Marisa Negri: sus respuestas y poemas
Entrevista
realizada por Rolando Revagliatti
Marisa Negri
nació el 24 de junio de 1971 en Buenos Aires, capital de la
República Argentina, y reside desde 2011 en el Delta, partido de
San Fernando,
provincia de Buenos Aires. Es Maestra Especializada en
Educación Primaria, Profesora de Castellano, Literatura y Latín,
formada en Especialización en Educación por el Arte (Instituto
Vocacional de Arte), con posgrado en Arteterapia (Universidad
Nacional de Arte) y postítulo en Escritura y Literatura en
la Escuela
Secundaria. Es Bibliotecaria Escolar, cursa la carrera de
Bibliotecóloga y se desempeña desde 1990 en la educación
pública como Profesora de Literatura. Desde 1995 a 2005 coordinó
el Taller “El Revés del Cielo” en la Municipalidad de Zárate,
provincia de Buenos Aires. Junto al músico Alejandro Dinamarca
tuvo a su cargo talleres de Arteterapia para adultos mayores.
Desde 2010, con Alejandra Correa coordina el programa “Poesía en
la Escuela”. Organizó concursos de plástica y literatura y
participó en mesas de lectura en Festivales de poesía de su
país, Chile y Perú. Efectuó investigación, compilación y
prólogos (además de ser la coordinadora editorial de la
Biblioteca Isleña) para volúmenes de Ediciones en Danza. En
co-autoría con Alejandra Correa (en todos los casos) y con
Javier Galarza, se difundieron artículos sobre didáctica y
poesía en la escuela, tanto en revistas como en libros. En 2009
se publicó su antología de la obra de Olga Orozco titulada
“El jardín posible”;
en 2010, en edición bilingüe (castellano-alemán), su antología
de la misma poeta, la cual prologó,
“En la rueda solar”,
presentada en el Centro de Arte Moderno de Madrid; y en 2012 su
antología de los artículos periodísticos de Olga Orozco:
“Yo, Claudia”.
Entre 2003 y 2016 fueron socializándose sus poemarios
“Caballos de arena”,
“Estuario”,
“Las sanadoras”,
“Nautilus” y “Hebra”.
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1 —
La
punta del ovillo.
MN — Nací un 24 de junio
de 1971. Solsticio de invierno y fecha sagrada para muchos
pueblos originarios. Día de fogatas y queimadas, de dejar ir lo
viejo y reafirmar la fe en la oscuridad. Cuentan que
mi madre iba maquillada y
con su mejor vestido porque habían salido a cenar con
unos amigos y sobrevino el parto.
Crecí en Villa Amelia, una pequeña localidad del
conurbano bonaerense. Mi padre tenía taller y agencia de autos,
mi madre trabajaba de secretaria en una fábrica. Tengo dos
hermanos que heredaron el oficio de mi padre.
No puedo fijar la infancia en un solo lugar. He pasado
mucho tiempo en casa de mi abuela Paula, modista, inventando
tiendas y vestuarios para mis muñecas, debajo de las sillas, con
las telas maravillosas que me obsequiaban las clientas, o
recortando personajes de las revistas e inventándoles historias
que escribía en un cuaderno de tapas rojas.
Durante los primeros veranos veníamos a Nautilus, la casa
de la isla. Nos gustaba nadar, pasear en lancha y explorar el
monte hasta donde nos permitían las lianas y las espinas de la
zarzamora. Pablo, mi hermano mayor, abría el paso con el machete
y yo lo seguía hasta la panadería abandonada en donde tallábamos
nuestros nombres con algún carbón robado en la cocina. Pronto, a
este paraíso, llegaron las primeras lecturas. Bajo un mosquitero
de algodón que mi padre colgaba de las casuarinas construí mi
reino de palabras.
“Sandokán” de Emilio Salgari,
“Los tres mosqueteros”
de Alexandre Dumas,
“Veinte mil leguas de viaje submarino” de Julio Verne,
“Fabiola o la iglesia de
las catacumbas” de Cardenal Wiseman,
“Papaíto piernas largas” de Jean Webster…, toda la Colección
Billiken desfiló por esa tienda.
No había aún luz eléctrica en el delta. Al atardecer,
cuando los mosquitos volvían insoportable el exterior, subíamos
a la casa a encender las lámparas. Jugábamos al chinchón y
comíamos tortas fritas; sentada en mi lugar preferido de la
casa, anotaba minuciosamente las aventuras de ese día en mi
cuaderno y sabía que habría de ser maestra y viviría en esta
casa.
En algún momento que no puedo precisar, mis padres
comenzaron a llevarse muy mal y nosotros, los hijos, sin ser muy
conscientes de eso, tomamos partido. Desde entonces y hasta que
pudimos reconciliarnos con la publicación de
“Estuario”, fui la
“hija de mi padre”.
Comencé el secundario con la apertura democrática del
‘83. La calle era una fiesta, había recitales gratuitos casi
todos los días y busqué amigos mayores para que me permitieran
salir en grupo con ellos. Escuchaba a Tom Lupo en la radio, en
el programa “Submarino Amarillo”: por ahí se coló la poesía.
Pink Floyd y Luis Alberto Spinetta fueron mis primeros
descubrimientos. La necesidad de escribir y comunicarme era
inmensa, “lejos de la paciencia de las familias”, como decía un verso de
Enrique Molina que había escrito como santo y seña en la puerta
de mi habitación infranqueable, llegué a cartearme con setenta
personas a través de las direcciones que conseguía en la radio o
en las “Cantarock”. A través de esas cartas y de la música se
abrió un nuevo sistema de lecturas; leí a Carlos Castaneda y
Antonin Artaud por Spinetta, a Olga Orozco por Molina, a
Alejandra Pizarnik por Orozco, a Julio Cortázar por Pizarnik.
Participé de un taller literario en la escuela donde escribí mis
primeros poemas, canté en una efímera banda de rock que
versionaba a Serú Girán y compuse algunas canciones.
En 1989 militaba en la juventud franciscana. Queríamos
cambiar el mundo. Los domingos íbamos al Instituto de Menores
“Riglos”, a jugar con los chicos internados allí; cuando se
profundizó la crisis económica salimos a pedir a los
comerciantes materia prima para cocinar en la capilla y la gente
podía pasar con su olla al mediodía para llevar algo de comer a
su casa. Entendí la diferencia entre caridad y solidaridad.
Ahora que me siento tan lejos del catolicismo, sigo
viendo en San (no
sea cosa que se interprete como el papa Francisco) Francisco y
en su doctrina algo verdadero, una mirada de convivencia
con las criaturas del mundo que celebro y respeto.
La adolescencia terminó abruptamente ese año, nos fuimos
de vacaciones al sur con ese grupo y volví embarazada de Juan,
mi hijo mayor. Me casé y me fui a vivir a Zárate. La crisis nos
había arrebatado la lancha y con ella la posibilidad de seguir
yendo a la isla. Zárate puso distancia entre todo lo que formaba
parte de mi mundo y yo. Pasarían años para despertar e ir en
busca de lo que me pertenecía.
Marisa Negri en 1975
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Marisa Negri en 1976
Marisa Negri en 1977
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Marisa Negri con sus primos, aproximadamente en 1979
y con su prima María José en 1980
Marisa Negri con su hermano Pablo en 1979
/// con Mónica, una vecina, y con su prima Natalia, en 1977
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Marisa Negri con su hermano Pablo, su madre y dos primas,
en 1975
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Marisa Negri con su hijo Juan Cruz en 1992
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Marisa Negri con la novia de uno de sus hermanos, en 1987
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Marisa Negri con sus alumnos de 7º grado, en su primer trabajo
(1990)
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2 — Por ejemplo,
aquello que habías pronosticado:
“y viviría en esta casa”.
MN —
Creo en lo que el poeta Jorge Leonidas Escudero llamaba “el
pálpito”, esa primera impresión de las personas o los
acontecimientos que después olvidamos pero contiene una verdad
que más adelante va a confirmarse. A los once años extravié mi
documento de identidad y bastante tiempo después lo encontré en
la casa de la isla. En ese gesto involuntario está “el llamado a
la aventura”, ése y no otro era mi camino.
Necesité olvidar la isla para vivir en la ciudad, pero
comencé a tomar clases con Alberto Muñoz y a trabajar en
Ediciones en Danza con Javier Cófreces, justo cuando ellos
escribían “Tigre”, la
obra más importante sobre el delta.
Me resistí, estuve en julio del 2010 en España y comencé
a ahorrar dinero para quedarme a vivir allí; llegó el verano y
con unos amigos alquilamos una casa en el río Carapachay. Allí
tuve un sueño premonitorio y decidí ocuparme de este lugar
abandonado por mi familia hacía tantos años. El pálpito se
confirmó cuando el vecino que construyó el muelle me proporcionó
el primer presupuesto para la madera: era la cantidad de dinero
exacta que había ahorrado.
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Marisa Negri con Rubén, un vecino isleño
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3 — Has conocido y tratado personalmente a quien
obtuviera en 1998 el Premio de Literatura Latinoamericana y del
Caribe “Juan Rulfo”, la pampeana Olga Orozco (1920-1999). Y a
otro pampeano notable, Juan Carlos Bustriazo Ortiz (1929-2010).
Y a ese sanjuanino con mucha obra, publicada a partir de sus
cincuenta años, y gran reconocimiento: Jorge Leonidas Escudero
(1920-2016).
MN —
La
presencia de Olga en mi vida ha sido constante desde muy
temprano. Compré una antología suya del Centro Editor de América
Latina en la adolescencia, junto con
“Hotel pájaro” de Enrique Molina. Fueron mis dos primeros libros de
poesía. Claro, por entonces me costaba pensar que esas personas
vivían y ofrecían recitales. Llevaba a todas partes esos
libritos de bolsillo, atormentaba a mis amigas leyéndoles esos
poemas.
En 1997 residía en Zárate, me había separado y tenía dos
hijos pequeños. No tenía mucho contacto con “la capital”, eran
años de vacas flacas y alquileres altos. Supe por un diario que
Olga iba a leer en el Instituto de Cooperación Iberoamericana
(actualmente CCEBA) y allí fui. Lloré durante toda la lectura y
Jorge Boccanera me prestó su pañuelo. Él fue quien me la
presentó. Entonces le entregué lo único de valor que tenía para
darle: mi juego de runas. Ella me extendió un papelito con su
teléfono y me dijo: “Niña,
venga a mi casa a tomar el té, que usted y yo tenemos que
hablar”.
Sigo en diálogo con Olga, me acompañan sus talismanes,
sus consejos y la extensa obra periodística que escribió con
diferentes seudónimos para la Revista “Claudia”. Vuelvo a esos
textos cada vez que lo necesito y es así como el diálogo
continúa.
Cuando comencé a estudiar literatura tenía altas
expectativas con respecto a la formación poética. Pronto me di
cuenta que la poesía y la academia, al menos en esa época y en
ese lugar, no se encontrarían nunca. Fueron los festivales, las
lecturas, o los amigos poetas quienes nutrieron esa sed. Así fue
con Orozco y tiempo después con Bustriazo y con Escudero.
A Juan Carlos Bustriazo Ortiz lo conocí a través del
querido y generoso poeta Sergio De Matteo. Fue él quien lo llevó
al “Flamenco Bustriz” (así lo llamaban) a la presentación de
“Estuario” en la Casa
Museo Olga Orozco, de la ciudad de Toay, donde Olga naciera. Su
poesía deslumbrante y chamánica me interesó vivamente, al punto
que cambié mis planes de viaje y acompañé a De Matteo y a
Bustriazo al Festival Internacional de Poesía de Rosario, en
donde se realizó un reconocimiento a la trayectoria del poeta.
El encuentro con Jorge Leonidas Escudero fue en su casa.
Le realizamos una entrevista junto a Javier Cófreces (la
encontrarán en mi canal de Youtube). Pasamos el día con él y sus
hijas y por la noche fuimos juntos al Casino. Era mi primera vez
y al poeta lo entusiasmaba la posibilidad de que eso le diera
suerte. Volví a verlo al año siguiente para la presentación de
su “Poesía completa”.
Chiquito, como le decían sus amigos, era un ser humano
excepcional, un hombre que comenzó a escribir cuando el cuerpo
ya no le dio para seguir escalando los cerros en busca de
piedras; entonces se dedicó, como él decía, a
“buscar el oro de la
palabra única”.
Con
Ángela Pradelli, Miguel Ángel Naón, Gabriela Borrelli
Azara, Javier Galarza, Alejandra Correa y Georgina Hassan
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Marisa Negri con Ana Lafferranderie, Alejandra Correa, Alejandro
Méndez, Silvia Castro y Ana Adjiman
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Marisa Negri con Alicia Genovese, Lucio Madariaga, Sergio De
Matteo y un niño
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Marisa Negri con sus hijos en 1995
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Marisa Negri con sus hijos en 1998
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4 — ¿Qué decir, Marisa, de
http://pajarodemimbre.blogspot.com.ar/, cultura isleña?...
MN —
Me
gustan los blogs; tengo unos cuarenta que he alimentado con más
o menos asiduidad desde 2004. Algunos son de lectura restringida
y otros sólo los puedo ver yo y los uso para recopilar material
sobre temas que me interesan (pájaros, trenes, el antiguo delta,
etc.). En el caso de
pájaro de mimbre,
surgió a través de la Beca del Fondo Nacional de las Artes de
investigación sobre poesía isleña. Colectar, reunir, antologar y
difundir son tareas que siempre me dan placer. Fue también
nuestro modo de habitar este lugar, ya que lo llevamos adelante
junto a Gabriel Martino. Gabriel y yo nos conocimos en 2012 y el
amor unió nuestras vidas y nuestros proyectos. Juntos
construimos esta casa, juntos estudiamos bibliotecología, juntos
coordinamos talleres y trabajamos en la Biblioteca Genoveva,
hacemos libros, viajamos… Como diría Roberto Arlt, Gabriel es
alguien que a fuerza de vivir en el delta
“adquirió la ciencia de las cosas”; tiene un talento enorme para
escribir, pintar, dibujar, esculpir, trabajar la madera. Se
necesita una singular capacidad para vivir en el delta y no
depender de nadie. Es él quien se ocupa de mantener a raya a las
alimañas, a la vegetación que crece sin fin; también es quien
fabrica nuestros muebles y repara lo que se rompe. Es un lector
apasionado, sobre todo de literatura medieval italiana. Mantiene
un blog de traducciones:
http://italianoalabartola.blogspot.com.ar/
y uno en donde homenajea a su escritor favorito, el chileno
Adolfo Couve [1940-1998].
Marisa Negri con Gabriel Martino y Guillermina Weil
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Marisa Negri con Gabriel Martino en la Feria de Tristán
Narvaja (Montevideo, Uruguay, marzo 2018)
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Marisa Negri - Foto tomada por ella - Construcción de
Naitulus, 2014
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Marisa Negri con Clara Grau, Amalia Boselli, Sara Mamani,
Paula Jiménez España, Virginia Borches, Diana Bellessi, Luis
Sampaoli, Marta Sacco y Lorena Sánchez
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Marisa Negri con Claudio Galeano, Nadia Sandrone, Lorena
Pradal, Flor Codagnone, Gabriel Martino, Salvador Biedma, Laura
Caglioni, etc., en la Isla Martín García, en 2017
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5 — Si una iniciativa hay que
no deberíamos saltearnos en una conversación que propende a
darte a conocer del modo más amplio, es la de creadora, al menos
en nuestro país, de Bibliolanchas en Red.
MN —
El
trabajo en red es el tipo de interacción comunitaria que, de
todos los posibles, más me interesa. Así sucede con Poesía en la
Escuela (poetas y docentes de todo el país que año a año
realizan el festival en sus escuelas) y también con
Bibliolanchas en Red, que reúne a tres comunidades rurales de
tres países que cuentan con una bibliolancha: Quemchi en Chiloé,
Villa Victoria sobre el Río Putumayo, en Colombia y el delta de
San Fernando tienen mucho en común; atienden poblaciones con
necesidades similares y une a sus proyectos los mismos ideales:
llegar con la palabra a los lugares más aislados, convidar a la
lectura de materiales cuidadosamente elegidos, retomando una
frase de Gianni Rodari [1920-1980] que siempre nos acompaña:
“El uso total de la
palabra para todos me parece un buen lema, de bello sonido
democrático. No para que todos sean artistas, sino para que
nadie sea esclavo”.
En 2018 nos proponemos escribir un libro de mitos y
leyendas junto a los niños y jóvenes y luego editarlo en los
tres países. En Argentina contamos para eso con el apoyo de la
CONABIP (Comisión Nacional de Bibliotecas Populares).
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Marisa Negri con Guillermina Weil y Yamil Dora en la
Bibliolancha (2017)
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Marisa Negri con Gabriel Martino y Paula Galíndez
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Marisa Negri con María Laura Gaglioni, Gabriel Martino,
Paula Galíndez, etc.
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Marisa Negri con Amalia Boselli, Elena Mónaco, Lucho Ortiz,
Violeta Nuchi y Lucila Pacheco, compañeros de FREDI Frente de
Docentes Isleños
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6 — Qué intereses te rondarán o habrán rondado en el área
de lo artesanal.
MN —
La
labor artesanal implica un uso diferente del tiempo. Me importa
sobre todo eso, no tanto el producto en sí, sino el estado de
bienestar que me genera estar tejiendo o bordando, o pintando
con acuarelas. No hay un fin comercial ni una pretensión
artística. Hace poco aprendí a trenzar canastos de sauce y
palmera. La sensación de estar en un círculo de mujeres que
tejen es poderosa. El bordado vino con la escritura de
“Hebra”. Soñé con la
frase “tejedoras de Dalcahue” y allí se inició la investigación
sobre las tejedoras de diferentes zonas, sus herramientas y
procedimientos, el sentido de sus diseños. Tuve que pasar esa
experiencia por el cuerpo y convertirme en tejedora para
terminar el libro.
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Marisa Negri con Juan Cruz Torres, Juan Cedrón, Alejandra
Correa, Pablo Ramírez Arnol, Gabriel Martino, Ana Adjiman y
alumnos y docentes de una escuela de Humahuaca, Jujuy
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Marisa Negri con su hijo, Pablo Capdepon
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Con Gabriel Martino, Raquel Arouxet
(madre de Marisa), Juan Cruz (hijo de Marisa) y Karen, la esposa
de éste
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7 — ¿De cuál o cuáles siguientes tres citas te percibís
más próxima?:
Gilles
Deleuze: “Hay que ser
bilingües incluso en una sola lengua, hay que tener una lengua
menor en el interior de nuestra propia lengua, hay que hacer un
uso menor de nuestra propia lengua.” Ernesto Sábato:
“Poderío del Lenguaje”: “La riqueza del lenguaje podría ser
medido por el número de las palabras, pero no su poderío. Hay
escritores que se arreglan con un vocabulario restringido, pero
que sacan matices y partido del que tienen, por la maestría en
la colocación: pueden no tener o no querer tener piezas, pero
tienen posición. Como en el ajedrez, una palabra no vale por sí
sola sino por su posición relativa, por la estructura total de
que forma parte. Sólo un escritor mediocre puede desdeñar
ciertas palabras, como un mal jugador de ajedrez desdeña un
peón: no sabe que a veces sostiene una posición.” Emmanuel
Kant: “El sueño es un arte
poético involuntario.”
MN
— La búsqueda de un lenguaje propio, de esa lengua menor de la
que habla Deleuze es la única tarea posible para quien escribe.
Creo en el oficio, en la orfebrería de la corrección, palabra a
palabra para ir tras esa lengua propia que, por supuesto, es
inalcanzable. Sin embargo, en el origen de cada poema, al menos
en mi caso, está el sueño, la visión, el relámpago; luego la
tarea consiste en traducir esos fragmentos.
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Con Alexander Engelland, Diego Ballor y
Mariano Oberé en Toay, provincia de La Pampa, Argentina, 2009
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Marisa Negri con Alejandra Correa, Victoria Schcolnik, Marcelo
Carnero, Clara Vasco, José María Pallaoro, Natalia Molina y Ana
C. Adjiman Gache
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Marisa Negri con Alejandra Correa y Mónica Ávila
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Marisa Negri con Bella Piazza Pesce, Selva Dipasquale, Alberto
Szpunberg y el rector de una escuela, en 2016
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Marisa Negri con Débora Mundani y su hija, Cecilia Ferreiroa y
Claudia Aboaf en 2016
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8 — En 2015, junto a Javier Cófreces, tuviste la
responsabilidad de ocuparte de las obras poéticas de Carlos
Enrique Urquía (1921-2003) y de Juan José Ceselli (1909-1982).
MN —
Compartimos con Javier ese deseo de hacer justicia a los buenos
libros, a tantos poetas que por razones de mercado editorial
están fuera del canon y es necesario volver a leer. Ese es uno
de los objetivos de Ediciones en Danza. Al recorrer el catálogo
del sello no quedan dudas del enorme despliegue que ha realizado
Javier como editor de poesía argentina. Tuve la suerte de
participar en los volúmenes de los autores que mencionás. Mi
tarea fue rastrear las ediciones originales difíciles de
conseguir, tipear los textos, y en el caso de Urquía resolver el
tema de los derechos.
Urquía es un poeta que adscribe al creacionismo; los
cuatro libros sobre el delta que compilamos en
“La islíada” reflejan
ese cruce entre la creación pura y la cercanía con el paisaje y
sus habitantes.
Ceselli es un
rara avis de la generación del ‘40. Un hombre que abandonó todo
por ir detrás de los surrealistas. Su obra es bella y violenta,
desmesurada y cósmica.
Marisa Negri con A. Correa, María J. Magistratti, Ana Adjiman,
Pablo Runa, J. Galarza, Jaime Huenun, Ana Lafferranderie,
Victoria Schnolnik, A. Méndez Casariego, M. Carnero, etc.
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Marisa Negri con el conjunto folklórico Aucar
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Con Braian Urban, Paula Rossi, Marcela
Álvarez, Luciana Rabinovich y Valeria Chorni en
Algeciras,Colombia,2017
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Marisa Negri con Nadia Sandrone, Lorena Pradal, María Laura
Gaglioni, Flor Codagnone, Salvador Biedma y Sergio Fasanelli en
2017
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Marisa Negri con Gastón Sironi, Ana Lafferranderie, Alejandra
Correa, Paula Aramburu, Patricio Torne, María Julia Magistratti,
Elbus Seraf y Stella Maris Ponce en 2015
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Marisa Negri con Nelson Navarro Cendoya y Rosabetty Muñoz en
Quemchi, Chiloé, Chile
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9 — En 2004 se
publicaron dos antologías:
“Un camino en la selva, un paso a la libertad” (a cargo del
chileno Ramón Quichiyao (1951-2017), y
“Al filo del gozo”, de
la escritoras mexicanas Marisa y Socorro Trejo Sirvent, y cuyo
eje es el erotismo.
MN —
La antología chilena formó parte de un Encuentro Binacional
llamado La Ruta de Neruda, en el que desde 1999 un grupo de
poetas de ambos países, Chile y Argentina, rememora el paso por
la selva, desde Futrono a San Martín de los Andes, que realizara
Pablo Neruda al ser perseguido por razones políticas.
Participe en 2004, junto al poeta platense Emiliano Cruz
Luna y los chilenos Ramón Quichiyao, César Uribe, Jaime Huenún,
Jaime Valdivieso, Bernardita Hurtado Low y
Jaime Quezada, de ese recorrido que incluyó lecturas en
escuelas rurales, el cruce del lago Maihue y la visita de la
hacienda en donde el poeta escribió parte del
“Canto General”.
En el caso de la antología mexicana, Marisa y Socorro
Trejo Sirvent realizaron la convocatoria a fin de presentar el
libro en el Encuentro Internacional Mujeres Poetas en el País de
las Nubes, de Chiapas, e incluyeron un poema de
“Caballos de arena”.
Marisa Negri con Guillermina Weil y Gabriel Martino
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Con Gabriel Martino, Nelson Navarro
Cendoya, Teolinda Higueras, Annette Aleman, etc., en Quemchi,
Chiloé, Chile
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Gabriel Martino coordinando un taller de Kamishibai en Escuela
del delta de Tigre, provincia de Buenos Aires - Foto Marisa
Negri
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Marisa Negri con Viviana Ashword, Teresa Siri y Rosa Jara en
2018
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Marisa Negri con Rob Escobar en 2013
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Marisa Negri con Teolinda Igueras y Rosabetty Muñoz, en Quemchi,
Chiloé, Chile
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10 — Participaste con una serie de haikus de la muestra
“Satori” en la galería de arte contemporáneo “Masottatorres”.
¿También en otras muestras participaste?
MN —
“Masottatorres” fue un espacio de
arte contemporáneo que replanteó los vínculos entre las
obras, los artistas, los aprendizajes y el público. Desde que
abrió sus puertas en 2007 fue concebido como una red que tendía
vínculos entre diferentes disciplinas artísticas. Allí participé
escribiendo haikus para las fotografías de la muestra “Satori”,
seleccionando poemas que acompañaron la muestra “Erótica” y
también coordinando cursos de poesía y vanguardias junto a
Javier Galarza.
En “Masottatorres” presentamos además
“Estuario” en 2008,
“El jardín posible”,
mi antología de Olga Orozco, y
“Yo, Claudia”, la obra
periodística de Orozco en la Revista “Claudia”, con una
performance que incluía un living de los años setenta y
disfraces para fotografiarse con el libro.
Marisa Negri en 2013, homenajeando a Olga Orozco
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Con Laura Forchetti, Natalia Molina
y Mirta Colángelo en 2009, en Bahía Blanca, provincia de Buenos
Aires
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Marisa Negri durante una actividad
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Marisa Negri con Paulina Aliaga, Gabriela Borrelli Azara, Javier
Cófreces, Alejandra Correa y Ana Adjiman en 2012
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Marisa Negri con Arantzu Abaroa Salvador y su hija Catalina, en
viaje a la Isla Mechuque (Chile)
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Marisa Negri con Graciela Cros en 2018
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Marisa Negri con su sobrina Sofía
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11 — ¿Y
“El jardín de las estrelicias”?
MN —
También nació en “Masottatorres”. Fue un intercambio con la
genial artista Maggie de Koenisberg. Escribí en base a algunas
de sus obras y ella luego pintó a partir de poemas míos. Esos
poemas fueron editados por el Gobierno de la Provincia de La
Pampa cuando fueron seleccionados en el Certamen Federal de
Poesía “Casa-Museo Olga Orozco 2013”.
Marisa Negri con Mirta Colángelo
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Marisa Negri con Mariángeles Del Monte, Jotaele Andrade, Gonzalo
Hermo, Gabriel Martino, Amoesse Mucavele, Marcelo Díaz, etc.
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Poesía en la Escuela del delta- Fotografía de
Marisa Negri
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Marisa Negri con Gabriel Martino
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Marisa Negri con Gabriel Martino y Sol, sobrina de ambos -
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12 — Es a la isleña Marisa Negri a quien precisamente le
acerco esta “inquietud”: Ricardo
Piglia en “El último
lector”, a partir de esa tan divulgada pregunta:
“¿Qué libro se llevaría
usted a una isla desierta”, considera que la misma incluye a
otras dos, las cuales, apenas retocadas, te formulo:
“¿Qué libro leerías si no
pudieras hacer otra cosa?” y
“¿Qué libro creés que te
sería de ‘utilidad’ personal para sobrevivir en condiciones
extremas?”.
MN — Me angustia esa
pregunta. Vivo rodeada de libros, son imprescindibles para mí.
Construí una vida en donde el contacto con el libro ha tenido
todos los abordajes posibles; como maestra, compartiendo
lecturas con mis pibes y enseñando a escribir; como
bibliotecaria, desarrollando una colección relevante para el
lugar en donde trabajo; como editora, sacando a la luz textos
que estaban perdidos u olvidados; como poeta, escribiendo. Todo
es leer y escribir. Pero vuelvo a tu pregunta. El libro que me
ayuda a sobrevivir en condiciones extremas es
“Cartas a un joven poeta”
de Rainer María Rilke, y el que leería si no pudiera hacer otra
cosa sería la obra completa de alguno de mis poetas amados:
Arnaldo Calveyra, Orozco, Francisco Madariaga, Miguel Ángel
Bustos, Escudero, Héctor Viel Temperley, Bustriazo…
Marisa Negri con Javier Cófreces y Alberto Muñoz sobre el Río
Caraguatá, provincia de Buenos Aires, Argentina
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Marisa Negri con Alberto Muñoz
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13 — Entre “Caballos de arena” y “Hebra”,
¿qué fue cambiando en tu poética?... ¿Tenés, tendrás, aunque no
necesariamente para socializar en lo inmediato, un nuevo libro o
compilación de la obra de algún autor?
MN —
“Caballos de arena” es
un libro que ha quedado muy lejos del resto. Es intimista,
catártico, un poco adolescente también. Aun así es un libro
querido por lo que representa en mi vida; una joven mujer con
hijos pequeños, recién separada, escribiendo desde ese dolor.
Más que los poemas en sí, allí cobró valor lo paratextual. Para
la presentación del libro en la biblioteca del pueblo montamos
una escenografía con cartas de tarot gigantes y caballos de
papel; Nadia Sandrone, una talentosa amiga actriz, entraba a
escena entre poema y poema jugando con agua, tierra y fuego.
También toqué la guitarra y canté junto a dos guitarristas y un
percusionista. Lo volvimos a presentar con gran suceso en las
ciudades de Ramos Mejía y Capitán Sarmiento. De allí surgió un
grupo de amigos que a veces coordinábamos talleres de educación
por el arte.
Luego me mudé, comencé mis estudios de poética con
Alberto Muñoz y eso lo cambió todo.
“Estuario” fue un
largo reencuentro con mi madre a partir de escenas familiares
que volví a narrar tomando la idea de John Berger:
“El pasado es la única
cosa de la que no somos prisioneros. Podemos hacer con el pasado
lo que se nos dé la gana”.
Entonces, tomando esa licencia reescribí parte de la
historia familiar.
Para “Las
sanadoras” me alejé de lo personal; es un libro de mujeres
que curan y mujeres que rezan, una exploración de esos saberes
ancestrales sobre los yuyos, los huesos, las señales del cielo.
Un grupo de mujeres en Balsa Las Perlas, provincia de Río Negro,
lo transformó en una obra teatral. Conocí a la poeta neuquina
Macky Corbalán [1963-2014] ese día, el del estreno: fue un
encuentro breve y luminoso.
En “Nautilus”
el tema es la construcción de la casa, el regreso al río y al
padre. Es un libro inconcluso, pero tal vez ese sea su signo;
ahora que vivo aquí, y el delta es el universo cotidiano de
lanchas, y niños y perros, se desdibuja como objeto poético,
forma parte de un misterio mucho mayor aún.
Con “Hebra” vuelven las mujeres a dominar la escena, esta vez tejedoras
de distintos lugares de América, de diferentes épocas. Intenté
en él recuperar esas voces, tejer. Hay poemas que funcionan como
urdimbre y otros son trama. Dos muertes y dos nacimientos
queridos y cercanos sucedieron en torno a esos textos mientras
escribía “el origen y el
final son una misma cuerda”.
Lo que viene: una recopilación de
“Mitos que viajan por
agua” contados e ilustrados por niños y jóvenes de
Argentina, Colombia y Chile. Formará parte del recorrido 2018 de
la Bibliolancha de la Biblioteca Popular Santa Genoveva, y
también del bibliobote de Villa Victoria (Putumayo, Colombia) y
la Bibliolancha Felipe Navegante (Quemchi, Chiloé, Chile).
También me gustaría editar la segunda parte de
“Yo, Claudia”.
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Marisa Negri en 2013
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Marisa Negri con Érika Vollers, Gabriel Martino, Gabo Ferro y
Natalia Molina
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Marisa Negri con sus hijos y Gabriel Martino, en 2015
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Marisa Negri cruzando a Chiloé en el ferry (enero 2018)
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Marisa Negri con Gabriel Martino
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14 — ¿Ana Emilia Lahitte, Juana Bignozzi, Leda Valladares
o Elizabeth Azcona Cranwell?...
MN — Sobre todo Leda.
Ella, como Violeta Parra en Chile, inició un camino hacia el
origen de la palabra y del canto, nos enseñó a escuchar las
voces de cantores que “con
su música reajustan el universo”.
Ella nos dice:
“Grito y canto convergen en el indio, en el negro, en el
asiático o en el criollo de cualquier continente. Salen juntos,
casi trenzados en el rito primero. Allí se pierden las nociones
de prudencia sonora y todo está permitido si sirve para
expresar, clamar, convocar, suplicar y llegar a oídos supremos.
La libertad es la esencia de ese grito y el grito significa
sangría, parto, develamiento de fuerzas ocultas (…) Ese canto
metafísico del desamparo original, cantado con los huesos y el
pellejo, exige un tímpano religioso.”
Admiro esa determinación de Leda, que dejó su formación
jazzística para seguir el canto de la tierra y adentrarnos en
sus misterios.
Marisa Negri con Gabriela De Cicco, Alicia Genovese, Paula
Oyarzábal, Flor Codagnone, Romina Freschi, Alejandra Correa,
María Teresa Andruetto, Patricio Foglia y Silvia Castro
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Marisa Negri durante una lectura
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15 — ¿Cuáles considerás que son las condiciones y
atributos más relevantes en un narrador? ¿Quiénes responderían a
ese modelo?
MN — No soy experta en el
tema. Cuando comienzo a leer un relato y la escritura es
descuidada pierdo el interés; sin embargo, cuando un cuento o
novela me apasiona, lo más probable es que relea una y otra vez
y en esa lectura se vaya profundizando la mirada.
Mirada la de John Berger que amo: siempre más allá de la
superficie, y el inmenso abanico de otras lecturas que convida a
leer. De William Faulkner su maestría para hacernos experimentar
las emociones que viven sus personajes, la genial invención de
Yoknapatawpha, en donde transcurren la mayoría de sus historias.
No sé si hay un modelo. Cada autor tiene sus claves y
habrá algunas que no alcanzaremos nunca. Me gustan Claire
Keegan, Haroldo Conti, Cynthia Ozick, Juan José Saer, Natalia
Ginzburg, Carlos Domínguez, Juan José Morosoli, Irene
Nemirovsky, Felisberto Hernández, por nombrar algunos: estos que
ahora vienen hacia aquí y mañana podrían ser otros.
Marisa Negri en 2003
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16 — ¿Cuál es tu opinión de la poesía argentina de este
siglo XXI?
MN — La poesía goza de
buena salud. En Argentina hay un arco poético lo suficientemente
amplio como para encontrar la voz que más nos interese. Ha
habido un desplazamiento de la poesía hacia otros lenguajes, una
fuerte presencia teatral, performática, audiovisual. También
como lógica consecuencia de los tiempos que vivimos aparece
fuertemente lo social y lo político.
La oferta editorial tuvo su apogeo en 2015, cuando se
creó la Red Federal de Poesía y desde el estado se propiciaron
encuentros, lecturas, compras de libros para las escuelas, apoyo
a festivales y ferias en todo el país. Hoy, desfinanciados estos
programas, la red subsiste de modo autogestivo y solidario.
Marisa Negri con integrantes del Taller Literario de Zárate en
1997
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Marisa Negri con Diego Roel, Yamil Dora, Silvia Castro y
Alejandro Méndez en 2016
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Marisa Negri con Jorge Elised en Popayán, Colombia
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17 — ¿Incursionaste —aparte
de tus prólogos y artículos— en otras formas de escritura fuera
de la poesía?
MN — Soy estudiante
crónica y docente, así que mucho de mi escritura pasa también
por el desarrollo de proyectos, planificaciones, breves ensayos
o materiales didácticos para mis alumnos.
Llevo habitualmente diarios de viaje, bitácoras que van
quedando por ahí en cuadernos perdidos dentro de mi biblioteca,
y alguna vez intenté escribir una novela pero no pasé de las
treinta páginas.
No creo que deba publicarse todo lo que se escribe.
Durante cierto tiempo escribía dos o tres hojas diarias como un
modo de “limpiar” la cabeza. También escribo muchísimas cartas.
Marisa Negri con Ricardo Tamayo, en la ciudad de Ancud,
Chiloé, Chile
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Marisa Negri con Raúl Zurita en 2011
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Marisa Negri con Elfriede Ploger
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18 — Certezas: ¿bastantes, sólo algunas o poquísimas?...
MN — Algunas. Amo lo que
hago, tengo vínculos fuertes y profundos con algunas personas,
creo en las fuerzas naturales, en el amor, en la amistad. Elegí vivir en esta isla pero podría haber sido también en Granada,
Montevideo, Salvador de Bahía o Chiloé. Siempre habrá un deseo
nómade en mi vida sedentaria. Siempre viento y raíz serán parte
de mi naturaleza.
Marisa Negri - Foto tomada por ella - Obra en madera de
Gabriel Martino
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Marisa Negri - Foto tomada por ella - Obra en madera de Gabriel
Martino
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Marisa Negri - Foto tomada por ella - Haciendo leña (Nautilus -
Arroyo Estudiante, 2014)
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*
Marisa Negri selecciona
poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:
fénrir
“uno entre todos un día será
quien en forma de monstruo
a la luna devore”
edda mayor
40-3/4
fénrir
el lobo con la
sangre del cielo
o el animal de
gubbio
o el ojo amarillo
de gmork
tantos lobos
los lobos de
adentro
como la propia
piedad
la detestable
caridad para sí
los argumentos
de nada sirven las
palabras
cuando el lobo
se disfraza de
cortés
de buena gente
un beso es un
colmillo
con su garra de
niebla
te arranca el
corazón
tarde o temprano el
tiempo pasa
toda intemperie
es cicatriz
(“de “Caballos de arena”, 2003)
*
un sendero con
flores de romero la lata de leche nido de la que asoma un malvón
mi madre protesta los moños desatados el vestido blanco
impresentable pero la abuela me dice yuyerita pone sobre mis
brazos rodajas de papa para el exceso de sol aloe en los
raspones de las rodillas cada brizna tiene su secreto en el
jardín los tamarindos entregan sus hojas agridulces para calmar
la sed y la ruda a un lado de la casa aleja la mala conversación
al mismísimo oscuro si hace falta yuyerita hay que pedirles
permiso a las plantas para que entreguen su virtud cortarlas con
la mano fuerte en el nombre de san juan esa higuera es tu árbol
de nacimiento yuyerita una velita roja y tres deseos cada año a
sus pies
(de “Estuario”, 2008)
*
El
bicho
El hijo del
panadero mira por el rabillo del ojo
le zumba un bicho
en la cocina
el Capitán debajo
de la mesa
el hueso del
puchero entre los dientes
la mosca sobre el
hueso
El chico se ladea
una vez
otra vez
Las rodajas de
jengibre sobre la tabla
Berta sobre el
cuchillo
zumba el bicho
zumba zumba zumba
todos tenemos un
bicho dentro de la cabeza
Quiero los duraznos
de la frutera
todos
El licor de las
hermanas
¿Es la voz de la
mosca?
El día que subimos
al techo no fui yo
fue el bicho
Los bichos tienen
mil ojos
con cerrar la mitad
les basta para dormir
Inventos
Ningún bicho puede
hacer casa en el cuerpo
Me darán un trompo
si les llevo el
bicho envuelto en alcohol.
(de “Las sanadoras”, 2012)
*
Iwy Mara ey
partiremos hacia el
este
un solo tronco
ahuecado será la canoa
pay carabí
danos la blanca
carne de los peces
días de agua mansa
semilla y barro a
nuestras mujeres
piedra y hueso para
las lanzas
pay carabí
que lleguemos
salvos
a la Tierra sin Mal
(de “Nautilus”, 2012)
*
La lana es la
vida. Es el arreo con silbido y buen perro hacia la esquila y el
hilado torcido para la resistencia. Los más antiguos no están y
nadie quedará cuando nos vayamos yendo.
Madrecita
tejía ponchos bordados que no alcancé a aprender: roble, canelo,
pello pello, tenía 12 años cuando todo empezaba.
Madeja cruda
teñida con barba de palo, tiene que hervir para que tome el
color. El punto ceñido apacigua el viento, las agujas nunca se
dirigen al pecho.
(de “Hebra”, 2016)
*
Infancia
Impulsa su
autito de carrera sobre el asiento que con el oleaje recorre el
largo de la lancha, rebota y cae sobre las piernas de un hombre
adormecido.
El niño
recibe un reto suave y la madre musita una disculpa.
Pero el
hombre ha sido tocado.
Ve la puerta
de alambre, la cocina, el cajón de los cubiertos.
Esquiva los
cuchillos y guarda tres cucharitas de metal, sacachispas.
Clava la
cuchara en la masilla
clava la
masilla en el plástico.
Impulsa su
autito de carreras.
El niño que
dormía, despierta.
(de “Delta F”, inédito)
*
Marisa Negri - Foto tomada por ella - Gabriel Martino con una de
sus obras en madera
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Marisa Negri - Foto tomada por ella - Equilibrio (Bajos del
Temor, 2014)
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Marisa Negri - Foto tomada por ella - Ceibal (Arroyo Estudiante,
2014)
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Marisa Negri - Foto tomada por ella - Aural (Arroyo Estudiante,
2014)
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Entrevista
realizada a través de correo electrónico: en el Delta, partido
de San Fernando, y la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, distantes
entre sí unos 40 kilómetros, Marisa Negri y Rolando Revagliatti,
abril 2018.
www.revagliatti.com
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