Rafael Felipe Oteriño
responde
‘En cuestión: un cuestionario’
de Rolando Revagliatti
Rafael Felipe Oteriño
nació el 13 de mayo de 1945 en La Plata, capital de la provincia de Buenos Aires,
República Argentina, y reside
desde 1971 en otra ciudad
bonaerense: Mar del Plata. Es Abogado por
la Universidad Nacional de La Plata, habiendo, además, realizado estudios de
Letras en la
Facultad
de Humanidades de dicha universidad. Ha sido profesor titular de
Derecho Civil III y de Derecho Privado en la Universidad Nacional de Mar del Plata, y Profesor
Emérito de Contratos en la Universidad FASTA. Ejerció la magistratura en los
cargos de Juez de 1ª Instancia en lo Civil y Comercial y de Juez
de Cámara Civil y Comercial, en el Departamento Judicial Mar del
Plata. Entre otros, en el género poesía ha recibido los premios
del Fondo Nacional de las Artes (1966), “Pondal Ríos” de
la Fundación Odol (1979), Primer Premio de
Poesía de la Secretaría de Cultura de
la Nación
(1985-1988), “Konex” de Poesía (1989-1993), “Consagración” de la
legislatura bonaerense (1996), Gran Premio de Honor de la Sociedad Argentina
de Escritores (2019). Es Miembro de número y Secretario General
de la Academia Argentina
de Letras y Miembro correspondiente de la Real Academia
Española. Con Carmen Iriondo ha traducido del inglés una
antología de la poesía del poeta polaco Czeslaw Milosz, que fue
publicada en la revista “Hablar de Poesía”. Codirige la
colección Época de ensayos sobre poesía de Ediciones del Dock,
en la que ha publicado
“Una conversación infinita” (2016) y tiene en prensa otro
libro de ensayos titulado
“Continuidad de la poesía”. La Editorial Vinciguerra
publicó su ensayo “Del
hablar en figuras” (2016). Su poesía se encuentra reunida en
“Antología
poética” (FNA, 1997),
“Cármenes”
(Vinciguerra, 2003), “En
la mesa desnuda” (Ediciones al Margen, 2008),
“Eolo y otros poemas”
(Editorial Brujas) y
“Poemas escondidos y un epílogo”
(Lágrimas de Circe). Poemarios publicados entre 1966 y
2019: “Altas lluvias”,
“Campo visual”,
“Rara materia”,
“El príncipe de la
fiesta”, “El invierno
lúcido”, “La colina”,
“Lengua madre”,
“El orden de las olas”,
“Ágora”,
“Todas las mañanas”,
“Viento extranjero”,
“Y el mundo está ahí”.
1: ¿Cuál fue tu
primer acto de “creación”, a qué edad, de qué se trataba?
RFO: Debo
retrotraerme a mis doce o quince años, en
La Plata, a un día violento de otoño en el que
las hojas de los plátanos volaban y se arremolinaban en la
vereda con el anuncio de una tormenta inminente. Ahí me cayeron
unas primeras líneas que bosquejaban la idea de un mundo
sustraído de su orden, arrebatado por el torbellino del viento y
seguido en mí de algo interior parecido a un reclamo de piedad.
No hago esfuerzos por recordar esos
versos (más bien, hago el esfuerzo de olvidarlos), ya que
dicho primer intento no era
más que una expresión subjetiva y no la pieza literaria y
susceptible de compartir que constituye un poema.
Rafael Felipe Oteriño con María Carolina Bugnone, Ariel
Ciano, Sebastián Chilano, Fernando del Río, Jorge Chiesa, etc.
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2: ¿Cómo te llevás
con la lluvia y cómo con las tormentas? ¿Cómo con la sangre, con
la velocidad, con las contrariedades?
RFO: Con la lluvia y
las tormentas tengo un sentimiento dual: por un lado, me
encantan, en cuanto a voluptuosidad, energía e ímpetu; por otro,
me sobrecogen porque, mientras duran, me dan la impresión de que
han venido para quedarse. Tal vez se filtra en esto último el
recuerdo de la vieja casa de mi infancia, de techos altísimos y
azoteas embaldosadas, en la que con cada tormenta no faltaba la
gotera insidiosa quebrando, como un intruso, la vida doméstica.
Las otras propuestas son
variadas. Vayamos de a una. Con la sangre no discuto, ni aun
metafóricamente; está ahí, como un río vital y yo me limito a
dejar que siga cumpliendo su tarea. La velocidad no me seduce si
no es como condición para que
las cosas anheladas ocurran más pronto. Y a las contrariedades
las tomo como parte de la vida: una tarea a afrontar.
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3: “En este rincón”
el romántico concepto de la “inspiración”; y “en este otro
rincón”, por ejemplo, William Faulkner y su “He oído hablar
de ella, pero nunca la he visto.” ¿Tus consideraciones?...
RFO: Por su larga
tradición literaria, la palabra inspiración tiene un lugar
ganado que no voy a controvertir. Podría sustituirla por las
expresiones “precipitado psíquico”, “tropel de palabras”, “don”,
“dádiva”, “estado de inocencia”, que marcan, de igual manera, la
libertad imaginativa y el afán constructivo que son
antesala del acto creador. Lo
que tengo claro es que sin ese disparador la escritura de poesía
demora su inicio. Pero tampoco apuesto todas mis fichas a su
aparición inconsciente. Creo que la obra de creación es fruto de
un don y una tarea; que el poeta es “tocado” por la poesía y que
es, asimismo, un artesano de la lengua. Lo que se expresa de
manera bastante adecuada diciendo que la obra “nace” y “se
hace”. Y arriesgaría que este último factor es insustituible,
pues durante el “quehacer” el autor calibra la potencia del
material recibido en bruto, examina la originalidad de sus
contenidos, se impone una estrategia y una dirección, basado en
su experiencia en cuanto a los límites del lenguaje
y a sus propios límites.
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Rafael Felipe Oteriño en 1984
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Rafael Felipe Oteriño en 2018
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4: ¿De qué artistas
te atraen más sus avatares que la obra?
RFO: Me gustan los
libros de memorias y los diarios de escritores, en cuyas páginas
podría rastrear “avatares”, pero lo cierto es que me detengo más
en las obras que en el anecdotario sobre sus vidas. Incluso, te
diría que cuando sus aventuras y/o peripecias se sobreponen a la
obra y tienden a reemplazarla, el autor deja de interesarme en
relación directamente proporcional al hecho. Pienso, por caso,
en la vida de H. W. Auden, de quien hay bastante material sobre
sus aconteceres, desplazamientos y amores, pero que no llegan
—en mi caso, al menos—, a desplazar el interés por sus poemas
capitales, a los que vuelvo una y otra vez, ya estén situados en
Oxford, Hamburgo, Cintra (Portugal), Viena o Nueva York.
Admito dos excepciones a
esta regla y ellas son: Rimbaud y su corta vida de disconforme
social tanto antes de escribir sus tres obras capitales como
después de renunciar a la literatura, y Oscar Wilde, con sus
humoradas de dandy,
que son toda una celebración de la inteligencia (aunque, a mi
juicio, en la medida que el testimonio proviene de sus propias
páginas, también forma parte de su literatura).
Rafael Felipe Oteriño en Ourense, España (ciudad de sus
ancestros)
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Rafael Felipe Oteriño en Barcelona, España
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5: ¿Lemas,
chascarrillos, refranes, proverbios que más veces te hayas
escuchado divulgar?
RFO: Me encantan los
refranes por esa cualidad que los hace surgir de los labios en
el momento preciso en que la
ocasión lo requiere. “No
hay mal que por bien no venga” (la aceptación de lo
irremediable); “En casa
de herrero, cuchillo de palo” (la condición insustituible de
la experiencia); “No por
mucho madrugar se amanece más temprano” (el valor del azar y
lo imponderable); “Al mal
tiempo buena cara” (la voluntad como conducta);
“A caballo regalado no se
le miran los dientes” (la gratitud);
“Cada loco con su tema…”
(vivir y dejar vivir);
“Cuando el río suena, piedras lleva” (el valor de lo
secreto); “Donde hubo
fuego cenizas quedan” (el tesoro de lo vivido);
“Genio y figura hasta la
sepultura” (la huella de la estirpe);
“Lo cortés no quita lo
valiente” (la sociabilidad );
“Ojos que no ven corazón
que no siente” (la lección de que no todo puede ser dicho ni
es bueno oírlo todo). Y podría seguir.
Rafael Felipe Oteriño en París, Francia, 1980
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6: ¿Qué obras
artísticas te han —cabal, inequívocamente— estremecido? ¿Y ante
cuáles has quedado, seguís quedando, en estado de perplejidad?
RFO: Debo decir que
las obras que más me han estremecido son:
“La Odisea”, los diálogos
platónicos, “La Divina Comedia”,
“Don Quijote de la Mancha”, nuestro
“Martín Fierro”, la
poesía de Borges y de Czeslaw Milosz. En estado de perplejidad
(si por esto entendemos duda, incertidumbre, confusión), el
“Ulises” de James
Joyce; si, en cambio, le damos la acepción de sorpresa, asombro:
el poema “Un coup de dés”
de Stéphane Mallarmé y la música de Gustav Mahler,
particularmente el Adagietto de la Sinfonía nº 5.
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7: ¿Tendrás por allí
alguna situación irrisoria de la que hayas sido más o menos
protagonista y que nos quieras contar?
RFO: No sé si será
por autocompasión o por sabia distribución de los recuerdos,
pero no me viene a la cabeza ninguna situación irrisoria de la
que haya sido protagonista. ¡Aunque sí, ahora me llega una de mi
más remota infancia!: cuando en la plaza de mi barrio, ante la
mirada de la chiquilina que me quitaba el sueño, patee una
pelota y se me fue el zapato con el impulso.
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8: ¿Qué te promueve
la noción de “posteridad”?
RFO: Algo ulterior
reservado para los otros, pero de modo muy críptico. Un espacio
que no parece ser muy amplio, ya que no todos tienen cabida en
él. Hay poetas a los que les es dada sólo por un poema o por una
línea (“Música porque sí,
música vana…”, Conrado Nalé Roxlo). A la mayoría les es
negada esa misteriosa suerte.
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Rafael Felipe Oteriño con Ana Emilia Lahitte, Sandra Cornejo y
José María Pallaoro
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9: “¿La rutina te
aplasta?” ¿Qué rutinas te aplastan?
RFO: No
necesariamente me aplastan. Por lo normal, me muevo cómodo en
ellas. Me gusta volver a los mismos sitios, releer los mismos
poemas y conversar con las mismas personas. Siempre descubro
nuevos perfiles, otras inflexiones, una renovada riqueza en los
reencuentros.
Las colas en los bancos
y oficinas, en cambio, con su cuota de expectación y desvelo,
esas sí me abruman. Solo las sobrellevo suscitando animosas
(tanto como efímeras) tertulias con los otros abnegados
penitentes que me preceden o con los que me
siguen en la espera.
Rafael Felipe Oteriño con Ana Emilia Lahitte y Leopoldo Castilla
en 2000
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Rafael Felipe Oteriño con Ana Emilia Lahitte y Guillermo E.
Pilía
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Rafael Felipe Oteriño con Adolfo Bioy Casares en Mar del Plata,
1967
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10: ¿Para vos, “Un
estilo perfecto es una limitación perfecta”, como sostuvo el
escritor y periodista español Corpus Barga? Y siguió: “…un
estilo es una manera y un amaneramiento”.
RFO: Como
cristalización de una modalidad de escribir puede constituirse
en una limitación en la trayectoria del escritor (en un
“amaneramiento”, como dice el escritor y periodista español).
Pero esto ocurre cuando se apaga la inventiva y el escritor
persevera en una retórica que ya no aporta sorpresa ni novedad
ni mérito. Esto produce obras que no son otra cosa que un calco
de lo ya hecho.
Desde otro orden más
valioso, el estilo (de
stilus, punzón para escribir y, por derivación, marca,
señal) es un código de identificación y, para el escritor, una
conquista: la posibilidad de ser destacado por su peculiar uso
del lenguaje, de entronizar un horizonte comunicativo propio, de
darle oportunidad al lector de saber a qué atenerse al tiempo de
elegir sus lecturas.
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11: ¿Qué sucesos te
producen mayor indignación? ¿Cuáles te despiertan algún grado de
violencia? ¿Y cuáles te hartan instantáneamente?
RFO: Rechazo la
mentira, la indiferencia, la mezquindad, el pensamiento único.
Pero me cuido de ser violento, pues allí es donde se acaban las
palabras. Entre las ramas de la filosofía y, por ende, del
comportamiento, que más me interesan está la
hermenéutica.
Amo, pues, los detalles, “los
divinos detalles” de los que hablara Vladimir Nabokov para la
literatura.
Y entre los sucesos que
me hartan, pongo a la cabeza las peroratas de aquellos que, por
falta de argumentos, derivan en la gesticulación y el grito. No
tolero a los gritones. Por el contrario, soy proclive a gustar
de la vida a través de un cierto
pathos (expresión tan
difícil de definir, pero que, para mi economía, la traduzco como
un cierto dramatismo interior ante el misterio del otro y de lo
otro).
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Rafael Felipe Oteriño en Roma, Italia, 1980
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12: ¿Qué postal (o
postales) de tu niñez o de tu adolescencia compartirías con
nosotros?
RFO: No lo dudo: yo,
niño de cuatro años, en el campo, con boina negra y faja de
igual color en la cintura, montado en el caballo alazán que me
regaló mi padre (al que bauticé, apenas lo vi, con el nombre
“Rubio”, por mi ignorancia sobre el pelo de los caballos).
Rafael Felipe Oteriño en City Bell, provincia de Buenos Aires,
1950
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Rafael Felipe Oteriño con Horacio Castillo en 1974
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Rafael Felipe Oteriño con Horacio Armani y María Esther Vázquez
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13: ¿En los universos
de qué artistas te agradaría perderte (o encontrarte)? O bien,
¿a qué artistas hubieras elegido o elegirías para que te
incluyeran en cuáles de sus obras como personaje o de algún otro
modo?
RFO: Me hubiera
gustado acompañar a Don Segundo y a Fabio Cáceres durante su
arreo de ganado por los pagos del Tuyú, dormir junto a ellos a
cielo abierto, observando las estrellas y oyendo el rumor sordo
de los animales sobre la tierra (“Don
Segundo Sombra” de Ricardo Güiraldes). Luego, más ambicioso,
viajar con Odiseo por todo el Mediterráneo durante el camino de
su regreso a casa, pero sobrevivir, eso sí, como él, a las
peripecias de la aventura (“La Odisea”).
Rafael Felipe Oteriño con Gustavo Tissoco y con Leonor Mauvecin
y su esposo, Alfredo de Loredo
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Con Gustavo García Saraví en Santa Clara
del Mar, provincia de Buenos Aires, 1983
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Rafael Felipe Oteriño con Guillermo E. Pilía, Osvaldo Ballina,
Pablo Anadón y Leopoldo Castilla
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14: El silencio, la
gravitación de los gestos, la oscuridad, las sorpresas, la
desolación, el fervor, la intemperancia: ¿cómo te resultan?
¿Cómo recompondrías lo antes mencionado con algún criterio,
orientación o sentido?
RFO:
Es lo que, no
sin laxitud, denomino “lo indeterminado” (el
ápeiron griego),
aludiendo con ello al material
del que se vale la poesía para dar estatura verbal a lo que de
indecible, tácito e inexpresable tiene el mundo en que nos
movemos. Todas esas instancias son estaciones y disparadores de
la poesía, entendida como la operación de esclarecimiento y
puesta en acto de lo que carece de una definición concluyente.
Todas ellas permiten repetir con Rimbaud:
“Je
est un autre”,
“Aquí no hay nadie y sin
embargo hay alguien”.
Rafael Felipe Oteriño con Guillermo Boido
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Rafael Felipe Oteriño con Ezequiel Zaidenwerg y Nicolás Magaril
en 2011
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Rafael Felipe Oteriño con el rey Felipe VI en Salamanca, España
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15: ¿A qué artistas
en cuya obra prime el sarcasmo, la mordacidad, el ingenio, la
acrimonia, la sorna, la causticidad… destacarías?
RFO:
Como le
escuché decir cierta vez al poeta Alberto Girri,
“De ese lado no duermo”.
Por lo que me cuesta destacar un artista o una obra en la que
primen dichas expresiones. Exceptúo de este rechazo al
“ingenio”, que, por el contrario, sí me seduce, y que tiene la
virtud de conducirme, inevitablemente, a un nombre y a una obra
que son su paradigma: Cervantes y
El Quijote.
Rafael Felipe Oteriño con el poeta italiano Valerio Magreli en
Méjico, 1988
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Con Claudio F. Portiglia, Mónica
Tracey, Gustavo Caso Rosendi y Alejandro Schmidt
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Rafael Felipe Oteriño con César Cantoni, Gustavo Martínez
Astorino y Horacio Preler
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16: ¿Qué
apreciaciones no apreciás? ¿Qué imprecisiones preferís?...
RFO: No aprecio la
efusividad sentimental, la incontinencia verbal, la
teatralización de los afectos. Estoy formado en una ética
austera que traza una línea entre la vida privada y la pública.
En cuanto a las
imprecisiones preferidas, destaco aquellas que son fruto de los
matices, de las distintas gradaciones del color, de los
claroscuros de la emoción. Me refiero al horizonte de lo aún no
pronunciado.
Rafael Felipe Oteriño con Carlos Enrique Cartolano y María
Cristina Di Lernia
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Rafael Felipe Oteriño con Aurora Venturini en 2000
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Rafael Felipe Oteriño con Antonio Requeni en París, Francia,
1980
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17: ¿Viste que uno en
ciertos casos quiere a personas que no valora o valora poco, y
que en otros casos valora a personas que no quiere? ¿Esto te
perturba, te entristece? ¿Cómo “lo resolvés”?
RFO: Fui durante más
de treinta años funcionario judicial y esto me adiestró en
tratar de ser ecuánime y en poner humildemente en práctica la
levinasiana responsabilidad anterior, preexistente, ante el otro
(Emmanuel Lévinas). Y mi poesía se llevó bien con esa conducta,
ya que me acostumbró, a su vez, a prestar atención a lo distinto
—aún más, a interesarme por lo distinto—,
como provechosa lección para reflexionar y a la cual —como un
deber— adaptarme.
Rafael Felipe Oteriño con Manuel Mujica Láinez en 1977
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Rafael Felipe Oteriño con Néstor Mux y Manuel Mujica Lainez en
1965
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Rafael Felipe Oteriño con Liliana Ruiz, Osvaldo Picardo y
Santiago Sylvester
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18: ¿El mundo fue, es
y será una porquería, como aproximadamente así lo afirmara
Enrique Santos Discépolo en su tango “Cambalache”?
RFO:
No el mundo,
sino, en todo caso, ciertos episodios, temperamentos y etapas
del mundo. La crisis económica del ‘30 y las casi inmediatas
guerra española y segunda guerra mundial fueron, sin duda, algo
detestable, en las que se vieron las peores caras de la criatura
humana. Pero el mundo tuvo y tiene otras caras más dignas.
Pensemos en la mirada —contemporánea
de aquellos sucesos— de Nikos Kazantzakis, oponiendo a la
tragedia la ternura vital de
“Zorba, el griego”. O
en esta otra gema de conciliación y esperanza que afirma:
“De vez en cuando la vida
/ toma conmigo café…” de Joan Manuel Serrat.
Tengo una
visión más positiva que la propuesta por “Cambalache”. Pero no
voy a refutar a Discépolo. El poema
tiene una unidad semántica, sonora y estilística que hacen de su
reproche social una “verdad” de probado valor artístico.
Entiendo, no obstante, que lo suyo fue una respuesta
puntual a hechos y circunstancias también puntuales, que
universalizó a fin de darle mayor impacto a la emoción.
Rafael Felipe Oteriño con Lilia Ramirez y Leonor Mauvecín
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Rafael Felipe Oteriño con Leonor Mauvecín y Ernesto Costa Perazo
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19: Por la fidelidad
y entrega a una causa o proyecto, ¿qué personas (de todos los
tiempos y de todos los ámbitos) te asombran?
RFO: Sócrates,
Jesucristo y Leonardo. Tres esferas bien distintas (introduzco
también la dimensión trascendente) en las que encuentro valores
que me asisten y me fascinan: Sócrates por la fidelidad a sus
convicciones, Jesucristo por instaurar la doctrina del amor y
Leonardo da Vinci por apostar su potencia creativa a la carne y
a la geometría con la misma intensidad.
Con Laura Yasan, Rogelio Ramos
Signes, Guillermo E. Pilía, Florencia Lo Celso, etc., en 2014
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20: ¿Qué te hace
“reír a mandíbula batiente”?
RFO: No sé si “a
mandíbula batiente”, pero sí
con probado encanto, en mi infancia estuve más inclinado a reír
con Laurel y Hardy que con Chaplin. Ahora la preferencia se ha
invertido y es Chaplin quien me produce mayor contento. Eso sí:
con la atención creciente puesta en el humor
cultivado y acrobático de
Buster Keaton.
Rafael Felipe Oteriño con Juan L. Ortiz en 1964
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21: ¿Cómo afrontás lo
que sea que te produzca suponerte o advertirte, en algunos
aspectos o metas, lejos de lo que para vos constituya un ideal?
RFO: Con resignación
y alguna cuota de humor, ya que a esta altura de la vida sé muy
bien que los ideales no siempre se alcanzan. Que son metas,
vislumbres, puertos. Que su mayor virtud es la de imponer un
rumbo (como la de esos faros que no evitan los naufragios, pero
ayudan a continuar la navegación).
Rafael Felipe Oteriño con Juan Carlos Giménez Lemme y Oscar
Remaggi
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22: El amor, la
contemplación, el dinero, la religión, la política… ¿Cómo te has
ido relacionando con esos tópicos?
RFO: Con el amor,
bien: creo que sé querer y siento que soy querido (aunque de
nada de esto hago una manifestación). Contemplación es lo que
hago a diario (frente a la naturaleza, ante las personas y los
sentimientos, desarrollando la experiencia de las formas
simbólicas). Con el dinero nunca se sabe, pero como soy sobrio
no siento carencias. La religión es el gran horizonte: la
palabra misma encierra en su raíz latina una acción que me
reconduce: religare.
Y, por fin, con la política no he mantenido otro vínculo que el
de procurar comportarme como buen ciudadano, atento a mis
deberes y celoso de mis derechos.
Rafael Felipe Oteriño con José María Pallaoro y Marta Miranda
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23: ¿A qué obras
artísticas —espectáculos coreográficos, films, esculturas,
música, pinturas, literatura, propuestas teatrales o
arquitectónicas, etc.— calificarías de “insufribles”?
RFO: En primerísimo
lugar: a un programa televisivo conducido por un gritón que
desde hace años festeja falazmente a sus participantes y con
igual énfasis se burla de ellos,
antes, durante y después de sus números de danza.
Rafael Felipe Oteriño con José Luis Moure y Jaime Correas
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24: ¿Qué calle, qué
recorrido de calles, qué pequeña zona transitada en tu infancia
o en tu adolescencia recordás con mayor nostalgia o cariño, y
por qué?...
RFO: El corto tramo
que va desde la calle 7 y 61 de
La Plata, en donde estaba mi casa familiar,
atravesando la Plaza Rocha hasta la
diagonal 78 entre 5 y 6, donde vivía mi amigo Horacio Castillo.
Tanto de ida como de vuelta, infinidad de veces transitamos ese
recorrido para compartir una lectura,
leer un poema recién escrito o confiarnos algún secreto
—normalmente feliz— de nuestras vidas.
Con Jorge Goyeneche,Sandra
Cornejo,Silvia Montenegro,Osvaldo Ballina,Néstor Mux,Anna
Pinotti, etc.
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25: ¿Cómo
reordenarías esta serie?: “La visión, el bosque, la
ceremonia, las miniaturas, la ciudad, la danza, el sacrificio,
el sufrimiento, la lengua, el pensamiento, la autenticidad, la
muerte, el azar, el desajuste”. Digamos que un
reordenamiento, o dos. Y hasta podrías intentar, por ejemplo,
una microficción.
RFO: Ay, Rolando, me
ponés en un brete. No soy proclive a los juegos de ingenio ni a
las adivinanzas. Las palabras son para mí un mundo dentro del
mundo. Hablan de las cosas, pero no son las cosas. Dejo que sean
ellas las que me visiten, para recién luego comenzar yo mi
labor. De don y trabajo, he hablado
antes, con la mira puesta en conferirle forma verbal al impulso
que me lleva a escribir. Me quedo, pues, del lado de
Dylan Thomas, cuando muestra asombro (él le llama
“enamoramiento”) frente a las palabras:
“Ahí están ellas,
aparentemente inertes, hechas de blanco y de negro, pero de su
propio ser surgen el amor, el terror, la piedad, el dolor, la
admiración, todas esas abstracciones que hacen peligrosas,
grandes y soportables nuestras efímeras vidas”
(“Manifiesto poético”).
Rafael Felipe Oteriño con Joaquín Sabina, Elvira Sastre, etc.
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26:
“Donde mueren las palabras” es el
título de un filme de 1946, dirigido por Hugo Fregonese y
protagonizado por Enrique Muiño. ¿Dónde mueren las palabras?...
RFO: En las zonas
bancarias, al mediodía, cuando lo único que parece importar son
la suma y baja de las cotizaciones en
las pizarras de la Bolsa y los sueños profanos
de sus intérpretes. Pero también mueren en las páginas mal
escritas, en las obras traducidas sin rigor y
en la impotencia de la propia
lengua para elaborar la palabra que falta.
Rafael Felipe Oteriño con J. Calvetti, H. M. Ángeli, O. Hermes
Villordo, R. G. Aguirre, A. Nicotra, M. E. Walsh, A. Requeni, A.
Biagioni y A. Veiravé en 1980
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27: ¿Podés disfrutar
de obras de artistas con los que te adviertas en las antípodas
ideológicas? ¿Pudiste en alguna época y ya no?
RFO: Sí, puedo. Las
obras me deslumbran por su capacidad retórica y por la
imaginación que despliegan. Cuando esto se cumple, me rindo ante
su presencia y en mi interior siento crecer
un entusiasmo que se expresa
muy bien con la palabra “admiración”.
Rafael Felipe Oteriño con su familia
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28: ¿Cómo te cae,
cómo procesás la decepción (o lo que corresponda) que te infiere
la persona que te promete algo que a vos te interesa —y hasta
podría ser que no lo hubieras solicitado—, y luego no sólo no
cumple, sino que jamás alude a la promesa?
RFO: Siento
desilusión y trato de comprenderla. Luego vendrán otros resortes
del espíritu menos nobles que me llevarán a imaginar intenciones
ocultas (que normalmente cierran en algo mucho más simple: se
olvidó). Pero lo cierto es que difícilmente puedo borrar del
todo ese olvido: su mutismo ulterior queda flotando en mí con la
fuerza de una interrogación.
Rafael Felipe Oteriño con su esposa y con Cristina Piña,
Mercedes Araujo y Leonardo Martínez
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29: No concerniendo
al área de lo artístico, ¿a quiénes admirás?
RFO:
Admiro a los
dotados de gran inteligencia, rica sensibilidad, probada
maestría, vasta cultura, sano liderazgo. Y entonces aparecen en
desordenado tumulto: Georges Steiner, Simone Weil, René
Favaloro, Jorge Luis Borges, José de
San Martín.
Rafael Felipe Oteriño con Santiago Sylvester y Antonio Requeni
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30: ¿Tus pasiones te
pertenecen o sos de tus pasiones? Pasiones y entusiasmos.
¿Dirías que has ido consiguiendo, en general, distinguirlos y
entregarte a ellos acorde a la gravitación?
RFO: Pienso que ambas
cosas: me pertenecen y soy movido por ellas. Aunque debo decirte
que me veo menos sujeto a las pasiones (en cuanto fiebres o
fanatismos) que a los entusiasmos (más próximos al buen ánimo y
la alegría), seguramente por la contención que opera en mí en
cuanto a los excesos. Las pasiones son más fuertes y duraderas
que los entusiasmos, aunque las dos confieren una vitalidad
que me impulsa a ir más lejos.
Rafael Felipe Oteriño con Santiago Sylvester en Madrid, España,
1980
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Rafael Felipe Oteriño con María Esther Vázquez y Jorge Luis
Borges
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31: ¿Qué artistas
estimás que han sido alabados desmesuradamente?
RFO: Me viene uno a
la mente: el artista plástico británico Damien Hirst, que expuso
un tiburón dentro de una caja de vidrio con formol. Comprendo
que la novedad y la sorpresa son componentes del fenómeno
artístico, pero creo advertir que algunas modalidades del arte
conceptual y de las instalaciones abusan de la idea como arte,
descuidando el valor atinente a la realización en sí de la obra.
De todos modos, la exaltación de la obra de arte nunca es
perniciosa, pues el tiempo se ocupa
de poner las cosas en su lugar.
Rafael Felipe Oteriño con Raúl Gustavo Aguirre
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Rafael Felipe Oteriño con María Elena Walsh en 1980
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32: ¿Acordarías, o
algo así, con que es, efectivamente, “El amor, asimétrico por
naturaleza”, tal como leemos en el poema “Cielito lindo” de
Luisa Futoransky?
RFO:
No creo que
el amor sea “por naturaleza” asimétrico. Dicha condición ha de
ser, a lo sumo, uno de los tantos episodios del amor. Extremar
el punto de vista es uno de los recursos de la construcción
poética y de todo el arte en general, con el objetivo de
ensanchar el escenario de expectación. Seguramente, eso es lo
que hizo Luisa Futoransky.
Rafael Felipe Oteriño con Pablo Anadón, etc.
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Rafael Felipe Oteriño con Mario Vargas Llosa en Madrid, España,
2017
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Rafael Felipe Oteriño con Jorge García Sabal, Jorge Ariel
Madrazo y Joaquín Giannuzzi
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33: ¿El amanecer, la
franca mañana, el mediodía, la hora de la siesta, el crepúsculo
vespertino, la noche plena o la madrugada?
RFO: El amanecer, soy
diurno. Mis horas preferidas son las de mayor luz natural,
cuando todo parece comenzar o recomenzar. Flaubert escribía
durante la mañana, dormía una corta siesta y luego corregía lo
escrito durante la tarde y hasta muy entrada la noche. Yo veo
con simpatía esa modalidad, solo que siesta no duermo y que
pongo término al día antes de la medianoche. La caída del sol me
estimula para la conversación.
Con Oscar Portela, Francisco
Madariaga, Élida Manselli y Alfredo Veiravé en 1982
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Rafael Felipe Oteriño con María Cristina Di Lernia, etc.
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Rafael Felipe Oteriño con Sergio Giuliodibari, María
Cristina Di Lernia y Guillermo Eduardo Pilia
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34: ¿Qué dos o tres o
cuatro “reuniones cumbres” integradas por artistas de todos los
tiempos y de todas las artes nos propondrías?
RFO: Recuerdo con
felicidad de oyente la reunión cumbre entre Astor Piazzolla y el
saxofonista Gerry Mulligan, allá por los años ‘70, y la más
reciente entre los tres tenores Luciano Pavarotti, Plácido
Domingo y José Carreras. Me gustaría asistir a otras que
idealizo: la de Sócrates y Platón, la de Keats y Shelley, la de
Michel de Montaigne y Étienne de
La Boétie. Y
aquella también eminente (epistolar en su última etapa) entre
Walter Benjamin y Theodor W. Adorno.
Rafael Felipe Oteriño con Nancy Morejón en Zacatecas, México,
1988
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Rafael Felipe Oteriño con María Cristina Di Lernia, etc.
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35: Seas o no
ajedrecista: ¿qué partida estás jugando ahora?...
RFO:
No soy
ajedrecista; observo el juego
desde afuera, pero siempre me ha seducido ese modo pacífico de
concluir la partida que es “hacer tablas”. Lo tomo como una
invitación a reiniciar la partida.
Traslado esa
figura a la vida y me consuela con su imagen de no vencer y no
ser derrotado. Hacer tablas, empezar de nuevo, mover otra vez
los peones. El misterio se mantiene
intacto.
Rafael Felipe Oteriño con Marino Shiffman
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Rafael Felipe Oteriño con Ida Vitale en Sevilla, España,
2019
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Rafael Felipe Oteriño con Abelardo Arias, Joaquín Giannuzzi
y Libertad Demitrópulos en 1988
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Cuestionario respondido
a través del correo electrónico: en las ciudades de Mar del
Plata y Buenos Aires, distantes entre sí unos
415 kilómetros, Rafael Felipe Oteriño y
Rolando Revagliatti, agosto 2020.
www.revagliatti.com
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