Paulina Vinderman: sus respuestas y poemas
Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
Paulina Vinderman
nació el 9 de mayo de 1944 en Buenos Aires, ciudad en la que
reside, la Argentina. Estudió Bioquímica e Historia del Arte. Ha
sido incluida en numerosas antologías y traducida parcialmente
al italiano, inglés, rumano, francés, catalán y alemán. Tradujo
del inglés poemas de Sylvia Plath (Tulipanes, Universidad de
Nuevo León), John Oliver Simon, Emily Dickinson, James Merrill,
Michael Ondaatje, entre
otros. Colaboró con Nina Anghelidis en la traducción al
castellano de “Votos por Odiseo”, de la poeta griega Iulita Iliopulo. Citamos
algunas de las distinciones obtenidas: Primer Premio Municipal
Ciudad de Buenos Aires (bienio 2002-2003) —habiendo antes
recibido el Tercero y Segundo Premio (bienios 1988-1989 y
1998-1999 respectivamente)—; Premio Nacional Regional de la
Secretaría de Cultura de la Nación (cuatrienio 1993-1996);
Premios Fondo Nacional de las Artes 2002 y 2005; Premio Anillo
del Arte a mujeres notables 2006; Premio Literario de la
Academia Argentina de Letras, género Poesía, 2004-2006, a
trayectoria y por su libro
“Hospital de veteranos”; Premio Citta’ di Cremona 2006 al
conjunto de su obra; Gran Premio de Honor de la Fundación
Argentina para la Poesía; Premio Esteban Echeverría. Poemarios
publicados entre 1978 y 2014:
“Los espejos y los puentes”,
“La otra ciudad”, “La
mirada de los héroes”,
“La balada de Cordelia”,
“Rojo junio”,
“Escalera de incendio”,
“Bulgaria”, “El
muelle”, “Hospital de veteranos”, “El
vino del atardecer”,
“Bote negro” (en 2010 por Alción Editora, en la Argentina, y
por Vaso Roto Ediciones, en España-México),
“La epigrafista”,
“Ciruelo”, además de
las antologías “Cónsul
honoraria” (2003),
“Transparencias” (Arquitrave Ediciones, Bogotá, Colombia,
2005), “Los gansos
salvajes” (Universidad Autónoma de Nuevo León, Posdata
Ediciones, México, 2010),
“Rojo junio y otros poemas” (2011). En 2013 en Francia,
Lettres Vives editó de modo bilingüe, con traducción de Jacques
Ancet: “Barque noire /
Bote negro”, mientras que con traducción de Alessandro
Prusso, este poemario apareció en Génova, Italia, a través de
Editorial de lo Imposible.
1 — En la
Universidad de Buenos Aires te recibiste de bioquímica.
¿Ejerciste? Y supongo que no concluiste la carrera de Historia
del Arte. ¿Es así? Te propongo que rememores tus años de
estudiante. Y cómo fue transcurriendo tu vida mientras cursabas
y aun después, hasta que se socializa
“Los espejos y los
puentes”. Eso: llevanos hasta los espejos y los puentes.
PV —
Mi enamoramiento del lenguaje empezó en la infancia, todo empezó
allí.
Aprendí a leer y escribir antes de la escuela y me
salteé un grado. A los ocho años decidí ser escritora; quería
ser como esos autores que tanto amaba; era una lectora voraz y
precoz. Creí que iba a ser narradora, escribía cuentos y fundé
un club literario con mis amiguitas del barrio. A los diez
apareció “de la nada” el primer poema y fue un deslumbramiento;
no porque creyera que era buenísimo (risas), si no porque
descubrí que eso era lo mío; no sabía explicarlo pero había
encontrado mi lugar, mi respiración, mi destino (suena dramático
pero así lo viví).
Por supuesto, quería estudiar Letras. Por supuesto, un
padre autoritario y una madre enferma, en un contexto de poco
dinero, se opusieron con violencia. No tuve ninguna ayuda. Elegí
Química porque esa carrera me había seducido y la Biología más
aún. El misterio de la vida. Y por otra parte era un mandato
familiar.
Siempre fui curiosa y estudiante nata. Sufrí mucho de
todos modos, pero la carrera fue un salvoconducto: decía que
estudiaba por la noche y leía, leía, leía. Y escribía, claro.
La carrera me sirvió para independizarme, ganar mi
dinero; me dediqué a la bacteriología y era buena, seria,
responsable. Adoré el microscopio, el mechero de Bunsen ardiendo
en la mesada. Me había convertido en un gato de dos mundos, dos
vidas. Cuando publiqué mi primer libro, dejé la profesión;
perfeccioné mi inglés, empecé a traducir y crear talleres de
lectura y escritura.
La ciencia me dio mucho: paciencia, método, mente amplia;
me formó, pero el dolor de la incomprensión de mis padres, no se
curó jamás.
Historia del Arte la estudié en forma privada; en
realidad, no dejo de estudiarla: la relación poesía pintura es
una de mis obsesiones. Estoy escribiendo un libro que explora
ese territorio.
2 — En noviembre
de 1990 “confesabas” que Wallace Stevens, William Carlos
Williams (“Su realismo no
imitativo”, aducías en la revista “Babel”), Elizabeth
Bishop, R. L. Stevenson, lograban que Walter Benjamin, Ludwig
Wittgenstein y Raymond Carver pudieran esperar. Y a fines de
2014, ¿qué autores logran que otros puedan esperar? ¿Y qué
autores ya no deben tener la menor esperanza de que vuelvas a
ellos, y por qué?
PV —
Estoy leyendo filosofía y ensayo sobre todo, además de poesía.
Supongo que los novelistas y cuentistas me esperan un poco más
(risas). Aunque he leído novelas muy buenas de John Banville, de
Anne Michaels, de Coetzee, en los últimos tiempos.
Me encanta releer. En los veranos, cuando dejo de dar
taller, hago festivales: de Tostoi, de Chéjov, de Virginia
Woolf... Siempre descubro algo nuevo y es muy, muy enriquecedor.
No volvería a leer, sospecho, a Pound, Leopoldo Lugones,
Whitman.
No me aportarían nada y hay algo de empatía faltante
entre ellos y yo.
3 — “Poesía no de atajo sino de ir al grano directamente”, concluye
Gabriela De Cicco su comentario a propósito de
“Escalera de incendio” (“confirmar
un camino”, añade, citando los títulos de tus cinco
poemarios precedentes), en “La Capital” de Rosario, Santa Fe,
hace diecinueve años. ¿Hasta ahí coincidís? Y a partir de
“Bulgaria”, ¿cómo ha
seguido indagando tu poesía?
PV —
Sí, aunque soy más consciente de lo que no hago que de lo que
hago. No balbuceo, no fragmento; en general reúno, a veces en
forma de collage, pero casi siempre tratando de lograr fluidez.
Un lenguaje de encantamiento para un mundo desencantado. En
ocasiones, sin darme cuenta, uso un tono narrativo que va
llevando a una epifanía, a una revelación o a una
intensificación del pensamiento, o un interrogante que arde más
que si fuera una revelación. Después de
“Bulgaria”, todos mis
libros tuvieron un hilo conductor; no se trataba de poemas
aislados sino de cuentas del mismo collar, de la misma
preocupación. Desconozco la razón; simplemente obedezco al poema
que elige su forma.
Y continúo escribiendo de ese modo. El fìnal resulta
más claro: la pera cae madura
y la veo caer. No sé si es esa la razón; creo que, en el
fondo, escribo así, un poema largo, un único poema. Tal vez mi
respiración se amplió.
Paulina Vinderman con R. Rubio, B. Schaefer Peña, Zulema de
Artola, Ester de Izaguirre, A. L. Ponzo, G. Maturo, N. Barleand,
M. Silber, M. A. Díaz y G. Caprarulo
4 — En los ‘50 el
español Rafael Alberti publica
“A la pintura” y en
2001 la argentina Juana Bignozzi da a conocer
“Quién hubiera sido
pintada” (cito apenas dos de los numerosos poemarios
íntegramente concebidos a partir de la incidencia de la
pictórica en los poetas). ¿Qué articulación tendrá el tuyo, el
que explora el territorio poesía y pintura? ¿Hay alguna otra
colección de poemas en los que estés trabajando?
PV —
Además de los citados, recuerdo
“Las musas inquietantes”
de Cristina Peri Rossi. No estoy escribiendo un homenaje a
pinturas o pintores. Es, en realidad, una reflexión sobre la
génesis del impulso, sobre la profunda necesidad humana del
arte. Y sobre la íntima relación entre poesía y pintura. Georges
Braque decía: “El clima:
hay que lograr una
cierta temperatura que haga las cosas maleables”, entre
otras notas reunidas en
“El día y la noche”. Wallace Stevens en
“Adagia”, lo
explicitó: “En gran
medida, los problemas
de los poetas son los problemas de los pintores” y agregó un
lema maravilloso: “La lengua es un ojo”. En mi caso no son notas para un ensayo: son
poemas; aparecieron, es decir, golpearon a mi puerta y me
comprometí con ellos, como suele suceder. El poema para mí es el
lugar donde todo sucede, donde se unen lo vivido, lo soñado, lo
leído, lo olvidado, lo imaginado. Los pintores que aparecen, en
algunos de los poemas, lo hacen sin que me lo haya propuesto.
Y con respecto a tu otra pregunta, tengo dos libros
inéditos, a la espera.
Paulina Vinderman con los poetas Osvaldo Ballina y Rafael
Felipe Oteriño
5 — El profuso volumen de Alberti, además de abordar los
colores, los implementos del artista (incluyendo la mano), las
características y condiciones de producción, se detiene, por
ejemplo, en Piero Della Francesca, Veronés, Poussin, Pedro
Berruguete, Lino Spilimbergo, Portinari, Lino Seoane. ¿Qué
pintores, Paulina, “te detienen” más en su contemplación?
PV —
Hablo, por lo general, de artistas, no de estilos determinados,
así como en poesía me interesan las voces y no tanto los
“ismos”.
La lista de “mis” pintores es enormísima; enumeraré los
que jamás podría olvidar citar: Caravaggio, Rembrandt, Vermeer,
Joseph Mallord William Turner, Velázquez, Cezanne, Brueguel el
viejo, Braque, Klee, Kandinsky, Magritte, de Chirico, Georges de
La Tour, Mark Rothko... Además, en primerísimo lugar, los
pintores de las cuevas del paleolítico, que me tienen hechizada.
Paulina Vinderman con Carolina Massola en 2016
6 — Si fueras una
artista plástica, ¿qué temáticas abordarías, con qué
procedimientos?
PV —
No lo sé, Rolando, no soy una artista plástica (risas). Me
encanta el óleo; pero ¿usaría acrílico para experimentar? Adoro
la acuarela, ¿la usaría? Sé que trabajaría el claroscuro. Sé que
trataría de dar al color sensualidad, que oliera, además de
hablar. Sé que me aproximaría
al objeto para diluirme en él; sólo me alejaría para la
corrección final, como en el poema. Y como tanto la poesía como
la pintura son intemporales, mi obsesión por lo efímero se
expresaría también en ese medio. Creo que lo fugaz me acerca a
la sensación de eternidad.
7 — Van dos versos de Bignozzi de la breve colección
citada: “me han dicho que
soy lo único que una mujer de izquierda / llevaría a una isla
desierta más un poco de música”; y mi recuerdo de la
respuesta de la actriz argentina Amelia Bence a una encuesta de
una “revista de actualidad” (más o menos así):
“Las dos únicas cosas que
me llevaría a una isla desierta serían un cepillo de dientes y a
Peter O’Toole.” ¿Qué te resultaría imprescindible en dicha
circunstancia?...
PV —
Llevaría El Quijote, las obras de Shakespeare y los dos libros
de Alicia, de Lewis Carroll. Además de estos ítems tan
previsibles, me llevaría a un animalejo de juguete (en lo
posible gato, perro, tigre, león) al cual hablar y con el cual
compartir la aventura.
Paulina Vinderman con Liliana Díaz
Mindurry, Patricia Bence Castilla, Enrique Solinas
y Gustavo Tissoco
8 — ¿Qué autores, qué asuntos abordan los artículos que
has ido divulgando en publicaciones periódicas? ¿Prevés la
reunión de ese quehacer en algún volumen? Y complementariamente,
¿a quiénes valorás más en el género ensayo?
PV —
He escrito sobre Raúl Gustavo Aguirre, sobre Edgar Bayley, sobre
“Poesía Buenos Aires”, sobre Joaquín Giannuzzi. He escrito sobre
Stevens, sobre Sylvia Plath, sobre Álvaro Mutis, sobre los
poetas platenses, sobre Jorge García Sabal. También sobre los
pintores contemporáneos Ronaldo Enright y Ariel Mlynarzewicz. Y
he escrito sobre Poesía, en ponencias, en el discurso en la
Academia Argentina de Letras, etc. Hay mucho más; estoy
nombrando todo lo que se acerca al ensayo; has dado en el clavo,
Rolando, porque estoy pensando en reunirlos y ampliar algunos
trabajos sobre poetas más jóvenes.
Admiro los ensayos de Stevens, de W. H. Auden, de Joseph
Brodsky, de John Berger, de Pascal Quignard. De nuestro país,
además de los ya citados Bayley y Aguirre, admiro a María
Negroni, su deslumbrante escritura.
“El arco y la lira” de Octavio Paz fue muy importante en mis
comienzos.
9 — Precede la última frase de la novela
“Varamo”, del
bonaerense César Aira, las siguientes:
“Si una obra deslumbra por
su innovación y abre caminos inexplorados, el mérito no hay que
buscarlo en la obra misma sino en su acción transformadora sobre
el momento histórico que la engendró. La novedad vuelve nuevas
sus causas, las hace nacer retrospectivamente de ella. Si el
tiempo histórico nos hace vivir en lo nuevo, el relato que
pretende dar cuenta del origen de la obra de arte, es decir de
la innovación, deja de ser un relato: es una nueva realidad, y a
su vez la misma de siempre y de todos.” ¿Qué te promueve lo
que acabás de leer?
PV
— No hay progreso en arte. Sí renacimiento, porque la creación
es eso: un verdadero renacer. En el caso de la poesía, volver a
nombrar el mundo, como si fuera la primera vez, con lucidez y
con asombro al mismo tiempo. Bayley hablaba de
“estado de
inocencia y estado de alerta”, ¿recordás? Por supuesto, coincido con
la influencia del tiempo histórico; el poeta es un cronista de
su época, lo quiera o no, aún siendo la poesía intemporal, en lo
profundo de su corazón (esto no es una paradoja aunque lo
parezca).
Paulina Vinderman con Jorge Paolantonio, Liliana Díaz
Mindurry, Leopoldo Castilla y Antonio Requeni
10 — ¿Por dónde anda el esbozo del largo ensayo que
aspirabas, hace unos años, realizar sobre Hans Christian
Andersen? ¿Por dónde andan otros eventuales esbozos?
PV —
Ay, quedó en proyecto. Gracias por recordármelo. Espero
cumplirlo alguna vez. Andersen es un poeta maravilloso. Y, sí,
hay más esbozos. No alcanza la vida (risas), no alcanza. Por
otra parte, cuando el poema llega, nunca lo traiciono; lo invito
a pasar, le sirvo café, le doy mi mejor sillón (más risas).
11 — Tu padre, su autoritarismo (¿su prosaísmo?),
“ni sueños ni palabras”,
y tu “Bulgaria”, ajuste de cuentas-epílogo poético, y allí el
color, aunque “…un cuadro
/ donde el mar está pintado con tan poca fe / que no sabe si
quedarse cuando llegue la noche.” Imagino que el poema que
da título a tu libro del ’98 ha de haber conmovido a muchos. ¿De
qué otros poemas tuyos te parece que has recibido más
comentarios? ¿Acaso de aquellos que estableciste con subtítulos
(“oleo sobre papel”, “poema sin adjetivos”, “arte poética
matinal”, “una poética urbana”, etc.)?
PV —
Gracias, Rolando, sí, “Bulgaria” fue mi poema aislado más
alabado; otros fueron “La dama del mediodía” (poema sin
adjetivos), por ser un tour de force y “La muerte
de la imaginación”. También “En ninguna parte”, el poema final
de “Escalera
de incendio”. No recuerdo mucho más, sólo que después los elogios
fueron dirigidos al libro como unidad, tal como había sido
escrito. “La balada de
Cordelia”, un único poema dividido en cantos a la manera de
las antiguas baladas, también tuvo lectores entusiastas, sobre
todo jóvenes, algo que me emocionó.
Paulina Vinderman con Cayetano Guzmán, Rogelio Ramos
Signes e Inés Manzano
12 — Es a la “viajera incompleta” (ver
“Escalera de incendio”)
a quien pregunto sobre su condición de viajera: cómo la has
ejercido, en qué época, por dónde, con quiénes.
PV —
Cuando digo “incompleta” me refiero a una sabiduría anhelada; la
de una mirada afilada, que pudiera captar el mundo en sus
contradicciones, crueldades y maravillas, en una aceleración de
la percepción como es la poesía. El viaje como escritura y la
escritura como viaje. No digo nada original. A los ocho años
aseveraba que iba a ser escritora y exploradora (risas). Algo se
hizo realidad.
Recorrí el continente desde la Patagonia hasta México,
por tierra: auto, tren, ómnibus, camión. La visión profunda, la
de las calles secundarias, no las avenidas de la Historia.
Comencé a los veintidós años: con un grupo de locos de la
Universidad nos largamos a Cuzco, Perú, con poco dinero. A
partir de allí siempre busqué compañeros/as estrafalarios como
yo; conocí a mi marido y ya no paramos. En 1991 logramos el
“Buenos Aires-Caracas, Caracas-Buenos Aires”, en un Fiat 128.
Estuvimos dos veces en el Amazonas. Recorrí en auto Europa hasta
Finlandia en 1974; no detallo más a riesgo de aburrir. Ahora la
edad nos hizo detener. Siento una nostalgia infinita, natural.
13 — ¿Qué te
parece si nos trasmitís cómo ha sido tu modo de colaborar con la
poeta griega Nina Anghelidis en la traducción de
“Votos por Odiseo” y
qué trasunta esa poética? ¿Se editó, tal como atisbé en la Red
que llegaría a suceder, la obra de Iulita Iliopulo a través de
la Universidad de Granada?
PV —
Fue un trabajo muy interesante porque mi aporte era el
conocimiento profundo del castellano que Nina no tenía. En
realidad, en la traducción, siempre se aprende más del propio
idioma que del traducido. Trabajamos a conciencia, rodeadas de
diccionarios de griego y de español y mis preguntas eran siempre
orientadas a si esa palabra usada por Iulita era sofisticada o
cotidiana, etc. También teníamos desplegados sobre la mesa,
todos los libros de Odiseas Elytis; el libro era un homenaje a
ese magnífico poeta, compañero de Iulita que había muerto
recientemente.
Sé que se editó pero perdí el rastro después de tantos
años; Nina volvió a su país casi enseguida.
14 — ¿Qué
diferencias te encontrás como traductora hoy y como traductora
hace… treinta años? ¿La traducción siempre es reinterpretación?
PV —
No hay mucha diferencia salvo la experiencia de la acumulación
de tiempo. Para mí la traducción es un desafío mayor que el
poema. Es interpretación: del espíritu del poeta, de su estilo
(sencillo o intrincado), de su lenguaje, sus preocupaciones, su
vida. Además del texto a traducir, leo todo sobre el autor/la
autora. Y busco una música de nuestro idioma que se aproxime.
Paulina Vinderman con Alejandro Méndez Casariego y Gerardo Lewin
15 — Dirijámonos a lo que redactó el también traductor
Julio Cortázar, en el primer párrafo de “Permutaciones”, una de
las secciones de su “Salvo
el crepúsculo”: “¿Por
qué en literatura —a semejanza servil de los criterios de la
vida corriente— se tiende a creer que la sinceridad sólo se da
en la descarga dramática o lírica, y que lo lúdico comporta casi
siempre artificio o disimulo? Macedonio [Fernández],
Alfred Jarry, Raymond Roussel, Erik Satie, John Cage,
¿escribieron o compusieron con menos
sinceridad que Roberto Arlt o Beethoven?” ¿Cómo proseguirías
reflexionando, Paulina, a partir de lo encomillado?
PV —
Un debate eterno, siempre repetido. La sinceridad no tiene nada
que hacer en arte; sí autenticidad. No se deben confundir.
Reivindico la ficción para la poesía; sabemos que la ficción
suele calar más hondo que la realidad. ¿Qué importa que algo
haya sucedido en marzo si suena mejor noviembre? ¿Qué importa
que invente una ciudad si es más vívida, más verosímil? Por otra
parte, con autenticidad me refiero a la tarea del autor, cabal,
honesta con el lenguaje, ese lenguaje que es el que debe ir
hacia lo esencial, iluminar los rincones oscuros de la
existencia. A veces ese lenguaje puede ser irónico y ser más
leal. Una vez llamé a la poesía “un juego mayor”.
*
Paulina Vinderman selecciona poemas de su “Bote negro” para
acompañar esta entrevista:
3)
¿Qué terror es éste,
enraizado en la escritura
como oficio y deber,
como espinas en la niebla de marzo
que ella no puede
quitar y sin embargo canta?
La dulzura de la fe
en las palabras que escapan
de su cárcel es
semejante a nuestra supervivencia
en esta ciudad sin
ángeles.
Vendrá el sol como
siempre, a romperse frente
a mi asombro y vendrá
la noche como una hilera
infatigable de
hormigas.
Y cerraré este
cuaderno, y soñaré con árboles
rugosos pero sin
heridas.
Y con la clemencia de
la luz.
*
5)
Ahora, tarde en la
tarde, marzo sonará en la
palabra púrpura, al
borde de la métrica,
inclinada en su
terraplén.
Escribo dentro de un
grabado mientras la palmera
izquierda (la
pequeña) espera su salud perdida
y el encanto del
cielo sobre sus nuevas hojas:
un mosquitero de
encaje.
Mi mente está calma
como un lago
escuchando la voz del
hombre que anoche
en mi sueño me
preguntaba por las constelaciones.
¿Era ésa la voz del
lenguaje?
¿Por qué rompí mi
poema del tiburón?
Si viene la lluvia
será un exilio, un intervalo
en el teatro de mi
pobre, pálida memoria.
Montañas azules,
pueblos silenciosos, cardos al sol,
palomos que arrullan
las siestas y un humo (¿la voz?)
en la carretera.
*
9)
Invento el jardín que
no tuve y me fotografío
bajo un toldo de
cielo.
Cuando menos lo
espere, la palabra jardín
me abandonará, y
volveré a mis pueblos con
calles de tierra y
corazón dorado.
Me dedico a barrer
sombras alargadas como cangrejos raros,
sombras de siglos en
ciudades inquisidoras, dulcemente
hostiles a mi
curiosidad y a mis robos.
¿Robar para el poema,
no para la corona, tendrá perdón?
Hasta que la luna
salga en mi búsqueda
le quito Groenlandia
a los daneses y escribo
en esta página una
carta al viejo Erik el Rojo.
En borrador, sobre mi
río y mis piedras, mi canción
y mi Sur. Y las
tribus diezmadas, y una oscura
mancha de petróleo
sobre la palabra justicia.
*
10)
El hombre de maíz
diría que el espíritu de
la palmera enferma se
adueñó de mí.
Y que debo dedicarle
la nube del próximo poema
en que aparezca la
palabra nube.
Le pregunto por la
tristeza.
Dice que debo
acomodarme al viento de la vida.
Y que le cante en
rima a mi raíz.
Porque a la suya —la
de la palmera— le cantará
la tierra, la
cobijará como me cobija el día que se va,
página a página,
cobalto sobre blanco, como el recuerdo
de esa foto mojada
por la lluvia que cerró el incendio.
*
12)
El pasado es un país
extranjero, donde no sé nombrar
mi desajuste con el
mundo ni los árboles frondosos
de las riberas de los
ríos secretos (secretos-ríos),
que corren hacia la
eternidad llamada mar.
No, no hablaré del
porvenir: es un cuarto oscuro
donde sólo puedo
votar por la muerte. Sus afiches
son bellos, pero
irritantes de tan verosímiles.
“¿Y el presente?”
Ah, María, el
presente es una piedra azul, opaca, libre,
cubierta de polvo,
que me recuerda al poema
balbuceado anoche en
mi libreta, que deshilaché después,
sin fiebre y sin
compasión.
*
13)
Puedo oír los perros
a la distancia, antes de dormir.
Y ellos me consuelan,
consuelan a mi corazón cojo
y me hablan de lo
único que tiene valor.
Testimonios austeros
de la vida, un sacudir de
ramas en los días
obedientes.
Como el sonido de una
flauta en la noche débil,
como un humo herido
por la ausencia de luz.
Viajaré por la página
de la noche sin mentir,
viajaré otra vez por
mi río barroso que se cree mar.
Y mañana, en mi taza
de niebla en la cocina,
como todos los días
oscurecidos por la lentitud,
veré la simetría.
*
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Paulina Vinderman y Rolando
Revagliatti.
*
http://www.revagliatti.com.ar/031200.html
www.about.me/rrevagliatti
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