con Alberto Boco y José Luis Mangieri
10 — Párrafo de la nouvelle “Prisión perpetua” de Ricardo
Piglia: “No hay nada tan
abyecto, dijo Lucía, como la convivencia de un hombre y una
mujer. En teoría podemos comprender a una persona, pero en la
práctica no la soportamos. El matrimonio es una institución
criminal. Con los lazos matrimoniales siempre termina ahorcado
alguno de los cónyuges. En eso reside el sentido de la fórmula
“hasta que la muerte nos separe”. El matrimonio: esa
institución: ¿cómo la ves?
AP —
Incurrí en dos
matrimonios, el primero por siete años; el segundo, tras un
paréntesis de cinco, se extendió por diecinueve. Las
experiencias dentro de esa “institución” son muy personales como
para ser tomadas en cuenta por otros. A una década ya del último
final, no incurriría en la experiencia, aunque no la objeto. La
fórmula “hasta que la muerte nos separe” quedó en desuso a
partir del vértigo de la vida actual. Por otra parte, no
garantiza absolutamente nada, y mucho menos que se sea feliz
hasta que la parca los convoque juntos, a menos que sea para
abaratar costos…
Alfredo Palacio con R. Fanelli, M. Ortiz, M. Berguenfeld, R.
Glorioso, H. M. Ángeli, R. Balseiro, H. Laitano, D. A. Sorbille,
A. Polti, J. García Gayo y otros escritores
11 — ¿Matizamos con un juego? Imaginemos la estructura
posible de un eventual texto literario:
“No sabemos si
sobrepasan los 500.000 esclavos…”,
“No nos consta que hayan perecido 1.000.000 de…”,
“Nos resultan antojadizas
las estimaciones que determinan que…”: ¿rellenarías,
completarías, proseguirías lo sugerido?
AP —
En verdad, ni
rellenaría ni completaría ni proseguiría lo sugerido; no puedo
allanarme a la proposición, pues jamás sería tema de un poema
mío. Por otra parte, no soy afecto a los juegos.
Con la poeta Concepción Bertone
12 — De “antepasados de la poesía visual” nos habla Raúl
Gustavo Aguirre en “Las
poéticas del siglo XX”:
“Se atribuye a Teócrito de
Siracusa (308-240 a. C.), el creador de la poesía bucólica, una
composición titulada “La siringa”, que presenta la forma de este
instrumento. Simias de Rodas (hacia 300 a. C) escribió poemas
que reproducen las figuras de un huevo, de un hacha de dos filos
y de un par de alas, con doce versos o ‘plumas’. Dosiadas (hacia
300 a. C.) es autor a su vez de un “Altar” dedicado por Jasón a
Palas Atenea, que es sin duda el más célebre de los poemas
visuales de la Antigüedad. (…) Publio Optanciano Porfirio (hacia
324 d. C) escribió numerosos poemas ‘figurativos’. Más tarde,
Venancio Honorio Clementiano (530-609) también contribuirá a
este tipo de composiciones con sus emblemas y laberintos. De
Rabano Mauro, discípulo del célebre Alcuino, conocemos
veintinueve poemas con figuras y textos escritos en negro y rojo
superpuestos. Otro antecedente es el libro “Los fenómenos”, del
poeta griego Arantus, que ilustró Julius Hyginus en el siglo X.”
También cita Aguirre al inglés Stephen Hawes, que en 1509 en un
libro incorporó un poema figurativo que se hizo célebre y fue
muy imitado. Francisco Rabelais (¿1494?-1553) en su
“Gargantúa y Pantagruel”
introdujo un himno báquico con forma de botella. Y ya más
cercano, Stéphane Mallarmé. Los futuristas practicaron
combinaciones tipográficas. Y tenemos a Guillaume Apollinaire
con su “Calligrammes” (1918), a Tristan Tzara, a Vicente Huidobro, a
Vladimir Maiakovsky. Y el listado podría seguir con Ilia
Zdánavich, Carlo Belloni, innovaciones visuales en algunos
poemas de César Vallejo, Paul Eluard, E. E. Cummings, Dylan
Thomas, Ezra Pound, Décio Pignatari, Augusto de Campos, Haroldo
de Campos. ¿Qué te sucede como lector, como “visualizador”, cómo
repercute o ha repercutido en alguna etapa?
AP —
He abordado, con optimismo, un diez por ciento de lo que
informás a partir del libro de Aguirre. No discrimino, como
lector, los efectos que me produce la poesía. Si tiene ritmo,
música, su tiempo y me permite elaborar mis visiones, la adopto
de inmediato y seguramente producirá efectos en mí. Un gran
amigo y poeta, José Emilio Tallarico, de los mejores lectores de
poesía que conozco, una vez, escuchando textos míos, dijo que mi
poesía eran “paisajes
mentales”: acaso
medianamente emparentada entonces con cierta visualización.
13 — En una de las últimas páginas de su
“Salvo el crepúsculo”,
establece Julio Cortázar:
“…agazaparse en la ironía, mirarse desde ahí sin lástima, con un
mínimo de piedad…”
¿Qué poetas o poemas donde impere la sátira, la
insolencia, la socarronería, la broma, la agudeza, la acrimonia,
atinarías a destacar?
AP —
No recuerdo
poemas de esas características. Aunque los hay notables, de los
que podríamos llamar “serios”, que contienen elevadas dosis de
sátira o socarronería. En ese campo incluyo a Gonzalo Rojas, en
cuya obra se advierten algunas de esas premisas. Y está dentro
de una gran poesía.
Con Jorge Arbeleche y otro escritor en Uruguay 2013
14 — ¿Qué leés “por arriba”? ¿Qué leés “picoteando”? ¿Qué
leés trastabillando?
AP —
Por arriba,
picoteando, leo libros de poesía en las librerías, para ver si
tal autor o su poesía pueden interesarme. Trastabillando no leo
nada, es por demás incómodo, y peligroso para mis averiadas
rodillas.
Con el narrador Carlos Pereiro
15 — ¿Qué películas basadas en novelas, o eventualmente
en biografías u otros géneros literarios, recomendarías?
AP —
En general las
inglesas me parecen impecables en su conjunto de adaptación,
actuación y sobre todo en la puesta de época. Me resultó muy
potente la interpretación de Stephen Fry como protagonista del
film “Oscar Wilde”, increíble, como también la participación de
Vanessa Redgrave. Son excelentes las que he visto sobre novelas
de las hermanas Brönte. Como cinéfilo, siempre disfruté
enormemente de los grandes directores y, en especial, de actores
y actrices británicos; por momentos siento que inventaron la
actuación, sea teatral o cinematográfica.
Alfredo Palacio con Griselda García y Marta Cwielong en
2016
16 —
¿Personajes que te hubiera agradado encarnar por un día o unas
horas? ¿De qué escritores (de todos los tiempos) te gustaría ser
amigo o al menos tener una charla larga y tendida?
AP —
No me hubiese gustado encarnar a nadie ni por un día o unas
horas, bastante trabajo he tenido, tengo y tendré por el tiempo
que me reste en ser yo mismo, y de encarnarme, claro. Con
respecto a escritores con los que me hubiera agradado charlar un
buen rato en algún bar porteño o de París: Cortázar, sin dudas.
Me alucinan su mente brillante y creatividad. Tuve la fortuna de
compartir un par de encuentros intensos con Roberto Juarroz y en
menor medida con Ernesto Sábato, Antonio Gamoneda, Mario Trejo,
Francisco Madariaga, Edgar Bayley y Jorge Boccanera. Acaso una
cuenta pendiente para esa propuesta sería con Odysseas Elytis,
el mexicano Efraín Huerta, Joaquín Giannuzzi, Enrique Molina,
Dylan Thomas. Y el listado podría seguir.
Alfredo
Palacio con Alejandra Ferraza y Luis Benítez y su esposa, en
2015
17 — ¿Te recomponés rápida y satisfactoriamente de
situaciones que te confunden y desconciertan?
AP —
Acontecieron más de las que quisiera, y la posibilidad de
recomponerme en forma rápida y satisfactoria depende de la
intensidad de la confusión y desconcierto que me produzcan. Lo
que más me afecta y me cuesta remontar es la traición.
Alfredo Palacio con Jorge Cambiaso, Ernesto Goldar, Susana
Fernández Sachaos, esposa de Cambiaso, Susana Cattaneo, Yadi
Henao y Graciela Wencelblat
18 — De una encuesta de
www.mardulceeditora.com.ar
adopto “la dulce pregunta… levemente
abyecta” (Daniel Guebel), que ahora te formulo: ¿contra qué
escribís?
AP —
No escribo absolutamente contra nada, jamás lo hice. No es el
camino de la poesía, de la mía, al menos.
Alfredo Palacio con Alberto Boco, Graciela Bucci y Roxana
Palacios
19 —
El 20 de junio
de 2007 en nuestro café literario, teniendo como invitada
especial a la poeta María del Carmen Suárez, leíste el texto
—inédito en la Red— que habiendo sido articulado con Alicia y
Alberto, vos redactaste, y que titularas “Evocación de Mario
Morales”. ¿Lo damos a conocer?
AP
— Sí, desde
luego, con pequeños retoques:
“Mario Morales nació en Pehuajó, provincia de Buenos
Aires, en 1936 y falleció en Buenos Aires el 29 de enero de
1987, a los 51 años. Fue discípulo de Roberto Juarroz y Antonio
Porchia, a quienes siempre reconoció como sus maestros. Con
Juarroz posteriormente desarrolló una amistad personal y una
estrecha conjunción poética que desembocó en la fundación de una
relevante revista, “Poesía=Poesía”, que produjo veinte números
entre 1958 (un Morales de apenas 22 años) hasta 1967.
Escribieron un poema conjunto, “El otro pensamiento”, el que
lamentablemente no pudimos encontrar entre la documentación
revisada para esta ocasión.
Poeta de profusa formación literaria, filosófica y hasta
religiosa (Profesor de Filosofía y Pedagogía, dictó Literatura,
Metafísica e Historia del Arte), fue en los ‘80 un factor
aglutinante de importantes voces poéticas con quienes formó el
que se conoce como grupo “Último Reino”: entre otros, Víctor
Redondo, Jorge Zunino, Daniel Chirom, Pablo Narral, Enrique
Ivaldi, Roberto Scrugli, Horacio Zabaljáuregui, María Julia de
Ruschi Crespo.
Con anterioridad había integrado otros grupos, siendo el
más relevante “Nosferatu”, el que llegó a editar doce números de
la revista del mismo nombre entre 1972 y 1978. Mantuvo estrecha
amistad con Edgar Bayley y Francisco Madariaga, con quienes
solían embarcarse en interminables veladas de letras, vida y
vino. Ha publicado entre 1958 y 1986, seis volúmenes de poesía:
“Cartas a mi sangre”,
“Variaciones concretas”,
“Plegarias o El eco de un silencio”,
“La canción de Occidente”,
“La tierra, el hombre, el
cielo” (conformado por los poemarios
“El polvo y el delirio”,
“El juglar de los ojos
ciegos” y “La
distancia infinita”),
“En la edad de la palabra”. Mantenía inéditos al menos otros
siete libros escritos entre 1962 y 1973 y un volumen de poemas
comprensivo de su obra entre 1981 y 1985.
Para Mario, “La poesía es la casa del relámpago”. Como afirma Daniel Chirom en
una justa, extensa y relevante nota en la Revista “El Jabalí”
(Nº 7, 1997), su poesía cumple lo que decía Morales en su último
libro: “Persigamos excesos”. Poesía inconformista, vital, áspera y
refulgente a la vez, jugando al filo del abismo con fragmentos
de sangre y silencio, con ese gesto anónimo que las hojas
escriben al caer en la soledad o en la tierra. A mediados de los
‘70 emerge una de las cofradías poéticas más amalgamadas de la
literatura argentina: la del neoromanticismo. Declaraba, desde
el inicio, su filiación con el romanticismo alemán (Von Kleist,
por ejemplo) y el surrealismo, tanto el francés como el de su
versión loca: el de los argentinos Enrique Molina
—fundamentalmente con su exquisito
“Hotel Pájaro”— y Olga
Orozco.
Nuestro paisaje político, como el del romanticismo o el
de la mística, era la noche; pero una noche sin alba ni
trascendencia, como la de una cárcel. Quizá la mayor noche de
nuestra historia: la del Proceso de Reorganización Nacional,
eufemismo de la más cruel dictadura que haya asolado a este
país. Noche y desaparición de la democracia, de los derechos, de
la verdad; desaparición de vidas y junto a ellas, miles de
sueños. La poesía, su lenguaje, buscó la otra noche, otro reino,
no como evasión, sino como salvación lírica, como habitar
poético, diría Hölderlin, aunque el habitar haya sido un
destierro abrazado. Eran años tan negros que buscar la belleza
era una rebelión, era encender la noche.
“Último Reino” aparece en octubre de 1979 y fue el
encuentro, amalgama, fusión, síntesis entre dos grupos:
“Nosferatu”, congregado en torno a Morales, y “El Sonido y La
Furia”, que incluía a Víctor Redondo y Susana Villalba, entre
otros poetas afines al planteo neoromántico que antes los había
reunido en el intento de resistir el avance de la razón
utilitaria, la razón instrumental, la desacralización. Más que
una estética, una crisis. Esa misma noche le dará a su poética
un cierto tono umbrío, un cierto hermetismo, no complaciente de
sí sino necesario.
Allí no reinan los límites de la razón (que es la razón de los
límites), sino los claroscuros de la profundidad, la penumbra de
lo hondo, los bordes temblorosos de lo naciente. El mundo
neoromántico fue un recorte de sentido en la prosa de la
realidad para “Último Reino”. En ella no entraba lo que ya es
sino lo que aspira a ser, lo que debe ser, no en el sentido
moral sino en el sentido imaginario: se trataba de crear y,
sobre todo, y como a priori, de imaginar: imaginar para elevar.
La imaginación es en esta estética la fuerza motriz, el poder
para transfigurar la realidad. Encasillado por muchos como fiel
exponente del neoromanticismo (al igual que los integrantes de
“Último Reino”), coincidimos con
Daniel Chirom en que por Morales corren además el
surrealismo y lo beatnik (era admirador de Ferlinghetti, Corso,
Kerouac, Ginsberg). El tono de su poesía es exaltado y
vertiginoso, oculta la atroz visión del mundo para apoderarse
mejor de ella. Y sus poemas se vuelven plegarias por la luz,
porque la vida es la gran nostalgia de Morales. Y como mago y poeta,
se sabe ni aquí ni allá, sino más acá y más allá. Y esa especie
de ambigüedad la sintetiza en fragmentos, como cuando puntualiza
que “el terror y la
belleza nos salvarán”. Tiene la particularidad de no anular
las oposiciones, sino de agudizarlas. Su poesía contiene una
gran ironía crítica en medio de estallidos, excesos y manotazos
desesperados.
Esa enjundiosa
búsqueda, acaso inútil, se refleja en su decir:
“entonces la
soledad única,
la salvaje lujuria: ‘la
plegaria del hueso’
en la niebla
final de los orígenes”
o
“y hay un
porvenir de flor brotando de su propio color arrepentido.
Y hay un
estallido
Ciego,
Y algo, y todo
para nada.
Y desnudos.
Y despertar como
una canción en el polvo.
Amén.”
o
“a veces,
cuando el
silencio se da vuelta
y canta hasta
despertar,
hasta cubrir de
alas ese presagio de catástrofe
que tiembla como
una penumbra en el fondo de las últimas raíces.
A veces,
solamente a veces,
el fondo de la
vida hecho de piedra y soledad
y cicatrices de
lluvia buscando su forma de caer o permanecer
semejantes a un
pensamiento abrazado
a su día y a su
noche y a su edad
de relámpago, de
flor unánime”.
o
“Pero, sobre
todo, hay la noche:
esa caída en
bloque, esa furia de témpanos, ese paso hacia atrás
donde la memoria
vacila y se hunde
vulnerada por un
poema que sabe a olvidos y resaca,
y a despertar en
la niebla como el ala de un pájaro en la soledad”.
Mario Morales es un poeta a quien aún se le debe una
lectura en profundidad y un reconocimiento a su trayectoria y
valores poéticos, debido a una muy marcada voz propia y a haber
impreso con su sello una dirección diferente a la poesía de los
años ‘80. Probablemente su escasa pretensión de notoriedad y
figuración hayan contribuido al silencio con que se ha
retribuido su enorme aporte a la poesía de las ultimas décadas.
Esta evocación pretende, al menos, rescatarlo de ese podio
invertido y generar la curiosidad de involucrarse en lo que
generó y en su producción poética, inexistente hoy aún en los
anaqueles de las amadas y casi extinguidas “librerías de viejo”.
Quienes fuimos sus discípulos y amigos nos arrogamos la fortuna
de contar con su obra editada completa.”
Alfredo Palacio con Luis Benítez y otros escritores
*
Alfredo Palacio selecciona poemas de su autoría para acompañar
esta entrevista:
NO SE SI ES PRUDENTE
dar a luz este poema.
Es que no habla de la noche
del amor ni de los barcos.
No habita ventanas
ni hunde sus pasos en el mar.
Carece de magia y silencio
sus labios nada besan
y ha perdido el tacto
en cualquier otra cintura.
Faltan el riesgo y la nostalgia
los bordes de sal
la desmesura.
No tiene fuego
Furia
ni aún
el más común de los lugares.
Olvidó el tabaco
los licores
cada color que baja la escalera.
No hay pájaros ni asombro
azufre, sándalo o trinchera.
Si hasta el papel y los latidos
decidieron ausentarse.
No acuden el sexo y la memoria.
Frutas, música y corceles
no son su fundamento.
Nada late
no hay esencia.
Y yo también
estoy en otra parte.
No sé si es prudente
dar a luz este poema.
(de
“Filamentos”)
*
TAL VEZ YA NO
QUEDE CLARIDAD SOBRE LA TIERRA
y el único
porvenir sea
pasear nuestros difuntos.
Es posible que
la noche confunda al poema
y apenas le deje
una ventana
para sus ojos vacíos.
También
que esto ya se
haya dicho
y yo deba
marcharme incompleto.
(de “Filamentos”)
*
A VECES LA VECINA
busca en mí otra mirada.
De aceite
vacío
o entrepierna.
Se arriesga al tigre.
A veces la vecina
es otro territorio.
Luna menguante
sábana en espera
perfume para la ocasión.
A veces la vecina
es
tan
extranjera como yo.
Y caemos sin saberlo
del uno al diez
por la lengua filosa del consorcio.
(de
“Segundos afuera”, inédito)
*
ABRES
UNA CAJA
y otra
y otra más.
Como
muñecas rusas
o un
laberinto chino.
Parece
sólo un juego.
Habrá que ver.
Entras
y sales
pero
no te quedas en ninguna.
Ninguna te retiene
ninguna toca tu esencia
no
llega al fondo ni a tu lluvia
a tu
penumbra más fiel.
Apenas
un roce
un
perfume que alienta
una
seda amarilla
con su
labio a los costados.
Abres
una caja
y no está
llena de sorpresas.
(de “Segundos
afuera”, inédito)
*
BABY FACE
machaca el blues
en la penumbra y sus alcoholes.
Baby Face
es un recuerdo
una estación
perdida
en la urgencia de los sueños.
Ella canta sin
importar las consecuencias
este hueco en el
alma
esta bruma que arrasa.
Baby Face
ya no te veré nunca
tu piel de menta
no resbalará entre mis dedos
quedará entre
todo lo que no fue.
Tu vino y el mío
no contarán su
historia.
Baby Face
sólo fuiste un
intenso blues
que mezclo con
tu rouge corrido y mi caída
con tus piernas
y cada amarillo
con la noche que
se estrelló sin aviso
sin piedad
sin nosotros.
(de
“BluesEros”, inédito)
*
ELLA AVANZA EN
PUNTAS DE PIE
sobre la fina
cuerda en las alturas
sin trapecio ni
red
ningún sostén si su paso decide equivocarse.
Va erguida y
triunfal
su bello pecho
de proa
el cabello negro
entre cintas rojas
sus labios
dibujando un beso de fuego.
Yo oscuramente
especulo con
algún error de cálculo
alguna
vacilación
una caída que me
permita
abandonar mis
dados y el cuchillo
sostenerla entre
mis brazos
ser su salvador
casual
que nada pase a
mayores.
Y luego del
sobresalto
jugar con mi
copa de vino entre sus piernas
que aún estarán temblando.
(de “BluesEros”,
inédito)
Alfredo Palacio con Kato Molinari, Sandro Barrella y
Horacio González
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*
Alfredo Palacio con el poeta Martín Andrade
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A.Palacio con Adalberto Polti,David Antonio Sorbille,Marta
de París,Lidia Vinciguerra,G. Bucci y Jorge Paolantonio
Entrevista
realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, Alfredo Palacio y
Rolando
Revagliatti, 2015.
*
http://www.revagliatti.com.ar/070620a.html
http://www.revagliatti.com.ar/070620_miraloq.html
http://www.revagliatti.com.ar/act1211/Los-4-de-MLQQ-el-21.11.2007.jpg
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