EL BARRILETE
(1963-1974)
Guillermo Korn
"decretamos el estado de sitio a la mufa circulante, a la revolución de bolsillo, al amor a transistores, a las municipales vedettes de la literatura, a los propagadores del concubinato moral, a los roñosos trepadores (contestamos con trompadas y pito catalán)".Taller El BarrileteA diferencia de otras revistas de la década del 60, a la que perteneció y en buena parte representó por sus autores, temáticas y formas, El Barrilete no comenzó como revista sino como Informe. Curioso comienzo, pues los informes fueron –similares a los cuadernos que parten desde muchas revistas– un apartado sobre un tema determinado pero visto desde la óptica de una decena de poetas. El primer objeto de escritura fue. "sobre Lavorante": un boxeador argentino que, tras una pelea en los Estados Unidos, quedó inconciente durante meses hasta morir. El boxeo replantea sus formas y la poesía no deja de tomarlo como tema. Dos meses después de la "herejía poética", en agosto de 1963, se edita la revista. En paralelo a la aparición de El Barrilete se editaban –en otros plazos de tiempo– los Informes. Las temáticas elegidas oscilan entre tópicos de la cultura popular y el compromiso político. Oscilan, entonces, entre la abstracta "esperanza" al "país", del rescate de "Discepolín" a "la invasión a Santo Domingo".
Dos son las épocas que reconoce la revista, aunque para un criterio analítico sería más correcto hablar de tres momentos. El primero abarcaría los cinco primeros números, editados por el poeta Roberto Santoro de manera artesanal y personal. El segundo momento, es desde el número seis (febrero del 64) al trece (diciembre de 1967), donde la ampliación del grupo permite afrontar distintas temáticas y disciplinas hasta entonces no abordadas. Y los dos últimos números (y aquí es donde desde la revista se habla de una segunda época), en los que la toma de posición –y en esto continúa una línea con el número 13– es explícita y acorde a este período de mayor convulsión política.
El tono que recorre sus páginas, desde sus ocho páginas iniciales, con predominio de la poesía, va in crescendo. Al tiempo que necesita ampliarse para llegar a tratar cuestiones culturales de tipo social y políticas. Antes del lanzamiento de El Barrilete, su director ya había editado un libro de poemas: De tango y lo demás y la plaqueta El último tranvía, y se agregaba a su historia de activista cultural el antecedente de la revista humorística La cosa. Una impregnación barrialista, cuyo límite se establece entre Carriego y Almafuerte, estará presente en los primeros números de El Barrilete.
A los manifiestos o editoriales eligió reemplazarlos por una selección de notas elegidas para abrir cada número. Las firmas operaban a modo de tutelas y cartas de presentación: Miguel de Unamuno, Roberto Arlt, Vicente Huidobro, Antonio Machado y Rafael Barret. El número uno se abre con un artículo del autor de Del sentimiento trágico de la vida que se titula "Contra 'Los jóvenes'" –donde se cuestiona a quienes se quejan en lugar de buscar su propio espacio– casi obligada referencia a una película que pegaba fuerte por entonces: "Los jóvenes viejos", de Rodolfo Kuhn. El grupo de algunos de los que más tarde compondrían el núcleo editor de El Barrilete, coincide con los autores de los poemas elegidos: Ramón Plaza, Horacio Salas, Martín Campos, y el propio Santoro.
En la única sección que se mantuvo casi hasta el último número "El Barrilete de Buenos Aires" se comenzó publicando a un predecesor del aguafuertismo artliano, el periodista Félix Lima, y a Enrique González Tuñón, como un modo de rescatarlos del olvido. En los copetes biográficos a estas notas se delineaba un enemigo: la academia literaria: "Por supuesto que tampoco se lo recuerda como debiera –se decía de Enrique González Tuñón– y eso gracias a los señores que conducen, o pretender conducir la literatura argentina". Entre los homenajeados estuvieron Homero Manzi, Dante Linyera, Juan Pedro Calou, o Evaristo Carriego, Discepolín, Pascual Contursi y los poetas lunfas Yacaré, Celedonio Flores y Carlos de la Púa. Se sabe que para la generación del '60 los autores de tangos dejaron el lugar asignado de ser sólo letristas, y se convirtieron en inspiradores de temas y estilos. Decía Santoro, años más tarde, sobre aquella experiencia: "Nosotros le dimos más importancia al hombre que anda por la calle, no al hombre entre comillas y con mayúsculas, y quizas por eso retomamos a los poetas del tango, a Gustavo Riccio, Olivari y de Lellis, es decir a los creadores más hundidos de la realidad".
En sus primeros números, la publicación mantuvo lo que es un clásico en las revistas literarias: la sucesión de novedades bibliográficas, una cita, o algún comentario malicioso destinado a un escritor o a otros grupos literarios. En esta misma sección, que se tituló "La Cola del Barrilete, Aflojale que colea", es donde se encuentra –recién en diciembre del 63– lo que aparece como el primer editorial de la revista. Un verdadero preámbulo poético: donde se reemplaza la primera persona del singular por la del plural: "Nos los representantes de la poesía argentina, cansados de tantos humanoides..." La invocación humorística al trabajo como "fuente de toda razón y justicia" estaba entre los postulados que generaba la búsqueda de nuevas formas que les permitiese diferenciarse de otras generaciones literarias. Si se tienen en cuenta los nombres de los autores que la revista homenajea y el rescate del oficio del escritor puede encontrarse continuidades con la prepotencia de trabajo que en la década del 30 nos proponía Arlt .
Desde el sexto número al doce aparece –reitero– un grupo a cargo de la responsabilidad editorial. Entre los nombres más constantes aparecen los de Ramón Plaza, Horacio Salas, Felipe Reisin, Marcos Silber, Daniel Barros, Carlos Patiño, Rafael Alberto Vásquez, Martín Campos, Roberto Santoro. Éstos se identificaban, en menor o en mayor medida, con las características de la generación del '60: un lenguaje coloquial, el uso de otros discursos e imágenes que juegan en los "márgenes" de la poesía, el rescate de la ciudad y variaciones alrededor de algunos temas: el tango, el compromiso político, en algunos casos el fútbol.
A la consabida fórmula de la crisis del arte, se le contraponía un "arte de la crisis". La oposición de El Barrilete era contra los mistificadores de la clientela literaria que abarcaba desde los nihilistas a los "ministros de la literatura laberíntica y escabrosa", sin dejar de lado a los "exaltados suprapopulistas", eso los llevaba a proponer un rescate de la historia del presente. A una propuesta poética "jugada con el destino del hombre" Entendiéndose por ello, desde el llamado al compromiso con una amplia cultura de masas hasta la militancia gremial de los escritores en la SADE, que se plasmará en la participación de algunos de ellos formando parte de la lista opositora en las elecciones del año '65 y del conflictivo '75. Las páginas de El Barrilete se abren entonces, a terrenos donde la revista no había hecho hincapié: el Barrilete teatral, las polémicas en el Paredón literario, el cine, las reseñas críticas, o los reportajes, donde se recuperó, por ejemplo, en días de silencios oficiales, a Leopoldo Marechal, de quien se publicó como libro de El Barrilete, la Autopsia de Creso.
Entre algunas de las curiosidades de la revista se cuenta "el Barrilete de los pibes", donde se publicaron poesías de chicos; un aviso publicitario que proponía: "Estudie en la Facultad de Filosofía y Letras. Viamonte 430 y sucursales"; un Direccionario, que permitía encontrar los domicilios de distintos hombres vinculados a la literatura o a revistas del país y del exterior, y la publicación de poemas de aquellos que son reconocidos hoy por otras actividades –la poesía como marca iniciática– por ejemplo, Juan Bautista Stagnaro, ahora conocido como cineasta, o el primer poema publicado de Carlos Olmedo, uno de los fundadores de las FAR.
En septiembre de 1967, editan un "Suplemento imprescindible" con poemas de catorce poetas y un año antes, ocho poemas en las voces de sus autores se grabaron –en un disco simple– sobre los acordes de un bandoneón ejecutado por el joven Rodolfo Mederos.
La muerte de Ernesto Guevara significó un quiebre para América Latina, el número 13 de diciembre de 1967 le dedicó la tapa y parte de sus páginas. En ese número la dirección de El Barrilete, estaba bajo las firmas de Carlos Patiño y Alberto Costa. La participación en la COPLAI (Confederación de Publicaciones Literarias Argentinas Independientes) referencia un espacio común con otras revistas y muestra de manera más tajante el corte que se da entre el "Gran Círculo" y quienes constituyen un espacio alternativo. Un año más tarde, bajo el epígrafe de Nueva época, El Barrilete vuela con los aires del mayo francés y tras los acordes de habaneras cubanas.
El último número de la revista, al que se agregó Santoro en la dirección, se edita en septiembre de 1974, pero bajo un formato rupturista: un sobre del cual pueden extraerse poemas impresos en papeles de distintos colores, grabados de algunos artistas plásticos, cuentos, documentos, panfletos políticos, partituras, afiches, una declaración de principios donde se proponen el relanzamiento de la revista y los Informes, así como también la unidad con otros grupos literarios para constituir un solo órgano nacional de expresión. "Resignamos alegremente toda posición individualista por el logro de este objetivo, que consideramos necesario y posible, en la medida que todos estemos dispuestos a asumir nuestra responsabilidad como trabajadores de la cultura". Por último el llamamiento a intelectuales, en cualquiera de sus expresiones, para la conformación de un Frente de Trabajadores de la Cultura.
A más de veinte años de aquella apuesta a la creación colectiva, El Barrilete viaja por los cielos de quién sabe qué aires y su cola deshilachada en distintos flecos lleva el rostro de quienes lo armaron: algunos desaparecidos, otros muertos, y también la vitalidad de los que aún creen que es posible hacerle apuestas a las palabras.¤
(de "LOTE nº 13)