Alicia Grinbank: sus
respuestas y poemas
Entrevista realizada
por Rolando Revagliatti
Alicia Grinbank
nació el
20 de noviembre de 1949 en Buenos Aires, ciudad en la que
reside, la Argentina. Egresó
en 1993 en la especialización Literatura, por la Alianza Francesa
de Buenos Aires. Entre otros, obtuvo en el género poesía el
Primer Premio del Concurso Literario “Olga Orozco” (con prosa
poética) en 2002 y el Primer Premio del Concurso Literario
“Alberto Luis Ponzo” en el mismo año, organizados ambos por
la Universidad
de Morón, así como el Primer Premio en el Concurso “Carlos
Alberto Débole” por su libro
“Curanto” en 1993; en
narrativa breve recibió el Primer Premio en el Certamen
“Discurso Abierto” en 2005 y el Primer Premio de Cuento de la Editorial Torremozas,
España, en 2011. Coordina talleres de orientación en la
escritura y cursos de lectura desde 1987, en forma privada y en
instituciones de su ciudad y del conurbano bonaerense. Como
profesora de francés enseña y traduce. Poemas y artículos suyos
aparecieron, por ejemplo, en el suplemento cultural del
periódico porteño “La
Razón”, en la revista “Uno Mismo” de la ciudad
de Buenos Aires, en el periódico marplatense “La
Capital”. Incursionó en la co-coordinación de
un Café Literario en 2007: “Mirá Lo Que Quedó”, junto a Alfredo
Palacio, Alberto Boco y Rolando Revagliatti. Fue invitada a
participar de la Antología Oral
de la Poesía Argentina
en 1996; asimismo fue incluida en las antologías
“Poetas argentinos de hoy” (editada por la Fundación Argentina
para la Poesía,
con selección de Julio Bepré y Adalberto Polti, 1991),
“Por la senda del reencuentro chileno-argentino” (editada por el
Centro Cultural Chileno “Gabriela Mistral”, 2005),
“Testimonios del presente” (Editorial La Luna Que, 2008),
“Memorias del vino –
Poemas elegidos” (en Uruguay, 2007),
“Travesías poéticas –
Poetas argentinos de hoy” (edición bilingüe español–francés,
Editorial L’Harmattan, 2011),
“Antología de poesía
argentina 18 poetas” (Alción Editora – Reflet des Lettres,
2012), etc. Publicó los poemarios
“Bruma y verdor”
(1987), “Curanto”
(1992), “La balsa de la
medusa” (2002), “Noche
cerrada” (2006) y
“Pulmón de manzana” (2011); y en co-autoría con Manuel
Bendersky: “Alguien que
amo rodea mi cintura” (poemas cubanos, 1993).
1 — Y un día naciste…
AG
— Sí, en
el barrio de Floresta, cuando los niños jugábamos en la calle.
Mi padre era un pequeño industrial que cuando podía zafar de su
trabajo se sumergía en la lectura —gran lector el viejo—: tal
vez ahí empezó todo para mí como escritora. Mi madre —gran
laburante la vieja—, atendiendo sus cuatro hijos y “sacando las
papas del fuego” cuando a mi padre los vaivenes financieros le
naufragaron su economía. Después vivimos en el barrio de Flores,
a una cuadra de
la Basílica
que frecuentaba la familia Bergoglio, y fue en esa adolescencia
que aparecieron los primeros textos literarios; en el colegio
secundario destacaba en Literatura, Castellano, en las materias
humanísticas e idiomas, pero era pésima en Matemáticas y Física.
Amé el idioma francés desde chica y comencé a estudiarlo a los
catorce años; la cultura francesa me fascinaba y, ya adulta,
completé ocho años de estudios en
la Alianza, los últimos vinculados a la
civilización y a la literatura (Marcel Proust, Gustave Flaubert,
Jacques Prévert…). Me casé muy joven, así que anduve a los
tumbos procurando entender de qué se trataba el matrimonio,
cuando yo, en realidad, estaba más para seguir estudiando. A mis
veinte años nació mi hijo Alejo, y un lustro después mi hija,
Lucía (ellos dos y mis cinco nietos son los mejores premios de
la vida).
Alicia Grinbank con Rolando Revagliatti en 2007 - Foto
Daniel Grad
------------------------
2 — Y un día escribiste.
AG
— La literatura parecía no tener cabida en la cotidianeidad de
una muchachita judía “bien casada”. A mis veinticinco años
comenzó la gran crisis (la
lucha
ha sido mucha): la literatura estaba esperándome y yo no acudía:
no me alcanzaban mis lecturas solitarias ni mis poemas sueltos:
algo “allá afuera” precisaba ser explorado por mí. Y ahí me
conecté con muy buenos maestros: Mario Morales, Syria Poletti,
Santiago Kovadloff, Humberto Costantini. Me orientaron tanto en
poesía como en narrativa. A los pocos años ya coordinaba
talleres y me involucraba en la vida literaria de Buenos Aires,
concurriendo, participando en lecturas públicas y en
presentaciones. Continué mis estudios especializándome en
literatura francesa. Fui docente en literatura y en idioma
francés de alumnos secundarios y, más tarde, los talleres que
coordinaba crecieron en número y en diversidad, cuando organicé
grupos de taller de escritura y de lectura en cuento y novela,
actividad que continúo. Además de los grupos privados, de las
correcciones de libros o ensayos de profesionales de diversas
disciplinas y de traducciones que realizo, tengo a mi cargo
desde hace varios años un taller de lectura y análisis:
“Degustando Cuentos”, en un espacio cultural del barrio Villa
Urquiza.
Alicia Grinbank con Héctor M. Ángeli, Rubén Balseiro, G.
Tisocco, Roberto Glorioso y Carlos Carbone en 2008
3 — No has publicado todavía tu narrativa breve.
AG
— No, pero va a suceder este año. Vengo más imbuida con mis
cuentos (los que siempre escribí pero sin “atenderlos”). La
narradora me sitúa en otro lugar como escritora. La poesía fue
una inconsciente necesidad, casi autobiográfica (desde luego, no
ignoro que cualquier palabra escrita es ineludiblemente
autobiográfica). Concebir historias “ajenas” es una labor más
rigurosa: el contacto objetivado con los personajes y argumentos
no es lo mismo que el trabajo poético que, en general, proviene
de cimbronazos, miedos, desdichas y anhelos de la propia vida
del poeta. (Partiendo de “Curanto” yo ya estaba
narrando en cada
poema.)
Alicia Grinbank en 2007 con Marta Braier, Norberto
Barleand, Silvia Spinazzola, Rolando Revagliatti, Beatriz
Schaefer Peña y Ricardo Rubio
4 — ¿Y si nos
trasmitís las características de tus historias, si la
microficción te convoca, si prevés alguna nouvelle…?
AG
— Puedo adelantar que el libro de cuentos se titulará
“El lento crecer de la marea”, título a su vez de uno de los textos
del volumen, el que estará dividido en dos apartados. El primero
de ellos reúne historias vinculadas al mar: ese eje temático
responde a que el mar es uno de mis paisajes más amados; siempre
—desde que era una niña— con mis padres, hermanos, tíos y primos
veraneábamos en la costa; luego, adulta —casada y con hijos— y
hasta ahora, el mar fue un lugar revisitado. El segundo apartado
del libro consta de cuentos urbanos… o suburbanos, pero es
nuestra ciudad su escenario. Mis cuentos son, en su mayoría,
realistas, y diría que ese modo es el que más me satisface a la
hora de escribir y de leer; aunque me rindo ante los
“encantamientos” de la literatura fantástica de Cortázar. Con
respecto a la microficción, hace poco tiempo —a propósito de un
concurso— he escrito unos relatos que no debían superar las 100
palabras, y en el transcurso de mi vida literaria hubo algunos
breves o muy breves. Por otro lado, tengo en mente algo más
novelístico —algunas páginas comenzadas ya— sobre historias de
mujeres y hombres en desdichas y desencuentros amorosos.
Alicia Grinbank con C. Carbone, N. Barleand, G. Tisocco,
Daniel H. Grad, Manuel Bendersky, etc.
5 — No nos vemos, me parece, desde 2008. Nunca te vi
bailar, pero recuerdo que habías incorporado la música tanguera
a tu vida.
AG — Y
persisto: voy a las “milongas” a bailar y ahí —mientras dura el
embrujo— soy una Malena, una Margot, una Esthercita, una Madame
Ivonne. La tríada francés-literatura-tango me atraviesa. Este
poema mío que transcribo, tal vez exprese mejor que yo lo que
siento en ese escenario:
TANGO BRUJO
Ese que
vive en el suburbio
que usa
mal los verbos y gasta cursilería en el chamuyo
ése que ciñe el talle en la milonga rea
en el loco giro
desde el alma
o en el
fangal del dos por cuatro
ése… te
cabeceó a vos, morocha:
la sabia
la ilustrada
la que dice Macbeth de memoria.
Ahora
su abrazo apaga la luz de tus páginas urdidas
te hace
china cruel
percanta
dulce muchachita perfumada.
Y si
después el salón se desnuda de sombras y siluetas…
¿qué
importa… qué importa del después?
Y para completarla, Rolando, también estudio canto con
una excelente profesional y cantante de tango.
Fijate qué curioso: hace poco tiempo intenté "estudiar" con ella
un bolero ("Nosotros", precisamente) y si bien no es difícil, me
costó interpretarlo, me sentí mucho menos "suelta" que cantando
tangos: ese género me es más familiar, me hallo más identificada
con él; seguramente esto obedece a que mi padre, que era un
amante de Gardel, nos cantaba sus tangos a mis hermanos y
a mí...: tuvo mucho peso esa impronta.
6 — Floresta, Flores…, sigamos con nuestra ciudad: seguí
vos con nuestra ciudad: ¿por qué otros barrios circulaste y qué
te fue pasando con la Reina del Plata?
AG
— Cuando me casé, dejé Flores —el barrio donde pasé mi
adolescencia— y me fui a Villa Crespo; después me alejé de lo
urbano y residí con mi familia en Olivos durante dieciséis años:
allí conocí el frescor de los jardines, la quietud de sus
calles. Pero Buenos Aires “tiraba” y la circunstancia de mi
divorcio me trajo otra vez para la urbe: Belgrano, Núñez, fueron
los barrios que me vieron andar por esos tiempos; también residí
en Bariloche, aproximadamente un año; aunque bello su paisaje
por donde se lo mire, nunca llegó a borrar la huella de mi
ciudad natal. Hoy vivo muy complacida a media cuadra de la
estación Colegiales y, si bien en todos mis libros
aparece el aura de la Reina del Plata nombrando sus
lugares, su río, sus noches, sus tangos,
“Pulmón de manzana” —el más reciente—
tiene a éste, mi barrio, como centralidad poética.
Alicia Grinbank con Rubén Balseiro, G. Tisocco, Michou
Pourtalé y Carina Paz
7 — El 20 de junio de 2007, en el segmento “La Canción de
Rolando”, dentro de nuestro “Mirá Lo Que Quedó”, recitamos
algunos poemas de
“Palabras” de Jacques Prévert (1900-1977): vos, Alicia, en
francés, y yo, tus versiones al castellano. Y hasta donde me
consta, has traducido al francés poemas de los argentinos
Gustavo Tisocco y Juan García Gayo.
AG —
A los que nombraste, agrego la traducción al francés del libro
“La cacería”, del
poeta santafesino César Bisso, dos poemas del libro
“Filamentos” de
Alfredo Palacio, y mis propios poemas de
“Pulmón de Manzana” incluidos en la antología
“Travesías poéticas”. Aunque el tiempo no me sobra voy a hacerme un
huequito para uno de mis tantos proyectos: traducir del francés
algunos cuentos de Guy de Maupassant.
8 — Juan García Gayo (1932-2013): un poeta que valoramos.
¿Cómo lo recordás vos, que has leído textos suyos en público?
AG —
A Juan lo recuerdo con afecto no sólo por su condición humana
sino también por su poesía, que me impacta desde su audacia y
originalidad: se mete con lo cotidiano, con el absurdo, cuenta
historias desopilantes mientras escribe poesía; no obstante,
detrás de esos rasgos que desacralizan el
poema ofreciéndose al lector como materia viva, hay una
gran ternura y un sentido dolor por lo cruel e injusto de este
mundo.
La ocasión a la que te referís sucedió en 2009 en la
Alianza Francesa central de Buenos Aires donde se concretó —a
través de video conferencia— un proyecto de intercambio entre un
grupo de poetas franceses y un grupo argentino. Los
coordinadores en Buenos Aires fuimos José Emilio Tallarico, Luis
Raúl Calvo, Ramón Fanelli y yo; en Francia —Paris más
precisamente—, Nicole Barrière, Philippe Tancelin, José Muchnik.
Se homenajeó al poeta argentino Roberto Juarroz y al poeta
francés René Char y se conocieron en traducción simultánea
poemas del argentino invitado —Juan García Gayo de nuestro lado,
y de Claude Ber, del lado francés—. A mí me tocó el honor de
traducir los poemas de Juan. Fue un hermoso acto. Tuvo, además,
la música en vivo del bandoneón de Enrique Patet sobre el
escenario del auditorio de la Alianza. Merced a la editorial
L’Harmattan se publicó el volumen bilingüe con textos de quienes
conformamos “Travesías
Poéticas” y de otros poetas como, por ejemplo, Irene Gruss,
Michou Pourtalé, María Teresa Andruetto…, por nombrar solo
algunos.
Alicia Grinbank con Marcos Silber, Alfredo Palacio y Marta
Braier
9 — Gayo, además, presentó tu último libro en la
Biblioteca Nacional.
AG — Nos embarcamos en una suerte de
reportaje-conversación que rondó temas como el quehacer poético,
mi trayectoria, el sentido de mi elección literaria, mi manera
de construir el poema, la articulación entre forma y contenido,
etc. Tener a Juan como interlocutor, más que como disertante o
crítico, me satisfizo ampliamente: realzó la presentación del
libro y, asimismo, permitió al público estar ante un poeta de
fuste quien, a través de sus preguntas, ponía de relieve
conceptos artísticos y filosóficos.
10 — “Ver Prévert”: así se tituló la semblanza poética
que ofreciste en 2004 en la Alliance Française del barrio de
Belgrano. “Ver”, no sólo leer Prévert.
AG —
La
elección de ese poeta como homenajeado provino del impacto que
me produjo la lectura —allá en mi adolescencia— de su libro
“Paroles”. Todavía tengo a ese librito en edición bilingüe
(traducido por Juan José Ceselli), descabalado el pobre en mi
biblioteca pero refulgiendo con su ternura, su profundidad y
aguda mirada crítica sobre el mundo…: poemas inolvidables como
“Desayuno”, “Arenas movedizas”, “Pater Noster”;
y sobre todo el titulado “Paris at night”, donde el yo
poético recorre a la mujer amada a la luz de encender
consecutivamente tres fósforos cerca de ella y luego sumergirse
ambos amantes en la completa oscuridad para estrecharse. Cuando
presenté aquel espectáculo, “Ver Prévert”, jugué con las
sonoridades del verbo ver y el apellido
Prévert, pero
además quería mostrarlo, que
vieran a ese
grande. Fue, además, un hombre muy ligado al cine como guionista
y ambientador. Poetas como él, el mismo García Gayo, o Joaquín
Giannuzzi nos revelan y develan una otra poesía: sin
altisonancias ni floreos: partiendo de lo nimio, lo rutinario,
lo doméstico, alientan emoción y pensamiento.
11 — Y pasemos a otro escritor francés: René Daumal
(1908-1944), quien discernió:
“La materia prima de la
emoción poética es un caos cenestésico. Una mezcla confusa de
emociones diversas es en principio dolorosamente sentida en el
cuerpo, como un hormigueo de vidas múltiples que tratan de
escapar. Es por lo común ese penoso sentimiento el que fuerza al
poeta a tomar la pluma, ya sea que lo experimente como una vaga
e imperiosa necesidad de exteriorizarse, o de una manera menos
grosera.” Tanto en
“Curanto” como en “La
balsa de la medusa” preceden los respectivos poemarios unas
líneas tuyas que no percibo distantes de lo que acabo de
encomillar.
AG — Tienes
verdad, Rolando: esos
fueron mis primeros libros donde necesité tal vez una humilde
Ars Poética. El Curanto, esa comida típica chilena cocinada
lentamente en un hoyo en
la tierra, me evocó la labor poética: el alimento crudo —la
materia prima que va largando sus jugos en el corazón del poeta
hasta que un día se anuncia y da a luz lo soterrado—. “La Balsa
de la Medusa”, un famoso cuadro de Théodore Géricault: náufragos
en medio de la tempestad, como nosotros casi hundiéndonos en la
desesperación hasta que sobreviene la escritura —madero para
aferrarse, luz de rescate—. Las palabras de Daumal —“un hormigueo de vidas múltiples”— me recuerdan un concepto del
francés Michel Houllebeq que distingue a la
rumia como una de las fases en la creación poética.
Alicia Grinbank con Juan García Gayo, Héctor Miguel Ángeli,
Alfredo Palacio
12 —
¿Qué relación existe entre obra y experiencia poética? ¿Son
inseparables?
AG
— Tendríamos que hablar de dos momentos fundamentales: el
primero nace de la captación —consciente o no— de un elemento,
escena, situación o palabra que desencadena la necesidad de
verter en poesía lo visto u oído; germina adentro de uno,
recomponiéndose una y mil veces hasta que aflora en la
escritura: tal proceso conformaría a grandes rasgos la
experiencia poética. El segundo momento ocurre
cuando se decide “poner manos a la obra”; esto implica
corrección, estilización de ese material primigenio; aplicarle
objetividad, renunciar a aquello que no favorece al texto. En
mis talleres de escritura procuro transmitir la idea de que si
se trae un texto para considerar, debemos tratarlo como un
objeto más que como un sujeto; esto no desprecia la humanidad de
quien lo ha procreado, ni la emoción de ese autor —siempre hay
que tenerla presente—, pero si tiende a ser obra, no mera
catarsis…, afinemos la mirada, “afilemos” la pluma… Cortázar
bien lo dice: “…cualquiera
que vea un borrador mío puede comprobarlo: muy pocos agregados y
enormes supresiones…” Puede uno conformarse con la primera
instancia epifánica de captación inicial seguida de su explosivo
desmadre escritural; pero si decide constituir una obra con ese
material, su labor será entonces más racional, “terrenal” y
distante.
13 — Es a partir de un diálogo con Joaquín Giannuzzi que
mantuvo el poeta Guillermo Saavedra, que me permito preguntarte:
¿Has contemplado palabras y te has emocionado con ellas sin
conocer sus significados y tras preservarlas de la servidumbre
del sentido, has intentado concebir un poema?
AG
— Me sucedió eso, por ejemplo cuando descubrí la palabra
clámide, de
la cual desconocía su significado
(es una túnica
romana, supe después); me pareció tan hermosa, tan flor, tan
pura, que la usé como seudónimo al enviar a un concurso. Y otras
veces ocurrió casi lo contrario en dos sentidos: conocer el
significado de una palabra, encontrarla antipoética —casi
desagradable por sus connotaciones— y necesitar sin embargo
incluirla en un poema; a saber: uno de mi libro
“Noche cerrada” se
anima con el vocablo
esófago: “espero que
el tiempo y la hiel recorran su largo
esófago/ y calme/
calme el ardor/ la nostalgia de tu cuerpo”.
En el prólogo de su libro
“Temblor del cielo”,
Vicente Huidobro dice:
“…la poesía es el vocablo libre de todo prejuicio…”.
A. Grinbank en 2007 con E.Strucchi, R.Glorioso, L. G.Caraballo,
A.Palacio, R. Revagliatti, M. Silber, G. Wencelblat, R. Silber,
etc.
14 — Así concluye la novela
“Un comunista en
calzoncillos” de la argentina Claudia Piñeiro:
“La vida es una sucesión
de actos miserables interrumpidos por unos pocos y pequeños
actos heroicos, y es en el promedio de todos ellos donde
logramos sentirnos dignos. Donde queremos que al menos un
testigo nos sepa dignos. Aunque no lo seamos.” Y esto afirmó
el filósofo español José Ortega y Gasset (1883-1995):
“La vida es una serie de
colisiones con el futuro; no es una suma de lo que hemos sido,
sino de lo que anhelamos ser.” Y para vos, Alicia, ¿qué es
la vida?...
AG —
Hoy, y destaco especialmente el momento, ya que el criterio
sobre la vida va cambiando con los años, hoy siento que la vida
es no anclarse en esos
flash-back del pasado que retorna, que no sean ancla para vivir
el presente; no quiero para mí esos versos del tango “Naranjo en
Flor”: “toda mi vida es el
ayer que me detiene en el pasado”. A través del
psicoanálisis exploré mi pasado y comprendí las causas de los
desaciertos, de las repeticiones, supe de dónde provenían
ciertos infortunios; con todo ese bagaje —mi libro interior
leído y releído— pienso menos y hago más. Tal vez eso sea la
vida para mí: deseo con acción, sueño con realización. Otro
poeta asiste mi pensamiento en este sentido: Eliseo Diego
establece en un poema para su hija:
“estar es lo único que
importa”. Y otra idea que estuve alimentando en estos
últimos tiempos: que el arte no sea para mí sólo esa cosa
exterior que me conmueve a través de alguna de sus expresiones
—libros, cine, pintura—, sino cultivarlo en cada uno de mis
actos, de mis relaciones: comprender la importancia de lo que
tengo y de quienes están a mi lado, valorar el instante. Lejos
estoy de ofrecer mi experiencia como dogma, porque soy muy
consciente de que las condiciones de cada vida son harto
diferentes entre sí, el azar —y solo el azar— me hizo nacer
“bajo techo”, con
comida e instrucción para poder pensar posteriormente sobre la
existencia y además “escribirla”.
Alicia Grinbank con Alfredo Palacio y
José Luis Mangieri en 2003
15 — En ocasiones he leído en revistas, primeras
versiones de poemas y segundas y definitivas versiones
—Borges, seguro—, lo cual permite asomarse “a la cocina”
del autor. También he visto que en
“Roña criolla” de
Ricardo Zelarayán (Libros de Tierra Firme, Buenos Aires, 1991),
éste incorpora al corpus cuatro poemas y sus segundas versiones,
y un poema con sus segunda y tercera versiones. ¿Te ha sucedido
que aspirando a pulir un poema, concluyeras con que la segunda
versión obtenida te resultara, en realidad, tan válida como la
primera? ¿Has procedido alguna vez como Zelarayán o estuviste
tentada de dar a conocer dos versiones de un poema?
AG
— Mirá, yo soy lenta, muy, tanto en la rumia
como en la confección de un poema o cuento. Y cuando sale a la
luz ya está: puedo retocar mínimas cosas o adecuar según la
conveniencia. Un caso: expresiones en algunos poemas que no
serían entendibles a la hora de mandar a un concurso en el
exterior; ahí sí meto mano y adapto el verso o la palabra. Con
los cuentos este trabajo es mayor y a veces imposible, porque
hay un espíritu en lo que narro que difícilmente se pueda
alterar mucho. Te doy un ejemplo para ambos géneros: un poema
mío comienza así: “Cuando
yo era chica …” y al enviarlo al exterior preferí
“Cuando yo era niña…”; tengo un cuento muy porteño donde el
personaje tanguero utiliza frases como ésta:
“…y de a poquito, como un duque,
me la levanté”;
es cierto que si se quiere se puede traducir, pero la gracia
de esa frase tan nuestra es irreproducible. Por eso hay cuentos
como el antedicho, que directamente no envío a concurso fuera de
nuestro país. Es probable que si alguna vez hago una antología
de mi propia poesía modificaré mínimamente algunas cosas, aunque
no creo que muestre las distintas versiones ya que —reitero— no
habrá cambios sustanciales.
*
Alicia Grinbank selecciona poemas de su autoría para acompañar
esta entrevista:
La mujer de Lot
Más
vale —se dijo—
ser
estatua de sal
que
errar sin sabor en la boca.
Más
vale —se dijo—
que mis
pequeños ojos se impresionen
y
salgan de sus cuencas y echen a volar
gritar
por un instante
encenderme
cantar
perder
mi nombre para siempre
(¡que
se lo lleve Lot como trofeo!)
Más
vale —se dijo—
la boca
abierta del misterio
lo que
no me ordenó Dios
lo que
está por verse
lo que no conozco.
(de “Curanto”)
*
Las que No
Infladas por el viento
las
camisas del hombre
aletean
su
colorida vacuidad.
No son
esposas a la espera
de la
ensombrecida bestia de oficina
esposas
humeantes de hijos
esposas
sociales de brocato en Navidad.
Las
camisas del hombre secándose en la soga
saborean ya
a cada lengüetazo de sol
el olor del hombre
la piel del hombre.
Sin
preguntas
como
alegres cortesanas.
(de “La balsa de la medusa”)
*
Sangre y
Orina
Alineados sobre la fría mesada
el
frasco ambarino y el tubito rubí
irán al
desguace microscópico.
Días
después mi confiable clínico
leerá
en el hermetismo cifrado del papel
y yo
beberé sus vaticinios
con la
ávida sed de la ignorancia.
Pero él
ignora también:
reduce
mi angustia a un color “ligeramente turbio”
ve
brillantes hematíes en un campo
donde
es noche cerrada.
Ciego a
mis heridas dice “cristales no se observan”
Densidad:
¿cómo medir lo insondable?
Espacios abisales de células muertas
y
recuerdos en flor.
Perdido
él en mi niebla
perdida
yo en su niebla:
no hay valores de referencia.
(de “Noche cerrada”)
*
No es el fulgor de la mañana
en la
feria municipal al lado de las vías
ni el
alboroto de changuitos
ni el regateo ni el pregón
lo que conmueve.
Es a
las dos de la tarde cuando levantan los puestos
que la
belleza se alza:
esa
dimensión de verduras pisoteadas
la
fetidez más pura
perros
lamiendo el sueño de algo entero
el
osario de fierros que cargan los camiones
y esa
calle
que no
pide agua de socorro
sino
—el próximo sábado—
la resurrección.
(de
“Pulmón de manzana”)
*
-
¿Y qué es un traidor?-
-Bueno, es uno que jura y miente-
(“Macbeth”
- Acto IV. William Shakespeare)
Sala de Espera
El bebé
llora en el joven padre que lo mece torpe:
prueba
con el chupete, mueve el cochecito,
lo
levanta.
Persiste el arropadito
se desgañita
se
crispa mal sujeto entre esos brazos incapaces.
¿Y ella? ¿la dadora
la dueña la
nodriza?
Ya pagó
la consulta en recepción y regresa.
Desabotona y descubre su pleno mediomundo
para el
ansia del becerro.
Ya no
cabes en la escena, joven padre.
Y lejos
muy lejos de la niebla de ese goce
te
preguntas por qué ella juró alguna vez bajo tu espada
que su manantial sería siempre y solo
para ti.
(Inédito)
*
Escena Final
Está
enojado el hombre, iracundo, digamos.
Y es
lógico, ella lo ha crispado hasta la puteada.
Sacó de
él lo que tanto calló y perdonó y contuvo.
Ahora es un hombre solo en la calle del
dolor,
desfilan taxis vacíos
parejitas
abrazadas
y el
hombre vuelve a su casa.
Abre
las ventanas y de ella arroja las cartas,
alguna
chalina perfumada.
Luego pega el grito.
Se deja caer por ese tragaluz infame:
rebota
en el patio de planta baja entre condones y verduras
desnucado
feliz
por la
noticia que ella recibirá a la mañana.
(Inédito)
*
Entrevista realizada
a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires,
Alicia Grinbank y
Rolando Revagliatti, 2015.
*
http://www.revagliatti.com.ar/011003.html
http://www.revagliatti.com.ar/030428.html
http://www.revagliatti.com.ar/030428_grin.html
|