Liliana Aguilar responde
“En cuestión: un cuestionario”
de Rolando Revagliatti
Liliana Aguilar
nació el 24 de septiembre de 1944 en la ciudad de San Juan,
capital de la provincia homónima, la Argentina, radicándose en
1960 en la capital de la provincia de Mendoza. Desde 1966 reside
en la ciudad capital de la provincia de Córdoba. Es
médico-cirujana
por la Universidad
Nacional de Córdoba, y egresada de cursos de formación en
Psiquiatría y Psicopatología. Dictó seminarios y presentó
ponencias en diversas instituciones, y creó “La Casa de
Liliana”, espacio destinado a Talleres para adultos y niños.
Organizó muestras artísticas, condujo programas radiales,
cuentos suyos fueron adaptados (y algunos, representados) para
teatro infantil, etc. Fundó y dirigió las revistas “Entrega”,
“El Taller”, “Boletín Mensual de la Sociedad Argentina de
Escritores” y “La Polilla”. Colaboró, entre otras revistas y
diarios, en “Texturas” de España, “Sr. Neón” de la ciudad de
Buenos Aires, “Los Andes” de la ciudad de Mendoza. Obtuvo
primeros premios y otras distinciones en su país y fue finalista
en concursos efectuados en España. Integró los volúmenes
colectivos “El libro de
los naranjos” (y con el mismo título los numerados 2 y 3),
“Cuenterío”,
“Los jardines secretos”
y las antologías
“Cuentos”, “Cuentos
de amor para niños de 8 a 10 años”,
“Cuentos regionales
argentinos – Zona Cuyo”,
“Antología literaria
sanjuanina. Siglo XX”,
“Quince líneas”
(Editorial Tusquets, Barcelona, España, 1997),
“Antología del empedrado
II”, “Leer la
Argentina”, etc. Publicó los libros de lecturas pedagógicas
“Mi corazón canta de
alegría”, “Diario de
un niño de la época”,
“Diario bajo el colchón”; los libros de cuentos
“Juanete con hombre no
caza violines”, “Las
aventuras urbanas del Sr. Guestos”,
“Hombrecito de la
botella”, “Hipoc y
otros cuentos”,
“Partes de guerra”,
“Selección de textos. Antología personal”,
“Sin mí”; los de
ensayo e investigación
“Cada cosa en su sitio”,
“Aprendizaje y
comunicación. Teoría y práctica de taller literario”,
“El cuento breve y de
cómo el espacio se fugó de la hoja” y los poemarios
“De San Juan y otros
poemas”, “Cantos y
poesías”, “El Olimpo
de Ludo”, “Clases de
lenguaje”, “Ella, la
del alba”, “Tratado y
fallido” y “Poesía
crónica” (volumen conformado por los poemarios inéditos del
lapso 1975-2005 cuyos títulos son
“Poemas de brasa y
ceniza”, “El ángel de
los fuegos”, “O
hablemos del tiempo”,
“Pasaje a Candelas”,
“Historisquetas” y
“Los días”).
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1:
¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se
trataba?
LA: Podrá
parecer fanfarronería, pero bien puede ser un magro intento de
comprender lo incomprensible, porque nacer en medio de una
ciudad destruida por un terremoto —ocurrió el 15 de enero de
1944 y destruyó el 80% de la ciudad de San Juan— ya es un acto
de creación, aunque yo no tuviera mucha conciencia entonces. De
ahí en más y hasta el presente, todo para mí serían actos de
creación: la muñeca de trapo, los muñecos de lana, sus vestidos,
comiditas, bailes, viajes, paisajes, monstruos, sillas, piedras,
palabras, todo. Todo cuanto me rodeaba sería y es hasta el
presente, el germen de una historia que me permite construir
sobre los “escombros” que devienen del crecimiento personal.
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2:
¿Cómo te llevás con la
lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la
velocidad, con las contrariedades?
LA: Con la
lluvia, poco. Con las tormentas, de terror. Con la sangre,
depende el origen. Con la velocidad así así. Con las
contrariedades… sigo intentando.
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3:
“En este rincón”
el romántico concepto de la “inspiración”; y
“en este otro rincón”,
por ejemplo, William Faulkner y su
“He oído hablar de ella,
pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?...
LA: Lo que
está en el afuera, es lo que alguna vez se tuvo dentro, lo hayas
visto o no. Pero también deben mediar las circunstancias de
espacio, tiempo y modo, además de los recursos técnicos para que
“esto” que tengo adentro pueda mostrarse en el afuera ya sea
como poema, obra arquitectónica o gol de media cancha. ¿Me
preguntás si creo en el trabajo laborioso de la escritura? Sí,
absolutamente. Pero aclaro que el mismo no garantiza la creación
y cada quién llega hasta donde tiene que llegar, ni un metro de
más o de menos.
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4:
¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?
LA:
Valoro la obra en sí misma y los factores vitales, es decir,
dónde y cuándo fueron escritas. Reconozco que hay vidas de
algunos artistas y autores que son geniales, pero me quedo con
sus obras.
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5:
¿Lemas, chascarrillos,
refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?
LA: Los
aprendíamos en la escuela primaria; lo aplicábamos en la
secundaria; los olvidábamos en la juventud y con el primer hijo
o hija, volvían a nuestra memoria de un modo sorprendente.
Después de los sesenta nos damos cuenta de que todo nuestro
sistema ético y de creencias se soportan en aquellos primeros
postulados.
“No hagas a tu prójimo lo que no quieres
que te hagan a ti”, por ejemplo:
¿te imaginás un mundo en donde cada uno de nosotros siguiera
este lema a rajatabla? Y sigo.
“No hay mal que por bien
no venga”; “Más vale
malo conocido que bueno por conocer”;
“La peor batalla es
aquella que no se pelea”;
“Haz el bien y no mires a
quien” … y muchísimos más. Lo curioso es ver cómo se
contradicen unos con otros, aunque todos aciertan en el momento
justo.
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6:
¿Qué
obras artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y
ante cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de
perplejidad?
LA:
Hasta los diez, doce años, devoraba las historietas de Superman
(el original) y Superpiba, admiración que más tarde derivó en
una especie de fanatismo por los relatos y novelas de ciencia
ficción y literatura fantástica. Rendida ante los mitos de H. P.
Lovecraft; de Ray Bradbury, en especial “Crónicas marcianas”;
Philip K. Dick, Fredric Brown, Ursula K. Le Guin y más cerca
nuestro, Macedonio Fernández; el uruguayo Mario Levrero; Jorge
Luis Borges, Angélica Gorodischer; la revista española “Nueva
Dimensión” y más acá “Péndulo”, “Parsec” …
Como no faltaba más, apareció Gabriel García Márquez con su
realismo mágico. Como verás, he vivido de la fantaciencia y las
ficciones desde siempre. He escrito cuentos realistas pero mi
corazón va por el lado de la realidad filtrada por la fantasía.
En artes plásticas soy una especie de turista que dice
me gusta o
no me gusta y pasa a
la obra siguiente.
En arquitectura, El Templo Expiatorio de la Sagrada Familia, de
Antoni Gaudí. Seguramente hay muchísimas ante las cuales
quedaría extasiada pero no las conozco.
He viajado más en libros que en tren o en avión.
En música adhiero con fervor a la sexta y novena sinfonía de
Beethoven y toda la obra musical de Juan Sebastian Bach. Pero
disfruto de cualquier ritmo al alcance de mi oído. La música es
maravillosa.
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7:
¿Tendrás por allí alguna
situación irrisoria de la que hayas sido más o menos
protagonista y que nos quieras contar?
LA: Supongo
que te referís a situaciones irrisorias para el espectador, no
para el protagonista, en este caso, yo. Si es lo primero ¡bingo!
Soy una papelonera mundial. Lo más leve es confundir una persona
con otra o cambiar un nombre por otro.
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8:
¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?
LA:
No la pienso. Pero si alguien me lo preguntara podría repetirle
las palabras tomadas
—y compartidas— de un autor de ciencia ficción “dentro de
400.000 años…”
Liliana Aguilar con Carlos Penelas, etc.
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9:
“¿La rutina te aplasta?”
¿Qué rutinas te aplastan?
LA:
Toda actividad rutinaria termina secándome las ideas, los
sentimientos y como corolario, las acciones. Por mencionar uno
bastante común e inevitable: los quehaceres domésticos. Siempre
el mismo piso; la misma ropa a lavar; la misma compra y los
mismos horarios.
He hecho muchísimo para compensarlo. Desde una Feria de Artes y
Artesanías en la calle donde vivíamos; comentarista radial;
directora de revista literaria; talleres de creación para niños
en un local de la avenida Fuerza Aérea que llamé “Casa de
Liliana”; talleres ad honorem en escuelas primarias y
secundarias de mi barrio y sus alrededores; charlas pedagógicas;
stand propio en la I y II Feria del Libro de Córdoba; cursos de
actualización en psicoanálisis y otros de teatro, cine, y en el
presente, talleres de creación literaria.
Liliana Aguilar con Daniel Frini, Ana María Torti, Celina Aste y
David Slodky en 2016
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10:
¿Para vos, “Un estilo
perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el
escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió:
“…un estilo es una manera
y un amaneramiento”.
LA:
Se dice que nada ni nadie es perfecto. Entonces, siguiendo esa
lógica, si alguien escribiera el texto “perfecto”, esa cualidad
podría ser un defecto. De hecho, hoy leemos centenares de textos
perfectos, a mi juicio, plagados de perfección.
Liliana Aguilar con Estela Porta y Patricia Nasello en 2016
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11:
¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te
despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan
instantáneamente?
LA:
El ruido ambiente descontrolado, los altavoces; los gritos
desaforados de los conductores de televisión y el nivel infernal
de la música en fiestas y boliches. No sólo me indignan. Como
soy hiperacúsica, me lastiman los oídos además de invadir mi
privacidad sin posibilidad alguna de neutralizarlo.
Me súper-indigna la explotación infantil en cualquiera de sus
formas y niveles.
En cuanto a tu tercera pregunta, hasta acá, he tenido un alto
umbral de paciencia para soportar cuestiones básicamente
insoportables: el menoscabo que se hace de la tarea doméstica y
de otros oficios en general, como si hubiéramos nacido sólo para
estar sentados del otro lado de un escritorio.
Liliana Aguilar con Estela Porta, Liliana Massara, Raquel
Gusmán, Rogelio Ramos Signes, Patricia Nasello, etc., en 2016
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Liliana Aguilar con Gloria Quispe, Norah Sacarpa, Ana
Mopty, Leticia Mure, Rogelio Ramos Signes, Raquel Gusmán, Melina
Moise y Patricia Nasello en 2016
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12:
¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia
compartirías con nosotros?
LA: Un
viaje con mis abuelos a San Rafael, Mendoza, en su flamante Ford
‘A’.
Atendiendo a mis
cuatro años de auténtica y forzada soledad
—mi
casa era la única casa re-construida
en varias manzanas a la redonda—,
mis padres consintieron en dejarme viajar con ellos.
Después de varias
horas llegamos a un
parque con
canteros llenos de margaritas en flor y niños. Decenas de niños.
Los mayores se sentaron a tomar café negro en la cocina
mientras cuchicheaban cuestiones de adultos, supongo, mientras
yo miraba por la ventana a los chicos jugando a esconderse y
encontrarse. Supuse que mi ausencia pasaría inadvertida y me
escurrí por la puerta de salida con la intención de unirme al
grupo. No tengo palabras para decir mi alegría entonces. Sentí
que por fin mi pequeño mundo tenía sentido. ¿Diez? ¿Treinta
minutos? A mí me pareció sólo un instante. El abuelo llamaba
para el regreso.
Ese lugar fue uno de
los tantos hogares-escuela levantados por la Fundación Eva Perón
de aquella época. El ordenanza de la institución, era un español
del mismo pueblo de mi abuelo, aunque no sé si ya eran amigos o
la visita funcionaba de correo para enviar noticias suyas a
otros familiares.
Liliana Aguilar con Gloria Quispe, Patricia Nasello y
Raquel Gusmán en 2016
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13:
¿En
los universos de qué artistas te agradaría perderte (o
encontrarte)? O bien, ¿a
qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran
en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?
LA:
Te lo digo por orden de lecturas: Macedonio Fernández, Ray
Bradbury y Gabriel García Márquez. Como no era fácil que me
hubieran conocido siquiera, los pedí prestado para mis propios
textos. A Macedonio en
“Las aventuras urbanas del Sr. Guestos” de 1978 y a García
Márquez y Bradbury en varios fragmentos de poemas de
“Poesía Crónica” de
2008.
Liliana Aguilar con Julio Estefan, Patricia Nasello y Rogelio
Ramos Signes
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14: El silencio, la
gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la
desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan?
¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio,
orientación o sentido?
LA: Me
gusta el silencio y lo considero imprescindible para estar
conmigo. Cuando siento que llega ese momento, me tomo dos o tres
días en algún lugar alejado para conseguirlo.
La oscuridad me remite
a la infancia, a esas noches en las que, junto a mi abuelo,
escuchábamos el rumor del agua corriendo por las acequias. A
veces era sólo mirar el cielo y nombrar estrellas. La paz.
Adoro las sorpresas,
una lástima que hoy por hoy sean escasas y las más de las veces,
de contenido lamentable.
Me invade la
desolación cuando observo el énfasis de algunos adultos en
desanimar a las jóvenes generaciones. Por tiempos se dijo que
hay que vivir el hoy; que el pasado pasó y el futuro todavía no
llega (ahora mismo, incluso, se les repite cada diez minutos en
una propaganda televisiva). ¿Podés pensar en una perspectiva más
desesperanzadora que esa? Para un joven es demoledor. No tiene
dónde pararse ni hacia dónde proyectar su actividad, sus
estudios, su vida. Fijate. ¡En un país en donde está todo por
hacerse!
En cuanto al
fervor, fue mi aliado siempre. Con fervor abracé la medicina,
luego la psiquiatría y el psicoanálisis mientras, al mismo
tiempo, con enorme pasión me dedicaba a escribir, al barrio, a
mis vecinos, a mi familia, a mi hogar. Por momentos sentí que
los días tenían 25 horas y, aun así, siempre me faltaba (y me
falta) algo de tiempo para finalizar lo empezado.
Liliana Aguilar con Luis Gerbaldo, etc., en 2016
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15:
¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad,
el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?
LA:
Hay muchos y quizás desconozca a la mayoría, pero recuerdo, de
los clásicos, los poemas que cruzaban Francisco de Quevedo y
Luis de Góngora,
Jonathan Swift
y más acá, Ambrose Bierce. De los nuestros, Oliverio Girondo y
Dalmiro Sáenz. Pero insisto en los muchos —y seguramente
buenos-—escritores pasados y presentes que desconozco.
Liliana Aguilar con Reyna Carranza, Carlos Lorenzo, etc.
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16:
¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...
LA: Los
criterios cerrados a cualquier otra mirada. Los acepto como
parte de la convivencia en sociedad, pero no los comparto.
Me gusta la
diversidad; la libertad de ser, hacer, sentir y pensar. Adoro
las estaciones climáticas porque me permiten cambiar de
sentimientos, de ropa, de vivencias: sufro el invierno; renazco
en primavera, me sumo en la tristeza del otoño y celebro el
verano con la perfección de su madurez.
En cuanto al arte,
prefiero la improvisación creativa a la perfección estudiada.
Digo “improvisación” sin olvidar que, para escapar de las
reglas, hay que conocerlas previamente.
Liliana Aguilar con Silvia Robles, María del Carmen Rueda,
Diego Ceballos, Rosa Sosa y Ernesto Yanes
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17:
¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora
o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no
quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?
LA: Valoro
a todas las personas en tanto mis iguales y a cada quién con sus
propios talentos. Detestaba a mi profesora de didáctica de la
secundaria, pero valoraba (y aún hoy sigo pensando que fue mi
mejor ejemplo de vida) sus conocimientos, su entrega, su
dinámica en la clase, su asistencia perfecta, su justipreciación
de lo que el alumno podía devolver… y podría seguir una larga
lista.
En cuanto a querer a
quien no se valora… creo que nunca estuve en esa situación
porque una persona puede no tener idea de quién fue Arthur
Rimbaud o desentrañar fórmulas de alta ingeniería, pero sí
cocinar un guiso a la española para el Nobel o fabricar
bellísimas figuras con un pedazo de papel y ser absolutamente
queribles por eso.
¿Si me perturba? Para
nada. Tales situaciones me dicen que la vida es un prodigio de
variables y yo participo de ellas.
Liliana Aguilar en reunión
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18:
¿El
mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo
afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?
LA: Me
encanta la letra de ese tango. De mi parte, creo que hay mucho
malo en todas partes, pero también aquello que nos redime.
Liliana Aguilar y otras personas en 1989
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19:
Por la fidelidad y
entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los
tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?
LA: Podría
mencionarte a Buda, Jesucristo; Nelson Mandela, Mahatma Gandhi;
Madame Curie, George Sand; John F. Kennedy; Arturo Humberto
Illia, nuestro expresidente, y otros muchos que tienen mi
admiración. Pero si hay algo que de verdad me emociona es la
condición maternal. No digo la capacidad de dar a luz de la
mujer, no. Digo esa cualidad
de entrega y cuidado hacia el ser más pequeño o más
desvalido.
Liliana Aguilar y otras personas en Muestra de Pintura
Pavimental en 1990
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Liliana Aguilar y otras personas en Muestra de Pintura
Pavimental en 1992
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20:
¿Qué te hace “reír a
mandíbula batiente”?
LA:
Las películas de Charles Chaplin y las preguntas y dichos de los
niños pequeños. José María Firpo en su
“Qué porquería es el
glóbulo”, libro genial, recopila pensamientos y ocurrencias
de sus alumnos de primaria y algunos de ellos, aún hoy, me hacen
reír a carcajadas.
Liliana Aguilar en 2012
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21:
¿Cómo afrontás lo
que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos
aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?
LA: Me
resulta difícil contestar en la medida en que nunca pensé que
hubiera un “ideal” al que llegar o no. Entiendo que cada quién
hace lo que mejor puede según sus enteras posibilidades.
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22:
El amor, la
contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has
ido relacionando con esos tópicos?
LA: Soy
libriana y según lo proclama ese signo astrológico, me gustan
las artes, abogo por la belleza, la estética, el orden dentro
del desorden de la creatividad. La poesía, el teatro, la danza.
Por, sobre todo, la balanza de la justicia.
Así también podría
contestar sobre el amor. Sería maravilloso manifestarme como
esas personas súper demostrativas que abrazan y besan y en todo
momento exhiben su amor por esto, lo otro y lo de más allá: a mí
me cuesta un montón, aunque por dentro me derrita como manteca
cuando estoy en estado amoroso.
La contemplación es mi
fuerte, hasta que debo neutralizarla con actividad muchas veces
exagerada.
El dinero es
necesario, pero hasta ahí. Lo justo, digamos.
Soy católica,
bautizada. En algún momento descreí de la religión hasta que,
como pasa con muchas personas, atravesé una dura enfermedad y
empecé a rezar de vuelta. Pero ya no en la iglesia. Cuando quise
retomar la fe en compañía, se había adoptado la modalidad
cantada de la ceremonia religiosa. Bueno, terrible para mi
propósito de estar con Dios. Me descuidaba un instante y mi
imaginación partía por los confines musicales con sus variantes
de ritmos y letras.
Prefiero estar con Él
en mis momentos de mayor introspección.
Y en materia de
política. Ay. Ni lo uno ni lo otro. O lo de acá y lo de allá. La
famosa balanza. Pero también algunas escenas de la niñez.
Mi padre y su único
hermano habían heredado una finca con parras y cuando había
buena cosecha, se hacía reserva para otros momentos en donde —ya
fuera por la pedrea, el viento Zonda, la falta de riego o el
exceso de producción— daba más pérdida que ganancia. El problema
ocurría cuando mi tío, peronista de la primera hora, le pedía a
mi padre —de filiación radical—
el dinero de esa
reserva para la campaña electoral.
Demás está decir que
mi tío fue finalmente vicegobernador de San Juan en tanto mi
padre terminó siendo relevado de su cargo como director del
Hospital Rawson por no liderar en la misma causa.
Viví demasiadas
discusiones de tono elevado entre ellos. No, la política no me
va.
Liliana Aguilar en 2018
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23:
¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films,
esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o
arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?
LA: Puede
parecer extraterrestre pero no tengo una gran cultura artística
como para dar opinión valedera al respecto. Pero me gustan
aquellas obras teatrales que suceden arriba del escenario
—quizás haya personas que toleran
bien el teatro interactivo, pero en mi caso no sucede. En
música, no soporto los sonidos agudos, ya te comenté mi problema
auditivo, pero más allá de cualquier dificultad física, cuando
escucho al o la cantante irse de tonos, me saca.
Hasta los dieciséis
años me nutrí de las películas del Hollywood Dorado. Era lo que
llegaba a San Juan.
A los diecisiete me
radiqué en Mendoza para estudiar Medicina en la Universidad
Nacional de Cuyo y allí, por primera vez en mi vida, vi
televisión y por supuesto, otro tipo de material fílmico.
También colaboró el hecho de asistir regularmente a proyecciones
del cine-club universitario.
Mi formación en
materia de cine es, creo, rara.
Según pasaron años y
sucesos, mis elecciones han sido variopintas y depende del
estado de ánimo más que de las cualidades intrínsecas del film.
Definitivamente no
soporto nada tendiente a nivelar hacia abajo al ser humano.
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24:
¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada
en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia
o cariño, y por qué?...
LA: La
Avenida Central en ciudad de San Juan, en el sector que va desde
la plaza 25 de Mayo hacia Tribunales. Me daba una gran sensación
de libertad dentro de los límites urbanos.
En mi juventud, la
calle Felipe Boero de barrio Los Naranjos, en la ciudad de
Córdoba. A raíz de mi iniciativa para realizar una feria de
artes y artesanías callejera, los vecinos entablamos una
relación de amistad increíble. Veinte familias al unísono
compartiendo cumpleaños, fiestas de fin de año, salidas de fin
semana y vacaciones anuales. Sentíamos esa calle como el patio
delantero de nuestra propia casa. Eran otras épocas, claro.
Después de aquella
primera gran feria en la calle, años más tarde se sucedieron dos
más pequeñas, a pedido expreso de los jóvenes que de niños
habían podido disfrutar de las pintadas sobre el asfalto,
orquesta sinfónica, teatro en la calle, artesanos en los
jardines de nuestras casas. Durante mucho tiempo a la calle
Felipe Boero se la conoció como “la calle pintada”.
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25:
¿Cómo reordenarías esta
serie?: “La visión, el
bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el
sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la
autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que
un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo,
una microficción.
LA: En
principio el orden más común, creo:
Lado A: las
valoraciones negativas o dolorosas: sacrificio, sufrimiento,
muerte, desajuste.
Lado B: las
valoraciones positivas: autenticidad, pensamiento, lengua,
danza, ciudad, visión.
Lado C: las neutras:
azar, miniaturas, ceremonia, bosque.
El
micro:
“Azar”
“Todo lo que sale por
la punta de mi lengua son pensamientos en miniatura. Sería la
razón por la que aparento un desajuste de la visión del mundo
circundante: donde existen rascacielos de ciudad, veo montañas
agujereadas como si fueran cuevas. Donde bosques, el sufrimiento
del árbol que declina, anticipándose a la muerte.
No se crea que estos
pensamientos en chiquito precisan de una ceremonia de alto
sacrificio o loca autenticidad para manifestarse. No.
Cada vez que el azar
pasa por la puerta de mi casa, lo tomo por sus alas y con él,
vuelo.”
Liliana Aguilar frente a la casa de
Leopoldo Lugones, en Villa de María del Río Seco, Córdoba,
Argentina, 1993
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26:
“Donde mueren las palabras” es el título de un filme de 1946,
dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño.
¿Dónde mueren las palabras?...
LA: En el
lenguaje corporal, que es el lenguaje concreto por excelencia.
Si no se puede verbalizar —o abstraer— determinados
sentimientos, se actúan. Es lo que nos sucede actualmente como
sociedad. Te doy un ejemplo: en alguna época, cuando nos
referíamos a “cortar el rostro” a otra persona, sabíamos que se
trataba de anular todo trato con ella. Ignoro en qué momento
esas palabras tomadas como la abstracción de una conducta se
transformó en la conducta en sí y asistimos sorprendidos y
alarmados a una seguidilla de jóvenes que por celos o lo que
fuera, marcaban con navaja el rostro de algún compañero o
compañera.
Considero que el auge
de ciertos postulados de lingüística ha influido en la
pauperización del lenguaje actual, donde el objeto es lo que es,
sin más significación que eso.
No sé si se comprende
la raíz del problema. O quizás sí, pero es difícil revertirlo.
Liliana Aguilar en 1999
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27:
¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas
en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?
LA:
Llegué a Córdoba en 1966 y viví en pensión con otras siete
jóvenes de distintas provincias, costumbres, ideas,
comportamientos y eso me pareció increíblemente maravilloso.
Luego fue en la Sociedad Argentina de Escritores, filial Córdoba
—mi primera época de SADE—, donde compartí ilusiones con
personas de distintos órdenes, saberes y procedencias.
Los domingos nos juntábamos en mi casa jóvenes escritores y
poetas para leer nuestras producciones. De allí surgió la
revista “El Taller”: Cuadernos Literarios que dirigí desde 1972
a 1974. Comunistas, socialistas, peronistas, radical-
intransigentes, radicales del pueblo y demócrata-cristianos.
Viejos, adultos, jóvenes. Universitarios y no. Siempre los
recuerdo como un ejemplo de convivencia en democracia.
Hoy es difícil. No por tener ideas distintas sino porque se ha
producido una fractura en la comunicación desde su elemento más
sensible: el código. Si alguien habla desde las palabras y otros
desde la corporalidad…
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28:
¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda)
que te infiere la persona que te promete algo que a vos te
interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y
luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?
LA:
Pésimo. Me caería muy mal. Pero bueno…,
es una de las bondades de las caminatas, la jardinería y la
literatura.
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29:
No
concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?
LA:
A las personas que tienen una gran voluntad y constancia para
lograr su cometido.
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30:
¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones?
Pasiones
y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general,
distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?
LA:
En otras épocas pudo haber sido, pero
los años me han vuelto más moderada y cauta.
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31:
¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?
LA:
La propaganda hoy se encarga de venderte espejos de colores que
comprás con entusiasmo, pero siempre me llamó la atención las
contratapas de los libros: todo es genial; el libro el autor la
crítica todo, son geniales. Todos, todos son geniales. Lo más.
El premio de aquí y de allá. Suena falso, por lo menos a mí. O
quizás uno entre muchos, pero en medio de la hojarasca no lo
descubrís.
También —oh, la balanza libriana— en más de una ocasión me he
preguntado si ese texto que yo desmerezco, no será la salvación
de otro lector.
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32:
¿Acordarías, o algo así,
con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por naturaleza”,
tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de Luisa Futoransky?
LA: Me voy
urgente a leer ese poema.
Liliana Aguilar en Nueva York, Estados Unidos
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33:
¿El amanecer, la franca
mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo
vespertino, la noche plena o la madrugada?
LA: La
madrugada. Ver salir el sol y mantener la expectativa de lo que
podés vivir ese día es maravilloso.
Liliana Aguilar en Madrid, España
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34:
¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por
artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos
propondrías?
LA:
Francamente me decepcionan las llamadas reuniones cumbres.
Cumbres de qué y con qué resultados. Como si creyéramos que un
nuevo Frankenstein compuesto de cerebros y creadores universales
nos proporcionarían un mejor nivel de vida o por lo menos con
menos miseria en todo sentido.
No sé. Sigo creyendo
en las valías individuales, en lo que cada quién hace todos los
días para ser mejor en lo que sabe y puede.
Liliana Aguilar - Caricatura de José Hernández en 1976
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35:
Seas o no ajedrecista:
¿qué partida estás jugando ahora?...
LA: La de
vivir.
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*
Cuestionario
respondido a través del correo electrónico: en las ciudades de
Córdoba y Buenos Aires, distantes entre sí unos 700 kilómetros,
Liliana Aguilar y Rolando Revagliatti, octubre 2019.
http://www.revagliatti.com/990826.html
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