Luis Benítez responde
“En cuestión: un cuestionario”
de Rolando Revagliatti
Luis Benítez
nació el 10 de noviembre de 1956 en Buenos Aires, ciudad en la
que reside, capital de la Argentina. Es miembro de instituciones
de su país, Estados Unidos, Grecia y la India, y ha recibido el
título de Compagnon de la Poèsie de la Association La Porte des
Poètes, con sede en la Université de La Sorbonne, París,
Francia. Obtuvo, entre otros, el Primer Premio del Concurso
Internacional de Ficción (Montevideo, Uruguay, 1996), el Primo
Premio Tuscolorum di Poesia (Sicilia, Italia, 1996), el Primer
Premio de Novela Letras de Oro (Buenos Aires, 2003) y el Primer
Premio Internacional para Obra Publicada “Macedonio Palomino”
(México, 2008). De entre los ensayos, antologías, etc., a
propósito de su obra citamos
“Sobre las poesías de
Luis Benítez”, de Carlos Elliff (1991),
“Conversaciones con el
poeta Luis Benítez”, de Alejandro Elissagaray y Pamela Nader
(Tomo 1, 1995; Tomo 2, 1997),
“Poemas reunidos”
(antología en e-book, introducción, selección y notas de
Elizabeth Auster, 2006),
“La poesía es como el aroma. Poética de Luis Benítez”, de
Camilo Fernández Cozman,
“La novelística de Luis Benítez. Aproximaciones críticas a la
historiografía, la mitología y la masculinidad patriarcal”,
de Assen Kokalov (2015). Publicó a partir de 1980 los poemarios
“Poemas de la tierra y la
memoria”, “Mitologías
/ La balada de la mujer perdida”,
“Behering y otros poemas”,
“Guerras, epitafios y
conversaciones”,
“Fractal”, “El pasado
y las vísperas”, “La
yegua de la noche”,
“El venenero y otros poemas”,
“La tarde del elefante y
otros poemas”,
“Manhattan Song. Cinco poemas occidentales”,
“La tierra permanece”,
etc. Su libro “Amores
patrios (las más conmovedoras historias de amor de la Argentina)”
fue editado en 2012. Publicó a partir de 1997 las novelas
“Tango del mudo”,
“El metro universal”,
“Hijo de la oscuridad”,
“Sombras nada más (una
novela del peronismo mágico)”,
“Madagascar” y
“Los amantes de Asunción”.
De su dramaturgia se socializó en 2006 la pieza
“18 whiskies”, así
como de su cuentística fueron dándose a conocer, por ejemplo,
“Zapping” y
“Las ciudades de la
furia”. Algunos de sus libros de ensayo son los titulados
“Juan L. Ortiz: el
contra-Rimbaud”, “El
horror en la narrativa de Alberto Jiménez Ure”,
“Jorge Luis Borges: la
tiniebla y la gloria”,
“La novelística de
Teódulo López Meléndez: escribir desde la fisura”,
“Carl Jung: un chamán del
siglo XX”, “Sigmund
Freud. El descubrimiento del inconsciente”,
“Erich Fromm. El amor, el
psicoanálisis y el hombre”,
“Digresiones”,
“Historia de la poesía
argentina”.
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1:
¿Cuál fue tu primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se
trataba?
LB:
Un cuento, a los
doce años, horrible, titulado “La rata verde”, con el que gané
un concurso en el colegio. Afortunadamente no conservé ese
texto.
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Luis Benítez con Leonor Mauvecín y Norberto Barleand
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2:
¿Cómo te llevás con la
lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con la
velocidad, con las contrariedades?
LB:
Me encantan la
lluvia y las tormentas, en especial el olor del ozono y el de la
tierra mojada. Ver sangre no me gusta, especialmente si es la
mía. La velocidad me parece detestable, sobre todo porque le
agrada a la mayoría de los tontos que conozco, y en cuanto a las
contrariedades me revientan, pero, viviendo en la Argentina, me
tuve que acostumbrar a sobrellevarlas.
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Luis Benítez con Leonor Mauvecin y Javier Naranjo
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3:
“En este rincón” el
romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro rincón”,
por ejemplo, William Faulkner y su
“He oído hablar de ella,
pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?...
LB:
La inspiración es
algo que hay que acostumbrarse a invocar a voluntad, para poder
arrancar con el trabajo de escritura. En poesía cumple un papel
fundamental, pero en narrativa la cosa es muy distinta: hay que
disciplinarse uno mismo y también disciplinar a la inspiración,
caso contrario no podés escribir una novela de 528 páginas.
Luis Benítez en 2009
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Luis Benítez con Laura Szwarc
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4:
¿De qué artistas te atraen más sus avatares que la obra?
LB:
De ninguno.
Detesto que se ponga en primer plano lo que un tipo padeció,
dijo, hizo o intentó, cuando lo que me interesa primordialmente
es su obra. Sobre todo, cuando la subrayada referencia alude a
sus vicios y miserias, que parecen empaparse de grandeza
solamente porque le corresponden a un genio. Siempre es más
fácil imitar de algún grande las flaquezas que los méritos.
Pero, aunque Dylan Thomas era un borrachín, no cualquier
borrachín puede ser Dylan Thomas.
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Luis Benítez con José Muchnik, César Bisso y otros escritores y
amigos
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5:
¿Lemas, chascarrillos,
refranes, proverbios que más veces te hayas escuchado divulgar?
LB:
“El
buey solo bien se lame”, ese es
mi favorito.
Luis Benítez con Rolando Revagliatti, María Meleck Vivanco,
Mario Arteca, María Montserrat Bertrand, María Dolores Lucero y
Horacio Pérez del Cerro. Foto Daniel Grad.
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Luis Benítez con Jorge Paolantonio, Raquel Fernández y Milton
Fernández
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6:
¿Qué obras artísticas
te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante cuáles has
quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?
LB: “El
Jardín de las Delicias”, de El Bosco, la primera vez que lo vi
en el Museo del Prado. Yo estaba dando vueltas por la sala
contigua y como quien no quiere la cosa, mi mujer me llamó desde
la siguiente, sin decirme de qué se trataba. Fui hasta donde
ella estaba y me lo señaló, sin agregar nada. Fue un shock ver
las tres tablas allí, cubiertas de tanto universo. Y también, en
Roma, las ruinas del palacio de Augusto, rojas sobre el Monte
Palatino. Y el Palacio de Cnosos, en Creta, con sus 4.500 años
de antigüedad, pimpante y absoluto a un costado de la ruta. Y
Micenas, en Grecia continental, con la “tumba de Agamenón”
(donde nunca fue sepultado Agamenón) junto a la Puerta de los
Leones. Todo lo que desde niño leí sobre estos sitios y esa
pintura, vinieron a mi mente en esos sendos momentos y cada vez
que los recuerdo, como ahora cuando escribo sobre ellos, me
sacude algo maravilloso, no hecho de palabras sino de
sensaciones poderosas.
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Luis Benítez con Fernando G. Toledo y Santiago Sylvester
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7:
¿Tendrás por allí alguna
situación irrisoria de la que hayas sido más o menos
protagonista y que nos quieras contar?
LB:
Papelones protagonicé mil, como todo el mundo, pero algo
gracioso y que todavía me causa mucha risa fue lo que me sucedió
en 1979, yendo por una calle del centro de Buenos Aires. Años
antes yo había escrito un folleto sobre trabajo manual para un
sello editorial muy importante en aquel entonces, bien conocido
porque, además, era tacaño y demorón para pagarle a los
escritores. Iba distraído yo por ahí, cuando una mujer madura me
llama y me vuelvo hacia ella y no la reconozco. Era la jefa de
la colección donde esa editorial me había publicado el
fascículo, en mi caso puntualmente pagado. La señora, tras darse
a conocer, me pregunta si me habían pagado entonces aquel
trabajo. Yo francamente ni me acordaba de él, conque le dije que
no. Inmediatamente me citó en la sede de la empresa, para al día
siguiente abonarme lo correspondiente. Antes de acudir a la cita
recordé que sí me lo habían pagado, pero de todas maneras fui y
muy seguro de que me sacarían de allí a patadas. Eso no sucedió
y así fue que me pagaron dos veces. Con ese dinero y algo más
que había ahorrado, pude editar mi primer poemario, que, como la
mayoría de los autores, tuve que financiar de mi bolsillo… y
gracias a la mala contabilidad de aquellos sujetos.
Luis Benítez en Atenas, Grecia, 2016
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8:
¿Qué te promueve la noción de “posteridad”?
LB: La
seguridad de que yo no estaré allí para ver de qué fue la cosa
con mis obras. Eso también puede ser una suerte para uno, bien
mirado el asunto.
Luis Benítez en Venecia, Italia, 2016
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Luis Benítez con Elizabeth Auster
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9:
“¿La
rutina te aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?
LB:
La rutina es imprescindible para un autor. Ayuda a ordenar el
mundo y ubicar en él ese lapso destinado sola, exclusivamente a
la escritura. Si no existiera esa rutina —y debe de existir cada
día— sería imposible escribir obras de largo aliento. En cuanto
a la rutina que sí me aplasta, es la que tiene que ver con gente
que hace siempre lo mismo, dice cosas similares, piensa de modo
invariablemente parecido, y que, por causas de fuerza mayor,
debemos tolerar a nuestro lado. Eso me agobia y me resulta
absolutamente insoportable.
Luis Benítez en Roma, Italia, 2016
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Luis Benítez con Carlos Trafic, Cecilia Labourt, Horacio
González, José Muchnik y Juan Carlos Manoukian en 2014
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10:
¿Para vos, “Un estilo
perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el
escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió:
“…un estilo es una manera
y un amaneramiento”.
LB:
El estilo debe ser cambiante y plástico, o se corre el peligro
cierto de la autofagia. La perfección a repetición —como en
Borges y tantos otros— es un defecto. Hay que hacerse de un
estilo y luego cambiarlo y luego a ese segundo transformarlo en
otro y así siempre. Te quedás muy contento con un modo de
escribir y estás ya muerto. A lo sumo serás lo suficientemente
aburrido como para que te den el Premio Nobel.
Luis Benítez en el Vaticano, 2016
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Luis Benítez con Alfredo Palacio, Leonor Mauvecín, etc.
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11:
¿Qué sucesos te producen mayor indignación? ¿Cuáles te
despiertan algún grado de violencia? ¿Y cuáles te hartan
instantáneamente?
LB:
Me indignan y me ponen violento casi todas las noticias que leo
en los medios de comunicación, porque describen un mundo signado
por la hipocresía, el interés sectorial, la mala fe y la falta
más absoluta de compasión. Me hartan de inmediato los pedantes,
una fauna que abunda por todas partes, cuando tan evidentemente
se transparenta en ellos la pequeñez y la estupidez más
concretas y groseras. Me indigna el abuso de poder, precisamente
porque sé que el poder no corrompe, simplemente delata.
Luis Benítez en París, Francia, 2016
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Luis Benítez con Ramón Fanelli,
Alfredo Palacio, Marta Ortiz, Marion Berguenfeld, Roberto
Glorioso, Héctor Miguel Ángeli, Rubén Balseiro, Luis Raúl Calvo,
Horacio Laitano, David Antonio Sorbille, Adalberto Polti, Juan
García Gayo, etc.
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12:
¿Qué postal (o postales) de tu niñez o de tu adolescencia
compartirías con nosotros?
LB:
La de un niño feliz, en los años sesenta, subido a un burrito en
La Falda, Córdoba. Dichoso meramente por estar subido a un burro
en La Falda, sin mayores necesidades que seguir allí, sobre el
lomo de aquel animalito.
Luis Benítez en París, Francia, 2016
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Luis Benítez con Alejandra Ferraza, la esposa de Benítez y
Alfredo Palacio en 2015
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13:
¿En
los universos de qué artistas te agradaría perderte (o
encontrarte)? O bien, ¿a
qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te incluyeran
en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro modo?
LB:
Me hubiese gustado estar en una borrachería de Madrid, en el
siglo XVII, donde cada tarde se reunían a molestarse mutuamente,
pelearse y tomarse el pelo Miguel de Cervantes Saavedra, don
Luis de Góngora y Argote, Lope de Vega y Francisco de Quevedo.
Se querían tanto que casi no se podían ver. En cuanto a la
segunda posibilidad, me hubiera gustado ser un personaje
secundario en alguna de las narraciones de Cesare Pavese, por
ejemplo, “La casa en la
colina”.
Luis Benítez en Burdeos, Francia, 2016
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14: El silencio, la
gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la
desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan?
¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio,
orientación o sentido?
LB:
Son elementos sustanciales en muchas de mis obras, tanto en
narrativa como en poesía, pues expresan al hombre y el hombre es
el protagonista de cuanto escribimos. Es en los textos donde
intentamos sentar sobre ellos —y muchos otros elementos más—
algún criterio, darles una orientación, adivinarles un sentido.
Eso solo sucede en la ficción, que invariablemente obedece a la
premisa de ser un universo ordenado, así su temática sea el
caos. En lo que llamamos “la realidad” todo sucede de modo
diferente, sin criterio, orientación o sentido, simplemente
sucede y, por lo general, no conduce a ninguna parte, no tiene
ninguna necesidad de ello. En la ficción sí, obligadamente.
Luis Benítez en La Alhambra, Granada, España, 2015
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Luis Benítez en 2004 - Foto de Daniel Grad
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15:
¿A qué artistas en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad,
el ingenio, la acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?
LB: Al
Erasmo de Rotterdam que escribió sobre la montura de su caballo
el “Elogio de la locura”
y terminó de revisarlo en la casa de su amigo, Tomás Moro. En
una semana dejó para siempre escrito uno de los textos más
actuales… redactado en 1515.
Luis Benítez en Barcelona, España, 2015
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Luis Benítez en Frankfurt, Alemania, 2015
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16:
¿Qué apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...
LB: Las
reseñas literarias escritas por conveniencia, a sueldo de un
avisador, abundantes en adjetivos vacíos,
lobbistas, y aquellas
donde al que escribe solo le interesa “lucirse” como un marmota,
en vez de introducirnos en la obra de un tercero, que es lo que
de veras queremos conocer. Prefiero las imprecisiones del hombre
común, que no sabe que es parte de una especie que puede muy
bien ser definida como “el animal que narra”, porque todo el
tiempo estamos contando algo, a los demás o a nosotros mismos. Y
quien no sabe que está narrando lo hace de un modo exquisito,
pleno de alusiones y elusiones que ignora que está empleando,
pero que si le prestamos la adecuada atención a lo que dice, se
tornan evidentes e inmejorables.
Luis Benítez en Barcelona, España, 2015
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17:
¿Viste que uno en ciertos casos quiere a personas que no valora
o valora poco, y que en otros casos valora a personas que no
quiere? ¿Esto te perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?
LB: La
contradicción casi permanente es una de las características que
nos define como humanos. Eso generalmente me perturba, en
ocasiones me entristece y siempre me asombra. No lo resuelvo
nunca.
Luis Benítez en Madrid, España, 2015
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18:
¿El
mundo fue, es y será una porquería, como aproximadamente así lo
afirmara Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?
LB: Sí,
lamentablemente sí. Creo que es una consecuencia de nuestra
misma condición de humanos. Somos un experimento fallido de la
naturaleza y la hemos suplantado por un ámbito artificial,
imposibilitados como estamos de volver al natural. Lo que hemos
construido en torno de nosotros, para habitarlo, fue hecho
“a nuestra imagen y
semejanza”: es cruel, hostil e irracional, como el mono
agresivo e inescrupuloso que no admitimos que somos en realidad.
Mas como todo experimento fallido, albergamos en nosotros mismos
la fuente de nuestra propia destrucción. El “mundo” que creamos
desaparecerá con nosotros y a pesar del destrozo que hagamos, la
Tierra a lo sumo demorará cinco mil años en restaurarse, como ya
sucedió antes con extinciones masivas y sucesivas que tuvieron
lugar. Alguna vez desapareció el 95% de la vida en el planeta y
allí sigue estando todo él, esperando a que desaparezcamos de
una buena vez.
Luis Benítez frente a "Habitación de Hotel"
de Edward Hopper , en el Museo del Prado, Madrid, España,
2015
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Luis Benítez en 2007
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19:
Por la fidelidad y
entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los
tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?
LB: Nelson
Mandela. Veintisiete años recluido por sus verdugos en una
mezquina habitación de pocos metros cuadrados de superficie,
privado de acceso a cualquier tipo de información acerca de lo
que sucedía fuera de esas cerradas paredes. De esa celda que
hubiese enloquecido a cualquiera salió para dirigir los destinos
de su país, demostrando que el cuerdo era él.
Luis Benítez en el Museo del Prado, Madrid, España, 2015
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20:
¿Qué te
hace “reír a mandíbula
batiente”?
LB: La
imbecilidad, el lado idiota que todos tenemos, como lo
especifica Paul Tabori en su libro
“Historia de la estupidez
humana”, lectura memorable. Tabori muestra y demuestra en
ese volumen no solo que la bobería existió en toda época y
cualquier lugar, sino que también, como ajustadamente afirma
este autor rumano, es invencible. Recuerdo lo que dice de una
plaga medieval, una oruga que se estaba comiendo todas las vides
de Francia: la urgente medida fue excomulgarla y luego pasada al
juzgado civil. Desde ese fuero se mandó apresar a una de las
orugas para colocarla en el banquillo de los acusados; se le
asignó un defensor letrado pero el discurso del fiscal del reino
pudo más y el insecto fue condenado a la pena capital. El hacha
del verdugo lo partió en dos, en solemne acto ante el rey, los
obispos y el pueblo vociferante. Ese año las orugas devoraron
cuanto quedaba de las vides y cientos de miles de personas
murieron de hambre.
Luis Benítez en Madrid, España, 2015
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21:
¿Cómo afrontás lo que
sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos aspectos
o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?
LB: Con una
dosis adecuada de resignación, entendiendo dos cosas: que en la
mayoría de las cuestiones uno no tiene arte ni parte en el rumbo
de lo que finalmente sucede, lo que está en manos de terceros y
sin que medien en absoluto las actitudes ni las aptitudes de
uno. En segundo lugar, sabiendo que la perfección es una muy
ambiciosa unidad de medida griega, apenas un punto de
comparación y no una meta, por lo inalcanzable que resulta ser.
Entonces, ¿a qué apesadumbrarnos si terminamos a varios
kilómetros de lo que nos proponíamos ser o hacer?
Luis Benítez en Plaza Sintagma, Atenas, Grecia, 2016
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22:
El amor, la
contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has
ido relacionando con esos tópicos?
LB: Como
pude en cada etapa de mi vida, a veces bien, a veces mal,
generalmente terminando en tablas la partida. En el amor
solamente ya en la edad madura tuve la fortuna de alcanzar la
felicidad conyugal de la que ahora disfruto. La contemplación
siempre fue adecuada para “detener el mundo” y mirarlo cara a
cara, para intentar nuevamente comprenderlo: siendo parte de
todo lo que da vueltas en el lavarropas es imposible entender
cómo funciona el aparato. El dinero es cosa utilísima si
nosotros lo utilizamos a él y no él a nosotros, pero conseguirlo
sale caro, por lo que es más inteligente racionalizar la
búsqueda y limitarse a bregar exclusivamente por la cantidad
necesaria. Más allá de ella, quien toma las riendas no somos
nosotros y eso es bien peligroso y hasta mortal. Se vende el
alma por dinero —los ejemplos nos rodean— y a los cincuenta o
sesenta añitos un buen infarto de miocardio viene a coronar una
vida de traiciones, zancadillas, mentiras y simulaciones.
Llegamos antes, detrás del bendito dinero, al destino que nos
espera a todos, héroes y villanos, justos e injustos, réprobos y
santos: nos convertimos en 15 o 20 kilos de osobuco tirados en
una fosa repleta de gusanos. En cuanto a la religión y sus
alrededores menos reputados, yo respeto por método todas las
creencias, inclusive las supersticiones más estúpidas, porque a
fin de cuentas es un rasgo más de lo humano y porque la razón,
tan primitivos somos, apenas tiene unos trescientos años de
historia, tal como la conocemos ahora. El resto del tiempo
estuvieron siempre, la mayoría de las personas, en manos del
pensamiento mágico, con los resultados que ya conocemos. Y no
por eso la suposición de la existencia de lo sobrenatural dejó
de existir, sino que aprendió a convivir con la razón formando
un cóctel desconcertante. Hay estudiantes de lógica que van a un
examen llevando en el bolsillo una pata de conejo y científicos
hincados frente a un pedazo de yeso pintado. Así de
contradictorios somos. Respecto a la política… soy francamente
escéptico en cuanto a que la humanidad alguna vez pueda
organizarse de un modo más justo, equilibrado e inteligente.
Tuvo muchas oportunidades, desde la
polis griega, la
república romana y otras intentonas fallidas. Todas fracasaron y
no hubo revolución que no terminara en una monarquía plebeya, lo
que permite deducir que el apetito de poder y supremacía de unos
cuantos termina por someter a cualquier principio que esos
mismos individuos digan albergar en favor del resto de la
humanidad. A lo sumo, lo que se puede lograr en el actual estado
de evolución de nuestra especie es un sistema que permita llevar
una vida sin excesivas estrecheces y eso, como objetivo
extremadamente máximo.
Luis Benítez en Olimpia, Grecia, 2016
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23:
¿A qué obras artísticas —espectáculos coreográficos, films,
esculturas, música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o
arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?
LB: El
término “artístico”, tan tergiversado por la cultura de masas,
ha terminado por albergar, para el consenso, también a las
formas que implican lo paraartístico, aquello que clásicamente
ubicábamos bajo la definición de kitsch: lo que está colocado en
el lugar del arte sin ser el arte. Así, en nuestro tiempo,
aberraciones como la paraliteratura, eso que llaman “teatro
comercial”, la pseudopintura y la pseudoescultura (llevadas
adelante para ganar dinero en base a un mecanismo de marketing
que sobrevalúa esas supuestas “obras” en función de generar
prestigio para quien posee la chequera suficiente para
adquirirlas); toda esa enorme pila de basura y sus
beneficiarios, intermediarios, ejecutores y burócratas me
resultan insufribles y desde luego, extremadamente peligrosos
para el pensamiento y la sensibilidad contemporáneos. Quien
colabora directa o indirectamente con esta labilidad de los
valores humanos y el sentido no es tan inocente como se excusa,
diciendo —por ejemplo— que
“lo mío es entretener”.
Ese agente de la premeditada inducción a la idiotez a lo que
aspira —objetivo que no pocas veces logra— es a ser reconocido
como “literato” o “artista”. La literatura cabal hace
evolucionar, amplía los horizontes de nuestra consciencia y el
conocimiento de nosotros mismos; en cambio, la paraliteratura
nos lleva a involucionar, a aceptar paulatinamente estrechas y
convencionales nociones de la realidad, que además tienen por
misión domesticar la imaginación, narcotizar el despliegue
posible de la inteligencia, retrasar y adormecer las capacidades
latentes de la consciencia. Eso es lo que me resulta insufrible,
no el arte cabal en cualquiera de sus formas.
Luis Benítez en Olimpia, Grecia, 2016
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Luis Benítez en Delfos, Grecia, 2016
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24:
¿Qué calle, qué recorrido de calles, qué pequeña zona transitada
en tu infancia o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia
o cariño, y por qué?...
LB: No
siento nostalgia por ningún sitio transitado por mí en esos
períodos etáreos y, en general, la nostalgia no es un estado de
ánimo que yo albergue. La nostalgia es el onanismo de la
memoria.
Luis Benítez en Delfos, Grecia, 2016
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25:
¿Cómo reordenarías esta
serie?: “La visión, el
bosque, la ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el
sacrificio, el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la
autenticidad, la muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que
un reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo,
una microficción.
LB: El
desajuste de la visión es el bosque y su ceremonia y el
pensamiento la autenticidad, cuando el azar de la muerte se
traduce en la danza de la ciudad, la lengua del sufrimiento y el
sacrificio, con todas sus miniaturas. Lo anterior parece un
“cadáver exquisito”
jugado en solitario.
Luis Benítez en Micenas, Grecia, 2016
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26:
“Donde mueren las palabras” es el título de un filme de 1946,
dirigido por Hugo Fregonese y protagonizado por Enrique Muiño.
¿Dónde mueren las palabras?...
LB:
En el impreciso límite que les impone su reducida capacidad de
expresión. Lo inexpresable, lo inefable, lo que llamaríamos “lo
real real” está más allá de las fronteras que alcanza el
lenguaje. La poesía es capaz, en sus logros más acertados, de
aludir a lo que está más allá del poder de las palabras, aunque,
paradójicamente, esté hecha enteramente de palabras.
Luis Benítez en Micenas, Grecia, 2016
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27:
¿Podés disfrutar de obras de artistas con los que te adviertas
en las antípodas ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?
LB: Siempre
disfruté, por suerte, también de las obras de señoras y señores
cuyas afinidades electivas estaban definitivamente a un año luz
de las mías, aunque conservando la consciencia de que en muchos
casos sus autores eran unos reverendos hijos de puta. Para ello,
hay que romper definitivamente con el cuento romántico de que la
autora, el autor de una obra memorable, por ser tales resultan
lo más excelso en todas sus facetas de lo humano. No es así,
nunca lo fue y seguramente nunca lo será. Una cosa es la obra y
otra su creadora o su creador. Un campo no impregna
necesariamente al otro.
Luis Benítez en Creta, Grecia, 2016
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28:
¿Cómo te cae, cómo procesás la decepción (o lo que corresponda)
que te infiere la persona que te promete algo que a vos te
interesa —y hasta podría ser que no lo hubieras solicitado—, y
luego no sólo no cumple, sino que jamás alude a la promesa?
LB:
Como una demostración más de lo primitivo y bajo que albergamos
como parte constitutiva de nosotros mismos, mal que nos pese.
Por supuesto que esta comprensión del asunto no quita que jamás
vaya a perdonar u olvidar tamaña bajeza y siempre la tenga
presente, como es mi estilo en las relaciones personales.
Luis Benítez
en el Partenón, Atenas, Grecia, 2016
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29:
No
concerniendo al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?
LB:
A las mujeres y los hombres comunes, los soldados rasos de la
humanidad, que viven en un mundo que no tiene piedad por nadie,
que no intenta ni por asomo comprender a nadie, que no respeta
la existencia ni las necesidades más básicas de nadie, y siguen
esforzándose por seguir con vida, ignorando generalmente el
grado de heroísmo que eso implica.
Luis Benítez en Grecia, 2016
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30:
¿Tus pasiones te pertenecen o sos de tus pasiones?
Pasiones
y entusiasmos. ¿Dirías que has ido consiguiendo, en general,
distinguirlos y entregarte a ellos acorde a la gravitación?
LB:
Es fundamental tener bajo control al animalete que somos, o
dejaríamos detrás de nosotros un sendero cubierto de cadáveres.
Es algo que se aprende, una capacidad adquirida. Ante una
afrenta de cualquier tipo, el primer impulso es masacrar al
atrevido, pero allí está la cultura y también levanta la mano la
experiencia, que nos enseñaron que eso no debe hacerse. De todas
maneras, siempre sentimos la falta de aquellos tiempos bravos en
que se podía rajar a un tipo de un hachazo, desde la coronilla
hasta el ombligo, una satisfacción inmediata, el privilegio de
una época donde era desconocida la úlcera gástrica y la ingesta
cotidiana de batracios. En cuanto a los entusiasmos, me
encantan, así duren muy poco. La raíz griega del término es por
demás maravillosa: significa
“el dios en mí”.
Luis Benítez en Pisa, Italia, 2016
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31:
¿Qué artistas estimás que han sido alabados desmesuradamente?
LB:
Ningún artista genuino es alabado lo suficiente.
Luis Benítez en la caverna de Ana Kai Tangata, Isla de Pascua,
Chile, 2009
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32:
¿Acordarías, o algo así,
con que es, efectivamente,
“El amor, asimétrico por
naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de
Luisa Futoransky?
LB: La gran
Luisa es de una precisión quirúrgica en sus textos. El amor,
efectivamente, es desigual, y por ello existen, perduran y
desarrollan tranquilamente sus respectivas patologías el sujeto
que ama y el que es amado. Pero, en el amor pasión —la forma más
prestigiosa— ello no es obstáculo alguno, sino incluso todo un
mérito. ¡En latín “pasión” —passio—
significa sufrimiento, y encima viene del griego
pathos! Tomemos a
Dante Alighieri, por ejemplo: vio solamente nueve veces a
Beatrice, quien tal vez observada por otros ojos que los del
divino hijo de Firenze era objetivamente una abombada. Ella
nunca le dirigió siquiera la palabra y Dante se vengó del
destino de amar y no ser amado escribiendo para siempre la
Divina Comedia. ¿Qué hubiese pasado si la cosa se hubiera
resuelto de manera distinta, si la Bea le hubiese dado bolilla
al narigón talentoso, hubiesen establecido una rotisería o un
maxiquiosco a las orillas del río Arno y criado unos veinte
hijos? Fue la asimetría del amor la que disparó las tres
secciones de la Divina Comedia, aunque para el autor significó
vivir continuamente en el
Inferno. Lo malo es que podés ser —estadísticamente lo más
probable es eso— alguien que ama y no ser el Dante. Suena
tontuelo lo que digo, pero es rigurosamente cierto. Y trágico. Y
millones de veces repetido.
Luis Benítez en Atenas, Grecia, 2016
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33:
¿El amanecer, la franca
mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo
vespertino, la noche plena o la madrugada?
LB:
La franca mañana, siempre: nunca se llevan tan bien un adjetivo
y un sustantivo como en esa instancia.
Luis Benítez en Atenas, Grecia, 2016
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34:
¿Qué dos o tres o cuatro “reuniones cumbres” integradas por
artistas de todos los tiempos y de todas las artes nos
propondrías?
LB:
Dylan Thomas,
Jimmy Page, Joe Cocker y François Rabelais en un billar de La
Boca, bien cutre.
Salvador Dalí,
Amedeo Modigliani, Pablo Picasso y Xul Solar en el Cementerio de
Flores, al fondo de la calle Varela, cada uno provisto de
pinceles y latas de Albalatex, a ver qué hacen.
Enrique Molina,
Francisco Madariaga, Élida Manselli y Genoveva Benedit, en la
que era mi casa de Palermo, otra vez, otra vez y otra vez, como
cuando nos reuníamos en los ’90 a comer homéricos asados y por
unas horas la vida era bella y nosotros eternos.
Luis Benítez con Viviana Rosenzwit
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Luis Benítez en 2009
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35:
Seas o no ajedrecista:
¿qué partida estás jugando ahora?...
LB:
La misma de
siempre, con una señora huesuda que usa una capa negra con
capucha echada sobre la brillante calavera: ella intenta por
todos los medios darme el jaque mate y yo me las voy ingeniando,
hasta ahora, para robarle otro peón y arruinarle la partida.
Luis Benítez con otros escritores - Foto de Camila Toledo
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*
Luis Benítez con Viviana Rosenzwit y Leonardo Moglia
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Luis Benitez con Olga Orozco
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Luis Benítez con Nelson Simón, Jorge Rivelli, Leonor Mauvecin y
Javier Naranjo
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Luis Benítez con Manuela Breazu, Flavia Cosma y Luis Raúl Calvo
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Cuestionario respondido a través del correo electrónico: en la
Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Luis Benítez y Rolando
Revagliatti, octubre 2019.
http://www.revagliatti.com/041004.html
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