Eduardo Mileo: sus
respuestas y poemas
Entrevista realizada
por Rolando Revagliatti
Eduardo
Mileo nació el 4
de julio de 1953 en Buenos Aires, ciudad en la que reside, en la
Argentina. Fue docente de Anatomía de la Facultad de Medicina de
la Universidad de Buenos Aires en el lapso 1996-2005. Desde 1978
ejerce su condición de corrector, jefe de correctores,
coordinador editorial y editor de decenas de revistas, diarios y
editoriales (“El Péndulo, “Mutantia”, “Sexhumor”, “Ñ”; “Crítica
de la Argentina”, “Página 12”, “Clarín”; Grupo Editor
Latinoamericano, Ediciones de la Flor, Fondo de Cultura
Económica, Sociedad de Bibliófilos Argentinos, Alfaguara,
Taurus, Aguilar, entre otros). Fue jefe y secretario de
redacción de las revistas “Juegos & Co.” y “Babel”,
respectivamente. Fue miembro del consejo editorial de la revista
de poesía “La Danza del Ratón”. Obtuvo el Primer Premio de
Poesía del Fondo Nacional de las Artes en 2001 y el Tercer
Premio de Poesía del Gobierno de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires en 2014. Con Gabriela Franco y Javier Cófreces fue
antólogo y prologuista de
“Última poesía argentina” (2008) y
“Primeras poetas
argentinas” (2009); con Javier Cófreces, lo fue de
“Un palmar sin orillas”
(poemas de Francisco Madariaga, 2009); y lo mismo, ya como único
responsable, de la antología de poetas argentinos del siglo XX,
década de 1990, “Otro río
que pasa” (2011). Fue incluido en
“Una antología de la
poesía argentina (1970-2008)” (selección de Jorge
Fondebrider, 2008) y en
“200 años de poesía argentina” (selección de Jorge
Monteleone, 2010). Editó los discos “A boca de jarro” (2005) e
“Irala, sueño de amor y de conquista” (2010) junto al compositor
Raúl Mileo. En 1991 se publicó su pieza teatral
“Misa negra” (en
coautoría con Alberto Muñoz). Entre 1982 y 2015 publicó los
poemarios “Quítame estas
cruces”, “Tiendas de
campaña”, “Dos épicas”
(en coautoría con Alberto Muñoz),
“Puerto depuesto”,
“Mujeres”,
“Poema del amor triste”,
“Poemas sin libro”,
“Muro con lagartos”,
“Poemas del sin trabajo”,
“Los frutos del apetito”
(en coautoría con Javier Cófreces),
“Titanes” (en
coautoría con Javier Cófreces y Alberto Muñoz),
“Bestias pop” (en coautoría con Rafael Mileo) y
“Tinta amniótica”
(selección de textos de
“Muro con lagartos”, Ediciones Pen Press, Nueva York,
Estados Unidos).
1 — Residís en el
populoso barrio de Balvanera pero naciste en el ahora más bien
residencial barrio de Villa Pueyrredón.
EM — Y en
una Buenos Aires muy diferente de la actual, más tranquila y
solidaria. Veo aún la carreta con canastos de mimbre, sillas,
plumeros, trastos de todo tipo. Veo los caballos abonando el
pavimento, los adoquines afiebrados de sol, la fina hierba
creciendo entre las piedras. Terrenos baldíos, como el ocio,
enmascarados por el pequeño trajín público, los pocos vecinos,
el olor de la noche con grillos y luciérnagas. Parece mentira,
pero esto sucedía en la ciudad hace cincuenta años. Ahora el
paisaje es más vertiginoso: el elástico neumático reemplazó a la
rígida rueda de madera; la fibra óptica cruza a latigazos el
cielo ciudadano, las autopistas elevan su sordera sobre el
bullicio.
Mi padre fue un obrero del vidrio, trabajador en la
industria de los letreros de neón. Mi madre, un ama de casa, que
había querido ser profesora de francés, pero terminó siendo
modista, como quería mi abuelo.
Vi el desembarco del hombre en la Luna cuando era un
adolescente que recién se iniciaba en los misterios del
lenguaje, y en otros misterios no menos lingüísticos. Pero
también desembarqué en la tierra cuando descubrí la injusticia,
el abandono, la humillación. Desde ese momento luché contra esas
formas lamentables de lo humano.
Me recibí de bachiller en el Colegio Nacional de Buenos
Aires y comencé a estudiar Medicina. Aunque no llegué a
recibirme, fui docente de Anatomía durante diez años en la
Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires, y
también en la Universidad de Morón y en la Universidad Austral.
Mi relación con la medicina siempre fue una suerte de amor
postergado. Tuve que dejar la carrera debido a la muerte
prematura de mi padre (tenía 43 años cuando murió), y abandoné
la facultad cuando la tristemente célebre dictadura militar de
1976 tomó el poder. Mucho tiempo después volví a retomarla,
especialmente para estudiar Anatomía, materia que siempre me
apasionó, y para dedicarme allí a la docencia: fui miembro del
Departamento de Docencia y coordinador de la Escuela de
Ayudantes de la III Cátedra de Anatomía de la Facultad de
Medicina de la UBA.
Eduardo Mileo, acompañado, durante una lectura
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Eduardo Mileo con Susana Villalba y Javier Cófreces
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2 —
¿Puedo nombrarte a
Galeno, Aristóteles, Erasistratus, Andrés Vesalio, Leonardo da
Vinci, Paracelso, Pedro Jaime Esteve, Eustaquio…?
EM — Sí,
nombres, si bien disímiles entre sí, que tienen un común
denominador: su dedicación a la ciencia, en especial a la
ciencia médica. Siempre tuve un amor especial por esa profesión,
a la que veo, con razón o sin ella, como altruista.
El “De humani corporis fabrica”, de Vesalio, debe ser uno de los primeros libros de anatomía publicados. Juan
Valverde de Amusco, un contemporáneo suyo nacido en España, es
también un destacado anatomista, autor de
“Historia de la
composición del cuerpo humano”. Los dos tienen en común la
presentación de disecciones como si se tratara de una puesta en
escena: los cadáveres disecados están dibujados en poses
teatrales, apoyados sobre tarimas en algunos casos, o
sosteniendo su propia piel como si fuera un abrigo que acaban de
sacarse. Artificios para burlar a la muerte, o para prolongar la
dignidad del cuerpo vivo en el inerte. Los más modernos son más
realistas: el “Tratado de
anatomía humana”, de Léo Testut, ya no ofrece esa visión,
sino que se destaca por sus descripciones, de una minuciosidad
extraordinaria. Es notable, pero su relato te hace ver los
rincones más recónditos del cuerpo en tres dimensiones. La
“Anatomía de Gray” está en la misma línea, pero se actualiza
constantemente, agregando los últimos descubrimientos en
histología o en fisiología, especialmente en el apartado de
neuroanatomía.
Eduardo
Mileo con su hijo Rafael
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Eduardo Mileo con su hijo Rafael y con Gabriela Franco
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3 —
“Tiendas de campaña”,
de 1985, según leo en la contratapa,
“está basada formalmente
en la unidad de los cuatro libros que contiene: “Ánforas”, “El
fuego circular”, “Címbalo natal” y
“Personas de la sombra”.
EM — 1984
fue un año de gran producción poética en mi vida. Llevaba una
carpeta de cartón, de las que tienen forma de caja y se cierran
con un elástico, llena de hojas A4 con poemas, más de
quinientos. De esa hipérbole productiva salió
“Tiendas de campaña”. Los
poemas que contiene profesan estéticas diversas y por esa razón
fueron agrupados en cuatro libros. Allí ofician como partes de
uno solo. Parece que la estrechez económica propende a la
unidad. “Ánforas” está
compuesto por trece grupos de dos poemas cada uno titulados con
números romanos: un poema en página par desarrolla un estado de
acción, el modo en que un personaje se enfrenta a su realidad en
varias situaciones existenciales; el otro poema, enfrentado en
página impar, es una suerte de haiku que sintetiza la acción.
“El fuego circular”
contiene poemas que navegan en una angustia erótica. El cuerpo
se despedaza y vuelve a juntarse en un movimiento ondulante. Las
aguas se agitan, se calman, son una y varias en el vaivén. En
“Címbalo natal”, la
infancia duerme su larga siesta vigilante: el espejo de la
paternidad nos refleja, y en los hijos por venir somos nuestros
padres que están a punto de tenernos.
“Personas de la sombra”
trata de la imposibilidad de nombrar; las cosas escapan de las
palabras y éstas se ven obligadas a inventar el mundo.
En líneas generales, mi primer libro,
“Quítame estas cruces”,
respondía a la necesidad de enfrentar una época de absoluto
oscurantismo, como fue la de la dictadura militar de 1976-1983.
Son textos generalmente más largos, más crípticos; gritos que
buscan su cuerpo para actuar.
“Tiendas de campaña” emerge de esa época y es un cuerpo fragmentado
en el tiempo y el espacio, y también —por qué no— mutilado. Un
cuerpo que, como el de Túpac, apunta sus miembros deshechos a
los cuatro puntos cardinales. Una pregunta que se responde en
silencio.
Eduardo Mileo con Rodolfo Edwards, aproximadamente en 2008
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Eduardo Mileo con Rodolfo Edwards, aproximadamente en 2008
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Eduardo Mileo con Roberto Aguirre Molina, Enrique Butti, Irene
Gruss y Javier Cófreces
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4 — Compartamos con nuestros lectores, Eduardo, del
prólogo a “Dos épicas”,
su demoledora frase final:
“En una época sin ética las virtudes no se celebran: se padecen”.
EM — Un
sistema cuya ética es la maximización de la ganancia no puede
sostener los valores que su propia clase dirigente —la
burguesía— dice profesar: libertad, igualdad y fraternidad. La
burguesía es una clase que dejó de creer en sí misma. En una
sociedad explotadora la virtud sólo puede funcionar como ironía
o como hipocresía.
Eduardo Mileo con Reynaldo Sietecase, Javier Cófreces,
Alberto Muñoz y Gabriela Franco
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Eduardo Mileo con Raúl Mileo en 2012 - Foto María Amelia
González
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Eduardo Mileo con Raúl Mileo
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5 — “Dos épicas”,
informemos, está constituido por tu libro
“Cangas de Narcea” (“pretende
ser un poema épico cuyo héroe es el paisaje”) y por el
titulado “La caza del puma”, de Alberto Muñoz.
EM —
“Cangas de Narcea” es un
tributo a mis abuelos maternos, asturianos los dos. Es un largo
poema en prosa construido por fragmentos que relatan la vida de
varios personajes en un pueblo de campesinos. El paisaje tiene
una importancia central en el poema y actúa sobre los personajes
como uno más. En territorios de escasez, el paisaje, la
naturaleza —y la relación que se tenga con él/ella— puede
determinar la vida en todos sus aspectos.
“Dos épicas” fue el
resultado, como también dice el prólogo, de la necesidad: para
alguien que vive de su trabajo, publicar no es sencillo, pero si
se juntan dos voluntades —y dos amistades— resulta, además,
placentero.
Eduardo Mileo con Raúl Mileo
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Eduardo Mileo con Paz Busquet y Ana Lafferranderie en 2012
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Eduardo Mileo con Paula Jiménez España y Susana Villalba
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6 — En 1989 grabaste un casete que yo oí no menos de
cinco o seis veces: “Mujeres”. Recitabas poemas del libro que
aparecería un año después (y que tendría segunda edición en
2005).
EM — Ese
casete fue editado junto con otros dos: “Historias de la gran
boa”, de Javier Cófreces, y “Lo que sale una trompeta”, de
Alberto Muñoz, que es un radioteatro. El título, “Mujeres”, que
es también el de uno de mis libros, se debe a que en ese casete
leo, fundamentalmente, poemas de ese libro. Siempre me interesó
la lectura de poesía en voz alta. La tradición oral de la poesía
se mantiene, aún hoy, en muchos sitios en Buenos Aires. Es
sugerente que, a pesar de que los libros de poemas tienen una
venta fantasma, los ambientes de lectura se mantengan e,
incluso, se multipliquen. Hay algo en la presencia, en la voz,
en el ritual de la palabra compartida, que impulsa a la reunión.
La primera edición de
“Mujeres” es de 1990. En 2004 escribí los poemas que se
agregaron a la segunda edición. Fue un hallazgo comprobar que
podía recuperar el tono de aquellos poemas sin esfuerzo. Hoy
creo que podría agregar poemas a ese libro en cualquier momento:
ese tono está grabado en mí, ha dejado una huella indeleble.
Eduardo Mileo con Pablo Queralt
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Eduardo Mileo con Daniel Freidemberg
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Eduardo Mileo con Osvaldo Bossi en 2014
7 — La edición que yo tengo de
“Mujeres” (1990)
cuenta con un no anunciado, ni en tapa ni en ninguna página, y
por lo tanto inesperado epílogo —“Sonrisa del doblez”—,
excelente, de Reynaldo Jiménez. Él afirma, por ejemplo, que tu
poesía “se hace abstracta por irradiación de su hiperrealismo”.
EM —
Reynaldo Jiménez es uno de mis poetas preferidos. Generosamente,
escribió ese epílogo al libro. Además de un gran poeta, es un
crítico agudo, con una visión muy personal de la poesía, que se
manifiesta también en su propia producción poética. Esa
afirmación es desconcertante, pero sólo superficialmente. Cada
poema del libro propone una minibiografía de una mujer, pero en
su totalidad podría ser leído como varias situaciones en la
biografía de una sola mujer. El lenguaje es sintético y puntual,
enfocado siempre a un lugar preciso. Eso podría ser el
hiperrealismo que ve Reynaldo. Pero esos caracteres aislados se
proyectan, irradian, generalizan en su particularidad: uno puede
ver en todas esas mujeres a una sola.
Eduardo Mileo con Niní Bernardello y Rodolfo Alonso en 2010
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Eduardo Mileo con Miguel Gaya y Jorge Aulicino
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Eduardo Mileo con Miguel Gaya y Alberto Muñoz
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8 — No lo encuentro en mi biblioteca, pero lo he leído
(no sin dificultad), el libro
“Misa negra”.
EM — Esa
obra teatral, te comento, estuvo en cartel dos años seguidos en
el teatro Babilonia, de nuestra ciudad. Es una obra que creamos
Alberto Muñoz y yo. Los textos —salvo una escena— son míos.
Alberto compuso las canciones de la obra y la dirigió. No es
sencillo escribir teatro, y si se trata de un teatro que no es
lineal, algunos de cuyos personajes son pensamientos de un
personaje que es mudo, la dificultad crece; y crece más todavía
si hay música y canciones que no pueden ser trasladadas al
texto. El libro “Misa
negra”, entonces, es la transcripción de los textos de la
obra, con indicaciones didascálicas que guían al lector sobre
los movimientos en la escena. A mí, personalmente, me cuesta
mucho leer teatro. Me pierdo fácilmente; tengo que volver una y
otra vez para recuperar quién está hablando.
Eduardo Mileo con Miguel Ángel Federick, etc., en 2013
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Con Martín Armada, Marisa Negri,
Alejo González Prandi, Marcelo Carnero, Javier Galarza, en
2011
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Con Marta Brykman, Martín Armada,
Alejo González Prandi, Ana C. Adjiman Gache, etc., en 2011
9 — Dos
espectáculos has presentado con tu hermano, Raúl Mileo,
compositor: “A boca de jarro” e “Irala, sueño de amor y de
conquista”.
EM — En
muchas oportunidades en Capital y en otras localidades del país:
nos presentamos en Pergamino (provincia de Buenos Aires), Paraná
y Concepción del Uruguay (Entre Ríos), Villa Mercedes (San
Luis), General Pico (La Pampa), entre otras. El CD “A boca de
jarro” está compuesto por canciones de amor, muchas compuestas
enteramente por Raúl, y otras con letra mía y música de él.
“Irala, sueño de amor y de conquista” es una obra integrada por
un CD y un libro, que, tomando como idea central la conquista
española en América —Domingo Martínez de Irala fue miembro de la
tripulación que fundó por primera vez Buenos Aires junto a Pedro
de Mendoza—, metaforiza la conquista en general: de tierras, de
objetivos, amorosa…
Eduardo Mileo con Marisa Negri, Marcelo Carnero y María Julia
Magistratti en 2012
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Eduardo Mileo con Marisa Negri y Javier Cófreces en 2012
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Eduardo Mileo con Marisa Negri y Marcelo Carnero en 2012
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10 — ¿Y el grupo
poético La Epopeya, que integraste junto a Alberto Muñoz y
Javier Cófreces?
EM — La
Epopeya fue una intensa y muy interesante aventura. La idea del
grupo era promover la poesía fuera del ámbito del libro; se
podría decir: sacar la poesía a la calle. Con el grupo fue que
grabamos los casetes de poesía, que se presentaron con un
espectáculo en la antigua librería Gandhi —en la calle
Montevideo—. En ese “show”, para el cual hicimos afiches que pegatinamos en la calle
Corrientes cuyo eslogan era: “La dejaron en cinta”, utilizamos
vestuario de distintos personajes: Javier, de cura; Alberto, de
pirata, y yo, de torero. Después de esa experiencia, montamos
otro espectáculo con poemas teatralizados en Oliverio Mate Bar,
que se tituló “Aleluya”. El grupo no duró mucho, pero nos
divertimos bastante.
Eduardo Mileo con Marisa Negri y Javier Cófreces en 2009
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Eduardo Mileo con Marisa Negri en 2012
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Eduardo Mileo con Marisa Negri en 2012
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11 — Volvamos a Muñoz: ¿llegaron él y vos a concluir la
escritura de “Robacabayos”, título previsto para una novela que
encaraban en los noventa?
EM — No.
Esa novela fue una experiencia muy novedosa. Escrita a cuatro
manos. Nos juntábamos en la casa de Alberto, yo en la máquina de
escribir —no teníamos computadora—, e íbamos construyendo
situaciones y diálogos. Llegamos a escribir muchas páginas, pero
nuestra imaginación divergía en paralelismos, se distraía con
pormenores, derivaba en digresiones múltiples. Se podría decir
que no tenemos una cabeza novelesca. Nuestra cabeza es poética.
Eduardo Mileo con Marisa Negri
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Eduardo Mileo con Marcelo Cutró en 2012
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Eduardo Mileo con Marcelo Carnero, María Julia Magistratti y
Marcelo Cutró en 2012
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12 — Es al autor
de ese único extenso
“Poema del amor triste” a quien le pregunto: ¿qué otros
poemarios constituidos por un único texto, y de escritores de
cualquier época y latitud, recomendarías?
EM —
“Fábula de Polifemo y Galatea”, de Luis de Góngora;
“Los cantos de
Maldoror”, de Isidore Ducasse;
“Altazor”, de Vicente Huidobro;
“Hospital Británico”,
de Héctor Viel Temperley; el
“Martín Fierro”, de José Hernández;
“Canto a mí mismo”, de Walt Whitman;
“Carta a mi madre”, de Juan Gelman… Evidentemente, la lista podría
alargarse, pero para empezar ya está bien.
Eduardo Mileo con Lucas Marín, Gabriela Franco, etc.
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Eduardo Mileo con Lucas Marín y Gabriela Franco en 2012
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Eduardo Mileo con Leonor Silvestri, Alicia Genovese, Alejandro
Méndez y Silvia Dabul en 2009
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13 — “Zoo de la nueva poesía” es el subtítulo de esa
revista fundada en 1981 y que se tituló “La Danza del Ratón”,
dirigida inicialmente por Javier Cófreces y Jonio González. Te
invito a que nos hables de ella, de su propuesta, y que la
describas para quienes no la han conocido.
EM — “La
Danza del Ratón” tuvo veinte números. Su última edición fue en
el año 2000. Jonio emigró del país en 1982, de modo que la
dirección de la revista quedó en manos de Javier. Él fue el alma
y motor de la publicación. Yo colaboré con él: corregía las
ediciones y escribía algunas cosas.
En líneas generales, la propuesta de la revista era el
rescate de los poetas ignorados por los medios, con especial
acento en los creadores del interior del país. Fue así que “La
Danza…” impulsó el conocimiento de Jorge Leonidas Escudero o
Juan Carlos Bustriazo Ortiz, entre otros, que ahora son poetas
de culto.
La revista no tenía una estética cerrada, no representaba
a ningún movimiento o grupo estético. Si tuviera que arriesgar
una definición, podría decir que era el medio de difusión de los
marginados, que, tratándose de poesía —el género literario
paradigmático de la marginación—, no es poco.
Eduardo Mileo con Josefina Saffioti en 2013
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Eduardo Mileo con Javier Cófreces
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Eduardo Mileo con Javier Cófreces, Concha García y Alberto Muñoz
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Eduardo Mileo con Javier Cófreces y Alberto Muñoz
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14 — Detengámonos en un libro de 2015,
“Bestias pop”,
conformado por dibujos de tu hijo Rafael cuando él tenía ocho
años y poemas que creaste a partir de ellos.
EM —
“Bestias pop” es, quizá, mi libro más entrañable. Rafa había hecho
unos dibujos que mezclaban imágenes que él veía por televisión
con otras que salían de su imaginación. El resultado son figuras
frankensteinianas, monstruos híbridos con cabeza de Pokémones y
cuerpos de animales. Un bestiario tierno, a veces con toques de
humor y otras con pretensiones épicas, pero siempre colorido,
alegre, emotivo.
Ver esos dibujos fue inspirador. Como si brotaran de una
revelación, los poemas comenzaron a surgir uno tras otro, y en
pocos días estaban terminados. Lo que vino después fue otra
inspiración, pero de Gabriela Franco, gran poeta y editora. Para
el Día del Padre de 2013, ella se encargó de transformar esos
dibujos y poemas en un libro y me regaló un ejemplar a mí y otro
a Rafa. Es un día que no voy a olvidar jamás.
Eduardo Mileo con Javier Cófreces y Alberto Muñoz - Foto de
Philippe Ariagno
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Eduardo Mileo con Javier Cófreces y Alberto Muñoz - en 2014
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Eduardo Mileo con Javier Cófreces y Alberto Muñoz - en 2014
15 — Innumerable cantidad de lecturas y participación en
mesas redondas y conferencias sobre poesía te han tenido como
protagonista en nuestro país y en el exterior. ¿Nos hablarías de
lo que te ha dejado el haber formado parte del Festival
Internacional de Poesía de Trois Rivière, en Quebec, Canadá?
EM — Fue
una experiencia extraordinaria en varios sentidos. Era la
primera vez que iba a separarme de mi compañera y mi hijo Rafael
—él tenía entonces cuatro años—
por diez días, y ya comenzaba a extrañarlos antes de
partir. Después de un viaje interminable e incómodo —el espacio
que separa un asiento del inmediatamente anterior en la clase
turista de los aviones es mínimo— llegué a Toronto, donde debía
trasbordar a otro avión hasta Montreal. Ya en el Canadá
francófono me esperaba un hombre muy amable con un cartel con mi
nombre —ya estaba viviendo en una película—, y me llevó en auto
hasta Trois Rivière.
Es una pequeña ciudad, de unos 130 mil habitantes, muy
bien cuidada, y atravesada por un bello río, remanso para la
vista y regocijo para el oído. Anclé en un hotel muy bueno: mi
habitación era como dos o tres ambientes de mi casa. Cerca del
hotel había una hermosa plaza; varias veces se veían ardillas
negras bajar de alguno de sus árboles.
Allí conocí a poetas de todo el mundo: Irán, Angola,
México, Uruguay… conformaban un conjunto que no era Babel porque
todos tratábamos de hablar en francés, salvo, claro, con los
poetas de habla castellana, con los que armamos un lindo grupo.
Leíamos en bares, restaurantes, librerías, al mediodía, a
la tarde —allí se cena a las seis de la tarde; la gente que
estaba cenando dejaba los cubiertos y las copas y atendía en
silencio a la lectura—; teníamos cada uno desde nuestra llegada
un cronograma de los sitios y horarios en que nos tocaría leer.
Leíamos en nuestra lengua y un poeta quebequense leía la
traducción al francés. Como yo algo de francés puedo leer, leía
mi poema y la traducción.
En fin, una experiencia enriquecedora, rara pero
encendida.
Eduardo Mileo con Javier Cófreces y Alberto Muñoz
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Eduardo Mileo con Javier Cófreces y Alberto Muñoz
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16 — Entiendo que la actividad política y gremial se
halla entre tus principales compromisos.
EM — Fui
tesorero de la Comisión Directiva de la Sociedad de Escritoras y
Escritores de la Argentina (SEA) en el período 2003-2006, y su
secretario general en el lapso 2006-2009. Con esta institución
hemos editado el volumen
“Palabra viva (Textos de escritoras y escritores desaparecidos y
víctimas del terrorismo de Estado. Argentina 1974-1983)”,
cuya segunda edición fue publicada en 2007, en el que se
recopilan textos y biografías de 116 escritores; y conseguimos
que la Legislatura de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires
sancionara el Régimen de Reconocimiento a la Actividad
Literaria, un proyecto de la SEA que otorga un subsidio mensual
a los escritores de la ciudad que tengan más de sesenta años.
Soy, además, militante del Partido Obrero.
Eduardo Mileo con Alejandro Guerrero y Enrique Tornquinst
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Eduardo Mileo con Javier Cófreces en 2011
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Eduardo Mileo con Gabriela Franco, Jorge Monteleone, Mercedes
Roffé, Teresa Arijón y Susana Villalba en 2010
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17 —
¿Incursionaste (en solitario) en la narrativa?
EM — Mi única incursión
en la narrativa fue el intento de novela que pergeñamos con
Alberto Muñoz. Fuera de esa experiencia, sólo las notas
periodísticas que escribí quizá puedan inscribirse en el rótulo
“narrativa”, aunque de no ficción. Tengo la escritura demasiado
volcada a la condensación que requiere la poesía. Envidio la
facilidad con que algunos escritores crean historias, o la
fluidez con que se dejan llevar por digresiones que luego
vuelven a la trama. No, mis historias son mínimas, condensan
instantes de vida, les fascina la síntesis.
A veces creo que todas las historias ya están escritas,
que haría falta otro mundo para ver alguna historia diferente.
Eduardo Mileo con Gabriela Borrelli Azara, Osvaldo Aguirre,
Sergio De Matteo y Susana Szwarc
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Eduardo Mileo con Gabriel Mileo, Raúl Mileo y Diego Mileo en
2013
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Eduardo Mileo con Gabriel Mileo, Raúl Mileo y Diego Mileo en
2013 - Foto Lucía Carpinacci
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Eduardo Mileo con Gabriela Borrelli Azara, Osvaldo Aguirre,
Sergio De Matteo y Susana Szwarc
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18 — ¿Te llevaría
a alguna consideración o asociación si yo te dijera que
“la voz de un escritor puede gastarse inútilmente”, que puede
malgastarse?
EM — La única manera en
que puede malgastarse la voz de un escritor es obligándola a
decir lo que no quiere. La antigua pero siempre remozada idea
platónica de que los poetas deben
“cantar a los dioses y a
los hombres ilustres” o ser desterrados de la República es
el modo que tiene el Estado para malgastar la voz de los
escritores. La cooptación actual trata de seducir con dinero y
presencia en los medios a los artistas para que no saquen los
pies del plato. Y el castigo por sacarlos es, salvo excepciones,
el anonimato y la obligación de trabajar en otra cosa que no sea
el arte que se profesa.
Eduardo Mileo con Gabriel Mileo, Raúl Mileo y Diego Mileo
en 2013 - Foto Lucía Carpinacci
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Con D. Freidemberg, J. Aulicino, A.
Szpunberg, J. A. Madrazo, M. Simpson, H. González, R. Alonso, D.
Bellessi, T. Kamenszain, V. Zito Lema, etc.
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Eduardo Mileo con Claudia Prado, Alejandro Méndez y Silvia
Adjiman Gache en 2010
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19 — ¿De qué autores hay mucho o bastante en tu poética?
EM — La manera más
honesta de responder a esa pregunta es decir que no tengo la
menor idea. Porque las lecturas que uno hizo no necesariamente
se reflejan en lo que uno escribe. Leí mucho, entre los poetas,
a Jorge Luis Borges, a José Lezama Lima, a José Martí, a César
Vallejo, a Antonio Machado, a Federico García Lorca, a Octavio
Paz… y, entre los narradores, a Italo Calvino, a Marguerite
Yourcenar, al mismo Borges, a Julio Cortázar, a Gabriel García
Márquez… Pero no reconozco a ninguno de ellos en mi poética.
Quizá sea una mezcla de todo lo leído, revuelto en el caldo de
todo lo vivido, lo que defina mi poética.
Eduardo Mileo con Bruno Di Benedetto
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Eduardo Mileo con Bruno Di Benedetto, Liliana Campazzo, Ana
Lafferranderie y Florencia Walfisch
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Eduardo Mileo con Beatriz Vallejos y Javier Cófreces
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20 — ¿Y “Los Mileo” como grupo musical?
EM — Pasa un poco lo
mismo que con los escritores. Escuchamos mucho a cantautores,
como Joan Manuel Serrat, Silvio Rodríguez, Paco Ibáñez, Patxi
Andión, pero también música instrumental: Paco de Lucía, Keith
Jarret, o grupos de rock: los Beatles, Génesis, Deep Purple,
Creedence, Luis Alberto Spinetta, Charly García, o tangueros:
Aníbal Troilo, Roberto Goyeneche, Astor Piazzolla, Osvaldo
Pugliese, Carlos Di Sarli, o folcloristas: Atahualpa Yupanqui,
el “Cuchi” Leguizamón… Seguramente, como en la respuesta
anterior, queden más sin nombrar que nombrados. Y también como
en la respuesta anterior, ninguna de estas expresiones podría
definirnos.
Eduardo Mileo con Ariel Pavón, Griselda García, Osvaldo
Bossi, Franco Rivero y Juan Pablo Bonino en 2014
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Con Araceli Verónica Gómez, Daniel
Mecca, Eugenia Cabral, Silvia Castro, Javier Cófreces, Alberto
A. Arias, etc.
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Eduardo Mileo con Alejo González Prandi, Martín Armada, etc., en
2011
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21 — ¿Qué influencia tuvo, fue teniendo tu oficio de
corrector sobre tu vida literaria? ¿Escribiste, o intentaste
producir algo a partir de esa condición?
EM — Entiendo que el
oficio de corrector influye en la escritura en función de
mantener una normativa lingüística, y en ese sentido detectar
errores, ya sean de ortografía, de gramática o de sintaxis. Pero
la escritura de poesía a veces exige la transgresión de la
normativa. La creatividad no puede reducirse —o encorsetarse— a
normas “fijadas, pulidas y que dan esplendor”. De todos modos,
como pasa con cualquier arte o disciplina, para transgredir la
norma hay que conocerla. De lo contrario, no se trataría de
transgresión, sino de ignorancia.
Mi escritura, en general, respeta las normas
lingüísticas. En la lectura, tengo el vicio profesional de ir
detectando erratas, pero soy bastante abierto a formas nuevas
que me movilicen.
Eduardo Mileo con Alejandrina Devescovi, Susana Murguía, Gustavo
Tisocco y Elena Cabrejas
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Eduardo Mileo con Alberto Muñoz y Javier Cófreces
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Eduardo Mileo con Alberto Muñoz y Javier Cófreces
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22 — ¿Escritores con los que te hayas apenas cruzado y de
los que te hubiera agradado hacerte amigo? ¿Descuidaste uno o
más lazos amistosos que hayas sostenido durante un cierto lapso?
EM — No tuve amores a
primera vista con escritores, de modo que no me quedaron
asignaturas pendientes al respecto. Mis amistades con escritores
son bastante firmes. Soy una persona de afectos estables, no
suelo irritarme con mis amigos. Y aunque a veces no nos veamos
por un tiempo, podemos retomar las relaciones rápidamente.
Eduardo Mileo con Alberto Muñoz en Tigre, provincia de Buenos
Aires
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23 — ¿En qué basás tu juicio —sensibilidad, gusto
estético— cuando leés un poema apuntando a seleccionar para una
antología?
EM — Elegir poemas para
una antología es una actividad compleja. Si se trata de un poeta
conocido, hay poemas ya elegidos por la crítica o por los
lectores como insoslayables y otros que a uno le interesan ya
sea por sensibilidad o gusto estético, o porque difieren del
estilo general del poeta o porque lo ratifican o porque
conforman una constelación de sentido que a uno lo atrae.
Si se trata de poetas poco conocidos, suelo elegir según
este último criterio. Pero siempre trato de elegir poemas que me
hayan emocionado.
Eduardo Mileo con Alberto Muñoz
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24 — ¿Un poeta cambia con los años? ¿Qué poetas con
trayectorias valorables dirías que no han cambiado?
EM — Creo que todas las
personas cambian con los años, de modo que también los poetas. Y
esos cambios se verán en la poética indefectiblemente. No hay
más que ver cómo los poetas que se inscribieron en alguna
estética con duros manifiestos —surrealistas, neorrománticos,
neobarrocos, objetivistas, etc.—
la van abandonando, van mutando su escritura, en general,
hacia una forma más simple, menos afectada por un dogma. Pero
hay algunos poetas que han mantenido un estilo a lo largo de los
años —pienso, por ejemplo, en Irene Gruss—, lo que no significa
que no hayan cambiado: se afina la sensibilidad, se ahondan los
afectos —los positivos y los negativos—, cambia la historia y,
con ella, nuestra manera de ver el mundo…
25 — ¿Coincidirías con Enrique Anderson Imbert respecto
de que la sociedad, al menos en las últimas décadas, ha sido
carnívora con sus intelectuales?
EM — Todas las sociedades
basadas en la explotación del hombre por el hombre son
carnívoras: con los obreros, los empleados, los peones rurales,
las amas de casa, los profesionales… y los intelectuales.
Obviamente, si hablamos de intelectuales independientes, porque
los hay también oficialistas, y éstos son los cómplices del
vampirismo social con que el capitalismo trata a los
asalariados. La condición para que un intelectual no sea
canibalizado es que exista una sociedad sin explotadores ni
explotados, donde la creatividad social sea un bien para la
humanidad, y no una mercancía de la que se apropia un patrón.
26 — Hay quienes sostienen que lo experimental en
literatura siempre va, aunque más no sea un poco en algunos
casos, de la mano del esnobismo. ¿Estarías de acuerdo? También
están los que afirman que el esnobismo es una virtud, puesto que
la encarnaría una persona que si bien probablemente no podría
crear nobleza, sabe qué es la nobleza (a diferencia del
resentido).
EM — La experimentación
es una condición del ser humano: porque ignoramos qué sucederá
mañana, vivimos experimentando. Y esa experiencia nos sirve para
poder predecir, en los casos en que podamos hacerlo, qué
sucederá mañana. Es el fundamento de la ciencia. La
experimentación en arte no tiene el objetivo de predecir, pero
sí el de hallar nuevas formas de enunciación, formas que nos
permitan expresar un mundo siempre cambiante. En literatura,
como en cualquier arte, se experimenta cuando se tiene la
necesidad, cuando las formas resultan ineficaces, obsoletas,
insuficientes, para decir.
Pero no hay que confundir experimentación con esnobismo.
En un ensayo publicado en el nº 1 de la revista francesa
“Favorables París Poema”, César Vallejo aborda el tema de esta
manera: “Poesía nueva ha dado en llamarse a los versos cuyo léxico
está formado de las palabras ‘cinema’, ‘motor’, ‘caballos de
fuerza’, ‘avión’, ‘radio’, ‘jazz-band’,
‘telegrafía sin hilos’ y, en general, de todas las voces de las ciencias e industrias
contemporáneas, no importa que el léxico corresponda o no a una
sensibilidad auténticamente nueva. Lo importante son las
palabras.
Pero no hay
que olvidar que esto no es poesía nueva ni antigua, ni nada. Los
materiales artísticos que ofrece la vida moderna han de ser
asimilados por el espíritu y convertidos en sensibilidad. El
telégrafo sin hilos, por ejemplo, está destinado,
más que a hacernos decir ‘telégrafo sin hilos’, a despertar nuevos temples nerviosos, profundas perspicacias
sentimentales, amplificando videncias y comprensiones y
densificando el amor; la inquietud entonces crece y se exaspera
y el soplo de la vida se aviva. Ésta
es la cultura verdadera que da el
progreso, éste es su
único sentido estético, y no el de llenarnos la boca con
palabras flamantes”.
Creo que es bastante elocuente.
27 — ¿Cuáles de los siguientes encomillados
te llegan más?
T. S. Eliot
(1988-1965): “(La
poesía) no es la expresión de la personalidad, sino una evasión de la
personalidad”. Vladislav Jodasévich (1856-1939):
“...está vivo sólo aquel poeta que respira el aire de su siglo”.
Odysséas Elýtis (1911-1996):
“La poesía es el Arte de
aproximarse a lo que nos supera”.
EM — En la cita de Eliot
veo una condición a la que aspira toda poesía, o toda
literatura. “Yo es otro”,
dijo Rimbaud, y con ello expresó el anhelo de la voz poética.
Pessoa se travistió de —si recuerdo bien— seis heterónimos. La
voz poética tiende a ser una voz común, a multiplicarse. La
evasión de la personalidad creo que apunta en ese sentido:
evadirse de uno es poder ser los otros.
La cita de Jodasévich me hace acordar a la respuesta que
daba Borges a quien le preguntaba si era un escritor
contemporáneo. Decía que es imposible no serlo; aun sin
desearlo, aun deseando haber nacido en otro siglo, nadie puede
escapar a las condiciones sociales existentes. Si alguien
actualmente escribiera como Góngora, la crítica lo tomaría
probablemente como una ironía. Por otra parte, la velocidad de
los cambios en la sociedad actual deja el pensamiento de
Jodasévich muy atrás: ¿respiro el aire de mi siglo en sus
postrimerías o en sus comienzos?
Elýtis abreva en lo sublime kantiano: si somos capaces de
representar lo que nos supera, absorbemos —aunque sea
parcialmente— su condición, nos empapamos de su naturaleza. La
emoción que nos provoca nos convierte un poco en dioses de
nosotros mismos.
*
Eduardo Mileo selecciona
poemas de su autoría para acompañar esta entrevista:
Irala medita frente
al mar
Oscura como Dios es esta noche
más
alta y más profunda por umbría.
Un
gran temor que hace desear el día.
Un
trueno que maldice su derroche.
Me
asfixia como un puño su alegría
de
negro mar y soledad ansiosa,
y
crece de su vientre, poderosa,
la
mitad que completo con la mía.
Nada me dice, nada le respondo.
Es
de silencio el lazo que nos ata
a
un abismo a la vez crecido y hondo.
Los
dos como de hielo y en las olas
nunca seremos el fuego enamorado
que
nos disuelva como un agua sola.
(de la obra poético-musical
“Irala, sueño de amor y de conquista”,
edición independiente, 2008)
*
La raya muerta
A Raúl Mileo
En
su ademán inmóvil suspendida,
aparición en el alud de espuma,
esperando ya no,
desesperada,
la
raya muerta.
Encadenada a su espejo de arena
como los astros a su elipse, quieta,
cielo de bocas entreabiertas,
la
raya muerta.
Muerta sin fin, sin alas, ciega.
Pájaro de tierra.
El
mar la cubre y la descubre. Juega
con
esa niña sin muñecas.
Para la luz del sol.
Para una catedral de luz desierta.
Para la vida sin la vida. Huella.
Vuelo de hondura de la raya muerta.
Raya no de diálogo.
De fin.
Página suelta.
Rumor de mar.
Amores en América
desaparecen de su puerta.
Brilla el frío solar y apaga el cielo.
Abre los ojos la raya muerta.
No
raya de pasión.
No
de quimera.
Ni
de alegría ni de esperma.
Virtud del agua que en el agua queda.
A
su salud postrera,
el
ojo del crepúsculo se incendia.
Raya sin alas.
Pájaro de guerra.
Murió de un pescador que vive en pena.
En
el fondo del mar
la vida late.
Pero es
del aire lo que vuela.
(de
“Poemas sin
libro”, Ediciones en Danza, 2002)
*
Agua bebida
A Irene Gruss
No sé hablar.
Me despierto alejado.
Trastabillo en mis
pasos.
Inadecuado espejo de
lo que podría
soy los que soy:
no me reparto.
Hasta aquí llegan
luces
de horizontes oscuros.
Letanías de lobos.
Aullidos de luna
llena.
Por aquí pasó alguien
a mojarme los ojos.
Pero no sé decirlo.
Dentro de mí hay un
agua,
un silencio de
campana.
(de
“Poemas sin
libro”, Ediciones en Danza, 2002)
*
Sueño con electricista
La
luz desnuda la noche.
Es
un grito del cielo.
Un
desahogo del mundo.
Un
rayo hiende la tierra
quema las ilusiones
desalienta el olvido.
Él
abre su silencio a las ventanas.
Pela los cables
con
minuciosa serenidad.
La
cinta se adhiere
a
los mínimos alambres.
Lo
aísla.
La
gente lo llama
para salir de su abismo.
Su
figura crece en las tinieblas.
Pero una cosa es dar luz
y
otra, estar iluminado.
Él
cree que es un buen conductor
y
una sonrisa
le
alumbra el rostro.
(de “Poemas del sin trabajo”, Ediciones en Danza, 2007)
*
Lengua a la vinagreta
Cuando la tarde se inclina
el
sin trabajo agacha la cabeza
y
vuelve sollozando
al
occidente.
Morón.
Todas las bocas miran al cielo
pero llueve sólo agua.
Nadie ha visto nada similar a un bocado
porque miran con la boca.
En
la ceguera de la hambruna
los
ojos titilan como luciérnagas.
Parecen de perro las miradas
que
padecen el brillo gástrico del crimen.
“Qué se le va a hacer”
—piensa el sin trabajo—
y
el huracán de la humedad le venda el rostro
no
más abrir la puerta.
De
tanto no oler asado
se
le atrofia la pituitaria
y
él vacila entre quedarse y salir
que
es quedarse afuera.
“Como todas las bocas miran al cielo
llueve sólo agua” —dice—.
Nadie en el cielo ve cómo
también la lengua se atrofia
con
el hambre.
(de “Poemas del
sin trabajo”, Ediciones en Danza, 2007)
*
Ella es audaz hasta decir basta.
Desde el enorme ventanal de su piso
en
un edificio de gran categoría
observa la desmesura de la ciudad
como colgada del aire.
A
veces se desviste y comprime
sus
gloriosas tetas contra el vidrio
y
es una escultura viva
un documento
una crítica del vacío.
Su
lugar frente a la ventana la coloca
en
el sitio de la meditación.
Sólo la calma la despierta
la encuentra
desnuda frente al mundo.
(de “Mujeres”, 2ª edición, Ediciones en Danza, 2005)
Eduardo Mileo con Graciela Araoz, Osvaldo Bayer y Jose Luis
Mangieri
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Con Gabriela Franco, Alberto Muñoz,
Javier Cófreces,Marisa Negri,María Isabel López y Julia Cófreces
Foto Silvia Castro
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Eduardo Mileo con Victor Redondo y Jose Luis Mangieri
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Eduardo Mileo con Gabriela Franco, Javier Cófreces, Reynaldo
Sietecase, Alberto Muñoz, etc.
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Entrevista realizada a través del correo electrónico: en la Ciudad
Autónoma de Buenos Aires, Eduardo Mileo y Rolando Revagliatti,
septiembre 2017.
http://www.revagliatti.com/act0509/Huasi_mileo.htm
http://www.revagliatti.com/050517_blanqia.html
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