Lisandro González: sus respuestas y poemas
Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
Lisandro González
nació el 14 de marzo de 1973 en la ciudad de Resistencia,
provincia del Chaco, la Argentina. Reside desde los cinco meses
de vida en la ciudad de Rosario, provincia de Santa Fe. Es
abogado. Ha colaborado, por ejemplo, en los diarios “La Capital”
de Rosario, “El Litoral” de la ciudad de Santa Fe, en las
revistas “Letracosmos”, “La Costurerita”, “El Vendedor de
Tierra”, “Facundo”, “La Guacha”, “Poesía de Rosario”, así como
en publicaciones periódicas de Uruguay y México. Poemas suyos
fueron traducidos al portugués. En 1996 obtuvo el segundo premio
en la Bienal de Arte Joven organizado por la Federación
Universitaria de Buenos Aires. En 1999 fue miembro del jurado
del concurso de poesía organizado por la revista “Los
Lanzallamas” y en 2003 del concurso juvenil de cuentos a partir
de la obra de Leónidas Gambartes, organizado por la
Municipalidad de Rosario. Entre las antologías en las que fue
incluido, citamos: “11
jóvenes poetas – Homenaje a Edgar Bayley”,
“Los que siguen – Veintiún
poetas rosarinos” (2002),
“Perras”,
“Fin zona urbana”,
“Café con letras – Poetas
de Rosario” (1997),
“Retratos de poetas” (2000),
“Dodecaedro de poetas”,
“Álbum de poesía mundial
2014” (Porto Alegre, Brasil, julio 2014). Integra el CD
“Voces de Poetas” (1999). Poemarios publicados:
“Esta música abanica
cualquier corazón” (Homo Sapiens, 1994),
“Leña del árbol erguido” (Ediciones Poesía de Rosario, 2000),
“Hobbies de hotel”
(Ediciones en Danza, 2004),
“Intervalo lúcido”
(ASDE Asociación Santafesina de Escritores, 2007; Primer Premio
“José Rafael López Rosas” 2007),
“Los cauces vacíos”
(Ediciones Poesía de Rosario, 2011),
“Política del otoño”
(2013; Premio Nacional “Luis Di Filippo” 2013),
“Poemas lumbares” (2014; Premio Provincial “José Pedroni” 2013).
1 — Integraste un
llamado proyecto de escritura colectiva: “El Aro en la Lengua”,
junto a Ricardo Guiamet, Federico Tinella, Germán Roffler,
Patricio Valverde, Fernando Marquinez, Roberto Lobos y el
fallecido poeta Fabricio Simeoni. ¿Quiénes generaron la
propuesta? ¿A qué resultados arribaron? Y ya en otro orden: ¿Por
qué ocho varones… y ninguna flor?
LG
— La realidad es que el proyecto, según creo recordar, no fue
algo programado, sino que resultó consecuencia de una serie de
cenas que en esa época se hacían en casa de Fabricio. No te
puedo decir si nos reuníamos con regularidad, pero durante el
2004 nos juntamos bastantes veces. Laburábamos “en vivo”,
pero puede haber habido alguna experiencia vía mail.
Seguramente el que impulsó la idea fue Fernando Marquinez —él es
un poeta que recién este año editó su primer libro en solitario
y que participó en varios de manera colectiva—. Usamos distintos
métodos, partiendo en general del clásico cadáver exquisito.
Unos poemas también se generaron, a sugerencia de Ricardo
Guiamet, tomando como base la serie del
matemático Fibonacci. Se escribieron un buen número
de textos —la mayoría de tono onírico— con la idea de poder
publicarlos, pero llegamos a imprimir
plaquetas que repartimos en la edición de ese año del Festival
de Poesía de Rosario (y que acompañamos con remeras alusivas).
Precisamente hace poco Fernando nos ha movilizado para ver si
sacamos un libro ahora. La ausencia de damas se debió
simplemente a que se trabajó en reuniones de amigos varones.
Con su padre, madre y su abuelo Luis
2 — Hemos nombrado a Fabricio Simeoni (1974-2013). Los
que como vos lo han tratado, agradecerán que lo evoques y nos
des tu opinión sobre su poética.
LG —
Se acaba de cumplir un año de su fallecimiento y realizamos un
acto en una cortada de Rosario, la cual —merced a un proyecto
donde tuvo mucho que ver el escritor local Marcelo Scalona—
ahora lleva su nombre. Es paradigmático, porque en la esquina
hay un bar donde Fabricio coordinaba un ciclo, una parrilla
donde se lo solía ver y un boliche donde también él era habitué.
Como poeta laburaba sobre paisajes surreales urbanos;
jugaba mucho con las
palabras, tanto con los sentidos como con el sonido, en clave de
distorsión. Era un tipo lúcido y de gran ironía. Yo veía que
todos los años editaba más de un libro y consideraba si no debía
dejar decantar más los textos. Pero creo que él percibía que,
dada su condición física —padecía una atrofia muscular que lo
confinaba a una silla de ruedas y no le permitía moverse—, no
iba a tener demasiados años por delante y aprovechaba todas las
posibilidades editoriales. Sostuvimos nuestra amistad durante
alrededor de quince años. Te llamaba la atención su estado, pero
enseguida, cuando entrabas en confianza, hasta se generaban
chistes que él mismo propiciaba. Cuando sus actividades lo
dejaban en el centro por la noche, te llamaba y te ibas a cenar
con él y en esos encuentros conocías gente que él aglutinaba. La
verdad es que la pasé muy bien, me divertí un montón y se lo
extraña mucho —como poeta, pero yo, egoístamente, como amigo y
compañero—.
Lisandro González con Fabricio Simeoni
3 — Vayamos al título de
tu cuarto libro: es a modo de introducción que instalás una
frase de “De la sucesión testamentaria” de nuestro Código Civil,
donde aparece “intervalos lúcidos”, así, en plural, y
enigmáticamente firmado con dos iniciales: V. S. Las secciones
son “Cromático sombrío”, “Intervalo lúcido”, “Papeles
personales”, “Mantel al viento” y “Bestiario”. ¿Cómo “se te fue
armando”, por qué estas secuencias, por qué el “intervalo”
prevalece y nombra al corpus?
LG —
Sí, podría haber sido menos enigmático: “V.S.” no es
nada menos que Dalmasio Vélez Sarsfield, redactor del por ahora
vigente Código Civil. Dado que mi profesión es la de abogado y
siempre trato de mantener separadas las actividades y sus campos
respectivos, esto me lleva a exagerar, como en este caso. Las
secciones en que se divide el libro responden a que intento
agrupar los poemas con algún sentido —fue el poeta rosarino Hugo
Diz, quien me ayudó con gran generosidad cuando di mis primeros
pasos en la poesía y me enseñó muchas cosas, el que me señalaba
que los libros no debían ser meros agrupamientos de poemas y
convenía procurar dotarlos de alguna entidad de obra—.
“Cromático sombrío” son poemas de amor; “Intervalo lúcido”,
textos vinculados al acto creativo (asunto que a mi pesar suele
ser recurrente en mi poesía); “Papeles personales”, un par de
poemas para mis padres; “Mantel al viento” corresponde a textos
publicados en la antología temática “Pulpa” —que reunía
precisamente poesía vinculada al alimento—; y en “Bestiario”,
como el nombre lo indica aparecen animales —de manera bastante
simbólica, ya que si bien los respeto y no apruebo el maltrato,
no soy un amante declarado de ellos, y de chico sólo tuve una
tortuga, y ahora, por mis hijas, unos peces—. Sobre la
recurrencia del título “Intervalo lúcido” en varios poemas
—además de darle nombre al volumen—, responde a una iniciativa
que tomé de Eduardo D´Anna en su libro
“La
montañita”, donde titula varios textos precisamente así : “La
montañita”. Me parece interesante pensar el lapso de la creación
como un intervalo lúcido en el remolino de tantas otras
actividades. Eso no quiere decir que la lucidez de los poetas se
pueda dar únicamente en esos momentos. En mi caso, en el
remolino, son sí intervalos —aunque uno procure tener las
antenas atentas el mayor tiempo posible—. Es un libro al que le
tengo particular cariño, y además la edición, un aliciente. Fue
merced a la obtención de un premio; y la noticia la recibí en un
año donde me encontraba en una muy mala etapa laboral —no por lo
económico, sino por el agobio que sentía donde trabajaba en esa
época—.
4 — ¿Quisieras
ilustrarnos respecto de
“Pulpa” , “Perras” y “Fin zona urbana”?
LG
— Primero me voy a referir a
“Perras”, porque las
otras dos tienen una vinculación. Fue una antología temática de
poetas argentinos que seleccionó Javier Cófreces a raíz del
fallecimiento de su perra Mireya, publicada por el sello
“Ediciones en Danza”. Como él explica en el prólogo, hay poemas
sobre perros, de autores de su biblioteca, y otros que les fue
pidiendo a poetas amigos, entre los cuales tuve el honor de ser
incluido. En mi caso compuse un texto para la ocasión —que
podría haber estado entre los del Bestiario de
“Intervalo lúcido”—.
Compartir un libro con Joaquín Giannuzzi, Juan L. Ortiz., Miguel
Ángel Bustos, Héctor Viel Temperley, fue una alegría y orgullo
enormes. La integran cuarenta y cinco autores, en su mayoría con
un único poema.
Respecto a “Pulpa”
y “Fin zona urbana” tienen un antecedente que fue
“Los que
siguen”, una selección de autores rosarinos de 2002. En este
volumen, inspirados por
“Poesía viva de
Rosario” de 1976, junto a Abelardo Núñez intentamos reunir a
poetas locales que nos fueran afines generacionalmente —con un
criterio bastante laxo— y así llegamos a los veintiuno. Hubo
gente que no quiso, por diversos motivos, participar, y otros no
incluidos que deberíamos haber convocado pero, así y todo, creo
que dio un buen panorama de autores que en aquel entonces
rondaban los treinta años. Dos años más tarde apareció
“Dodecaedro de poetas”,
que reunió a once poetas que ya habían sido incluidos en
“Los que siguen” más
la prologuista de aquel libro, Beatriz Vignoli. La edición la
hizo el Concejo Municipal merced a la gestión de María Paula
Alzugaray y tuvo como eje temático
la ciudad. A
partir de ese libro, y siempre a través de la convocatoria,
gestión e impulso de María Paula, se editaron otras tres
antologías temáticas:
“Pulpa” en 2006, “19 de fondo” en 2008 y
“Fin zona urbana” en
2010. Los temas fueron respectivamente
el alimento,
la construcción
y
el campo. Y está
próximo a salir
“Abat-jour”, sobre la noche. El elenco de
cada uno de los libros ha permanecido, en algunos casos, y en
otros ha ido mutando, pero siempre con las características de
ser autores locales y con alguna proximidad generacional. Si
observamos los integrantes de
“Los que siguen”, nos mantenemos once poetas de los diecisiete que
van a aparecer en
“Abat-jour”. Siempre se han incluido varios poemas por
autor. La gráfica de los cinco libros ha sido muy cuidada y
además, salvo “19 de
fondo”, que se abre con un breve texto de Clorindo Testa
redactado para la ocasión, cada libro incluye un prólogo escrito
por críticos locales (Claudia Caisso, Vignoli, D´Anna y Diego
Colomba).
5 — Démosle un lugar al CD. ¿Las voces de qué otros
poetas integran “Voces de Poetas”? ¿Quién lo produjo, cómo se
distribuyó…?
LG
— Fue un proyecto que llevó a cabo Guillermo Ibáñez —de entre
muchos otros donde generosamente me ha dado cabida, como en la
revista “Poesía de Rosario”, que edita desde el año 1993 y cuyos
últimos números han sido digitales—. EL CD incluyó la voz de
veintiún poetas rosarinos (Omar Aguiar, Alzugaray, Marcela
Armengod, Adrián Oscar Bussolini, Ana María Cué, D´Anna, Diz,
Ibáñez, Victoria Lovell, Abelardo Núñez, Jorgelina Paladini,
Héctor Roberto Paruzzo, Héctor Aldo Píccoli, Alejandro Pidello,
Ana Russo, Armando Raúl Santillán, Hugo Sciambarelli, Uribe,
Eduardo Valderde, Alberto C. Vila Ortiz y yo) y la edición se
hizo en el estudio de una radio local (“FM Tango”). De los
detalles técnicos no te puedo decir demasiado y en cuanto a la
distribución se encargó el propio Guillermo. A propósito de tu
pregunta, ahora hay un sitio web llamado “Sonidos de Rosario”,
sostenido por Adolfo Corts y Diego Colomba, que funciona como un
archivo digital de sonidos y posee una sección específica que es
“Salón de Lectura”, en la cual llevan registrados más de cien
escritores, entre poetas y narradores. Al principio fuimos
convocados los locales pero se ha ido expandiendo. Ambos
proyectos (el CD y el sitio) tienen, en mi opinión, un enorme
valor documental.
6 — ¿Cuánto hace
que colaborás en algunos medios con comentarios bibliográficos?
¿Qué debe preponderar en un digno comentario?
LG
— Los primeros comentarios de libros que publiqué fueron
incluidos en el antiguo suplemento literario de “La Capital” de
Rosario, en la década del ‘90. Siempre me he limitado a reseñas
bibliográficas de libros de poesía. Aclaro que lo mío son
impresiones de lector y que al carecer de formación académica no
tengo el bagaje para incursionar en la crítica. También
recientemente me ha tocado presentar una serie de libros, de
Fernando Marquinez, Martín Carlomagno, Diego Colomba, Orlando
Valdez y Carlos O. Antognazzi. Me parece que una reseña no debe
abrumar, sino hacer de puente a la obra, señalando tanto lo
bueno como lo malo. La crítica contemporánea ha caído en excesos
que han provocado que el crítico degluta al escritor en algunos
casos. De todos modos hay mucha gente que trabaja y muy bien
pero, para nombrar a un par, en este momento se me vienen a la
cabeza los poetas Colomba y D´Anna. Diego, con una mirada muy
atenta sobre la producción actual, publicó recientemente un
libro de reseñas y críticas,
“Mesa de
novedades”, y Eduardo ha estudiado concienzudamente la literatura de
Rosario, de una manera exhaustiva y orgánica.
7 — Entre 2000 y
2003 coordinaste un Ciclo de Lecturas: “La Poesía en los Bares”.
¿Fue tu única experiencia como organizador?
LG
— Sí, diría que fue mi única experiencia, al menos orgánica, en
coordinación de lecturas. Era un ciclo que sostenía la
Municipalidad de Rosario. En general, y como la frecuencia era
semanal y durante la mayor parte del año, se trataba de dar
cabida a todos los poetas locales. Lógicamente que teníamos
algún mínimo criterio de selección, pero la idea era que fuera
un espacio abierto. (Recuerdo que por no incluirlo me gané la
antipatía de un colega abogado, cuyos textos eran
impresentables.) Las lecturas no pasaban de tres o cuatro poetas
y algunas veces con la compañía de algún músico. Seguramente se
ha leído alguna prosa breve también. Los bares iban mutando. No
había micrófono libre —nunca se me ocurrió tampoco—. La verdad
es que fue una linda experiencia que me permitió conocer y
escuchar diversas voces. Lo pude hacer, en realidad, porque era
soltero y no tenía hijos en esa época, y contaba con mayor
disponibilidad horaria nocturna. A veces era un poco cansador y
no siempre la convocatoria resultaba la esperada —incluso un par
de veces los propios poetas faltaron—, pero el balance es
positivo y me quedan muy buenos recuerdos. Tengo en mi casa
todavía un cuaderno —de esos contables de tapas duras—, donde
dejábamos que el público escribiera sus sensaciones. Valió la
pena. Unos años después hubo un ciclo que disfrutamos mucho,
“Poetas del Tercer Mundo”, que se hacía los días lunes y que
condujo con mucha energía y buena onda la poeta Alejandra Méndez
junto a Leandro Llul. Culminó incluso con la publicación de una
antología de las lecturas que se hicieron.
8 —
“Hobbies de hotel”
está hilvanado a través de varios sectores. Sin esmerarse,
cualquiera advierte una rareza: el sector “Política” está
constituido por un único verso en la página 67 (y no resaltando
en el centro de la página, sino en el ángulo superior
izquierdo): “los tuertos
abdican” (las comillas son mías). Y esta contundencia la
instala un poeta que es abogado (y abogados con fuerte
inclinación por el ejercicio de la política, siempre hubo).
¿Está todo dicho, Lisandro, en ese verso solitario?
LG
— Si bien mi poesía no es política —sin perjuicio de la
posibilidad, en definitiva, de que “todo” sea político de algún
modo, por acción u omisión— me pareció que no podía dejar pasar
por alto el descalabro del año 2001 y en ese verso traté de
volcar mi escepticismo e ironía. Mi actividad profesional, a
propósito de la pregunta, no ha estado nunca vinculada con la
militancia ni con la actividad política. Y en cuanto a mi poesía
en general, creo que dos o tres textos que incluí en “Fin zona
urbana” estarían vinculados a lo “político” concreto, en tanto
la temática del campo me permitió volcar alguna crítica al
sector rural.
Lisandro González con Diego Colomba, John Marqui, etc.
9 — Y hay otra
política, la del otoño: en efecto, por
“La política del otoño”,
con un jurado integrado por Marcelo Leites, Liana Friedrich y
Carlos O. Antognazzi, la Asociación Santafesina de Escritores te
otorga el Premio Edición en el Certamen de Haikus “Luis Di
Filippo” para poetas argentinos. Consta en el volumen: el poeta
entrerriano Marcelo Leites
“fundamenta su decisión en que el trabajo presenta no sólo una métrica
ajustada al haiku tradicional, sino que además contiene imágenes
transcendentes”. ¿Cómo
se fue generando esta colección? ¿Quiénes son para vos los
principales cultores de esta estructura poética?
LG —
La realidad es que tenía algunos haikus escritos de manera un
poco dispersa, pero cuando vi la convocatoria al concurso me
pareció una buena oportunidad para sistematizarlos y generar
otros, a veces sobre la base de poemas ya escritos. El trabajo
con métrica, si bien no es mi ámbito natural ni donde me siento
más cómodo, me interesa e incluso en
“Los cauces vacíos”
publiqué una serie de sonetos. El otoño del título hace
referencia a esa estación del año 2012, cuando se fue gestando
el libro. Debo confesar que la poesía oriental siempre me ha
interesado pero no soy un erudito en materia de haikus. No puedo
dejar de mencionar a Basho entre los clásicos y más cerca en el
tiempo al mejicano José Juan Tablada (1871-1945).
Lisandro González con la poeta Inés Manzano
10 — En 2009 tuviste tu blog. ¿Por qué no lo proseguiste?
¿Cuáles son tus revistas y sitios de literatura favoritas? ¿Qué
pensás de la utilización del espacio virtual como soporte para
la publicación de revistas literarias, páginas personales y
libros electrónicos? ¿Advertís mayores ventajas que desventajas
comparativas en el uso del espacio digital, en lugar del soporte
tradicional (papel)?
LG —
Respecto al blog, en aquel momento era el formato virtual más en
boga. Ahora creo que por la difusión de otras redes
—fundamentalmente facebook—, ha perdido alguna relevancia. Lo
armé ese año y lo debo haber actualizado sólo dos o tres veces,
más que nada por
pereza. Incluso los comentarios se han llenado de spams. La
verdad es que no tengo pensado cargar nuevos contenidos. Utilizo
bastante la web e incluso leo bastante a través de la tablet o
también del teléfono, pero no hay páginas que siga demasiado. Me
valgo de los buscadores para dar con determinados contenidos.
Igualmente quiero destacar un sitio que sostenía la poeta
rosarina Ketty Alejandrina Lis (“Poéticas”, el cual me parece
que ya no está en el éter), que tenía muchos libros completos,
de difícil acceso en papel, y que aproveché mucho durante el
episodio de mi hernia de disco (recuerdo concretamente la
lectura de los acmeístas rusos). Y en la actualidad la
“Biblioteca Parlante Haroldo Conti”, que posee una cantidad muy
importante de archivos de libros para bajar y además
grabaciones. En cuanto a la comparación, entiendo que cada
soporte tiene sus ventajas y sus posibilidades pero, al menos al
día de hoy, supongo que el libro en papel conserva una mayor
jerarquía, además del valor sensorial en sí. Personalmente, si
tengo verdadero interés en que alguien lea algún material mío,
salvo que sea algún amigo de confianza, creo que lo comprometo
más al enviarle un libro (o al menos un ejemplar fotocopiado si
no me quedan más) antes que un archivo digital.
Lisandro González con Jorge Ariel Madrazo, Marcos Silber y
Enrique Diego Gallego
11 — Participaste en el Festival Internacional de Rosario
en 1997 y en 2004: ¿cómo recordás aquellas ediciones —V y XII— y
cuál es tu visión de cómo ha seguido desarrollándose?
LG —
El formato general de esas dos ediciones fue bastante similar,
ya que los organizadores eran los mismos y la mayoría de las
actividades se hacían en el Centro Cultural “Roberto
Fontanarrosa” (en ese entonces “Bernardino Rivadavia”). La
lectura del ‘97 tuvo como particularidad que fue en el marco de
una mesa de poetas jóvenes, muchos de los cuales son, al día de
hoy, compañeros generacionales. Me tocó también participar en la
edición del año pasado, a raíz de haber obtenido el premio
provincial José Pedroni. Fue trascendente leer con Mirta
Rosenberg, quien obtuvo el premio por obra édita. Desde hace
unos años cambió la conducción e incluso se dejó de centralizar
las actividades en el Fontanarrosa (aunque en 2014 retornaron a
esa sede). Quizá tenga que ver con los recursos, pero antes se
veían más voces extranjeras y una mayor heterogeneidad en los
registros. Ahora predomina un discurso más postnoventista. Creo
que un buen ejemplo es
“30.30”, una antología nacional de poetas de hasta treinta
años, editado y presentado en el marco del Festival en 2013.
Lisandro González con Victoria Lovell, etc.
12 — Dice Raúl Gustavo
Aguirre en “Las poéticas
del siglo XX”: “El
poeta nos da otra cosa: una palabra que —fácil o difícil,
accesible u oscura, escrita para unos pocos o para unos muchos—
es, todavía, la palabra de un ser humano.” ¿Poetas que admires de palabra fácil o difícil, de palabra
accesible u oscura, de palabra escrita para unos pocos o para
unos muchos…?
LG
— Precisamente Raúl Gustavo Aguirre junto a Edgar Bayley son
poetas que admiro —y, por extensión, a la “generación del ‘50”—.
(No entiendo por qué razón al día de hoy no se han podido editar
las obras completas de R. G. Aguirre.) Sin utilizar palabras
difíciles y evitando el hermetismo han escrito una poesía
radiante y profunda, de grandes imágenes. Y en la dicotomía
“fácil-difícil”, con todas las comillas que puedan caber, podría
pensar en Nicanor Parra y César Vallejo. En nuestro país dos
poetas que resultan fundacionales, en cierto sentido, son Juan
L. Ortiz y Oliverio Girondo, con registros y paisajes tan
diferentes cada uno. Digamos que, de modo general, me interesa
cuando la oscuridad surge de las imágenes más que de una
sintaxis quebrada o de un léxico culterano. Y no puedo dejar de
mencionar, no sólo por la ayuda personal que me brindó, sino por
la admiración para con su obra, a Hugo Diz.
13 —
Julio Cortázar revela por ahí que un amigo suyo por
el que se sentía querido, José Miguel Oviedo, en la época cuando
sólo conocía de él unos pocos poemas que le habían sido
publicados, afirmaba que ellos eran “conmovedoramente malos”.
¿Ubicarías poemas “conmovedoramente malos” entre tus propios
textos?
LG —
Ya que mencionás a
Cortázar, me quedo con el narrador. Y algunos textos de
“Salvo el crepúsculo”,
por ejemplo, me parece que se quedan en meros juegos de palabras
inocentes. Pero en cuanto a mi escritura, desde ya que encuentro
innumerables textos malos y “conmovedoramente malos”. El
adjetivo “conmovedoramente” me da a pensar en algo escrito
demasiado desde el sentimiento y el corazón y que, por esta
razón, desbarranca. Concretamente, hace unos días mis padres
encontraron unos haikus de hace muchos años que le escribí a mi
padre, los cuales son muy flojos. Y para textos malos sin la
excusa de la emoción, pienso en un poema que incluí en
“Los que siguen”, que
pretendió ser “experimental”, basado en recortes de un texto en
prosa.
Lisandro González con María Fernanda Pell, Raúl Farma, Rafael
Loza Armadá, Hernán Zeballos, etc.
14 — ¿Con qué
poéticas dialoga tu obra? Y a dos décadas de tu primer libro:
¿cómo describirías el desarrollo de tu
poesía desde “Esta música
abanica cualquier corazón” hasta el último?
LG —
Resulta un tanto complejo
establecer los posibles parentescos con otras poéticas, no
porque no los haya, sino porque me falta la objetividad para
hacerlo. He tratado de prestar atención a lo que han escrito los
poetas rosarinos que me preceden y también a mis compañeros de
generación. Hay gente de mi edad fuera de Rosario con la cual
mantengo vínculos, como Emiliano Bustos, Martín Carlomagno,
Lautaro Ortiz y Carlos Juárez Aldazábal. Me referí además a la
generación del ‘50. La posibilidad de la imagen del surrealismo,
de manera atemperada, ha estado presente también. Sí creo que mi
poesía es claramente urbana y me siento muy influido por la
música —el rock fundamentalmente y algo de jazz—. En lo que hace
al desarrollo, supongo que los primeros poemas eran un poco más
inocentes y etéreos, pero no sé si he podido despegarme de
determinadas imágenes y temas que de algún modo están siempre
presentes. Y la ironía podría ser otro de los recursos de los
que intento valerme.
Lisandro González con Santiago Sylvester, C. Cantoni, S.
Cornejo, Bernardo Schiavetta, C. Juárez Aldazábal, M. Leites, L.
Lukin, O. Picardo y Héctor Freire
15 —
¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción que te produce cuando
una persona te promete algo que a vos te interesa —y hasta
podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no
cumple sino que jamás alude a la promesa?
LG —
Es amplia la pregunta, porque me ha pasado no sólo en la poesía,
sino en mi vida afectiva y laboral. Estas situaciones me generan
ansiedad, luego paso por un período de semi-incredulidad y
finalmente termino en la etapa de resignación. Acotándolo a la
poesía, me ha pasado que se me ha convocado a proyectos que
luego se han frustrado por diversas razones o incluso donde
luego se me ha excluido. Lógicamente que estas cosas molestan y
decepcionan, pero he tenido enormes —y siempre más—
satisfacciones, además de las que brinda la escritura en sí de
la poesía.
*
Lisandro González selecciona poemas de su autoría para acompañar
esta entrevista:
DE REFILÓN
En el velorio de la tarde
cae una rodaja, se corta un
péndulo.
Alguien
en el último espejo
escribe. Tersos baldíos.
Todo sucede
en el pequeño tamaño de las
horas.
Hasta brotan cigarrillos
en rosas de cobre.
Umbrales alambran
otras memorias.
Y un tango. Cuelga
de una pieza con aliento a
polvo.
Y el cielo, que deja de lado
algunas nubes.
(De “Esta música abanica cualquier corazón”)
*
DEGRADACIÓN
La luna se arqueaba
cuando le tocàbamos la punta
Su movimiento
era éxtasis, locura.
Pero un día
no dejò que la volvièramos a tocar
Ahora la luna,
estrellas
son simples elementos decorativos.
(De “Leña del árbol erguido”)
*
OCHO (PARADO
EN EL MUELLE)
un pez fuera del agua
se pregunta por la altura de
los edificios
por ese extraño color azul
celeste
de la muerte posible
—las aves recortan
ese gelatinoso panorama
hasta que la mano del pescador
lo vuelve al agua—
¿será “otro” ese pez
que palpó otra muerte
diferente
a la que le espera
una o dos horas más tarde
en la boca de un pez mayor?
¿será entonces pez muerto,
comido
pero no “pescado”?
¿o será
ese par de horas
otra forma de salvación?
(De “Intervalo lúcido”)
*
ROCK SINFÓNICO
tardes adolescentes
la
música será un ancla
que
se arroja
a tu
interior
flotan un caballero
y un
bufón
en
esas aguas pesadas
de
peces de plomo
y
sirenas
tremendamente esquivas
(De “Los cauces vacíos”)
*
¿y para quién será
lo que has amontonado?
Lucas, 12-20
la última cosecha
pone en la disyuntiva
de seguir ocupándose en
acumular ganancias
o dar el campo en alquiler
y dedicarse sólo a descansar,
sí
pero sobre todo a disfrutar
los beneficios de una vida de
beneficios
éstos y no otros pensamientos
ocupan la cabeza
del conductor de la 4 x 4
que a 160
toma con cierta displicencia
la curva
que lo toma, lo vuelve carne
entre hierro retorcido
chamusca esa disyuntiva de
prosperidad más o menos cómoda
los graneros repletos, pero de
sangre
y la misma disyuntiva del
ángel
en susurrarle
durante la curva
algo
“un acto de
contrición da a un alma la salvación”
Graham Greene: “Brihgton, Parque de diversiones”
(De “Fin zona urbana” –
Antología de poetas rosarinos)
*
¿Dónde irá con esos poemas
mordiéndole los talones
—sacudiendo los pies
para que no estorben,
no piense ni lo que pasó
ni lo que pudo—?
Sí, desde la altura
se observa esa mujer
que huye de poemas
escritos no por mano del hombre que la amó
y ensayó versos
en el fragor del amor o desaliento
si no de sus poemas propios.
Raras criaturas
crecidas del musgo del horror.
(Anna
Ajmátova corre por calle Italia…)
(De “Poemas lumbares”)
Lisandro González con Noemí Correa, Héctor Berenguer,
Alicia Salinas, Leopoldo Castilla y Orlando Valdéz
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las
ciudades de Rosario y Buenos Aires, distantes entre sí unos 300
kilómetros, Lisandro González y Rolando Revagliatti.
*
http://www.revagliatti.com.ar/060712_gonzalisa.html
www.about.me/rrevagliatti
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