Osvaldo Ballina: sus respuestas y poemas
Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
Osvaldo Ballina
nació el 7 de febrero de 1942 en La Plata —donde reside—,
capital de la provincia de Buenos Aires, la Argentina. Fue
becario de la Fundación Rotaria Internacional en Estados Unidos
(1965) y de la Asociación Dante Alighieri de La Plata en Italia
(1978). Ha sido traducido parcialmente al italiano, al portugués
y al catalán y se ha desempeñado como Jurado de la Subsecretaría
de Cultura de la Provincia de Buenos Aires y de otros organismos
culturales oficiales y de entidades privadas. Citamos dos de las
distinciones obtenidas: Faja de Honor de la Sociedad Argentina
de Escritores, Comité Central, en 1976, y Premio Consagración de
la Legislatura de la Provincia de Buenos Aires en 1996. Como
traductor de los idiomas inglés, italiano y francés, ha dado a
conocer en suplementos literarios del país, poemas y prosas de
diversos autores. Su poesía se ha difundido en los diarios “La
Nación”, “Clarín”, “La Prensa”, en la “Revista Ñ de Cultura” y
en numerosos medios gráficos y digitales. Ha sido incluido, por
ejemplo, en las siguientes antologías:
“Nueva poesía argentina”
(Ediciones Hiperión, Madrid, España, selección de Leopoldo
Castilla, 1987); “70
poetas argentinos: 1970-1994” (selección de Antonio
Aliberti, 1994); “Cantos
australes – Poesía argentina 1940-1980” (Monte Ávila
Editores Latinoamericana, Caracas, Venezuela, selección de
Manuel Ruano, 1995);
“Cinque poeti argentini” (Edizioni Tracce, Pescara, Italia,
selección y traducción de Enzo Bonventre, 1997). Publicó entre
1971 y 2014 los poemarios
“El día mayor”, “Esta única esperanza contra todo”,
“Es temprano”, “Aún tengo la
vida”, “En tierra de
uno”, “Caminante en
Italia”, “Diario
veneciano”, “Ceremonia diurna”, “La poesía
no es necesaria”, “La
vida, la más bella”,
“Sol que ocupa el corazón”,
“Sondas”,
“Final del estante”,
“Verano del incurable”,
“Confines”,
“El viaje”, “Apuntes del
natural”, “El caos
luminoso”, “Oráculo
para dones fatuos”,
“El pajar en la aguja”,
“Prodigios residuales”,
“Lejos de la costa”,
“Profanaciones ínfimas”,
“Memoria de la India”,
“Refugio de altura”.
Además, los volúmenes
“Estamos vivos y vamos a vivir” (Poemas 1971-1992) y
“Al dios que sea” (Poemas 1971-2003).
1 — Se han
expuesto, formando parte de un catálogo, poemas de tu
“Memoria de la India”
y dibujos en colaboración, a cuatro manos, de Belén Roncoroni y
Abel Robino, quienes más que ilustraciones prefieren denominar
“Ilustenciones” —crear tensión entre lo verbal y lo visual—; y
más que sobre tus poemas, consideran ellos que fueron concebidos
“con, dentro de, anidando en”. Alentaría a nuestros lectores a
que busquen en la Red lo que menciono, Osvaldo, si nos
transfirieras tus impresiones, y si coincidís, como afirman, con
que una de tus principales obsesiones es lo circular.
OB
—
Fue muy gratificante.
Abel Robino, excelente poeta y plástico con quien nos conocemos
desde hace años y compartimos puntos de vista estéticos y
tenemos en común el producir siempre algo que innove y sea un
paso adelante sobre lo que ya uno hizo. A Belén Roncoroni no la
conozco, lamentablemente. Todo comenzó porque a Robino le gustó
mucho mi "Memoria de la
India" y en especial las experiencias que protagonicé
"como un bárbaro en la India." Y lo que más me agradó de todo es que
los poemas se encarnaron en ellos. Se apropiaron generosamente de lo que transmitía el libro y lo
usaron como plataforma para recrear visiones, sensualidad,
exuberancia. Quiero aclarar que la posibilidad de ver la India
desde adentro fue porque mi hijo, diplomático de carrera, estuvo
viviendo dos años en New Delhi.
Por eso creo que es un hallazgo lo de "Ilustenciones",
que no es otra cosa, convengamos, que la magia y milagro de la
palabra como eco que se mete en el otro: uno nunca sabe hasta
dónde llega o en qué resulta. En este caso, para mi satisfacción
y gratitud, se materializó en las "Ilustenciones". De ahí que
como señalás, una de mis obsesiones es lo circular: el poema que
se cierra en el otro como un círculo, el alma humana, con sus
tiempos, para mí es también un círculo, lo total, la completud.
2 — Y es
prolongando la conexión con las artes plásticas que te pregunto
cuál es tu tarea como presidente de la Asociación Amigos del
Museo Provincial de Bellas Artes; y si han ido modificándose tus
preferencias al paso del tiempo en cuando a pintores o
tendencias pictóricas.
OB
—
La Comisión de Amigos, que tengo el honor de presidir
por primera vez, cumple una tarea de apoyo a la labor específica
del Museo que lleva el nombre de uno de mis pintores favoritos y
que nació aquí, en la ciudad de La Plata: Emilio Pettoruti
(1892-1971). A decir verdad, me gusta toda la buena pintura y es
algo que siempre fue una curiosidad para mí, recorrer museos por
toda Europa, ir a las muestras en La Plata y en Buenos Aires. Lo
que busco es investigar otros lenguajes, otras formas, cómo se
conjugan y cómo se complementan. Por lo general, en pintura como
en poesía, prefiero los lenguajes de ruptura que me proponen
algo diferente, no previsible. Entendiéndose por esto, el
iniciar un nuevo camino, aun perderse en los laberintos de un
imprevisto hallazgo. Algo que quiero mencionar: ver cuadros de
Rabindranath Tagore en la India. Yo ignoraba su faceta
pictórica.
O. Ballina con Nicolás Jalaris, Raúl Vigo, N. Altamirano,
J. Solari, R.Cristante, H. Belastegui, B. Longo, N. Díaz y
Néstor Fabro
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3 — En 2011, en el
Auditorio Aristóteles Onasis de la Embajada de Grecia, fuiste
uno de los oradores en el acto de homenaje en memoria del poeta
y filo heleno Horacio Castillo (1934-2014), uno de los
“Cinco poetas capitales”
—junto con vos, Horacio Preler, Rafael Felipe Oteriño y Néstor
Mux—, según Ana Emilia Lahitte, la responsable de aquella
maravillosa antología —con su meduloso estudio—, editada tras la
obtención de la Beca del Fondo Nacional de las Artes – Creación,
1995. Te invito a que nos hables de Castillo, en todas las
facetas que de él conozcas, así como de lo que representó el
volumen de más de 260 páginas y 2500 ejemplares, y por
extensión, de la poeta Ana Emilia Lahitte (1921-2013).
OB
—
Una vez más tengo la satisfacción de expresar gratitud:
a Ana Emilia Lahitte, que al margen de su obra poética, dedicó
un tiempo apreciable dentro y fuera del país, a difundir la obra
de los poetas de La Plata. En este caso reunió a cinco, uno
diferente del otro, pero unidos por la amistad de décadas. No
éramos un grupo. Trabajábamos por nuestro lado y luego
convergimos en el volumen publicado y su celebración. Mi amistad
con Horacio Castillo fue un poco tardía. Cada cual tenía su
trabajo de varias horas, además yo viví dos años en la ciudad de
Buenos Aires, y en el medio de todo, viajes de ambos. Ahora sí,
cuando nos encontrábamos finalmente, compartíamos momentos
entrañables, la mayor parte de los cuales eran ajenos a la
poesía: intercambiábamos experiencias de la vida,
preferentemente. Horacio tenía un rasgo que pocos conocen y que
su excelente poesía no permite suponerlo: un gran sentido del
humor. Y era un ser humano incapaz de decir que no a
proposiciones, para lo que hacía esfuerzos ponderables
(contratapas de libros, palabras en una presentación, etc.).
Algo de lo que carezco después de más de cuarenta años de poesía
y mis propias obsesiones creativas.
4 — De tu ciudad
contemos que hay desde hace décadas dos clubes y sus muy
representativos equipos de futbol, Gimnasia y Esgrima, del cual
sos hincha y has sido jugador, imagino que en tu adolescencia, y
Estudiantes. Quién mejor que vos para que des cuenta del arraigo
de ambos y para que nos trasmitas cómo fuiste evolucionando,
regocijándote y sufriendo, con los vaivenes de tu equipo.
OB
—
Mi niñez y adolescencia estuvieron signadas por el
fútbol. Mi tío me llevaba desde chico a la cancha (lo que hoy
con la violencia existente sería una locura). En casa eran todos
de Gimnasia. Yo me pasaba las tardes de La Plata, en aquella
ciudad más provinciana y tranquila de entonces, jugando en
plazas, campitos… A los catorce años ingresé en las inferiores
de Gimnasia para hacerlo como "hombre de área". Los clásicos con
Estudiantes, una entidad, como decís, también muy
representativa, empezaban una semana antes: ¿me pondrán?,
¿ganaremos? Poquísimas cosas en la vida me produjeron tanta
adrenalina. Siempre recuerdo que Albert Camus, que de joven
jugaba de arquero, decía que sus primeras lecciones de ética las
aprendió en el fútbol. Hoy el fútbol, tal como se juega, me
aburre y sólo por fidelidad veo los partidos de Gimnasia.
O. Ballina con César Cantoni, Rafael F. Oteriño, Néstor
Mux, H.Castillo, A.Robino, H. Preler, R. Gil Soria,en 1992
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5 — “Navegando”
supe que trataste a Ezequiel Martínez Estrada, y que a Eugenio
Montale no sólo lo tradujiste, sino que también has conversado
con él. ¿Recrearías para nosotros aquellos encuentros?
OB
—
Ezequiel Martínez Estrada fue el escritor más bondadoso
que conocí. Yo venía de soportar los bombardeos en Magdalena en
la revolución del ‘63. Fue algo atroz. Un amigo que iba a Bahía
Blanca me invitó a acompañarlo y a conocer a Martínez Estrada,
con quien mantenía una larga amistad. Me trató con gran
comprensión y me enseñó muchas cosas, aparte de lo literario.
Pero lo más impresionante eran los dos gorriones que lo
acompañaban por toda la casa. Y se le posaban en los hombros.
Les abría la ventana y no se iban.
"¿Ve lo que se logra con
amor? Así lo hacía Guillermo Enrique Hudson, por ejemplo”.
Acababa de escribir el libro sobre Paganini. Creo que la
Argentina no fue justa con él, como tampoco con Leopoldo
Marechal.
A Eugenio Montale lo conocí en abril de 1981: vivía en la
via Bigli, de
Milán. Era muy cortés, algo parco y como sumido en la tristeza.
Me habló de su infancia en la Liguria y de que le habían
complacido las traducciones al español realizadas por el poeta
argentino Horacio Armani. Cuando yo le señalaba los valores de
su poesía, esbozaba una sonrisa y me decía que le hubiera
gustado ser tenor. Era amante de la ópera (fue crítico para el
“Corriere della Sera”). Cuando le mencioné su premio Nobel, me
comentó que le trajo también muchos problemas: le llovían libros
solicitándole su opinión, y no faltaba quien le pedía dinero.
Después de un momento de silencio, Montale dijo:
“La gran deuda de la
Academia de Suecia es con Cavafis”.
6 — ¿Puede ser que nos
des un pantallazo de los viajes de estudio que realizaste?
OB — Los viajes de estudio
inevitablemente terminaron siendo
viajes de escritura
sin habérmelo propuesto. Quizá haya sido —y es— el contacto con
“otras voces y otros ámbitos”. El más intenso fue el primero a
Estados Unidos, precisamente a New York y New Jersey, auspiciado
por el Rotary International. Formé parte de un grupo de estudio
representativo de diferentes disciplinas. Fue una experiencia
que marca una vida, porque los organizadores locales
configuraban el programa de actividades según la especialidad de
cada uno. Además estábamos alojados en hogares cuyos miembros
tuvieran afinidad con la actividad de cada candidato. Como era
gente muy influyente en la comunidad, nos abrían las puertas de
los lugares que elegíamos o con los escritores que, en mi caso,
quería contactar. Así fue que pude conocer y dialogar
extensamente con Edward Albee. Esto es, que nos movíamos desde
adentro. Sería largo detallar los nombres y cosas. Pero digamos
que yo iba a las universidades, a las escuelas, a difundir mis
traducciones al inglés de los poetas argentinos contemporáneos,
sobre los cuales no tenían ni idea. Paralelamente participaba en
mesas de lectura de poemas. Todo era multiétnico y lo curioso
—¡qué interesante el fenómeno poético!— es que el auditorio
quería escuchar a los poetas leyendo en su lengua nativa, aunque
no entendieran nada después de la versión inglesa. Era lo que
más le gustaba.
Aquello estuvo envuelto en el clima de rebelión por la
guerra de Vietnam sin represión, a excepción de alguno que otro
encontronazo.
Osvaldo Ballina con Luis Soulé, Gustavo Martínez Astorino,
Horacio Castillo y César Cantoni
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7 — Veintitrés
años tenías cuando recibiste tu primera beca y treinta y seis
cuando te otorgaron la segunda. ¿Cuáles fueron las
circunstancias en las que te fueron concedidas, a qué te
abocaste respecto de cada una de ellas, cómo fue capitalizar
esas incursiones siendo un veinteañero en un caso, y hace media
vida en el otro?
OB — Lawrence Durrell escribió
que los viajes nacen, no se hacen. En mi caso fue así. El primer
viaje fue a la edad justa, como un paso al futuro. La segunda
beca la gané por concurso en la Dante Alighieri de La Plata. Y también me llegó
a la edad justa —a mitad del camino de nuestra vida—, cuando uno empieza a vivir
la madurez vital y, otra vez, en mi caso, de palabra. Italia no
me negó nada. Tuvo muchas características parecidas a la de la
primera beca (lectura, encuentro con artistas, etc.). No quiero
ser redundante en este sentido. Como se verá en mi bibliografía
hay dos libros “italianos” que fueron escritos “in situ”. Pero a
partir de entonces el clima, las imágenes de dicho país se
fueron infiltrando en todos mis libros sin excepción.
“Confines”, esbozado en Sicilia,
“El viaje”, en Venecia, y habría más ejemplos todavía. Desde
entonces, regresé y regreso cuando puedo.
En Roma visité a Alberto Moravia, justo el día en que
ponía punto final a su novela
“Il
guardone”. Era un hombre de una inteligencia fría, con mirada
escrutadora, muy fino y elegante, características de su
ascendencia véneta. Emocionaba escucharlo hablar de su amistad
con Pasolini. Le gustaba mucho la poesía francesa. Sobre él
—como sobre Montale— escribí artículos para el suplemento
literario de “El Día” de La Plata.
8 — Al concluir el
detalle curricular que antecede nuestro diálogo, Osvaldo,
constan los títulos de los dos volúmenes antológicos de tu obra.
¿En ambos has sido el antologador? ¿Con qué criterios se
efectuaron las selecciones?
OB — Simplemente se buscó
unidad, concisión, y representatividad de un criterio de
escritura. La primera antología fue realizada por el poeta
Néstor Mux. La segunda antología la confeccioné yo incorporando
parte de la primera. Pienso que no tengo nada de qué
arrepentirme, aunque aparezca jactancioso, porque es exactamente
lo que quería poner y ahí va todo el riesgo. Un escritor tiene
que arriesgar en cada libro, procurar nuevas zonas de
conocimiento. De otro modo, sería como plagiarse a sí mismo.
9 — Mencionaste a
“Confines”: ¿poesía en
prosa o prosa poética? ¿Qué opinás que cuadra mejor para
denominar los textos que conforman ese poemario?
OB — Los límites entre géneros
se han extendido (o desaparecido). Para mí es poesía. Y el poema
en sí determina su forma. Eso es todo. Los ejemplos serían
innumerables en este sentido entre los más grandes poetas.
“Prosa poética” me resulta gracioso. Yendo a instancias
diferentes, ¿tendríamos que calificar de “poesía en cine” a
tantos films maravillosos? En mi particular visión toda obra de
arte tiene el ADN de la poesía, que es como el agua: adopta la
forma de aquello que la contiene.
Osvaldo Ballina con César Cantoni, Norma Etcheverry y Abel
Robino
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10 — ¿A qué otros
autores, además de Ernest Hemingway, Giovanni Arpino, Graham
Greene, Anthony Burguess, Italo Calvino, Wystan Hugh Auden,
Marcel Proust y Montale, has traducido?
OB
— Durante 1963 realicé para
la vieja Radio Municipal una serie de audiciones tituladas
“Detrás del Mar del Norte”, donde difundía autores ingleses del
siglo XX
mediante la
traducción de sus poemas:
Wilfred Owen,
Robert Graves, Stephen Spender,
D. H. Lawrence, entre
otros. Con autores franceses e italianos siempre me tocó
trabajar en prosa.
11 — ¿No prevés algún volumen que reúna exclusivamente tus
versiones al castellano de escritores de habla inglesa, francesa
e italiano?
OB — A esta
altura de mi vida, he dejado de lado la traducción y no me atrae
mucho esa tarea. Estoy abocado (cuando tengo suerte) a mi
costado creativo. Por otra parte, la traducción poética me ha
resultado siempre muy complicada por todos los resquicios,
ritmos, sonidos. Nunca me sentí del todo satisfecho con el
producto final. La traducción de un poema es absorbente al punto
tal de volver un obseso por una palabra al traductor. Así es por
lo menos en mi caso.
*
Osvaldo Ballina selecciona poemas de su autoría para acompañar
esta entrevista:
tierra sana donde pisa el sol
natal
tierra
sana donde pisa el sol natal
de la
desnudez precipitada
huele
placentario el mar negado
oculta
en el baniano se baña
la
miseria obligada
de sí
excluida
por la
salvajería de la pétrea razón
una vez
humana
(de "Memoria
de la India", 2012)
*
se separa del cuerpo la soledad
consumida
se
separa del cuerpo la soledad consumida
una
brisa ceñida en túnica amarilla
cambia
de color la hora
nadie
desampara a ningún dios
extrañas
comidas llegan de extrañas ciudades
palabras
que son territorios celebran
nupcias
ciegas a oficios de contrición
(de "Memoria de la India", 2012)
*
El santuario
desde el
ojo celeste del fuego
el alma
pájaro sucumbe al aire gozante
purifica
en vuelo la corrupta devoción
del
humano santuario
(de
"Profanaciones ínfimas",
2011)
*
Lo eterno
a tiempo
deriva, el silencio
polen
que cae sobre una flor fuera de control
(de "Profanaciones ínfimas",
2011)
*
refugio de altura
aquí en
las alturas nevadas
toda
lengua es reductiva
prensada
por el frío
los
sueños se desecan a la intemperie
en una
ceremonia invisible
pero
ajeno a toda soledad
oscuridad o claridad
por su
boca de sí reflejante
crea la
estrella guía
que
sobreviene
vacío
tras vacío
paisaje
tras paisaje
mundo
tras mundo
(de "Refugio de altura", 2014)
*
pan de invierno
el pan
de invierno es un ángel aparecido
que
espanta el pánico
ciencia
de lo natural absoluto
que da
dicha
a los
sonámbulos sensatos
y a los
plácidos locos
untados
todos de tiniebla
(de
"Refugio de altura",
2014)
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico:
en las ciudades de La Plata y Buenos Aires, distantes entre sí
unos sesenta kilómetros, Osvaldo Ballina y Rolando Revagliatti.
www.about.me/rrevagliatti
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