Rogelio Pizzi: sus respuestas y poemas
Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
Rogelio Pizzi
nació el 30 de
diciembre de 1956 en la ciudad de Córdoba, capital de la
provincia homónima, República Argentina, y reside desde 1984 en
la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Es Profesor de Matemática
por la Escuela Normal de Profesores “Alejandro Carbó” de Córdoba
y por la Universidad Católica de Salta - Subsede Buenos Aires.
Recibió en 1983 el Premio Trinidad Guevara al Mejor Actor por
“De cómo el Sr.
Mockinpott logró liberarse de sus padecimientos”, de Peter
Weiss, otorgado por los servicios de Radio y Televisión (SRT) de
la Universidad Nacional de Córdoba. También obtuvo distinciones
en certámenes de poesía nacionales y extranjeros. Integró el
grupo literario “El sello, el cráneo y la sed”. Fue incluido,
por ejemplo, en las antologías
“Poesía argentina de fin
de siglo” (Tomo V, Editorial Vinciguerra, 1997) y
“Córdoba poética siglo
XX” (Tomo II, compilado por Feliciano Huerga, Ediciones del
Fundador, 1999). Publicó los poemarios
“Sobre la cuerda de sol”
(excluido de su bibliografía),
“Poema previo”
(Editorial Vinciguerra, 1997),
“El veneno eficaz”
(edición electrónica) y
“Muro y vestigio”
(Editorial de la Universidad Católica de Córdoba, 2009).
1 — Empecemos por
(desde) tu provincia, Rogelio: un relato.
RP — A mis veinticuatro
años, una tarde de otoño acompañé a mi hermano —que en ese
tiempo era médico de Manuel Mujica Laínez— al mítico Paraíso en
Cruz Chica, provincia de Córdoba, residencia por temporadas del
consagrado narrador argentino. En esa tarde se servía el té en
una vajilla victoriana que para mi entrenamiento de barrio
popular era casi operar un instrumental de ensayos de Física
nuclear. Ese mismo día conocí al poeta jesuita Osvaldo Pol. Como
decía otra entrañable escritora amiga, Susana Degoy [1943-2008],
“fue amistad a primera
vista”. Mientras el Padre Pol me preparaba una tostada con
mermelada con gran maestría y trataba amablemente que yo pudiera
con la porcelana, casi a media voz le comenté que escribía
poemas. Osvaldo me invitó a visitar la manzana Jesuita, repetir
un té y leer esas líneas de presunto poeta. Fuimos amigos
durante treinta y cinco años, hasta su partida en 2016.
Mientras ojeo mi ejemplar de la novela
“Bomarzo”, veo una
vez más que en la
página 3 Manucho estampó con caligrafía de belleza parabólica su
deseo de “orden”:
“A Rogelito Pizzi
Actor y matemático, deseándole que lo
segundo ponga orden en lo primero.
Con mis deseos de gran éxito. MANUCHO
“El Paraíso”. 1981.”
En 1981, continuaba con mi carrera como actor en la Comedia
Cordobesa Infanto – Juvenil, hacía café concert, ensayaba
Mockinpott con Cheté Cavagliatto en Teatro Goethe y despuntaba
algunos poemas. Mi encuentro con la actividad teatral había
comenzado en la escuela primaria cuando se creó el Primer Taller
de Teatro Infantil “Gregorio de Laferrère”
de la mano de la energía creativa de Beatriz Masiá, en la
Escuela Hipólito Yrigoyen, en Córdoba. Mi primer papel fue el
perro de la Cenicienta. Simpática forma de escudriñar rudimentos
de la magia del Teatro que marcaría toda mi vida.
En el invierno de 1982, sentado en la platea del Teatro
Rivera Indarte (hoy Teatro del Libertador General San Martín),
estuve en el estreno de “Bolívar”, del Grupo Rajatabla de
Venezuela. El argentino Carlos Giménez había seducido Caracas
desde hacía varios años y su elenco se convertiría en uno de los
más importantes de Latinoamérica. Una puesta cargada de
infinitos sortilegios, símbolos y belleza. Pensé:
“qué daría por formar
parte de este elenco”… Finalmente el azar, el amor y
“De cómo el Sr.
Mockinpott logró liberarse de sus padecimientos”, de Peter
Weiss, me permitieron trabajar como actor del Rajatabla durante
dos años. Claro que no hubiera sido posible sin la destreza de
la maravillosa directora de teatro Cheté Cavagliatto.
Un mes antes habíamos participado del Festival
Internacional Cervantino en Guanajuato, México, ya que el Teatro
Goethe de Córdoba había sido seleccionado por Argentina. Ese año
la dictadura militar envió como representantes al grupo
folclórico Los Chalchaleros y nos negó la posibilidad de contar
con los pasajes y estadía en ciudad de México, Xalapa, Puebla y
Veracruz. Finalmente, la República Federal Alemana nos solventó
los gastos. Muy gracioso era leer nuestros gafetes…
Representábamos a la R. F. A. y a la R. A. El resultado fue un
mes de presentaciones en México y una semana en Caracas. Un 4 de
noviembre me quedé enamorado de geografías y perfumes. Perdí mi
pasaje de regreso.
El talento de Carlos
Giménez era una fuente de pasión creativa que nos arrastraba a
todos por insondables puentes poéticos:
“¡Sea esto la piedra donde afiléis vuestra
espada!
¡Que
el dolor se transforme en cólera, y, sin abatir el corazón, le
llenéis de rabia!”
(Malcolm, el hijo del
Rey. Macbeth.)
Entre otros fui Malcolm, fui un devorador del Caribe, fui
un amante abandonado, fui Director de Estudios del Taller
Nacional de Teatro (TNT) que dependía del Rajatabla e intenté
beber ron para dejarme llevar por aquella energía que me
sorprendía cada minuto.
Mis dificultades para aprobar Matemática en el secundario
llevó a Sara, mi madre, a contactar a la Sra. de Oliva, en
Barrio Yapeyú. Por aquel entonces, el barrio estaba gratamente
invadido por varios tíos y tías y mi querida abuela Annita. La
Sra. de Oliva tenía casi una escuela paralela de apoyo escolar y
por la amistad con la familia me becó para resolver mi problema
algebraico. Con el tiempo terminé siendo su ayudante de cátedra
y me inspiró a estudiar el Profesorado de Matemática en la
Escuela Normal de Profesores “Alejandro Carbó”, de La Docta.
Una de esas tardes de funciones y trinomios cuadrados
perfectos, la Sra. de Oliva me preguntó si escribía y me alentó
a hacerlo. Ese fue mi despuntar con la palabra. Luego vinieron
las lecturas: Pablo Neruda, un incomprensible Jorge Luis Borges
para mis quince años, A. J. Cronin, Hermann Hesse y cuanta
novela navegaba en la pequeña biblioteca que recibió mi padre
como pago por un mal negocio. Nunca lector voraz, pero frente a
la lectura de Poesía vivía una extraña ceremonia emotiva.
Hay una anécdota con fuerte contenido lírico. Cuenta la
nonna Annita (siciliana de Bronte, provincia
de Catania), que, cuando emigraron a Argentina, enviaron
de regalo a una hermana que había quedado en Italia un anillo de
oro escondido en cáscaras de una nuez. Siempre me conmovió el
viaje en el barco a vapor de aquel anillo en busca del abrazo
familiar.
Mi tía Nilda Pizzi vivía entre libros y trabajaba con
ellos junto a su marido. Con su permanente aporte armé mi propia
biblioteca desde la adolescencia. Ella guió mis lecturas. Sus
manos se abrieron y me mostró los mundos de Antonio Machado, de
Miguel Hernández, de Federico García Lorca, de Leopoldo
Marechal, de Vicente Huidobro, de César Vallejo. Más que mundos:
constelaciones que empezaron a girar en mi mente. Números,
letras, imágenes geométricas y la música de la metáfora.
Lentamente comencé a dibujarme en esos viajes planetarios…
Rogelio Pizzi - Dedicatoria de Manuel Mujica Láinez
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2 — Mantuve, en
los ’90, correspondencia con Osvaldo Pol. Hablanos más de él.
RP — La
primera visita a la celda del poeta Osvaldo Pol, de la Compañía
de Jesús, me ofreció un recorrido único. La Compañía forma parte
de la Manzana Jesuítica, declarada Patrimonio de la Humanidad
por la Unesco en el año 2000. Me impresionaba pensar que en el
año 1599 los Padres Jesuitas se establecieron en Córdoba y a
partir de 1606 comenzaron las obras de edificación que darían
forma a la actual Manzana Jesuítica. Entre libros, retratos,
imágenes y recuerdos, compartí con Osvaldo algunos versos que
formarían parte de “Poema
previo”. Título
que interesó a muchos y que nunca me pude explicar con
precisión. Finalizada la lectura, el Padre Pol se quedó
observándome con esa mirada profunda y sin mediar palabras
comprendí que, trabajando sobre esas líneas, podía imaginar mi
primer libro de poemas. Pasaron varios años; finalmente me
presentó a Lidia Vinciguerra y el poemario se publicó en 1997.
Lo prologó Osvaldo y lo presentamos en el espacio Obispo
Mercadillo, en Córdoba,
junto con Susana Degoy. Hubo música y vino… Ese bautismo
de fuego, por así decirlo, fue en el marco de la Feria del Libro
de Córdoba. Más tarde hubo otra presentación: se realizó en la
23° Feria Internacional del Libro en Buenos Aires.
En el primer encuentro, el poeta Pol me leyó su poema “La
experiencia” y me regaló la
“Obra poética” de
Borges. Leímos juntos el “Poema de los dones” y “El amenazado”.
A partir de entonces, cada reunión con amigos, escritores o no,
es acompañada por un poema:
“…por el amor,
que nos deja ver a los otros
como los ve la divinidad,
por el firme diamante y el agua suelta,
por el álgebra, palacio de precisos cristales”
(Jorge Luis Borges)
Rogelio Pizzi con Osvaldo Pol y Susana Degoy
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3 — No
últimamente, pero has circulado por ámbitos literarios.
RP — Te
cuento. En 1997 ingresé a trabajar como docente a un presuntuoso
Las Heras High School, instituto privado que se fundió al poco
tiempo. Cierto día, en la Sala de Profesores, un docente se me
acercó, preguntó mi nombre y se presentó como Cristian Mitelman.
Ese fin de semana el diario “La Prensa” nos había publicado dos
breves poemas. El de Cristian me había parecido un hallazgo.
Desde ese momento cristalizamos una amistad que nos persigue
hasta el día de hoy y que se proyectó con su esposa Cristina
algún tiempo después.
“Los Cristinos”, universitarios, amantes de la Literatura,
docentes, siempre me tendieron una mano para que yo pueda
disimular mis antecedentes en ciencias duras y abismos con la
palabra. Cristian prologó
“Muro y vestigio”, en 2008. Creo que el libro vale ese
prólogo.
Compartimos
mesas de lectura, poemas, plaquetas, infinitos cafés y dedicamos
un buen tiempo a la Revista “Áncora” en versión digital por
internet. Mi relación con las tecnologías siempre fue estrecha.
Diseñé mi modesto sitio web a fines de los noventa para
“Poema previo” y por
casi tres lustros intenté dominios, proyectos y participaciones
en la red de redes. Con el tiempo me fui alejando y,
posiblemente, desapareciendo. “Áncora”
era una página con breves artículos, poemas y noticias.
Cristian la dirigía y ponía pasión y talento en ella. Como todo,
todo se va.
Con Osvaldo Pol (como poeta inspirador), Susana Degoy
(madre de la excelente actriz Antonella Costa), Rafael Velasco,
Leandro Calle y la poeta y periodista Raquel Garzón, conformamos
el grupo literario “El sello, el cráneo y la sed”.
Organizamos Mesas de Poesía con importantes escritores del
país como Antonio Requeni, María Teresa Andruetto, Atilio
Castelpoggi, entre otros. La Casa de Córdoba en la ciudad de
Buenos Aires brindaba su espacio y vinos reconfortantes.
Publicamos una hoja de poesía del grupo con trabajos propios y
ajenos. Pero como todo, todo se va.
En 1999 me invitaron al Festival Latinoamericano de
Poesía de Rosario. Fue una experiencia maravillosa, divertida y
cariciosa. En esa edición compartí momentos inolvidables con
Daniel Calabrese, Carles Duarte i Monserrat, Alberto Lagunas,
Tamura Satoko, Antonio Moro, Gonzalo Rojas, Manuel Ruano, entre
otros. En la cena de despedida, recuerdo haber regalado una flor
a la poeta japonesa Tamura. Ella devolvió el obsequio con
elegancia: me ofreció uno de sus pañuelos que guardo como una
preciada pieza de abrazo poético.
Capítulo aparte merece la anécdota en la edición de 1998,
con el poeta peruano Antonio Cisneros [1942-2012]. En medio de
la cena de cierre del Festival, a la vera del río, abrazados y
cantando “La Flor de la Canela”, ambos exhibimos un dudoso
estado etílico. Recuerdo con gracia que los organizadores se
desesperaban por la partida inmediata del avión que lo llevaba
de regreso a Antonio. Mientras, muy cerca y muy divertida, la
poeta Ana Emilia Lahitte nos festejaba y regalaba esa sonrisa
única e irrepetible.
Mi amistad con el poeta Leandro Calle se remonta a cuando
nos presentó Osvaldo Pol. Leandro, en ese tiempo jesuita, ya se
mostraba como un poeta con claves notables. Siempre me sorprende
por su profundidad y malabarismo con la palabra. Leandro dirigió
la Serie Calíope de la Editorial de la Universidad Católica de
Córdoba y me invitó a publicar en ella los poemas de
“Muro y vestigio”.
Compartimos la plaqueta “Breve idolatría”.
Leandro viajó por el mundo, escribió, publicó, organizó
talleres literarios y se radicó en Córdoba junto a su esposa e
hijo. Pero siempre, siempre nos tenemos presente y en cada
oportunidad que podemos nos ponemos a pensar proyectos en común
que jamás llevaremos a cabo. Pero el afecto y la admiración es
inalterable.
Con los años y sin ser un asiduo visitante de mesas de
poesía, he compartido excelentes momentos con muchos escritores.
Mi memoria sexagenaria me impide tener presente a todos, pero
una de las últimas, en 2011, fue con vos, Rolando, un verdadero
militante de la Poesía.
Un evento muy significativo se efectuó en el Hospital
Pediátrico, ex Casa Cuna de Córdoba, en 2009, con motivo del
décimo aniversario de su reapertura. Luego de desacertadas
políticas en materia de salud, mi hermano médico Daniel y un
grupo de referentes de salud con el pueblo de la ciudad,
salieron a las calles a pedir por el hospital de los niños más
carenciados. Con diversos actos y una mesa de poesía con
Leandro, Graciela Di Bussolo y la participación de la periodista
Jorgelina Lagos, se recordó la década desde su reinauguración.
Rememoro con simpatía casi un año de encuentros con Alejo
González Prandi. Yo había sido su profesor de Matemática en el
desaparecido Colegio Suizo, en segundo año del bachillerato.
Tiempo después me contactó y compartimos escritos y vinos. Alejo
es un poeta muy respetuoso de su actividad, otro trabajador de
la poesía, co-director de la revista “El Vendedor de Tierra”,
que hoy tiene una versión en la red.
Mi único momento de modesta vanidad ocurrió en el año
2000. Presenté el breve poemario
“El veneno eficaz” en
el Primer Concurso Iberoamericano “Neruda 2000”, en Temuco,
Chile, y obtuve una mención. El jurado estuvo integrado por los
poetas chilenos Gonzalo Rojas y Miguel Arteche, ganadores del
Premio Nacional de Literatura en 1992 y 1996, respectivamente, y
por el escritor argentino Jorge Boccanera. Gonzalo Rojas ganaría
el Premio Cervantes en 2003. Los 630 trabajos que participaron
en el concurso provinieron de poetas de casi toda Latinoamérica
y de España.
Luego del Trinidad Guevara en 1982 por Mockinpott,
recibir esta mención me confirmó que al menos podría considerar
escribir un buen poema. Toda una ingenuidad.
“El veneno eficaz”,
sólo difundido digitalmente, fue mi doloroso acercamiento a la
tragedia vivida en nuestro país y en el mundo por los
desaparecidos y la inimaginable crueldad de la Dictadura militar
iniciada en 1976.
Rogelio Pizzi durante una representación de la pieza
teatral Mockinpott, en el Teatro Goethe de Córdoba
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4 — Nos dijiste
que “nunca me pude
explicar con precisión” el título que elegiste para tu
poemario editado en 1997.
RP — El poema que dio
nombre al libro “Poema
previo” surgió en una caminata por las calles de Buenos
Aires. En distintas oportunidades me preguntaron por el
significado de ese título. Yo ensayé varias: la palabra como
génesis del mundo, el poema inicial del que deriva todo lo
posterior o simplemente el goce de dos palabras que se unen por
fuerzas que no entendemos. A dos décadas de ese poemario,
insisto en la autonomía de algunos títulos que emprenden la
singladura de un poema por sonoridad y matiz. En definitiva,
¿quién pone el título, el autor o el poema? Entre los textos del
libro podría quedarme con “Faro”:
siempre seguimos acompañados por la
“desconsolada madrugada”.
Hace más de un año que he dejado de escribir. Tal vez me
aqueja la pandemia general que padecemos los argentinos frente a
tanto desacierto circundante.
Me he dedicado a la docencia por más de seis lustros,
desarrollé cargos directivos y trabajé desde la cátedra. Abocado
actualmente en forma exclusiva a la Educación Pública, en
particular a la Educación de Adultos. Este quehacer me ha
permitido conocer a docentes que son verdaderos artistas.
Destaco a mi amiga Natalia Lucian Vargha, escritora, ex actriz
en su Uruguay amado y una profesora que genera en sus grupos de
alumnos una corriente carismática inspiradoramente poética.
Seguramente, en esta etapa de mi vida, siento por la
Poesía lo que John Donne (1572-1631) debatía en su poema “La
prohibición”: “Cuídate de
amarme”:
“No obstante, ámame y ódiame también,
Y así tales extremos se podrán anular.
Ámame, para que pueda morir de la manera más dulce;
Ódiame, pues tú amor es demasiado para mí;
O deja que ambos se marchiten, y no yo;
Así, yo, vivo, seré tu escenario, no tu triunfo;
No sea así que destroces tu amor, tu odio y a mí mismo,
Para dejarme vivir, oh, ámame y ódiame también.”
Rogelio Pizzi con Antonio Requeni y Rubén Vela
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5 — De un ex
hombre de teatro (yo) a un ex actor: ¿cómo tramitaste tu
alejamiento de la actuación? Y, además: ¿a qué dramaturgos tenés
más valorados?
RP —
Según dicen, algunos hombres y mujeres tienen varias vidas. Yo
tuve al menos tres. Una de actor, una de docente, una de poeta.
Cada vida tiene sentido si responde a la precisión biológica de
la muerte. El actor murió de muerte natural a fines de 1984. La
razón es un misterio a develar. El docente agoniza.
Siempre se regresa a los clásicos, entre los que incluyo
a Henrik Ibsen, Samuel Beckett, Bertolt Brecht. Te acordás de
ese bello poema de Brecht, “Las preguntas de un obrero”:
“¿A dónde fueron los
albañiles la noche en que fue terminada la Muralla China?”
¿A dónde, Rolando?
Rogelio Pizzi en 2º grado
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6 — ¿De qué libros de narrativa más te hubiera complacido
ser el autor?
RP
— El tiempo acompaña cada respuesta. Hoy:
“La conjura de los
necios” de John Kennedy Toole [1937-1969],
“Ficciones” de
Borges, una antología de cuentos de Guy de Maupassant.
Rogelio Pizzi - Plaqueta El ángel y el muro
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7 — En la poesía sudamericana
del siglo XX, hasta donde vos conozcas, claro, ¿quiénes creés
que incuestionablemente ocupan, como se dice,
“un lugar propio”, y
porqué?
RP —
César Vallejo. Inauguró un lenguaje donde la periferia, Perú, de
pronto se universaliza. Vallejo crea una manera política de
poesía que está hecha sobre un lenguaje nuevo. Rompe todos los
esquemas de la metáfora; corroe la vieja métrica. Se lanza a una
exploración que es una profanación del canon. Hoy suena a teoría
literaria. Pero en su momento el tipo tenía que estar condenado
a una especie de soledad elegida. ¿Quién en Europa puede estar
en un lugar tan invisible y a la vez irradiando una luz tan
extraña, tan incomprensible? Creo que es lo que quise describir
en mi viejo poema “Faro”. Destellos que iluminan, pero que
enceguecen.
En Pablo Neruda veo una voluntad de palabra llevada al
límite del origen. Las
“Odas elementales” son eso: un estado adánico del lenguaje.
Lo que nombra se crea: todo lo que es más simple (una papa, un
par de medias) aparece surgido de una especie de árbol de la
gracia.
Alejandra Pizarnik es la última de esta trilogía. Es la otra
palabra. El fermento del lenguaje oculto: es el silencio que hay
detrás de cada grito, de cada angustia. La poesía de Pizarnik es
una respiración, una especie de jadeo. Yo miro mucho los enormes
espacios en blanco que hay en las páginas de sus libros. En esos
espacios está el lado oculto del poema de Alejandra. Te está
diciendo: las palabras desembocan en esta nada, en este lugar
desértico, en este desierto de sal. Y ahí estoy yo. Ahí estás
vos. Estatuas de sal esperando el fin de los tiempos para que
alguien nos quiera, para que alguien nos quite la sed, para que
alguien nos disuelva por fin en el agua…
Hay un estado de espera
en la poesía de Vallejo y Pizarnik. Los imagino en ese momento
del día en que el reloj marca una imagen rarísima y los dos ahí,
detrás de las celosías, espiando un mundo que los acorrala pero
a la vez viendo algo que está más allá de los sentidos. Lo mismo
me pasa con Olga Orozco, pero en ella hay una suerte de
ritualismo sagrado, una especie de tarot protector. En Orozco la
poesía es una zona sagrada de protección de mundos prohibidos.
En Vallejo y Pizarnik es la nada misma. El desierto absoluto.
Rogelio Pizzi - Plaqueta Del pétalo diverso
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8 — El narrador de
“El libro de las ilusiones” de Paul Auster cita a
Chateaubriand: “Al
avanzar en la vida, dejamos tres o cuatro imágenes de nosotros
mismos, diferentes entre sí; las vemos a través de la niebla del
pasado, como retratos de nuestras diversas edades.” ¿Qué te
suscita esta reflexión?...
RP —
El encuentro de una moneda en La Cañada, en Córdoba; la mirada
amorosa en el metro de Caracas; y el insoslayable miedo a lo que
hay detrás de cada puerta. Estas tres imágenes son las que me
acompañaron desde siempre, con una mezcla de vértigo y prodigio.
Rogelio Pizzi - Antología Córdoba Poética Siglo XX
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9 — ¿El amanecer, la franca mañana, el mediodía, la hora
de la siesta, el crepúsculo vespertino, la noche plena o la
madrugada?...
RP
— Nunca. Todo a la vez.
Rogelio Pizzi - Afiche Primer Concurso Iberoamericano de
Poesía Neruda 2000
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10 — ¿Sos de pensarte como resistente a las palabras y
acciones de los demás?
RP —
En absoluto. Nada me es ajeno y soy vulnerable al mundo que me
rodea. Cada palabra o acción que lastima a otro, siempre lastima
a cada uno. Cada abrazo termina abrazándonos.
Afiche VII Festival Latinoamericano de poesía (en
1999)
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11 — Van unos encomillados:
Enrique Molina: “La
poesía es un gesto de desafío a la condición humana.” Amado
Alonso: “La poesía no es
un desahogo, ni mera efusión de sentimiento, sino construcción y
creación de una estructura de sentimiento.” Alejandra
Pultrone: “El encuentro
con los restos es también ejercicio de la poesía.” Roberto
Juarroz: “La grandeza
concreta de la poesía, como la de la vida, consiste en no estar
hecha.” ¿A cuáles te sentís más vinculado?
RP
— Al lugar de lo inacabado que menciona Juarroz. La Poesía y la
Vida como un proyecto arrojado al vacío y que no tiene sentido
más que en sí mismo. Como decía Heráclito, no es más que un
simple juego.
Rogelio Pizzi- Tapa de "Poema Previo"
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12 —
¿Qué es lo que mas te desagrada y qué es lo que más te repugna?
RP —
Me desagrada la estupidez humana y me repugna la injusticia.
Como dice Jean-Paul Sartre:
“La estupidez es una
fuerza positiva y el estúpido deviene siempre en opresor”.
De hecho, considero que la injusticia es la forma más clara de
la estupidez.
Rogelio Pizzi
- Libro "Muro y vestigio"
(tapa y solapa)
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13 — ¿Miss Marple, Julien Sorel, don Isidro Parodi,
Horacio Olivera, Ana Karenina o Sherlock Holmes?
RP
— No tengo dotes de detective. Tampoco de heroína. Isidro
Parodi, si bien cercano a lo policial, me gusta mucho. Un hombre
que piensa desde una cárcel. Yo creo que uno empieza a pensar
desde el propio encierro. Y cada día estamos un poco más
encerrados. Hoy me identifico con la parodia de don Parodi.
Rogelio Pizzi - Antología Poesía Argentina de Fin de Siglo
- Tomo V
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14 —
¿Considerás que siempre has ido a tu ritmo? ¿Te tocó echarle un
vistazo al abismo? ¿En qué creés?
RP —
En diciembre, la lluvia anual de meteoros Gemínidas alcanzará su
pico de actividad. Las Gemínidas son famosas por ser bastante
prolíficas, con tasas de hasta 60 a 120 estrellas fugaces por
hora en momentos pico. En alguna estrella de esas va mi credo y
mi abismo.
Rogelio Pizzi con Alejo González Prandi
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15 — ¿Qué recuerdo tenés más nítido de tu niñez?
RP —
Mi padre llegando a casa. Correr a su encuentro entre el amor y
el helado de crema prometido.
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16 — ¿Euclides de Alejandría (c. 300 a. C.), Al-Juarismi
(c. 780), Hipatia (-415 d. C.), Pitágoras (c. 570 a. C.), Sophie
Germain (1776-1831), Kurt Gödel (1906-1978) o Emmy Noether
(1882-1935)?
RP
— Euclides por la proximidad. Admiro la arquitectura de su obra.
La poesía de sus postulados me permitió recrear la palabra.
Euclides fue uno y otros, sin embargo, como el origen de la
totalidad, su “punto” nos ausculta desde todos los vórtices del
cosmos.
Libro Pizzi - "Muro y vestigio"
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17 — ¿Cómo te llevás con el siglo XXI?...
RP
—
Me sorprende la capacidad del hombre para construir tan bella
tecnología que puede hacernos vivir 100 años o aniquilarnos.
Rogelio Pizzi -Libro"
El veneno eficaz" (edición digital)
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18 — Elizabeth Azcona
Cranwell manifestó en un reportaje (revista “La Guillotina”, Nº
11, Buenos Aires, 2007) que haberse imbuido de la obra de Dylan
Thomas “me ayudó a
despojarme de supuestos maestros y a entender de qué se trata
ser un artista libre, en el estricto sentido de la expresión.”
¿Adjudicarías a algún determinado autor algo que se asemeje a
esta declaración?
RP
— No quiero ser reiterativo, pero mis charlas con Pol, Mitelman
o Calle, siempre rodearon esa idea: despojarnos de la palabra
ajena para volver a ella y reinventar la propia.
Rogelio Pizzi con Manuel Ruano, Norma Padra, Mario Capasso,
Rolando Revagliatti, Marion Berguenfeld, María Amelia Díaz,
etc., en 2011 - Foto de Daniel Grad
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19 — Juan Antonio Pizzi, exfutbolista, es
un destacado director técnico. ¿Es familiar tuyo? Lo sea o no,
¿sos hincha de algún equipo?
RP —
Racing de Avellaneda. Juan es un pariente lejano que respetamos
y tenemos presente con afecto en mi familia. No tengo el gusto
de conocerlo personalmente. Sé de fútbol lo mismo que conozco de
estequiometría. Los más inútiles en deporte en el secundario
iban a softbol. Yo era el capitán del equipo.
*
Seleccionamos poemas de Rogelio Pizzi para acompañar esta
entrevista:
DE LA MUERTE
Causa de la muerte
esta encantada
noche de vientos
remolino del espejo
que agoniza el fantasma en su coartada.
Causa de la muerte
los pájaros de la
montaña
inquisición de la
saliva que agoniza la boca en su rodada.
Causa de la muerte
el poeta del
espanto
mentira de la
palabra que agoniza la tinta en la herida.
Causa de la muerte
la hechicera de los
miedos
humedad de la rosa
que agoniza entre el pecho y la espuma.
Causa de la muerte
mi muerte entre la
muerte
insecto del reflejo
que agoniza su canción primera.
*
EL VENENO EFICAZ
Tu sutil olvido,
las madrugadas de
Caracas,
la Cañada en la
ciudad de la espuma,
aquella mirada en
el vaporeto frente al Rialto,
tu nombre
estampado, contaminando un poema,
la soledad en taxi
por la Concorde,
el otoño
imprimiendo lascivia de Parque Lezama,
este inquieto
desamor que no cesa,
la diferencia entre
cóncavo y convexo,
el vuelo del ave en
la caída de la muerte,
la mendicidad de
las utopías,
mis manos, si toman
mis manos
y los amigos poetas
que me absuelven la
agonía
y el infame licor
que imprime en las
arterias su signo
y la palabra que
callo
me envenena.
*
EL GUSANO DEL ADIÓS
Cuando caducan los espejismos,
cuando un ocaso sabe al definitivo.
Cuando sobrevuelo el lugar de los despojos,
cuando la quieta mirada anuda al poema.
Cuando sigo esperando
y la puerta es una perplejidad del abismo.
Entonces me tomo las manos,
admito la fragancia de la seda
y un gusano (levemente) susurra
que te has ido.
*
FARO
Mirador de infinitos buscando desalientos.
Fluyes la constante luz arrasadora,
para hacer lo memorioso.
Y entre el beso y el inverso:
la desconsolada madrugada.
Y entre cada uno de ellos,
tu pie,
derrumbando calidades.
*
Rogelio Pizzi - Revista Digital Áncora
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Entrevista
realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma
de Buenos Aires, Rogelio Pizzi y Rolando Revagliatti, agosto
2018.
http://www.revagliatti.com/languila.html
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