Susana Rozas: sus respuestas y poemas
Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
Susana Rozas
nació el 30 de octubre de 1954 en Rosario, ciudad en la que
reside, provincia de Santa Fe, la Argentina. Habiendo cursado el
Profesorado en Castellano, Literatura y Latín, es Profesora
Postitulada en Lengua y Literatura por la Universidad Nacional
de Rosario. Entre 1989 y 2015 ejerció la docencia en escuelas
secundarias y profesorados. Impartió seminarios y presentó
ponencias en instituciones y ferias del libro, coordinó talleres
literarios y fue jurado en certámenes de su provincia. Ha sido
traducida al catalán e incluida en antologías de la Argentina y
México. Publicó las plaquetas “Astillas de poesía” y “Un
resplandor de voz” así como “Caballo bifronte” (nouvelle
en prosa poética, en co-autoría con Marcelo Juan Valenti, en
2003), “Polifonía” (nouvelle, en 2008), “Alternativas”
(novela, en 2013); “El comienzo de la llamarada” (ensayos
sobre Puig, Rulfo y Juarroz, 2009), “Laberinto de ficciones”
(ensayo sobre la obra de Manuel Puig, en co-autoría con Ana
María Serra, 2010); y los poemarios “Sin prólogo” (en
co-autoría con Victoria Lovell, 1979), “El lado débil de la
eternidad” (1993), “Las palabras no pronunciadas”
(2000), “Hacer el olvido” (2015).
1 —
En 1953, a pedido de José Portogalo, quien estaba escribiendo
para el diario “Noticias Gráficas” una serie de notas, José
Pedroni le describe una estampa familiar de su niñez y
adolescencia. ¿Puedo requerirte a vos, Susana, que nos describas
una estampa familiar de tu niñez y otra de tu adolescencia?
SR
— Cuando cumplí cuatro años, mis padres se mudaron a la casa
propia, mi casa natal. Él tenía un bar y mi mamá se dedicaba a
nosotros y a mirar cuadros. Ella
cantaba. Su madre había fallecido debido al parto.
Convivíamos con mi bisabuela. El barrio fue el primer
continente, el que gesta hasta la marcha de la respiración.
Desde los cinco años hasta los dieciocho, estudié en una escuela
religiosa. Cofradía que me transmitió el germen de lo que
después sería el puente a la adultez. Fui una niña introvertida
cuya alegría era compartir las siestas y los secretos con mi
hermano menor. Lamentablemente falleció a sus veintinueve años,
herida que no sé si cerrará. Yo no fui de hablar mucho pero sí
inquieta, entiéndase que me costaba un esfuerzo sentarme a ver
televisión, esa novedad. Un sábado a la tarde escuché la voz de
un muchacho que decía “que por doler me duele hasta el
aliento”. Era Joan Manuel Serrat entonando a Miguel
Hernández. Ahí supe que me iba a dedicar a leer y escribir.
Al lado de mi casa hubo una librería en mi adolescencia
(antes era un delicioso espacio con árboles frutales); pero la
librería fue la fuente de mis primeras lecturas importantes. En
casa había enciclopedias, biografías y lo que la escuela pudiera
sugerir. ¡Pero yo estudiaba para Perito Mercantil! Así que
comencé con los españoles, el ya citado Hernández, Antonio
Machado, Federico García Lorca, también Pablo Neruda y todo lo
que pudiera averiguar que existía. Nacía mi espíritu de
investigación. Con el tiempo supe también que, al haber
concluido la secundaria, ese mundo me expulsaba a la realidad.
Nunca se sabe cuál es la realidad. Sin embargo, haber elegido la
enseñanza con adolescentes, me pareció uno de los logros más
valiosos, educar y aprender continuamente. Así que mi universo
de lecturas nocturnas nunca se fue, transmutó, se flexibilizó,
se expandió. Allí sigo, está en mí. La vida también me
sorprendió ya que aunque no tengo un temperamento gregario, me
sugirió un destino nómade. Me he mudado veintidós veces; y desde
2002 estoy asentada. Con respecto a mi casa natal, mis padres la
vendieron en 1978. No puedo regresar y un espejismo me muestra
que entonces era feliz, tema espléndidamente tratado por Marcel
Proust en “El tiempo recobrado”.
2 — ¿Cuáles fueron las marcas dominantes, positivas y
negativas, del período de tu formación?
SR —
El
profesorado me dio lo que estaba necesitando, que era “método”.
Un método desde donde arribar la literatura. Antes había
estudiado Relaciones Públicas, es decir, siempre las lecturas,
los libros entraban en el territorio del placer. Y eso continúa.
Ejercer la docencia me instruyó en esa patología que trae la
denominada vocación; en mí se reveló después de estar
ejerciendo. Los estudios posteriores me permitieron categorizar,
priorizar, poder ver los universos que convergen en la palabra.
Las ramificaciones, los rizomas bibliográficos se expandieron,
fue un enriquecimiento. Alcanzar desde otros lados las palabras.
Así fue como, en algún momento, trabajé en la Escuela de
Orientación Lacaniana, motivando a los pacientes desde el área
escritural. En 2009 me llamaron de la Facultad de Psicología
para formar parte de un grupo cuya investigación se centraba
En el nombre del padre; por supuesto, mis aportes
siempre estuvieron enmarcados dentro del espacio de lo
literario. Exploré la paternidad en “Pedro Páramo” de
Juan Rulfo; la novela ofrece frondoso material, debido a la
categorización de los hijos, especialmente la orfandad. Luego,
busqué modelos más actuales y con respecto a la ausencia del
padre, llegué a Manuel Puig [1932-1990] y “La traición de
Rita Hayworth”. Escribí algunas ponencias relacionadas con
el entorno político de la Argentina. Y me relacioné con una
profesora que me propuso asociarnos para el análisis de las ocho
novelas de Puig. No se puede obviar que “Pubis angelical”
es la primera novela feminista. Concluida la elaboración,
publicamos el volumen “Laberinto de ficciones”. Un mundo
mágico y glamoroso.
No sé si hay marcas negativas, sé que nunca tomé examen
si no era a carpeta abierta; me interesa que los alumnos
(especialmente en el terciario, donde se preparan para ser
profesores) sean capaces de razonar y de crear.
Con Clara Rebotaro (1), Marcelo
J.Valenti (2) , Ricardo Gimenez y Rene Villar (3)
3 — Ni lo que solemos denominar “performances”, ni la
actuación teatral, ni la locución, te son ajenas.
SR
— Bueno, estos terrenos que encubren la exposición del cuerpo
más que la letra escrita donde nos escondemos, me han ofrecido
experiencias diversas, situaciones dispares. Cuando hice una
prueba para actuar en “Saverio, el cruel”, de Roberto
Arlt, me fue fabuloso. Aclaro que no soy buena actriz, sólo
puedo hacer de mujer cruel. Lo que me resultó extraño a
cualquier vivencia, fue la adrenalina con que se vive en el
ambiente teatral. Hacíamos dos funciones los sábados. Fue
maravilloso. Cuando comenzaron a superponerse las fechas, los
horarios de ensayos con los exámenes, dejé el teatro y seguí
estudiando.
En cuanto a la radio, trabajé como locutora publicitaria,
pasando las tandas. Así era antes del auge de las FM. Había que
hablar muy bien, saber coordinar el tono correcto. Nada de
improvisar. Tiempo después tuve un programa en FM sobre temas de
la cultura, y ya en 2004 acompañé al poeta Armando Raúl
Santillán con un
bloque que iba los jueves, efectuando algún reportaje. Me
reencontré con Juan José Hernández [1931-2007], con quien había
estado unos años antes en su departamento. Siento una profunda
admiración por su obra; por trabajar con la parodia y la ironía
de forma refinada, elegante. Cuando le comenté que enseñábamos
literatura en 2º año con cuentos suyos, se horrorizó entre
risas: “¿Cómo pueden hacerle leer mis cuentos a un
adolescente?”. De esa etapa guardo recuerdos fuertes; y una
foto de J. J. Hernández y Alejandra Pizarnik cuando reciben el
Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires: ella en poesía y
él por sus relatos. La radio es un medio magnífico y la relación
que se va estrechando con el micrófono permite un modo de
expresión: soltar la voz con vida propia.
Con respecto a las performances, fue el principio de todo
este recorrido, aún antes de publicar un poemario. Habíamos
formado un grupo que llamamos Ixión. Éramos cuatro poetas
(jovencísimos): tres compañeras del profesorado (de ahí el
nombre hallado en el diccionario de latín) y un estudiante de
psicología (todos nos recibimos); había una acompañante en
flauta y Carlos Luchesse, que se convertiría en el mejor
percusionista de mi ciudad. Recitábamos poemas con melodías
adecuadas al texto. Lo más importante, sin embargo, fueron otros
detalles: el montaje y habernos presentado el día en que Jorge
Rafael Videla visitó Rosario, a causa del Mundial ’78. Habíamos
provisto la sala (en un teatro) con candelabros de latón y
velas, no usamos electricidad; detrás del escenario hervía una
olla con eucaliptos —no se comercializaba el sahumerio—, y
recibíamos al público con copas de vino. Un ambiente donde se
despertaban los sentidos y se homenajeaba la poesía. Presentamos
ese espectáculo, “Permeón, el camino de la poesía”, unos meses
después en la Sala de la Pequeña Muestra, que pertenecía a
Armando R. Santillán. Años después, con la artista plástica
Marta Greiner realizamos una performance, “Poesía de lo
efímero”, donde también nos acompañó Carlos Luchesse,
coincidencias que nos regala la vida. Con una caja de luz donde
depositábamos poemas, todo en un papel de transparencias dando
ilusión por lo sutil. El sonido era suave, hecho con metales.
También estuvo Marcelo Juan Valenti y el dibujante Max Cachimba.
Al año siguiente, Marcelo y yo presentamos de ese modo nuestra
novela a cuatro manos: “Caballo bifronte”. En cuanto a
una performance titulada “Donde crece el silencio”, participamos
dos poetas. Aquí el eje estaba puesto en lo visual, la ropa, los
objetos. Guitarra de Carlos Casaza y un homenaje central en rojo
y algo de negro hacia García Lorca, de parte de mi compañera, y
por mi lado, a Miguel Hernández. Eso sucedió en 1983.
Las performances me dan mucho placer; es más: intento eso
cuando presento los libros. La más parecida a una producción de
esa índole fue la realizada por “Laberinto de ficciones”.
Respetando la época en donde se plasma especialmente la
literatura de Puig y los años dorados de Hollywood, la poeta
Clara Rebotaro, quien me acompañó, lució un traje varonil blanco
y corbata, tipo Marlene Dietrich y, por mi parte, intenté una
Hedy Lamarr. La sala tenía arreglo para cine y Leandro Arteaga
proyectó fragmentos de “Gilda” (Rita Hayworth), “El beso de la
mujer araña”, un reportaje a Manuel Puig y una escena de la obra
del chileno José Donoso [1925-1996], “El lugar sin límites”.
Al público que llegaba se le regalaba un lápiz labial (por
“Boquitas pintadas”) y una copa de licor (rojos y verdes).
La música fue la recopilación de tangos y boleros que Puig
intercala en los capítulos de sus obras, y también de la canción
“La distancia” interpretada por el brasileño Roberto Carlos, ya
que es el fondo donde se sitúa su novela “Sangre de amor
correspondido”. Clara Rebotaro fue invitada para hablar
acerca de las locuciones y giros cotidianos propios de esa
época, ya que es contemporánea a Puig. La presentación se
produjo entre las diez y las trece horas de un sábado; el
impacto entre el ambiente y el mediodía rosarino fue portentoso.
Una nota que reproduje en el blog de “La anémona vidente”,
realizada por la periodista Eleonora Marín, da constancia de
este hecho. Te cuento que tanto Clara como yo nunca nos
informamos sobre el atuendo. Una vez más Roberto Juarroz se me
presentó por su frase: “El azar es siempre una mano más
segura.”
Susana Rozas con Roberto Reséndiz Carmona
4 — Fuiste seleccionada en un concurso de Afiches por los
Derechos de la Mujer. Pintás, creo. Y has expuesto Arte Correo.
SR —
Sí, en 1997 hasta el ‘99 inclusive, tomé clases de
dibujo y pintura con pastel. Una gran sorpresa, porque no se
usan pinceles, los dedos hacen todo. Trabajé mucho y me gustaba,
un día el profesor trajo la invitación a participar en el
concurso de Afiches. También fue él quien envío los trabajos.
Sólo éramos dos alumnos. Los docentes hacemos esas cosas, como
alumna no lo hubiera presentado nunca. No gané, pero haber sido
seleccionada me conmovió.
Ahora, este año estoy pintando con óleos y siempre
acrílico; soy mejor dibujando. Todo esto que hago es como
mail art. Empecé
cuando Marcelo Juan Valenti me trajo una propuesta, a partir de
cómo a cada uno le resonara el título “La condesa sangrienta”.
Me entusiasmó, recuerdo haber hecho lágrimas de sangre con
pétalos de malvón. Se envía por correo…, así que el original se
fue pero eso no importa, lo que sinceramente vale es estar
produciendo sin palabras, un recreo. En 2010 me llegó el
catálogo de la Tercera Edición Bienal de Poesía Experimental de
Euskadi. Y luego, varios de exposiciones. Lo mágico es que, por
lo menos en mi caso, ni bien llevo el sobre al correo ya está,
lo disfruté. Me encanta el collage y creo que aprendí en este
tiempo.
Otra de las bifurcaciones fue trabajar con objetos
intervenidos; hice varios, pero el que más me estimuló y cuyo
resultado me satisfizo fue una convocatoria titulada “Corpiños”.
Me valí de uno de una amiga; más bien grande, lo decoré con
hojas, flores y bastante pintura, desde las más ingenuas,
pasando por el dorado y arribar al otoño. Lo titulé “La edades
de Clara-Eva”.
También adopto las mixturas con
la literatura, y de esa manera, en 2006 he hecho plaquetas, un
tríptico que se llamó “Biografía”, en sobres artesanales
estampados entre hojas y flores del herbario y tinta,
difundiendo una prosa poética. Lo hice en adhesión al
Segundo Congreso de Poesía Latinoamericana, organizado por René
Villar, en Mar del Plata.
5 — Participaste, cuatro años después, en el XIV
Encuentro Internacional de Poetas en la ciudad de Zamora,
Michoacán, México.
SR —
Una experiencia brillante e inesperada. Viajé junto
al poeta Gustavo Tisocco. Nunca había participado fuera del país
y me sorprendió la camaradería que se produce entre los poetas
en esa convivencia, no sólo literaria sino que surgieron
espontáneas coincidencias, expectativas. El nivel de los poetas
latinoamericanos, en esa oportunidad, fue muy elevada. Conocer
parte de México, maravilloso. El color y la historia penetran en
el ánimo, pude escribir. Se impusieron otros parámetros y
modalidades, el humor y las canciones. En un marco distendido,
la disposición de Roberto Reséndiz
Carmona, el organizador del evento, fue ideal. En los
días en que me alojé en el Distrito Federal, vino a visitarme la
poeta Carmen Amato, con quien nos conocimos en Mar del Plata con
motivo del Primer Encuentro Latinoamericano de Poesía. Ella me
llevó a conocer Cuernavaca, y fue así que paseamos por el Jardín
Borda. Le dije: “Acá voy a presentar
el libro sobre Manuel Puig”, y en efecto, allí en 2011 presenté
“Laberinto de ficciones”.
Por cierto, lo más significativo es que aún se conservan
algunas admiraciones y amistades. Eso es impagable.
Susana Rozas con Rodolfo A. Álvarez y Eduardo Crottollini,
músico, en Junín.
6 — En co-autoría con Maira Máscolo, en 2010, se difundió
“Interiores”, narrativa en CD. ¿Prevén editarlo en soporte
papel? ¿A qué interiores aluden?
SR —
El CD está conformado por dos partes. La primera se
llama “Interiores” y consta de cuatro cuentos y un tango de
Maira Máscolo, con prólogo mío. Y esos interiores aluden a lo
más turbio de la personalidad. Mi sección, titulada “El
pentágono de Bajtín”, son cinco cuentos unidos por la teoría
crítica del lenguaje, el planteamiento de Mijaíl Bajtín
[1895-1975]:
"Hablamos con nuestra ideología (nuestra colección de lenguajes,
de palabras cargadas con valores)”.
Son ficciones concebidas con delectación, desde ese dicho:
somos lo que leemos.
No hay proyecto para llevarlo al papel, quedó todo ahí, surgió
espontáneamente y el trabajo dual fue más que satisfactorio,
pero ya está.
7 — Eduardo D’Anna es el autor —estudio y prólogo— de
“Capital de nada. Una historia literaria de Rosario (1801-2000)”
(Editorial Identydad, 316 páginas, 2007), en el que has sido
incluida.
SR —
Para mí fue una sorpresa recibir la invitación para
la presentación de este volumen que trasunta una investigación
concienzuda, comprometida, respecto a publicaciones de mi
ciudad. Transcribo de la contratapa: “Más de 500 nombres y
referencias a más de 2000 obras literarias constituyen el
contenido de este libro, de consulta indispensable para
cualquier interesado en la cultura de Rosario”.
Susana Rozas con René Villar
Susana Rozas con René Villar
--------------------------------------------------------------
8 — Otra propuesta se materializó en otro volumen, en
2008, y de ella sos la compiladora y prologuista: “Hybris”,
poesía póstuma de René Villar (1964-2008).
SR
— En 2004, cuando viajé a Mar del Plata para participar en la
Marathónica, cuyo lema era “Cuando cese la noche”, línea de
César Vallejo, conocí a René Villar e inmediatamente nos unimos
como pareja. Me interesó de una manera recóndita su concepción
poética: su elaboración para ser dicho el poema, su plasmación
para la lectura individual. Su muerte fue rápida, enigmática y
radical en mi vida. Generador de tantos espacios artísticos, y
que tenía editado un sólo poemario: “El canto de la mujerosa”,
que prologué con un texto denominado “Funámbulo de la palabra”.
Teníamos como proyecto armar una editorial —“Del pasaje”—, y
estaba en edición mi nouvelle “Polifonía”. El impacto de
su ausencia me hizo olvidar todo, llegó el libro y dejé que
quede así, sin presentación.
Entonces una fortaleza mágica, quizás, me llevó a
empeñarme en buscar sus plaquetas. En Rosario él había ofrecido
un recital llamado “Hybris”, con exposición de poemas objetos
escritos, y trabajos con pinturas y collages realizados por él
en tan sólo un mes. Armé un volumen y lo titulé como a su
presentación, lo prologué. Ahora, han pasado siete años y puedo
hablar de esto. El tiempo cercano a su muerte fue impregnado por
la dolencia (que siempre resulta impotente y creemos infinita) y
no tuve la fuerza de espíritu para asumirlo de inmediato.
“Hybris” está agotado; ya ronda la idea de la segunda
edición ampliada. Hay algunos amigos que tienen otras plaquetas
de las que él colocaba en cada mesa de los ámbitos públicos de
lectura y estoy efectuando una nueva recopilación. Este año pude
publicar “Hacer el olvido”, un largo lamento a su
ausencia. La Fundación de Poetas continúa con sede en la
bonaerense ciudad de Mar de Ajó, y todos los noviembres se
realiza una Marathónica. También mantuve la revista virtual de
Villar, “La Anémona Vidente”, durante dos años, desde el 2008. Y
esta labor me pareció determinar un territorio entre Villar y
yo.
Como una cierta vuelta al inicio de lo que voy
trasmitiendo, me agradaría compartir un breve texto de
Marguerite Yourcenar, que incorporé en la contratapa de “Las
palabras no pronunciadas”: “He soñado mis sueños; no
pretendo que sean más que sueños. Me guardé muy bien de hacer de
la verdad un ídolo, prefiriendo dejarle su nombre más humilde de
exactitud. Mis triunfos y mis riesgos no son los que se cree;
existen glorias distintas de la gloria y hogueras distintas de
la hoguera. He llegado casi a desconfiar de las palabras. Moriré
un poco menos necio de lo que nací”.
Susana Rozas con René Villar
9 — ¿Hay por allí algún libro que preveas editar?
SR —
No lo hay. En realidad, nunca preparo un libro y
espero. Viene la oportunidad y extraigo de la computadora lo que
ya está corregido. Tengo pendiente un volumen de cuentos desde
1993, con varios intentos fallidos. Estoy elaborando una
ponencia sobre “La carta como recurso de estilo”. Y se está
extendiendo porque en mis lecturas va apareciendo cada vez más
bibliografía para aportar. Lo aplico en el Taller con mis
alumnos y escucho sus opiniones y observaciones.
Susana Rozas con Gustavo Tissoco
10 — Has ido mencionando a un poeta —y también galerista—
santafesino al que has tratado, imagino, bastante: Armando Raúl
Santillán (1929-2013).
SR —
Ha sido una amistad de cuatro décadas, alimentada
lentamente. Armando
fue una persona muy importante en la cultura de la
ciudad, por sus conocimientos, sus contactos, su gusto. Estaba
en todo evento, no sólo de literatura y pintura. Hemos
compartidos lecturas, películas, música y también domingos en
casa de Clara Rebotaro. A su galería se acercaba toda índole de
artistas: Marco Denevi y Ernesto Sábato, entre los narradores
más reconocidos; Pedro Giacaglia y los plásticos y escritores de
Rosario. Esencialmente era un difusor y un compañero para la
conversación y el intercambio de opiniones.
De su poética puedo acercarme con sus propias palabras,
los últimos versos de “Poema con perfil nunca elaborado”:
“Ahora marcho a decir por
esta aurora, / no me arranquen el temor / de lo vivido, no me
duelan la injusticia / de lo amado. / Que llovizne / sembrando
con mis manos / los secos brotes de malvones, / sobre la casa
triste, / que nunca pudo superar / mi infancia.” Así lo
evoco. Y lo extraño.
Susana Rozas con Juan José Hernández y Armando Raúl
Santillán
11 — ¿Qué alternativas muestra u ofrece tu
“Alternativas”?...
SR —
Es
una novela breve cuyo tema fundamental es la crisis de los
cincuenta años en dos hombres. El título juega con la polisemia
que depara el vocablo, ya que se refiere a las posibilidades de
seguir o quebrar caminos. Uno de los personajes pasa de ser un
psicólogo ortodoxo a implementar medicinas “alternativas”. Y
entre otras ramificaciones, la nostalgia de los años juveniles.
Susana Rozas con René Villar
12 —
¿Artistas plásticos, cineastas, narradores?
SR
— Siempre estoy cercana a las artes plásticas, recorro museos,
estudio un poco; pero fundamentalmente es como una herramienta
en mis clases de escritura. Hay cuadros que cuentan historias,
otros que derraman pinceladas de sentidos. La imagen es un
motivador desmesurado. Para nombrar alguno, más allá de los
clásicos, ahora estoy trabajando con cuadros de Edward Hopper.
Fijate, Rolando, que “casualmente” una de sus pinturas inspiró
la casa de “Psicosis”. ¿Ves?, esa película de Alfred Hitchcock
la he visto innumerables veces. (De chica me había enamorado de
los cuadros de Utrillo y creo que de él también. Fue la primera
biografía que leí.) He tomado pequeños cursos de cine, nada más
que para aprender, y tengo un listado variopinto de films que me
atraen: cito uno: “Los sueños” de Akira Kurosawa. También elijo
las películas por las actuaciones: Daniel Day-Lewis me parece el
más maleable de los actores. Me entusiasma lo que hace Rebecca
Miller (esposa de Day-Lewis e hija de Arthur Miller y la
fotógrafa Inge Morath), guionista y directora de cine, actriz,
pintora y novelista.
Fui formada en literatura latinoamericana y mis trabajos
finales en cada carrera han sido sobre Juan Rulfo y luego Juan
Carlos Onetti (quien me enseñó el uso de la adjetivación
comprometida con el texto). Pero más allá de Faulkner, Henry
James, Milan Kundera, Yourcenar, Roberto Bolaño, Yasunari
Kawabata, que están dentro de mi categoría de relecturas, los
últimos descubrimientos fueron, apenas por nombrar a algunos,
Irène Nemirovsky, J. M. Coetzee, Alessandro Baricco, Sándor
Márai, Doris Lessing.
Susana Rozas con la poeta Carmen Amato
--------------------------------------------------------------------------
Susana Rozas con Gustavo Tisocco y Nerina Thomas
13 — En 2005 dictaste un seminario, “Imposturas de las
tramas”, sobre la obra de Silvina Ocampo (1903-1993) en el
Centro Cultural “Villa Victoria Ocampo” de la ciudad de Mar del
Plata. ¿Cuál fue tu enfoque, los ejes principales?
SR — El grupo
estaba integrado por escritoras. Participaban la poeta de México
que ya nombré, Carmen Amato, y Leticia Ruíz, de Puerto Rico.
Para ellas, Silvina —de quien sólo me aboqué a su obra
narrativa— era una novedad reveladora, y terminado el curso
fueron a las librerías a buscarla. La idea de elaborar un
trayecto con respecto a la extensa y heterogénea producción de
Silvina Ocampo, surgió de la necesidad de articular los
conocimientos que se podían transmitir, ya que la autora innovó
desde el ámbito semántico tanto como desde la estructura
formalista. Si algo justifica su vigencia es la perdurable
gravitación que poseen para la imaginación infantil las voces
que cuentan los cuentos. Esto acerca al relato con sus raíces
populares para encontrar una sintaxis más próxima a la del sueño
y del recuerdo que a la linealidad del discurso comunicativo.
Me basé en el artículo “Tesis sobre el cuento” de Ricardo
Piglia: Primera Tesis:
Un cuento siempre cuenta dos historias.
“El cuento clásico narra
en primer plano la historia 1 y
construye en secreto la 2.”
Segunda Tesis:
“La historia secreta es la
clave de la forma del cuento y de sus variantes.” El eje fue
desprendiendo otras ramificaciones, como la inclusión de lo
kitsch, la evolución y desdoblamiento de los narradores en el
mismo texto, el corte social, la perversión en la infancia.
Nos valimos, además, del ensayo “Sobre los recuerdos
encubridores” de Sigmund Freud.
Los textos analizados de la Ocampo fueron: “Cielo de
claraboyas”, “El impostor” y “Las fotografías”. Y concluyo esta
respuesta con una frase de Silvina que me impacta:
“No queremos a las
personas por lo que son, sino por lo que nos obligan a ser.”
Susana Rozas con Reynaldo Uribe y Gustavo Tisocco en 2010
14 — Fritz Perls, entiendo, es el autor de la oración de
la Gestalt: “Yo hago lo mío y tú haces lo tuyo./ No estoy en
este mundo para llenar tus expectativas./ Y tú no estás en este
mundo para llenar las mías./ Tú eres tú y yo soy yo./ Y si por
casualidad nos encontramos es hermoso./ Si no, no puede
remediarse.” ¿Comentarios... o, acaso, una “oración” de tu
autoría?
SR —
Como expresé en renglones anteriores, mi acercamiento
al pensamiento de Mijaíl Bajtín me hace comprender que somos una
cadena de voces, nada es tan personal. No puedo adjudicarme
ningún pensamiento propio, lo que es propio es el modo en que la
experiencia nos lleva a producir.
Susana Rozas con Marcelo Retamozo
15 — ¿Cómo afecta tu obra el mundo de los sueños? ¿Tomás
prestado o trasponés el contenido de tus sueños o ensoñaciones a
la literatura?
SR —
El mundo de los sueños es el germen de la mayoría de
los cuentos y prosas poéticas, es algo tan inconsciente que el
mecanismo se me escapa, pero no lo sabría traspasar sin
filtrarlo por la literaturidad que da la
escritura. Lo más atrayente es la función estética que
indulgentemente aporta. El estallido inimaginable de
sinestésicas emociones.
16 — ¿Te sentís vinculada a la estética de una generación
o grupo literario?
SR —
Realmente no; quizás otros al leerme encuentren
afinidades porque los autores tenemos la posibilidad de cambiar
permanentemente; los grandes que han marcado camino nos han
legado un estilo, una ruta necesaria para la formación en
nuestra condición de lectores. En un comienzo atino a entrever
una adhesión a la poética setentista con el verso libre y una
protesta camuflada en mi caso, pero luego vinieron otros
descubrimientos y en la actualidad me apoyo en mis textos para
partir de allí y alumbrar otras voces.
Susana Rozas con Gustavo Tissoco
17 — ¿Cómo juzgar la autenticidad de un poema? ¿Cómo
juzgar la validez de un poema?
SR —
Entiendo que el arte poético tiene alguna normativa,
especialmente en el ritmo y la estructura. Hay poemas que son
buenos y a veces no logran conmoverme, porque les falta la
pulsión, el desprendimiento del autor. El dejar todo allí. Al
trabajo, al oficio hay que sumarle el misterio. Y a la
manifestación volcada desmesuradamente hay que atraparla con la
estructura que corresponde a cada argumento.
*
Susana Rozas selecciona poemas de su autoría —de la
serie inédita
“Enramadas”— para
acompañar esta entrevista:
I
Vuelvo en un despojado espejismo
con tu linaje de silencio
con la confesión del paraíso y el ciprés
—los árboles pregoneros de infancias—.
Así
sentada en la umbría
viudez de las esperas
sé que estás
viva
en el rostro somnoliento
de mis devotos insomnios.
…………………………..
Como un campanario del cementerio
evocado en otros campos.
II
Trajo el vientre en el poema
sin voz ni sangre desperdiciada,
indiferente a Dios,
advirtiendo en un crepúsculo
una obra
una oración
una perenne orfandad
sin arrojo
para develar secretos
quirománticos futuros;
después
nosotras los
concebimos.
III
Una entelequia
era quedarte
por eso elegiste la muerte
sólo una metáfora abierta
en el vientre,
en la herencia zodiacal
de nuestras mujeres.
Te busqué,
sin elevar la voz
sabiendo que tu olor
de misteriosa desolación
y tiempo esclavizado
me encontraría
descubriéndote en la música
que volabas cada mañana.
e ingenuamente
te sobrevivió.
IV
Juntábamos hojas
para guardar en los libros
en ese otoño indestructible
de sus manos
—venas del color de
mi ropa de estudiante—;
voz apagada de ramas
de tierra y lenguaje parco.
………….
Ella tenía su propia Pascua
como una vestal de fuego
consagrada a la continuidad
de estas sacerdotisas
que multiplicamos ramas.
………………………..
Juntábamos hojas
diametrales en el piso
para indicar el otoño perdurable,
en que nos cubríamos
de adolescencia
y senectud.
V
La abuela
dormía cubierta entre las gasas negras
de sus faldas;
las mías, de colores
prorrogaban entre las almohadas y los pañuelos que
cabalísticamente o por costumbre,
permanecían allí.
Pañuelos cerca de las manos
debajo de las almohadas
para que las urgencias del sueño
nos encontraran provistas de armas
de tela batista, bordadas, empuntilladas.
Y nuestras espaldas
beligerantemente impasibles
se miraban
desde el territorio
propio y finito
de cada cama, cada
suspiro
y un sino
bailoteando en los mosaicos encerados.
VI
Una suerte de chubasco
atormentado y quieto
como un arco iris del siglo pasado.
La clave que rememora
Tu llegada
Igual a una estación derrumbada
de cronología.
Sólo lo revive
la impasible zona de silencios con música
esparcida
en la alfombra
al amparo
detrás de la puerta / siempre allí
inmaterial y constante.
VII
Ella está en el cuarto aséptico
desmemoriado de blancura
destejiendo el crochet
que improvisa
con la mirada en la hospitalaria hiedra
construyendo una variedad turbia
desde donde nos abandona
en una cronología apócrifa.
….
Ella está entramando
la historia oscilante
donde nos transforma en abalorios
en hilos y olvidos.
….
Ella teje otra forma
para apartarnos doloridos o inocentes.
Nos excluimos
acariciando sus manos
que pierden músicas, letanías,
dejándonos el aroma como una maldita
y certera brújula que nos indica
dónde quedará,
habitante de la misma piel.
Acariciamos sus manos
que van deshilando
nuestros años; viaje inmemorial donde nos perdemos:
esa piel que nos quema al tacto
la misma que nos dio la bienvenida;
esa piel que forma parte de la nuestra…
despedida queda, mansa con la imposibilidad de rescatarla, ya de
arena,
de humo, de agua.
*
Susana Rozas con Gustavo Tisocco y Pako Rizzo
---------------------------------------------------------------------
Susana Rozas con la poeta Lucía Serrano
Entrevista realizada a través del correo electrónico: en las
Ciudades de Rosario y Buenos Aires, distantes entre sí unos 300
kilómetros, Susana Rozas y Rolando Revagliatti, 2015.
http://www.revagliatti.com.ar/010919_pub.html
http://www.revagliatti.com.ar/011114.html
*
|