Marcos Silber: sus respuestas y poemas
Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
Marcos Silber
nació el 4 de agosto de 1934 en Buenos Aires, ciudad en la que
reside, la Argentina. A partir de 1958 ha publicado los
poemarios “Volcán y trino”,
“Las fronteras de la luz”,
“Libertad” (poema
escénico), “Sumario del
miedo”, “Dopoguerra”,
“Ella” (Faja de Honor de la Sociedad Argentina de Escritores),
“Suma poética”,
“Historias del oeste”,
“Primera persona”,
“Boca a boca: cuaderno del
resucitado”,
“Thrillers (Historias en “16”)” (finalista en certamen de Casa de
las Américas, Cuba), “Bajo
continuo”, “Noticia
sobre el incendio en la nave mayor”,
“Doloratas” (con
Carlos Levy), “Cono de
sombra y casa de pan”,
“Preposiciones y buenos modales” (primer premio en Mérida, España),
“Roca viva” (Primer
Premio Concurso de Poesía “La Luna Que”),
“Cabeza, tronco y
extremidades”. En 2010, la Editorial Monte Ávila, de
Venezuela, editó
“Convocados”, antología de su obra poética. El volumen
“Visita guiada” es
otra selección de sus textos, desde 1968 hasta 2012 más algunos
inéditos, por él realizada y con prólogo de Ivonne Bordelois
(Ediciones Desde la Gente, Instituto Movilizador de Fondos
Cooperativos, 2013). Además de ser incluido en numerosas
antologías de su país y de Francia, Venezuela, Colombia, Perú y
Cuba, colaboró en innumerables diarios y revistas soporte papel,
y muestras de su poética es hallable en la Internet. Es uno de
los fundadores de la Sociedad de los Poetas Vivos (integrada por
Carlos Carbone, Eugenio Mandrini, Santiago Espel, Hugo
Toscadaray y Carlos Levy). Participó en el Programa de Lecturas
del Ciclo “Poetas del ‘60”, desarrollado durante 2004 en
bares notables, invitado
por la Secretaría de Educación del Gobierno de su ciudad. Obtuvo
el Primer Premio Municipal en el género poesía, correspondiente
al bienio 1998-1999.
1 —
“Nací en un barrio donde
el lujo fue un albur…” (primer verso del tango “El corazón
al sur” de nuestra compatriota Eladia Blázquez; ella se refería
a un barrio pobre de la ciudad de Avellaneda, del otro lado del
Riachuelo, lindando con la Capital Federal; y nos cedía allí un
esbozo sobre su infancia, su entorno familiar, su nostalgia, su
devenir). Te transfiero, Marcos, aunque sea en prosa y a
vuelapluma la inquietud:
“Nací…”
MS —
Nací pegado al Mercado de Abasto: ese universo que define a la
época: algo así como el hotel de inmigrantes del trabajo. La
polifonía representativa del hervor social —1930-1940—; la
infancia o los juegos (que es lo mismo) se desarrolló en un
campo de batalla, el escenario mundial de entonces. Jugábamos a
la guerra, a la vida y a la muerte. Mamá, la mensajera del
incendio europeo, con las cartas cada vez más espaciadas, hasta
que cesó. Por entonces, la memoria visual se remonta hasta la
mesa de la cocina, ella y yo; el silencio, la noche donde se
repetiría la ceremonia de la lectura de ella para los dos. Por
eso siento a veces que escribo para ella que leyó por mí. Me
nutrió con alimento del mayor valor calórico: Dostoievski,
Tolstoi, Puskin, Chejov, Gorki… Oigo su voz todavía, apenas
cascada, su dulce afonía. No es posible precisar por qué
ventanal ingresó el entusiasmo, el trabajo con la palabra, su
necesidad. Sí debo señalar esos encuentros como nacimientos,
puntos de partida, fuente de emociones, destino de una travesía
ineludible. Marea fatal, forzosa, que se instaló y va conmigo,
convive conmigo y completa mi identidad. Si uno no asume esa
realidad, no la atiende, padecerá un fatal desvelo como castigo
por “incumplimiento del deber de creador”. Mi cabeza no dejó de
generar y fraguar imaginerías, invenciones, fantasías que
consiguieron se me premie con el título de mentiroso.
Ignorancias y confusiones de entonces. Mi ser y mi quehacer
asumieron la sobrecarga de la pulsión creativa. Pinté y no
prosperó; toqué el violín y tampoco. Cada intentona se
derrumbaba ante la ansiedad de la conquista del “absoluto”, lo
grande y definitivo. Y las empresas se vieron interferidas por
la oleada incontenible del desvelo y la imperiosa proclividad a
cantar presente y expresarlo. La provisión materna de literatura
convivió con la dura limitación de papá analfabeto.
“Suma poética” abre
con lo siguiente: “NOTICIA
– Papá era analfabeto y durante toda su esforzada vida padeció
esa infame condición. Tal vez, de allí, provenía esa veneración,
ese como culto reverencial por la palabra impresa. Cierta vez
descubrí el faltante de algunos ejemplares de un título que
acababa yo de publicar. A mi requisitoria, mamá, no sin previo
juramento de reserva, me confesó: ‘Es tu papá que se los lleva
al mercado (donde trabajaba), allí los reparte’. Con el tiempo,
una de mis más caras aspiraciones, apunta a que cada una de las
palabras escritas por mí, acuda al espacio desierto de cada una
de las palabras no escritas por él. Ése, tal vez se constituya
en el lugar más intenso del encuentro, el del deseo satisfecho,
el del consuelo y la reparación; al fin, el de la victoria de la
palabra de los dos sobre los hielos del silencio.” Se fueron
sucediendo trabajos variados en un contexto de agitado
transcurrir. Siempre perturbado por la visita infalible de la
pulsión “escribidora”. Como mandato, como fiera hambrienta que
nunca abandonó el centro del ring. En el revés del papelerío
laboral se apuntaba la idea urgente, una sola palabra
espontánea, resumen de una ráfaga emocional o una evocación.
Persistía la impronta de construir la “gran sinfonía”, la
sonoridad, esa voz, ese tono de cada vocablo, y el ritmo, la
marcha musical, la cadencia acosándome (con gusto). Sobre el
papel escribo —con pretensión de escritor— pero el dictado
proviene del adentro del compositor. La poesía —amante inmortal—
actuará como dueña, con rigurosa presencia soberana. Sobre mis
veinte años el contacto con el periodismo militante permite que
participe con notas y entrevistas. Se destaca —foto mediante— la
realizada a Nicolás Guillén. Y fue Raúl González Tuñón quien me
condujo hasta el “último de los editores románticos”, como lo
denominó a don Manuel Gleizer. El último título de su sello fue
mi primer poemario. (Suelo repetir con Julio Rutman, periodista
de la provincia de Mendoza, y nieto de Gleizer, que el editor
murió por la publicación de mi trabajo…) A esos tiempos
corresponde la lectura sembradora y generadora de Vladimir
Maiakovsky, Serguéi Esenin, Miguel Hernández, César Vallejo, los
chilenos Vicente Huidobro y Pablo Neruda, Juan L. Ortiz, T. S.
Eliot, Whitman, Fernando Pessoa, Eluard, Aragón, Ungaretti,
Quasimodo, Eugenio Montale, los norteamericanos. El vértigo
aluvional de éstos acompañaron mis años juveniles. Ingreso a la
Facultad de Medicina con el sueño de una profesión de entusiasta
sentido solidario y el mandato de “mi hijo el Doctor”. Todo se
dispone y propone como labor poética central. En la casa del
sentimiento conviven la anécdota callejera, el guión doméstico,
la expectante mirada sobre el mundo. Con pedido de ubicación
preferencial aterriza mi fascinación por el cine, que se me
instala e incorpora con inusitada intensidad y seguirá presente
en toda mi obra. La pantalla parroquial del barrio me ganó con
vigor de fe. El “biógrafo” del barrio con “las de convoy”…
2 — Aprovechemos
la cámara, encendámosla, e improvisá unos acercamientos sin afán
cronológico ni exhaustivo, una “panorámica” sobre tus libros y
algún apunte de contexto.
MS
— “Las de convoy” me
remiten a “Historias del
oeste”; la pasión amorosa, no sin alguna incursión atrevida:
“Dopoguerra”. Un
episodio histórico provoca el poema escénico
“Libertad”, representado varias veces y dedicado a don David Álvaro
Siqueiros (de quien atesoro una carta de agradecimiento desde su
prisión). Con papeles especiales aparece la carpeta “Las
palomas”, ilustrada por Mabel Rubli y con tirada reducida para
bibliófilos. Es mientras aparece
“Cono de sombra y casa de
pan” cuando me integro al Grupo Barrilete, con los poetas
Carlos Patiño (1934-2013), Alberto Costa, Horacio Salas, Martín
Campos, Rafael Alberto Vásquez, Roberto Santoro (1939; director
de la revista
“Barrilete” y detenido-desaparecido en 1977 por la última
dictadura cívico-militar), Miguel Ángel Rozzisi, y otros
cercanos al Grupo, como Humberto Costantini. Aquello supuso un
fuerte compromiso político-cultural. Del que surgió la colección
conformada por siete separatas cuyo título fue “Informes”. A
través del sello Ediciones El Barrilete aparece
“Sumario del miedo”.
“Doloratas” es una
suerte de oratorio que memora el Holocausto.
“Noticia sobre el incendio
en la nave mayor” surge desde los cuentos de piratas que le
contaba a mi nieto. “Bajo
continuo” se distribuyó acompañando, en un sobre de
plástico, una edición de la revista de poesía “La Guacha”, por
lo que llegó a unos 2500 lectores.
“Cabeza, tronco y
extremidades” vale como pago de asignatura pendiente saldada
con el médico —yo— que desertó.
3 — ¿Cuál es el
hecho que provocó la concepción de
“Libertad”? ¿Quiénes
lo representaron?
MS
—
“Libertad” fue
generado a raíz de la detención de Siqueiros, que parece que
había liquidado a un tipo a los tiros. Fue editado por “El
Barrilete” y lo representaron los actores Adriana Aizemberg,
Hugo Álvarez y Jorge Amosa en la primavera de 1963.
4 — Me encantaría que nos cuentes sobre una experiencia
que conozco desde la excelente edición en C. D.: textos de
“Thrillers” que con tu
lectura y en contrapunto con el saxo de Sergio Paolucci, se
representó en unas cincuenta ocasiones y no sólo en nuestra
ciudad. ¿Alguna anécdota?
MS —
Así es: además de dar funciones, la mayoría en nuestra ciudad y
en el Gran Buenos Aires, las dimos en las provincias de Mendoza,
Córdoba y Tucumán. Un episodio que recuerdo aconteció cuando
ofrecimos el espectáculo en la sala central de la Biblioteca
Nacional: Paolucci solía
entonarse un
tantito antes de cada función. Esa vez llegaba la hora de inicio
y no apareció sino recién cuando yo ya estaba a punto de
suicidio público. De lo más
exultante copó el centro
del escenario acostándose en el piso, desde donde la emprendió
con lo suyo. Los espectadores, sorprendidos, habrán pensado que
actuaba. Cuando se puso se pie, lo ovacionaron.
5 — ¿Qué ha caracterizado a los encuentros
internacionales de poesía en los que participaste como invitado?
¿Hallaste alguna marcada diferencia con los que se realizan en
estas pampas…? Si llegaras a colaborar en la organización de
uno, ¿qué propondrías? ¿Qué “le faltan” a los festivales?
MS
— Estimo que las
motivaciones organizativas son semejantes: auténtico interés
cultural y de difusión de una honesta minoría y afán de
protagonicidad en el resto (la condición humana, ¿vio?). El
festival de mayor peso y nivel en el que participé fue el de
Medellín, en junio de 1993. Luego concurrí al de Bogotá, en dos
ocasiones. Funcionaba la Casa de Poesía Silva, fundada por
Belisario Betancourt (excelente poeta él mismo y ex presidente
de Colombia). La Casa estaba dirigida por la poeta María
Mercedes Carranza, quien en 2003 llegó a quitarse la vida en la
misma habitación donde José Asunción Silva lo había hecho. Ella
y yo estuvimos en el Festival de Poesía Internacional de Lima.
Impactante resultó el Festival Mundial de Poesía en Caracas, en
el Teatro “Carreño” (equivalente a nuestro Teatro “Colón”):
lectura individual en un escenario enorme. Además, lecturas en
varios estados de Venezuela: conmovedor. Conocí al Nobel
caribeño Derek Walcott, de quien me traje un texto con su firma.
Los encuentros que se conciben en nuestras pampas, básicamente,
conllevan similares virtudes y defectos. ¿Qué propondría yo?:
que los organizadores se abstengan de incluirse en la
programación. No considero ético que lo hagan. Los festivales
carecen de dinamismo, sentido crítico (mirada y oído de
espectador / oyente). Debieran ingeniárselas para no mortificar
ni aburrir. Imbuirse del cómo juega la imagen y la actuación y
operar en consecuencia.
6
— Atmósfera de homenajes y reconocimientos explícitos o
implícitos —y no sólo por tu trayectoria de seis décadas— es la
que advertimos alrededor tuyo, desde hace un largo rato, los que
estamos atentos.
MS —
Homenajes y reconocimientos sospechosos de avisos de esos que
señalan la recta final y que resultan, por lo menos,
inquietantes. Con Joaquín Giannuzzi jodíamos:
“Estamos en lista de
espera”. Procuro ubicarme en términos existenciales y soy
conciente de ello: prolongar el recorrido con trabajo poético
como resistencia, como vital expresión afirmativa.
Marcos Silber en 2007 con Rolando Revagliatti, Alicia
Grinbank, Alfredo Palacio y Alberto Boco - Foto Daniel Grad
7 — Siempre quise
preguntarte sobre aquella intervención tuya como co-adaptador al
castellano nuestro, el de los porteños, junto con Jorge Hacker,
de “Raíces”, la pieza
teatral del prolífico inglés (ahora Sir) Arnold Wesker, que
inicia la trilogía que prosigue con
“Sopa de pollo” y
“La cocina”.
MS
— La primera traducción de esa pieza fue en la Argentina a
través de Ediciones Nueva
Visión, en 1966. En 1971 salió con el sello del Centro Editor de
América Latina. Se representó, con la dirección de Jorge Hacker
y actuaciones de Norma Aleandro, Héctor Alterio, Rubens Correa,
Alejandra Boero… Tres años en cartel. Eso fue comenzar a bailar
con la más linda: “no conveniente”, porque lo que sigue queda
por debajo…
8 — Dirijámonos
ahora a tus primeros encuentros personales con escritores que
más se te hayan grabado.
MS
— De impacto
emocional: con Olga Orozco (también ella había sido invitada a
Colombia, pero se negó a concurrir en nombre de no sé qué
conjuro que la esperaba para atentar contra ella; en vano —me lo
habían encomendado— procuré disuadirla). Con gran placer charlé
con Juan L. Ortiz, Raúl González Tuñón, Marco Denevi, Nicolás
Olivari (en un
cabarute del
barrio de La Boca), Leopoldo Marechal (a quien visité con
Roberto Santoro). Por teléfono te conté que de jovencito yo me
paseaba como novio —presuntuoso, ¿no?— con Lila Guerrero, la
notable traductora al español de Vladímir Maiakovsky: ella me
introdujo en el mundo social de la literatura. Con Bernardo
Ezequiel Koremblit, fallecido en 2010, tuve una especial amistad
y profundo afecto. Talentoso como pocos e ingenioso como
ninguno: arrancó con la presentación de uno de mis poemarios
declarando: “Yo este libro no lo leí para evitar que influya en mi opinión…”
¿Otros?: Sábato había dejado en mi casa una copia del todavía
inédito “Informe sobre ciegos” y se me extravió entre tanto
papelerío. A Neruda lo conocí donde vivía Margarita Aguirre, su
secretaria. Y en Santa Fe, en ocasión de aquel largometraje
memorable, “Los inundados”, charlé con Juan José Saer.
Marcos Silber con Alfredo Palacio, Alicia Grinbank, Alberto Boco
y R. Revagliatti en 2007 - Foto Daniel Grad
9 — En 2007, en el departamento de la fallecida poeta
Graciela Wencelblat, estábamos comiendo, bebiendo y chacoteando,
la dueña de casa, nosotros, y varios escritores; después de
canturrear un tramo de la milonga “Yo soy Graciela oscura”
—letra de Ulises Petit de Murat y música de Astor Piazzola—, te
pregunté si habías llegado a tratar a Petit de Murat. Vos
hiciste un chiste, tipo “¿qué se creen, que soy tan mayor como
para haber conocido a Esteban Echeverría o José Hernández o
Miguel Cané?”, y me quedé sin saber siquiera si te habías
cruzado con él. Y bueno, pues: aquí estoy con el
interrogante. Y como también recuerdo que algunos jóvenes
poetas de tu generación fueron a visitar a Antonio Porchia, en
una época de mucha difusión de sus aforismos, me gustaría saber
si lo conociste.
MS
— De Ulises Petit de Murat tengo presente que me contó no pocas
intimidades de su amigo Jorge Luis Borges. (Estela Canto, que
visitó mi casa —cabe destacar—, jamás se refirió a su relación
con Borges.) A Porchia no llegué a conocerlo: le había enviado
uno de mis primeros poemarios y me respondió con manuscritos de
sus textos originales —que me dedicó— y que también atesoro.
Tanto como cartas manuscritas de Vicente Alexandre y Carlos
Fuentes.
10 — Fuiste uno de los responsables de la colección de
poesía Elefante en el Bazar, que a través de ediciones de La
Sociedad de los Poetas Vivos promovió certámenes —Concurso
Nacional de Poesía “Ramón Plaza”— y ediciones no sólo de los
ganadores de dichos certámenes.
MS
— La Sociedad de los Poetas Vivos surge, claro, después de ver
el film de Peter Weir con Robin Williams: “La sociedad de los
poetas muertos”, decadente y desalentador. Con una práctica
político-cultural, el grupo encaró la impresión y difusión de
miles de pequeños volantes con poemas breves y ocasionales. El
concurso homenaje al poeta Ramón Plaza resultó un acierto:
participación masiva y nivel creativo.
Marcos Silber con Alfredo Palacio y Alicia Grinbank
11 — ¿Algún suceso
que vos consideres que ha incidido muchísimo en tu inmersión en
la vida literaria?
MS —
Uno de los dos que ha sido determinante en mi vida literaria
—que es mi única y elegida vida—, es éste: Sobre los ’80 yo
llevaba ya varios años como representante de ventas —o como se
nos denominaba:
corredor— en el
rubro textil, con zona de privilegio. Gané suficiente dinero
como para convertirme en propietario de varias viviendas y otros
bienes. En el ’84, a la salida de un Banco, me asaltaron. Fue
muy cruento. Terminé internado con serias lesiones craneanas. La
tomografía (“desgracia con suerte” asevera el vulgo) detectó un
tumor hipofisario con mal pronóstico. Fui operado durante ocho
horas y el postoperatorio demandó quince días
en terapia intensiva. La empresa me jubiló por incapacidad y
por la tremenda depresión que me invadió. Aspirando a eludir
interpretaciones sicologistas de ocasión y sin atribuirme “mano
mágica” o fatalismo, sigo creyendo que los acontecimientos
tendieron a ubicarme en la centralidad de mi pasión creativa,
sobre todo con la poesía. Gracias (vale la ironía) a la
depre fui
perdiendo los bienes. Al punto de sólo quedarme con mi pequeño
departamento, y ninguna otra cuestión más que atender fuera del
trabajo poético. Y sin percibirme contrariado, en la medida en
que prevalece la satisfacción, tras haber logrado conciliar el
ser y el quehacer. Dentro del laburo poético estoy vivo,
presente y digno. Fuera de él: huérfano en el desierto.
Marcos Silber en 1999 - Foto Daniel Grad
*
Marcos Silber selecciona poemas de su autoría para acompañar
esta entrevista:
Un cabello apareció en el lavatorio;
suficiente para interrumpir el inmaculado paisaje,
suficiente para quebrar su casta
blancura.
Vaya a saberse qué asuntos lo
afligían,
qué pesadumbre lo abatió,
porqué decidió saltar, vaya a
saberse.
Allí aparece ahora el moribundo,
vencido, entregado.
Pero no se exhibirá más de la
cuenta
su ya esmirriado cadáver.
Alguien irá por agua
y el desdichado rodará y entrará
en tinieblas de abismos sin
retorno.
Un cabello.
También fue vida.
Es todo.
(De
“Primera persona”)
*
TRES
La pelirroja se para en medio de la pista
como en el trono del centro del
mundo.
Los hombres susurran y ella lo
sabe,
por eso avanza las tetas,
el mascarón de su proa.
La rubia de pelito corto sonríe,
los hombres susurran y ella lo
sabe,
por eso todo el tiempo sonríe
con dibujo de tonta felicidad.
La morena planta en la escena
su cabeza de mar nocturno que
perturba,
y ella lo sabe.
Los hombres apuntan
al camino de seda negro de su
pelo
después que pone el cielo en el
grito:
"el que no se desnuda bajo la
lluvia
no juega;
el que no trepa hasta la cocina
de la pasión
no juega.
Vamos muchachos, vamos,
hasta la victoria siempre"!...
(Inédito
incluido en “Visita guiada”)
*
LLUVIA
La lluvia es Dios.
Con mano una de piedad
y de furia la otra.
Si la lluvia se retira
la tierra abandona la tierra
el mar cierra la boca
y toda la palidez se cita
para caerle a la soñadora del ventanal.
La lluvia es Dios.
Si se niega la lluvia
encallan los barquitos de papel,
ningún corazón se dibuja en los cristales
y se queda sin bendición
el pelo de las mujeres de la casa.
Si se retira la lluvia
cómo se lava el demasiado dolor del mundo
y a la carne de la tontita
echada sobre las lozas del patio
quién la lava?
Si se queda la lluvia, si no sale,
se miran perdidos los amantes
debajo del cinc difunto.
Dios es la lluvia.
Si la lluvia se retira
qué será de la sin rostro
que viene cada vez que agua
y no sabe que canta para mí.
(Inédito
incluido en “Convocados”)
*
LA MOJADITA
(A la sagrada de su entrepierna)
Allí vive, allí, en el centro
del arco de triunfo de sus
caderas;
al pie de los terciopelos del
horizonte pubiano.
Me llama. La llamo. Nos
llamamos.
Habla la siempreviva o lo que es
lo mismo
deja oír sus correntadas.
Con mi nave a la vista
se aluviona, se anega,
y a mi mano responde con sus
fuentes termales.
Ni pensar cuando el llamado del
timbre divino;
entonces ocurren olas de una
marea incontenible.
Juega. Juego. Jugamos.
Los disparos que dan en el
blanco
agitan el carrillón de su cielo.
Me llama. La llamo. Nos
llamamos.
La insaciable, la voraz
muerde el collar que la visita
y en cada pequeña muerte me
devora.
Lavas nacidas en el centro de la
tierra
trepan hasta la caldera
de una y otra boca de los dos.
A la conclusión
la mojadita va a decir y dice:
que haya paz, una breve tregua.
Yo, el amador voy a decir y
digo:
estamos vivos y esto que sucede
es la felicidad.
Ella, la amada, va a decir y
dice:
me dio un poquito de frío,
tápame por favor.
(Inédito
incluido en “Convocados”)
*
Estampida, fogonazo; los dos dieron en el blanco.
Para que todo se corra, se retire.
Abrió sus ventanas el cielo. Y
apareció el Arco Iris.
Allí, en la noche. En el cielo
de la noche.
(Vale, adentro de la caja del
sueño.)
Vértigo, luego vahído,
desarreglo, sismo.
Nada deja de temblar.
Cada algo se asusta, huye, se
guarda.
Impasible el Arco. El de la
noche.
En el cielo de la noche.
Y continúa fantasmal con luz y
luces
sobre uno que allí baila
(tengo cinco años)
y otra, Jeanette McDonald que
allí canta
(y tiene, no sé...)
Que ocurrió? Por qué ruta llegó
el hechizo?
Se dislocó el destino?
Se le fue la mano a la razón?
(Tomó de más, seguro.)
Afónica, la vitrola alumbra el
entonces.
No cuenta preguntar: en la
noche,
en el cielo de la noche, qué
ocurrió?
Se amotinó el sentido?
De todos modos, a quien le
importa.
Dejémoslo así.
Estampida hubo y fogonazo.
En la noche. En el cielo de la
noche.
Con Arco Iris y luz y luces
sobre uno que allí baila
(tengo cinco años)
y otra, Jeanette McDonald que
allí canta
(y tiene, no sé...)
(Inédito)
*
Marcos Silber con Alberto Luis Ponzo, María Elena Rocchio,
Máximo Ballester, Carlos Carbone, etc.
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Marcos Silber con C. E. Berbeglia, N. Fumero, A. Sánchez,
M. E. Rocchio, R. Revagliatti, J. del Campo, A. Gale, H. M.
Ángeli, M. Estonllo, L. R. Calvo y otros escritores
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, Marcos Silber y Rolando Revagliatti.
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www.about.me/rrevagliatti
http://www.revagliatti.com/030714.html
*
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