Ángela
Gentile: sus respuestas y poemas
Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
Ángela
Gentile nació el
5 de agosto de 1952 en la ciudad de Berisso, provincia de
Buenos Aires,
la Argentina, y reside transitoriamente en La Plata, capital de
la provincia de Buenos Aires. Es Profesora de lengua y
literatura italiana y Profesora de lengua española. Ha
participado en congresos y simposios en su país y en el
extranjero. Administra
http://berissoenpalabras.wixsite.com/berissoenescritos.
Dictó los seminarios “Leggere Italo Calvino”, “Misteri
Medivali-erbari, lapidari, bestiari”, “Il Teatro Italiano-Dalla
Commedia dell´Arte a Dario Fo”, “Leggere Tabucchi”, “Due
Leggende Cervantes e Shakespeare”, etc. Además de ser co-autora
de los manuales para cuarto y quinto año de la escuela
secundaria “Pensar la
lengua y la literatura”, es la
responsable de
“Palabras originarias.
Antología poética de tradición oral”. En el género ensayo es
co-autora, junto con Marcelo Passoni y Cecilia Bignasco, del
volumen patrocinado por la UNESCO:
“Voces olvidadas. Las
lenguas y las canciones de cuna de la inmigración”. En este
género, en 2015 apareció su libro
“Diáspora griega en
América”. Publicó los poemarios
“Escenografías”
(2005), “Cantos de la
Etruria” (2008),
“Cuerno de marfil” (2012) y
“Los pies de Ulises”
(2016).
1 — Naciste en la
“capital provincial del inmigrante”.
AG —
En el mes dedicado a Augusto, como
solía repetir mi abuelo. Allí escuché
por las calles expresarse en distintas lenguas y respetar
otras costumbres; esto generó en mí una fascinación inexplicable
por los pueblos. Fue un privilegio ver el río atravesar el
corazón de la ciudad, respirar en la llovizna del sudeste la
humedad que provenía del monte. Yo recuerdo una ciudad mágica
que alimentó mi imaginación y me habita para siempre.
Crecí en un ambiente humilde con un padre lector de
Emilio Salgari, Robert Louis Stevenson y Julio Verne; una madre
que narraba historias camperas y recitaba a Rosalía de Castro en
gallego, una hermana y tíos músicos que iluminaban los días de
fiesta y
abuelos quinteros que trabajaban la tierra y hacían vino. Desde
la infancia las bibliotecas, en especial la de mi escuela
primaria, han ejercido un encanto particular en mí; allí el
silencio era presencia, se demoraba en los lectores, algo que
aún no puedo explicar.
Practiqué atletismo y en ese espacio reforcé los valores
de convivencia que había
recibido de mi
familia; y aún conservo aquellas amistades, es parte de la gente
entrañable que va siempre conmigo. Si me veo en el tiempo
me reconozco como “rara avis”, una renacentista fuera de
su siglo, necesitando conocer y escuchar todo aquello que la
rodeaba. Me he repetido muchas veces en el pasado y lo sigo
haciendo en la actualidad,
“No me importa lo lejos
que esté la meta / siempre que me den tiempo para llegar”:
así canta Serrat. No he pasado
privaciones extremas pero crecí con más responsabilidades
que placeres.
Me interesan los pueblos originarios, las canciones de
cuna, el mundo etrusco, el griego, las danzas y sus literaturas;
porque siento que entro en esos territorios y soy parte de un
mundo que me habita.
2 — Y estudiaste
la lengua de tus ancestros.
AG — Por amor; fue así
que llegué a ser profesora de lengua y literatura italiana y
española. Pertenecí al Centro de Estudios Italianos de la
Universidad Nacional de La Plata, una experiencia más que
interesante para la investigación; porque allí encontré los
escritos de Giuseppe Ungaretti y Eugenio Montale, a quienes
dediqué por aquellos años mis trabajos. Conocí a investigadores
como Daniel
Capano, Trinidad Blanco, Gloria Galli, Nora Sforza, Betty
Neumann y me
vinculé a A.D.I.LL.I. (Asociación de Docentes e
Investigadores de Lengua y Literaturas Italianas), porque
movilizan la pasión. Participé en el Primer
Congreso en
América sobre Dante Alighieri en la Universidad de Salta. Expuse
un trabajo sobre la memoria colectiva de los italianos, la
transculturización de esos grupos humanos desplazados por el
hambre y la guerra; y que lograron traer en la memoria
fragmentos de obras que supieron recitar en algunas reuniones
aquí, al sur de América. Fragmentos claves de la
“Divina comedia” como
pasaporte de cultura. En
aquella
oportunidad conocí a Luis Toledo Sande, filólogo cubano y
vicedirector en su momento de la Casa de las Américas, hoy amigo
más allá del océano. Traduje la novela finalista del
Premio Juan Rulfo, “El
circo nunca muere”, de Gabriel Bañez, a pedido del autor,
para la Editorial Einaudi, que por entonces fue absorbida por
una de mayor campo editorial y no llegó a publicarse. Sentí y
siento que el reto más temible es traducir poesía: la
experiencia la tuve con el libro
“Los dioses oscuros”
de Ana Emilia Lahitte. Ella me presentó en su casa, donde
funcionaba el taller literario, a Roberto Juarroz; y con él tuve
el privilegio de dialogar muchas veces, de lograr que accediera
a escribir la contratapa del libro de mi amigo Raúl Zeleniuk,
una joven promesa que la vida se llevó. Juarroz, en su
generosidad permitió que alguien como yo, que intentaba escribir
unas líneas, opinara sobre su obra.
El eterno tema del cómo debería funcionar una dirección
de cultura, me motivó para realizar un postgrado en Gestión
Cultural en la Universidad FLACSO (Facultad Latinoamericana de
Ciencias Sociales), sin intenciones de ocupar puesto alguno, y
por el simple hecho de saber cómo deberían ensamblarse las
disciplinas en las comunidades;
además estoy
finalizando una especialización en Políticas Socioeducativas.
Actualmente trabajo en el Instituto de Cultura Itálica,
en la Asociación Dante Alighieri, como profesora de lengua y
literatura italiana, dicto seminarios sobre Italo Calvino,
Misterios Medievales, entre otros; me desempeño además en el
Instituto Superior de Formación Docente de La Plata, en la
carrera de Locución; en la Escuela Superior de Arte de Berisso,
en la carrera de Canto Lírico, dictando dicción y fonética, y en
el Instituto Superior Alessandro Manzoni la cátedra de
Lingüística I y II y Glotodidáctica italiana.
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Ángela Gentile con H. Castillo (hijo), C. Aprea, G. Caso
Rosendi, R. Sinelli, S. Cornejo, N. Etcheverry, C. Cantoni, J.
M. Pallaoro, L. Maggiori y N. Antonio, en 2016
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Ángela Gentile con Marta Melero y Juan Carlos Terry
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3 — En tu ciudad
natal funcionó el taller literario “Almafuerte”.
AG — Del que formé parte.
Allí conocí a Horacio Castillo, quien fue nuestro Maestro, y
como Alighieri dijera y nosotros repetimos:
“Tu se´lo mio maestro e´l
mio autore”. Leíamos poesía en tiempos ominosos para
nuestro país, a punto tal de encontrarnos un día con un cartel
que rezaba “Hoy se
clausura el taller literario”. Así nos despedimos, con el
silencio como metáfora y nos fuimos para reencontrarnos
veinticinco años después, casi transformados en la afanosa Maga
cortaziana y escribimos un libro colectivo,
“El lenguaje-lo propio”.
Nos hizo sobrevivir el eros por la palabra, lejos del tánatos de
los seres oscuros. Abandoné la carrera de filosofía porque así
me lo pidió mi padre, temiendo no sabía qué pero temiendo. Y
entonces seguimos la vida que nos da hijos para advertirnos que
la eternidad existe. La escritura nunca silenció, sólo nos
transformó en Proteo, chamanes, astrólogos y pájaros, nos alejó
del valor éxito pero también de la esclavitud de la fama. Sentí
que me reclamaba más lectura, más alimento y entonces
“La lectura, es la
libertad conquistada”: Paul Celán, Olga Orozco, Miguel
Hernández, Juarroz, Roberto Themis Speroni, Wislawa Szymborska,
George Trakl, Fernando Pessoa, Octavio Paz, Álvaro Mutis, entre
tantos.
Ángela Gentile con Marcelo Passoni y Cecilia Bignasco
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Ángela Gentile con Mónica Claus, Víctor Hugo Valledor,
Griselda Eustratenko y Horacio Castillo
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Ángela Gentile con María Kodama
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4 — Y un día
publicaste.
AG — Aunque no
convencida, sí, mis primeros escritos; fue por insistencia de
amigos. Así llegó “Escenografías”,
el que obtuviera el Premio Nacional “Iniciación” de Literatura,
otorgado por el Ministerio de Educación y Justicia de la Nación,
en la Bienal
1985-1987, años en los cuales se restableció el mismo, puesto
que había sido suspendido durante la dictadura militar. Los
jurados fueron Jorge Lafforgue, Ángel Mazzei, Josefina Delgado,
Francisco Madariaga y Horacio Castillo. El día de la premiación
fui en micro desde Berisso hasta tu ciudad; al entrar al
Salón Fundadores del Palacio Errázuriz, dejando a mi mamá y a mi
hermana detrás, apresuré el paso, abrí la puerta como un
torbellino y me puse cara a cara con el artista plástico,
recientemente fallecido, Nicolás García Uriburu, quien me indicó
que enseguida la ceremonia comenzaba. Al reponerme, atravesé el
salón hasta la primera fila, mientras la cantoría del Teatro
Colón entonaba el Himno Nacional; miré el entorno y evoqué la
primera vez que me habían llevado allí: fue en un paseo de la
escuela Nº 3, mi primaria, en la aventura Berisso-Buenos Aires.
Aquella vez había sido la última en abandonar el recinto,
deslumbrada por su belleza, que no entendía pero que me
conmovía. Solamente la voz de la maestra me alertó para que me
apurara. Antes de salir me dije:
“Algo voy a hacer acá”;
y lo que hice fue regresar y recibir la distinción en nombre del
presidente de la Republica, que en aquel entonces era el Dr.
Raúl Alfonsín, a través del embajador, y poeta, Ramiro de
Casasbellas, escoltado por el maestro Libero Badi y el
arquitecto Amancio Williams. La suma de dinero fue importante;
pero no la destiné a la edición de la obra, ya que era más
apremiante la situación económica. En una ocasión, tomando un
café en Mar del Plata con Antonio Dal Masetto, cuando fuimos
jurado de los Torneos Bonaerenses, regresó el tema de la no
edición y fue él quien me sugirió que la concretara, al igual
que Horacio Castillo, que sostenía que uno no vuelve a ser el
mismo tras ver su primer libro. Resumiendo: en 2005 publiqué
“Escenografías”. En
2008, “Cantos de la
Etruria”, con
prólogo de Rodolfo Godino: había sido producto de mi experiencia
en Italia, donde fui a estudiar como becaria de la Universidad
de Perugia (eran cinco becas que otorgaban en el mundo y pude
acceder a una junto a una noruega, un español, una peruana y una
australiana).
En Italia fotocopiar libros no es legal; entonces, todas
las noches copiaba en un cuaderno poemas de
“La alegría” de
Giuseppe Ungaretti, que me había prestado la biblioteca comunal.
Sentía curiosidad por ese texto iniciático, necesitaba comprobar
que la música de sus poemas estaba también en la disposición de
sus silencios. Continué con las lenguas y estudié catalán y
chino por distintos motivos; pero aprendí portugués para leer a
Pessoa en lengua madre y sentirme en cada página como en Lisboa.
Redondeo mi respuesta contándote que participo en el
volumen “El camino de los
mitos” (Ediciones Evohé, Madrid, España, IV Concurso
Internacional “La Revelación” de relato y poema mitológico),
hecho algo insólito para mí, pues votaron los lectores en la web
mi poema y como los resultados fueron favorables, me incluyeron.
Integré la antología
“Poesía 36 autores” de La Comuna Ediciones, de La Plata, en
1998, así como la colección dirigida por Ana Emilia Lahitte,
“Hojas de sudestada” y la Colección Juan Gelman de Poesía 2014
del Ministerio de Educación de la Nación (compuesta por ochenta
títulos que fueron distribuidos en las bibliotecas de todas las
escuelas del país).
Ángela Gentile con Horacio Preler, Abel Robino, Norberto
Antonio, Guillermo Eduardo Pilía y Patricia Coto
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Ángela Gentile con Alicia Diéguez y Rubén Rada
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5 — ¿Y tus
incursiones en radio, en televisión?
AG — Trabajé en el
programa “Por la noche” de Canal 5 Televisión, emitido con la
dirección de Mario Ortiz y la conducción de Darío González, con
los cuales disfrutamos el haber sido ternados para el Premio
Martín Fierro por Cable en 1994; y también en radio en “Immagine
d´Italia”, dedicado a recorrer regiones y costumbres a través de
la música. En la actualidad participo en un magazine en FM
Difusión 98.1, con un micro de literatura denominado “Los libros
en la radio”, donde divulgo la literatura argentina,
latinoamericana y mundial.
Ángela Gentile en Radio Nacional de Tierra del Fuego
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Ángela Gentile con Alicia Dieguez
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Ángela Gentile con Alicia Diéguez
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6 — ¿Otras
incursiones?...
AG — Una de las más
bellas fue en Cartagena de Indias, en el Congreso de IBBY,
Organización Internacional para el Libro Juvenil, en 2000, “El
nuevo mundo, para un mundo nuevo”: me sorprendió la ceremonia en
la entrega del
Premio
Hans Christian Andersen, donde los niños realizaron, en
absoluto silencio, una demostración del dolor por la guerrilla;
esa estampa me reafirmó que la no palabra, es la denuncia más
feroz. Allí, gracias a un amigo colombiano, Jaime Ronis,
visitamos la casa de Gabriel García Márquez, a quien la Comuna
de Cartagena le había preparado un homenaje, pero él no pudo
asistir, por su salud delicada. Mantengo presente aquella
vivienda color ladrillo y una ventana abierta al mar de las
Antillas.
En Colombia me encontré con Jordi Sierra i Fabra,
escritor catalán que además de ser acaso el autor más prolífico
de España, ha investigado la historia del rock y de Los Beatles,
y lleva adelante en ese país una fundación para jóvenes
escritores.
Vino el tiempo de asistir en Cuba a otro encuentro y ni
siquiera la amenaza de un viento importante sobre el malecón, me
hizo desistir de fotografiarme en la Casa de las Américas, en
cuya revista colaboré.
La revista “Dall´Italia 2000” y el programa “Caffé
Ristretto”, emitido por Radio Universidad (de La Plata), me
permitió a través de su directora otra experiencia impactante,
porque llegando a la escuela, me preguntan si
podía ir a
Buenos Aires para entrevistar a Umberto Eco: no lo dudé
y fui. Allí me encontré
con una gloria para quienes hablamos italiano. El maestro, el
filólogo estaba “a due passi” y sin más lo abordé, me autografió
y me regaló “Opera
aperta”. Fue muy simpático y generoso; a punto tal de darme
su dirección, en la Universidad de Bologna, para que le enviara
la adaptación que trataba sobre
“le lenti di fra
Guglielmo”; así lo hice, y en el remitente asenté, porque
creí más segura, la dirección del colegio. Un 21 de enero,
cumpleaños de mi papá, recibo una llamada telefónica, muy
graciosa, desde la secretaría de la institución:
“¡Ángela, acá hay un
sobre a tu nombre y dice U. Eco! ¿Qué hago?”.
“En media
hora estoy
allí”
—respondí. Era verano y cerraban por vacaciones durante
una semana; entonces subí a mi auto y llegué desde Berisso,
cinco minutos antes de la cinco de la
tarde; una vez
más celebré el género epistolar, porque conservo la carta de Eco
con apreciaciones sobre el tema.
Ángela Gentile en la Plaza de la Revolución
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7 — ¿Y un apunte
sobre tus clases…?
AG
— En ellas la poesía nunca faltó; leer un poema no lleva horas y
por eso lo proponía apenas llegaba; porque opino que una línea
puede transformar el día, al permitirnos la belleza que habla
distintos lenguajes para cada uno. Mis clases-talleres eran en
una escuela semi rural, con chicos alejados de la mirada de
muchos adultos. Allí creo haber realizado una de las mejores
labores de mi vida: los acompañé, les hice saber lo importante
que eran para mí, y que cada uno era único. Uno de ellos,
maltratado por su padre y negado a escribir, a leer, a todo,
sucumbió frente a “El niño yuntero” de Miguel Hernández, y
considero que fue aquel gran poeta que regresó en palabras para
abrirle el sendero de liberación. Ese alumno participó en los
torneos bonaerenses, superando todas las etapas regionales,
hasta llegar a la final, y antes de irse a Mar del Plata, me
saludó y me dijo: “Voy a
ver el mar”, y a mi mente acudieron aquellos soldados
griegos que pronunciaron
Thalassa, Thalassa,
“El mar, el mar”,
pasando por cuatro mil kilómetros de campo enemigo y llegando a
orillas del Mar Negro: los gritos de alegría fueron
inigualables: algo similar transmitió mi alumno.
Ángela Gentile con José González, Cósimo Mandrillo, Alicia
Diéguez y David Figueroa
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8 — Fundaste,
aceptaste proposiciones, fuiste jurado, asististe a otros
eventos…
AG
— Fundamos con
Cecilia Bignasco, “Biblos ‘03 - Programa de promoción de la
lectura literaria”, con micro programas radiales, talleres y
capacitaciones, siendo distinguido como uno de los diez mejores
proyectos de promoción de la lectura del país, por la Cámara
Argentina del Libro, por ABGRA (Asociación de Bibliotecarios
Graduados de la República Argentina), el Consejo Superior de
Educación Católica Argentina, entre otras instituciones, y
realizamos CDs: “Poetas del Mundo” (lectura en lenguas madres y
en español), “Despreocupado lector” (en homenaje al Quijote por
sus 400 años), “Lecturas de nunca acabar”, por Silvia Milat (las
miradas del amor en la literatura), “El milagro de la brevedad”,
“Cantos del destierro”, “Himno ciudad de Berisso”, “Cuentos al
vuelo” y también inauguramos la Biblioteca de la Inmigración, en
un espacio que nos brindó el Centro de Estudiantes y Egresados
de Berisso. Casi en paralelo comencé junto a Alicia Diéguez la
revista independiente de literatura juvenil “Etruria”, con la
cual obtuvimos el Premio Pregonero 2009 a la prensa gráfica,
otorgado por la “Fundación El Libro” de Buenos Aires. Con
“Etruria” organizamos el
Primer
Congreso de Literatura Juvenil Latinoamericana y Gallega, con
invitados nacionales e internacionales, como
Anxela Gracián, Silvia
Puentes, Laura Antillano, Esteban Valentino, participando en la
mesa de clausura Osvaldo Bayer, así como Víctor Heredia,
en su condición de novelista, y amigos incondicionales que nos
acompañaron.
Al ser descendiente de inmigrantes, uno imita ciertas
soledades, diría que heredamos espacios que no habiendo sido
nuestros, pasaron a ser propios; por eso cuando Stella
Loholaberry me convoca para escribir los textos de sus
proyectos, acepté, porque en ellos pude concretar sueños ajenos
también: “La cantata fundacional”, ejecutada en música por la
orquesta sinfónica de la ciudad, el “Primer desembarco, María
Ongay” de los inmigrantes en el puerto de Berisso, el “Homenaje
a la calle Nueva York”, entre otros. Ejecuté un trabajo de campo
que concreté en el libro
“Voces olvidadas. Las lenguas y las canciones de cuna de la
inmigración”, con el texto “Carta”, cedido por Antonio Dal
Masetto a modo de prólogo; un análisis desde la psicología por
Marcelo Passoni y la grabación de las canciones, efectuadas por
Cecilia Bignasco, en las diecinueve colectividades conformadas
en Berisso, más una canción en quechua como homenaje a las
lenguas autóctonas. Este volumen fue
auspiciado por UNESCO en
2010 —Año Internacional de las Lenguas—.
En 2013 Abel Robino me invita a formar parte de su
colección Cuadrícula y me edita “Cuerno
de marfil”. En ese año fui invitada a la FILVEN (Feria del
Libro de Venezuela); además de efectuar una asesoría en el CENAL
(Centro Nacional del Libro), una
conferencia en la Universidad de las Artes, “De
la oralidad a la posmodernidad”, dicté talleres en el
Encuentro de Literatura Infantil y Juvenil de Carabobo, y en
Caracas, junto a Alicia Diéguez, un seminario de Promoción de la
Lectura Literaria y Escritura. La escritora Laura Antillano me
ha incluido en el volumen
“Ellas”, de Editorial de la Universidad de Carabobo.
Publiqué en “Letralia. Tierra de Letras” un ensayo, “Galileo
Galilei, lector del universo”, para el libro electrónico
“Libertad de expresión,
poder y censura”; y otro sobre los pueblos originarios, “La
lengua exterminada” para el e-book
“Veinte”, celebrando
las dos décadas de esa pionera plataforma de la web. Fui jurado
del premio “Viva Lectura” de Editorial Santillana, del Premio
Edelap de Narrativa, de los Torneos Bonaerenses, entre otros.
Integré el Plan Nacional de Lectura desde 2009 a 2012, en el
equipo técnico, pudiendo de este modo recorrer nuestro país con
talleres o presentaciones de autores
(Eduardo
Saccheri, Elsa Osorio, Guillermo Saccomanno, Liliana Bodoc,
Mempo Giardinelli, Norma Huidobro, etc.). El taller más
solicitado fue “Poetas de
la tierra”: un recorrido
por la poesía argentina desde el grupo “La Carpa” hasta el Sur.
Tuve el placer de compartir una extensa charla y una cena en la
ciudad de Salta con el poeta Raúl Aráoz Anzoátegui, el último de
aquel grupo de la generación del ‘40. Otros talleres fueron: “Poetas
de las dos orillas”: las voces femeninas de Uruguay y
Argentina desde el siglo XIX hasta el XXI,
“Poetas del Egeo - Una
selección de poesía griega contemporánea” y
“Palabras originarias”,
adquiridos por la Editorial Mandioca, la cual editó 14.000
ejemplares. En co-autoría con Gerardo Balverde he escrito para
la Editorial Llongseller
“Pensar la lengua y la literatura” (manuales de literatura
para 4º y 5º año del secundario). Compilé
“Antología
latinoamericana de teatro de títeres”, además de manuales
para escuela primaria (área literatura de la Edición del Árbol).
Participé en el Foro Internacional de Mempo Giardinelli,
dictando talleres de poesía surrealista y así compartí
encuentros con Gustavo Roldán, Carlos Noguera, director de Monte
Ávila, Liliana Bodoc, Eduardo Saccheri.
Ángela Gentile con Guillermo Eduardo Pilía, A. González y Rubén
Hirtz en Mar del Plata
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9 — Y ahora,
Grecia.
AG
—
En 2015 presenté
“Diáspora griega en América” de Editorial Hespérides, donde
reuní las historias de inmigrantes o descendientes que fueron un
modelo a seguir
por su labor,
edición muy cuidada por mi agente literario Marcela Hammerly. El
libro cuenta con un prólogo realizado por Héctor Arrese Igor y
la inclusión destacada de autores de la región y el extranjero
como
Ernesto Sierra, diplomado en Estudios Amerindios, perteneciente
al Centro de Estudios Hispanoamericanos de la Habana.
Organizar la versión definitiva me insumió doce años de
elaboración. Pertenezco al
grupo “Ser
Griegos” y junto a Rosario Curti formamos una asociación civil
para la difusión del helenismo; y participo en la adaptación de
las obras para el grupo de teatro leído: “Edipo rey”,
“Conversaciones con Homero”, “Hécuba, las distancias del odio” y
este año “Las Euménides”;además de ciclos de cine griego,
organizamos conferencias y muestras fotográficas y pictóricas.
Estudio griego moderno y bailo danzas griegas. La Editorial
Ocelotos, de Atenas, publicó este año
“Los pies de Ulises”
en edición bilingüe (griego-español), con la traducción del
Charalampos Dimou.
Ángela Gentile en casa de Ignazio Silone
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Ángela Gentile con Juan López-Carrillo, Hugo Francisco
Rivella y Eduardo Manso
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Ángela Gentile con Guillermo Eduardo Pilía y Mónica Claus
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10 — Participaste
en octubre del Encuentro de Poetas del Fin del Mundo, en la
provincia de Tierra del Fuego.
AG
—
No suelo
concurrir demasiado, pero Tierra del Fuego es mágica, como gusta
decir mi amiga Silvia Milat, y bajo esas palabras me era
imposible no aceptar la invitación de Gabriela Rivero, una
excelente organizadora; a punto tal de hacernos compartir en el
bosque Yatana, que en lengua yaghana significa tejer, una
experiencia de lectura inolvidable por el sentido ritual que se
le otorgó a la palabra. Participaron los poetas invitados que
llegaron de distintos puntos del país; los cuales luego leyeron
en la Casa Beban y en la
Biblioteca Popular Sarmiento, de Ushuaia. Allí estuvieron Dario
Falconi (de Italia; homónimo del poeta argentino nacido en la
provincia de Córdoba), Víctor Hugo Valledor, Norma Etcheverry,
Claudia Tejeda, Gladys y Elena Abilar, Hugo Mujica, Liliana
Chávez, Silvia Biott, y muchos más.
Ángela Gentile con los poetas Hugo Mujica y Víctor Hugo Valledor
en la provincia de Tierra del Fuego
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Ángela Gentile con Aníbal Guaraglia, Julio Coronel, One Coria,
Alejandra Taylor y otros poetas en Isla Paulino, provincia de
Buenos Aires
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11 —
¿Cuándo das por concluida la traducción de un poema?
AG —
Uno termina abatido por la interpretación que es el enigma a
resolver, la precisa elección de las palabras te lleva por dos
caminos: uno, el de la solución más neutral pero sin magia, o la
búsqueda de la magia que finaliza en una reinterpretación de la
esencia. Yuri Tiniánov insistía en el ritmo que sostienen las
palabras, y creo que al traducir no hay que alejarse de esta
sonoridad, lograrla es acercarnos a otra forma, además de
considerar la relación entre las dos lenguas, los cánones de la
época y las diferencias. Walter Benjamin en su ensayo “La tarea
del traductor” ha tratado precisamente la relación de las
lenguas, que considero trabajoso porque pasás de lector a una
forma extraña de intérprete de tu propio idioma; con lo cual
sabés que lograste una aproximación.
Al leer un poema necesito sentir que algo me desafía para
llegar a la otra lengua; por eso, más allá del autor, sigo la
sutileza que da la palabra que es la frontera.
Ángela Gentile con Juan Octavio Prenz
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Ángela Gentile en Segovia (España)
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12 — ¿Y otras consideraciones? ¿A qué traductores
valorás?
AG —
No me dedico a la traducción; solamente pretendo escuchar el
ritmo de esas palabras en la otra lengua. He traducido a pedido
de amigos pero hay algo que aún no me convence internamente,
deberé explorar ese perfil alguna vez. Uno para traducir debe
entrar en el otro; pero la tarea de identificación es agotadora,
porque jamás llega el traductor a ese instante de creación
original, y entonces se hace necesario liberar nuestra propia
lengua, arrojarla para entrar a sentir en la otra.
Pude experimentar la lectura de mis poemas traducidos al
portugués y no deja de ser una experiencia provocadora.
Me preguntás por traductores y recuerdo a Rodolfo Alonso,
Horacio Armani, Alma Novella Mariani, Esteban Nicotra, Pablo
Anadón, entre otros. Uno admira del traductor la fuerza para
alzar el guante del desafío y entrar en otra vida.
Ángela Gentile en el Senado de la Nacion, 2012
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Ángela Gentile con el grupo de baile Ser
Griego (Alicia Gentile, Rosario Curti, Néstor Demaestri, Carmela
Manno, Ana Kritilakis, Mabel Colaris y Vladimir Zigoniev)
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13 — Turco, de nacionalidad griega, Pedro Márkaris
(1937), es un novelista que me entusiasma. ¿Y a vos?... ¿Qué
narradores griegos te entusiasman?
AG
— Leo mucho más a poetas que a narradores griegos. A Márkaris no
lo he leído, pero sí a un clásico como Nikos Kazantzakis
con su conocida “Vida
y opiniones de Alexis Zorba”
(me queda pendiente de él la novela que me recomendara una
amiga: “El pobre de Asís”)
y a Lena Divani, autora de
“Las
mujeres de su vida”. “El
mensajero de Atenas”,
de la inglesa Anne Zouroudi, se desarrolla en una pequeña
isla griega donde dioses y hombres se encuentran de manera
velada, como sucediera en los textos homéricos. Estimo que está
presente, en la narrativa griega contemporánea, la tragedia como
un sello de agua que se debe descubrir. En mi apreciación como
lectora, creo que en muchos novelistas contemporáneos laten
aquellos aires micénicos en los cuales la literatura oral
contaba sobre las guerras, las cosechas y los ritos. En todo
autor griego hay un heroico, sin duda, buscando el camino (O´dromos).
Ángela Gentile con Guillermo Eduardo Pilía
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Ángela Gentile con Gerardo Balverde, Alicia Diéguez, Víctor
Heredia y Osvaldo Bayer
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14 — Copiando una pregunta que suelen formular los
directores de la revista “La Guacha”: ¿qué hay detrás de tu
poesía?...
AG —
Podría
inventar, pero nunca me pregunto por mi poesía ni tampoco adonde
va, la escribo porque la necesito. Si puede sumar, Guillermo Ara
dijo respecto de ella:
“Su poesía es una voz cercana a
la que supongo usó el hombre del primer vagido para nombrar un
mundo todavía caótico y acechante”
y Guillermo E. Pilía:
“Quizás Ángela haya llegado a la conclusión de que en la poesía
el silencio tiene a veces más peso que el fárrago de palabras.”
Creo definitivamente en el silencio.
Ángela Gentile con Francesca de Falconi y Hugo Mujica en la
provincia de Tierra del Fuego
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Ángela Gentile con el poeta Elicura Chihuailaf
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15 — En la Escuela Superior de Arte de Berisso, en la
carrera de Canto Lírico, dictás Dicción y Fonética, nos
contabas.
¿Cómo se imparte esa materia?
AG
—
Tiene una parte teórica que se basa en el alfabeto internacional
fonético (AFI), con símbolos que ayudan a reconocer sonidos para
alcanzar una pronunciación correcta en los textos de las óperas,
más la gramática italiana básica. Trabajamos además obras como
“Orfeo” de Alessandro Striggio como libretista y Claudio
Monteverdi como músico; “Didone abbandonata” de Pietro
Metastasio hasta las más populares, como “Aida” de Antonio
Ghislanzoni y Giuseppe Verdi, “Nabucco” (Temistocle
Solera-Verdi), “La traviata” (Francesco Maria Piave-Verdi), “Il
barbiere di Siviglia” (Cesare Sterbini-Gioachino Rossini) o
“Madama Butterfly” (Giuseppe Giacosa-Luigi Illica-Giacomo
Puccini), entre otras. Se leen en italiano respetando el texto
del momento en el cual se crearon, se analizan los argumentos,
se escuchan distintas interpretaciones con apoyatura de videos
y/o audio directamente.
Ángela Gentile con Mónica Claus, Luis Maggiori, Norma
Etcheverry, Pablo Javier Cipolla, Guillermo Eduardo Pilía y
Norberto Antonio
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Ángela Gentile con Eduardo Sacheri
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Ángela Gentile con Eduardo Manso, Víctor Hugo Valledor, José
María Pallaoro, E. Eustratenko, Carlos Aprea y C. Pinto
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16 — ¿Fado
portugués, joropo venezolano, ópera china, rebetiko griego,
samba brasileño o canzonetta italiana?...
AG
— Al escuchar un rebetiko no se piensa en la afinación de la voz
del cantante porque ese alguien comparte su sentimiento de
abandono, se olvida del entorno y entra a dialogar con el dolor,
con la realidad. Los temas van junto a la historia de los
perseguidos, de los desclasados y marginales; mientras que,
nostálgicamente son acompañados por algún bouzouki. La música
rebética tiene como una prolongación el zeibékiko y el jasápico,
que se escuchan en muchas tabernas. Todo es inmediatez, unidad
de música y texto como en el epitafio de Seikilos que dice:
“Mientras vivas, brilla,
/ no sufras por nada en absoluto. / La vida dura poco / y el
tiempo exige su tributo.” Los fados también están conectados
con la melancolía cotidiana y entonces, una sola voz dice todo
lo que un pueblo calla: Amalia Rodrigues y Carlos do Carmo están
entre mis preferidos. Si hablo de rebetiko y fado, debo
incorporar la canzonetta napoletana, porque tiene un misterioso
nacimiento profano en lo que se denominó en el siglo XVI “la
villanella”; era un contrapunto de voces sin acompañamiento y
narra, entre otros asuntos, las vicisitudes del pueblo, en un
dialecto tan musical como el de Nápoles.
Ángela Gentile con E. Bechara Navratilova, O. Romero, Hugo
Rivella, G. Caso Rosendi, J. J. Carrillo, A. Millán, H.
Berenguer, Stèphane Chaument
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Ángela Gentile con Cecilia Bignasco, Marcelo Passoni, etc.
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Ángela Gentile con Mempo Giardinelli y Alicia Diéguez
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17 —
“Ningún tiempo perdido es recuperable”,
afirma el narrador de la novela
“La caverna” de José
Saramago. ¿Cómo te parece que te manejás con lo que vas
perdiendo?
AG
—
¿Por qué recuperar?,
me pregunto en voz alta: la vida está en la intensidad del
presente. La locución latina atribuida a Orazio, el poeta
romano, lo asevera:
“Carpe Diem”, y
desde allí vamos por el Renacimiento con Lorenzo el Magnífico:
“Quant´è bella giovinezza
/ che si fugge tuttavia / chi vuol esser lieto sia / di doman
non c´è certezza (…)”; y así podríamos citar a Miguel
Hernández, o a Francisco de Quevedo, quien habla del poeta y su
prolongación en otros; Friedrich Hölderlin sintetiza:
“Así
el día de la vida, la mañana de la vida”,
y Eduardo Galeano propone “vivir
cada día como si fuera el primero y cada noche como si fuera la
última”.
Llevado al plano familiar, mi abuela, que murió a los 100 años y
decía: “Sólo por hoy la
vida y los amores”: te enseñaba a no detenerte; mi madre es
igual; mi abuelo me dijo antes de irse:
“Hemos tenido una bella
vida”; con lo cual y a pesar de la nostalgia, esas palabras
me formaron desde la infancia y he aprendido a ir por los
senderos sin esperar, acompañada primero conmigo misma, y por
tramos con distintas personas; las cuales a veces deben cambiar
de rumbo por motivos diversos. Esas personas igual van conmigo
pero de otra manera, las añoraré siempre pero no las he perdido,
las vuelvo recuerdo. Dijeron por ahí que la memoria es un
paraíso del cual no podemos ser desterrados: al pensarlos, los
regreso. Es el tiempo antiguo y circular del que hablaron los
pueblos originarios.
*
Ángela Gentile selecciona poemas de su autoría para acompañar
esta entrevista:
II
El archivero continúa la historia.
Clasifica guerras.
Vigila el devenir de los océanos.
Acumula mundos con su índice
y alimenta la belleza.
Quita el polvo y respira,
rescata para sí un epitafio
y lo sella en sus labios.
Suma el infinito
y dispara su aliento sobre los continentes.
Guarda en su bolsillo una luna medieval,
junto a una antigua comarca de pájaros
y recuerda a los hombres, a los hambrientos
perseguidores del ocaso.
(de
“Escenografías”)
*
V
Después de los grandes incendios
mi sombra vigila el cielo.
Recuerdo el paladar de los navegantes.
Desde siempre en la rueca del ocaso,
observo mis desparejos pies
cruzando el horizonte.
Doy silencio al resplandor de los moribundos
y
tejo las pesadillas del éxodo
entonando la canción del ausente.
Celebro la mujer de tulipán
que viaja en mi mirada.
(de
“Escenografías)”
*
HABILIDAD DEL ESCRIBA
Aún poseemos el alfabeto,
dejamos los signos,
migramos.
Arac, se dibuja en lenguas bárbaras.
Los pueblos lo invocan en el vuelo,
le traen el mejor aire,
lo cincelan en escudos
más él es solamente brisa.
Turan permuta oídos.
Posee los códigos,
reanuda los secretos de Areté,
los torna su oficio
y
teje en lengua de aves
la historia de su pueblo sin lectores.
Los sagrados pájaros,
trazan una
lingua estinta,
una sola palabra
transitiva.
(de “Cantos
de la Etruria”)
*
DANZA
El poeta dijo:
“En la otra orilla
hay fiesta”
Sus manos orientaron
el viaje y su lengua la palabra.
Las naves seguían las
estrellas junto al aliento de los remeros.
El poeta
repitió:
“Me esperan”
y danzó sobre la
noche.
Su cuerpo giró hacia
Oriente y su rostro miró por última vez Occidente.
Lejos, las piras encendidas y los becerros sagrados,
anunciaban lo eterno.
(de
“Cuerno de marfil”)
*
LOS PIES DE
ULISES
Fui devorado por el
mar,
pero mis pies
memorizaron Ítaca, su hierba y el misterio condenado a mí.
Por ellos regresé
multiforme y primitivo de sandalias.
Allí, velaron mi
nombre una y mil noches, bajo las estrellas y cerca del Egeo.
Alguien rozó la
sagrada marca en mi piel y preguntó:
¿Quién eres?
Sólo mis huellas,
arquitectas de infamias, reposaron en paz en salinas aguas,
olvidaron la resina de
las zateras y dejaron de oler a maderos.
A expensas del mundo
mis plantas buscaron las sombras y otra voz delató:
¿Dónde irán tus
pies?
Y vinieron hacia mí
los naufragios y los vientos.
Yo, soberano en
intrigas, no pude contra mí y me pregunté:
¿Quién me recuerda?
Y el mar rugió
memorioso desde la alta orilla.
(de
“Los pies de Ulises”)
*
DETRÁS DEL JABALÍ
Quitamos el hacha de dos filos hiriendo la noche.
Mientras en el salón los hilados tejían nuestra vigilia
y la mirada apergaminada del jabalí de Tracia
era rociada con el agua sagrada de primavera.
Nos habíamos detenido en
las tiendas,
alentábamos la voz de los sirvientes luego del baño de
nueces
y antes de la espalda
desconocida del bárbaro.
Lejos, el mar volvía a
su lecho
y el Borea desgranaba
nuestro perfil mientras marchábamos.
La veleta de los vientos
honraba a los dioses
indicándonos el
buen rumbo.
(de
“Los pies de Ulises”)
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Ángela Gentile con Umberto Eco
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Ángela Gentile recibiendo el Premio Nacional
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Ángela Gentile con Ana Emilia Lahitte y Raúl Zeleniuk
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Ángela Gentile con Antonio Dal Masetto, L. Michelena y
Guillermo Eduardo Pilía
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Ángela Gentile con la profesora Hipoliti, Cartagena de Indias,
Colombia, 2000
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Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las
ciudades de La Plata y Buenos Aires, distantes entre sí unos
sesenta kilómetros, Ángela Gentile y Rolando Revagliatti,
diciembre 2016.
www.revagliatti.com
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