Patricia Severín: sus respuestas y poemas
Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
Patricia Severín nació
el 10 de agosto de 1955, en la ciudad de Rafaela, provincia de
Santa Fe, Argentina,
y reside en Santa Fe, capital de la provincia. Es Profesora de
Castellano, Literatura y Latín, egresada del Instituto Ángel
Cárcano de la localidad de Reconquista, y ha obtenido un
postgrado en Sicología Gestáltica en
la Asociación Gestáltica de Buenos Aires.
Participó en simposios nacionales y de Paraguay, Chile y Perú
con trabajos de ensayo y crítica literaria. Poemas y narrativa
breve de su autoría han sido incorporados a numerosas antologías
de su país y del extranjero. Publicó los volúmenes de cuentos “Las
líneas de la mano” (Faja
de Honor de la Sociedad Argentina de
Escritores 1998) y “Sólo
un amor”(Premio Único Publicación ASDE 1999); la novela “:salir
de cacería” (2013);
los poemarios “La
loca de ausencia” (Faja
de Honor de la SADE 1992), “Amor
en mano y cien hombres volando” (en
colaboración con Adriana Díaz Crosta y Graciela Geller), “Poemas
con bichos” (Premio Fondo Nacional de las Artes 2001 y
Premio Municipalidad de Buenos Aires por obra édita, bienio
2002-2003; dos ediciones), “Libro
de las certezas” (Mención
Especial del Jurado Premio Macedonio Fernández 2008), “El
universo de la mentira” y “Abuela
y la niña”. Entre otros, recibió el Primer Premio en cuento
en el Concurso Nacional Alicia Moreau de Justo, el Primer Premio
en cuento “Las Tierras Planas”, Premio Publicación Subsecretaría
de Cultura de la Provincia de
Santa Fe. Más sobre nuestra autora en
www.severinlopezseverin.com.ar y
www.severinlopezseverin.com.ar/blog .
1 — Agosto del ’55…
PS
— Nací
en el mes que comienza con la caña con ruda y termina con la
tormenta de Santa Rosa; mes frío y ventoso, aquí en Santa Fe, y
sobre todo en el campo. El año fue el de la revolución que se
dijo “libertadora”. Quizá estos sucesos marcaron mi vida; tanto
alboroto dio como resultado que mis días siempre fueran
dispersos: campo ciudad, ciudad campo, de aquí para allá
enlazando escritura, trabajo, casas, viajes, amigas de las
buenas, tres hijas mujeres, un varón, y una constancia a toda
prueba haciendo de éste, mi pedacito de mundo, el paraíso que
siempre anhelé.
Escribo
todo y a pesar de todo, desde mis lugares ocultos, desde la
furia y el abismo, la garra y el desamparo. Me gusta conjurar
palabras y usar las del amor (las que mejor me suenan), pero
también invoco a las perversas, las gastadas, las superfluas,
las bastardas. A lo largo del camino aprendí a callar y evito
que me roce el miedo. Vivo y viví siempre en la llanura, con
calor, río y distancia. Girando en mi provincia entre campo
monte mosquitos y ciudades. Y por mucho tiempo, mi trabajo, fue
el de productora agropecuaria: cría de ganado en el noroeste de
la provincia.
2 — Rafaela. Pormenoricemos sobre las dispersiones de
aquella y de esta Patricia, siempre residiendo en su provincia.
PS
— Nací
en Rafaela, ciudad gringa, colonia de piamonteses. Me fui de
ella a los dieciocho a estudiar a la capital de la provincia,
pero en vez de estudiar me casé y tuve cuatro hijos. Mi padre
murió no bien yo me fui a estudiar, y creo que una rebeldía me
tomó por dentro e hizo que cambiara el rumbo casándome tan
joven. A los pocos años murió mi hermana y otra vez se
modificó mi
camino: me fui a vivir a Reconquista, cerca de mi madre. Después
vino la separación, a los veintiocho, quedarme con mis cuatro
hijos, todos chiquitos, trabajar en el campo (Huanqueros) y
paralelamente estudiar Letras. Es por ello que el ir y venir
siempre fue una constante. Comencé a escribir desde niña pero
recién en ese momento —después de la separación y con la carrera
de Letras— me sistematicé. Por ese entonces (1983), María
Angélica Scotti y su marido, Walter Operto, vivían en
Reconquista, en ese exilio interior en el cual migraron algunas
familias en el tiempo de la dictadura. Con ella me inicié en los
talleres literarios y, junto a la carrera de Letras, me ordené
en las lecturas. Nunca más deje de escribir. Y algunos premios
importantes, como el de Alicia Moreau de Justo, me confirmaron
definitivamente el rumbo de mi destino.
Desde hace
casi diez años vivo en Santa Fe capital. Como soy reincidente,
volví a casarme y rearmé mi vida en este lugar. Amo deambular y
por ello, con mi marido, compramos una casita en las sierras
para seguir yendo y viniendo.
3 — Editorial Palabrava, por un lado, y Lectobus Alas de
Papel, por otro, te tienen desde hace unos años “al frente”.
PS — Editorial
PALABRAVA
—
www.editorialpalabrava.blogspot.com.ar —
surge ante la necesidad de modificar los términos
autor-editor-distribución-libreros. Junto a Alicia Barberis y
Graciela Prieto Rey, una calurosa siesta del enero santafesino,
nos juntamos a delinear un proyecto diferente. Nos dimos cuenta
de que lo que queríamos para nosotras (derechos de autor justos,
por ejemplo, y visibilizar nuestros libros) lo podíamos extender
hacia los demás escritores y escritoras de la provincia.
Hablamos con diario “El Litoral”, empresas, organismos e
instituciones, y así nació el primer proyecto de narrativa que
distribuimos con el diario: “Las cuatro estaciones de la
palabra”, a muy bajo costo para que todos pudiesen adquirirlos.
Allí publicamos nuestros libros y también los de Enrique Butti,
Carlos Morán, Sara Zapata, Alfredo Di Bernardo y Ángel
Balzarino. Paralelamente editamos una colección de poesía,
“Anamnesis”, dos libros infantiles en una colección que se llama
PALABRUJULA, y coeditamos otros con la Universidad Nacional
del Litoral. Este año comenzamos un nuevo proyecto: DOS
RÍOS, en una
salida anual de dos libros juntos; una autora de amplia y
reconocida trayectoria, Angélica Gorodischer, de la ciudad de
Rosario, y un autor novel, Jerónimo Rubino, de la ciudad de
Rafaela. Además, en “Anamnesis”, publicaremos —ampliando nuestro
proyecto— a Olga Zamboni, de la provincia de Misiones y a Lucía
Carmona de la provincia de La Rioja. Estos libros,
trabajados con fotografías, que se entrelazan con los poemas,
son la vedette de la editorial.
El Proyecto
del “Lectobus” —
www.lectobus.com.ar — viene de la mano de Alicia Barberis y
consiste en llevar la lectura a barrios vulnerables y pequeños
pueblos de la provincia. La idea es ofrecer a los niños, a
través de la lectura, un mundo más amplio y —a su vez— dejar
personas capacitadas que faciliten, desde su lugar, la pasión
por leer. Si queremos una sociedad lectora tenemos que comenzar
despertando el amor por los libros en los chicos.
4 — ¿Cómo fue “escribir junto a” otras dos poetas ese
volumen con firme resonancia refranera? ¿Se trata de poemas
compuestos por las tres?
PS
— ¿“Amor
en mano y cien hombres volando”?
Fue un proyecto extraordinario que escribimos con Graciela
Geller y Adriana Díaz Crosta en épocas de cartas enviadas por
correo. No había e-mail en ese entonces. Yo viajaba
de tanto en
tanto desde Reconquista a Santa Fe, donde me juntaba con ellas y
hacíamos una especie de taller:
un poema
contestaba al otro o continuaba la temática o la disparaba hacia
otro lugar. Fue un libro revolucionario del cual aún tengo
grandes satisfacciones. Mis dos amigas fallecieron en distintos
años en dos 25 que no se pueden olvidar: 25 de mayo y 25 de
diciembre. Eran dos poetas que marcaron rumbo. Con Graciela
publicamos luego las obras completas de Adriana, y el año que
viene sacaremos en “Anamnesis” el libro inédito que quedó de
Graciela.
Te cuento
una anécdota: hace un tiempo, por face,
me conectó un dramaturgo de la provincia de Entre Ríos —al que
no conozco— pidiéndome un ejemplar. Le contesto que ese libro
está agotado, pero ante su insistencia le fotocopio el mío, se
lo envío por correo y le pido que me cuente para qué lo necesita
con tanta urgencia. Me narra lo siguiente: tiene un sueño en el
cual aparece en las marquesinas de la muy porteña calle
Corrientes, una obra suya titulada “Amor en mano y cien hombres
volando”, escritas claramente sobre un gran cartel. Como él no
tiene ninguna obra así llamada ni jamás escuchó ese título,
cuando se despierta googlea para ver qué encuentra en Internet y
le sale mi nombre y el del libro. ¡Qué maravilla!, ¿no es
cierto?
Junto al pintor Miguel Ocampo
5 — Si bien carezco
de certeza, no puedo menos que suponer que María Victoria López
Severín, artista plástica, con quien compartís un Sitio, es hija
tuya. ¿Puedo pedirte unas líneas sobre ella?... ¿Tenés otros
hijos u otros familiares vinculados a un quehacer artístico?
PS
— Mi
hija María Victoria, que aún vive en Reconquista, es una artista
plástica con un talento único y exquisito. En este momento esta
abocada a lo social a través de la creación de cooperativas
textiles. Pero el arte no la abandona, por suerte. Mi padre fue
pintor y ella heredó esta capacidad, que parece se transmite de
abuelos a nietos. Mi hija menor, María Virginia, es bailarina y
ejerce su profesión en el Ballet Nacional de Danza Contemporánea
en Buenos Aires. Mi otra hija, Soledad, es Doctora en Biología,
vive en Santa Fe, a unas cuadras de mi casa. De ella tengo dos
nietos: Alfonsina y Nicanor, que por supuesto, son mi debilidad.
Leandro está en la construcción. Todo muy variado pero haciendo
cada uno lo que le gusta. Siempre los impulsé a que trabajaran
por sus sueños. Creo que es el único modo de realizarse en la
vida y de ser feliz. De la misma manera que yo soy feliz
escribiendo. El bienestar interior va por delante de lo
económico. Es decir, cuando una persona hace lo que quiere en la
vida y desenvuelve sus sueños, lo otro viene solo.
El arte llega por el lado de mi padre, de mi madre viene
el trabajo en el campo, al que nunca quise que quedaran
“pegados” mis hijos por obligación o mandato. Trabajar en el
campo es hermoso (sobre todo porque es independiente y al aire
libre, contrarrestando el encierro de la escritura) pero sólo si
se elige como tal. Es tremendo quedar prisionero de una herencia
o de un mandato.
Con
Jorge Boccanera, Laura Yasan y otros poetas
6 — ¿Qué hacía tu padre?
PS
— Estudió
arquitectura pero su pasión fue la astronomía. Él me guió en las
primeras lecturas de filósofos y de arte en general. Tuvo que
encargarse del campo que le dejó su padre, para sostener a
nuestra familia, a su madre viuda y a su hermana. Tanta
obligación acabó con su vida a los 47 años. Terminé una novela,
que me llevó años de escritura, “La Tigra” (el título es el
nombre de una estancia),
que es también
un pequeño homenaje a este hombre innovador, fuera del tiempo
que le tocó vivir, que se pasaba las noches observando las
estrellas desde el observatorio astronómico que construyó en la
terraza de su casa paterna. Se iba en los inviernos a Campo del
Cielo —provincia del Chaco— a investigar junto al Dr. William
Cassidy —astrónomo de la NASA que viajaba cada año
desde los Estados Unidos—, a buscar el Mesón de Fierro. De hecho
fueron ellos los que encontraron las mayores piezas del
meteorito. El más grande se denominó “El Chaco” y pesa
37 toneladas; es la segunda de mayor masa que se conoce
en el mundo
7
— ¿Y tu madre?
PS
— Mi
madre aún reside en Reconquista. Tiene 87 años, y creo que va a
vivir muchos más, gracias a Dios, pues viene de una familia sana
y longeva. Fue docente y la geografía era lo que amaba enseñar.
Este fue un gran punto de encuentro con mi padre. Cuando él no
estuvo y ella se jubiló, comenzó a ocuparse del campo. Papá
armaba avioncitos de madera balsa con mis hermanos varones, y en
el largo patio de nuestra casa de Rafaela, probaba diferentes
fórmulas, para el despegue de réplicas de cohetes que lanzaban
desde allí. Mamá aprobaba sus investigaciones, y todos los años
se iban con mi padre a distintos encuentros de geografía en
diversas ciudades del país.
8
— En una entrevista que te realizara María del Pilar Lencina
(1937-2011) declaraste: “Hablar
de la mujer, ‘desde la mujer’, es muy distinto —creo— que lo que
vinieron haciendo los hombres en el correr de la historia de la
literatura.” ¿Qué
autores (varones) lograron hablar mejor, según tu sentir, “más
desde la mujer”?
PS
— Prefiero
nombrarte autoras: Flannery O’Connor, Carson MacCullers, Alice
Munro, Dorothy Parker, Herta Muller, Virginia Wolf, por
supuesto, Mercé Reboreda, Doris Lessing, y la gran Irène
Némirovsky, que me hace venir a la mente a Sandor Marai, que
tiene personajes femeninos increíbles en “La
mujer justa” o en “La
herencia de Eszter”; también “Ana
Karenina”, del magistral Tolstoi. Luego está lo contrario:
Marguerite Yourcenar delineando el personaje masculino en su “Memorias
de Adriano”, por ejemplo.
Los
escritores y escritoras tenemos la suerte de vivir muchas vidas
y distintos sexos. Pero eso no quita que podamos sentirnos más
cómodos en unos que en otros. Yo me siento muy bien en la piel
de las mujeres, indagando en su corazón, en sus emociones y en
sus cabezas, y también relatando sus historias entremezcladas
con las mías.
9
— María del Pilar Lencina ha sido una poeta con la que durante
años he mantenido correspondencia postal, cuando dirigía sus
Hojas de Poesía “Hermano Luminoso”. No nos hemos conocido
personalmente. ¿Cómo la recordás vos, Patricia?
PS
— Con
muchísimo cariño. María —como le decíamos en el norte— era un
personaje de la ciudad. Escribía en un bar tradicional de
Reconquista, “Cheroga”, que era una prolongación de su casa;
allí te hacía las entrevistas, te citaba, conversaba de poesía y
sufría por Boca Juniors. Fue una poeta exquisita; trabajó con
ahínco por la pasión de su vida, la poesía, en esas hojas,
“Hermano Luminoso”, que hicieron historia en el país y en el
extranjero.
Patricia Severín con la escritora Sandra Gudiño
10
— En otra entrevista —para la revista literaria electrónica
“Remolinos” de Perú— afirmaste que provenías de la línea de
autores más viscerales y/o intimistas que intelectuales.
PS
— Yo
elijo autores/as que me conmuevan. Puedo admirar lo intelectual
pero lo que no me conmueve no deja huella en mí. Entre el
grandioso Borges, por ejemplo, y Cortázar, me quedo con Cortázar
o con Jamaica Kinkard o con Selva Almada o Julián López.
Patricia Severín durante un reportaje
11 — En su momento, aseveraste que después de tu
deslumbramiento ante “La
insoportable levedad del ser” de
Milan Kundera, había cambiado tu concepción de la literatura.
¿Cómo cambió entonces? ¿Volvió a cambiar después?
PS
— Absolutamente.
Ese libro abrió mi mundo literario. El impacto de estar leyendo
una ficción, que además te dice que es tal, y al mismo tiempo
logra hacerte vibrar de la mano de pasiones y mentiras,
aventuras y desventuras de personajes que sentís reales, fue una
conmoción. Esta concepción de la escritura se fue mezclando
luego con otra vertiente que viene de la narrativa de Carson
MacCullers. Ella dice que todo lo que escribió es algo “que
le pasó, le pasa o le pasará”. Yo creo lo mismo. Convertir
tu vida y la de los que te rodean en tu materia prima, en tu
mezcla preferida para levar lo literario, ya sea poesía o
narrativa, es mi modo de encarar la escritura.
12
— Tenés un libro que no darás a conocer: “La
voz bajo la falda” (consta
en la Red). Capciosamente pregunto:
¿qué tenés —o retenés— teniendo un libro que no darás a conocer?
PS
— Se
me fue la obsesión, como dice mi amiga, la escritora Marta Nos.
Y sin obsesión no hay libro. Aunque está escrito se desactualizó
para mí. Y si se desactualizó ya no tengo la necesidad de
editarlo. Del mismo modo, aunque un libro mío se haya publicado,
si siento que debo modificar algo para una edición posterior, lo
hago. Por ejemplo, reescribir un cuento. La obra es del autor
(autora), quien tiene todos los derechos sobre la misma. Esto me
lo enseñó hace muchos años Mempo Giardinelli, y me pareció una
postura válida, correcta.
13 — El
también rafaelino narrador y poeta Hugo Borgna en un análisis de
tu obra literaria encomilla de “:salir
de cacería” lo
que ahora reproduzco: “todo
lo que se pudre se convierte en familia”. Tremendo. ¿Qué
obras artísticas te han estremecido?
PS
—
Esta frase que comentás me estremeció en lo más profundo y me
mostró otro costado del concepto de familia; es del poeta Fabián
Casas. Y ahora que la traés a colación me doy cuenta de que casi
toda la idea de la novela
“:salir de cacería”, gira alrededor de ese tremendo
enunciado… que en realidad no es mi creencia, pero sí es el
comportamiento y la creencia de muchos de los personajes de la
novela.
Me estremecieron —en literatura— por ejemplo:
“Tres luces” de
Claire Keegan; muchos de los cuentos de Alice Munro, sobre todo
de su libro “Demasiada
felicidad”;
“Middlesex” de Jeffrey Eugenides;
“Todo cuanto amé” de
Siri Hustvedt; “La
historia del amor” de Nicole Krauss; los libros de
Némirovsky; los de Laura Alcoba;
“Crónica del pájaro que
da cuerda al mundo” de Murakami; algunos de la brasileña
Clarice Lispector; los de Irma Verolín tanto en narrativa como
en poesía…; es larga la lista, podría seguir dos páginas más. En
poesía te nombro a Joaquín Giannuzzi, a Laura Yasan, a Fabián
Casas, algunos libros de Santiago Sylvester, Gelman y Boccanera,
los de Marossa Di Giorgio y Fernando Pessoa… y también los de
Orlando Van Bredam. De hecho, todos estos libros y los que —por
cuestión de espacio no te nombré— están en el lugar de
privilegio de mi biblioteca.
Me estremecen también las pinturas de mi hija María
Victoria; las esculturas de Camille Claudel y de Lola Mora, los
cuadros de Frida Khalo.
14 — “Helada
negra” se titula
un libro tuyo de cuentos que pronto aparecerá a través de
Ediciones UNL.
PS
—
Tendrá diez cuentos. Justamente el título del mismo, que como
verás es ambiguo, pues puede interpretarse como “helada negra” o
“el hada negra” —depende de la manera en que lo nombres—, lleva
en sí mismo la carga emocional que porta cada uno de los
cuentos. Hay dolor por la muerte. La muerte de una prima, de una
hija, un padre, una hermana, una mano, de la amistad, del amor,
de la confianza, la pérdida y el reencuentro de la identidad, de
los bienes, y también la herida que años atrás se le hizo a
nuestra Patria con tantas otras muertes. Es un libro de pérdidas
aunque también creo que puede vislumbrarse en alguno de ellos un
nuevo nacimiento, una esperanza, después de tanto dolor.
15 — Además de la novela “La Tigra”, ¿tenés otros
libros inéditos?
PS
—
Tengo un libro de poemas que se denomina
“Muda” —otro título
ambiguo si se quiere, pues se refiere a la falta del habla o
quedarte sin habla, y a su vez al cambio, a la mudanza de las
cosas y de las personas—. El libro es muy duro al inicio y luego
se va convirtiendo en algo más luminoso, en su travesía hacia el
final.
Estoy terminando una novela breve,
“Dos abuelas” y otro
poemario que como título provisorio lleva
“Difícil decir que no”.
Ah… y también estoy escribiendo un libro de Qhabala, cuyos
conceptos los vierte mi profesora Beatriz Ulrich, y cuyo fin es
que este Conocimiento pueda ser comprendido y aprehendido por
todo el que lo desee; que ya no sea hermético ni para un
grupúsculo de escogidos.
16
— Roberto Fernández
Retamar se pregunta en una carta-poema: “¿Qué
le ocurre al novelista cuyos personajes, de pronto reales, se
ponen a vivir por su cuenta?” ¿Qué
te ocurre, Patricia, cuando algún personaje se pone a vivir por
su cuenta?
PS
—Te
sorprende. Te sorprende muchísimo… y se los deja crecer. No
queda otra. Y luego estás maravillada por el rumbo que han
tomado. Esas criaturas se inventaron sus vidas ellas mismas. Y
más tarde viene lo contrario, los personajes que sobran en la
historia, que no encajan en ningún lado, que no van a ninguna
parte y tenés que sacrificar. Es muy triste, te lo aseguro. Es
penoso. Me resisto… pero al final lo hago: elijo la historia.
Esos mueren y es difícil enterrarlos. Hago lo que sea para que
sobrevivan. En “La Tigra” por ejemplo,
muchos personajes tuvieron que quedar de lado… pero irán a
cuentos. Es más, ya están en cuentos que aún no he juntado para
un volumen. Pero, y va otro ejemplo, tengo una novela que
transcurre en Uruguay —escrita a medias— y no sé que haré con
ella y su gente… y me resisto a perderlos de vista.
17 — ¿Qué relación existe entre obra y experiencia
poética? ¿Son inseparables?
PS
—
Para mi son inseparables. Absolutamente. Porque emocionalmente
no tengo manera de separar las dos.
Con Jorge Boccanera,Laura Yasan y otros poetas
18 — ¿Influyó en algo tu trabajo de productora
agropecuaria?
PS —
Muchísimo. Los climas de mis obras —en general— están
traspasados por la naturaleza, por los animales, los árboles, el
silencio, la lluvia, el campo. Y a veces me pasa algo que no es
del todo grato. Leyendo novelas de autoras —en este caso
argentinas—, veo que colocan cosas incorrectas —sobre lo que se
hace o pasa en el campo—, y esto me saca de la historia y me
cuesta volver a ella. En la que termino de leer, la autora
nombra en simultáneo al trigo, el girasol y la soja, como
sembrados que pueden ir a la par. Esto no es así. El trigo se
siembra en invierno y cuando se lo recoge se siembra la soja y
puede sembrarse también girasol. Dice también que con la brisa
la soja oscilaba…; el trigo, quizá… y cuando larga la espiga y
oscila, es muy bello de ver. Pero nunca vi oscilar la soja.
En otra novela, un auto viejo se descompone y es tirado
con una soga, mientras sus ocupantes se trasladan a la camioneta
que los auxilia. ¿Cómo va a ser guiado el auto descompuesto sin
nadie al volante y arrastrado por una soga?
Hay cosas que para el
que trabajó en el campo son obvias. Abelardo Castillo, por
ejemplo, tiene cuentos magistrales que suceden en el campo, y
escribe con una precisión y un rigor tal, que parece que ha
vivido allí.
Sé que no es fácil para alguien de la ciudad entender
cómo funcionan algunas cosas en el campo. Pero ahora con
Internet la información está al alcance de todos.
19 — ¿Cómo te resuenan las palabras “tributo”,
“endeblez”, “hipocondría”, “retahila”, “atrabiliario”,
“bolonqui”, “disperso”?
PS
— Tributo:
homenaje ganado, bien merecido; endeblez: falta de
voluntad para vivir; hipocondría: lo que no tengo;
retahila: madre pesada que no termina nunca de quejarse ante
sus hijos; atrabiliario: si es sinónimo de mal carácter,
esa no soy yo; bolonqui: lo que hay en mi escritorio
aunque siempre me diga lo contrario; disperso: muchos de
mis días.
20
— Según he leído,
Haruki Murakami habría opinado que escribir una novela es un
reto y escribir cuentos, un placer; que es la diferencia entre
plantar un bosque o plantar un jardín. ¿De qué otro modo
expresarías que escribir una novela es…, y escribir cuentos es…?
PS
—
Escribir una novela —para mí— es meterse en un universo que no
sabés cómo se va a construir, ni qué resultado tendrás con él.
No definiría a un cuento como una escritura de placer pues a
veces se hace muy doloroso escribirlos, y otras veces dan
muchísimo trabajo para que queden como una quiere dejarlos. En
cambio en una novela si hay algo no tan exacto no se nota en el
conjunto: es como un río con afluentes, no siempre baja limpio.
El cuento es una isla o un lago, si queremos seguir con la
comparación del agua, y no debe tener meandros ni costas
desprolijas: delinearlo pensando en lo perfecto y acabado,
aunque a veces no nos salga tan así.
21 — ¿Qué —que puedas y quieras contar— te enorgullece?
Y, ¿qué —que puedas y quieras contar— no te enorgullece?
PS
—
Me enorgullecen mis hijas, haberlas criado con los valores que
las crié. Lo que hice con y de mi vida, corrigiendo los errores
a medida que avanzo en el camino. Me enorgullece el esfuerzo que
puse —y pongo— en la pasión y la responsabilidad de la
literatura, y en que cada obra no se repita y pueda tener su
propia voz. Las amigas que tengo y el empeño en construir la
amistad. Mi nuevo matrimonio y el viraje que di en la concepción
de la pareja. Me enorgullece la persona que he llegado a ser a
partir del desafío de mi búsqueda interior.
No me enorgullece la disputa entre hermanos, las
pequeñeces o miserias que a veces me descubro pensando, cómo
malgasto el tiempo de tanto en tanto. Tampoco me enorgullece
criticar o pensar mal de la gente (cosa que trato de enmendar) o
algún brote de ira o malhumor, resabios que limpio de inmediato
no bien los diviso.
22 — ¿A qué
escritores fallecidos —de todos los tiempos— te hubiera gustado
conocer en persona?
PS
—
A Manuel Mujica Laínez, exquisito diseñador de tramas e
historias. Poder quedarme mirando junto a
él, desde “El Paraíso”, su casa de Cruz Chica en la
provincia de Córdoba, el paisaje maravilloso de las sierras.
Ahora que yo también tengo mi propio paraíso, voy caminando por
esas callecitas cerca de donde Manucho pasó gran parte de su
vida, y me pregunto por sus escritos —no valorizados aún como
corresponde—, su
extravagante existencia, sus pasiones, su amor por la belleza. A
Clarice Lispector…: conversar de su mundo literario intangible,
esotérico y magnífico; a Cortázar,
por supuesto, para charlar sobre Cronopios y
Famas, y sobre su visión del mundo que deja entrever
misterios, vidas paralelas, yuxtaposición de tiempos y
personajes; a Irène Némirovsky para decirle cuánta admiración
tengo por su obra y por su valentía, y protegerla de los
asesinos, que primero la entregaron y luego la mataron a los 39
años, en un campo de concentración. Es increíble que haya
escrito semejante obra con tan poca edad.
*
Patricia Severín selecciona poemas de su autoría para acompañar
esta entrevista:
De
“Poemas con bichos”:
/Hoy me fui
de todos y de todo
de mí
de Dios
tan jodida me fui
resbalando por mi cuerpo
haciendo equilibrio
con la sombra de las uñas
Hoy me fui sin cantar
—yo nunca supe—
guiñando un ojo a la
vergüenza
desnuda sobre la helada
me fui/
/quisiera ser un bicho
más/ no este animal doméstico/
*
Tengo
encerrada una serpiente en un frasco verde
En realidad
el frasco es transparente
la serpiente
es verde
No es una
serpiente
dice mi hija
es una
culebra enorme y larga
destrozada
por un perro
Soledad
colecciona
culebras,
serpientes,
víboras
Reptiles
En fin
:mira la
belleza donde pocos la ven
Se ha vuelto
sabia
Puede raspar
escamas
para separar
lo que
parece
de lo que es
También
yo mudo de piel
de invierno
a verano
el que me
conoce
no me conoce
y dice que
quiere a la otra
la que
empuñaba su lengua bífida
en vez de
abrazar el silencio
busca a la
que no soy
la que
vendrá ya esta en mí
*
De
“El universo de la
mentira”:
ANTICIPO
Todos estaban allí
hurgando dentro de
mi boca
respuestas
que no podía darles
Se empeñaban en
clavar astillas
Ni vestigios de la que fui
ni presencia de la
que soy
un sopor de uva
en el cuenco de la
frente
Todos estaban allí
hurgaban
yo quería decirles
que lo único mío
eran las esses
las esses de mi
nombre que colgaban de mí
Pero no iba a
conformarlos
Entonces discurrí la manera de partir
dejar la multitud
ya no lloraba
sólo miraba el
mundo
como una crema
espesa
negra
*
SALDO
la malparida
la hermosa
se ha sacado los ojos
para
quedar allí
definitivamente
en la casa vacía
la pequeñita
que separa el estante
los libros
la cocina
la pelusa
el polvo
su llavero
el celular
la tierna desolación que ocultaba tras la nuca
la ocupada
la desolada
la maltrecha
la despenada
la desvirgada
la majestuosa
la deshojada
la tenebrosa
la malhablada
la conchuda
la soñada
la ceñuda
hunde las venas
en el vacío
de la gillette
de la casa
*
De
“Muda”
(inéditos):
Perspectivas
No
tengo un lugar elevado
por
donde mirar
a
ras del suelo
es
difícil ver el mundo
hay
hollín por todas partes
la
virtud se escurre en la boca de tormenta
Pido
sangre para el que está sepultado
:trepo al tapial /gano altura
máscaras móviles no entran en esta cavidad
pasan lentas
como
un tren de otoño
como
una tos que se expulsa en otro lado
Me
juego el todo por el todo
y me
elevo un poco más
Hago
pulpa de esquirlas con las manos
un
líquido negro me emborracha
Tiro
anzuelos para cazar pirañas
para
no pensar
No
hay nada que mirar
desde aquí arriba
que
no vea desde abajo
*
Rock
Charly
se arrojó desde lo alto a la piscina
y
esta bruma no disipa
quizá algo de locura venga bien
algo
no
esta barbarie
que
serpentea por el piso
reguero de pólvora
se
incrusta en las paredes
dejando boquetes más grandes que una colt
(Nadie
se da cuenta
cómo
tiemblo
sordomuda encerrada en el altillo
el
cuerpo no responde
traqueteo / carromato
que
devora hasta la lengua)
¿Vamos
a cruzar el charco en barquito de papel?
Siempre
nos pasa lo mismo
No
veo el cielo en llamaradas
sólo
ceniza que se arrastra
babosa rociada con sal
Hay
un éxodo dispuesto a dispararse
dame
un rock
un
rock cargado
Charly
para
no escuchar
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las
ciudades de Santa Fe y Buenos Aires, distantes entre sí unos 467 kilómetros, Patricia Severín y Rolando
Revagliatti, 2015.
http://www.revagliatti.com.ar/ultinf_severin_full.htm
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