Claudio Félix Portiglia: sus
respuestas y poemas
Entrevista realizada por Rolando
Revagliatti
Claudio F. Portiglia
nació el 13 de enero de 1957 en Junín, ciudad en la que reside,
provincia de Buenos Aires, la Argentina. Es Profesor en
Castellano y Literatura, egresado en 1980 del Instituto Superior
del Profesorado Junín. En 2004 obtuvo Capacitación Universitaria
en Comprensión y Producción Oral y Escrita en la Universidad
Nacional del Noroeste de la Provincia de Buenos Aires. Entre
1996 y 2000 fue director de la escuela de periodismo TEA y
DeporTEA “Tendencias XXI” en su ciudad. Ha sido co-fundador y
co-director de las publicaciones “Horizonte de Cultura”
(1989/1995), “Junín es Plural” (1997/1998), “Las Doce y Una”
(2010/2011). Fundó el Centro de Estudios Regionales y Nacionales
(CERyN) y fue su director entre 1988 y 1994. Fue co-fundador y
expresidente, por tres períodos, de la Sociedad de Escritores de
Junín. Entre otras distinciones recibió en 1993 la Faja de Honor
de la Asociación de Escritores Argentinos (ADEA) por su libro
“La espiga se declara
soberana”. Colaboró con artículos y poemas en numerosos
diarios y revistas nacionales y extranjeras. Fue incluido, por
ejemplo, en las antologías
“100 poetas
contemporáneos” (1985),
“Antología interregional
de cuento y poesía” (1986),
“Poemas del encuentro”
(1991), “Poesía
argentina contemporánea”, tomo 1, parte vigésima (2013),
“Poesía argentina
contemporánea 50º aniversario 1965-2015” (2016). Sus libros
de ensayo son “Signo y
destino de Hispanoamérica” (1992),
“El gran errador”
(1997), “La cancelación
de lo útil” (2006, edición digital en
www.claudioportiglia.com). Poemarios publicados:
“Develando sueños”
(1979), “Álamos y
yunques” (1986), “Los
ojos, los miedos” (1993),
“La espiga se declara
soberana” (1993),
“Libreta de almacenero” (2000),
“Cabría preguntarme”
(2007), “La mosca de la
fruta” (2008, edición digital en su Sitio de autor),
“Cuotas partes”
(2009), “La travesía”
(2013), “Bella y
transitoria” (2016).
1 —
En el
poemario “En el invierno
de las ciudades” de Tennessee Williams (versión castellana
de Juan José Hernández y Eduardo Paz Leston, Ediciones de la
Flor, Buenos Aires, 1968) doy con estos versos:
“Le cuentas tu vida, o lo
que el tiempo, o cierta prudencia/ te permite contar…” ¿Qué
nos contarías, Claudio, de tu vida, o lo que el tiempo, o cierta
prudencia te permita contar?
CFP — Nací y
viví siempre en Junín, salvo breves estadías por estudio o por
trabajo fuera de la ciudad. No sé si algún episodio concentra
algún interés. Soy hijo único de un matrimonio malavenido. De
muy chico fui muy feliz con mi papá, quien salido del
ferrocarril con la huelga del '61, se compró una vieja chatita
Chevrolet ‘27 y se convirtió en una mezcla de holgazán y ciruja,
aunque al llenar los formularios de la escuela me instruyera
para que lo citara como comerciante. Me gustaba recorrer con él
los campos y las chacaritas de la zona; y me gustaba, sobre
todo, viajar atrás, en la caja, soportando los barquinazos por
los caminos de tierra, con la honda al cuello, y sosteniéndome
entre fierros viejos, fardos de lana y atados de cerda. Sin
embargo, a medida que crecían las peleas y que faltaban la
comida y todo lo demás, fui recostándome del lado de mamá. Se
separaron cuando yo empezaba la secundaria y viví la
circunstancia con bastante vergüenza. En adelante, la relación
con mi padre tuvo vaivenes hasta su muerte, ocurrida seis o
siete años atrás, mucho después que la de mi madre. En grandes
trazos, y por afuera de la escuela en la que fui buen alumno, mi
infancia y mi adolescencia transcurrieron en torno a una pelota
y sus derivaciones: figuritas, revistas, relatos radiales,
proyecciones que llenaban mi imaginación. Siempre me gustó la
soledad y sinceramente no conozco el aburrimiento; aunque tuve
muy buena vida social y nunca me faltaron grupos y barras con
las que alternaba mis inquietudes. A los 17, dos días después de
la muerte de Perón y con el país paralizado por el luto, me
sacaron en ambulancia hacia el viejo Instituto de Cirugía
Torácica de la avenida Caseros, en Buenos Aires, donde me
operaron de un pulmón y permanecí internado hasta la primavera.
No faltaron quienes creyeron que no volvía; yo no, yo sabía que
volvería a Junín donde había quedado mi primera novia con la
que, sin embargo, rompí. La convalecencia fue larga y también en
este caso sentía vergüenza de mi cuerpo escarbado y con un par
de costillas aserradas. Recién por los 19, ya en el Profesorado,
recuperé la autoestima y reincidí. Esos dos años en los que me
guardé coincidieron con los años más oscuros de la vida del país
y a veces pienso si la contingencia no terminó resguardándome.
Vi crecer a Junín desde la ciudad baja y tranquila que recuerdo
cuando asesinaban a Kennedy y yo escuchaba la información por la
propaladora hasta esta ciudad moderna y dinámica que es hoy.
Quiero a mi ciudad. Y aunque coqueteé y coqueteo, a veces, con
la idea de radicarme en Buenos Aires, nunca tomé la decisión.
Atendí un kiosco, fui auxiliar en una escribanía, trabajé para
más de una bodega, ocupé algún cargo gerencial, fui
representante de vinos, conocí el país. De todo aquello me
quedan horas imborrables en la memoria y dos experiencias que me
marcaron: conocer el mar y conocer las cataratas. Me casé, soy
padre de cuatro hijos, me separé, conviví, me separé, probé
parejas por afuera de la convivencia, las pruebo, todavía, cada
tanto. Amo, sin embargo, una mujer a la que prometí no tocar.
Claudio F. Portiglia a los 3 meses
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Claudio F. Portiglia con su padre y su madre en su primer
cumpleaños
2 — Dictando diversas asignaturas ejerciste la docencia
durante más de tres décadas. Ya jubilado, ¿cómo las rememorás?
CFP — Con la
docencia —igual que con el periodismo— he tenido una relación
ambivalente: Por un lado, me gusta la profesión; me gusta
enseñar lo que aprendo y me gusta, más que nada, aprender. Dicté
más de cuarenta asignaturas diferentes a lo largo de tres
décadas y pico y en todos los niveles y mantuve una excelente
relación con los alumnos, muchos de los cuales hoy son mis
amigos. Pero, por otro lado, nunca me sentí cómodo con el
sistema: ni en su vertiente burocrática, ni en su vertiente
específicamente pedagógica, ni en la manera con la que la
mayoría de mis colegas asume la profesión. Colaboré con
numerosos proyectos, impulsé otros tantos, pero desde una
incomodidad que nunca superé. La jubilación, en ese aspecto, me
trajo cierto alivio; aunque extraño el contacto con los alumnos
y ese aprendizaje que cada cuatro o cinco años cambia de
paradigma. No me interesaron los cargos y nunca los busqué, ni
siquiera “pensando en engordar la jubilación” que, como sabrás,
es magra. Sólo dirigí la escuela de periodismo que fundé y con
la que me fundí antes de que pudiera disfrutar de algún rédito.
Me quedó la satisfacción, sin embargo, de haber sacado una
camada de periodistas que hoy trabaja en distintos medios y de
haber publicado una revista que pegó fuerte y que cambió la
forma de hacer periodismo que hasta entonces predominaba en la
ciudad.
Claudio F. Portiglia a los 15 años y a los 12 años
3 — “El periodismo en la encrucijada”: así se llamó el
seminario que dictaste en 1993 en el Instituto Superior del
Profesorado Junín. Perdura en la encrucijada el periodismo, ¿no?
CFP — Vive
en una encrucijada permanente y eso tal vez sea característico
de la profesión. En mi respuesta a tu pregunta anterior algo
insinué al respecto. El problema central pasa, a mi entender,
por la tensión que se genera inevitablemente entre el periodista
y la empresa para la que trabaja. Que yo entiendo que debe ser
fuerte, contra alguna opinión mayoritaria en contrario. Sin
empresas fuertes, sólidas en lo económico y con espaldas anchas
en lo político, el periodista carecería de recursos para
trabajar. Lo he vivido, lo vivo en carne propia. Pero esa misma
provisión de recursos limita la independencia de criterio, la
libertad de opinión, consciente o inconscientemente. Es muy
difícil figurarse un periodismo independiente en el sentido
acabado del concepto. Por eso yo soy un defensor encendido del
sistema republicano y de las libertades acotadas pero plurales
que la república permite. Entiendo que de la porción de verdad y
la porción de mentira y hasta de engaño o manipulación que
pudiera surgir de cada medio, surge, para la sociedad receptora
—que tampoco es toda la sociedad, sino una porción bastante
minoritaria— algo parecido a la verdad verdadera. Y la verdad
verdadera la marcan los hechos, no las interpretaciones —menos,
claro, la propaganda— o las mil maneras de comunicarlos. Respeto
más a los colegas que informan que a los colegas que opinan,
aunque soy respetuoso de las opiniones y tengo las mías y
también exijo respeto para ellas.
Claudio Félix Portiglia con Rolando Revagliatti en 2007
4 — En tanto autor de los anteproyectos “Casa de la
Cultura ‘Junín entre dos océanos’” y “Gimnasio de ideas”, ¿qué
nos podrías trasmitir?
CFP — Así,
en conjunto, porque se trataba de una misma idea, que lo viví
como una gran decepción. Junín tuvo un intendente, Abel Miguel,
que gobernó por cinco períodos consecutivos a partir de 1983 y
la recuperación de la democracia. Yo lo había criticado bastante
desde los medios que tuve a disposición. Igual me convocó para
trabajar en las comisiones del "Plan Estratégico" que impulsó
durante el que sería su último mandato. Fui con prevenciones y
terminé entusiasmado, porque el equipo de cultura que formamos
con cinco o seis personas más congenió y aportó resultados más
que interesantes. Conservo todavía dos grandes tomos ilustrados
en los que se describían todos los proyectos en vista a un
"Junín 2005", tal era la expectativa hacia finales del milenio.
El intendente que sucedió a Miguel y que gobernó hasta diciembre
pasado, Mario Meoni (de la misma Unión Cívica Radical, pero
rival interno del primero) llevó, incluso, como primera
propuesta de su campaña proselitista la conformación de una Casa
de la Cultura y su complementario “Gimnasio de ideas”. Pero ya
en el ejercicio de sus mandatos tomó otro rumbo. No sé si
equivocado; tal vez no, porque después de ciertas vacilaciones
con las dos primeras direcciones de cultura, terminó con una
gestión impecable de Romina Massari; pero distinta, bien
distinta de aquella que imagináramos y que fue absorbida desde
el sector privado. Junín, de todas maneras, tiene un par de
museos de arte, otro histórico y algunas dependencias afines
—incluida la anual Feria del Libro que va por su décima primera
edición— que suple lo que alguna vez imaginé como casa de la
cultura.
Claudio F. Portiglia en familia y hace tiempo
5 —
Desde tu ciudad lanzaste en 2001 el “Movimiento Poesía”,
encuentros nacionales e internacionales de poetas que
coordinaste hasta 2011. Sabrás que muchos seguimos valorando
aquella iniciativa.
CFP — Me
alegra saberlo y gente como vos cada tanto me lo recuerda. Fue
una experiencia muy rica para mí, pero con la que no volvería a
insistir. Más allá del desgaste, terminé con cierto desencanto y
siento, con justicia o sin ella, que el Encuentro de Poetas de
Junín fue una víctima temprana del atropello que produjo el 54%
y la consecuente grieta que deslució al país. Había surgido,
vaya paradoja, como reacción a otro espasmo político: el del
golpe que se cargó a de la Rúa. Yo acababa de separarme por
segunda vez y entre la crisis social y la crisis personal,
busqué la tangente y salí por el lado de la poesía. El primero
de los encuentros fue en casa, bastante informal y con algo más
de una veintena de amigos que llegaron desde distintos lugares.
Firmamos un Acta Fundamental —tampoco muy formal que digamos— y
propusimos una itinerancia que finalmente no ocurrió, salvo un
encuentro en Buenos Aires, en casa de la recordada Graciela
Wencelblat [1947-2014]. Al año siguiente, 2002, para la semana
fijada se desató en el país un terrible temporal que, sumado a
la extrema flacura de los bolsillos, redujo la concurrencia a no
más de diez o doce y casi todos locales o de la zona. Si no
recuerdo mal, sólo la por entonces infaltable Patricia Díaz
Bialet y Nora Alicia Perusin, a quien había conocido
recientemente, vinieron desde lejos. Y el salto, grande, lo
pegamos en 2003 cuando la anunciada presencia de los
norteamericanos Craig Czury y Heather Thomas produjo un efecto
contagio y pasamos la barrera de los cuarenta asistentes.
Salimos de casa y llevamos el encuentro al Colegio de
Arquitectos, donde repetimos un par de veces, antes de pasar por
dos clubes y recalar finalmente en la Sociedad Española. Para
ese tiempo, la Municipalidad nos había ofrecido integrar el
Movimiento a la Feria del Libro y así fue que coexistimos en las
últimas cuatro o cinco ediciones. Sería injusto no mencionar,
además, la colaboración desinteresada del Hotel Copahue que
cedía una de sus salas de conferencias para la jornada de
apertura de cada año. En total, pasaron más de trescientos
poetas sin que palpáramos de ideas a ninguno de ellos, sin que
lucráramos absolutamente con nada y sin que primara el amiguismo
del “te invito para que me invites”. Algo, sin embargo, falló y
a mí se me terminaron las ganas. Como no soy ni nostálgico ni
utópico, no extraño los encuentros ni proyecto recuperarlos.
Estoy abierto, no obstante, a colaborar con quien lo amerite.
Claudio F. Portiglia con sus hijos y Nancy
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Claudio F. Portiglia, en familia
6 — ¿Quién es el
gran errador?
CFP — Tal
vez un alter ego, tal vez el poeta, tal vez yo. Por aquello que
decía Jean Cocteau de que
"el poeta es un mentiroso que siempre dice la verdad"
—caracterización que suscribo—, asocié el errar del equívoco con
el errar del caminante y generé el neologismo con el que titulé
mi ensayo. El tema es la misión del poeta en el siglo veintiuno
y lo escribí a comienzos de los '90, en plena efervescencia de
las teorías posmodernas; con alguna de cuyas variantes,
coincido. El apéndice del ensayo surgió de una conferencia que
dicté en Santiago del Estero y que publicó el diario “El
Liberal”. Allí tracé los lineamientos de lo que después sería el
desarrollo, que también expuse en otras conferencias en Las
Leñas, en Mendoza y en Buenos Aires. En 1997, hilvané y publiqué
un pequeño tomo que insumió dos ediciones. A comienzos del
siglo, inicié una continuación y actualización a la vez, que
lleva por título "La cancelación de lo útil" y que redondeé en
2008, pero que no edité en papel y que tal vez ni siquiera haya
dado por concluido. Allí me salgo de los canales del poeta y
busco una explicación de ese gran útil, apto para todo servicio,
que ha dado en llamarse “dios”.
Claudio F. Portiglia con Darío Lobato, Rolando Revagliatti,
María Dolores Lucero y Roberto Glorioso, en Junín
Claudio F. Portiglia con Silvia Martinelli y Cecilia Chumillo,
2014
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Claudio F. Portiglia con Rafael Felipe Oteriño, Mónica Tracey,
Gustavo Caso Rosendi y Alejandro Schmidt
7 — ¿Así que
“Cuando apareció Messi yo tenía los ojos llenos de Riquelme. Y
no lo vi.”?...
CFP — Sí.
Destaco, antes de ampliar, tu olfato para rastrear en páginas
perdidas cosas que he dicho. Me sé reiterativo con el fútbol; y
no sólo con el fútbol, con otros deportes también; sobre todo,
con el boxeo y con el tenis. Difícilmente deviniera escritor si
hubiera podido calzarme la 10 de Boca. O la 3 de Silvio
Marzolini, que fue mi ídolo durante la infancia y en cuya
posición de lateral con predisposición para el ataque me gustaba
jugar en los campitos. Pero vuelvo a tu pregunta. Mi atención,
antes que en los resultados, se concentra en el juego. Cuando al
talento y a la destreza física se le suman inteligencia,
capacidad de observación, de ubicación y de asociación,
paciencia para la elaboración de las jugadas, sorpresa y cambio
de velocidad, justeza en la pegada y precisión en los pases
disfruto de manera muy particular. A muchos les sucede con la
música, yo percibo la música en el juego, aunque penetre por los
ojos. El ritmo que trato de imprimir a mi poesía —a la prosa
también, pero me interesa menos— lo he copiado del fútbol, del
boxeo y del tenis, antes que de otros poetas. Me manejo con
registros más bien clásicos. Metros de once, de siete, de doce,
de ocho, de diez que combino según aconsejan las circunstancias
y que quiebro, por ahí, o interrumpo para provocar un silencio,
un intersticio, un vacío, una suspensión. Mientras sucede, veo
el conjunto y cómo se acomoda. Por eso, con el tiempo, prescindí
de la puntuación, que casi no utilizo, y de la organización
sintagmática o paradigmática que manejo con aparente desorden o
con aparente capricho. Me parece que es el mismo ritmo puesto a
disposición del concepto el que tiene que llevar al lector a las
pausas, las aceleraciones, los repiqueteos que lo conduzcan a
una comprensión y a una sensación que enriquezcan las mías. Lo
aprendí mirándolo a Juan Román Riquelme —antes a Ricardo
Bochini, claro, o a Zidane—; pero también mirando cómo boxeaban
Muhamad Alí o Sugar Ray Leonard, o el Uby Sacco u Óscar de la
Hoya; mirando cómo regulaba los tiempos y quebraba la muñeca
Roger Federer, o como se desplazaban Steffi Graf o Gabriela
Sabatini. A Messi, cuando apareció, no lo vi. Riquelme estaba en
plenitud y en el Barcelona se lucía Andrés Iniesta, su
discípulo. Por características, ellos satisfacían mejor las
cosas que yo busco. Pero Messi aprendió y hoy también me enseña,
además de hacerme feliz cada vez que toca la pelota.
Con María Teresa Ogliastri, Álvaro Matta Guillé, Héctor
Berenguer, Pedro Enríquez,etc.,en Rosario,en 2009
Claudio F. Portiglia con Fabián Casas, en Junín, en 2015( foto
dos)
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Claudio F. Portiglia con
Juano Villafañe, Patricia Diáz Bialet, etc., en 2005
8 — ¿El automovilista Juan Manuel Fangio (1911-1995), el
cantor Carlos Gardel (1890-1935), el boxeador Nicolino Locche
(1939-2005), el artista plástico Antonio Berni (1905-1981) o el
tenista Guillermo Vilas (1952)?...
CFP — Corro
con la desventaja de no haber sido contemporáneo de Fangio y de
no interesarme demasiado por autos y carreras. Sí me gustó mucho
Carlos Reutemann por las mismas razones que expuse en la
respuesta anterior. Cuando Locche estuvo en su esplendor, yo era
demasiado chico; y cuando lo vi, sobre el final de su carrera,
ganar un par de peleas sin haberlas ganado y perder, finalmente,
con el Kid Pambelé, se me desdibujó bastante la leyenda.
Parecido me sucede con Maradona: lo admiré, lo admiro y creo,
como la mayoría, que ha sido el más grande; pero yo no me banco
la picardía de un gol con la mano, ni siquiera para avanzar en
un Mundial, ni siquiera tratándose de los ingleses. Menos me
banco la irresponsabilidad del '94, cuando Alfio Basile había
conseguido la mejor línea de juego que vi en seleccionado alguno
y el Mundial de los Estados Unidos nos estaba servido en
bandeja. Gardel fue ídolo de mi padre; a mí, que me apasiona el
tango y la poesía que contiene, me gusta más en la voz y en la
interpretación de Roberto Goyeneche. Berni es un referente al
que siempre estoy volviendo; miro mucha pintura, conviví con una
pintora que me enseñó a mirar, y ese ritmo del que hablaba más
arriba está presente en toda la serie de Juanito Laguna, de
Ramona Montiel y en un cuadro que me podría pasar horas mirando
que es “Manifestación”. También “La mujer del sweater rojo”, o
“Los inmigrantes” u otros cuyos títulos no recuerdo, pero que
muestran una familia reunida en torno a la mesa, en el campo, o
una mujer sentada a la máquina de coser mientras una niña ensaya
pasos de baile. Y ya que incursionamos por el arte visual,
quiero referirme a dos artistas que también me marcaron: Víctor
Grippo y Gyula Kosice. Con respecto a Vilas, yo de joven
hinchaba por él; hoy optaría por José Luis Clerc en el caso de
que se repitieran aquellos grandes duelos de los ‘80.
Claudio F. Portiglia con José Antonio Cedrón, Teresa
Salinas, Silvia Montenegro y Héctor Miguel Ángeli en 2012
Claudio F. Portiglia con Patricia Díaz Bialet, en 1994
Claudio F. Portiglia con Ana Guillot, Belén Ancízar, Andrés
Utello y Graciela Caprarulo
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9 —
¿Cuáles
son los temas o asuntos más recurrentes en tu poética, y en tus
artículos y ensayos, y porqué?
CFP — A mí
me gusta vivir. Celebro la vida —la agradezco— y la vida sucede
en presente: con sus placeres y con sus horrores. No espero
premios ni castigos sobrenaturales; el día que se termine, se
habrá terminado y no tengo ni tendré reclamos por hacer. Sobre
estas cosas escribo. Es un puñado de temas, tal vez. O tal vez
es un conjunto inabarcable. Tengo en claro que no soy un poeta
social; por ahí, en todo caso, incursiono en el ensayo político
—o histórico—. No soy indiferente, sin embargo, al dolor del
prójimo ni a la injusticia. Me afectan de manera muy particular.
Pero no siento que deba cantarles; no siento que sea ésa la
función de la poesía. O, por lo menos, de la que escribo yo. Y
tengo con el amor mis disputas severas: lo desprecié, como tema,
durante mucho tiempo; después me fui reconciliando y hoy —cuando
casi no lo ejerzo o lo ejerzo de manera diferente— ocupa un
espacio central. Como ocupa un lugar central mi interés
concomitante por el lugar común. El desafío consiste en volverlo
trascendente. Y con el desafío aparecen varios temas más: los
límites, las fuerzas, las capacidades, lo que puede y lo que no
puede ser, los sueños como expectativa y los sueños como drama.
Cada tema, además, exige una entonación, una música; y esa
exigencia —la del sonido— se convierte en tema a la vez. El
fondo y la forma; ese eterno continuo.
Claudio F. Portiglia con Virginia Zusbiela, en 2012
10 — ¿Cómo ves tus primeros dos o tres poemarios?
CFP — En la
medida que puedo, no los veo. Están. Fueron el sostén para los
que vinieron después que son el sostén de los que llegan ahora.
No reniego, al contrario: agradezco que me hayan permitido
insertarme, crecer. Hoy no escribo de aquella manera. Tampoco
soy como era cuando los escribí. Al pasado lo miro como se mira
por un espejo retrovisor: cada tanto y sin detenerme. El futuro
me interesa mucho más. Es el espacio hacia donde voy y me gusta
conocerlo. Los años en la ruta me enseñaron que los modelos
importan poco, lo que importa es el rumbo. Si uno no tiene claro
hacia dónde va, cuanto más sofisticado sea el modelo, tanto más
pronto terminará extraviado. Y tampoco me gusta volver
recurrentemente sobre tópicos que ya traté. Alguna vez dije —y
sigo pensándolo de ese modo— que cuando dos libros de un mismo
poeta se parecen demasiado, o el segundo está de más o están de
más los dos.
Claudio F. Portiglia con la conductora radial y televisiva
Alicia Pagella
11 — ¿Qué poetas y narradoras extranjeras preferís?
CFP — Tengo
una profunda ignorancia sobre poetas y narradoras extranjeras.
Leí con placer a Rosalía de Castro, disfruté alguna historia de
Clarice Lispector, me sorprendió, de joven, la potencia de
Virginia Woolf. Pero no siento necesidad de releerlas y de a
poco mi memoria va olvidándose.
Claudio F. Portiglia con Norberto Barleand, en 2014
12 —
¿Hay algún autor que te haya influido de alguna manera especial
a la hora de conformar tu imaginario?
CFP —
Mi imaginario se construyó por etapas y cada etapa tuvo sus
referentes. De adolescente, de jovencito, más que Neruda, que
Vallejo o que Federico García Lorca —que concentraban las
simpatías de los lectores de mi entorno—, yo preferí a los dos
Machado. Después llegaron Blas de Otero, Luis Rosales, Ángel
González, Rafael Morales y toda la poesía española de posguerra.
Para esa época matizaba con los italianos. Quasimodo, Ungaretti,
Dino Campana en especial. Vicente Huidobro me reveló alguna cosa
y pasó como un chispazo; otro tanto me sucedió con Baudelaire.
No así con Rimbaud y con Artaud, que siguen convocándome. Los
chinos de la dinastía T'ang me rondan siempre. Los heterónimos
de Pessoa. Nicolás Olivari, Raúl González Tuñón y los poetas del
tango. Y Borges, siempre. Borges es, para mí, el paradigma de
ese imaginario. Si me salgo de la poesía, la nómina se vuelve
muy extensa: soy un buceador consecuente de los textos bíblicos,
del Quijote, de algunos de los dramas de Shakespeare, de Camus
—ah, Camus—, de Roberto Arlt, de Cortázar. Es mucho, es
demasiado para nombrar y demasiado para olvidarme.
Claudio F. Portiglia con Beatriz Amutio y Rubén Américo Liggera
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Claudio F. Portiglia con los poetas Luciano Molina y Nancy
Cánepa
13 —
Supuestamente, de la primera versión de
“Memorias de Adriano”,
sólo quedó en pie una frase. Marguerite Yourcenar destruyó el
resto y la volvió a comenzar. Mercedes Salasach declaró que
nunca había escrito un libro con menos de tres versiones.
Gabriel García Márquez después de redactar unas trescientas
cuartillas de “El otoño
del patriarca”, consideró que había un error de estructura.
Seis años después la empezó a volver a escribir, hasta que otra
vez la interrumpió. Después de un año volvió a empezarla y ahí
sí logró, conservando apenas el nombre del protagonista,
concluirla. ¿Comentarios?
CFP — No, no
tengo comentarios para hacer ni soy lector entusiasta de ninguno
de los nombrados. De García Márquez, la pieza más brillante que
le conozco es la entrevista al ex jefe guerrillero Mario
Firmenich, que no tiene desperdicio. Sus novelas más famosas las
pasé por obligación profesional; es poco y nada lo que me
dejaron. A mí el ejemplo que me seduce es el de Enrique Banchs y
el de Juan Rulfo, que necesitaron poquito para ser gigantes. Y
me consuelo pensando como Borges que todo escritor tiene derecho
a ser juzgado por sus mejores páginas —a veces, por unas pocas
líneas—. De lo demás se encargará el olvido.
Claudio F. Portiglia con Alejandro Roemmers, Lidia
Vinciguerra y Norberto Barleand en 2013
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Claudio
F. Portiglia con la poeta Patricia Díaz Bialet, en 2015
14 — Como
comensal: ¿cocina francesa, armenia, italiana, criolla
argentina, japonesa, española, peruana, árabe…?
CFP — ¡Ja!
Esto me gusta más que la literatura del boom. A ver: en
principio, no soy partidario de las opciones excluyentes. Según
la ocasión, según los estados de ánimo y aun el estado de salud,
disfruto con todas. Lo único que no se negocia es la presencia
de vino argentino. El clásico criollo de empanada y parrillada
completa con ensalada mixta es una debilidad muy especial; pero
tiene que ser preparado por expertos; si no, prefiero el bife
ancho con papas fritas. Syrah, malbec o un genérico bien
ensamblado completa la pretensión. Le sigue la española:
mariscos, pescados, estofados, tortillas son siempre
bienvenidos. Aquí maridan mejor el tempranillo o el merlot.
Empanadas árabes como una vez por semana y las tortas de trigo
las tuve que frenar por prescripción. Cualquiera de los tintos
acompañan bien en estos casos. La cocina francesa me fascina
para disfrutar con un buen acompañamiento femenino y el
infaltable chardonnay. De la pizza de mozzarella con anchoas soy
fanático y del cabernet sauvignon o el syrah para acompañarla,
también. Las pastas me gustan todas y en todas sus variantes; si
van con un chianti, mejor. Con la comida armenia tengo menos
experiencia. Y a la peruana y la japonesa las descubrí y las
disfruto de la mano de una nuera limeña a quien introduje a la
vez en las bondades del sauvignon blanc o del tocai friulano
para obtener muy buenos maridajes.
*
Claudio Félix Portiglia selecciona poemas de su “Bella y
transitoria” para acompañar esta entrevista:
1
La uña grababa en la pared las iniciales
de aquellos arrebatos
el amor todavía era una idea
y llegaste a creer con fundamento que
futuros corsarios orbitales
un día encontrarían esos signos
los llevarían hasta sus planetas
un consejo de sabios al efecto
descifraría el código escondido
sentaría las bases necesarias de la
nueva conquista
dispondría recursos y estrategias
para que una civilización ya devorada
por el azar del tiempo
recupere su voz se haga visible
en dos o tres grafías cuneiformes
2
No soltaste una estrella
soltaste un quejido doloroso que
acompañó el zumbido
justo a vos te pasaba
tanto tiempo llevabas arrastrando
tacuaras desde el vado
cortándolas finito
midiéndole los tiros con destrezas que
enseñan las derrotas
peleándole al empacho del engrudo
justo ahora carajo que le habías robado
a las meriendas
las diez monedas para el papel liviano
y el hilo choricero que decían que nunca
se cortaba
y mirá el pelotudo cómo cuelga tan flojo
del palito
dejando que el cielo se la trague
tan azul y amarilla tan hermosa
3
Hay días que son duros y el esqueleto
cruje y también cruje el alma si es que acaso estuviera
trepada en algún sitio filtrada en la
corriente que elabora el cerebro y que todo lo cuestiona
si es que acaso estuviera
tendida sobre el pasto donde juegan los
niños o en las camas amantes de amores a destajo
yo no sé si hay un alma si no es todo
materia si no somos finitos si el destino es el tránsito si no
somos de polvo si vivimos de prepo si un volcán nos contiene y
un agua nos redime si un viento nos devuelve si no es todo
energía si son ondas o planos o meras percepciones si valemos
por algo si por alguien latimos
yo que todo lo pienso sé que hay algo
que pienso de modo diferente
yo que no creo en nada sé que creo que
hay algo que me habita a escondidas
y en días como éstos cuando todo nos
cruje
uno le mete manos a cosas que no
entiende y a rezos que no sabe y atolondrado y todo
sabe que al menos sabe que cree que está
vivo que crujir lo demuestra
4
Para el día crucial tengo otros planes
ni me iré de viaje ni saldré de gira
ni habré de encontrarme con alguien que
me espere en ningún lado
aunque nunca muy lejos he viajado
bastante y no tengo reclamos por hacer
demasiado con la carga que les deje a
quienes algo pude haberles dado vivo
lo que quede se irá consustanciando con
lo que quede de otros
con lo que otros dejaron para que yo
disfrute
con la tierra y el agua y el aliento y
el fuego
y ese gen que circula para todos llamado
humanidad
más o menos rayamos a la misma altura
el único poder que he respetado será el
mismo que me aseste el golpe
y sería incoherente de mi parte torcer
esa opinión
bien muertos estamos los mortales el día
que morimos
esperar otras cosas no permite que
vivamos siquiera
y en lo que a mí compete
si supe del amor me doy por pago
y mis deudas en fin que la poesía se
encargue de saldar
5
Escribo
a mi derecha las cosas que se amontonan
se ordenan o se desordenan
los espacios que se disputan las ideas
que se disputan las carpetas los amores las lealtades las
pertenencias los diccionarios las precisiones que se disputan
las formas los niveles los resquicios
las fracturas los pedazos los libros los paquetes las sombras
las huellas clandestinas de las visitas
clandestinas las migas los vasos los restos la vajilla el cubo
de la basura los cuadros los retratos la puerta y el espejo
a mi izquierda la pared
6
Altas o bajas
las balaustradas de los bares las
escaleras de los subterráneos las marquesinas de las tiendas
negras o blancas
las entresombras del atardecer las
entrevistas a los postulantes las entelequias de los
parroquianos
la avenida discurre como un río
transportando jangadas bien vestidas
todas en dirección a un mismo puerto
menos esta varilla de algarrobo que
abandonó el atado
y boya a la deriva de cara a la
corriente
con la linde en el vidrio y con
preguntas aún sin responder
¿altas o bajas? ¿blancas o negras?
7
Lo recordaba apenas
me llegó perfumado con ese perfume que
lleva únicamente
la mujer que se ama
después de olerlo me detuve en la
inscripción
es curioso que un error de ortografía o
quizá de fonética
pueda revelar un amor tanto tiempo
esperado
escondido por salvar las apariencias
mentido por pura cobardía callado por
mandato
reprimido en fin por poca cosa
¿qué hacer para conservar ese perfume
que el tiempo borraría
en un cajón donde reina el desorden de
ropa sin doblar?
compré una cajita de jabón
delicadeza que nunca he tenido para con
mis propias prendas
lo doblé con cuidado
coloqué la cajita entre los pliegues
y lo guardé donde pudiera tenerlo a tiro
a golpe de intención
para visitarlo de noche en noche
de amanecer a mediodía
con el corazón acelerado
y con el asombro que tiene cualquier
chico cuando aprende a besar
(“Yo recuerdo una línea memorable
que está casi al principio: ‘Una tarde, tarde como las de mi
país, bella como María, bella y transitoria como fue ésta para
mí…’” (J. L. Borges en
prólogo a “María”, de Jorge Isaac))
8
LA BIELA
Superadas las once
las úes de una parejita norteamericana
se confunden con las efes de una familia de alemanes
y con la sonora y sonriente fricación de
la abundancia brasilera
el vocerío amaina al mediodía a medida
que se llena el salón
la superposición es curioso lo resuelve
en murmullo
al rato también amaina la concurrencia
un cielo diáfano que señala el norte
pone los aviones que llegan a la altura de los ojos
y bustos y cabezas emergen desde atrás
de los ligustros provenientes del paseo de compras
algunos acaso del Pilar
Suar seduce verborrágico a la sombra
gigante del gomero
y Julio Bárbaro adoctrina en una de las
mesas del fondo lindera con los baños
los turistas se entretienen con el
Aguilucho que los recibe a la puerta
o piden sacarse fotos entre un hierático
Bioy Casares y un Borges que de frente se parece a Balbín
llega el plato del día acompañado por
una copa de malbec en el momento preciso en que acababa los
primeros apuntes
a mi lado una bolsita de red contiene la
piedra de citrino que pendula sobre su eje
y que predice para aquélla que la porte
equilibrio y prosperidad
distancia y presencia se arraciman
cuando se anuncia el postre
doy un último toque a lo que escribo
después del café se irá la tarde
redondeando de a poco
a Francina, mi linda indefendible
a Virginia Zusbiela, mi Virshi necesaria de todos los
momentos
*
Claudio F. Portiglia con Virginia Zusbiela, en 2015
Claudio F. Portiglia con la alumna Amancay Ullúa
Claudio F. Portiglia con Ana Guillot, Isabel Krisch y
Francina(foto 1),con su hija Francina (foto 2)
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las
ciudades de Junín y Buenos Aires, distantes entre sí unos 260
kilómetros, Claudio Félix Portiglia y Rolando Revagliatti, 2016.
http://www.revagliatti.com.ar/070912.html
http://www.revagliatti.com.ar/cuatro_ciclos.html
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