Antonia B. Taleti: sus respuestas y poemas
Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
Antonia Taleti nació
el 1 de septiembre de 1941 en Rosario, ciudad en la que reside,
provincia de Santa Fe, República Argentina. Es Profesora en
Letras por la Facultad de Humanidades y Artes de la Universidad
Nacional de Rosario y Licenciada en Español como Lengua
Extranjera por la Facultad de Humanidades y Ciencias de la
Universidad Nacional del Litoral. Ejerció la docencia en
instituciones de Enseñanza Media y en la UNR. Fue Miembro de la
Comisión que elaboró el Plan de Estudios de la Carrera de Letras
en la FHyA, donde tuvo a su cargo las cátedras de Análisis de
Texto y Literatura Europea. Fue también miembro fundador del
Centro de Estudios Orientales de la UNR y del grupo de gestión
cultural “Cuando el río suena”. Participó en coloquios y
congresos realizados en su país así como en Brasil, Cuba,
México, Puerto Rico, Suecia e Italia. Fue incluida, entre otras,
en las antologías “Poetas del Tercer Mundo” (2008), “Italiani
D’Altrove” (con epílogo y traducción de Milton Fernández,
Italia, 2010), “Cuentos batidos” (compilación de Fabricio
Simeoni y Federico Tinivella, 2012) y “Rapsodia obertura” (2015).
Publicó el volumen ensayístico “Itinerarios de lectura. La
narrativa de María Elvira Zagarzazu”, en colaboración con
Graciela Aletta de Sylvas (2003) y los poemarios “La voz que
nunca alcanzo” (2004), “Río de paso” (2007) y “Cómplice
en la mirada” (2014).
1 — Cómo te habrá llegado la poesía.
AT — El
primer recuerdo que conecta con tu pregunta es una anécdota en
la que aparezco ceceosa, a los cuatro años, recitando de memoria
el “Romance del enamorado y la muerte”, que un familiar,
estudiante secundario, repetía en voz alta cumpliendo una tarea
escolar. De los siete años guardo la estampa y las sensaciones
de un verano en un campo de la provincia de Córdoba, en el que
cada atardecer la mamá de una amiga que me había invitado a
pasar las vacaciones con ellos, nos leía a sus hijos y a mí “Tabaré”,
del uruguayo Juan Zorrilla de San Martín. La poesía me llegó a
través de la voz, del ritmo y de las imágenes que producían
cierto encantamiento, un todo que no requería interpretación
pragmática. La literatura está enlazada con mi vida desde el
comienzo: mi padre era distribuidor de diarios, revistas y
libros nacionales y extranjeros, y mi madre sigue siendo una
voraz lectora. El acceso a material de lectura era cotidiano, y
al día de hoy para mí un libro continúa siendo un objeto de
deseo. Conservo los volúmenes de la Colección Robin Hood,
Billiken, Editorial Molino, etc., con sus hojas amarronadas y
algún lomo perdido. Me atrapó ese mundo, puerto de ingreso a
todos los mundos posibles. Cursé la escuela primaria y hasta
tercer año del secundario en el Colegio Dante Alighieri de mi
ciudad, lo que me aportó el acercamiento a la cultura y la
lengua italiana. Mi padre nació en Sicilia y mi madrina en
Bologna; estas confluencias me instaron a sentir a Italia como
mi patria de origen; así lo vivencié la primera vez que crucé el
Estrecho de Messina: yo volvía a mi tierra. Me recibí de maestra
en el Normal Nº 1; los dos años cursados en esa institución me
acercaron a la pluralidad de voces, de ideologías, de
elecciones, al significado de tomar una escuela, dormir allí a
modo de protesta.
Antonia Taleti con Miguel Culaciati, María Lanese y Ana
Russo
2 — ¿“Letras” te esperaba?...
AT — Era
de esperar que ese fuera el paso siguiente, pero no lo fue de
inmediato. Algún criterio de matriz laboral y también de sueños
de justicia me inclinó hacia Abogacía. Cursé un año, rendí
alguna materia, pero en ese entonces, otra vez las palabras
sostenidas por la voz, aunque también cargadas de sentido
atravesando el cuerpo, me llevaron hacia otro espacio: el
teatro. Durante dos años formé parte del grupo de jóvenes que
dirigidos por Carlos Mathus, nos nucleamos bajo el nombre de
Teatro Independiente del Magisterio (TIM). Interpreté cuentos de
Leónidas Barletta en “Y la rueda sigue girando”, poemas de
Alfonsina Storni en un espectáculo a ella dedicado, fui
Catherine Creek en “El arpa de pasto” de Truman Capote y
poco más. No supe resistir la oposición familiar y abandoné. Fue
una etapa apasionada y
entrañable. EUDEBA (Editorial Universitaria de Buenos Aires) y
Proteatro acaban de publicar
“TIM Teatro. El audaz
magisterio”, escrito por Ana María Rozzi de Bergel, quien
integró desde el inicio este grupo teatral de avanzada y
participó del desarrollo estético, cuya culminación fue “La
Lección de Anatomía”, obra en la que también se desempeñó como
directora repositora. Me llega el libro, Rolando, coincidiendo
con tu propuesta de reportaje. Dos situaciones que me llevan a
la revisión de recorridos, de tramos que pudieron ser caminos y
se quedaron en senderos. Desconozco la nostalgia, no pienso en
lo que pudo haber sido y no fue, tampoco me detengo en el
cálculo del posible mañana, prefiero el gorjeo que escucho en
este instante.
Y llegó el momento de empezar a estudiar en la Facultad de
Humanidades y Artes. Elegí la carrera porque me gustaba leer y
escribir. Nuestro plan de estudios se basaba en la lectura de
obras consagradas en el canon de los países centrales europeos,
literatura argentina, alguna materia más abarcadora como
Historia del Arte, las pedagógicas y griego y latín. Escritura,
nada. Algunos seminarios completaban la propuesta. El primero
que cursé lo dictó un poeta: nada menos que Hugo Padeletti.
Todavía conservo fichas donde compruebo cómo nos enseñó desde
enumerar los versos, contar las sílabas, hasta distinguir
recursos. Nos acercó a la poesía con una actitud reflexiva, a
leer después del impacto, el andamiaje que
lo sostenía. Lo reencontré muchos años después, ya no
personalmente sino a través de sus poemarios, y desde allí
continuó su clase magistral:
“…la difícil extracción
del sentido / es simple: / el acto claro / en el momento claro /
y pocas cosas / verde / sobre blanco.”
Despojada, breve trazo, hendidura en el silencio, que me
trae la resonancia de Juan Ramón Jiménez, su tránsito hasta
alcanzar una poesía desnuda, no por rechazo a la vida sino por
condensación en la palabra; la ilación natural me lleva a la
“Generación del 27” con la vuelta a Luis de Góngora, que es
adentrarse en el lenguaje mismo, en la exploración de sus
límites, en la explosión de sus defensas. Y a la par está
Antonio Machado desde “La plaza y los naranjos encendidos…”, la
reescritura de proverbios y cantares populares hasta llegar a
“El crimen fue en Granada”, porque desde la carne lacerada por
la guerra la poesía también vocifera.
Así veo a la palabra inquieta, inquietante, que
desacomoda, que a veces se adhiere a los talones del caminante y
a veces es la “Flecha en
la niebla. Identidad, palabra y hendidura” de Hugo Mugica,
escucha de la voz que nunca alcanzo, o de
“La pequeña voz del
mundo” de Diana Bellessi, conexión con lo frágil, instantes
de epifanía. En estos poetas me detengo, en su destreza para dar
nombre a lo inasible.
Terminada la carrera de Letras comencé a trabajar en escuelas de
nivel medio y posteriormente en el Profesorado “Nuestra Señora
de Guadalupe”. En este tramo de mi vida me casé, tuve una hija y
un hijo; al día de hoy mantengo el mismo estado, al que se suman
tres nietos.
Antonia Taleti con Bruno Mascetti
3 — Tramo como profesora y como alumna.
AT — Entre
el lugar del maestro y el del alumno, siempre me ubico en el
asiento de quien tiene mucho que aprender. Nunca abandoné el
lugar de estudiante, por lo tanto cursos, seminarios, grupos de
estudio, son espacios frecuentes en mis elecciones. Durante los
años del Proceso Militar, cuando la facultad entró en un período
oscuro, tuve oportunidad de acrecentar mi formación bajo la
dirección del doctor Nicolás Rosa, en los grupos que se formaban
fuera de los claustros: un saber de post grado que no anhelaba
títulos. De él un frío registro podría decir Doctor en
Literatura Comparada (Canadá), Profesor de Teoría y Crítica
Literaria, Profesor Consulto de la Universidad de Buenos Aires,
pero nadie que haya pasado por sus clases se conformaría con
este retazo. Escucharlo era una experiencia de aprendizaje, el
desborde del saber y de la palabra, abría espacios, aportaba
autores que modificaban paradigmas desde disciplinas que estaban
en plena ebullición, lingüística, semiótica, los estudios
lacanianos, acercaba la sólida crítica a la ficción, era un
placer, un estímulo. Su trabajo en la Facultad de Humanidades y
Artes de Rosario fue potente: discípulos, estudios, congresos,
sostienen su marca. He sido afortunada, en la década del sesenta
alcancé a tener profesores como Oreste Frattoni, que el primer
día de clase en primer año empezó a leernos el relato de Franz
Kafka “La construcción de la muralla china”; después de algunas
oraciones se detuvo a la espera de nuestra interpretación, qué
podíamos decir a partir de las primeras imágenes y afirmaciones,
y se quedó esperando, sin apuro; entonces aprendí que leer no es
andar galopando sobre las palabras, sino detenerse en los
indicios. En las clases de Literatura Argentina con el profesor
Adolfo Prieto, se nos presentó la conexión entre la obra y el
contexto, que años más tarde pudimos apreciar en profundidad con
la publicación de la Colección Capítulo (del Centro Editor de
América Latina).
Estudio constante y experiencia en el dictado de clases me
posibilitaron integrar el cuerpo docente de la Facultad cuando
volvimos a la democracia. Congresos, Jornadas, Simposios fueron
ocasiones para presentar trabajos críticos y también para
graduarme de viajera. Por el país y fuera de él. Ya avanzada mi
carrera docente comencé a coordinar talleres de lectura y
escritura para adultos. Tarea que al día de hoy sostengo. No he
soslayado tareas de gestión con el fin de divulgar autores y
obras. Presentaciones de libros, organización de cursos,
lecturas y conferencias me encontraron dispuesta a colaborar. La
idea de pensar en puentes que permiten pasar de la orilla del no
saber a la del conocimiento siempre me atrae.
Por esto no dudé en sumarme a la propuesta de Florencia Lo Celso
de organizar un espacio de gestión cultural que propiciara
lecturas, cursos y presentaciones de libros, atenta a las
características de nuestra
ciudad río donde
arte y literatura tienen tantas voces y requieren espacios de
difusión. El grupo de escritoras reunidas en “Cuando el río
suena” también produjo una antología de poesía editada por el
sello Vinciguerra y una producción audiovisual con imágenes del
Paraná rosarino de Damián Giandoménico con nuestras voces y
poemas.
Siendo directora de la Escuela de Letras la profesora
Sonia Yebara se creó el Centro de Estudios Orientales dentro del
ámbito de la FHyA, del que fui miembro fundador, espacio
de rico intercambio de saberes del vasto mundo que genéricamente
denominamos Oriente, basado en la necesidad de conocer culturas
que se nos presentan como lejanas o ajenas; en él organizamos
congresos que contaron con la participación de académicos
argentinos
y extranjeros.
Antonia Taleti con M. Vacs, H. Berenguer, Ana Danich, Noemí
Correa, F. Lo Celso, Marisa Chazarret, B. Conde Narvaez Elia, J.
Paolantonio y J. Paladini
4 — Y llegó la poesía.
AT — Salió
a la superficie con forma de escritura. Primero es un modo de
mirar, de percibir; a veces condensa en palabras y otras, se
queda en pura vibración interior. Es la imagen, aroma, sonido,
sabor, figura, contacto, que se resiste al olvido y que nos
interroga; es un misterio de sentidos múltiples que procuramos
develar poniéndole palabras, que nunca alcanzan. La poesía me
acompañó siempre, como repetición primero, después como estudio,
más adelante como búsqueda y finalmente, en la edad adulta tomó
forma para ser
compartida. Los años de estudio me habían dado a conocer a
poetas en los
libros, pero nada sabía de poetas que mi ciudad reconocía como
propios. No existían para la currícula universitaria. En 1998
participé en el IV Congreso de Creación Femenina, organizado por
la Universidad de Bayamón, en Puerto Rico. Allí la vi por
primera vez, escuché su ponencia, supe que era poeta y rosarina:
Concepción Bertone. Más tarde, leí en un diario que ella ofrecía
un taller de poesía. Para ese entonces yo ya disponía de
suficientes hojas acumuladas y sin destino, como para decidirme
a llamarla. Su taller tenía algo de mágico y sagrado, todo
confluía para que así fuera: se dictaba en una librería “de
viejo”. Concepción mostraba a los integrantes del grupo —Marcelo
Juan Valenti, Esmeralda Suhurt, Diego Tejedor y yo— lo mejor que
un maestro puede exhibir: su pasión, su convicción por lo que
hace. Atesoro el recuerdo de ese tiempo a partir del cual empecé
a conocer a mis pares. Una pregunta de Marcelo Juan Valenti —“¿Qué
esperás para publicar?”— me ayudó a reflexionar y tomar la
decisión de exponerme: “La voz que nunca alcanzo” fue el
título. Años después, cuando la poeta Diana Bellessi accedió a
leer el
borrador de mi segundo libro e hizo las observaciones que ella
evaluó necesarias, en ese intercambio se recreó la magia, otra
vez la palabra poética trazaba un círculo que encierra algo
sagrado. Adentrarse en la palabra del otro, trabajar sus límites
y potencialidades, requiere no solo sabiduría sino también
delicadeza, porque se roza el misterio de algo íntimamente
humano. Concepción y Diana saben lograrlo. Dos experiencias que
recuerdo, cuando la duda acecha.
Antonia B. Taleti con Noemí Correa, Florencia Lo Celso,
Liliana Farah, Jorgelina Paladini, Marcos Silber, etc
5 — Mencionaste ya a Puerto Rico. Contanos sobre
tus participaciones en otros congresos.
AT
— Los congresos son instancias de encuentro a partir de
problemáticas que nos interesan. Es el cara a cara con el
semejante hasta ayer desconocido. Los congresos relacionados con
Lengua y su espectro visualizan la extensa trama de personas que
en Latinoamérica, por ejemplo, trabajan cotidianamente para que
la palabra mantenga su rebeldía frente a la opresión, para que
exprese identidades. En el sistema de intercambios que prevalece
en nuestra sociedad, solo algunos nombres trascienden la
frontera local y alcanzan circuitos más amplios de circulación.
Los congresos dan la posibilidad de descubrimientos y difusión.
Evoco con gratitud los Encuentros de Escritoras que en varias
oportunidades organizó Angélica Gorodischer. Esa labor inmensa
nos permitió conocer a tantas mujeres que provenían, en relación
a nuestra ciudad, de sitios cercanos o remotos con una obra
literaria consolidada en su haber, pero escasamente divulgada
entre nosotros. Ya que mencionamos a Puerto Rico, destaco a la
narradora Marta Aponte Alsina, y si pienso en México recuerdo el
taller de Teoría y Crítica Literaria “Diana Morán”, y dentro de
ese espacio a la académica argentina Ana Rosa Domenella (pero no
creo que aquí se trate de establecer listados, que siempre
resultan mezquinos).
Las ponencias con las que participé elegían como tema la
escritura de mujeres, aunque no exclusivamente. Algunos ensayos
fueron individuales y otros, en colaboración con la doctora
Graciela Aletta de Sylvas.
6 — Fuiste asesora literaria de un programa radial.
AT —
“Desobedientes y descalzos” es un programa semanal creado y
conducido por la actriz Mónica Alfonso; se difunde por Radio
Universidad de Rosario. En el inicio colaboré en la selección de
un corpus de cuentos y poemas que ella interpretaba en las
audiciones. A la nómina de narradores reconocidos pude sumar
nombres de valiosos escritores locales como Delia Crochet y
Marta Ortiz, entre otros. En 2010-2011, una vez por mes, me
integraba no solo eligiendo un relato sino también efectuando un
análisis del mismo, una especie de taller literario al aire.
Antonia Taleti con Clara Rebotaro y Jani
Antonia Taleti con Miguel Culaciati
7 — En tanto en 1998 obtuviste una Primera Mención en
el género cuento, en el cuento incursionaste.
AT —
Me sobran dedos de una mano para contar las veces que participé
en concursos literarios. No tengo nada en contra de ellos, es
más, recomiendo a mis alumnos que lo intenten. Personalmente
carezco de esa ejercitación para concretar el trámite, no me
informo, se me vencen las fechas, me olvido. Sin embargo, hace
dieciocho años la Convocatoria del Centro de Estudios
Interdisciplinarios sobre las Mujeres (FHyA) me encontró con un
cuento que yo acababa de escribir, cuya temática conectaba con
la propuesta; también el lugar donde debía llevarlo estaba
dentro de mi recorrido habitual y allá fue “Buen día, Selmi”,
que obtuvo la primera mención.
Escribo cuentos, a veces. En su mayoría, están inéditos.
Tienen un tono muy distinto a la poesía, una resolución más ágil
y llana; la poesía está más encriptada. He terminado en estos
días un relato que tal vez tantee el arduo camino de la edición.
Antonia Taleti con la poeta Nora Hall
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Antonia Taleti con Martha Elena Del Castillo, Susana
Giordano, etc.
8 — Tengo conmigo mi ejemplar de “Italiani
D’Altrove”. Allí, en tu presentación (en italiano), te
referís a figuras y circunstancias significativas.
AT
— La invitación a participar en la antología
“Italiani D´Altrove”,
propuesta del escritor uruguayo Milton Fernández, donde vos y yo
hemos compartido páginas, me llevó a reflexionar sobre mi
relación con Italia y de allí a consolidarla. En la presentación
establezco tres nexos que me unen con la península.
“La primera relación con Italia me llega a través de la figura
de mi abuela, de las anécdotas que se contaban de esta mujer
fuerte, que murió cuando yo era todavía muy chica y que me dejó
en herencia su recuerdo y su nombre: Antonia.
(…)
El segundo nexo con Italia lo establezco a partir del estudio de
la Lengua y la Literatura que me ofrecieron en el Instituto
Dante Alighieri de Rosario, donde cursé la escuela primaria y
parte de la escuela secundaria.
(…)
El último lazo lo debo a mi madrina, una agradable boloñesa
interesada en el arte que amaba a los animales y a las plantas y
que me enseñó canciones como ‘C´era un grillo nell campo di
lino…’.”
Antonia Taleti con Cristina Lavagna
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Antonia Taleti con Mariana Vacs, Héctor Berenguer, Noemí Correa,
Jorge Paolantonio, Florencia Lo Celso y Jorgelina Paladini
9 — Es a la lectora más o menos habitual de literatura
en idioma italiano a quien le pregunto qué novelistas,
cuentistas, poetas italianos prefiere y porqué.
AT —
Luiggi Pirandello podría iniciar el recorrido, por su reflexión
sobre el ser, la pregunta filosófica más allá del momento o el
lugar donde surja.
Uno, nessuno e centomilla. Los escritores que me
interesan son aquellos que tienen un trabajo sobre el lenguaje y
las estructuras y conectan con una mirada sobre lo social o
individual. Es una combustión difícil, el encuentro de cómo
escribir el tema irrenunciable para cada autor. En desorden,
nombro a Antonio Tabucchi mientras pienso en
“Sostiene Pereyra”, a
Vincenzo Consolo en
“La sonrisa del ignoto marinero”, a
Leonardo Sciascia en
“El día de la lechuza” y
“El caso Moro”, a Andrea Camilleri no solo creador de la
serie del comisario Montalbano,
sino de historias como
“La toma de Macalé”.
Releo “Las ciudades
invisibles” de Italo Calvino y desearía volver a
“Si una noche de invierno
un viajero” y a revisar su propuesta teórica. Actualmente,
el desafío que propone la New Italian Epic me parece una
evidencia de la vitalidad de la literatura italiana.
De los poetas italianos vuelvo a Giacomo Leopardi,
Salvatore Quasimodo, Eugenio Montale, Giuseppe Ungaretti pero,
preciso aclarar que soy lectora de poesías, no de poetas,
lectora de textos, no de autores.
Antonia Taleti con Ana Russo, Marcela Velles, Miguel Culaciati y
María Lanese
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Antonia Taleti con Mariana Vacs, Clara Rebotaro, Marta Ortiz,
Patricia Severín, Florencia Lo Celso y Sonia Contardi
10 —
Te transfiero, aunque con formato de preguntas, declaraciones
del escritor Marcelo di Marco: ¿El arte tiene que molestar? ¿Ya
no hay modelos en nuestra vida cotidiana?
AT —
Pienso en el arte como una experiencia de percepción que abre
sentidos, que amplía el horizonte, que aporta puntos de vista
desde los cuáles reflexionar, donde se sostiene un criterio
estético. El arte es creación que no tiene que dejar
indiferente, que tiene que movilizar, que desacomodar. Molestar,
fastidiar, no es un objetivo, puede ser una consecuencia. La
visión de mundo del sujeto creador deja su impronta en la obra.
¿Modelos en la vida cotidiana? Sí que existen, hay modelos a
seguir y otros, a destruir. Es la dinámica de las relaciones
generacionales.
Antonia Taleti con Marcelo Juan Valenti
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Antonia Taleti con Clara Rebotaro, Omar Aguiar, etc.
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11 — ¿Algún pormenor respecto a cómo leés cuando algo te
entusiasma?
AT —
Marco con resaltador amarillo los párrafos que me interesan,
efectúo anotaciones en el mismo libro. Es un placer sentarme a
leer como si me sentara a escribir. Nada original.
Antonia Taleti con la poeta Sonia Scarabelli
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Antonia Taleti con las poetas Marta Ortiz e Irene Marks
12 —
Has
publicado tres poemarios: ¿qué considerás común entre ellos?
AT —
Los títulos indician un recorrido. En común tienen la búsqueda
de la palabra que exprese lo inefable, lo que va más allá de
nuestros límites, esa presencia de algo sagrado o divino que a
veces vislumbramos. Por eso siempre es intento, interrogación,
tratar de escuchar “La
voz que nunca alcanzo”.
El segundo libro,
“Río de paso”,
agrega el oxímoron del instante para siempre; por último, la
invitación a compartir, a encontrar a los pares en
“Cómplice en la mirada”,
que conlleva la idea de transgresión relacionada con el par
escritura–lectura.
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Antonia Taleti con Fernando Ramiro Silber
Antonia Taleti con Gloria Lenardón, Alejandra Méndez,
Florencia Lo Celso, Mariana Vacs, Graciela Aletta, Marta Ortiz,
Jorgelina Paladini y Ana Russo
13 —
Dentro del género narrativo preferís...
AT
— ...las novelas. Admiro la capacidad de crear un universo que
tienen los novelistas, se asemejan a los directores de cine. Me
los imagino por meses habitando en mundos paralelos. Los cuentos
de Borges, Cortázar, sí, pero no leo cuentos con frecuencia. Y
poesía porque me gusta y porque pretendo escribirla. ¿Podemos
entrever la cantidad de libros publicados y fantasear en los que
quedan relegados? ¿Lista de autores? Los ya mencionados y los
que salen al cruce por recomendación de amigos, de críticos, de
libreros. Encontrarse con libros para leer es una casualidad
más.
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Antonia Taleti con María Lanese y Florencia Lo Celso
Antonia Taleti - Foto Jorge Paolantonio
14 —
Uno de los personajes de la novela
“El mundo deslumbrante”
de Siri Hustvedt, declara:
“…la simpatía no sólo
está sobrevalorada sino que además resulta mucho menos atractiva
de lo que suele afirmarse.” ¿Coincidís?
AT —
En la base etimológica de la palabra simpatía está la idea de
coincidir en la experiencia, de ser solidario, un término
positivo. Si lo llevamos a un gesto superficial, se devalúa,
pierde solidez. Hay un vocablo que en estos tiempos ha
perdido su sentido, y es
amigo. El uso
impuesto por las redes sociales cambió su significado. ¿Alguien
puede creer que tiene 3.500 amigos porque así aparecen en
Facebook? Lamento esa pérdida porque la amistad es una relación
sutil, generosa, que incluye la simpatía y el conocimiento
profundo del amigo, relación que hay que cuidar como todo lo
valioso, para que perdure.
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Antonia Taleti con Marta Ortiz
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Antonia Taleti con Georgina Mascetti
15 — ¿Advertís que algunos recuerdos han ido cambiando en
vos a través del tiempo?
AT —
Creo que puede modificarse la valoración de algunos hechos del
pasado. El recuerdo es un relato como la imagen de una foto,
queda lo condensado y se desdibuja el original. No estoy
pendiente del pasado, tenemos un presente alborotado que consume
el tiempo. Mi memoria es arbitraria y desordenada, supongo que
es la libertad de mi subconsciente de decir qué conserva y qué
deja pasar. Lamento que de mis recuerdos preponderen las
impresiones generales.
Antonia Taleti con F. Lo Celso, P. De Vicari, F.
Bellotini, M. Ortiz, M. Gómez de la Cruz, C. Martín, M. Vacs, J.
Paladini, V. Lovell, M. P. Alzugaray, S. Cirilho, etc.
Antonia
Taleti con Jorge Isaías, María Lanese, Milton Fernández, Eduardo
D'Anna, Ana Russo y Paola Cescón
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*
Antonia B. Taleti selecciona poemas de su autoría para acompañar
esta entrevista:
A la intemperie
Estaba a la intemperie
cuando el pájaro picoteó
su alimento, toda
sangre, carne, huesos
mientras el río frotaba
las piedras ágilmente.
También pelos y uñas
rodeada por montañas.
A la intemperie
desnuda,
con los ojos abiertos,
tratando de escuchar
la voz que nunca alcanzo.
Alguien plantó el misterio y nos observa
en un juego de ciegos
oler, palpar, lamer
la presa equivocada.
(de “La voz que nunca alcanzo”)
*
Infancia
Bordeaba el margen lluvioso
un charco de enero.
Era chica
supe que ese instante
se condenaba al vacío
si no lo aferraba.
Lo guardé... para alguna vez.
Poesía, memoria de charcos.
(de “La voz que nunca alcanzo”)
*
Tendiste la niebla compacta y leve sobre el río
telones de gasa cubrieron
el puente, las islas.
Desde allí llamabas sin
manos y sin voz
solo un perfil alentando el
secreto
en el ritual de un domingo
de mañana.
Sin conocerte avanzo
expuesta a esa luz blanda y húmeda
abandonada toda defensa
busco tu imagen, tu palabra
y desde la orilla que me
retiene ruego
que no sea cierto el perro
lanudo, husmeante
los vidrios rotos
los desperdicios
ni siquiera el chasquido de
las olas
ni la bandada de largos
picos
que el hombre en medio de
los charcos
no sabe, no puede nombrar.
Solo vos, entreabierto
llamando.
(de “Río de paso”)
*
Húmeda
pegada a las baldosas
de la vereda, la hojita
aferrada al instante se
ofrecía
humilde y sabia.
En el umbral, estremecida
yo esperaba.
(de “Río de paso”)
*
Del amor desconocido
me gustan las maneras
a qué budacristoalá
o como lo llamen
dar las gracias por
el árbol florecido
el solcito detrás del vidrio
el abrazo del compañero
la cerveza compartida.
(de
“Cómplice en la mirada”)
*
Intermitente gotea el lila
y reverbera en vida desde
la vereda.
Es un haz intenso el que
atravieso.
¿Quién mira este escenario
donde juego
mi breve paso de comedia?
Es octubre azul en Rosario
y puedo verlo.
(de “Cómplice en la mirada”)
Antonia Taleti con Alejandro Pidello,
Héctor Berenguer, Mariana Vacs, Victoria Lovell, Any Lagos, Nora
Hall y Marcela Atienza
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Antonia B. Taleti
con Ramiro Silber, Mariel Monente, B. Conde Narváez, Raúl
Feroglio, F. Lo Celso, Jorgelina Paladini, M. Vacs, Ana Russo y
Pablo Javier Resa
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las
ciudades de Rosario y Buenos Aires, distantes entre sí unos 300
kilómetros, Antonia B. Taleti y Rolando Revagliatti, 2016.
www.revagliatti.com
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