Valeria Iglesias: sus respuestas y poemas
Entrevista realizada por Rolando
Revagliatti
Valeria Iglesias nació
el 2 de abril de 1970 en Buenos Aires, ciudad en la que reside,
la Argentina. Es Licenciada en Lengua Inglesa por la Universidad
del Salvador. Publicó los poemarios
“Papel reciclado”
(2002) y “Restos de
jukebox” (2009), así como la novela
“Correo sentimental”
(2012). Fundó blogs, editoriales y fanzines. Además de ejercer
la docencia como profesora de inglés, dictó talleres de
escritura creativa en centros culturales y otras instituciones.
(retrato de Vane Miller)
1 — ¿Qué podríamos
ir sabiendo de vos hasta antes de tu acercamiento a la poesía?
VI — Mi mamá tenía diecinueve años, había dejado su
Paraná natal después de casarse con mi padre, porteño, de casi
veinticuatro años cuando yo nací. Vivíamos en la Capital
Federal, en “la casa de Aráoz” según siempre se refirieron
cuando hablaban de esa época. Luego nos trasladamos a un montón
de lugares que no recuerdo, uno de los cuales denominaban “la
convivencia”, en una casa grande en la localidad de San Martín,
provincia de Buenos Aires, que mis padres y yo compartíamos con
otras familias de militancia peronista.
La primera vivienda que sí recuerdo, a mis dos años de
edad, era un departamento que mis padres alquilaban en la
suburbana Villa Ballester, “la casa de Almirante Brown”: la
entrada del edificio, la disposición de los ambientes, mi madre
embarazada de mi hermana, mi hermana de bebé. Y unas vecinas
mellizas, mayores que yo, hijas de la dueña de todo el edificio
—tipo PH, con pocos departamentos—, que a veces me invitaban a
jugar y tenían una cocinita de miniatura que a mí me encantaba.
De ahí nos mudamos, dentro de la misma localidad, a la
casa de la avenida Las Heras. Mis padres la pudieron adquirir
gracias a los préstamos otorgados en el último gobierno de
Perón. Yo tendría cinco años y asistía al jardín de infantes del
INTI Instituto Nacional de Tecnología Industrial, donde mi mamá
trabajaba. De ese jardín evoco el traslado en el auto nuestro o
de mi tía, quien también trabajaba allí. Viajaba con mi hermana,
mi tía y mi primo todas las mañanas. ¿Qué más?: tuve mi primer
perro, el Cuchi, un bóxer que regalaban unos chicos que pasaron
por la puerta de mi casa y que no sé cómo me dejaron tener. Duró
poco. Mi madre no tuvo paciencia con lo que él rompía, así que
lo regalaron. Por ese entonces falleció Perón: en mi memoria las
imágenes del velatorio en la TV blanco y negro y mi madre
llorando. Poco después, la despidieron de su trabajo.
La primaria la cursé en una escuela parroquial donde mis
compañeros iban a misa menos yo, ya que mis padres eran
agnósticos, tirando a ateos, así que no me permitieron
concurrir. Fue un sufrimiento: con miedo a los castigos de Dios,
rezaba todas las noches para que mi familia se volviera
creyente.
También
hice danzas españolas. Yo hubiese preferido concurrir a danzas
clásicas, pero no
recuerdo por qué me quedé con las españolas. Fue un antecedente
para que, ya en el secundario, en primer año me pusieran en el
grupo de gimnasia deportiva. Sin embargo (hoy todavía me
arrepiento), como no me agradaba estar separada de mis amigas,
pedí que me incluyeran en el grupo de gimnasia común. Así fue
como me alejé de mi conexión más consciente con mi cuerpo, de
los movimientos, de sus posibilidades más allá del cotidiano.
Algo que recuperé de grande con el yoga.
2 — Y ahora sí: tu
primer acercamiento a la poesía.
VI — Fue en quinto grado. Allí estudiamos la métrica
y la rima del poema “Ay, señora, mi vecina” del cubano Nicolás
Guillén. La maestra nos indujo a plasmar nuestro propio poema.
Sentí que se abría una puerta a algo mágico, misterioso y
selecto. Lograrlo fue como si me dijeran que podría incorporarme
a la NASA y conducir un cohete. Algo que yo creía imposible e
inalcanzable (quién sabe porqué) resultaba que era viable, que
sólo se trataba de intentar. Ese año le escribí uno a mi papá
para el Día del Padre y algunos otros. No los recuerdo ni tengo
copias.
En el secundario empecé a pergeñar canciones. A la letra
le inventaba una melodía que al día siguiente olvidaba porque no
sabía anotar música, así que muy pocas “canciones” perduraban en
mi cabeza, completas con su música, por más de una semana. Las
letras eran de amor, o de desamor. Y hasta busqué palabras
difíciles en el diccionario para agregarlas a esas letras y
“darles mayor vuelo”. A los diecisiete años, cuando mi hermana
comenzó un taller de teatro, a mi madre se le ocurrió ofrecerme
concurrir a un taller literario. Inicié uno dependiente de la
Municipalidad de San Martín, coordinado por Mabel Garabelli. Fui
a mi primer encuentro con mis “canciones” de (des)amor, llenas
de lugares comunes. Cuando oí lo que los demás participantes
(que ya venían asistiendo de años anteriores) leyeron, supe que
debía cambiar radicalmente mi escritura. Me volví surrealista al
instante. Me fui alejando de los lugares comunes, yéndome al
extremo de rebuscar imágenes abstrusas, inentendibles. Pero así
empecé a experimentar con el lenguaje.
3 — Cuando
estarías concluyendo el secundario.
VI — Y pensé en estudiar psicología, como mi mamá.
Incluso (ella era la que definía los detalles de lo que yo
quería estudiar) me iban a anotar en la Universidad del
Salvador, donde ella había cursado durante la dictadura. Pero en
una ocasión acompañé a una amiga a anotarse en el CBC [Ciclo
Básico Común], hicimos la fila, y cuando llegó nuestro turno
pedí un formulario para inscribirme y me anoté en la Universidad
de Buenos Aires para la carrera de Letras. Hice el CBC, mitad en
una sede (Drago) y mitad en otra (Ciudad Universitaria). Aprobé
cinco de las seis materias imprescindibles para ingresar a la
carrera. Con cinco materias se podía comenzar, podías cursar
durante el primer cuatrimestre la materia del CBC que te
faltara. Pero no fue fácil. Yo todavía vivía en el Conurbano
Bonaerense y el viaje era largo y complicado (no tenía medios de
locomoción directos, debía tomar tres). Cada vez que llegaba
para anotarme, había paro no docente, se había cortado la
electricidad, etc. Así que, decepcionada, volví al ofrecimiento
de mi madre de estudiar en la Universidad del Salvador, pero la
carrera de Letras. Me aburrí un montón. Cuando terminé el primer
año, del que no rendí ninguna materia, me puse a estudiar para
dar libre la materia del CBC que me faltaba aprobar, y al año
siguiente comencé la carrera de Letras, cuando ya tenía veinte.
Cursé durante dos años, aprobé con final seis materias (a otras
jamás me presenté a dar final) y a los veintidós me fui a
Londres a estudiar inglés, en un viaje que me regaló mi padre.
Regresé enamorada de Londres y fantaseando con
enseñar idiomas. No sólo inglés, sino también español para
extranjeros. Quería irme a enseñar nuestro español a Europa, y
necesitaba una carrera más rápida (Letras en la UBA es muy
larga) y más práctica (precisaba mejorar mi inglés para residir
en el extranjero), así que me anoté en la Universidad del
Salvador, pero para la carrera de Lengua Inglesa. Era parecida a
una carrera de Letras, pero se cursaba toda en inglés.
Al año siguiente me conseguí un trabajo, junté plata y volví a viajar,
esta vez de turista, a Londres. Es el día de hoy que tengo
saudade de esa capital (si
es que este término en portugués aplica). Incluso, tengo sueños
recurrentes en los que estoy ahí, en los que viajar hasta allí
es muy fácil. Lo logro con un colectivo o un taxi desde mi casa.
Y siempre, siempre que sueño con Londres me despierto feliz.
Pero, a los veintitrés me puse de novia con el papá de mi
hijo y a los veinticuatro nos casamos (mientras
continuaba estudiando, y a unos meses después de que falleciera
mi padre) y a los veintiséis tuve un hijo (mientras seguía
estudiando), y cuando concluí mi carrera tomé conciencia de que
había estudiado para irme a enseñar idiomas por el mundo pero me
había casado y tenía un hijo, por lo cual el proyecto originario
quedó anulado o reemplazado por otro.
4 — Y habrás
arribado a tus treinta años.
VI — En crisis. Me separé, seguí enseñando inglés a
desgano. A comienzos de 2002, mientras la Argentina se
derrumbaba, en el instituto de inglés en el que era docente me
ofrecieron trabajar más horas por menos dinero. Renuncié. Decidí
dedicarme a la literatura a tiempo completo y criar a mi hijo. A
fin de cuentas, ganando poco era lo mismo que ganar mucho pero
dejar la mayor parte de mis ingresos en una niñera para que lo
cuidara. Efectué algunos trabajos aislados de corrección, de
asesoramiento a estudiantes que estaban redactando sus tesis.
Intenté armar talleres literarios. Sólo tuve alumnos
individuales. En 2005 el sistema “vivir de la literatura” se
hizo insostenible y empecé a desempeñarme en una escuela como
maestra de inglés. Si bien me sentí muy a gusto con el equipo de
trabajo (de hecho, he vuelto a ejercer la docencia en la misma
institución), no me satisfacía enseñar inglés y tenía escasa
paciencia con los niños. Durante esos veranos inventé una
modalidad de taller intensivo: taller de escritura creativa de
cinco días corridos. Cinco días explorando las posibilidades de
la escritura. Funcionó. Quedaron algunos alumnos para seguir
durante el año con un taller más tradicional. Empecé a dar
talleres y renuncié a la escuela. Fue por entonces, y con esa
decisión, que compilé los poemas que conservaba desde los
diecisiete años (pocos quedaron de esa edad) y escribí algunos
nuevos incorporados a
“Papel reciclado”, en una edición de autor. Organicé
presentaciones, una suerte de gira por diferentes bares y
centros culturales, con la finalidad de vender mi primer
poemario. Una amiga me aconsejó que iniciara un curso de clown
para perfeccionar mi manejo con el público. En 2003 estudié con
Cristina Martí en el Centro Cultural Rojas. Luego con varios
clowns: Pablo Argañaráz (2004), Lila Monti (2005), Marina
Barbera (2007), Silvia Aguado (2011). Participé de numerosas
muestras. Trabajé dando talleres durante ocho años. De
escritura, de creatividad y de proyectos. Di seminarios de
creatividad en talleres extracurriculares de UADE Universidad
Argentina de la Empresa y también como parte de programas de
capacitación para gerentes de empresas.
En 2006 concurrí a un taller de poesía en la Casa de la
Lectura, coordinado por Andi Nachon. Aunque en un principio me
desilusionó ver que era un taller de obra (se leía y analizaban
los poemas que se habían enviado para quedar seleccionados en el
grupo) y no de producción, con el pasar de los encuentros fui
concibiendo todo un poemario que terminé publicando en 2009, con
más textos que proseguí escribiendo después del taller, y que se
llamó “Restos de jukebox”.
Este poemario, a diferencia del anterior, fue el primer proyecto
de libro organizado como un todo y no como una selección de
poemas que ya tenía y junté para un volumen. Cada poema fue
pensado, escrito y trabajado para pertenecer a un todo. El
título surgió de uno de los poemas. Jukebox significa rockola, y
el hecho de que el libro llevara un nombre mitad en inglés y
mitad en castellano anticipaba lo que pasaría en el poemario; el
inglés, indefectiblemente, se cuela en muchos de los textos con
palabras sueltas y con un poema bilingüe, autotraducido, o,
mejor dicho, escrito y versionado en ambos idiomas.
En 2007 comencé un ciclo de lecturas llamado “Outsider”.
El propósito era integrar la poesía y la narrativa (había ciclos
de poesía o de narrativa por separado), así como también invitar
a leer a quienes nunca habían participado de esas tertulias (el
outsider).
Pasaron por el ciclo Juan Faerman, Ingrid Proietto, Julieta
Prandi, Fernanda García Lao, Patricia Suárez, Patricia
Kolesnikov, Gabriela Cabezón Cámara, Juan Guinot, Paola Ferrari,
Jimena Repetto... Lo coordiné durante dos años, hasta que en
2010, junto con Enzo Maqueira (uno de los lectores que había
pasado por el ciclo) fundamos
Ediciones
Outsider. Aparecieron cinco títulos:
“Antología outsider”,
“Antología
outsider II”,
“Cuentos raros”, “Escribir
después” (antologías de cuentos) y el volumen doble de
Federico Jeanmaire y Juan Martín Guastavino:
“Los zumitas / El silencio
del río”. Luego
todo quedó en
stand by por lo costoso que resulta imprimir y lo
complicado que implica la distribución. En 2014 reactivé la
propuesta con nuevos socios: Francisco Cascallares y Jorge
Churio, como editorial digital de cuentos.
Dos años antes me había integrado a la Escuela del
Estudio de la Intuición: es una ONG que enseña valores para que
el ser humano vuelva a vivir como especie y no como individuo
separado. A partir de lo que fui incorporando en la escuela,
decidí volver —en 2013— a ejercer la docencia en la misma
institución en la que había trabajado en 2005 y 2006.
5 — Has tenido tu
paso por un taller de escritura coordinado por el escritor y
periodista Luis Gruss.
VI — En la misma época en que me dediqué de lleno a
la literatura, cuando reunía en papelitos y carpetas los poemas
que llevaba escritos para elegir los que publicaría, mi mamá me
prestó un ejemplar de la revista “Latidos”. Ahí reparé en que se
anunciaba un taller de "nuevo periodismo". Estaba orientado a
escribir crónicas desde una perspectiva más literaria que
periodística, y quedaba muy cerca de casa. Ahí conocí a la
actriz y escritora chilena Vanessa Miller, con quien entablé una
profunda amistad que comenzó con mi colaboración en algunos
guiones de un programa de Georgina Barbarrosa en los que Vanessa
actuaba.
Al año siguiente, Luis armó un nuevo taller, ya orientado
a la escritura más general, no necesariamente crónica. Fue muy
productivo y nutritivo mi paso por esos talleres.
6 — Recuerdo aquel
blog que fundaste: Absurda y Efímera. Y hubo otros.
VI — Sí, cuando ya hacía varios años que trabajaba
con
Absurda y Efímera
(que comenzó como un sitio web antes de ser un blog, pero con la
misma dinámica que luego tuvieron los blogs) un amigo me invitó
a participar de uno llamado
Perdida y
desdichada; la propuesta era turnarnos para subir posts
fingiendo que no era ficción, sino que era verdaderamente una
chica la que usaba la plataforma para contar sus desventuras
amorosas, sus problemas existenciales con el amor. Algo como lo
que hizo Hernán Casciari con el blog que terminó siendo la
exitosa obra teatral “Más
respeto que soy tu madre”, protagonizada por Antonio
Gasalla.
Con esa idea en mente, creé un blog llamado
Busco novio: un
título llamativo para poder generar muchos lectores lo más
rápidamente posible. Y así, fingiendo que era una chica que
contaba una historia que le había ocurrido en un pasado cercano,
empecé a escribir una novela que terminé en 2014. Eso sí, el
blog lo tuve por poco tiempo "al aire". Era divertido percatarse
de cómo algunos lectores opinaban como si eso que leían ahí
fuese ficción literaria, mientras que otros creían que era
verdad y me aconsejaban consultar a un médico (la protagonista
tiene una mancha rara en la piel que la perturba porque podría
llegar a ser algo maligno).
7 — En 2009,
cuando comenzabas a cursar el posgrado “Diplomatura en Ciencias
del Lenguaje” en el Instituto Superior del Profesorado Dr.
Joaquín V. González, te definís expresamente feminista.
VI — Después de coquetear con la fantasía de cursar
ese postgrado, justo se me ocurre decidirme el año en que mudan
el “Joaquín V. González” al Centro (antes quedaba a tres cuadras
de mi casa). Es un postgrado que aún estoy cursando, porque no
lo hago tanto por el título como por aprender o profundizar
temas que me interesan. Entonces, si en un cuatrimestre no hay
una materia que me atraiga dentro del horario en que me es
cómodo, no concurro, como es el caso de este segundo
cuatrimestre. Pero ya cursé más de la mitad de la diplomatura.
Mi incursión en el feminismo también supone algo de
coqueteo. Allá por el 2001 conocí a Andrea Álvarez, baterista y
cantante, conocida por sus trabajos con otros músicos y bandas
como Soda Stereo y Divididos, pero que en esa época se lanzaba
como solista. Su hijo iba al mismo colegio que el mío y nos
hicimos muy amigas. Ella es una feminista confesa. Yo, sin
embargo, aunque estaba de acuerdo en lo que ella sostenía,
pensaba que no valía la pena exponerse con opiniones que no
todos podían entender. Se lo dije varias veces, cuando la
acompañaba a las entrevistas que le realizaban para medios
gráficos o radiales.
Pero siempre hay algo que alguna vez te hace ver las
cosas de otra manera. Cuando algo es de por sí justo, tarde o
temprano sale a la luz. Hoy se consideran derechos humanos a
algunas instancias que antes eran invisibles. Por ejemplo, antes
se asumía como normal que existieran esclavos, o que la mujer
estuviese desconsiderada por ley para votar. Aunque todavía
existen quienes tienen sus
peros con el
matrimonio igualitario, o que opinan que una mujer que se expone
como mercancía en un programa de TV como el de Marcelo Tinelli
es porque elije ser(hacer) eso. Además, una vez leí una de esas
frases que suenan lindas y políticamente correctas pero que si
las sopesás, te impulsan a posicionarte. Decía algo como "ser
indiferente ante una injusticia es lo mismo que ser injusto". La
estoy citando por su concepto, pero estoy segura de que esas no
eran las palabras exactas.
8 — ¿Cuántos fanzines editaste? ¿A qué apuntaban, con qué
características gráficas?
VI — Con esta pregunta me quedo pensando en las
vueltas de la vida. Empecé con
Absurda y Efímera, primero
como revista digital, luego como blog. Para pasar por los
fanzines y volver a lo digital, que es mi proyecto actual con
Ediciones Outsider. Hice dos fanzines. El primero era una hojita
de
Absurda y efímera
con la selección de algunos poemas de los autores que
colaboraban con la revista digital. Era una hoja A4 diseñada en
Corell, cada número con una forma de plegar diferente. Las
dejaba en los negocios, librerías, tanguerías y centros
culturales. Era una manera de llegar a la gente que estaba por
fuera de internet.
El segundo, que edité junto a mi hermana, bailarina de
tango, se llamó Una herida absurda y era
una publicación de Tango. Tenía también poemas, entrevistas,
textos y una agenda de las milongas y shows de tango. El
propósito de tener fanzines, lo mismo que revistas, blogs, o la
editorial, surge de la necesidad de crear canales de expresión
alternativos. Se trata de no quedarse quejándose por la falta de
oportunidades para expresar lo que uno tiene para expresar.
( en la presentaciòn de" Papel Reciclado")
9 — Te asomás
públicamente a la narrativa a través de una novela.
VI — La escribí sin darme cuenta que la estaba
escribiendo. Antes estuve con la otra novela que ya mencioné y
no tiene nombre, la que arranqué escribiendo en un blog.
“Correo sentimental” empezó con un mail que redacté para alguien y
que luego no envié. Entonces, se me ocurrió que sería un buen
experimento escribir algo que se basara en eso, en mails nunca
enviados. Me lo planteé como un proyecto a seguir, redacté dos o
tres más y dejé, porque no podía no ser autobiográfica, y esa no
era la intención.
Seguí con mi otro proyecto de novela hasta que, unos
meses más adelante, supe de un concurso de novela corta. La que
estaba generando ya iba por la mitad y no tenía atisbos de ser
breve, ni de ser concluida en un lapso acotado. Entonces retomé
lo de los mails. Aquella experiencia emocional que me había
impulsado a redactar el primer mail ya estaba, no sé si sanada,
pero sí en paz. Entonces me mandé a escribir esos mails usando
mi biografía a veces, sí, pero no ya con respecto a una sola
persona, sino a varias, y a sucesos que me habían referido
amigos y amigas, y así, a los apurones, logré algo que envié al
concurso y que no gané. Estaba desprolija, la historia que
subyacía a esos mails no se entendía. Un año después la pulí, la
amplié y se la pasé al editor de Pánico el Pánico, Luciano
Lutereau, que la aceptó encantado, le cambió un par de cosas,
entre ellas el título, que originariamente era “Los mails que no
te envío”. Es, como sus nombres (el original y el definitivo) lo
indican, una novela de género epistolar. Me entusiasmó que no
sólo apareciera el narrador como personaje, sino también el
narratario. Conté una historia, reflexioné sobre el lenguaje,
las redes sociales, las relaciones humanas, las obsesiones, y
hasta me di el lujo de incluir unos poemas, los que en su
gestación estaban en el medio de la novela, pero el editor los
dejó como un apéndice cuyo título es “Los mails que no te
envío”.
Foto Augusto Álvarez
10 — Tu perfil
quedaría incompleto si no diéramos cuenta de que sos instructora
de yoga y que impartís un taller de obra (narrativa) a distancia
y en grupo.
VI — Hace diez años que practico yoga. Durante los
primeros cinco fue algo inestable. Concurría todo un año, dejaba
seis meses (generalmente durante el verano y el otoño). Desde
que comencé sentí que ésa era mi actividad física (había probado
con otras y siempre fallaban mis ganas); no obstante, me faltaba
entrenar mi voluntad de sostenerlo ininterrumpidamente. Un poco
por eso, y otro poco porque necesitaba un cable a tierra, una
actividad laboral que no implicara trabajo intelectual (con mi
escritura, la editorial y los talleres que impartía), un día se
me ocurrió hacer el instructorado de yoga. Sin embargo, el
primer cambio no fue laboral, sino que obró en mi actitud con
respecto a cuán en serio me lo tomaba. Hace cinco años que
practico yoga sin interrupción y hace tres que doy clases. Me
estimula esta contracara de la labor intelectual, que es el
trabajo del cuerpo, con el cuerpo y para con el cuerpo de los
demás. En 2015, además, dejé de coordinar talleres de escritura
presenciales y me quedé con uno, que ya tiene también cinco
años, en forma virtual a partir de un blog privado. Participan
personas de Mar del Plata, Pilar, y ahora dos de Capital que no
tienen tiempo de asistir a un taller presencial, pero que
precisan un espacio y un grupo para elaborar sus textos. Es un
taller de obra, no es a partir de consignas. Actualmente hay
cuatro participantes: tres están trabajando en novela, y uno en
un volumen de cuentos.
11 — ¿Te detectás identificada con personajes de algún
narrador?
VI —
En
general, resueno con aquellos narradores personajes (historias
narradas en primera persona) que exponen su vulnerabilidad y que
se construyen como un personaje fuerte a partir de asumir sus
debilidades. Incluso, en ocasiones, se regodean con esa
debilidad que es, la más de las veces, la imposibilidad de
encajar en el mundo de los "normales". Tal es el caso de la
narradora de “El ancho mar
de los Sargazos”, una novela de Jean Rhys que se trata, nada
menos, que de la precuela a la novela
“Jane Eyre” de
Charlotte Brontë. También podría ser el del narrador de Paul
Auster en las dos partes de
“La invención de la
soledad”. En este otro caso, la resonancia fue más por lo
autobiográfico: es un hijo que procura reconstruir a su padre
muerto, y siente cómo se le escurren las certezas de quién era
ese padre suyo. A mí, de alguna manera, me resultó aliviador.
Otras personas que lo encontraron angustiante me preguntaban,
cómo podía resultarme agradable su lectura. Y es que a mí me
alivia cuando otro pone en palabras sentimientos parecidos a los
míos que andaban ahí, innombrados en mi interior.
(fotografia de Augusto Alvarez)
12 — Para Jean Anouilh,
“La vida es muy bella
cuando a uno se la cuentan o cuando la lee en los libros; pero
tiene un inconveniente: hay que vivirla.” Para Virginia
Woolf, “La vida es sueño;
el despertar es lo que nos mata.” Para Gabriel García
Márquez, “La vida es un
juego de probabilidades terribles; si fuera una apuesta no
intervendrías en ella.” Para Joseph Conrad –en realidad,
para el personaje narrador de
“El corazón de las
tinieblas”-: “La vida
es una bufonada. Disposición misteriosa de implacable lógica
para un objetivo vano. Lo más que se puede esperar de ella es un
cierto conocimiento de uno mismo —que llega tarde— y una cosecha
de remordimientos inconmensurables.” Y para vos, ¿qué es la
vida?...
VI —
La vida
es un regalo y es un misterio y puede ser vivida de todas las
formas que dicen esas citas, pero también de muchas otras (¡por
suerte!). Hace poco reparé en un chiste en las redes sociales
que cuestionaba el consejo ese que reza "que no se te vaya el
último tren" o algo parecido. El chiste decía "no conozco ningún
tren que pase una sola vez, así que dejen de decir pavadas".
Creo que a cada instante la vida te envía un tren para ir a lo
bello que indica Anouilh; el inconveniente es que no siempre lo
tomamos. No tomamos el de este instante, ni el del que sigue y
así y así. Pero cada tanto tomamos uno, y qué lindo que fluye
todo. Es más, uno se dice ¿por qué no hago esto más seguido?,
sin saber qué es "esto" exactamente. Y luego volvemos al
estatismo, a dejar pasar los trenes. La vida es movimiento, así
que habría que animarse a tomar el tren de cada instante.
13 — ¿Ensalada o puchero?... ¿Más lo salado que lo dulce?
¿Y agridulce?...
VI —
¡Puchero,
de una! Pero también ensaladas bien power (nada de lechuga y
tomate, ¿se entiende?). Me provoca lo dulce, pero si tengo
hambre de algo salado, lo dulce no me interesa ni me satisface.
El postre es algo que siempre surge como imperativo después de
cenar. Lo agridulce también me encanta. Un placer de adulta.
Sobre todo con frutas frescas: melón con jamón, triples de miga
con ananá, carnes con puré de manzanas.
(junto a la cantante Andrea Alvarez)
14 — ¿Qué te estás debiendo al punto de mortificarte por
ello? ¿Perdurarán las deudas?
VI —
Mortificarme, hace rato que no me pasa eso. Pero me fascinaría
volver a Londres. O tener la posibilidad de viajar seguido a esa
capital. Tener un trabajo u ocupación que suponga viajar a
Londres con frecuencia. Me debo aún corregir la última novela
que escribí, sí. Y eso me perturba un poco, a veces. Pero no
siempre. Espero que ninguna de las dos deudas perdure.
15 — ¿A qué poeta con veta humorística destacarías?
VI —
Oliverio
Girondo, sin duda: muchos de sus poemas.
(En una presentaciòn junto a un grupo de escritores)
16 — ¿De qué está hecho el poema? ¿El poeta tiene punto
de llegada? ¿Cuál es tu relación con la grafía?
VI —
Mi poema
está hecho muchas veces de una voz que aparece y repite una
frase. Una frase que al principio no tiene mayor sentido para mí
y escribir el poema es darle el sentido. Pero hace tanto que no
escribo poesía. Así que esto que estoy contestando puede ser un
invento que me hago, esos recuerdos que uno se construye y no
sabe si le pasó o si lo urdió tan sólidamente como a una
certeza. Otros poemas los fui a buscar yo. El punto de llegada
es raro. Hay poemas que llegan a un punto en el que ya no les
harías nada (estamos en casa, hemos llegado). Y otros que parece
que están bien, pero podrían ser otra cosa.
Si con grafía te referís a manuscritura, escribo todo a
mano, luego trabajo con la compu. Todo lo redacto primero con
papel y lápiz, incluso los escritos administrativos. Si estamos
hablando de la forma que adquiere el poema en el papel, también
son detalles que observo, mucho. Me parece que la distribución
del texto en el papel, incluso en la narrativa, puede ser una
puerta que se abre al lector, o un paredón que eyecta las ganas
de leer.
17 — ¿Qué consideraciones te merece la poesía argentina a
la que has ido accediendo como lectora y cuya irrupción se haya
producido en este siglo?
VI —
Sinceramente, no me percibo con autoridad para opinar sobre
poesía argentina. No soy lectora de poetas, soy lectora de
poemas. Hay poemas que me han conmovido hasta pensar que ahí se
encontraba el secreto de todo. Incluso me ha pasado de encontrar
poemas ocultos en la narrativa. En general, resueno, como
contesté en mis identificaciones con los personajes de novelas,
con los momentos en que el lenguaje deja ver lo que no se puede
decir con lenguaje. Me ha pasado eso con poemas de la uruguaya
Idea Vilariño, de Ungaretti, de Alejandra Pizarnik, de Juana
Bignozzi, de Héctor Viel Temperley. Pero te estoy nombrando
extranjeros y argentinos del siglo pasado en su mayoría. De mis
contemporáneas locales me conmueven muchos poemas de Noelia
Rivero, Valentina Nicanoff, Carolina Mikalef y Andi Nachon.
*
(fotografia de Augusto Alvarez)
Valeria Iglesias selecciona poemas de su autoría para acompañar
esta entrevista:
Árbol genealógico
La pera
podrida
que nunca
se cae
es mi
origen.
Fui su
semilla,
no su
simiente.
Las uvas
maduras
son
granos que adolecen.
Más
cerca, acá abajo,
los
cítricos:
la ácida
y rugosa piel
del
limonero
del patio
de mi
casa.
(de “Papel reciclado”)
*
doble de riesgo
hay
el
pensamiento que sobrevuela
registrando el todo visible
las
partes del cuerpo incluso
su propia
espalda
y hay
los
efectos especiales
dinamita
acmé reventándole adentro
derramándola
va a
perder la cabeza
va a
dejarla en el camarín o en el tráiler
para que
le maquillen el gesto de espanto
o para
que la use el acróbata
que en
esas tomas hace de ella
gira por
el aire
sin mirar
a cámara y fuera de foco
(Inédito en fanzine-plaqueta “Estrella de cine
catástrofe”, Ediciones Bailanta, 2013)
*
morera
miedo esquina de cañas
una selva no es valor
es volar
suspende el diafragma
serpiente rodea tronco
llegar a donde no llora
lugar donde recuerda
no llora
trepa las rodillas
arden bajo los vaqueros
árbol de moras
la altura certifica
el suelo lejos no hay dudas
con gusto a vuelo la fruta
por entre las hojas sol
magia es creer de dios
más cerca se reza
los rayos atraviesan pelusas
partículas de polvo
como una redención
es ella niña santa
inmaculada mora
explota el paladar dulce
en los pies colgando miel
niña alada
y está sola
sin testigos se abandona
lo hace sola
se deja a sí misma
una tarde sin rescate
(de “Restos de jukebox”, Tocadesata, 2009)
*
Los mails que no te envío
5.
primero lo besé
antes su voz oblicua
el comentario inseguro de cuerpos rotos
lo besé furiosa increíble
pero no estuve ahí
no estuve
y cuando me permití estar
quedé blanda de amor y perdida.
6.
pero no se pierde
el que está:
parece un cuerpo enlazado
sin clasificar
el peligro se bebe lento
y se escupe
ante la duda
cuando ya es tarde.
(de “Correo sentimental”, Ediciones Pánico el Pánico,
2012)
*
Timidez
Sos muy íntima
me dicen
cuando están a punto de reventar todos
—y yo también—.
Paredes hacia adentro
el templo de la vergüenza
donde rindo culto
al temor
a entrar en contacto
con lo ajeno.
Cuando muera
ni siquiera el olor
alertará a los vecinos
temeroso de importunarles la cena.
Ojalá pudiera desaparecer
sin dejar rastros.
(Inédito publicado en Revista “Pistilo” Nº 3, marzo de
2005)
*
Entrevista realizada a través del correo
electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Valeria
Iglesias y Rolando Revagliatti, 2015.
*
http://www.revagliatti.com.ar/030616.html
|