Carlos Aprea: sus respuestas y poemas
Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
Carlos Aprea
nació el 14 de diciembre de 1955 en La Plata, donde reside,
capital de la provincia de Buenos Aires, la Argentina. Fue
secretario legislativo del Bloque del Partido Socialista en el
Concejo Deliberante de La Plata en el período 2002/2005 y
miembro fundador de la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria
(2003/2006). Ha sido columnista en diversos programas radiales y
ha dictado talleres sobre formación actoral, creatividad y
poesía. Publicó los poemarios “La intemperie” (Ediciones
Al Margen, 1999), “Abrigo” (Ediciones Al Margen, 2006),
“La camisa hawaiana” (Libros de la Talita Dorada, 2010),
“Pueblos fugaces” (Libros de la Talita Dorada, 2012),
“Villa Elvira” (Pixel Ediciones, 2014). Su quehacer ha sido
incluido en diarios y revistas tanto en soporte papel como
electrónico, y en las antologías “8 poetas regionales”
(2º Premio Concurso EDELAP de Poesía, 1997), “Poesía 36
autores” (La Comuna Ediciones, 1998), “Pan, amor y poesía
— Culturas alimentarias argentinas” (compilación de José
Muchnik, Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, 2008),
“La Plata Spoon River” (compilación de Julián Axat,
Libros de la Talita Dorada, Colección Los Detectives Salvajes,
2014), “Antología relámpago” (Pixel Editora, 2014).
1 — Te recibiste de Técnico Químico en 1974.
CA
— Sí, entonces concluí el “colegio industrial”. Luego del
interregno del obligado servicio militar, en 1975, comencé
estudios de geología en la Facultad de Ciencias Naturales de la
Universidad Nacional de La Plata, en 1976, y los interrumpí en
1978. También entre 1976 y 1980 formé parte del Taller de
Investigaciones Dramáticas dirigido por Carlos Lagos y más tarde
integré un numeroso equipo de trabajo bajo la dirección de Quico
García, que en 1981 y 1982 llevó a escena una elogiada versión
de “Woyzeck”, de Georg Büchner. Mi continuidad actoral se
prolongó hasta 1985, participando en “Escorial, la leyenda
negra”, con dirección de Rafael Garzanitti (1982), “Vincent y
los cuervos”, con dirección de Quico García (1983/84, La Plata;
1984, Capital Federal) y “Antonito el Camborio”, oratorio y coro
de la Facultad de Bellas Artes, UNLP (1985). Por entonces fueron
apareciendo mis primeros trabajos de escritura en las revistas
culturales “Talita” y “El Hormiguero”. Ejercí como Técnico
Químico en el Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y
Técnicas (CONICET, 1977 y 1980/82), de donde me fui echado, por
diferencias “conceptuales” con el director del centro de
investigación. Cumplí funciones como Inspector de Perforaciones
en Obras Sanitarias de la Provincia de Buenos Aires (1978/1980)
hasta que la política (de la dictadura) en el área dio un giro,
desarmaron la repartición y preferí cambiar antes que quedar en
una extraña oficina de “mayores costos” para el Estado y
“mejores ganancias” para las empresas contratistas.
Carlos Aprea con Susana Villalba, J. M. Pallaoro, H. Preler,
etc.
2 — ¿Y ya después?...
CA
— En los primeros años de democracia me desempeñé en la librería
“Libraco”, de Emilio Pernas, donde conocí a intelectuales y
artistas que regresaban de distintos exilios (León
Rozitchner,
Saúl Yurkievich, Javier Villafañe, etc.) y visitaban al viejo
librero. Verdaderamente, “Libraco” era una fiesta. Desde 1985
hasta entrados los ’90, mi endeble situación económica y la
falta de trabajo, me obligaron a alejarme de mi ciudad, de la
actividad grupal y del teatro. Inicié una fase de mayor
introspección, y la escritura y mis hijas fueron la posibilidad
de asirme a la belleza y la esperanza. Recién en 1988 y gracias
a los oficios de mi padre, pude ingresar a Yacimientos
Petrolíferos Fiscales y estabilizarme, pese a la crisis general.
Con turnos rotativos continuos fue muy difícil retomar proyectos
grupales, pero seguí escribiendo. En 1997, por el empuje de
amigos (particularmente el poeta, filólogo, traductor y docente
Juan Octavio Prenz), decidí dar a luz algunos poemas,
presentándome en un concurso en donde obtuve el segundo premio y
mi primera publicación en una edición colectiva. Paralelamente,
la Editorial Municipal La Comuna (con la dirección del narrador
Gabriel Bañez y la especial asistencia del poeta Osvaldo
Ballina) incluyó poemas míos en la primera antología de poetas
platenses que proponía dicha Editorial. Allí se afianza una
nueva etapa en donde a la generosidad de Osvaldo, sumo la de Ana
Emilia Lahitte (1921-2013), quien también me alienta. Y, sobre
todo, me integro a un grupo de poetas de mi generación: Gustavo
Caso Rosendi, César Cantoni, Martín Raninqueo, José María
Pallaoro, Norma Etcheverry, Norberto Antonio, etc. y tengo el
gusto de tratar a los mayores: Horacio Castillo, Néstor Mux,
Horacio Preler. En ese marco, decido editar mi primer libro,
“La intemperie”, con una joven editorial (Al Margen) y con
un prólogo de Prenz.
Carlos Aprea
con su esposa Renee, en Catamarca 2010
3 — Tu actividad teatral, y hasta cinematográfica, prosiguió.
CA
— En la década de los ´90 dirigí a una excelente actriz
platense, Graciela Sandoval, en “Memoria y celebración”,
unipersonal con textos míos y citas de diversos autores, pero
recién a partir del nuevo siglo pude retornar con plenitud a la
actividad. En 2006 dirigí “Pervertimento y otros gestos para
nada”, de José Sanchís Sinisterra, y en 2007 regresé a la
actuación en “Ensueños – Juana Azurduy”, de Omar Mussa y
dirección de Nina Rapp, obra que representamos no solo en La
Plata sino en el interior
de la provincia y en distintas localidades del país, entre 2008 y
2013. Y con el mismo equipo realizamos “Palabras… La palabra
ausente” en 2009 y 2010. En 2011 un accidente de trabajo me
alejó de la actuación y posteriormente apenas intervine en
algunas funciones de “Ensueños” con el mismo elenco.
Fue en 2007 cuando participé en el cortometraje “Entropía”
(Facultad de Bellas Artes – UNLP), y en 2013 en “Cipriano. Yo
hice el 17 de octubre”, largometraje de Marcelo Gálvez,
y en algunos
capítulos de una serie breve, que recién en los últimos meses
pudo verse por la web: “Rastreros”, con guión de Marcelo Landi y
Gabriel Saxe y dirección de Mariano Colalongo. La serie plantea
el devenir de un grupo de refugiados en la Isla Paulino (de
Berisso), en un futuro postapocalíptico, con inundaciones,
desastres energéticos y
quiebre del estado.
Carlos
Aprea con Renee Turkenich, Gustavo Caso Rosendi, Susana Szwarc,
etc.
4 — ¿Nos ilustrás respecto de las antologías compiladas por
José Muchnik y Julián Axat?
CA
— Ambas son “temáticas”, responden a una situación extra
literaria. En el caso de “Pan, amor y poesía – Culturas
alimentarias argentinas”, fui convocado a partir de mi
participación en la Cátedra Libre de Soberanía Alimentaria y en
experiencias vinculadas a lo que se da en llamar “desarrollo
local”: el cultivo del tomate platense y el vino de la costa,
dos producciones muy típicas de la región donde vivo y cercanas
a mi historia personal. En el caso de “La Plata Spoon River”,
fue por una invitación del poeta y editor Julián Axat quien, a
partir de la tragedia padecida en mi ciudad con la terrible
inundación de 2013, decide incorporar a un grupo de poetas de
distintas zonas del país, para que asuman, al estilo de Edgar
Lee Masters, la escritura de un texto o poema póstumo de alguno
de los ochenta y nueve fallecidos, es decir, darle voz a quienes
no pudieron tenerla e incluso fueron silenciados y ocultados por
mezquinos cálculos políticos (ya que el número total de
víctimas, al principio, no quiso ser reconocido por las
autoridades); fue una labor compleja pero, creo, necesaria.
Carlos Aprea con periodista Lalo Painceira y los poetas
Julian Axat y José Maria Pallaoro
5 — En el aglomerado urbano Gran La Plata se halla la
localidad Villa Elvira, y así se titula tu último poemario.
CA
— Villa Elvira es un barrio muy extenso y probablemente el más
poblado de la periferia del casco histórico de La Plata. Es
donde pasé mi infancia y casi toda mi vida adulta, desde que
regresé en 1985. Los textos que conforman el volumen reflejan
historias, personajes y sensaciones vividas; y las
transformaciones sucedidas en los últimos años, que han cambiado
sustancialmente al entorno urbano y sus pobladores. Me llevó su
tiempo no caer en la trampa melosa de la nostalgia y encontrar
el tono justo para el conjunto. Considero que algunos de los
poemas se salvan.
Carlos Aprea con Norberto Barleand, Juano Villafañe, Jorge
Ariel Madrazo, Marcos Silber, etc.
6 — ¿Y tu próximo poemario?
CA
— Me suele suceder que tengo varios proyectos “añejándose” en
alguna carpeta de mi computadora o incluso, en algún conjunto
impreso, dando forma embrionaria a un futuro libro. Pero hay ya
una colección de poemas corregidos que articulan un relato
amoroso, una experiencia, que probablemente se llame “Layla
en la tierra sin mal”. Tengo otro conjunto que estoy
preparando con el título de “Tregua en la propia casa” y
un tercero, muy breve, “Historia natural – Canciones
escanciadas”. En los tres casos, la cuestión del amor, los
vínculos humanos, están en el centro de la escritura y al mismo
tiempo, hay un homenaje, más o menos velado, a canciones o
formas musicales que me han acompañado y me acompañan aún,
entrelazadas con la vida.
Carlos Aprea con los poetas Norberto Antonio, César Cantoni,
José María Pallaoro, Néstor Mux y Norma Etcheverry
7 — Sos miembro de Pixel Editora.
CA
— Sí. Participo en una experiencia colectiva, independiente y
autogestiva, que lleva adelante un entusiasta grupo de jóvenes
en una casa–librería llamada “El Espacio”, en la calle 6 y
diagonal 78 de La Plata, en donde coexisten una librería,
distribuidora y editorial (“Malisia”), otras tres editoriales
(Píxel Editora, Club Hem Editores y EmE), un taller de diseño,
arte gráfico y encuadernación (Fa) y otras iniciativas afines al
libro y la difusión cultural (Agenda Záz). El ámbito permite el
dictado de talleres, presentaciones de libros y lecturas,
proyecciones, pequeños recitales musicales, etc. Ya cumplió un
año de trabajo ininterrumpido ofreciendo un refugio para la
creación, el intercambio y el encuentro, lo que me gusta llamar
“la socialización de los afectos”, imprescindible frente a la
ferocidad del mundo.
Carlos Aprea
con los poetas Marcelo Vernet y Lyubomir Nikolov y el editor
Raul Ordenavia
8 — Dos citas de Baruch Spinoza y una de René Char anteceden
cada uno de los tres capítulos de “Abrigo”.
CA —
Alguien escribió una vez que las citas en un texto son como
puntales, que el autor coloca aquí o allá con la pretensión de
que sirvan de sostén a una construcción de la cual duda…;
también es posible que funcionen al estilo de las oraciones
cristianas o de las invocaciones a los dioses protectores.
Prefiero pensar que son un modesto homenaje, una confesión de
influencias. Releo cada tanto
“Hojas de Hipnos” de
Char y su hondura me fascina, es puro alimento; y encuentro en
Spinoza algunos caminos para entender los males de la época.
“Abrigo” arma lazo con
el descubrimiento de la esperanza, después de
“La intemperie”, y
tanto uno como otro me han acompañado en ese derrotero.
Carlos
Aprea con los poetas Julián Axat, Néstor Mux y José María
Pallaoro
9 — “Pueblos fugaces” está precedido en cada sección por
epígrafes de Thomas Radcliffe (1525-1583).
CA —
“Pueblos fugaces”
nació a partir de un conjunto desordenado de poemas vinculados a
experiencias de viaje; fue tomando más volumen cuando comenzaron
a irrumpir lugares imaginarios. Me obsesionaba encontrar un
orden a ese conjunto y así apareció Thomas Radcliffe, un
heterónimo insospechado que me asaltó una noche de insomnio y me
ofreció un libro apócrifo:
“El camino del andariego”. Seguramente operaron en mí
algunas lecturas sobre las andanzas de Aimé Bonpland y Alexander
von Humboldt por América, y algunos viajeros ingleses y galeses
por la Patagonia, como para dar vida a este ignoto epigrafista.
Carlos Aprea con los poetas Horacio Preler, José María
Pallaoro y Susana Villalba en 2010
10 — Fuiste incluido con un artículo o relato en un volumen cuya
autora es Ángela Gentile: “Diáspora griega en América”
(Editorial Hespérides, La Plata, 2015).
CA —
La propuesta surgió a partir de la invitación de la escritora y
docente Ángela Gentile, fundadora de la Asociación “Ser
Griegos”. Consistió en elaborar una biografía ficcionalizada, de
unas 2000 a 2500 palabras, contando con escasos datos obtenidos
oralmente, de una persona real, un griego de la ciudad de
Berisso, para formar parte de un libro coral que recogiera vidas
de exilados griegos en Argentina y América Latina: el enorme
patrimonio que aportaron y sus historias en la tierra natal. En
mi caso, la brevedad y complejidad del testimonio oral que se me
ofreció, me sumergió en una apasionante búsqueda por la
geografía y el devenir contemporáneo de Grecia. Cuando el
volumen se presentó logré conocer a miembros de la familia de
quien había contribuido con su testimonio y completar la
semblanza de alguien a quien aprendí a respetar y apreciar como
un auténtico testigo de su pueblo.
Carlos Aprea con los poetas Adrian Ferrero, etc. en La
Plata
11 — ¿Nos referimos a tu condición de melómano?
CA —
Con preferencias por el jazz (de los ‘50 para aquí), el rock, la
música folklórica argentina, latinoamericana y europea, la
música barroca y contemporánea. Crecí en una familia con escaso
bagaje musical, vinculada a las colectividades de origen,
italiana y española y, en el caso de mi padre, por esa vocación
argentina de los hijos de inmigrantes por el tango. Era un
amante de Gardel, el uruguayo Julio Sosa y el tango de los ‘40 y
primeros ‘50, pero aborrecía a Astor Piazzola. Mi formación
arranca tanto por el rock como por los cantautores de los ‘60:
Joan Manuel Serrat, Paco Ibáñez, Patxi Andión, y la nueva música
folklórica argentina y latinoamericana: Violeta Parra, Alfredo
Zitarrosa, y un largo etcétera. Con el jazz me encuentro en los
comienzos de la dictadura de 1976 y empiezo a escuchar a los
grandes del
bop y del
cool de los años ‘50 y ‘60. Me enamoro de Miles Davis, Keith
Jarret, ¡Charly Haden! y muchos otros. Hay un acervo cultural
enorme en los años que van desde final de la segunda guerra a
los ‘80, por lo menos. Considero que se ha ido perdiendo esa
riqueza y hay una estandarización tremenda de las propuestas
musicales (lo mismo que con la cultura en general) que se
corresponde con lo que Castoriadis llamó
“el avance de la insignificancia”. Estamos en una época en donde la
profundidad puede hallarse en la experiencia con pequeños
grupos, fuera de la grandilocuencia de los planteos del
“mainstream”, de los presupuestos y dictados del “mercado”.
Estamos inundados, por otra parte, de un interminable “revival”
y refritos de músicas de las décadas pasadas, y eso es solo otra
estrategia de mercado: golpes de pura y envenenada nostalgia.
Carlos Aprea con Lalo Argüello, Roberto Maldonado Costa y
Ricardo Di Mario
12 — Tengo entendido que has viajado tanto como te ha
sido posible.
CA —
Por arraigada convicción y necesidad vital. Recorrí gran parte
de nuestro país, varios de Latinoamérica y algo de Europa. Hay
un cambio psicofísico comprobado en quienes prepondera el hábito
de los viajes. Un nuevo sentido de pertenencia a la manada
humana, de respeto frente a las nuevas geografías. Una manera
mejor de ubicarse frente a los propios conflictos, las
expectativas, las esperanzas. Y lo más conmocionante, el mayor
aprendizaje es cuando uno se anima a “perderse” por callecitas,
por senderos poco explorados, por fuera de la postal turística.
Recuerdo ahora, por ejemplo, una charla con un maestro campesino
de Cotacachi, en Ecuador, que mantuvimos mientras almorzábamos
en una feria de comidas típicas y bailes, donde permanecimos
hasta proseguir nuestro trayecto a Quito. El maestro nos
explicó, con absoluta calma y dedicación, la concepción de
justicia de las comunidades indígenas andinas, en donde
enseñaba. Terminamos de almorzar y se despidió calzándose el
sombrero y diluyéndose entre el gentío.
Carlos Aprea con la actriz Ana María Haramboure
13 — ¿Y los deportes?...
CA —
No he sido un buen deportista, pero me atraen los
deportes de equipo. En futbol soy hincha (no fanático) de
Gimnasia y Esgrima La Plata, y del Barcelona F. C., como para
compensar tanta sequía de triunfos locales. Hay una belleza
implícita en el buen juego que, cuando sucede, provoca una
emoción sin dudas estética. Siento que pasa lo mismo en el rugby
o el básquet. Pero no he mantenido hábitos deportivos; si algo
me ayudó a sostener alguna disponibilidad física es la práctica
teatral y las disciplinas vinculadas.
Carlos Aprea con Juan Pablo Montero
14 — Sos miembro de la Asamblea Permanente por los Derechos
Humanos de La Plata.
CA —
En realidad, he sido miembro activo durante algunos años, a
fines de la década de los ‘90. Sucede que por haber trabajado, a
comienzos de la recuperación democrática, junto a Emilio Pernas,
miembro fundador de la APDH de La Plata, conocí a muchos de sus
integrantes y valoré (y valoro) su sostenida defensa y promoción
de los derechos humanos. Las consecuencias de la última
dictadura militar sobre el tejido social y cultural de nuestra
región han sido tremendas. La Plata fue uno de los epicentros de
la represión sistemática y las huellas están presentes aún hoy.
Dentro de la actividad artística fue casi impensable para
nuestra generación no reflexionar sobre esa época y actuar en
consecuencia tratando, al menos, de impulsar la verdad y la
justicia sobre la barbarie cometida y el castigo a los
culpables.
Carlos Aprea con el poeta Norberto Antonio
15 — Si sos un tipo sociable y hasta te agrada cocinar
—según me refirieron—, tendrás bastantes amigos.
CA
—
A esta altura de la vida, ¡y después de varios años de
intoxicaciones virtuales!, no creo que la amistad tenga que ver
con la cantidad, tampoco con una selección de distinguidos o
exquisitos. Pero es cierto que me gustan las reuniones, la
conversación, la charla animada con algún brebaje compartido y
esa leve exaltación de los sentidos que hace que la afabilidad y
la empatía brillen. Hay que preservar y ampliar esos espacios de
convivencia. Hay una concepción de la cultura como mero
entretenimiento que está matando la formación de un público
inteligente y sensible frente a los problemas humanos. Una
alternativa igualmente miserable es la idea de lo culto como una
acumulación de datos, como si se tratara de postales o fichas
para demostrar cierta pertenencia social, cierto “roce”. En
ambos casos se degrada el trabajo creador y el hábito del
dialogar, del intercambio, no solo de certezas, sino de lo que
es más importante: dudas, hipótesis imprecisas, el riesgo del
placer de lo inseguro, aquello que por bello o insondable nos
conmueve. En ese momento cada uno se cierra en una ristra de
lugares comunes y la amistad, como el amor, se degrada.
Carlos Aprea con el poeta Néstor Mux, el narrador Daniel
Krupa y amigos en 2009
16 —
¿Qué poetas admirables, olvidados o no tanto, no han modificado
el curso de la literatura, y cuáles sí lo han hecho?
CA
— No sé responderte. Quizás porque no tengo un canon adquirido, ni una
formación académica con la cual dialogar, discutir, aprobar,
refutar. Evalúo, más bien, que en la historia hay “corsi e
ricorsi” y además, somos parte de una cultura en profunda
mutación, cuyo sentido, su dirección, es para mí un misterio.
Por ejemplo, ¿alguien ha recogido el guante de Miguel Ángel
Bustos [1932-declarado desaparecido por la dictadura militar el
30.5.1976] y estudiado a fondo las poéticas de las culturas
originarias de América como para generar un nuevo lenguaje
americano? ¿Es posible ir más allá de las búsquedas de un Gelman
o Leónidas Lamborghini con sus planteos sobre la lengua? ¿Es
posible recuperar o reformular el vínculo de la poesía con el
ritmo y la música presentes en los orígenes del propio idioma
español? ¿Es posible superar cierta desmedida atracción por un
canon “norteamericanizado”? Por otra parte, hay una excesiva
propensión a fijar campos, clasificar, esquematizar o periodizar
a la cultura, y a mí no me interesa. Es una tarea de la
Institución. Lo que debe ser facilitado es el acceso a la poesía
universal y después, que cada uno encuentre su poeta. Reconozco
que en distintas etapas he necesitado la novedad, y en otras
volver a las fuentes de mis primeras lecturas o de la propia
lengua, pero en todos los casos, yo no puedo separar totalmente
poesía y experiencia y ése es mi límite, tanto para la
exploración como para el gusto. Entonces no se cuán olvidado
está un Cesare Pavese o un Baldomero Fernández Moreno, por poner
ejemplos, porque el problema es otro: muchos no los conocen y
sus lecturas están guiadas por el canon de cierta moda muy
sitiada y elemental.
Carlos Aprea con el poeta Néstor Mux en 2006
17 — En “Yo el supremo” de Augusto Roa Bastos, esto:
“Delirio de la transparencia: el lector, olvidado del libro, se
ve mirado y leído por los personajes”. ¿Alguna experiencia
tuya de lectura se acercaría a lo descripto?...
CA
— Sí, lo he percibido en mi adolescencia, con algunos libros de Bradbury
(recuerdo, por sobre otros,
“El vino del estío”);
lo he sentido en los ‘90 con algunos de Paul Auster; no olvido
el impacto de la lectura de Roberto Arlt en mi juventud, el
terror de ser un Erdosain sin rumbo, vagando por una ciudad
devastada. Hay algo en los grandes libros que inevitablemente
nos interpela en tanto humanos, nos enfrenta con nuestras
propias dudas y decisiones vitales. Pasa con la gran literatura,
con la gran poesía. Cómo no recitar en plena dictadura, como un
mantra mental, el “mañana
es mejor” del amado Luis Alberto Spinetta; cómo no sentir
que Raúl Gustavo Aguirre cuando escribe
“(...) No importa que no
haya solución para nadie ni perdón para nadie,/ ni si al fin
estás solo en las salinas de la madrugada/ haciendo todo lo
posible para que salga el sol,/ para que esos rostros queridos
no se hundan en los rápidos de la nada/ que acecha tanta
maravilla”, está hablando de nosotros, de nuestra tremenda
orfandad, de nuestra esencial desolación.
Carlos Aprea con el poeta Mario Trejo en 2011
18 — ¿Qué te hace reír a
mandíbula batiente?
CA
—
Desde hace dos años, el humor, la alegría, tienen que ver con mi
nieto. Es difícil no caer en lugares comunes, pero la presencia
de un niño revitaliza al niño propio y con él uno se permite
toda clase de ridiculeces y absurdos. Siempre me ha entusiasmado
ese tipo de comicidad. Puedo escuchar una y otra vez algunos de
los monólogos de Daniel Rabinovich con “Les Luthiers” y no dejo
de llorar de la risa con sus juegos de palabras; lo mismo me
pasa con los grandes del cine mudo, como Chaplin o Buster
Keaton.
En lo estrictamente personal, me complace recrearme con
el ridículo cuando tengo la posibilidad de hacerlo, sobre todo
para escapar de cierto malestar que me “encabrona” como
consecuencia de realidades que me violentan (también, claro
está, por el propio avance de mi edad). Pese a diferencias, o
incluso algún que otro malentendido, con mis hermanos sobrevive
cierto hábito del juego absurdo y el humor, y es muy curativo.
Carlos Aprea con el escritor Juan Duizeide en la casa de Haroldo
Conti en el Delta
19 — ¿Carlos Mastronardi, Francisco Madariaga o el ya citado
Leónidas Lamborghini?
CA —
Me golpeó primero Madariaga, ese “criollo del universo” me
parece entrañable y bellísimo, esa especie de sincretismo entre
la vanguardia surrealista y su amor por la tierra natal, “lo
real maravilloso” de los esteros, imágenes de una potencia
arrasadora. En Lamborghini me seducen sus escarceos sobre los
mecanismos del idioma y su vocación política profunda. Política
en el sentido más ubérrimo del término, como sentía Vallejo o
Gelman; en Lamborghini hay una ironía que viene en la lengua
amasada desde el fondo de nuestra historia, presente en nuestras
clases populares, en sus mitos y en sus esperanzas y luchas, y
él opera con todo el andamiaje de la vanguardia, para
resignificarla, para hacerla presente vivo. Con Mastronardi me
he atrevido poco, y lo poco leído lo debo a los poetas mayores
de La Plata. Alguna vez charlamos con Mux o con Preler sobre lo
que significó Mastronardi para ellos; creo que su poesía está
emparentada con las suyas, una forma de llegar a una economía
del lenguaje sin altisonancias, sin recarga emocional, un
“objetivismo de provincia” me animo a decir, para poder hablar
de graves o sencillas cosas y conservar un sentido casi sacro
del poeta y su oficio, esquivando banalidad y grandilocuencia,
dos graves carcomas del poema.
Carlos Aprea con Eduardo Rezzano, Leandro Alva, Gustavo
Caso Rosendi y Andrés Sychowsky
20 — ¿Sor Juana Inés de la Cruz, Katherine Mansfield o Delmira
Agustini?
CA —
No son escritoras que haya leído exhaustivamente. Me siento más
cerca de Katherine Mansfield, por temperamento, por su peripecia
vital, pero volver a leer a Sor Juana o a Delmira es refrescar
el idioma propio. Necesito, cada tanto, releer la extensa
historia de nuestro español. No se puede, me parece, abandonar a
Quevedo, Jorge Manrique, Cervantes…, San Juan de la Cruz, las
cántigas de Alfonso X, los viejos romances, los cantares de
gesta…
Carlos Aprea con Eduardo Manso, Héctor Ghidini, Julio
Coronel, Víctor Valledor, Lucas Barale, Griselda Eustratenko,
Norma Montes y Elsa Chukhu Miranda
21 — Opina una de las dos narradoras de la novela “La
elegancia del erizo” de Muriel Barbery: “La facultad que
tenemos para manipularnos a nosotros mismos para que no se
tambaleen lo más mínimo los cimientos de nuestras creencias es
un fenómeno fascinante.” ¿Añadirías…?
CP
— A pesar de que sabemos que somos equilibristas, allí arriba,
entre vientos cruzados, sonidos sorpresivos, un pájaro
inesperado que nos roza el hombro y el rumor que sube desde
quienes nos observan desde el suelo, ajustamos milimétricamente
cada músculo del cuerpo, segundo a segundo, para no caer de la
cuerda… Pero tal vez sentimos que somos como las casas flotantes
de Ámsterdam o el Tigre: no hay cimientos, nuestras creencias no
pueden sostenerse como una roca imperturbable en un planeta en
permanente mudanza, en permanente desarraigo. Quizás lo único
inmutable sea la interrogación que llevamos grabada a fuego
dentro nuestro y empuja algo parecido a una fe, algo para tener
con qué seguir viviendo.
Carlos Aprea con Daniel Freidemberg, etc.
22 — “¿La rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?
CA —
¡Deseo un poco de rutina…! Estos últimos años han sido muy
activos, con proyectos y participaciones diversas, con muchos
encuentros, charlas; no percibí que me hayan provocado desánimo,
que me hayan “aplastado”. En todo caso, me han golpeado datos de
la realidad social y política, de la cual solo puedo responder
con mi cuota de esfuerzo y aspiraciones. En más de una
oportunidad he sentido la urgencia de vivir con la mayor
intensidad posible
.
Carlos Aprea con Andrés Szychowski, Renee Turkenich, Susana
Szwarc, etc.
23 — ¿Qué tipo de dramaturgia preferís? ¿Cuál
detestás?...
CA —
Hace unos meses vi
“Terrenal”, de Mauricio Kartun y salí exultante del Teatro
del Pueblo. Es la dramaturgia que más me interesa: replantea una
gran historia universal trasplantada a nuestra geografía y
nuestro acontecer (y con una labor actoral soberbia a partir de
un evidente buceo en la gestualidad y el juego y el sinsentido
propio del humor de insoslayables actores que hemos tenido por
aquí). No es la primera vez que me pasa con Kartun. Detesto la
dramaturgia que no arriesga, el subproducto televisivo. Y, en
parte, el teatro de gran producción (particularmente la comedia
musical) que se ofrece como un calco de producciones importadas,
sin trazos de adaptación o relectura: una nefasta banalización.
*
Carlos Aprea con Alejandro Schmidt
Carlos Aprea selecciona poemas de su autoría para acompañar esta
entrevista:
También vivimos
de recuerdos,
de evocaciones,
también vivimos
en la playa desolada,
desguarnecidos,
llamando inútilmente
en la tempestad,
también vivimos
la marea baja lenta
y se vislumbran
manchas,
basuras,
restos
sobre la playa,
caminamos
sobre la anatomía descuartizada
de la derrota,
aún son tenues los llamados,
tenues y temerosos,
un horizonte en brumas,
así
también vivimos
entre ceremonias de exhumación
y primaveras
esta nueva estación
y sus milagros
de horas dilatadas,
de reencuentros,
de homenajes tardíos y delirios,
del sabor amargo de la nada
y el hambre
de lo imposible,
y la fe y los rencores,
también vivimos.
(de “La intemperie”)
*
Los perdedores
gozosa herida,
insistencia absurda de golpearse y golpearse
con la misma miseria los oídos,
noble madera carcomida, herrumbre de los años,
persistencia,
canción cortada por el hacha de un carnicero
viva en sus pedazos,
crece en tiempo de descuento,
cuando la edad comienza a ser una amenaza,
crece
una música tatuada en las entrañas,
para que la clasifiquen los imbéciles
y le teman los traidores,
y los asesinos sepan que nunca descansarán
y aunque sea
les sirva de condena,
no hay llanto tan feroz,
ni dolor tanto,
melodía embrujada que nos arrimas al borde aquel
de la derrota,
y nos empujas seductora a ese otro lado donde todo calla
para siempre,
quizá no fuimos fieles a patrones o ejemplos,
quizá el azar marcó de canto una baraja mala
y nos dejó sin falta ni resto,
o tal vez temblamos más de lo que el tiempo exige
a los verdaderos triunfadores,
y perdimos el fiel, el equilibrio, la mesura,
el cinismo de los escaladores,
y la alegría de los exitosos sin culpa y sin memoria,
pero aún nos conmueve
una “esperanza absurda, que es toda la fortuna...”,
melodía embrujada,
sirenita,
te reís de nosotros que no queremos cera en los oídos,
aunque tu canto convoque los
dolores más hondos,
y persistimos en hacer el viaje
atados al palo mayor,
sin brújula ni timón, sin cartas ni astrolabios,
sin marea ni mar,
despidiendo a los muertos que mueren todavía,
sin llegar a saber
si la nave parte, si sube la marea,
atados al palo mayor, de una nave varada y descompuesta,
no hay otra cosa que sea tan inútil
no hay otra cosa que nos importe tanto.
(de “La intemperie”)
*
La poda
entrado el invierno,
fría la tierra, la
corteza fría,
las ramas
implorando hacia el cielo plomizo,
el viejo calza sus
guantes y prepara
la pinza de podar,
observa en el
ciruelo sus extendidas ramas,
recorre el cuerpo
que ha dado el tiempo
a la copa desnuda,
sus antiguos
nudos, sus bifurcaciones,
adivina una
geometría que subyace
oculta a nuestra
vista
y comienza, corte a corte,
a volverla
visible,
de cada uno de
estos cortes
dice,
depende la próxima
cosecha.
(de “Abrigo”)
*
XVI
lucero lucerito
no
te vayas
ya
que te demores
pido
aprestos
en la madrugada
lenta
mente separa el
tibio
goce
abrigo cuerpo
de
mujer
y una alegría tristísima
cae
una lluvia
solo en nosotros
mudos
¡oh comprensión
inútil!
fundar una estirpe
o
vislumbrarla
en la hora exacta de la
partida
en el bolsillo
ella
deja
un mensaje
y se esfuma,
caracteres
palabras
una oración
el idioma aplicado
ahora
es
para nosotros
figuras para
decirlo
todo
figuras para
nombrar
la ausencia
y el mensaje
desaparece
deviene lluvia
un río
cae sin mojar
dolor y gozo
callados
es
la ausencia
el maestro
impasible
huele
el viento del este
tiembla
la camisa
hawaiana:
es la hora
sabemos
y no asombra el
saber
vuelve
serena
la tristeza
es la hora
y ni mirar
atrás
no hay
nada.
(de “La camisa
hawaiana”)
*
Sociedad de masas
Fuimos con mi amor
hasta las últimas
consecuencias.
Golpeamos a su
puerta. No atendían,
estaban ocupadas
en un millar de casos parecidos.
Insistimos,
desesperados como estábamos,
y finalmente,
nos dieron un
numerito
y nos pidieron que
volviésemos
la próxima semana.
(de “Política
líquida” (del Sobre-plaqueta Ediciones de la Talita Dorada,
2009))
*
Arditti
Entre cardos y
pastos desmesurados
la vieja estación
naufraga
con la caída de la
tarde.
Unos perros flacos
aúllan su soledad
al vernos,
por un momento,
entre las sombras
del tinglado en ruinas,
vuelve a pasar el
tren.
(de
“Pueblos fugaces”,
2012)
Carlos Aprea con actores y amigos en La Plata
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las
ciudades de La Plata y Buenos Aires, distantes entre sí unos
sesenta kilómetros, Carlos Aprea y Rolando Revagliatti, 2016.
http://revagliatti.com.ar/act9002/ultinf_aprea.htm
|