La beduina

Un día viajé a un oasis, invitado por un viejo amigo. Me tumbe de espaldas sobre una pequeña alfombra; quería dormir; pero no conseguía conciliar el sueño; el aullido de un chacal a lo lejos me lo impedía; entonces me senté. Y lo que había estado tan lejos, de pronto estuvo cerca. El gruñido de los chacales me rodeó; ojos dorados descoloridos que se encendían y se apagaban; cuerpos esbeltos que se movían ágilmente.

Mi amigo volvió a alimentar el fuego y me dijo: El humo debería mantener lejos a los chacales, así que puedes dormir tranquilo.

A la luz de la lumbre, no lejos de mi, vi a una moza de gran belleza, que había estado alimentado a los camellos con agilidad y perfección, trayéndome leña una vez, así como una tetera llena de te con hierba buena, facilitándome también en otra ocasión mantas limpias.

Un chacal se me acercó por detrás, me asusté pero ella se lanzó encima de él para defenderme, ¡Qué cobarde soy yo! De repente me sentí vergonzoso delante de ella. Sin embargo la bella muchacha con voz suave me dijo: No tengas miedo, estoy aquí, y no hables tan fuerte, los árabes están durmiendo cerca de aquí.

Solo con la simple vista de su cuerpo tan bello y de su inteligencia, al momento me enamoré de ella, y me lancé a decirle: ¿Quieres casarte comigo y venir conmigo a Occidente? .Me respondió: El desierto es nuestra patria. y desapareció.

Dormí poco, pensando en ella, y diez minutos antes de salir el sol, desperté a mi amigo y le pregunté: ¿Tienes una hermana tan sensata?, pero él lo negó.

Jasim Alubudi

Madrid a 22/1/2012

 

 

El primer día en Madrid

No es fácil venir a España desde Oriente. A pesar de los muchos obstáculos, conseguí llegar con mis tres hijos pequeños. Cuando aterrizamos, por primera vez, en el aeropuerto de Barajas, había que rellenar unos papeles y yo aún no sabía en que lugar íbamos a residir. Luego tuvimos que pasar por un control, en el cual rebuscaron en nuestras maletas con lupa, mientras que a otros ni se las abrían. Todo el mundo iba a lo suyo, nadie nos ofreció una mano para colocar las maletas y los bultos en el carro. Había dos filas; la primera para los comunitarios y la otra para los extranjeros. Palabra que odié desde entonces. Desde entonces odio esa palabra.

Al salir del control, estuve observando las caras de la gente, no vi a nadie que nos mirase, que estuviera esperándonos o que nos sonriera. Tampoco sonó mi teléfono como habíamos acordado. Llamé, pero nadie contestó.

Pasaron más de dos horas, nos sentíamos totalmente "extranjeros", mi hijos estaban aburridos y quejándose. Salimos fuera del aeropuerto. Hacía frío y caía una fina lluvia, a pesar de que estábamos a finales de octubre y nosotros solo llevábamos camisas de manga corta.

Con las pocas palabras de inglés que me quedaban en la mente, pude coger un taxi para un hotel –apartamento.

Todo era diferente y distante para nosotros. Mientras el taxista me cobró el doble de lo que marcaba el contador, yo era incapaz de protestar por no saber el español, ni él el inglés, y encima al dejarnos me señaló con la mano, posteriormente me enteré que era un insulto.

Una vez, instalando en el apartamento, empezaron mis hijos a decirme: tenemos hambre y nos apetece comer pollos asados.

Decidí salir para intentar encontrar un lugar donde comprarlos. Para no perderme, escribí el nombre del hotel y el de la calle, dejando señales en mi memoria durante mi marcha... aquí el Banco Santander… allí la Plaza de Castilla… etc. Me cansé de tanto caminar, sin encontrar un restaurante de pollos como los que hay en nuestro país.

No pude buscar en muchas calles por temor de perderme. Sólo iba y volvía por una muy larga que se llama Paseo de la Castellana, recta, ancha, con muchos coches y con incontables árboles en los dos lados.

Tenía vergüenza de preguntar. Pero, de repente, me miró una persona y sonrió, sentí como unas gotas de rocío entraban en el corazón, cerré los ojos, pero él se me acercó y empezó hablarme, pero no entendí nada, más que las pocas preguntas en inglés. Antes de dejarme su número del teléfono, me dijo: Tomorrow here at six.

Volví corriendo, no vi más que una tienda en una esquina, así que compré fruta y pan, Durante el camino de regreso estuve pensando en lo que iba a decirles a mis hijos. ¡Era domingo y estaba todo cerrado!

 

Jasim Alubudi

Madrid a 22/1/2012