Estela
Barrenechea: sus respuestas y poemas
Entrevista
realizada por Rolando Revagliatti
Estela Barrenechea
nació el 17 de febrero de 1938 en Buenos Aires, ciudad en la que
reside, República Argentina. Es Contadora Pública Nacional, por
la Universidad de Buenos Aires, egresada en 1961. En 1984
completó el curso de Metodología de la Investigación, por la
Universidad de Belgrano. Ejerció la docencia en Filosofía a
partir de sus ensayos y de su condición de miembro de grupos de
investigación, tanto en instituciones públicas como privadas.
Participó en los volúmenes
“La filosofía en los
laberintos” (1994),
“El pensamiento en los umbrales del siglo XXI” (1994) y
“La filosofía, los
filósofos, las instituciones filosóficas. Una perspectiva
generacional en la Argentina de fin de siglo” (1995). Además
de organizadora de jornadas de filosofía, fue expositora en el
lapso 1991-2000. Obtuvo primeros premios y otros reconocimientos
de orden literario en su país y en el exterior. Fue incluida,
entre 2001 y 2018, en diversas antologías:
“Homenaje a Oliverio
Girondo”, “No toda
belleza redunda en felicidad”,
“XXVIII World Congress of
Poets” (Acapulco, México, 2008),
“Ceremonias de la luz”,
“Poetas sobre poetas IV”,
etc. En 2007 se editó la plaqueta “Clinamen y otros poemas”.
Poemarios publicados: “La
distancia y el foco” (2003),
“En los confines”
(2005), “Del silencio”
(2009), “El filo de la
grieta” (2012), “El
revés de la luz” (2014) y
“De claros y de sombras”
(2016).
Estela
Barrenechea en 2008
---------------------------------------
Estela Barrenechea en
2007
--------------------------------------------
1 — “Adentrarse en la
propia historia”. Expresión que, tal cual o de un modo
parecido, solemos escuchar. Con ella te invito a adentrarte en
la tuya.
EB —
Adentrarse en la propia historia es un trabajo arduo que toca
mente y cuerpo del que lo hace. Nací en la Ciudad de Buenos
Aires el 17 de febrero de 1938 a las 5 a.m. en el Sanatorio
Otamendi y Miroli, donde iban a parar las mamás de un hogar de
clase media alta.
Pablo Justo Barrenechea Tasca y Estela Díaz Viera fueron
mis padres. La familia de mi abuelo paterno había llegado al
país durante el siglo XIX. Eran masones. Uno de mis tíos abuelos
fue Gran Maestre de la Masonería Argentina. Por el contrario, el
arribo de la familia materna a la Argentina se pierde en los
recovecos de nuestra historia. Solo tengo constancia de los que
vinieron a mediados del siglo XVIII. La mayor parte de ellos se
radicaron en el campo; eran estancieros, católicos y
conservadores.
Mi padre fue militante estudiantil en la Reforma
Universitaria de 1918. Se decía ateo y entró a la logia masónica
de joven. Formó parte del Partido Socialista en la época de Juan
B. Justo y Alicia Moreau de Justo. Una vez recibido de abogado,
trabajó en el estudio de Alfredo Palacios. Luego abrió uno por
su cuenta.
En mi casa, las posturas ideológicas eran totalmente
diferentes; sin embargo, esto no fue motivo de discusiones y
enfrentamientos.
Desde muy corta edad, me acosaron infecciones bronquiales
que hicieron que perdiera años de asistencia regular a la
escuela. Tuve maestras a domicilio para no atrasarme. Mi madre
hizo desfilar para mi atención todo tipo de médicos, en general,
especialistas de renombre. Ninguno de ellos dio con la cura
apropiada. Ya entrada en la pubertad, conocí al doctor Isidoro
R. Steinberg, profesor de la Facultad de Ciencias Médicas de la
UBA, que fue quien pudo aliviar mis problemas. En fin, tuve una
infancia traumática. Cuando pienso en las curas de aquella
época, mis sensaciones son desagradables; nunca pude olvidar las
infinitas inyecciones, las ventosas, los paños fríos y
calientes, los jarabes y remedios que si bien atenuaban los
síntomas provocaban dolores intensos de estómago y cólicos. Al
pasar muchos días en cama, mis entretenimientos fueron escasos
pero ricos a la vez: alguna tela para pintar o bordar, muñecas
y, sobre todo, libros de cuentos infantiles.
De niña siempre estuve atenta a la llegada de mi padre
por la noche. Sabía que él me iba a contar alguna historia. La
más significativa fue
“Rinconete y Cortadillo” de Miguel de Cervantes Saavedra.
Como le gustaban las novelas picarescas, mientras las relataba
me hacía reír. A mis ojos, mi padre era un gigante. Él fue una
brújula para mí a lo largo de la vida. Murió a los cincuenta y
ocho años, en 1957, teniendo yo diecinueve
.Mi madre
vivió hasta entrado el siglo. Siempre nos acompañamos. Si pongo
mi mirada en mis primeros años, puedo verla
leyéndome
poesía y tocando juntas el piano. A ella le complacía
cuando yo memorizaba algún poema y me incentivaba a que los
recitara.
Leí tempranamente los cuentos de hadas que me regalaron y otros
acordes a la edad (Charles Perrault,
“Pinocho” de Carlo Collodi,
“De los Apeninos a los
Andes” de Edmundo de Amicis y algunas fábulas como las de
Esopo). A partir de mi adolescencia, me entusiasmaron los libros
de aventura (Julio Verne y Emilio Salgari). Mi madre me
introdujo en la narrativa. Recuerdo a Benito Pérez Galdós, a
José Mármol y a Victor Hugo, entre otros (“Marianela”,
“Amalia” y
“Los miserables”).
Tuve la fortuna de tener en mi casa
libros
valiosos. Leí El Quijote,
La Biblia, Antiguo y
Nuevo Testamento y un poco más tarde muchas de las obras de
Shakespeare. He recorrido el pasillo de la biblioteca
incansablemente; disfrutaba jugando ahí el día entero. Las
maderas de los estantes también tenían para mí la perspectiva
del juego. Colocaba caracoles en formación para hacerlos
guerrear entre ellos: eran soldados que conformaban pequeños
ejércitos. Los que ponía en los estantes más altos ganaban
siempre, los de los bajos iban a parar irremediablemente a algún
balde.
Estela Barrenechea con su abuelo y con su
madre en 1938
-----------------------------------------------
Estela Barrenechea en 1940
------------------------------------
Estela Barrenechea en 1941
------------------------------------------------
2 — Soldaditos y
caracoles.
EB
— Sí, varias
realidades superpuestas a través de los libros. Los años
de mi infancia y de mi juventud los viví en un buen departamento
ubicado en pleno centro de Buenos Aires, cercano al edificio
de Tribunales.
Siempre me atrajeron los espacios abiertos y en ese
hábitat, rodeada de cemento, me sentía infeliz. Mis padres lo
advertían y para atenuar mi descontento me enviaban de tanto en
tanto a la casa de mis abuelos maternos, quienes residían en el
bonaerense pueblo de Escobar. Allí me sentía muchísimo mejor.
Las calles y las formas de vida del pueblito incentivaban mi
imaginación; podía corretear por el patio de la vieja casona
colonial e ir hasta la chacra que tenía la familia en las
afueras. Hoy tomo conciencia de que mis deseos de aire y de
libertad se fueron acrecentando con el correr de los años. Los
veranos los pasábamos en Mar del Plata. Eran vacaciones extensas
y, por lo general, no me enfermaba. Muchos de esos recuerdos
están inscriptos en mis poemas y en mi narrativa; no me cuesta
volver atrás para describir las sensaciones y los sentimientos
que albergaba en aquellos tiempos.
Mis estudios primarios fueron realizados en la escuela
pública “Domingo Faustino Sarmiento”. Posteriormente, fui a
parar a un colegio religioso llamado “Jesús María”, dado que no
pude ingresar al secundario estatal por inconvenientes de salud.
El pasaje de la educación pública a la privada me ocasionó
problemas; no era la misma formación. Pese a esto, terminé mi
secundario. Mis ideas se fueron afirmando y más aún cuando
ingresé a la UBA para seguir la carrera de Contadora Pública. Lo
hice en contra de mi vocación.
A mí me
hubiesen gustado Filosofía, Letras o Dramaturgia, pero
debido a que estábamos pasando por momentos económicos
inestables,
decidí escuchar los consejos de mi madre. Los años
universitarios transcurrieron sin pausa y a los veintidós estaba
recibida y trabajando.
Me casé enseguida. Mi hijo mayor nació a los veintitrés,
y mi hija tres años después. Al cabo de
un período
corto de convivencia, cumpliendo mis veintisiete, me
separé, quedando a cargo de mis hijos. Poco después formé pareja
con un hombre viudo que tenía dos hijas y a quien le agradaba el
arte como a mí. Nos convertimos en un
matrimonio
ensamblado y mis ocupaciones en la primera etapa, aparte de
un trabajo intenso, fueron mis cuatro hijos. Durante casi
una década mi deseo estuvo centrado en mi familia. Igualmente,
no dejé de trabajar y estudiar. Los idiomas me llevaron tiempo y
dedicación (francés, inglés, italiano). Asistí a la Alianza
Francesa, terminando con los cursos de Cultura y Civilización, y
también a ICANA [Instituto Cultural Argentino Norteamericano],
donde realicé los primeros estudios de inglés, ingresando
posteriormente al Traductorado Público de la UBA, cuyos cursos
no terminé.
Estela Barrenechea en 1943
---------------------------------
Estela Barrenechea con su madre en 1940
---------------------------------------------
Estela Barrenechea con su madre en 1938
----------------------------
Estela Barrenechea en 1941
---------------------------------
Estela Barrenechea en 1945
---------------------------------------------
3 — Múltiples
intereses.
EB
— Sí, siempre fui de abarcar mucho. No solo me ocupé de la
formación integral de mis hijos —es cierto que lo hice en
compañía de mi esposo—, sino que además, como antes te decía,
trabajé como contadora durante diez años y seguí con mis
estudios. Inclusive me sentí atraída intuitivamente por los
cuidados del cuerpo, tal vez debido a los problemas que me
aquejaron en la infancia. Hice
danza, gimnasia y practiqué deportes. El tenis fue mi favorito y
lo seguiría jugando. Mucho más tarde, al introducirme en la
filosofía y conocer el pensamiento griego, me di cuenta de que
ellos se ocupaban de sí mismos y que uno de sus principales
preceptos era el cuidado de sí y el arte para la vida. Me
maravillé de haber seguido ese tipo de conductas. Cuando leí a
Michel Foucault en su
“Tecnologías del yo” advertí que los griegos y los romanos
exhortaban como un deber cuidarse de sí mismos.
La filosofía comenzó a atraerme a partir de mi carrera
en la UBA. Tenía una materia, Introducción a la Filosofía, que
me fascinó. Ahí leí a Adolfo Carpio y a Manuel García Morente.
Sin embargo, fue mucho más tarde cuando decidí internarme de
lleno en los estudios filosóficos. Hice seminarios con
profesores de nivel, muchos pertenecientes a la Academia. Mi
formación fue de excelencia e hizo que luego, sin haber
ingresado a la carrera de Filosofía, pudiera escribir trabajos
en una materia tan compleja. Mis primeras lecturas fueron las
tradicionales: Homero (“La
Ilíada” y “La Odisea”);
los Presocráticos; Platón con su obra:
“El banquete” y
“La República”, y
Aristóteles con
“Metafísica” y “Ars
poetica”. Ellas me abrieron las puertas para introducirme en
el pensamiento a partir del cristianismo. Me interesé por el
nominalismo de Guillermo de Occam, el empirismo inglés y las
obras de Baruch Spinoza, Karl Marx, Soren Kierkegaard, Ludwig
Wittgenstein, Martin Heidegger y Friedrich Nietzsche. He
trabajado sus conceptos en mis talleres de filosofía, donde
además hemos leído algunos párrafos de Foucault, Jacques
Derrida, Giorgio Agamben, Deleuze, Roland Barthes. Estos
talleres comenzaron conjuntamente con mi docencia en Filosofía
en el CBC [Ciclo Básico Común] de la UBA;
algunos grupos aún los mantengo, pese a que mis afanes en
la actualidad están puestos casi exclusivamente en lo literario.
Con Eduardo
Méndez, Silvia Makler, Lydia Alfonso, Raquel Jaduszliwer,
Beatriz Arias, Salvador Franco, etc.
----------------------------------------
Estela Barrenechea con David A. Sorbille, Graciela
Licciardi y Carlos Enrique Berbeglia en 2018
----------------------------------------------
Estela Barrenechea con el editor Juan Carlos Maldonado en 2014,
durante la presentación de" El revés de
la luz"
------------------------------------------------
Estela Barrenechea con María Chapp, Nilda Barba, Irene Zava,
etc., en 2017
-------------------------------------------------------
4 — Escribiste,
nos decías, trabajos de filosofía.
EB
— Varios. Por ejemplo, “La ilusión de la paradoja del sujeto”,
“La formación del filósofo”, “La filosofía, un pensar de lo
‘intempestivo’”, los que integraron tres volúmenes con ensayos
de varios autores, o “Gilles Deleuze, un pensamiento creador en
el cruce teórico de Fin de Siglo”, publicado en el diario “La
Prensa” en noviembre de 1993. Pero el que más aprecio es un
ensayo inconcluso sobre Nietzsche:
“Nietzsche, una ontología
trágica”, que en
algún momento editaré.
Siempre me he preguntado cómo pude pasar de algo tan
conceptual como es el ensayo filosófico a la poesía, que muestra
—sin conceptos (esto no quiere decir que no haya ideas)— las
sensaciones, sentimientos y reflexiones que uno se hace a lo
largo de la vida en el tiempo histórico que le toca vivir. Fue
complejo el pasaje. Los primeros poetas que traté fueron Arturo
Carrera,
Susana Szwarc y Paulina Vinderman, quienes con sus
palabras me
impulsaron a seguir con la poesía.
Por su relación entre poesía y pensamiento, estoy
vinculada al Centro de Estudios Poéticos Alétheia, dirigido por
la ensayista y poeta Graciela Maturo. Además asisto a distintas
lecturas poéticas y a otros encuentros.
Mi primera experiencia con la escritura de poesía fue
casi una epifanía. Me desperté una mañana y el poema vino a mi
cabeza sin que yo lo llamara. Nunca lo publiqué, pero lo guardo
como mi más precioso tesoro. A partir de ese momento crucial, mi
vida cambió. Sentí que algo hablaba en mí y que mi deseo estaba
puesto en la escritura. Pasé por problemas inmensos y una gran
tragedia que fue la muerte de mi hija mayor, Eleonora Franco, a
la cual le dediqué un poema: “El hospital del mundo”. Esos
versos me hicieron ganar el segundo Premio del Fondo Nacional de
las Artes, con motivo del homenaje a Raúl González Tuñón. Cuando
recibí el premio, yo estaba muy abatida, aunque mi hija aún
vivía. Este hecho conmovió a toda mi familia y creo que pasé
casi dos años sin poder escribir literatura, sólo algunas
líneas. Me parecía que las ideas se habían ido de mí. Luego de
un duelo de casi tres años, el deseo de vida superó al de muerte
y no dejé de acercarme a la creación; primero poesía y luego
narrativa con cuentos y una novela. Mi primer libro de poemas
fue editado en 2003, el último en 2016. Tengo varios ensayos,
poesía y una novela inéditos. Esta última me llevó seis años y
fue enviada y recibida para su lectura. Los cuentos están en
edición y los presentaré en unos meses.
En poesía, quienes me han impactado desde muy joven
fueron Sor Juana Inés de
la Cruz, Pablo
Neruda, Rubén Darío,
Paul Éluard,
Alfonsina Storni, José Asunción Silva y Federico García Lorca.
No he dejado de leerlos; junto a otros poetas que me han
resultado más arduos: Arthur Rimbaud, Rainer Maria Rilke,
Friedrich Hölderlin, Antonin Artaud, Stéphane Mallarmé, César
Vallejo, Paul Valéry, Thomas S. Eliot y su amigo Ezra Pound.
Otros poemarios son leídos y releídos hasta el día de
hoy: los de Walt Whitman, José Lezama Lima, John Keats, Emily
Dickinson, Charles Bukowski, Giacomo Leopardi, Gonzalo Rojas,
Anna Ajmátova, Vicente Huidobro, Cesare Pavese, Delmira
Agustini, Giuseppe Ungaretti, Gottfried Benn, Marina
Tsvietáieva, Antonio Gamoneda, Edmond Jabés, Idea Vilariño,
Yannis Ritsos, Constantino Kavafis, Wisława Szymborska, José
Kozer, Marosa di Giorgio, y poetas argentinos como Néstor
Perlongher, Olga Orozco, Roberto Juarroz, Alberto Girri,
Carrera, González Tuñón, Oliverio Girondo, Alejandra Pizarnik,
Enrique Molina, Vinderman, Juan L. Ortiz, Ricardo Herrera,
Maturo, Miguel Ángel Bustos, Juan Gelman, Elizabeth Azcona
Cranwell, Manuel y Leopoldo Castilla, Szwarc, Arnaldo Calveyra,
Jorge Boccanera.
En la actualidad, mi
Weltanschauung
(cosmovisión) tiene que ver con las ideas transmitidas por mi
padre y las que he ido adquiriendo con los estudios literarios,
filosóficos, históricos, políticos, etc. De todas maneras,
siempre consideré que la
erudición no
ayuda a la creación.
Vivir en un medio que no facilita el trabajo intelectual
hace que todos aquellos a los que nos complace dedicarnos a la
transmisión de saberes encontremos un sinnúmero de trabas.
Tampoco
es fácil alentarnos para continuar con una tarea que reditúa
poco o nada, que por momentos es puro
potlatch, sobre
todo en la poesía. Resistir los embates a los que nos enfrenta
el imaginario social de hoy no es cosa llevadera.
Estela Barrenechea con Cynthia Rascovsky, Patricia Bence
Castilla, Daniel Quintero, María Chapp, Ivana Szac, Beatriz
Arias y Mirian Ghersi en 2016
-----------------------------------------------
Estela Barrenechea con Carlos Penelas, Andrés Utello, Jorge
Bach, Elena Eyheremendy, Graciela Maturo, Adalberto Polti,
Michoú Pourtalé, etc., en 2017
---------------------------------------------------
------------------------------
5 — Cuentos y una novela. ¿Sobre qué asuntos giran, qué
temas, qué situaciones? ¿Te cuesta inventar personajes?...
EB
— Hace unos ocho años empecé a escribir algunos cuentos. Ellos
tocan de un modo u otro diferentes temas que han hecho al fluir
continuo de mi vida. Muchas veces he pensado que son solo
murmullos que quedan en lo más íntimo de cada uno —llamémoslo
inconsciente—: noticias, chispas de instantes, crónicas,
relatos, ambivalencias afectivas (materias de la realidad) que
han atravesado el país, la provincia de Buenos Aires y la ciudad
donde vivo en los siglos XIX y XX. A medida que escribimos
construimos un espejo con las huellas en zigzag que dejan las
experiencias. Lo vivido hace soñar y recordar.
Mi libro por salir se llama
“El inmigrante y otros
cuentos”. Aparte del hecho puntual de la inmigración, mis
temas han girado acerca del quiebre de la cotidianidad en un
país latinoamericano como el nuestro.
Paso a contarte sobre mi novela
“Castora”.
La trabajé duramente más de seis años. Comencé con
investigaciones relacionadas con nuestra historia en la
Argentina del siglo XIX y comienzos del XX. Me resultó complejo
fabricar letra con la tierra y los huesos del propio paisaje,
que me remitía a mis orígenes. La novela transcurre en la última
mitad del siglo XIX, caracterizada por las luchas por la
conformación del país. El personaje principal es Castora, quien
vivió su juventud y su temprana madurez en el cruce de los dos
siglos. La historia está inspirada en relatos que mi familia me
transmitió oralmente. No es autobiográfica; la mayor parte de
las escenas son inventadas.
Si bien es
exigente ponerse en el lugar del otro, no me es difícil inventar
personajes. Que la creación de un personaje es muy movilizadora
es cierto, pero lo fui superando, y sobre todo cuando finalicé
la novela.
Estela Barrenechea con Carlos Enrique Berbeglia y Salvador
Franco en 2018
----------------------------------------
Estela Barrenechea con Beatriz Arias y María Chapp
---------------------------------------------------------
Estela Barrenechea con Beatriz Arias en 2018
-------------------------------------------
Estela Barrenechea con María E. Rocchio, Emilce Strucchi, L.
Muñoz, Juan Curio, Susana Cattaneo, Hilda Mans, Julio Bepré,
Magdalena D'Onofrio y Francisco Díaz Alejo en 2014
---------------------------
Estela Barrenechea con María Chapp, Silvia Long Ohni y Cristina
García Oliver en 2017
---------------------------------------------
6 — Adolfo Bioy
Casares, como parte de una respuesta en un reportaje que en 1990
le efectuara el periodista Armando Almada Roche, expresó:
“Mi estilo quizás venga,
ojalá, de Mansilla, Sarmiento, del doctor Johnson, Stendhal,
Ascasubi y Eça de Queiroz.” ¿De dónde vendrá el tuyo,
Estela, en narrativa?
EB
— Nunca pensé en las influencias recibidas. Indudablemente tengo
mis autores preferidos, entre los cuales están William Faulkner,
Virginia Woolf, Jorge Luis Borges, Stendhal, Honoré de Balzac,
Silvina Ocampo, Juan José Saer, Julio Cortázar, Michael Ende,
Thomas Bernhard, Gustave Flaubert. Durante mis investigaciones
para la novela leí nuevamente a Guillermo Enrique Hudson con su
libro “Allá lejos y hace
tiempo” y también a Lucio V. Mansilla con
“Una excursión a los
indios ranqueles”. Además, te comento que todos los
capítulos abren con un poema que preludia los sucesos. Más allá
de esto, la novela es clásica en la estructura del relato.
Estela Barrenechea con Amalia M. Abaria, Osvaldo Rossi, Susana
M. Lamaison, Michou Pourtalé, Elena Eyheremendy, Jorge
Albertella, etc.
---------------------------------------------
Estela Barrenechea con Amalia M. Abaria, Graciela Maturo, Elena
Eyheremendy, María Primavera, Susana M. Lamaison, Beatriz
Minichillo y Nélida Arp
------------------------------------
Estela Barrenechea con Alfredo Luna, Osvaldo Rossi, Ernesto F.
Costa Perazzo, Jorge Albertella, etc.
---------------------------------------------------------------------------
Estela Barrenechea en 2008
--------------------------
-----------------------------------------------------------
7 —
“Los odiosos ocho” (“The hateful eight”) es el título de un film
de Quentin Tarantino. ¿Nos armarías una listita de aquellas ocho
personas o personajes, de todos los tiempos, a los que pudieras
calificar apropiadamente como “odiosos”?
EB
— Para empezar, se me ocurre el personaje del gobernador en
“Zama” de Antonio Di
Benedetto. El maquiavélico hermano de
“Manon Lescaut”, la
novela del Abate Prévost. Otro es Javert, que persigue a Jean
Valjean en “Los
miserables” de Hugo. Mi personaje Eusebio en mi novela
“Castora”. Rodolphe
Boulanger, el amante de Madame Bovary. Torbaldo Helmer, el
marido de Nora en “Casa
de muñecas” de Ibsen. La señora Angellier, suegra de Lucille
en “Suite francesa”
de Irène Némirovsky. La marquesa interpretada por Silvana
Mangano en el film “Grupo
de familia en un interno” de Luchino Visconti. Estos son los
primeros que se me vinieron a la cabeza.
Estela Barrenechea compartiendo mesa de lectura con otros poetas
en 2017
----------------------------------
Estela Barrenechea con María Amelia Díaz, Lydia Alfonso, María
Elena Rocchio y Alejandro Drewes en 2014
----------------------------
Estela Barrenechea con María Amelia Díaz y otros asistentes
durante un evento
----------------------------------
8 — ¿Cuál ha sido
el material fundamental en tu poética? ¿Los sueños, los
recuerdos, la realidad, avatares propios? ¿Qué tan intensa es o
fue tu vida onírica?
EB
— Te contestaría que el motor de mi creación poética han sido
los avatares propios, y en ellos están las sensaciones que me
han producido mi propia realidad y los eventos sociales y
políticos del mundo que me ha tocado vivir. No podría comentarte
demasiado acerca de mi vida onírica, creo que ha sido común.
Estela Barrenechea con Manuel Ruano y Nilda Barba en 2016
-----------------------------------------------
Estela Barrenechea con M. Salas, José A. Cedrón, Marta de París,
David A. Sorbille, María Paula Mones Ruiz, G. Bucci, M. Fontau,
Graciela Maturo y Beatriz Arias en 2017
----------------------------------
Estela Barrenechea con M. Salas, José A. Cedrón, Marta de París,
David A. Sorbille, M. P. Mones Ruiz, Graciela Bucci, M. Fontau,
Graciela Maturo y Beatriz Arias en 2017
--------------------------------------------
Estela Barrenechea con Ramiro Silber, María Gabriela Ini, etc.,
en 2009
-------------------------------------------------------
9 — ¿Cómo
completarías la frase que se inicia con…?:
“Cuando yo para algunos
todavía seguía existiendo…”
EB
— Cuando yo para algunos todavía seguía existiendo como alguien
anodino, los sorprendí con mi creación.
Estela Barrenechea con las poetas Elvira Levy e Isabel
Llorca Bosco, y su hermana Zulma y una amiga, en 2014
-------------------------------------------------
Estela Barrenechea con la poeta Elvira Levy y otros
asistentes a un acto de premiación en Acapulco, México, 2008
--------------------------------------------------------
Estela Barrenechea con la licenciada Lara Seijas en 2014 -
en segundo plano, el poeta Rafael Alberto Vásquez
-------------------------------------------------------
Estela Barrenechea en 2001
--------------------------------
10 — En la novela
“Fantasmas en la balanza
de la justicia”, de Paula Winkler, nacida y residente, como
vos y como yo, en la ciudad de Buenos Aires, se lee:
“Qué lindo es Buenos
Aires, pese a los embrollos y desgracias del tránsito y a sus
detalles miserables.” ¿Qué definición de nuestra ciudad
pergeñarías para nosotros?
EB
— Hoy por hoy la ciudad de Buenos Aires me produce rechazo, pese
a las bellezas que contiene, ya sea en sus barrios antiguos, en
su arquitectura y en los parques. Mi percepción es que no es la
misma en la que nací. No son los mismos sus barrios, sus calles
y sus avenidas. Si tuviera que formular una definición acotada a
mi mirada actual, sobresaldrían los pozos, los corralitos para
arreglos, las ramas caídas de las podas y, por sobre todas las
cosas, las baldosas rotas. Qué bella sería Buenos Aires si se la
quisiera un poco.
Estela Barrenechea con José Antonio Cedrón y Beatriz Arias en
2017
------------------------------------
Estela Barrenechea con Jorge Rivelli, Luis Raúl Calvo, Daniel
Gayoso, Amadeo Gravino, Mariel Monente y José Emilio Tallarico
-----------------------------------------------------
Estela Barrenechea con J. Albertella, A. M. Abaria, E.
Eyheremendy, N. Arp, G. Maturo, Oscar de Gyldenfeldt, Beatriz
Minichillo, M. Vázquez, etc., en 2017
--------------------------------------------------------------
11 — ¿“Con la nariz para
arriba”, “Pie de
plomo”, “Pecho frío”,
“Brazo
extendido” o
“Manos en la masa”?
EB
— Cuando imagino a algún personaje yendo por la vida con la
nariz para arriba, en general, me resulta odioso. Admiro a aquel
que se empeña en su trabajo pero pone pie de plomo y pecho frío
para realizarlo, entendiendo por este último, cabeza fría para
encarar las tareas, es decir, no enturbiar la mente con pasiones
y afectos. Con esas pautas extiendo mis brazos y pongo manos en
la masa.
Estela Barrenechea con Gustavo Tisocco en
2011
---------------------------------------------
Estela Barrenechea con Elena Isabel Garritani y Milly Vázquez
------------------------------------------------
Estela Barrenechea con el editor Juan Carlos Maldonado y otros
panelistas en 2014, durante la presentación de El revés de la
luz
-------------------------------------------------------
12 —
“El
amor gusta más que el matrimonio, porque las novelas gustan más
que la historia”,
expresó el académico francés Nicolas
Chamfort (1741-1794). “Un
matrimonio feliz, es una larga conversación que siempre parece
demasiado corta”, dejó asentado el también francés André
Maurois (1885-1967).
En la novela “El sonido
de la montaña” de Yasunari Kawabata (1899-1972), leemos:
“Un matrimonio es como
una ciénaga peligrosa que succiona sin fin las faltas de los
cónyuges”. “Yo
he conocido muchos matrimonios felices, pero ni uno solo
compatible. Toda la mira del matrimonio es combatir durante el
instante en que la incompatibilidad se hace indiscutible y
sobrevivirlo”,
infiere el británico Gilbert Keith Chesterton (1874-1936).
“Antes del matrimonio se
considera el amor teóricamente; en el matrimonio se pasa a la
práctica. Ahora bien, todos saben que las teorías no siempre
concuerdan con la práctica”, estableció el dramaturgo
noruego Henrik Johan Ibsen (1828-1906). ¿Qué desglosarías sobre
todo esto?...
EB
—
Concuerdo con Chesterton en que un matrimonio puede ser feliz.
Estoy convencida de que el amor de la pareja es una construcción
a lo largo de la vida y de que las incompatibilidades, si bien
ciertamente aparecen, se soslayan con la palabra y el aprecio
mutuo.
Estela Barrenechea con Amadeo Gravino, Luis Raúl
Calvo y Bibi Albert, probablemente en 2016
-----------------------------------------------------
Estela Barrenechea con Pablo Visconti, su hijo, y con Salvador
Franco, su esposo, en Estados Unidos, 2018
--------------------------------------------------
Estela Barrenechea con Osvaldo Víctor Fernández, David A.
Sorbille y Marita Rodríguez, probablemente en 2016
---------------------------------------------------------
Estela Barrenechea con su hija Karina Visconti en 2012
--------------------------------------------
13 — Hace pocos
días, charlando por teléfono, me comentaste al pasar que has
tenido posibilidades de conocer numerosos países.
EB
—
Sí, numerosos. Algunos, relacionados con mi quehacer literario,
como el que hice a México cuando recibí el Primer Premio en
Acapulco, o el de España en Málaga, convocada por Mariette
Cirerol para encuentros poéticos. Realizarlos me dio la
oportunidad de visitar otros lugares y salir de los hechos
puntuales de las lecturas poéticas.
Si efectúo una mirada retrospectiva hacia mis primeros
viajes, no puedo dejar de recordar el que realicé a Europa con
mi familia, donde mi padre, por sus conocimientos, fue un guía
inapreciable. Tenía solo quince años cuando embarcamos.
Navegamos durante dos semanas en un barco llamado Cabo
Corrientes, de clase única. En los días de tormenta el
movimiento se acentuaba y se podía ver la proa elevándose. Era
tanto mi entusiasmo cuando veía el mar embravecido que subía las
escalerillas para contemplar las olas enfurecidas que se abatían
sobre nosotros. Al llegar al puerto de Génova, comenzamos
nuestro trayecto por la Europa clásica: Italia, Francia, España,
Portugal. Lo hicimos en grupo y en ómnibus. Como era invierno,
transitar por esos caminos helados no era fácil. Nos había
tocado un invierno muy frío y con nevadas intensas. Pasar los
Alpes fue toda una aventura, cambio de cubiertas, etc., etc.
Jamás olvidaré el festejo de mi cumpleaños número dieciséis en
la Plaza San Marco, en Venecia, tomando algo en el Café Florian.
Esta primera salida de mi país me marcó. Y
mi anhelo
fue
viajar. Cuando me casé por segunda vez, compartí con mi marido
aquel gran deseo. El primer viaje que hice con él fue en coche
para cruzar la Cordillera de los Andes —soñada tantas veces
desde mis años escolares— e ir a Chile. Llegando a Mendoza,
subimos sin pausa los montes rumbo al Hotel Villavicencio; allí
tuve una vista que me dejó sin palabras: desde la Cruz de
Paramillo vi, como si se abriera un escenario, montañas rosadas
y nieve en las cumbres. Siempre vuelve a mí ese paisaje
maravilloso. Escribí recientemente un poema, “A la soledad de la
piedra”, donde lo evoco.
Al año viajamos a Bolivia. Partimos en tren desde Jujuy,
pasamos por La Quiaca y Villazón, atravesando el Altiplano hasta
llegar a la ciudad de La Paz. Los pueblos sin luz y los coyas
haciendo sus necesidades en los espacios abiertos me
causaron desasosiego e impresión.
Fue
un trayecto intenso. Al arribar al Lago Titicaca, decidimos
alquilar un bote rudimentario, manejado por un chico inexperto,
para visitar las Islas del Sol y de la Luna, con sus viejas
construcciones incaicas. El lago es un mar
y da miedo. La fantasía que tuvimos al organizar ese viaje fue
la de conocer la Bolivia profunda, saber cómo vivía su población
y además entender por qué precisamente ese país de Latinoamérica
había sido elegido por el Che Guevara para seguir con la utopía
de la revolución.
Pasaron unos cuántos años antes de que pudiéramos
realizar junto a mi esposo nuestras primeras incursiones en
Europa. Fueron varias las que hicimos solos, y algunas
acompañados por nuestros hijos. La que más recuerdo es la de la
casa rodante. De España a Italia, durante tres meses con cuatro
adolescentes, manejamos sin pausa. Dejamos nuestra casa para
cruzar el Canal de la Mancha y recorrer Gran Bretaña. En Londres
nos quedamos alrededor de diez días.
De los tantos viajes, uno de los más relevantes fue el
paseo a Portugal. Fue en coche, de sur a norte. Antes de llegar
a Lisboa, visitamos pueblos y ciudades. La ciudad de Évora nos
sorprendió. Tuvimos una visión macabra al conocer la Capilla de
los huesos. Las paredes y techos de ella están cubiertos por
calaveras que provocan en los visitantes una impresión brutal e
inolvidable. Consagrar a Dios un espacio religioso con paredes
conformadas por huesos muestra un periodo de la Iglesia Católica
sin ninguna clase de contemplaciones.
Otro de mis recuerdos muy vívidos me remite a Sicilia. Al
entrar a la Iglesia de Siracusa observamos que sus columnas
estaban montadas sobre originales griegas y sobre ellas se
posaban piedras romanas. Nos produjo un gran asombro: toda la
construcción del templo se había ejecutado en diferentes
momentos. Indudablemente varios siglos separaban una etapa de
otra. Nos acordamos de las múltiples invasiones y guerras
sufridas por la isla. Siracusa es sorprendente; su anfiteatro
romano es único. Si me traslado en el tiempo, al visualizar
mentalmente la ciudad de Agrigento no puedo dejar de pensar en
el filósofo presocrático Empédocles recorriendo los templos y
columnas griegos que se extienden en el valle de la ciudad. Las
ruinas de ese pasado están hoy en pie. Es impresionante verlas
en una noche clara desde lo alto del monte. En esta ciudad vivió
Luigi Pirandello. A Sicilia me gustaría regresar. Cada ciudad
tiene su historia y el pensamiento se ilumina.
Quiero mencionar, como parte de un mundo que ya no existe
—prácticamente nadie vive allí—, a Matera, ciudad de la
Basilicata, declarada por la UNESCO Patrimonio de la Humanidad.
Está ubicada en el sur de Italia. Sus casas excavadas en la roca
volcánica y sus iglesias rupestres, construidas oblicuamente
sobre una especie de cañón, gravitaron en nosotros por su
historia. Esta ciudad de cuevas rocosas nos movilizó, sobre todo
a mi marido; sabíamos que su abuelo materno había nacido allí.
No podíamos creer, ni siquiera imaginar, qué tipo de vida había
llevado. Ya que estoy hablando del sur de Italia, evoco también
con emoción el viaje al pueblo de Firmo, en Calabria. Como
viajamos, en general, en coche, al salir de Nápoles nos
dirigimos a esa región. Al llegar al punto que buscábamos nos
abrimos de la ruta principal para subir, dificultosamente, por
un camino escarpado hasta la cima del monte donde se encontraba
Firmo. Nos quedamos varios días en la vieja casa en la que había
nacido la familia de mi marido. Allí, en Firmo, desde hace unos
siglos, habitan albaneses emigrados de su país. Llegaron al sur
de Italia perseguidos por cuestiones religiosas; son católicos
ortodoxos. Edificaron sus casas en los distintos pueblos.
Vivieron una vida terriblemente pobre pero más tranquila. No
hablan dialecto calabrés sino albanés.
De algunas ciudades me han quedado imágenes imborrables.
Londres, Roma, París, Madrid, Viena, Berlín, Lisboa, San
Petersburgo, Estambul, Atenas, El Cairo, Jerusalén y otras que
no voy a nombrar para no fatigar, merecerían tal vez un libro
aparte.
He
hablado poco de mis impresiones estéticas en estos diferentes
viajes, pero quiero hacer mención de la belleza de algunos de
sus teatros. Como mi marido es musicólogo, hemos conocido todos
los teatros de ópera de las ciudades principales, desde el
Palacio Garnier de la Ópera de París, pasando por la Scala de
Milán, la Ópera de Viena, el Covent Garden de Londres, hasta la
pequeña y bella Ópera de Praga, donde Mozart estrenó el Don
Juan. En el Lincoln Center de Nueva York hemos tenido la
oportunidad de escuchar conciertos y de oír a los mejores
cantantes del mundo.
Un teatro de ópera que nos movilizó fue el de la ciudad
de Cienfuegos, Cuba, construido en madera y mimbre por el
millonario Thomas Kerry para solaz de la aristocracia
estadounidense que veraneaba en la isla a finales del siglo XIX;
allí cantó Caruso. Mencionar a Cuba me causa un gran placer. Dos
veces estuve en la isla. La última vez la recorrí en coche desde
La Habana a Santiago de Cuba. Allí conocí poetas de la Casa de
las Américas y de la Casa de Cultura de la ciudad de Santiago.
Los
viajes que realicé por toda Latinoamérica,
excepto los de Bolivia y Chile, fueron tardíos. Perú y Colombia
también están muy presentes. A Perú fui con mi hijo mayor.
Visitamos el Cuzco y luego el Machu Pichu, todas experiencias
inolvidables, sobre todo para mí que, ya teniendo una edad como
para subir o bajar cuestas de altura con ayuda, pude hacerlo con
mis propias piernas. A Colombia fui el verano pasado a pasar
unas vacaciones de quince días. Y me encontré con que no era un
simple vacacionar. No todo era mar tibio, delfines y cuevas
donde estuvo el pirata Morgan; ciudades como Bogotá, Cartagena y
San Andrés merecerían comentarios fuertes relacionados con la
vida de sus habitantes, su gobierno, el narcotráfico y la
pobreza.
A Estados Unidos he ido frecuentemente, dado que mi hijo
mayor se fue siendo muy joven como científico de base a trabajar
primero como becario y en la actualidad como profesor en la
Universidad de Massachusetts Amherst, donde dirige los
laboratorios de investigación. En resumen, he sido una viajera
infatigable en desplazamientos geográficos. Lamentablemente no
he conocido el Oriente. Un viaje a Japón, India o China
implicaría un gran esfuerzo de tiempo y dinero.
Estela Barrenechea con Nilda Barba, María Paula Mones Ruiz,
Irene Zava, María D'Alessandro, Héctor Miguel Ángeli, etc., en
2017
-----------------------------------------------------
Estela Barrenechea con Milly Vázquez, Oscar de Gyldenfeldt,
Fernando Sánchez Zinny, Silvia Long-Ohni, Beatriz Minichillo,
etc.
-------------------------------------------
Estela Barrenechea con Miguel Ángel Ferreira y Lidia C.
Carrizo en 2017
------------------------
14 —
¿La prosa de qué articulistas, de qué ensayistas te resulta
admirable? ¿Ubicás a alguno que habiéndose destacado en
narrativa, poesía o dramaturgia, sin embargo vos lo prefieras
como ensayista?
EB
— Me resulta admirable la prosa de George Steiner y Maurice
Blanchot, para nombrar algunos de los que consulto
habitualmente. En cuanto leí tu segunda pregunta, pensé
inmediatamente en Stefan Zweig, gran narrador y dramaturgo y a
la vez un maravilloso ensayista. He vuelto a su obra en
distintas oportunidades, pero preferentemente a su ensayo
“La lucha contra el
demonio”. En él, Zweig delinea tres personajes
extraordinarios, Friedrich Hölderlin, Heinrich von Kleist y
Nietzsche, todos abrazados por una inquietud interna a la que
llama “la forma de lo
demoníaco”. El demonio, entendido por Zweig, desafía a los
hombres creativos; los posee y los hace chocar contra el
destino. En el anteúltimo capítulo, “La danza sobre el abismo”,
Zweig señala la embriaguez que invade al creador, el fanatismo
que lo lleva a la exuberancia creativa donde no hay respiro ni
descanso. Este estado de ánimo lo condensa en su epígrafe:
“Si miras largo tiempo
hacia el abismo, llegas a sentir que el abismo te mira a ti”.
Con María Paula Mones Ruiz, Oscar de
Gyldenfeldt, Nélida Arp, Raquel Langer, Graciela Maturo, etc.,
en 2017
-----------------------------------------------------
Con María Gabriela Ini, Ramiro
Silber, Agustín Romano, Isabel Llorca Bosco, Paulina Vinderman,
etc., en 2009
---------------------------------------------------
Estela Barrenechea con María Chapp y Silvia Long-Ohni en 2017
---------------------------------------------------
15 — ¿Autores de
la literatura universal que consideres grandes inventores de
argumentos?
EB
— Te nombro autores de la literatura universal que me han
deslumbrado por su escritura y por sus argumentos, como León
Tolstói, Clarice Lispector, Fiódor Dostoievski, Victor Hugo,
Stendhal, Irène Némirovsky, Flaubert, Guy de Maupassant.
Estela Barrenechea con su esposo, sus hijas y sus nietas en 2015
--------------------------------------------------------------
Estela Barrenechea con su esposo, Salvador Franco, y con
Fernando Sánchez Zinny, Daniel Arias, Beatriz Arias y Silvia
Long Ohni, probablemente en 2016
--------------------------------------------
Estela Barrenechea con su esposo, Salvador Franco, y con Dolores
Pombo, Irene Zava, María Chapp, Nilda Barba y Fernando Sánchez
Zinny en 2016
--------------------------------------------
16 — ¿Qué imagen
tenés, después de tanto tiempo, de la entrega de tu diploma
universitario y siendo una tan joven veinteañera?
EB
— Fue importante para mí, desde luego, recibir ese diploma en
circunstancias difíciles. Mi madre asistió a la entrega y yo
estaba muy emocionada. A pesar de que ya trabajaba en un estudio
contable, el título me habilitó para ejercer en Tribunales como
perito y como síndica.
Estela Barrenechea con su esposo, Salvador Franco, y con Beatriz
Arias y Daniel Arias en 2018
-----------------------------------------------------
Estela Barrenechea con su esposo, Salvador Franco, en Estados
Unidos, 2018
---------------------------------------
Estela Barrenechea con su esposo, Salvador Franco, en 2018
-------------------------------------------------
17 — ¿Habrá que
propender a acabar con los elementos “poéticos” de la poesía?
EB
— Acabar con los elementos poéticos de la poesía no perturba mi
escritura. Cuando escribo poesía, no me invaden los elementos
poéticos ni recurro al pensamiento, sino que me acerco al mundo
real, al mundo sensible, al mundo de mis sensaciones, a mi
imaginación, a mis sueños diurnos. Para mí, cada poema es una
búsqueda de sentido, el sentido de la vida.
Estela Barrenechea con su esposo, Salvador Franco, en 2012
-------------------------------------
Estela Barrenechea con Silvia N. Pastrana y Paulina Vinderman en
2012
---------------------------------------------
Con Ramiro Silber, María Gabriela
Ini, Paulina Vinderman, Isabel Llorca Bosco, Atilio Romano,
etc., en 2009
-----------------------------------------------------------------
18 — ¿Escribís
más bien poemas sueltos sin un plan determinado o, al menos en
algún caso, proyectaste, programaste algún poemario?
EB
— A veces los escribo sueltos y se convierten en poemarios que
poseen una unidad. Lo más llamativo que me ha ocurrido fueron
los poemas sueltos que escribí para lo que luego fue
“El filo de la grieta”.
Este libro cuenta una historia de amor trágica ocurrida en la
época de la dictadura militar. Esto evidencia que jamás proyecto
ni programo un poemario.
Con Rafael Alberto Vásquez, Irene
Zava, Antonio Requeni, Inés Legarreta, etc., probablemente en
2016
---------------------------------------------------------
Estela Barrenechea con Patricia Sibar, Manuel Ruano y María
Chapp, probablemente en 2015
-------------------------------------------------------------------
Con Pako Rizzo, Amadeo Gravino, Luis
Raúl Calvo, Julio Bepré y Rodolfo A. Álvarez, probablemente en
2014
-------------------------------------------------
19 — ¿Tendrás
algún episodio desopilante o desconcertante del que hayas sido
más o menos protagonista y que nos quieras contar?
EB
— En Italia. El episodio más desconcertante fue una visita que
hice junto a mi marido al Lago del Averno a la hora del
crepúsculo. Las imágenes tenebrosas que pinta la mitología
griega y romana se nos hicieron presentes. Los sueños de esa
noche fueron vívidos y tormentosos.
Estela Barrenechea con Susana Cattaneo, María Chapp, María
Amelia Díaz, Irene Zava, Michou Pourtalé, Cristina García
Oliver, etc., probablemente en 2016
-------------------------------------------------
Estela Barrenechea con Susana Cattaneo y María Amelia Díaz,
probablemente en 2016
---------------------------------------------
Estela Barrenechea con Susana Cattaneo en 2015
----------------------------------------------
20 — Juana
Bignozzi concluyó cierto diálogo con Juan L. Ortiz con una
pregunta, la cual ahora te transfiero: ¿Qué justifica una
vida?...
EB
— El deseo de perseverar en ella, de autoconstruirse; el eterno
retorno a uno mismo, como decía Goethe, justifica la existencia.
Estela Barrenechea con sus nietos Nicolás y Lucas y su hija
Diana Franco en 2007
--------------------------------------------------------------
Estela Barrenechea con sus nietas en 2014
------------------------------------------
Estela Barrenechea con sus nietas en 2014
-----------------------------------
*
Estela Barrenechea selecciona poemas de su autoría para
acompañar esta entrevista:
El hospital del mundo
I
El dolor y cierta gente
paraliza.
Una telaraña de voces delante de los ojos.
Nadie se siente bien
en esta escuela del mundo.
Quien conozca la brigada ligera de la salud
sabrá con qué fuego se cuece
el orden de las cosas.
Voy a ser testigo
del carácter fantástico del cálculo.
No es extraño que cada sombra
petrifique mi mano.
Todos hacemos el viaje juntos
e intercambiamos opiniones
mientras el aire disminuye y el cuerpo
pesa en el olvido.
II
Lo importante, dicen:
hacer un cuerpo seguro.
III
Las huellas del dolor y sus líneas
innumerables
en el corazón de las manos,
en el pie desnudo
y en la cara.
Para mi sosiego
la tristeza rebota contra el colchón
y no contamina.
Espera dura.
IV
Oír el silencio, en la penumbra,
sobre un fondo de paredes rojas
crea algo que no cabe en la experiencia.
Por casualidad,
me detengo ante la sombra
palpitante del plátano
sobre la cama.
Tengo tan poco tiempo para soñar.
V
La cruda luz
encima de mi cabeza.
Extraña y lenta la dosis:
su goteo
tiene el sabor del olvido.
El día tóxico cae sobre mis huesos.
Manos invisibles.
Corte de bisturí en el aire.
Un territorio cableado del corazón al intestino
VI
Como anular de obsidiana
se dibuja el instante.
Un círculo trágico
a través de los párpados.
Nada hay de nuevo.
Sólo mi voz
y el color carnal de la escena.
A cal y canto
la mano helada del viento.
VII
El hospital:
la usina sorda que ahoga.
El sonido te alcanza,
un mar de caracol en la cabeza.
Aquí estoy,
la luz del corredor
se cuela por la puerta;
el frío de la pieza
y la soledad.
El mundo se divide.
Por aquí, la mesa oblicua y desteñida
con el servicio nocturno.
Por aquel lado, el agujero de la calle
enciende la imaginación.
Mañana me iré caminando
como si no quisiera.
(de “Del silencio”)
*
(En el albergue)
el capullo de mi cuerpo se abre a tu verdad.
Me seduce el alboroto de tu palabra.
Ella me fascina cuando salta sobre esta cama
de sábanas ajadas.
Sólo porque te amo
escucho tu lengua ardiente y extraviada.
Sólo porque te amo
participo de tus rituales de guerra.
En este lugar
pesan las revueltas de mi país
y tu dulzura hierve en mi garganta
como los ajíes de mi preferencia.
Son dones del amor
que permanecen mientras paladeo tu piel.
En aquella tardecita
sentí el olor mareante del entusiasmo.
Perpleja por lo incomprensible
celebré la liturgia, el devaneo del amor.
Ahora estoy callada,
atónita al oír tu empeño trágico,
tu juego que ignora
que al final,
los hombres de la derrota
no cuentan.
(de “El filo de la grieta”)
*
Sin palabras
La muerte no vino esta vez
pero sí el dolor
que como herida de vidrio
encarnece,
se clava,
ensucia.
Es un punto ciego,
una verdad
que hace fluir delirios de piedra.
Y yo grito mi hueso.
Traerse por la vida,
no es inventar la pólvora,
Mi cuerpo se ha humedecido
junto a los nombres que busco,
busco.
El dolor
está siempre en el lado propio,
sin otros.
La vida cuajada en la carne.
No hay espejismo ni oasis
en esa tierra de nadie.
(de “El revés de la luz”)
*
Carmen
(Salen las
cigarreras a la plaza seca del pueblo)
El pantano de los
sueños
en cada cabeza y en los sueños de Mérimée.
Carmen, canto,
música, ritmo, provocación, de la sensualidad.
Mira cómo te miran. Son soldados y te quieren encadenar.
Carmen, cuerpo, brazos, baile, contoneos del engaño.
Todos te quieren para sí.
Carmen, ímpetu, libertad bruja, ladrona,
primitiva. Todos te quieren para sí.
Carmen, ojos, pasión, ansia de vida, misterio,
Todos te quieren para sí.
Carmen,
nómada, huidora, infiel, pura de libertad. Todos te
quieren para sí.
Carmen, tierra, corazón, disfrute, cadenas rotas.
La muerte te quiere para sí.
(de “De claros y
de sombras”)
*
De la llama y de la luz
Qué haya un grito
para mi silencio,
qué haya Otro y un nombre en la travesía que arrastra el
tiempo.
¿Quién soy y qué soy?
He escapado del fuego y de las
cenizas que llagan los pies.
Me ligué con el otro, con las cosas para poder nombrar e
imaginé el alma
en la agitación de
las sombras.
Me pregunté:
¿Por qué el alma está conectada con la luz si ella es tierra
y carne? En algún lugar del cuerpo está más allá
de lo turbio, y de los estallidos de la piel.
Vísceras y órganos se agitan dentro de mí (independientes),
no revelan nada, menos nuestro querer.
¿Quién soy y qué
soy?
Sospecho que en la
luz
hay un equilibrio.
Dentro de mí está ese punto brillante (el alma) mi más
profunda mismidad sostenida sobre una cuerda
que se extiende firme en el tiempo. Cuelga sobre
el vacío, tantea la nada y sabe que si se desmorona caerá
en el embudo del no tiempo.
(de “De claros y de
sombras”)
*
Estela Barrenechea con sus hijas, sus nietos y su esposo en
2012
----------------------------------
Estela Barrenechea con su nieta Lucía Knorre en París,
Francia, 2012
-----------------------------------------------------
Estela Barrenechea con su nieta Eugenia Knorre en 2012
----------------------------------------------------
Estela Barrenechea con su hijo, Pablo Visconti, en Machu
Pichu, Perú, 2016
-------------------------------------------------------
Estela Barrenechea con su hija Eleonora Franco en 2005
--------------------------------------------------
Estela Barrenechea con su hermana Zulma y otros familiares,
probablemente en 2003
--------------------------------------------------
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Estela Barrenechea y Rolando
Revagliatti, agosto 2018.
www.revagliatti.com
|