Gerardo Burton: sus
respuestas y poemas
Entrevista realizada
por Rolando Revagliatti
Gerardo Burton
nació el 4 de junio de 1951 en Buenos Aires, capital de la
República Argentina, y desde 1986 reside en la ciudad de
Neuquén, capital de la provincia homónima. Cursó estudios
sistemáticos de literatura, filosofía y teología en las
facultades de Filosofía y Letras (Universidad de Buenos Aires);
de Filosofía y Teología (Universidad del Salvador); de Filosofía
y Pedagogía (Consejo Superior de Educación Católica). Se ha
desempeñado como periodista especializado en economía, política
y cultura. En 1998, otorgado por el Banco Credicoop, recibió el
Primer Premio a la Excelencia Periodística por su trabajo con
las pequeñas y medianas empresas de la región Comahue. Es el
fundador de La Cebolla de Vidrio Ediciones y ha traducido de los
idiomas francés e inglés, poemas y artículos de numerosos
autores. Fue incluido, entre 1991 y 2017, en las siguientes
antologías y volúmenes colectivos:
“Poesía patagónica”,
“Poesía y cuento
patagónicos”, “Poesía
neuquina de los 90”,
“Poesía y cuento de la Patagonia”,
“InSURgentes”,
“Antología de poesía de
la Patagonia”,
“Poesía y picadita”,
“La frontera móvil. Antología de poesía contemporánea de la
Patagonia argentina”,
“Antología federal de poesía. Región Patagonia”,
“Poetas de Neuquén en La
Habana”, “Estación
Limay. Antología contemporánea de poetas del Neuquén”,
“Un solo mare e la
parola”. En 2010 publicó el volumen
“La piedra y la raíz.
Reportaje al nuevo mundo” —artículos periodísticos sobre
poesía, literatura y arte— y en 2017
“Crónica del subsuelo. El
petróleo en Neuquén 1918-2013”. Poemarios suyos editados
desde 1979: “Poemas
iniciales”, “18
poemas azules para María”,
“Con la esperanza
delante”, “Los juegos
ocultos y corazón de aguas”,
“Infierno sin umbral”,
“Aire de penumbras”,
“Radiofotos”, “Obra
junta” —recopilación de lo difundido hasta 2006, editado por
la Municipalidad de la ciudad de Neuquén en 2007—,
“Tranvía 4” y
“Heridas que no cierran”.
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Gerardo Burton en 2018
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1 — ¿Qué contar
de vos, Gerardo, en mi ciudad?...
GB — Que nací
en ella en el ‘51 y en el barrio de Núñez, en una familia de
clase media: padre profesor de secundaria y terciaria —del
Colegio Mariano Acosta— y ligado con el nacionalismo católico de
la primera mitad del siglo XX. Mi madre es maestra normal, nunca
ejerció y fue ama de casa con exclusividad hasta que los hijos
crecimos. Después empezó a dedicarse a las artes plásticas, algo
que tenía postergado desde su juventud. Ahora, en su viudez,
dedica mucho tiempo a su arte, pintura y escultura.
Somos cuatro hermanos de los cuales soy el mayor; estudié
el primario en una escuela pública —fui el único que lo hizo— y
después, ya con más estabilidad económica en la familia, en un
bachillerato de los padres capuchinos en el barrio de Saavedra:
Santa María de los Ángeles. Allí fueron mis dos hermanos varones
—primaria y secundaria—, y mi hermana en San Francisco de Asís,
de la congregación capuchina femenina.
Durante la década de 1960, mientras cursaba el colegio
secundario, comencé a escribir sonetos aunque leía muy poca
poesía, sólo la que era obligatoria. Pero simultáneamente con
las dictaduras y la democracia tutelada de esos años, se
producía una apertura muy grande en lo cultural: música —en
especial el rock—, arte, literatura. Después de los primeros
sonetos —dedicados a chicas de mi edad y con los que pensaba
superar mi timidez—, una profesora de literatura nos inoculó la
poesía de la generación del 27 —Federico García Lorca sobre
todo— y los surrealistas. Eso modificó mi forma de escribir, me
impulsó a buscar con cierta ansiedad en una época en la cual no
había disponibilidad de libros de poesía, ni tampoco
información. Fueron muy útiles las revistas que se compraban en
casa —“Primera Plana”, “Confirmado”—, donde trabajaban los
mejores escritores y poetas de esa generación —Juan Gelman,
Francisco Urondo—.
Gerardo Burton con su hija Julia en 1987
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Gerardo Burton con el poeta ruso Evgueni Evtushenko en La
Habana, Cuba, 2016
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Gerardo Burton con Jorge Smerling y Lidia, madre de
Gerardo, en 1996
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2 — ¿Y a
comienzos de los 70?
GB — Ingresé
en el seminario de los Padres Asuncionistas para integrar una
comunidad y, quizás, llegar a ser sacerdote. Estuve cinco años,
hasta que abandoné. Durante ese tiempo fueron simultáneas la
práctica y el estudio con la militancia política y religiosa. En
esos años también cursaba la carrera de Letras en la Universidad
de Buenos Aires, tratando de eludir las materias de lenguas
clásicas. Así pude estudiar con Noé Jitrik, Delfín Garasa,
Ofelia Kovacci. Elegía las materias por afinidad, por gusto. La
poesía era el principal objetivo: me interesaba, pese a que leía
mucho, más escribir que leer; le daba más tiempo a ese
ejercicio.
En el seminario estudié hasta prácticamente finalizar las
materias teológicas. Asistía regularmente a la facultad de
filosofía y teología de los jesuitas, en el Colegio Máximo, en
San Miguel. De hecho, en 1976 me faltaba un año para la
ordenación pues ya tenía votos temporales. Pero debido a los
cambios producidos en el interior de la Iglesia y a la
relación que había entablado con una amiga, decidí
abandonar la congregación en ese año. Al siguiente, me casé con
esa mujer, María, con quien formamos una familia: tenemos tres
hijos —un varón y dos mujeres—. El varón es músico y docente de
esa materia en colegios primarios y secundarios; la mayor de las
mujeres es docente y madre de dos hijas y la menor es socióloga.
María es licenciada en turismo, artesana y artista plástica. Con
ella vivimos en Neuquén, donde la familia se radicó a finales de
1986 en busca de mejores perspectivas económicas. Las
vicisitudes macroeconómicas del país en los ochenta y noventa
pulverizaron la primera expectativa. La segunda, en gran parte
se cumple aunque la vida urbana en esta ciudad se complejiza a
diario.
Una experiencia interesante fue que mi escritura poética
comenzó a acentuarse durante la dictadura. Fue un fenómeno que
se multiplicó en varias ciudades y en mi generación. Yo, en
parte, lo explico en que se cercenaron canales de expresión, y
en mi caso particular, hubo muchas cosas que se trasladaron del
campo de lo vital-existencial a lo literario-existencial. Fue la
primera vez que comprobé en carne propia la salvación a través
del arte, de esa posibilidad de abrir ventanas y evitar la
asfixia que ofrece todo acto creador. Una etapa trascendente en
mi formación fue mi labor en Ediciones Carlos Lohlé, donde pasé
más de seis años, entre 1978 y 1986. Aprendí el oficio de editor
al lado de Carlos Lohlé, dotado de un olfato especial en cuanto
a encontrar arte, poesía, misticismo en libros nuevos y viejos;
en obras realizadas o en curso; en ideas probadas y renovadas.
Tenía una mente mucho más abierta y expandida que sus
contemporáneos y su visión alcanzaba muy lejos. Era alguien de
quien aprender a diario, aunque había que sortear su carácter.
Además, ostentaba un humor peculiar, irónico. Quizás como G. K.
Chesterton. Allí hice uno de los trabajos más queridos por mí:
recopilamos, junto con Mirta Arlt
y Lohlé, la obra completa de Roberto Arlt, la primera edición
que se hizo en Argentina, con prólogo de Julio Cortázar y
fotografías que se le compraron a Ignacio
Corvalán —tenía un archivo extensísimo— en una edición
especial encuadernada para venta a crédito. Fue en 1981. Luego
empezamos algo así con Leopoldo Marechal, pero no se pudo
formalizar por cuestiones de derechos. Elbia Rosbaco impulsaba
la edición; las hijas de Marechal, no. Luego trabajé en otras
editoriales, para las que hacía corrección de estilo y de
pruebas de páginas. Con un sello específico, Pequén Editores,
produje los libros que recopilaban los escritos del padre Carlos
Mugica, discursos de Hipólito Yrigoyen y de Juan Domingo Perón,
textos de socialismo de Emilio Corbière y entrevistas a
políticos, entre ellos, Antonio Cafiero. Con los picos
inflacionarios de los primeros años de Raúl Alfonsín como
presidente de la república, la actividad editorial fue
decayendo, y entonces empecé a vincularme con el periodismo,
primero de manera casi voluntaria —trabajé con el Servicio de
Paz y Justicia que conduce Adolfo Pérez Esquivel— y luego como
colaborador independiente rentado. Fue muy importante el trabajo
inicial en la agencia de noticias Inter Press Service, y luego
en revistas de Buenos Aires, hasta que en Neuquén comencé a
trabajar en diarios, revistas y radios, casi hasta la fecha. En
la actualidad, contando ediciones artesanales de escasa tirada,
tengo más de diez libros de poesía publicados; varios poemarios
inéditos, un libro de ensayos y una investigación periodística
sobre la historia del petróleo en la provincia del Neuquén. Me
dedico al periodismo, con lo cual hago un ejercicio diario de
escritura; también estudio pintura hace más de dos décadas.
Actualmente estoy jubilado.
Gerardo Burton con sus compañeros desaparecidos, los
religiosos asuncionistas Raúl Rodríguez y Carlos Di Pietro, en
San Miguel, provincia de Buenos Aires, Argentina, 1976
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Gerardo Burton en La Habana, Cuba, 2016
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Gerardo Burton con Carina Rita Medina, Diego Roel y Hernán
Lasque
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Gerardo Burton con Guillermo Inda
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3 — Décadas.
Tuviste tus más de tres décadas en la región centro-este de
nuestro país y estás teniendo tus más de tres décadas en la
región del Alto Valle del Río Negro, en esa ciudad con nombre
palíndromo, y la más poblada del sur argentino.
GB — El sur
del país es la Patagonia: un lugar ciertamente fantástico no por
su exuberancia sino especialmente por su carencia. Es quizá una
región mística, donde puede contemplarse el paisaje como una
parte integrante de él. Bueno, quizás ocurra lo mismo en otros
lados, pero la Patagonia tiene una magia especial: será por la
forma en que sobreviven plantas, flores y animales pese a la
sequía continua y a los soles calcinantes… Es una región de
lucha y de encuentro, de fascinación y de poesía.
Cuando me radiqué en
Neuquén ya había publicado cuatro poemarios y había desarrollado
contactos y actividades con poetas y escritores. Aquí formamos
un grupo, Poesía en Trámite, que canalizó y realizó propuestas
que integraban otras disciplinas artísticas —música, teatro,
plástica, danza— y, con el núcleo más íntimo de esos poetas
—cuatro o cinco— seguimos trabajando a lo largo de los años.
Fundamos la delegación local de la SEA (Sociedad de Escritoras y
Escritores de la Argentina), la de Casa de la Poesía, y entre
2011 y 2013 realizamos tres espectáculos performáticos de única
función con gran cantidad de público: “Curia poetas”, “Poetas a
la cucha” y “Mostro verso”. En paralelo continué con mi labor
como editor, y actualmente gestiono una pequeña editorial
independiente, de características artesanales —“la cebolla de
vidrio ediciones”—, que publica plaquetas de no más de 20
páginas de extensión y tiradas reducidas —hasta 100 ejemplares—
de elaboración casi doméstica. Hasta la actualidad, llevo más de
cuarenta títulos publicados, en su mayoría de poetas jóvenes de
la Patagonia, aunque también edité tres poemarios de Jorge
Smerling [1957-2014] y dos del francés Jacques Canut.
Gerardo Burton con sus hijos, Ana, Julia y Juan, en 1990
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Gerardo Burton con su hijos, Julia, Ana y Juan, en 1987
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Gerardo Burton con Chelo Candia y Raúl Mansilla en 2016
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Gerardo Burton con Jorge Sapag, Luciana Brunella, Oscar Smoljan
y Martín Farizano en 2008
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4 — Smerling. Lo
leí bastante y lo conocí apenas, cuando vino a leer poesía en
uno de los ciclos que yo organizaba a principios de siglo. No sé
si fuiste exactamente amigo de él. Pero me parecería oportuno
que lo evoques y te refieras a su poética.
GB — Con Jorge fuimos muy
amigos, casi desde el principio. Lo conocí a través de Guillermo
Boido [1941-2013], cuando recién había publicado mi primer libro
y Jorge estaba a punto de editar
“Onirocrisis”. Desde
entonces, siempre nos veíamos y constituyó una especie de
maestro para mí, en la poesía, en el olfato para reconocerla, en
la visión poética. Él era mi lector privilegiado; siempre
leíamos e intercambiábamos lecturas y éramos impiadosos uno con
el otro, nada complacientes. Sé que eso él lo practicaba en
público y le valió no pocos rechazos. Me ocurre que con
frecuencia reviso mis papeles y encuentro originales suyos; por
eso publiqué dos en “la cebolla de vidrio”, además de
“Solo como en mí”,
que es el último poemario editado en vida.
Era
un surrealista, si es que se le puede poner algún rótulo, al
principio. Luego cambió, y evolucionó hacia algo más místico,
que oscilaba —o unía— a Dios con la belleza, con el amor, con el
erotismo. Era un poeta de 24 horas. Recuerdo que una vez, cuando
trabajaba con su padre en el negocio de repuestos, llevaba
mercadería a un cliente. Iba por avenida Corrientes, o por la
avenida Warnes, en su camioneta Fiat, una pickup. Resulta que se
detuvo en un semáforo en rojo y se le ocurrió escribir un poema.
No arrancó hasta que lo terminó, en medio de los bocinazos y los
insultos de los demás conductores y casi la multa policial.
Viajaba cada vez que podía; estudiaba alemán para leer a
Hölderlin sin traducir, para leer a Goethe en su idioma, para
leer a Rilke. Su ida me dejó sin abrigo, como si algunas
palabras ya no pudiera pronunciarlas.
Gerardo Burton con Sergio Sarachu y Raúl Mansilla
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Gerardo Burton con Vanna Andreini, Pablo Queralt, Silvia López y
Diego Alfaro Palma
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Gerardo Burton con Clara Vouillat
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5 — Investigando,
advertí que te interesaba la poesía gauchesca. Me identifico con
tu interés, aunque ya ahora no la frecuento. Además de José
Hernández y Estanislao del Campo, tengo muy recorridos, por
ejemplo, a Hilario Ascasubi [1807-1875], a los uruguayos Yamandú
Rodríguez [1891-1957] y Bartolomé Hidalgo [1788-1822] y a ese
español, José Alonso y Trelles (El Viejo Pancho) [1857-1924],
que primero se asentara en su adolescencia en la provincia de
Buenos Aires y luego se radicara definitivamente en Uruguay. ¿Y
vos…?
GB — Mi interés, en este caso,
es puramente utilitario. Tiene que ver con la composición, o
escritura, de “Tranvía 4”,
el libro que pretende relatar una historia, la de mi familia
desde que los primeros abuelos llegaron a la Argentina, a
finales del siglo XIX y comienzos del XX. En esa tarea, que
enlazaba ese relato con la historia política del país, vi que el
tango podía funcionar como denominador común, como hilo
conductor de la narración. Y así fue que empecé a estudiar
tango, poesía gauchesca —que sin ninguna originalidad considero
que es el único género genuino del Río de la Plata, y lo mejor
que se inventó en el sur de América en el siglo XIX— y coplas.
De los poetas que nombraste en tu pregunta, siento más cercanos
a Hidalgo y Ascasubi, además de Hernández y del Campo. En todos
los casos, son poetas que tenían un compromiso político
determinado, de un lado o de otro. Y eso es algo que no admite
sesgos, recortes: la poesía, el acto poético, el hecho poético,
tienen una importancia política porque modifican una realidad,
incorporan algo que no estaba, sea la visión, sea la postura,
sea la denuncia. Ellos lo hicieron, y valoro mucho su esfuerzo
por representar literariamente el habla del gaucho. O
inventarla. Como hicieron los poetas lunfardos, que enlazan la
tradición con Lamborghini, por ejemplo. Eso me sirvió para
estructurar —y versificar— la historia, con lo cual —en algunos
casos con mayor felicidad que en otros— pude terminar esa
especie de saga apócrifa. Originalmente los poemas iban a estar
acompañados de fotos —familiares e históricas—, pero la edición
no se pudo hacer, por cuestiones de costo, de esa forma.
Gerardo Burton con Silvia Mellado y Ruth Surbriggen en 2017
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Gerardo Burton con su hija Ana en 2011
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Gerardo Burton con su esposa, María Fernández Mouján
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Con Belén Lorenzi, Silvia Mellado,
Verónica Padín, Ángela Jerez, Macky Corbalán y Oscar Cares en
2012
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6 — Lamborghini.
Había yo ya descubierto que admirás la obra poética de ese
descomunal parodista que fue Leónidas Lamborghini. ¿Leíste su
narrativa?... Tenés tus surtidas incursiones en la parodia: en
pos de ese objetivo has concebido radioteatros utilizando al
cine, a la historieta, al teatro, a la televisión.
GB — De Lamborghini leí
solamente poesía y textos ensayísticos suyos. Te nombro ahora
“Mezcolanza”, que
agrupa ensayos y artículos sobre literatura, y
“Risa y tragedia en los
poetas gauchescos. Hidalgo, Ascasubi, del Campo, Hernández”.
Esos, junto con los de Josefina Ludmer sobre la gauchesca, me
parecen ensayos críticos que permiten explicar muchas cosas de
la poesía argentina, y rescatar una línea de originalidad, de
autenticidad que no percibo ni en otras poéticas que se
practican aquí ni las que provienen de otros países. La
gauchesca es una poética a explotar, a expandir, a cultivar,
porque permite decir con ironía una realidad que muchas veces es
dolorosa, como la del país. Lo de la parodia fue utilizado en un
programa de humor político que produje con un amigo durante tres
años y se emitía cada domingo. Me sirvió para hacer crítica de
costumbres y a la dirigencia política y social de la provincia,
y como válvula de escape durante el menemismo, cuando sólo cabía
reírse ante tanto desastre.
Con Ricardo
Costa, Eduardo Bechara Navratilova, Raúl Mansilla, Tomás Watkins
y Griselda Fanese
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Gerardo Burton con Ormar Zarza y Cristian Aliaga en 2015
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Gerardo Burton con Álvaro Urrutia, Raúl Mansilla, Marina Kohon,
Cristian Aliaga y Chelo Candia en 2015
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Gerardo Burton con Silvia Castro
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7 — ¿Acordás con
que tu “Radiofotos”
son crónicas poéticas? Y
“Tranvía 4”: ¿es “Una
historia familiar en tiempo de tango”, tal como titulara
Juan Rapacioli la entrevista que te realizara, a propósito de
ese libro, para la agencia Télam en 2014?
GB — Puede ser. El título de
“Radiofotos” es un guiño, un homenaje a los viejos
sistemas de transmisión de información. Yo trabajé en un diario
que recibía radiofotos. Y eso me sirve para hablar de dos
oficios, el de poeta y el de periodista. Y uno tercero: el de
fotógrafo, que no soy pero me atrae. Es la dimensión plástica,
de arte plástica que puede tener la poesía. Lo mismo ocurre con
“Tranvía 4”. Y estoy
de acuerdo con Rapacioli. Es una historia familiar en tiempo de
tango. Y el tiempo de tango me sirve para varias historias, más
allá de la familiar. Desde hace mucho, cuando leí por primera
vez que Gelman titulaba “tanguito” un poema suyo, yo lo copié,
se lo robé, como se hace en tantas ocasiones en este oficio.
Gerardo Burton con Norma Madeo en 1987
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Gerardo Burton con Jorge Paolantonio en La Habana, Cuba, 2016
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Con Jesús Escobar,Raúl Radonich,
Beatriz Kreitman,Cristina Storioni,Raúl Mansilla,Cristina
Otaño,etc.,en 2007
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8 — Supongo que
fue casualmente que justo el 8 de marzo de 2017, Día
Internacional de la Mujer, concluiste tu poemario sobre
femicidios “Heridas que
no cierran”, el que contara con el apoyo y la participación
de la Colectiva Feminista “La Revuelta” y dedicado a la poeta y
activista neuquina Macky Corbalán.
GB — Fue casual y no tanto.
Había proyectado unos treinta poemas para ese libro, pero al
llegar a quince ya estaba extenuado. Era una obsesión porque los
femicidios se sucedían —se suceden— todos los días. Cuando
empecé a trabajar en él, en octubre de 2016, había un femicidio
cada treinta horas en el país. En marzo, cuando estaba
finalizándolo, la frecuencia se había reducido cuatro horas, era
cada veintiséis. Ahora es menor. Macky Corbalán era una poeta
lesbiana, feminista nacida en la ciudad de Cutral Có, fallecida
en septiembre de 2014. Con ella fue como con Smerling: era una
interlocutora privilegiada para mí. Con ella también —como con
Jorge— aprendí mucho, era una especie de guía, de maestra en
poesía y en pensamiento, en ideas. Era el alma de los
espectáculos performáticos que hicimos acá en Neuquén. Y su obra
poética es hoy una de las más originales no sólo de Patagonia
sino del país. “La Revuelta” es una organización de más de diez
años de fundada, cuya práctica produce y genera teoría que se
difunde en otras provincias y otros países. Su trayectoria en el
feminismo es ejemplar. Y yo estoy orgulloso de su apoyo en el
proceso de edición del libro. En este caso, como en el de
“Tranvía 4” y en
“Radiofotos”, puedo
decir con mayor claridad, con mayor certeza algo que se intuye
en el proceso creativo poético en general: es una forma de
conocimiento. Hay realidades que el poema pone en juego que
antes no estaban, no existían o permanecían escondidas.
Gerardo Burton con Laura Pollastri, Raúl Mansilla y Macky
Corbalán en 2000
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Gerardo Burton con María, su esposa, y con Oscar Sarhan
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Gerardo Burton con Liliana Campazzo y Raúl Mansilla en La
Habana, Cuba, 2015
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9 — Estudiás
pintura desde hace más de veinte años. ¿Expusiste tus obras, en
solitario o en muestras colectivas? Acuarelistas y europeos: ¿el
alemán Alberto Durero (1471-1528), el italiano Rafael Sanzio
(1483-1520), el inglés Paul Sandby (1725-1809), el húngaro
Nándor Mikola (1911-2006) o el español Rafael Alonso
López-Montero (1921-2009)?
GB — Estudio pintura pero no
expongo. Quienes más me influyen y más me interesa seguir son
Xul Solar, Paul Klee y William Turner y, como en poesía, a los
japoneses. Luego hay otros, por supuesto. Me gustan los dibujos
de García Lorca; de Rafael Alberti. A raíz de tu pregunta, creo
que voy a observar a Nándor Mikola. La pintura comenzó a
acompañarme cuando no tenía palabras, cuando las palabras no
decían. Eso me sirvió como atajo para volver a la poesía. Y
ahora ambas disciplinas —la escritura y la pintura— me parecen
variantes de lo mismo. Pienso que eso les ocurre también a los
músicos, por ejemplo. Es como si la composición musical
funcionara como generadora de la poesía.
Gerardo Burton - Puerto Pirámides - acuarela - 2011
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Gerardo Burton - Tapiz - acuarela - 2018
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Gerardo Burton con Héctor Ordoñez en 2013
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10 — En 2017
apareció tu libro referido a la historia del petróleo en
Neuquén.
GB — Ese libro, titulado
“Crónica del subsuelo. El
petróleo en Neuquén 1918-2013” tiene un antecedente. En
realidad, es una idea apropiada de otra: en 2007 Horacio Salas,
contratado por el Instituto Argentino del Petróleo y Gas,
escribió una historia por el centenario del descubrimiento del
petróleo en Comodoro Rivadavia. Sobre la base de esa publicación
—en dos tomos de lujo, con papel ilustración, fotografías, tapa
dura y sobrecubierta— alguien me sugirió hacer lo mismo con
Neuquén, con el secreto deseo de que no llegara a cumplir ese
objetivo. Mi testarudez pudo más y en tres años había llegado a
un original aceptable, con entrevistas videograbadas, una
producción fotográfica excelente —trabajó el equipo de Prensa de
la gobernación neuquina y tuve la colaboración del archivo de
Yacimientos Petrolíferos Fiscales— y la idea de hacer algo
similar al modelo. Hubo que terminarlo en 2013, porque luego de
la recuperación de YPF por parte del gobierno de Cristina
Kirchner y el inicio de la explotación no convencional en Loma
Campana —formación Vaca Muerta— se produjeron vaivenes políticos
que no permitían cerrar el libro con cierta perspectiva. El
editor, Mauricio Bertuzzi, revisó el original, hizo algunas
sugerencias y refundiciones de capítulos y así apareció. Ya está
felizmente agotado, y con la posibilidad de convertirlo en un
libro electrónico dados los costos actuales de una edición
tradicional. El libro permite leer la historia de la provincia,
ya que el petróleo —los hidrocarburos— forman parte del ADN de
Neuquén, no sólo en lo económico —o, a partir de lo económico
precisamente— sino también en lo cultural, en lo social, en lo
político.
Gerardo Burton con Ricardo Costa, Raúl Mansilla, etc., en
2018
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Gerardo Burton con su esposa, María Fernández Mouján, en
2015
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Gerardo Burton con Raúl Mansilla y Sergio Sarachu en 2015
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11 —
¿Qué supuso para vos la experiencia de haber sido el Director
del suplemento cultural de “El Diario”, de la ciudad de Neuquén,
entre 1987 y 1990, además de haber sido en el mismo medio el
Editor de la sección Opinión?
GB
— Mi trabajo en la sección cultural de “El Diario” fue producto
del azar: cuando llegué a Neuquén estaba contratado como
redactor, pero al ingresar al diario, había una vacante en ese
suplemento y me pidieron que la cubriera. Fue muy interesante,
porque me permitió apelar a recursos que disponía pero no
imaginaba que podrían servir para la sección. Por ejemplo, el
uso de revistas culturales: tenía la colección completa de
CREAR, una publicación que dirigía Oscar Castellucci con
orientación nacionalista y popular, y con sus contenidos pude
marcar una diferencia con lo que los grandes medios de
comunicación publicaban. También con “Último Reino”, la revista
dirigida por Víctor Redondo y Gustavo Margulies, o la inclusión
de material de poetas y escritores que no aparecían
habitualmente en los diarios o revistas —Héctor Miguel Ángeli;
Smerling; Miguel Ángel Viola; Olga Orozco; Redondo; Guillermo
Boido; Roberto Juarroz—. Era como marcar territorios y
diferenciarse del resto. La sección Opinión de ese medio era, en
realidad, una selección de cables de agencia firmados por
periodistas que hoy están en diarios de Buenos Aires como
encargados de sección —política, economía, internacionales— y
que entonces recién comenzaban. En lo regional, se recibían
aportes de profesionales y políticos vinculados con los
propietarios del medio, que estaban enrolados en el Movimiento
Popular Neuquino en su mayoría.
Gerardo Burton con Verónica Padín, Ariel Williams, Diego
Rodríguez Reis y Mauricio Robles en 2017
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Gerardo Burton con Tomás Watkins, Marité Corbera, Carina Rita
Medina, Irene Lozza, Gabriela Nemiña, Sergio Sarachu, Raúl
Mansilla, Ricardo Costa, etc.
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Gerardo Burton con Victorio Veronese en 2014
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Gerardo Burton en 2017
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12 — ¿Por qué elegís determinados
poemas y no otros cuando traducís? ¿A quiénes tradujiste?
GB — En realidad, la única
selección que hice fue cuando traduje el poema “Aullido”, de
Allen Ginsberg. Tenía el libro en inglés y me sirvió para
ocuparme en un período de sequía, de desierto creativo. Ginsberg
tiene una poética totalmente distinta de la mía, yo lo admiro
desde que conocí su poesía y su vida. La traducción me sirvió
para abrir una ventana, para que el viejo Allen —como lo hizo
Walt Whitman también, o T. S. Eliot, o Plath— vivificara esa
poesía, ese verso que se iba anquilosando. La traducción, en
este caso, funcionó como la pintura, como la acuarela. También
traduje algunos poemas de Philip Larkin, de Ted Hughes y de
Sylvia Plath, como forma de divertirme. Luego, para acompañar
notas periodísticas traduje versiones en inglés de poetas
palestinos e iraquíes —incluso uno de ellos, Jamal Jumá, me
pidió que hiciera la versión castellana de uno de sus libros—.
Del francés, para la editorial que gestiono, hice la versión
castellana de dos poemarios del francés Jacques Canut. Ambos
libritos fueron supervisados por él, que habla muy bien el
castellano, así que no hay riesgo de error. Eso es temerario de
mi parte, porque no conozco tanto el francés. Es como un juego,
y como la editorial no tiene fines comerciales, no creo que haya
problema. Son versiones, como lecturas de un tipo de habla
castellana de poemas compuestos en francés. Lo mismo con
Ginsberg y los demás. Hice también una versión de fragmentos de
Henri Meschonnic, por lo mismo. Una amiga me comentó que lo
estaba leyendo y me lo recomendó. Busqué textos suyos —eso es lo
bueno de internet, una enorme biblioteca disponible
continuamente—, los traduje y los publiqué en el suplemento
Confines, de “El Extremo Sur” —periódico de Comodoro Rivadavia
dirigido por el poeta Cristian Aliaga—.
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Gerardo Burton con Inés Manzano y Silvia Castro
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Gerardo Burton con su esposa, María Fernández Mouján, en la
provincia de Salta, Argentina, 2015
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13 — En 2004, los
hacedores de la revista “La Novia de Tyson” le expresaron en una
entrevista a Manrique Fernández Moreno:
“La puntuación es a veces
una maleza en el cuerpo del poema, ¿no?” ¿La puntuación es a
veces una maleza en el cuerpo del poema?
GB — No conocía la cita, pero
me gusta. No sé si es maleza o no, pero yo fui eliminando por
etapas los signos de puntuación. En realidad, sólo es así con
las comas finales de verso y los puntos, dado que las pausas
pueden sugerirse con el corte de verso y con el final de la
estrofa. No uso mayúsculas y sí utilizo los signos de
interrogación y admiración —la apertura y el cierre— cuando son
necesarios. Creo que así el poema respira de otra manera, y se
puede seguir el dibujo que hace en la página sin que el lector
tenga distracciones en ese camino. Además permite que haya
diferentes interpretaciones de los silencios y de los ritmos.
Pero sobre todo me interesa el dibujo sobre la página, que a
veces puede verse como un ideograma, sobre todo si uno, como yo,
es miope.
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Gerardo Burton con sus hijos, Julia, Ana y Juan, y su
esposa, María, en 2004
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Gerardo Burton con Humberto Bas en 2018
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14 — Mirta Arlt (1923-2014). Pocos deben saber que en
1970 obtuvo el Premio Municipal de Novela por “El
sobreviviente”, aparentemente sólo publicada en 1973. Destacaste
tu trabajo junto con ella y Carlos Lohlé a principios de los 80.
¿Qué nos podrías trasmitir de su carácter, de su modo de ser, de
lo que trasuntaba?
GB — Era una mujer de un humor
envidiable, simpática y con una impronta muy fuerte de su padre.
No conocía la novela que mencionás. Creo recordar que era
titular de la cátedra de literatura inglesa en la Facultad de
Filosofía y Letras de la UBA. Cuando trabajamos con el material
de su padre trajo a la editorial todo lo que tenía. Allí
descubrimos que la edición de
“El amor brujo” —creo
que de Fabril Editora— tenía una errata sobresaliente: faltaba
un párrafo casi entero que modificaba el sentido de la novela.
Gracias a la comparación con otra edición —más antigua— se pudo
arreglar. El tema principal eran los aguafuertes. Resulta que no
estaban completos, porque en ese entonces se hallaban dispersos
en archivos de diarios, así que tuvimos que trabajar con lo que
teníamos. Encontramos el que Arlt escribió sobre el fusilamiento
de Severino Di Giovanni [1901-1931], en la vieja Penitenciaría
de avenida Las Heras y Coronel Díaz. Fue una jugada publicarlo,
porque estábamos en plena dictadura. Pero salió. La edición fue
importante, aunque por el contexto político no hubo gran
repercusión en los medios de comunicación.
Con Macky
Corbalán, Belén Lorenzi, Pao Britos, Verónica Padín, Raúl
Mansilla y Silvia Mellado en 2012
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Gerardo Burton con Macky Corbalán y Raúl Mansilla en 2013
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Gerardo Burton con Ricardo Costa, Raúl Mansilla, etc., en 2018
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Gerardo Burton con Eva Fridman y Silvia Mellado en 2017
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15 — Suelo
interesarme por los eventuales cuentos, relatos o microficciones
que pudieran haber escrito poetas de los que no se sabe —al
menos, en tu caso, yo no lo sé— que hayan intentado siquiera
aproximarse a la narrativa. ¿Te aproximaste a ese género, lo
intentaste? Y, además: ¿a qué narradores patagónicos
destacarías?
GB — El periodismo es mi más
consecuente aproximación a la prosa. Más de treinta años de
escritura periodística en las diversas secciones —salvo
deportes— me otorgaron un cierto oficio de prosista. Creo que es
uno de los géneros literarios que aún no está reconocido, pero
lo es: tiene sus reglas, sus maestros, sus discípulos, sus
disciplinas, sus métodos y sus estilos. En cuanto a tu pregunta:
lo más cercano son las columnas de humor político que hice
durante tres años en “El Diario” de Neuquén y luego durante dos
años en un semanario alternativo, también editado en esta
ciudad. Respecto de los narradores de la Patagonia: los primeros
han sido los viajeros, desde Charles Darwin en adelante, los
sacerdotes católicos y los pastores de iglesias protestantes.
Luego los militares y los exploradores. De los que escriben hoy
en día, destaco a Mariano Villegas, un entrerriano radicado en
Neuquén y fallecido hace unos años; Diego Angelino, otro que
vino del norte y se quedó en la provincia de Chubut; Pablo
Yoiris, que se dedica a la novela negra; Alejandra Rey, Horacio
Beascochea, José Moya, Gabriela Grünberg, Humberto Bas, María
Alén Lloyd.
Gerardo Burton con Liliana Campazzo, Bruno Di Benedetto,
Sergio Sarachu, Raúl Mansilla y Silvia Castro
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Gerardo Burton con Inés Manzano en 2014
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Con Bruno Di Benedetto, Sergio
Sarachu, Silvia Castro, Liliana Campazzo, Raúl Mansilla, etc.,
en La Habana, Cuba, 2015
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Gerardo Burton en La Habana, Cuba, 2016
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16 — ¿Por cuáles
de las siguientes citas sos más “alcanzado”?:
Octavio Paz:
“El falso poeta habla de sí mismo, casi siempre en nombre de los
otros. El verdadero poeta habla con los otros al hablar consigo
mismo.” Roberto Juarroz:
“Sólo cuando el poema muestra algo que no sabemos, pero que
habita en nosotros, podemos creer que es poesía.” Félix
Tocco: “La poesía resulta
de una lucha denodada por la única forma de decir algo.”
GB —
Elijo la frase de Juarroz. Es la más insegura, la menos certera
y a la vez la más paradójica, porque muchas veces creemos que la
poesía es pura precisión. O hay poetas que así lo creen. Pero yo
considero que en ese contexto de imprecisión la poesía nos hace
creer que está. Y a veces, está.
Con Fernanda
Maciorowski, Federico Merhbald y Florencia Álvarez en la
costanera de Puerto Madryn, provincia de Chubut, Argentina, el
24 de marzo de 2017
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Gerardo Burton con Bruno Di Benedetto en La Habana, Cuba, 2015
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*
Gerardo
Burton selecciona poemas de su autoría para acompañar esta
entrevista:
XVIII
el amor a horas oscuras es
lo habitual,
pero también sonríe en los
cuentos que tejemos con los niños
el amor crece, además,
en las horas ladronas del
trabajo,
esa distancia exigida por
dinero, medida en deseo y soledades
y sé que en tus ojos
el amor espera todo el día,
el amor es el otro de nosotros
que acompaña a cada uno
(de “Los juegos ocultos y corazón de aguas”)
*
tango
volvió en la noche
y yo la esperaba
temblando
yo la esperaba
con mi espalda vacía
con mis manos como ramas en
invierno
volvió a cerrar la puerta
desnuda ya del mundo
y yo la esperaba
pero ella se fue tras la
muerte
que no la amó tanto
cuando el alba subió por
las ventanas
sus ojos se cerraron
(de “Los juegos ocultos y corazón de aguas”)
*
NO ESPERES YA, ALMA
MÍA
los placeres de la piel
—esos secretos goces en la
penumbra
no habrá más sueños, luces,
muslos encendidos
o el dulce resplandor en tu
carne satisfecha
una melancolía sostiene
la resignada sucesión de
belleza
ante tus ojos
(de “Infierno sin umbral”)
*
olvida, olvida el cielo mientras se oyen
maullidos
se oye gritar la carne,
oyen
soledades, penas, oyen
bramar a mujeres y varones braman
oyen vagidos de los
nonatos, incesantes
oyen la asfixia por
submarino seco de los hijos no queridos
oyen la basura gritar, oyen
los basurales gemir, oyen
oyen los silencios de la
muerte
en la respiración agitada
de los habitantes del siglo
esma, 1998
(de “Radiofotos”)
*
casi en el río un camalote de gentes oscuras
amarra en la ciudad
que no los ama ni los desea
odiados más todavía
desde la sangre del mártir
odiados desde el anatema
hasta la excomunión
ellos resisten: no hubo
poder que
moviera sus tristes raíces
de ese sitio siempre ajeno
vencidos en su tierra,
exiliados bajo la misma bandera
son invasores: se instalan
a las puertas
de una ciudad soberbia
y sólo ante las urnas
recuperan su nombre
villa 31, retiro
(de “Radiofotos”)
*
Gerardo Burton - Calle San Lázaro, La
Habana - acuarela - 2017 - 15x13
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Gerardo Burton - sin título - acuarela - 2011
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Gerardo Burton - sin título - óleo - 2012
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Gerardo Burton - Navidad - acuarela - 2017 - 27x16
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Gerardo Burton - Boceto - acrílico - 2011
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Entrevista realizada a
través del correo electrónico: en las ciudades de Neuquén y
Buenos Aires, distantes entre sí unos 1.200 kilómetros, Gerardo
Burton y Rolando Revagliatti, diciembre 2018.
http://elpoetadepuesto.blogspot.com/
www.lacebolladevidrio.blogspot.com
www.revagliatti.com
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