Carina
Sedevich: sus respuestas y poemas
Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
Carina
Sedevich nació el
29 de junio de 1972 en Santa Fe de la Vera Cruz, capital de la
provincia de Santa Fe, Argentina, y reside en la ciudad de Villa
María, provincia de Córdoba. Desde 2003 es Licenciada en
Ciencias de la Comunicación por la Universidad Nacional de Villa
María. Es especialista en Semiótica, maestra en Ceremonial por
el Centro de Altos Estudios en Ceremonial de Buenos Aires y
profesora de Yoga Integral por la Alianza Cordobesa de Yoga.
Cursa el instructorado en Técnicas de Meditación en la Escuela
de Yoga Clásico y Científico de Córdoba. Participó en festivales
de poesía en su país, Uruguay y Venezuela. Entre otros, ha sido
incluida en los volúmenes
“Antología Concurso Internacional de Poesía ‘José Pedroni’”
(1996), “Antología
Concurso de Poesía Universidad Nacional de Río Cuarto”
(1998), “Muchachas punk
vs. Poetas clásicos” (Compilador: Iván Wielikosielek, 2012).
Publicó entre 1998 y 2016 los poemarios
“La violencia de los
nombres”, “Nosotros
No”, “Cosas dentro de
otra cosa”, “Como
segando un cariño oscuro”,
“Incombustible”,
“Escribió Dickinson”,
“Klimt”,
“Gibraltar” y
“Un cardo ruso”.
Carina Sedevich con su gata Mimí en 2013
1 — Solicitamos el esbozo de un relato de vida, Carina:
la tuya.
CS — Nací
casi a la medianoche de un jueves. Llovía y hacía mucho frío. Mi
mamá estuvo en trabajo de parto por más de veinticuatro horas.
Parece que mi cabeza era enorme y que me resistía a abandonar el
útero. Mi papá me cuenta que el médico, un francés desalineado,
no se sacó la bufanda durante todo el proceso y en un momento
dado, cuando la cosa se puso especialmente complicada, se
arrodilló en el piso de mosaicos helados para rezar. Fui la
primera de cuatro hermanos.
Mi mamá
asegura que al año y medio hablaba perfectamente y que a los
tres sabía qué era el desamor. El primer grado de la escuela
primaria lo cursé en tres provincias: durante 1978 me mudé con
mis padres y hermanos desde Mendoza, donde estábamos viviendo, a
Río Negro, y luego regresamos a Santa Fe. En mi ciudad natal
cursé hasta cuarto grado y después, en Villa María, hice quinto
en una escuela y sexto y séptimo en otra. Quizás todas estas
mudanzas contribuyeran a que muy pronto comenzara a comprender
el carácter contingente de la existencia y a forjar una
personalidad afirmada en mi interioridad por sobre el contexto
circunstancial o la pertenencia a grupos de cualquier índole.
No
recuerdo con alegría mi paso por las instituciones escolares.
Adoraba leer y escribir pero no disfrutaba estar entre la gente:
el contacto con mis compañeros me resultaba traumático y sentía
que mis docentes me defraudaban. También sufría la imposición de
permanecer en determinados espacios durante horarios
establecidos y tener que realizar tareas que no estimulaban mi
creatividad ni alimentaban mi espíritu. Para mí fueron tormentos
la escuela primaria y la secundaria. Las instancias posteriores
—educación terciaria, universitaria, posgrados— las transité
apelando a un enfoque más pragmático —es decir, enfocada en el
fin último: obtener la certificación— y aprovechando al máximo
toda flexibilidad en materia de cursado. Siempre estudié mucho y
tuve las mejores notas —recibí, por ejemplo, una distinción por
ser la egresada con el promedio más alto de mi colación de
grado— pero me incomoda hasta el día de hoy estar atada a
horarios, actividades o espacios por pura burocracia
institucional.
Mi hijo Francisco nació cuando yo tenía dieciocho años:
vino al mundo durante la siesta del domingo 21 de abril de 1991,
en medio de, quizás, una de las más difíciles etapas de mi
existencia. Apoyada por mis padres y mis hermanos, que cuidaban
de mi hijo, poco a poco retomé los estudios y comencé a
trabajar. Fueron años duros, atravesados por momentos complejos.
En 1998 apareció mi primera publicación de poesía, editada por
el poeta Alejandro Schmidt para su colección Plaquetas del
Herrero. Mi plaqueta se llamó “Una nube decapitada y grave”: esa
era una de las líneas del primer poema. Estimulada porque a
Alejandro le hubieran gustado mis poemas y también por el hecho
de haber sido elegida en un par de concursos para integrar
antologías, ese mismo año autoedité mi primer libro:
“La violencia de los
nombres”. En este punto debo aclarar que no empecé a
escribir poesía a los veintiséis años: estimo que escribo desde
los ocho, al menos.
En el 2000 autoedité dos libros más:
“Nosotros No” y
“Cosas dentro de otra
cosa”. Todavía me gustan mis primeras publicaciones —algunos
versos más, algunos mucho menos, por supuesto—. Volví a publicar
recién en 2012. Durante esos doce años en que no publiqué hice
otras cosas: estudié y trabajé mucho, viví en pareja, perdí dos
embarazos. Más allá de eso, aunque escribí poco, nunca dejé de
escribir. A fines de 2011 terminó mi relación de pareja. Me mudé
una vez más —me mudé muchas veces a lo largo de mi vida, por lo
menos veinte— y escribí un libro muy doloroso, al que puse por
título “Como segando un
cariño oscuro”. Empezó para mí una etapa nueva, en la que
escribir y publicar se volvieron cuestiones importantes, que me
salvaban de la tristeza. La respuesta de los lectores, los
colegas, las editoriales, era muy buena, muy alentadora. Sentía
que tenía sentido. Escribí y publiqué mucho desde 2012 hasta
hoy. Algunos poemarios fueron editados en España, también.
Tradujeron poemas míos al italiano, al portugués, al mallorquín.
Difundieron parte de mi obra en revistas de diversos países de
Europa y de Latinoamérica. Participé de varios festivales
internacionales. En el transcurso de esos años, asimismo,
algunos músicos hicieron canciones con mis poemas, otros me
invitaron a sumarme a shows musicales con mi poesía, varios
periodistas y escritores comentaron mis libros o me
entrevistaron acerca de mi vida y mi escritura. También hubo
artistas plásticos y audiovisuales que se inspiraron en mis
poemas. Estoy muy agradecida por la ocurrencia de todas esas
cosas maravillosas.
Ahora vivo sola, con
mi gata Mimí, que me acompaña desde 2009. Trato de dedicar
tiempo a las cuestiones que me hacen feliz, además de escribir:
practicar yoga, cuidar de mi sobrina más pequeña, investigar
sobre alimentación, preparar mis alimentos. Soy vegetariana
desde hace veinticuatro años y me interesa la medicina oriental.
Sé que soy una persona sana, pero a lo largo de mi vida padecí
algunas afecciones —anorexia, depresión, ataques de pánico— que
me llevaron a interesarme por la profunda conexión que existe
entre organismo y espíritu. Hoy puedo decir con alegría que,
después de mucho dolor y aprendizaje, transito cada día como si
fuera el primero y el último de mi existencia: eso me permite
estar en paz.
2 — ¿Qué añadirías sobre tus poemas musicalizados y tus
incursiones en shows?
CS —
El contacto con la música me fascina porque es un lenguaje
técnicamente desconocido para mí. Las cosas hermosas lo son más
si conservan algo de misterio. Por eso no me interesa saber cómo
funciona una melodía o diseccionar un poema. Para poder crear
hay que conservar una mirada fresca sobre las cuestiones de este
mundo. Asomarme a un lenguaje que no manejo, entregarme a él y
disfrutarlo plenamente, hace que recuerde que el arte es mucho
más que conocimiento o ejercicio. El arte es revelación de la
vida en verdad y en belleza, como dijo alguna vez Ernesto Sábato
hablando de poesía.
(1)-(5)Carina Sedevich con sus hermanos Leonardo
y Federico, 1978, Santa Fe
(2)Carina Sedevich con Griselda, su mamá, Norberto,su papá
,Leonardo y Federico, sus hermanos,1979, Santa Fe
(3)Carina Sedevich con sus hermanos Federico y
Leonardo, 1978, Cipolletti, Río Negro
(4)Carina Sedevich con su muñeco Daniel, 1974, en Alvear,
Mendoza
3 — ¿Cómo es Villa María, su vida social, cultural…?
CS —
Es una ciudad tranquila, no muy grande. Soy agradecida y debo
decir que a mí me ha tratado bien. De todas formas no soy la
persona más indicada para juzgar el lugar en que vivo. En
principio porque siento que no soy de aquí ni soy de allá. En
segundo lugar porque de la vida social participo muy poco, lo
imprescindible. Suelo pensar que me daría lo mismo vivir en
cualquier otro sitio. A veces me complacería tener acceso a
cines a los que trajeran las películas que prefiero, que no son
las más comerciales, o a ámbitos más diversos para escuchar
música en vivo o para comer. Otras veces me agradaría tener más
cerca las montañas o el mar. Esas cosas. Pero siempre me las
arreglo con lo que tengo a mano. No necesito estímulos
extraordinarios ni demasiada compañía, en general, para estar a
gusto y en paz. Diría que más bien todo lo contrario.
Carina Sedevich con Inés Manzano, Eugenio Mandrini, Ángela
García (Colombia), Cristian Aliaga y Lasse Söderberg (Suecia),
2015
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Carina Sedevich en San Marcos Sierra, Córdoba, Argentina (2013)
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4 — ¿Prevés para pronto la aparición de algún otro
poemario?
CS — En breve se
publicarán mis dos libros más recientes:
“Cuadernos de Lolog”,
por Postales Japonesas Editora,
y “Lavar a la madre”,
por Editorial Buena Vista.
También
estoy incluida en
la antología “Atlas de
poesía argentina”, que presentará en junio la Editorial de
la Universidad Nacional de La Plata (EDULP). Y además, una
editorial de Brasil me pidió mi libro
“Un cardo ruso” para
editarlo en ese país traducido al portugués.
Carina Sedevich con su sobrina Emma, 2010, Alta Gracia, Córdoba
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Carina Sedevich con Francisco, su hijo, en 1997
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5 — ¿“Estamos listos”, “Estamos a mano”, “Estamos
muertos”, “Estamos hechos”, “Estamos hartos”, “Estamos enteros”
u “Hoy estamos, mañana no estamos”?...
CS —
Hoy estamos, mañana no estamos. El presente es lo único que
existe. Y cómo estamos es harina de otro costal. Una harina que
molemos nosotros mismos cada día.
Con
su amiga Fernanda, en 1988-------
(2)en una fiesta 2017-----(3)Iniciación como profesora de yoga
2016
6 — “Me gusta el
escritor desarrapado”, declaró el escritor español Enrique
Vila-Matas: “Marguerite
Duras o Roberto Bolaño, por ejemplo.” ¿Tenés a quién
calificar así?
CS —
Leí con entusiasmo a Marguerite Duras en otras épocas. Admiro su
originalidad como escritora, seguramente muy vinculada a las
particularidades de su experiencia existencial y de su
sensibilidad. No sé si desarrapados o no: considero que una
expresión artística debe tener belleza, sentido y humanidad, y
plasmar todo eso mediante una singularidad que no sea impostada.
Es un equilibrio delicado que, sencillamente, ocurre o no
ocurre.
Carina Sedevich con Ivana, su hermana, en 1986
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Con su amiga Claudia, en 2011----(2) en
Alvear, provincia de Mendoza,1973-----(3)Con su tía
Raquel y su perro Tucho, 2003
7 — ¿Cuándo no hay que llamar, en poesía, “a las cosas
por su nombre”?
CS —
En principio, debo decir que considero que la capacidad de
expresarse artísticamente es un don: se tiene o no. Después, lo
que un artista hace durante toda la vida es trabajar su voz, su
estilo. Trabajar en lo que tiene para decir y en cómo. Crear y
crearse a sí mismo como artista en ese trabajo. En ese camino y
visto desde esa perspectiva, las cosas pueden decirse de maneras
muy diversas. No creo en las recetas para escribir. Ni que haya
palabras o formas que no deban usarse —aunque tenga, por
supuesto, mis preferencias al respecto—. El arte se consigue o
no, como un milagro. Como un prodigio se acerca uno, o no se
acerca nunca, a esa expresión singular de belleza, sentido y
humanidad.
Carina Sedevich en una playa de Brasil, 2003
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Carina Sedevich con Francisco, su hijo, en 2015
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8 — ¿Qué dirías que te pasó
cuando finalmente no te pasó lo que, en alguna ocasión, deseabas
que te pasara?...
CS — Creo que nada “le
pasa” a uno. Los hechos no suceden por casualidad, sino porque
estuvimos actuando, consciente o inconscientemente, para que
fuera así. Lo que ocurre puede parecernos inesperado, pero es
sin duda lo que en el fondo esperábamos que sucediera aunque no
fuésemos del todo conscientes de eso. A veces es difícil asumir
lo que uno está haciendo cada día de su vida. Es complejo
aprender a verse con lucidez. Puede sonar superficial o vacuo
pero me parece que cada uno está donde ha decidido, con mayor o
menor consciencia, estar.
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Carina Sedevich con Francisco, su
hijo
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9 — ¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona
transitada en tu infancia y/o en tu adolescencia, y/o en otras
etapas de tu vida recordás con mayor nostalgia o cariño, y por
qué?...
CS — Ser melancólico —y
yo he sido melancólica casi toda mi vida— es garantía de
infelicidad: vivir en el pasado, es decir, fuera del presente,
no puede traer a nuestro espíritu otra cosa que no sea tristeza.
Si bien tengo buenos recuerdos, considero que todo tiempo
presente es el mejor.
Carina Sedevich con José Villa, Osvaldo Aguirre y Jorge
Aulicino, en la Universidad Nacional de La Plata, en 2016
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Carina Sedevich con Alberto Rodríguez Maiztegui
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10 — ¿Incursionaste en la narrativa, en la dramaturgia o
en el ensayo?
CS — Leí cuentos y
novelas ávidamente durante mi infancia y mi adolescencia. Sin
embargo, intentar escribir algo así como un cuento o llevar
siquiera un diario me mataba de aburrimiento. Ensayos tuve que
consumir y escribir como parte de mi carrera académica: pura
actividad intelectual, nada de magia. En cuanto a la
dramaturgia, cuando era niña disfrutaba de inventar guiones de
historias y actuarlos con una amiga. También me divirtió, ya
adulta, frecuentar un taller de teatro durante algunos meses.
Pero la diversión se terminaba para mí cuando se acababa la
improvisación: prefiero, en la expresión histriónica, lo lúdico
y lo espontáneo.
Carina Sedevich con Martín Barea Mattos, Gabriela Bejerman
y Luciana Camaño en el Mundial Poético de Montevideo, en 2013
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Foto de Laura Bellomo
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11 — ¿Me equivoco si se me da por imaginar que
suscribirás en su totalidad estas afirmaciones de Raúl Gustavo
Aguirre?:
“El ejercicio
de la poesía se tratará de una tragedia, y para colmo, de una
tragedia solitaria: mal leídos y peor comprendidos, todos los
verdaderos poetas, a pesar de las apariencias, son (desde el
punto de vista del público) póstumos. La ventura del poeta es
otra: consiste en realizarse en su supremo acto de comunicación
(que es siempre un don, una entrega de sí mismo a los otros),
realizarse en el acto supremo del poema. Y allí termina lo
principal. El resto es circunstancia, azar, ruido o silencio de la Feria, y nada más.
Literatura: el resto es literatura...”
CS —
El poema es
comunión: interpelar a otro o sentirse interpelado por otro a
través del arte genera una conexión profunda, maravillosa. Uno
lee o escribe para tocar el alma, la propia y la del otro. Por
eso es imprescindible ser uno mismo al crear, no mentirse, no
impostarse. No concibo la creación si no es desde la propia
singularidad y la propia verdad. Tampoco reniego de la soledad
del que escribe: como somos únicos, en el fondo todos estamos
solos. Es más, a veces la comprensión del mundo y de la vida nos
es posible sólo cuando conseguimos aceptar la soledad. Es desde
esa consciencia de nuestra soledad esencial que podemos
interpelar a otros seres humanos.
12 — Cualidades: ¿en qué
orden?: el valor, la bondad, la inteligencia, el humor.
CS — Ninguna alcanza por
sí sola. Sólo adquirir consciencia de las fluctuaciones de esas
cualidades en nuestro espíritu puede ayudarnos a tratar de ser
mejores. Si tengo que elegir me inclinaría por la humildad y la
capacidad de dar y recibir amor.
Carina Sedevich con Carlos López
Degregori, Beatriz Schaefer Peña, Sebastián Olaso y Alberto
Darío Valenzuela en 2013
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Carina Sedevich con Droopy Campos y Marisa Negri
13 — ¿Qué talento podés haber sospechado que tendrías y
no te empeñaste en desarrollar?
CS — Tengo facilidad para
los idiomas, pero siempre me pareció aburrido estudiarlos en una
academia, fuera del contexto del uso cotidiano. Hubiera querido
aprenderlos como aprendí el castellano: escuchando, hablando,
inmersa en situaciones existenciales reales. No tuve esa
oportunidad hasta el momento. De todas formas estudié algunos
idiomas cuando fue preciso por distintos motivos: inglés,
portugués, francés. También soy bastante histriónica. Me gusta
entretener y divertir a la gente en las reuniones, actúo
espontáneamente. Disfruto frente al micrófono o sobre el
escenario.
Carina Sedevich con Ivana, su hermana, en 2014, en Alta Gracia,
Córdoba
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Carina Sedevich con Francisco, su hijo
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14 — ¿Cuál considerás tu mayor extravagancia (sin o con
comillas)?
CS — Un amigo mío,
escritor, solía definirme como “un espíritu libre”. Tal vez mi
extravagancia sea el ejercicio persistente de la libertad, para
mí misma y para con los otros. Respetar y promover la libertad
de quienes me rodean es también ser libre.
Carina Sedevich con el
escritor brasileño Pedro Lago y el ecuatoriano Andrés Villalba
Becdach - Mundial Poético de Montevideo, 2013
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Carina Sedevich con Leticia Ressia, etc.
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15
— ¿Qué esperás y qué no esperás de tus amigos?
CS — Casi no tengo amigos
ni amigas. No espero nada de ellos y me gusta pensar que ellos
no esperan nada de mí. De ese modo todo lo que podamos recibir
el uno del otro resulta una sorpresa. Siempre confío en que sea
una sorpresa agradable, pero estoy preparada para lo
desagradable, también.
Carina Sedevich con Gastón Ribba
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Carina Sedevich con Eduardo D'Anna
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16 — ¿Cuál ha sido tu recorrido en el específico área de
la docencia? ¿En qué instituciones?
CS — Nunca fue mi
vocación dar clases. Lo hice en la universidad durante unos años
porque me ofrecieron el trabajo y el dinero me venía bien. Me di
cuenta de que como docente lo pasaba mal porque carecía de fe:
fe en la disciplina que dictaba y en la institución. Eso
provocaba que tampoco tuviera ninguna confianza en el proceso de
enseñar y de aprender. Lo terminé de comprender cuando tuve la
oportunidad de dar una clase de yoga: me sentí muy bien, porque
sí creo en la disciplina y en quienes la practicamos. De todas
formas tampoco es mi objetivo enseñar yoga: estudié y sigo
estudiando con la intención de mejorar mi práctica diaria.
Primera Comunión, 1980
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En 1985
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Carina Sedevich con Juliana Bonacci y Marcelo D. Díaz en 2015
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Carina Sedevich con Franco Boczkowski
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17 — ¿Cuál de tus poemarios considerás que más te
conforma y por qué?
CS — No lo sé. No es algo
que me interese analizar. En lo más reciente suelo reconocerme
más, pero no reniego de lo publicado —por más que, si me
enfrentan a un libro viejo, pueda avergonzarme de una palabra,
de un verso o de todo un poema—. El arrepentimiento es el más
inútil de los sentimientos. Procuro confiar en mi criterio, en
mi intuición, en mi trabajo: selecciono y corrijo intensamente
antes de publicar. Es mucho más lo que he desechado que lo he
publicado en mi vida. Tampoco invierto tiempo en revisar lo ya
publicado: ya no soy la misma, no soy la que escribió ayer. Vivo
y escribo hoy.
Carina Sedevich con Gabriel Suárez, Elizabeth Theiler y
Carla Avendaño Manelli
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Carina Sedevich con la editora Miriam Tessore, la escritora
española Miriam Reyes y los poetas Eduardo D´Anna y Sergio De
Matteo, 2013
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18 — Rodolfo Walsh infería que
“la literatura es, entre
otras cosas, un avance laborioso a través de la propia
estupidez.” ¿Qué es para vos, entre otras cosas, la
literatura?
CS — La palabra
literatura remite para mí a una asignatura académica: no me
habla de poesía. Por eso no me interesa gran cosa el concepto de
“literatura” ni las obras literarias que no son poesía. La
poesía entró en mi vida espontáneamente, se me reveló, me
deslumbró. Eso no me pasó nunca con otro tipo de escritura
literaria. Creo que lo que es capaz de tocarnos de esa manera es
arte, el resto no.
Con Andrés Villalba Becdach (Ecuador), Héctor
Hernández Montecinos (Chile) y Luis Bravo (Uruguay)
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19 — ¿Cómo procediste en la concepción de ese poemario
que lleva por título el apellido del pintor austríaco Gustav
Klimt (1862-1018)?
CS — Procuro que cada uno
de mis libros constituya realmente una obra, es decir, que
guarde coherencia semántica y estilística. Suelo ordenar los
poemas en capítulos, atendiendo a los matices que en ese sentido
van apareciendo: cada sección tiene su propio clima, su color
particular. Y el título de los libros es siempre un verso o el
fragmento de un verso que, además de gustarme y parecerme
atractivo para el lector, condensa, de alguna manera, el
espíritu del libro.
“Klimt” no habla del pintor: se refiere en un poema a uno de
sus cuadros. La conexión que guarda el título con los diferentes
componentes de la obra es múltiple, difícil de explicar:
prefiero que cada lector la conciba por sí mismo.
*
Carina Sedevich con Carlos Battilana en 2015
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Carina Sedevich
selecciona poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:
Oración para la
piedra de la mesa
Piedra de la mesa
con salteadas estrellas
de mica de los ríos
bajo el sol:
consuélame.
*
Piedra de la mesa
que mi alma
repasa
como frente a un espejo:
¿hay consuelo?
*
Piedra de la mesa
más pacífica
que el río y que los árboles:
acógeme.
*
Piedra turbia
sobre la que escribo una palabra
sin sujetarme, aún,
a tu silencio.
*
Piedra dulce
en la que se fijan
las piedras de mis ojos
como anclas.
*
El viento se mueve.
Mi corazón se mueve
pero ansía ser como la piedra
constelada
que sostiene mis brazos
mientras mis brazos
sostienen mi frente.
*
Piedra de la mesa
perfumada en verano
por partículas de sal.
Demasiado dura
para estar con otros.
Demasiado vieja
para no callar.
*
Piedra de la mesa
dulce como un muerto:
hace mucho tiempo
no miro mis manos.
*
Piedra de la mesa:
olvida mis palabras.
Seres amados:
olviden mis palabras.
Campanas de la catedral:
escriban
sobre mis palabras.
Caireles de la florería:
eleven sus palabras
por mi niña.
—Pájaros:
busquen el agua.
Es domingo.—
(de “Lavar a la madre”)
**
El maestro de tai chi
(fragmento)
1
Dice el maestro
que si dispongo el corazón
para transcurrir cada jornada
como si el cuerpo ya estuviese muerto
podré concebir la libertad.
*
Regreso a casa.
Atiendo mi frágil organismo.
Lo nutro
con vegetales poderosos.
Por más que ya no río
y ya no lloro
procuro, a diario,
estirar mis músculos.
*
Es acuciante
elegir entre vivir o morir,
dice el maestro.
*
Pero es verano.
Tremolan, invisibles,
las cigarras.
Una vez encontré una
entre la arena.
No parecía
dispuesta a morir
aquella tarde.
*
Dice el maestro:
una cigarra
puede vibrar intensamente
hasta morir.
2
Tarde de enero.
Enjuago mi ropa y mi vajilla.
El agua viene tibia.
Es un mal día.
Hace diez años
perdimos un bebé.
*
—Si cocino cebolla
mis fluidos son dulces
y mi piel se vuelve
más sedosa.—
*
Hay sitios donde guardan una piedra
por cada ser perdido. Una piedra
por alguien no nacido
es demasiado sólida, quizás.
Podría procurarme una ligera,
que hubiera sido alisada por el agua.
*
—Con un ancho cuchillo cebollero
rebano mi repollo colorado.
Abro sus fibras blancas y violetas.
Cuando las mojo el agua se azuleja.
Cae la tarde. Lenta. Encapotada.—
*
Así escribió el guerrero apuñalado:
si no supiera que me
encuentro muerto
lamentaría perder la vida hoy.
3
Somos menores que una piedra.
De ahí que elijamos una piedra
para señalar las sepulturas.
*
—Sobre la hierba seca corre mejor el viento.
Sobre las grandes extensiones de hielo
es sólido el silencio.
Sobre la piedra
reverbera el sol de la estación
y guarda el frío
el paraje umbrío
en su interior.—
*
En medio de una gran catástrofe
la complexión del tiempo
se revela.
Provisoria, siempre,
hasta el final.
—¿Es distinta la vida cualquiera
a la de un prisionero de batalla?—
(de “Cuadernos de Lolog”)
**
La eufórica luz
de los membrillos
1
Alcancé tu mano por primera vez
como una niña
tocaría un membrillo entre las ramas.
Cítrica, cruda,
era la ofrenda de tu mano muda.
2
Porque esa noche pude tocar tu mano
hoy que vuelve la escarcha
yo me amparo
en la eufórica luz de los membrillos.
3
Quiero abrazar un arpa y que sus cuerdas
dejen caer las voces de los pájaros
que merodean el árbol de membrillos.
4
—Y si un membrillo por azar se cae
podré mirarlo como miré tu mano:
aquella dulce materia sobrehumana.—
5
Existe una manera limpia
en cada gesto de tus manos finas.
Miro con pena como el aire oxida
la carne dura del membrillo roto.
6
Tarde de octubre. Fascinada
—bajo el lapacho que arrasó el granizo—
en una oración por el membrillo
repito el fragor del amarillo.
(de “Un cardo ruso”)
**
En una película oriental
los muertos eligen un recuerdo
para vivir en él como un insecto
inmóvil en un ápice de ámbar.
Buscan momentos sin exaltaciones
en los que no pudieron vislumbrar
resabios de pasado o porvenir.
Al fin,
prefieren recordarse solos.
(de “Un cardo ruso”)
**
Unas láminas de sarro se
desprenden
y golpean las paredes de mi jarra.
Pienso en brillantes filamentos de mica
ocultos en la arena de los ríos.
Pienso en las mangas mojadas
que los poetas chinos
prefieren nombrar para no hablar
de sus lágrimas.
(de “Gibraltar”)
**
El olvido es un fruto que requiere trabajo.
Casi siempre tardío, pero rara vez dulce.
No es uva ni es la parra donde pende el racimo.
No es como la sombra que daría la parra
ni como sus raíces contraídas y bruscas.
Se parece a la piedra del cantero y la fuente
que apisona la parra, que la ordena y la ciñe.
*
Hay que hacer saltar el olvido de un golpe
como a una piedra caliza en la cantera.
Que se entibie en la mano que quiera tallarla.
Sea opaca a los ojos. Sea venérea y ajena.
*
Una piedra tan blanca es casi como un niño.
Casi un sacramento para mí.
Inclino mis huesos como panes ácimos
sobre cunas que guardan el amor ajeno.
Qué fue de la ternura que pude sentir.
La siento en la garganta bajar como una hostia.
(de “Gibraltar”)
*
Carina Sedevich en video-poema
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Carina Sedevich con su sobrina Isabella, 2015
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Con Roberto Echevarren (Uruguay) y Julien d´Abrigeon (Francia) -
Mundial Poético de Montevideo, 2013
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Carina Sedevich con Silvio Mattoni
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Carina Sedevich con Mariela Lencinas, Cristina Arteca, Mónica
Gauna, Ana Valeria Frossasco, Érika Hauer, Karina Luccentini,
Ruth Carlstrom y Gisela Svetko
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Carina Sedevich con Miriam Tessore y Miriam Reyes
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Carina Sedevich con Estela Figueroa, en 2013
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Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las
ciudades de Villa María y Buenos Aires, distantes entre sí unos
570 kilómetros, Carina Sedevich y Rolando Revagliatti, 2017.
www.revagliatti.com
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