Wenceslao Maldonado: sus respuestas y poemas
Entrevista realizada por Rolando Revagliatti
Wenceslao Maldonado
nació el 29 de julio de 1940 en Buenos Aires, ciudad en la que
reside, la Argentina. Fue sacerdote salesiano entre 1965 y 1989.
Estudió teología en la UPS (Universidad Pontificia Salesiana de
Roma) y letras en la UCA (Universidad Católica Argentina) y en
la Università degli Studi (Trieste). Fue docente, hasta 2008, de
griego clásico, latín y literatura italiana; se ha dedicado a la
traducción literaria en estas lenguas.
En el género poesía publicó los libros
“La estación necesaria”
(1990), “El hombre
herido” (1994), “Tierra
intranquila” (1994),
“Dioses del deseo antiguo” (1995),
“Si
cortarle la cabeza a la
Gorgona” (1997, Primer Premio XIX Encuentro Patagónico de
Escritores, Puerto Madryn, provincia de Chubut, la Argentina,
1996, cuya versión bilingüe castellano-inglés,
“If cutting the head of
the Gorgon”, en traducción de Donny Smith publicó el sello
Vela al Viento, 2012),
“Ceremonial de una familia oscura” (1997). Y ya en este
siglo se publicaron las libretas
“Paraíso desechado”,
“Paternidad de sombra”,
“Manual de osos prácticos”,
“Zureo”,
“Eros y otros deseos”,
“Hexagrama”,
“Réquiem de guerra”,
“Diálogo de pájaros”,
“Hay un amor que espera y
que no olvida”. En 2008 se edita un volumen que podría
clasificarse entre poesía y narrativa:
“La proctomaquia o El
cantar de los culos. Poema
épico-paródico de Aristón de Mitilene”. Obtuvo el Primer
Premio “Iniciación en Prosa”, bienio 1992-1993, de la Secretaría
de Cultura de la Nación, por el libro de cuentos
“Arquitectura Gótica”
(1999). Su segundo libro de narrativa breve aparece en 2004:
“Fronteras”. Y en 2012
se edita su novela “Las
vigilias de Príapo”.
Dos de sus obras teatrales,
“La historia del
cliptodonte” y “La
musa de los muchachos” (presentación irreverente de poemas eróticos
griegos) han sido representadas entre 1997 y 2000. Últimamente
ha traducido piezas de Giuseppe Cafiero (“Creando
un país para Alicia”, estrenada en Buenos Aires en noviembre
de 2012) y “Los
fantasmas de Joyce”
(pre-estreno / work-in-progress, 8 de diciembre de 2013).
Integró el grupo Zeus Teatro. Realiza con el actor Marcelo
Gamarra performances de poesía, “Wences’s Bar en vivo”,
continuación de numerosos eventos realizados por ambos desde la
década del noventa. Coordina con la poeta María Chapp el ciclo
de poesía “La Metáfora Ardiente”.
1 — ¿Qué libros
tenés previsto publicar? ¿Tenés dramaturgia inédita y sin
estrenar?
WM
— Espero que aparezcan tres libros que tengo ya
diseñados desde hace tiempo:
“Nocturno siciliano”,
poemas de Sicilia escritos entre 1990 y 1993, algunos de los
cuales fueron editados en Italia, ya que en esos años yo vivía
en Troina, Provincia di Enna. La serie
“strade di Troina”
(calles de Troina) fue publicada por mi amigo Luigi Ruberto, con
quien pensaba editar un libro de narrativa, escrito
conjuntamente en italiano y español, que se iba a llamar
“L’incontro” (“El
encuentro”), proyecto pospuesto pero no depuesto… Y tengo además
dos libros de narrativa listos, la novela mitológica
“Hipócalo. Pasión de hombre y caballo”, sobre el Sagitario, y una
colección de cinco nouvelles sobre mis ancestros imaginarios:
“Bienes de familia”.
En cuanto a poesía inédita, están en lista de espera,
desde la década del ’90, unos veinte libros. Te doy los títulos,
si es que no soy demasiado pesado. Lo que sucede es que escribo
en forma permanente, y en diversos encuentros de poesía o
performances que realizo con Marcelo Gamarra, prefiero leer
poemas inéditos. Y va la lista, libros cerrados todos en estos
últimos veinte años, entre 1993, después de mi regreso a Buenos
Aires, y este final de año 2013: (1)
“El amante de las horas
dispersas”; (2)
“Torsos desnudos en un
mismo espejo”; (3)
“Esquina sin sosiego”; (4)
“Sobre la vejez”; (5)
“Anecdotario incierto
de este sueño”; (6)
“El mar y la hoguera”; (7)
“Todo lo que puede ser el gran payaso”; (8)
“Recorridos breves de un
largo itinerario” (recopilación de recopilaciones, poesía
2006 – 2011 / Resquicios, pentafonías / Proyecto de una vida
para después / Cicatrices / Desolación y canto); (9)
“Mi reino será el mar”;
(10) “Hay voces en las
paredes”; (11)
“Memorias de otoño”; (12)
“Los días terribles”;
(13) “Escenas
desconcertantes de la
guerra futbolera – Copa América 2011”; (14)
“Volver a La Coronilla”;
(15) “Veinte
proposiciones para el misterio y la aventura de la vejez”; (16)
“Sorpresa de un lunes
apasionado”; (17)
“Fragmentos de obstinación nocturna”; (18)
“En el comienzo del fin –
poemas convalecientes”; (19)
“Invocación al mensajero
ausente”; (20) “Pueblo
en silencio”.
Lista larga ¿no? Repasarla me da un poco de
frustración… Pero, en fin, no creo que estos libros mencionados
tengan tanto valor como para tener derecho a la publicidad.
Algunos de ellos sí tengo ganas de que sean editados en un
futuro más o menos inmediato. Me gustaría que eso sucediera con
“Sobre la vejez”, una
especie de meditación poética sobre mi entrada a la vejez y
viendo a mi madre, con la que viví en sus últimos cinco años de
vida. También quisiera tener en las manos
“El mar y la hoguera”,
libro que me había prometido ilustrar una amiga artista
plástica, inspirado en la relación de vida, amor y muerte entre
Aquiles y Patroclo, tema céntrico de la Ilíada. Otro libro que
me encantaría tener publicado cuanto antes es
“Mi reino será el mar”,
anclado también en temas de la antigüedad clásica, con tres
partes dedicadas a Poseidón y su reino del mar, al Minotauro y
el laberinto de la discriminación, y finalmente al Hades, reino
invisible de los muertos. Hay un cuarto libro todavía que
quisiera ya verlo impreso, y es
“Hay voces en las paredes”,
porque tiene que ver con los recuerdos en la localidad de
Martínez y aquella vieja casona en Muñiz al 400 en la que
vivimos en nuestra infancia, y que se cierra con una carta de
sinceramiento con mi padre, con el que no me entendí demasiado
bien mientras vivió. Seguramente, lo más ambicioso de publicar
de estas veinte obras inéditas es
“Recorridos breves de un
largo itinerario” porque, como anoto en la lista de libros
inéditos, reúne cuatro libros escritos durante los cinco años
que viví con mamá y tienen que ver con actitudes mías de una
nueva etapa.
La pregunta que me hiciste se completa con
dramaturgia no estrenada. Y sí, escribo teatro de tanto en
tanto. Y he estado en diversos proyectos, pero algunos quedaron
a medio andar. Una idea importante era realizar la dramaturgia
de la Odisea. Y ahí quedó, porque el director me dijo que eso se
podía dar sólo en el Teatro San Martín de otros tiempos… Con
“Islaín el solitario”,
me sucedió que un director de coros se entusiasmó y me prometió
componer música para los coros que alternan con los
protagonistas; pero todo quedó en las buenas intenciones. Como
también quedó en buenas intenciones, pero con posibilidades de
resurrección, la versión de
“Si cortarle la cabeza a
la Gorgona”, nada menos que para una ópera, como me había
sugerido el querido y recordado Eduardo Gudiño Kieffer, quien
presentara la primera edición de esta obra; otro amigo músico,
miembro de una importante orquesta, me hizo la propuesta, por lo
que hice la adaptación con el título
“Perseo y la Gorgona”;
y como Donny Smith me había hecho la versión en inglés, ya hace
unos años, para la revista “Metamorphoses” de la Smith College
de la Universidad de Massachusetts (Fall 2005, vol. 13, Issue 2,
pág. 68 ss.), preparé también el texto en inglés,
“Perseus and Gorgon”, porque mi amigo me decía que para una ópera
iba a ser más fácil… Bueno, allí estamos todavía, a la espera.
Lo más frustrante fue darle, por meses, a los ensayos de
“Abismo de la equilibrista inoportuna”, mi versión teatral de
“Fuegos” de Marguerite
Yourcenar, con nuestro grupo Zeus Teatro, compuesto por Karina
Martínez como la Safo equilibrista, y por Marcelo Gamarra y yo
mismo, los payasos del circo poético en cuestión. Y así quedaron
también, pero sólo en los papeles, nuestros proyectos sobre
obras de Oscar Wilde:
“Salomé” y “Confieso”.
Diría que las dificultades de la puesta han sido y son los
problemas que no sé resolver. Y si me sigo incorporando al
teatro, en estos últimos años, es sólo como traductor. El año
pasado se estrenó “Creando
un país para Alicia”
del escritor italiano Giuseppe Cafiero, con la presencia del
autor; y estamos por presentar
“Los fantasmas de Joyce”,
del mismo dramaturgo, con la Compañía teatral Quinto Piso, bajo
la dirección de Daniel Godoy.
2 — ¿Qué nos trasmitirías sobre tu quehacer de
traductor?
WM
— De los clásicos greco-latinos no tengo de qué
quejarme ni preocuparme; son lo que son, y hay muchas
traducciones de todo tipo, entre versiones literales duras, a
traducciones retorcidas y hasta las formas poéticas más
sorprendentes. Si tengo que decir un nombre, no puedo dejar de
recordar a Horacio Castillo, que me aconsejó con sabiduría y me
corrigió con gran prudencia. Pero siempre uso mis versiones;
para las clases de latín y griego he preferido hacer una
traducción más cercana a la letra, para que sirva como
instrumento y clave de los secretos de esas lenguas. En libros
de ensayos trato de hacer justicia con los valores poéticos de
los textos, que tienen lógicamente múltiples dificultades, ante
todo por pertenecer a lenguas muertas que ya han perdido a sus
hablantes; y, además, porque se escribieron en contextos
culturales muy diversos, no sólo con respecto a estos tiempos
nuestros, sino a los tiempos y circunstancias de su escritura,
ya que muchos se distancian por varios siglos, y a veces
nosotros tenemos la tendencia a considerarlos en bloque, como si
fueran todos contemporáneos.
Muy distinta es mi actitud con respecto a la
traducción de autores italianos. Hablo de los contemporáneos.
Porque para Dante, por ejemplo, sobre el que hago con frecuencia
cursos y talleres, sigo la traducción de mi profesor Ángel
Battistessa, a veces con algún retoque si lo debo publicar en un
ensayo, como es el caso de
“El encanto de la oscuridad / y otras divagaciones sobre La Divina
Comedia”. En
este momento, o en estos últimos años, he traducido varias obras
del ya mencionado escritor Giuseppe Cafiero. Afronté de él
textos de narrativa, poesía y teatro. Lo más problemático ha
sido su novela “James
Joyce, Roma y otras historias”, sobre todo por la parte de
la abundante información sobre Roma. Me exigió redactar una gran
cantidad de “notas de traductor”, para clarificarle al lector de
habla hispana las múltiples referencias sobre historia romana,
sobre su riqueza arqueológica y artística, incluida abundante
documentación eclesiástica. Me demandó más tiempo y coraje que
el que imaginaba, y agradecí haber vivido tantos años allí, como
para ubicarme y entender los desplazamientos de Joyce por los
complejos itinerarios de la Urbe, según pinta la novela.
Wenceslao Maldonado con R. Revagliatti, D. R. Mourelle,
Federico Pedrido, Félix Lucas, Carlos Paz, Jorge Paolantonio,
Cristian De Nápoli y Juan Desiderio en 1999
3 — ¿Y sobre tu quehacer en escenarios teatrales?
WM
— Desde los seis años, es decir, cuando comencé mi
primer grado en una escuela de Martínez, a la vuelta de mi casa,
me he sentido vinculado al teatro. Y se lo debo a mi maestra
Matilde Parodi Rolland, conocida como
Titita, o Titita
Muras por su apellido de casada. Debo decir que ella fue la
maestra de mi fantasía, la que me impulsó a la creación desde
esa temprana edad, y la que me hizo trabajar en el papel de
payaso en una obra escrita por ella. Titita, hasta su muerte
acaecida hace más de diez años, me acompañó siempre,
absolutamente siempre en todos los acontecimientos de mi vida,
incluidas las presentaciones de libros a los que se asoció con
enorme alegría. Fue, y es, para mí, niño, adolescente, adulto,
“la maestra”. Siempre apuntó a formar pequeños actores y dirigir
teatro infantil. Por eso, siendo yo director del Colegio Don
Bosco, de Ramos Mejía, vino a ver las instalaciones del bello
teatro de ese instituto. Vino acompañada de un adolescente rubio
que no tenía todavía quince años, Osmar Nuñez, quien desde ese
momento sería para mí como un hermano menor. Osmar me acompañó
en casi todas las presentaciones, leyendo los textos, desde el
primer libro que presenté en 1990,
“La estación necesaria”, hasta el año pasado 2012, cuando le hicimos
los dos un justo homenaje a la maestra ausente pero viva con
“Réquiem de guerra” y “Diálogo
de pájaros”. ¡Una de las grandes maravillas de mi vida!
Desde aquellos seis años de mi primera actuación,
seguí mi recorrido con los salesianos de Don Bosco. En segundo
grado, año 1948, en el Colegio Santa Isabel, de San Isidro, me
sentía ya un actor consumado con ocho años, y hasta intentaba
escribir con nuestro primer grupo literario de compañeros,
D’Almedia, Toyos y yo. Es que también tuvimos allí un maestro
excepcional y gran actor como fue Mariano Volpe, que dirigía el
cuadro dramático de ex alumnos, mientras que el Padre José
Isidro Vaccaro escribía para ellos obras y guiones para diversos
eventos. Y más tarde, desde 1954, cuando entré con catorce años
al Seminario Menor de Bernal, me encontré con un artista eximio
como fuera el Padre Juan Morano, ilustrador de revistas,
escenógrafo y director de teatro, quien asociado a Carlos Forno,
peluquero y maquillador del Teatro San Martín, formaron una
dupla teatral imparable en aquel teatrito de Belgrano 280, que
tenía casi todas sus sorpresas preparadas sobre las tablas de
semana en semana. Eran tiempos en que se daban obras de la
Galería Teatral Salesiana de Madrid, generalmente arregladas por
los mismos autores, Arniches, Muñoz Seca, Pemán, y muchas veces,
con orquesta en vivo, operetas italianas, en las que yo, siendo
un tenor segundo de poco volumen, solía perder protagonismo y me
contentaba con papeles secundarios. En 1960 comencé como docente
en Ramos Mejía. Y entonces me dije que era una oportunidad para
seguir con el teatro escolar que había aprendido, aunque ya con
ínfulas universitarias.
Vuelto de Italia con un buen bagaje de cine —eran los
años esplendorosos de Fellini, Antonioni, Visconti, Pasolini,
Bolognini, Zurlini o De Sicca— me enganchó el periodista
Alejandro Rossiglione para sus programas en Radio Porteña y allí
me instalé con Butaca 68 y Butaca 69, hasta el cambio de mano
con Radio Continental. Creo que entonces hubo un viraje en mis
preferencias de docente. El teatro pasó a ser en mis esfuerzos
colegiales un bien de lujo para determinadas ocasiones anuales,
mientras que el cine, con talleres y actividades de cine-debate,
se convirtió en mi preferencia de actividades
extra-programáticas.
Todavía seguí dirigiendo cada tanto alguna obra de
teatro hasta 1996; última, escrita por mí para las fiestas de
mayo en el Colegio Mekhitarista, fue
“Cinco días de mayo”,
un verdadero fracaso. Sin embargo esa escuela aceptó mi guión
cinematográfico, que hizo filmar el equipo del empresario
Eurnekian y que se estrenó en el cine Metro el 21 de mayo de
1996, en los 40 años de la escuela, con copia de regalo para
todos los espectadores invitados.
Fue entonces, en ese mismo año 1996, que decidí
asociarme a Marcelo Gamarra, a quien había conocido en 1993, y
me llevó al taller teatral de Adrián Porcel de Peralta. Formamos
así el núcleo de lo que fue de inmediato “Zeus Teatro – grupo de
coreutas ambulantes”, y arrancamos primero con nuestras
performances de poesía y luego con lo que sería nuestro éxito
durante tres años: “La
Musa de los Muchachos”, sobre epigramas de Estratón de
Sardes y otros poetas alejandrinos, obra con la que, desde Lugar
Gay de Buenos Aires, logramos llegarnos hasta Nexo, el teatro
Ift y el espacio teatral de la Galería Ghandi.
Llegó el 2001, con el hecho más lúgubre y terrible de
mi vida, la muerte de mi hijo Alejandro. Lo que escribí desde
ese momento quedó fijo en
“Paternidad de sombra”, obra de poesía que reúne mi dolor de
esos años, y que presenté en la SEA, acompañado por los dos
laderos de siempre, Osmar Núñez y Marcelo Gamarra.
Nunca más volví a subir a un escenario para hacer
teatro. Sí para realizar performances poéticas con Marcelo,
siendo las que más recordamos, en la SEA con una noche erótica
en 2010, en Casa Brandon en 2011, y en la Casa del Tango —de La
Plata— en 2012. Con Gito Minore de La Imaginería, un centro
cultural, me prendo para sacar la poesía a la calle. Este año
hemos leído en abril en el Obelisco, y en septiembre en la
Avenida Boedo, parando en todas las esquinas emblemáticas que,
desde la Editorial Claridad, llevan los nombres de los
escritores de Boedo, como Álvaro Yunque, Elías Castelnuovo o
César Tiempo.
Con todo yo he seguido en el programa radial “Doble
Ancho”, entre 2008 y 2012, con mi columna de comentarios
culturales sobre libros literarios, cine y teatro, pasando por
AGRadio, radio La Boca y Radio Boedo. Continuidad, si se quiere,
de lo realizado periodísticamente en la década de los ‘90 en el
Diario “Clarín”, como ayudante de Marcelo Pichón Riviere, en el
Suplemento “Jornada Cultural” de “Diario de Trelew” y en la
Revista “NEXO”.
Wenceslao Maldonado con Lidia C. Carrizo, Carolina
Rodríguez, Silvia Pastrana, Rolando Revagliatti,etc. en 2011
4 — ¿Algo sobre
“Entre Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en la poesía de Grecia”,
esa antología anotada? ¿Y sobre “La proctomaquia o El cantar de
los culos”?
WM
— Actualmente el archivo de
“Entre Afrodita y Eros. Deseo, amor y sexo en la poesía de Grecia”,
se encuentra en su totalidad de cinco capítulos, y con la
versión incómoda de notas al final de cada uno de esos
capítulos, en mi propia página web en el tópico “traducciones”.
Se trata de una
selección de textos
que terminaron en libro en 2001, y que usé entre 1994, a mi
regreso a la Argentina, hasta 2000, pero que sigo usando todavía
hoy en talleres y cursos.
En estos veinte años he multiplicado los encuentros
sobre poesía erótica de la Grecia clásica, así como también de
la Roma monárquica, republicana e imperial. Mis charlas no eran
omnicomprensivas, sino más bien tomaba algunos puntos
neurálgicos del tema, por ejemplo La Ilíada y la Odisea, el
teatro griego del Ática o la Musa de los Muchachos y los poetas
alejandrinos. A veces he hecho cursos centrándome en algún poeta
en especial, como Safo, Calímaco, Teócrito o Estratón de Sardes,
y en el teatro he tenido preferencias por Eurípides y sus
transgresiones dramáticas.
Mis charlas sobre literatura erótica de Roma no han
tenido la misma suerte de encontrarse con el libro bien armado.
Pero es posible que alguna vez suceda porque tengo todo el
material sobre esos cursos. Más allá de mi interés por Catulo,
Virgilio, Horacio u Ovidio, mis preferencias fueron detrás del
Satiricón de Petronio, hasta el punto que imaginé un final a esa
obra que nos ha llegado fragmentadamente y que se convirtió en
mi novela “Las vigilias de
Príapo”, socializada el año pasado 2012 en Ediciones Las
Miradas de Eros / los libros del Simposio, editorial erótica que
me pertenece y que está, por el momento bastante estancada,
después de una batalla legal por el título primitivo que era
Editorial Simposio, en homenaje al “Simposio”, mal llamado
“Banquete”, de Platón.
Sobre “La
Proctomaquia o el Cantar de los culos” aclaro sólo que se
trata de un “falso poema” de un poeta alejandrino inexistente,
Aristón de Mitilene. Más allá de lo llamativo que pueda ser el
título, quiero explicitar que el libro es una burla a la belleza
que pretendidamente se expone hoy en el cuerpo. Como otrora las
diosas habían apostado a ver quién era la más bella, y gana
Afrodita con trampa, aquí son tres dioses los que concursarán
para ver quién tiene el mejor culo, Ares, Apolo y Dioniso,
convocados por Hermes a instancias de Afrodita misma. Y no
cuento cómo termina la historia… Es posible acceder a ella a
través de internet.
Wenceslao Maldonado con José Emilio Tallarico, Rolando
Revagliatti, Jorge Cambiaso, etc., en 2006 -Foto Daniel Grad
5 — ¿Qué evocarías de tu rol en la docencia?
WM
—
Al jubilarme, se me hizo un enorme vacío que todavía, a cinco
años, me cuesta llenar. Viví muy feliz como docente. No sólo
porque me complacía dar latín, griego o literatura italiana (en
este último caso no se trataba de la lengua, sino porque me
gustaba estar en el aula). Estas materias las he dado en nivel
terciario en la Universidad o en Profesorados. Pero me
reconfortaba, sobre todo, trabajar con adolescentes en el nivel
secundario, siempre en los últimos cursos, donde se trataba de
lengua y literatura española simplemente. Pero el margen
educativo era mayor: ayudar a que los chicos lograran no sólo
una lectura comprensiva, sino también crítica, consiguiendo
madurar en la propia expresión y en un sentido de juicio
personal, libre y motivado. Es decir, me ha fascinado más ser
educador que trasmisor de conocimientos, considerando que la
perspectiva educativa comienza con un entendimiento afectivo,
antes que intelectivo.
Lo interesante es que todavía hoy me encuentro con
mis ex alumnos de los ‘60 y los ‘70. Y los de los últimos años
del 2000, grupos que organizan eventos multimediáticos, porque
hay excelentes artistas plásticos, actores y actrices,
fotógrafos y músicos, me llaman para que me integre a sus
encuentros para… ¡hacerme leer poesía!
6 — ¿En qué barrio naciste y cómo siguió tu derrotero
en lo que concierne a viajes y residencias?
WM
— Bueno, comencemos en todo caso por mi nacimiento,
que según me contó mi madre, más comunicativa que papá, fue en
el Instituto del Diagnóstico que, por aquel entonces, estaba
ubicado en la avenida Córdoba y Ecuador. Eso fue un 29 de julio
de 1940, a las 17.15, para ser precisos. Era un día de lluvia
muy fuerte. En realidad en la Ciudad de Buenos Aires no viví de
niño mucho tiempo. En 1946 emigramos hacia el norte de la
Provincia, a Martínez, donde estuve hasta 1953. A partir de 1954
entré al seminario menor de Bernal; y allí me recibí de maestro
normal nacional y completé los estudios de filosofía. En 1960 ya
estaba instalado en Ramos Mejía, donde comencé mi trabajo de
maestro, pero sólo por tres años, ya que a fines de 1962 me
enviaron a Turín, Italia, para estudiar teología en lo que
inicialmente fue el PAS (Pontificio Ateneo Salesiano),
transformándose en 1965 en UPS (Universidad Pontificia
Salesiana), ya con sede en Roma. En 1966 volví a la Argentina, y
mientras seguía la carrera de Letras en la UCA, daba clases de
lengua y literatura griega y latina en Ramos Mejía. Estuve luego
tres años en el Colegio León XIII, ubicado en la calle Dorrego
al 2100, para volver a partir de 1971 a la zona oeste, primero
Ramos Mejía y luego San Justo.
Fui teniendo cargos de cierta importancia en la
Institución Salesiana: primero como director y rector de un
colegio, luego como vicario inspectorial de una zona, para
terminar siendo inspector provincial de las obras salesianas de
la Capital Federal, Santa Cruz y Tierra del Fuego, con sede en
la Ciudad de Buenos Aires, zona Almagro, en donde residí desde
1982 hasta 1989. Por motivo de mi trabajo, en esos años viajé
mucho a Europa; y entre 1977 y 1988 permanecí por largos
períodos en Roma, integrando equipos de elaboración de
documentos, como la “Ratio studiorum” de los salesianos, es
decir, la planificación de los estudios en la formación de los
nuevos religiosos.
En marzo de 1982, la federación de todas las órdenes
y congregaciones de hombres (díganse, dominicos, franciscanos,
redentoristas, salesianos, jesuitas, maristas, lassallanos,
hermanos de San Juan de Dios, agustinos, etc.), me eligieron
presidente de esa entidad denominada CAR (Conferencia Argentina
de Religiosos), cargo que mantuve por dos períodos hasta marzo
de 1988, y que me obligó a viajar, además, por todo el
continente americano. Eran habituales las reuniones en los
países limítrofes; pero debí asistir a reuniones incluso en
Panamá, Guatemala, Haití, países menos frecuentados en el
periplo de encuentros y reuniones.
Realicé viajes y tareas que me llevaron por muy
distintas naciones de Europa, como Eslovenia, Croacia y Serbia,
Bulgaria, Turquía y Grecia. Llegué incluso a Israel y Egipto;
recuerdo mi llegada problemática a Tel Aviv, porque como llevaba
correspondencia para los salesianos de Cremisán, Belén, me
tuvieron detenido en el aeropuerto, con la sospecha de ser un
agente de alguna entidad internacional, lo que quedaba casi
demostrado por los sellos de tantos países en mi pasaporte. Pero
lo que recuerdo con más impresión fue mi viaje a Angola, para
ver a los primeros salesianos que se habían establecido allí
hacía apenas un año, porque era una zona africana que
patrocinábamos desde Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay. El
país estaba en plena guerra civil entre las fuerzas del
Presidente José Santos y el insurgente Jonathan Zabimbi; por ese
motivo no pude llegarme hasta Luena desde la capital Luanda, en
donde paraba. Sin embargo, al uruguayo Pepe Uría se le ocurrió
que debía llegarme hasta su parroquia de Calulo, pasando el río
Kuanza. Y para allá nos fuimos, a pesar de que la embajada del
Brasil había dado el alerta de que las tropas rebeldes andaban
por esa zona. De hecho, cuando llegamos al gran río que divide
en dos el territorio nacional, nos pararon soldados de las
tropas cubanas, allí apostados, y nos sugirieron muy amablemente
que diéramos la media vuelta. Pero como Pepe insistió en que no
podía dejar abandonada a la gente de su parroquia, hacia allí
nos fuimos. Todo fue una fiesta; el centro parroquial
extraordinario, la gente de una calidez total. Saqué fotos a
diestra y siniestra. Al final de mi visita de tres días, pude
regresar sin inconveniente alguno, esta vez camino a Dondo, un 2
de septiembre. Al día siguiente, corrió como un reguero de
pólvora la noticia de que las tropas revolucionarias habían
entrado en Calulo, y secuestrando a varias personas, el primero
a Pepe Uría, el párroco. Y se llevaron a los cautivos a través
de la selva caminando casi durante cuatro meses, soltándolos
recién en la Navidad de ese año 1983. Mis fotos pasaron
inadvertidas por la aduana cuando salí del país; y a pesar de
que viajé en un avión militar con heridos de guerra rumbo a
Belgrado, esas imágenes se transformaron en el testimonio de un
trabajo riesgoso y de una vida precaria en plena guerra civil.
Pero umbundos y kimbundos, en ambas márgenes del Kuanza, nunca
perdieron su alegría. Todavía me parece verles una sonrisa
maravillosa. Llegué a Roma sano y salvo y todavía con algo de
voz para contar…
A fines del año 1989 sucedió un cambio y una toma de
decisión fundamental en mi vida: el alejamiento de la vida
sacerdotal y de la iglesia. Los motivos de viraje tan violento
quedaron enumerados en una carta a mis superiores que se hizo
pública. El asunto da como para un libro. Conseguí entonces
ubicarme en el departamento en donde vivo actualmente, en el
Abasto, gracias a la ayuda de amigos y de la misma institución
salesiana. Por ese entonces yo no sabía que había nacido a
cuatro cuadras de aquí, ni tampoco que ésta iba a ser mi casa en
la que viviría por más tiempo, alrededor de veinte años. Había
conseguido unas pocas horas de clase en Castelar, y me moría de
hambre.
Como un antiguo compañero de mis años juveniles me
ofreciera un trabajo de pedagogo en el Instituto Oasi de Troina,
Sicilia, con un generoso sueldo y la posibilidad de investigar
sobre escuela y discapacidad mental y la inserción de los padres
en la “escuela de todos”, sin pensarlo demasiado, preparé mis
valijas y decidí emprender viaje, imaginando que me quedaría ya
para siempre en esa nación, a la que reconocía como “madre de mi
formación cultural y artística”. Allí viví tres años de trabajo,
feliz por las posibilidades que se me daban, incluso para
participar en congresos europeos, como fue el caso de Alemania y
Portugal, llevando mis trabajos de investigación, mientras
publicaba las conclusiones en la revista de la Institución,
convirtiéndome en colaborador. Y hasta tenía posibilidad de
relacionarme con escritores del lugar, como fue el caso de Luigi
Ruberto. En esos tiempos, viajaba en forma permanente a Múnich,
en donde vivía con su familia, mi ex alumno Miguel Macek, de
origen esloveno, convertido ahora en psicólogo social. Fueron
años de mucha producción literaria.
Pero no podría haber adivinado nunca que en junio de
1993 fallecería mi padre repentinamente. Ya mi hermana Marta,
tres años más joven que yo, había fallecido en 1982. Y mi
hermano Horacio, el tercero, requirió mi presencia en Buenos
Aires, porque él mismo no estaba bien; de hecho falleció tres
años después. Ante este panorama, al volver, decidí quedarme en
la Argentina y ya nunca pude regresar a Europa. Como conseguí un
trabajo de delegado inspector de una jueza de menores en los
Tribunales de Talcahuano y Lavalle, logré hacerme cargo de un
menor en riesgo, de Quilmes, que se transformó de inmediato en
mi hijo del corazón, Alejandro David.
Por ese entonces, me pareció encontrar mi lugar en el
mundo en La Coronilla, última población sobre la ruta 9, antes
del Chuy, frontera con Brasil, en la República Oriental del
Uruguay, punto de referencia de una mínima actividad comercial y
playa de mi contemplación del mar. Desde hace dieciséis años,
voy y vengo en forma casi permanente. Allí descanso, allí
escribo; y de allí salieron obras como
“La Proctomaquia…”,
“El mar y la hoguera”,
“Mi reino será el mar”,
“Volver a La Coronilla”
y otros últimos textos.
Wenceslao Maldonado con Rolando Revagliatti y Daniel Grad en
1997
7 — No sólo pertenecés a la Sociedad de
Escritoras y Escritores de la Argentina, sino que, fuiste
secretario de esa entidad durante un año.
WM
— En realidad son tres las sociedades de escritores a
las que estoy afiliado como socio; la SADE, la tradicional
Sociedad Argentina de Escritores, con su antigua sede en la
calle Uruguay, fue la primera. Y sigo pagando mi cuota social,
aunque voy poco. En 2001 Víctor Redondo capitaneó una especie de
rebelión contra la SADE, por diversos motivos, algunos de los
cuales tuvieron bastante trascendencia. Decide entonces crear
una nueva entidad, la SEA, la Sociedad de Escritoras y
Escritores de la Argentina. Me acuerdo que suscribimos el acta
fundacional casi doscientos participantes. De hecho, tengo el
número de socio 124, siendo de esa primera camada. La SEA
prometía luchar por el reconocimiento de los derechos de los
escritores. Se logró, después de las primeras estrecheces, tener
una sede realmente cómoda, por comodato, en el 2° piso de la
Estación del Ferrocarril Sarmiento. Y el momento culminante de
la lucha llegó en el 2009, cuando se consiguió que la
legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires, con la
abstención de los legisladores oficialistas del PRO, lograra la
aprobación del RAL, Reconocimiento a la Actividad Literaria,
subsidio equivalente a una especie de jubilación. Por suerte
Macri no vetó la nueva ley.
Por ese entonces los integrantes de APOA, la
Asociación de Poetas de la Argentina, se reunía asiduamente en
el Bar Bukowski, siendo su presidente Cayetano Zemborain. Adherí
también a este movimiento, sobre todo porque trata de llevar la
poesía a las escuelas y centros de salud. En el seno de esta
organización nació la iniciativa hace cinco años de reunir a
jóvenes poetas, menores de treinta años; el nombre de estos
encuentros anuales se denomina “Juntada” y abarca a jóvenes de
todo el país, con una visión realmente federal. Celebro esta
actividad, que acompaño, observando motivaciones, estilos,
eventos y grupos de los jóvenes en distintos puntos, como en la
Juntada, en la F.L.I.A. (la Feria del Libro Independiente,
Autónomo, Autogestivo, Anárquico, y todo lo que la A pueda
querer decir), en Vivaldi Libros Bar. Creo que lo que he ido
escribiendo en estos años, a manera de ensayos de observación,
me hacen sentir en continuidad con el trabajo de mis épocas de
docente, mientras que, al mismo tiempo, la creatividad artística
juvenil me produce una enorme felicidad.
*
Wenceslao Maldonado con Patricia Sibar, José Emilio
Tallarico y Rolando Revagliatti en 2006 Foto
Daniel Grad
Wenceslao Maldonado selecciona poemas de su autoría
(2006-2012), pertenecientes a “Recorridos breves de un largo
itinerario”, recopilación de recopilaciones en cinco libros,
para acompañar esta entrevista:
1.-
levedad de voces
en los labios
y nada más que alas
en la respiración
hasta espantarme
(del libro primero RESQUICIOS,
palabra, 2006)
2.-
desbordada
mi locura levanta
su barrilete de fantasía
por cielos de libertad en las esferas
más azules de la altura
y despliega
(creo que sin vergüenza)
todo su deseo de un baile despreocupado
(ante el quiebre de las censuras)
todo el gesto de sus brazos y sus piernas
(ante la burla del conformismo ciudadano)
toda la algarabía de su vestido en giros
(ante el malhumor que no respeta)
y mira lo que es
en el espejo interior del sentimiento
(en la carta de identidad de su existencia)
y baila baila baila
a viento suelto a cielo abierto
y ríe ríe ríe
la risa cuanto se quiera
mientras el cuerpo define
en el aire enloquecido de la altura
la elección del movimiento
(del libro segundo PROYECTO DE UNA VIDA PARA DESPUÉS,
apuntes para una vida
nueva, 2008)
3.-
no me fue fácil
hacer las paces
con el que fui
pero ahora
puedo despedirme de él
como si hubiéramos sido siempre
buenos amigos
(del libro segundo PROYECTO DE UNA VIDA PARA DESPUÉS,
acta póstuma, 2008)
4.-
sabe
que no puede
decírselo más que a sí mismo
este espacio sin medida
con el sol derrumbado
en todas las distancias
sudoroso caminar sin rumbo
con pesadumbre sin saber por qué
no sabe
que es más que un caminante
tal vez un nómada olvidado
alguien de esa especie humana
que se fue dispersando
en la soledad de los afectos
en la vasta diferencia de la idea
sabe
que no hay un punto fijo sospechable
de ser el final
un árbol por ejemplo
o una casa en la lejanía
o un río que divida las comarcas
del silencio y la rutina
aunque fuera un agua
aburrida de estancarse
o una nube que marque alguna altura
no sabe
si hay altura o qué distancia
habría hasta el horizonte
porque la línea que cierra las fronteras
tal vez esté arriba
o a lo mejor pertenezca a los senderos
ahora desandados
perdidos en el cansancio permanente
de no poder recostar las fantasías
y sabe
que tendrá que seguir caminando lo que sea
hasta que ya no pueda más
hasta que las piernas rígidas se nieguen
a otro paso ciego
y no sabe
hasta dónde habrá llegado
y desde dónde vino
y para qué caminó tanto
y qué hay más allá
de la ceguera
(del libro tercero CICATRICES,
desierto, 2010 )
5.-
es esta ausencia hijito…
obligado a dejarte que te fueras
aunque te tenía de la mano
destruyendo el adiós
vaciando los abrazos
dejando mudas las palabras
y hoy tan lejos...
yo que intenté ser padre y madre
de tu orfandad en ronda por la calle
cuento todavía
los días terribles del silencio
los años dolorosos de la pérdida
que se ahonda más y más por este hueco
y me empuja a rondar por tantas calles
de tu soledad
(del libro cuarto DESOLACIÓN Y
CANTO poema 35, 2011)
6.-
la noche en la palabra
escarba
los sentidos posibles
que la garganta no expresa
descubre riquezas que se esconden
en la sutil fragilidad de lo profundo
muy adentro de uno
o tal vez encuentra
socavones del miedo y de la duda
desconocidos
(del libro quinto LA NOCHE EN LA
PALABRA poema 5,
2012)
Wenceslao Maldonado en 2004 - Foto de Daniel Grad
*
Entrevista realizada a
través del correo electrónico: en la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires, Wenceslao Maldonado y Rolando Revagliatti.*Wenceslao
Maldonado falleció en marzo de 2016
http://www.revagliatti.com/040712_maldonado2.html
http://www.revagliatti.com/040712.html
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