CRÓNICA DE RODAJE DEL DOCUMENTAL “HOMBRE BEBIENDO LUZ”

PONER EL PIE EN LA HUELLA DEL DIABLO

 

 Primer contacto con el filósofo que se adentró en el infierno vegetal de Nuestra América

 

Indago en el pensamiento kuscheano desde la segunda mitad de los 80s, cuando tuve la oportunidad de conocer al CEHASS, que por entonces orientaba el inefable Rodolfo Senra. En 1987 viajé con el cineasta tucumano Gerardo Vallejo a la Quebrada de Humahuaca (Jujuy) a registrar el Tantanakuy infantil a instancias de su comprovinciano, el charanguista Jaime Torres; a principios de 1992 estuve en las ruinas de Tiahuanaco (Bolivia); y en 2008 conocí Alto Comedero (Jujuy),  enclave principal de la Agrupación Barrial “Tupac Amaru”: En las tres ocasiones lo hice con “América Profunda” - la obra canónica de Kusch (en la foto que encabeza este párrafo) - encima. Sus páginas siempre me estremecieron, produciéndome la sensación de que a través de ese texto se ingresa a un universo que nos pertenece y sin embargo desconocemos, en el que de nada sirven las certezas del hombre medio civilizado y de ciudad… A comienzos de los 90s, antes de advertir que en vez del retorno del movimiento nacional nos aguardaba la traición neoliberal, me tocó en suerte integrar  brevemente un gabinete de cultura compuesto - entre otros - por Víctor Laplace, José María Castiñeira de Dios, Ricardo Halac, Chango Farías Gómez, y Coco Blaustein, desde el que, atareado como estaba, encargué un proyecto similar al que hoy encaro a Claudio Lauría, talentoso colega rosarino que ahora dirige un festival de cine latinoamericano en Barcelona. Oportunamente la iniciativa no logró reunir suficientes spónsores y se frustró. De tal forma que la ha retomado ahora de manera autogestiva en base a un préstamo bancario gestionado a partir de mi cuenta-sueldo de docente, al que se sumó el invalorable y desinteresado apoyo de la productora PROMyS, que nos facilitó equipamiento en momentos en que ellos no lo requerían. El título de nuestro proyecto constituye un tributo a la obra cinematográfica del boliviano Jorge Sanjinés, ya que en su filme “Sangre de Cóndor” (1969), conflictuado por los pesares que padece la comunidad - que acaba de recibir a un grupo de asistentes sociales norteamericanos dispuestos a ejercer un control sanitario, falso propósito  que terminará develándose como plan encubierto de esterilización de las mujeres - el cacique Ignacio Yanahuaya asciende al  peñasco más alto y se hinca por largo rato ante el sol. Alguno de los forasteros demanda explicaciones sobre tal actitud. Entonces un comunero le responde: “Se está llenando de luz...”. Nos pareció una imagen elocuente para hablar de Kusch.

 

 

Un documental que arrancó por su cuenta

 

En setiembre de 2009, apenas terminada la edición de un documental sobre los “desaparecidos sociales” basado en el pensamiento de Alfredo Moffatt, detecté una exposición de xilografías (en la imagen de la izquierda que encabeza este párrafo) dedicada a la obra del gran filósofo americanista presentada por el grabador Carlos Patricio González en el Sindicato de Docentes Privados (SADOP) Hubo pues que aprestar un registro no previsto y así grabamos nuestras dos primeras entrevistas, al artista en cuestión y al Secretario de Cultura del citado gremio, Hugo “Chango” Díaz: El primero nos enteró que aquel intelectual consustanciado con nuestra cultura originaria era capaz de agarrarse a trompadas si a propósito de su ascendencia se lo acusaba de “gringo que intenta parecer indio”, y el segundo nos puso en autos de que nuestro investigado supo habitar enfrente de aquella sede sindical y frecuentarla con otros referentes del pensamiento nacional. En la misma oportunidad tuve el honor de conocer a Elisabeth Lanata de Kusch, que interiorizada sobre nuestro proyecto documental muy gentilmente nos invitó a participar del tributo al pensador - acompañado de jornadas de reflexión - que se ofrecería en Maimará (donde yacen sus restos) a principios de octubre, conmemorando los treinta años de su partida (en la foto de la derecha que encabeza este párrafo). Dado que aún no teníamos organizado nuestro calendario de rodaje y por ende el conjunto del equipo carecía de disponibilidad para trasladarse al destino indicado, hubo que recurrir al antropólogo Juan Pablo Ferreiro, quien asumió la responsabilidad de ser nuestro productor delegado en esa locación fundamental del filme. Su buen criterio y la eficacia de las nuevas tecnologías de comunicación - a las que hube de apelar para orientar el registro en el altiplano desde mi casa de City Bell - permitieron que oportunamente lográramos una cobertura satisfactoria del irrepetible acontecimiento apelando a los buenos oficios del camarógrafo Waldo Guerrero, y acordáramos con la viuda una futura visita a su hogar, con el fin de acceder al mundo íntimo de aquel sabio que alguna vez resolviera pensar al país desde su

 

 

 

Todos a cubierta: Parte La Nave de los Locos!

 

Nunca me canso de afirmar ante mis interlocutores - amigos, estudiantes de cine, o público - que mi formación audiovisual es asistemática, y su fortaleza reside en lo estético y narrativo, pero para nada en lo técnico. De modo que me considero mucho más capaz de mancomunar idoneidades que de hacer alarde sobre cada disciplina del arte cinematográfico. Alguna vez ensayé en el monte santiagueño una reflexión documental sobre el desarraigo con un taller integrado por hijos de trabajadores rurales: La tallerista jujeña Carina Telli, oriunda de Ledesma, tuvo el mejor desempeño, demostrando claridad de objetivos y compromiso con el producto final. Mi reconocimiento a su paso por dicha experiencia consistió en convocarla como asistente de dirección del documental “Hombre bebiendo luz”, que en buena medida remite a su tierra natal, donde tanto sus rasgos criollos como su familia nos habrían de brindar un enorme apoyo. Valoré en sumo grado el atento registro de la camarógrafa Guadalupe Haedo puesto de manifiesto durante mi documental anterior, “El Hereje. Alfredo Moffatt sin plata y sin permiso” y volví a contar con ella para ese menester. Mi amiga Mabel Valencia ha demostrado con creces ser insustituible en su desempeño como productora ejecutiva, capaz de exprimir un adoquín y sacarle jugo. Como se dijo antes, Juan Pablo Ferreiro, también docente de la UNJu, vino como anillo al dedo a la hora de resolvernos cuestiones desde el propio altiplano y ofrecernos generosamente una “cabecera de playa” en dicha latitud. Mariela Abad es una compañera de trabajo que hace años me recomendaron como actriz, para dramatizar en aquel entonces algunas escenas de lo que venía imaginando como una docu-ficción sobre el rock, propósito que luego se circunscribió exclusivamente a un abordaje documental; ha querido el destino que en esta circunstancia ella se ofreciera de buen grado como responsable de foto fija en nuestras entrevistas. Con el artista plástico Marcelo Carpita compartimos de antaño los postulados del pensamiento kuscheano y esta se presenta como una inmejorable oportunidad para combinar esfuerzos demostrándolo. Fernando Silva ya puso de manifiesto sus habilidades como animador en el citado proyecto anterior, y hasta se esmeró en superar con creces mis modestos encargos. Con el charanguista Ariel Carlino veníamos intentando materializar un emprendimiento conjunto y he aquí la ocasión para concretarlo. Alejandro Gallegos Quispe es un médico peruano y quichuista sumamente comprometido con las raíces de nuestro continente, de manera que esa voz tan experiente no podía menos que abrir este relato. El comunicador social Ricardo Acebal es uno de los hombres más consecuentes de nuestra cultura con los ritos de homenaje a la Pacha Mama y toda manifestación artística vinculada con ella, su condición de conductor radial y entusiasta admirador de Kusch lo habilitó de inmediato para interpretar en nuestro documental la voz del pensador americanista. Y Cristian Frascino es el editor que tardamos en conseguir, aquel que – como nuestro sicoanalista o peluquero – caza al vuelo lo que aún ni siquiera esbozamos… y lo resuelve por su cuenta. Armar un dream team (en la foto que encabeza este párrafo) casi semeja a construir un arca como la de Noé y subir a cubierta a quienes – en casos como la realización de un documental – miren por nuestros ojos, oigan por nuestros oídos, hablen con nuestra voz… y sean capaces de hacer viajar sus neuronas a mayor velocidad que nuestras ideas. Supongo que quienes abusan del resbaladizo calificativo de “cine independiente” (que no siempre alude a un grupo humano tan carente de otro recurso que no sea su talento) merecerían conocer a un equipo de excelencia tan altruista como este, para  revalorizar el concepto.

Despuntando 2011, con Ricardo Acebal reconstruimos la meditación de Kusch que vertebra el filme, plasmada en el artículo “Cuando se viaja desde Abra Pampa”. Además de brindar ese aporte, nos contactó con la hija arqueóloga del hombre cuyo periplo e ideario deseábamos indagar, colega suya en el IUNA.

 El amauta Quispe resultó el encargado ideal para grabar las palabras alusivas al génesis pre colombino que prologan nuestro relato cinematográfico. Cabe destacar que la previsión original era que aquel texto se escuchara en castellano, pero a instancias de este amigo quedó plasmado en su lengua madre, la que al cabo de varias pruebas se impuso majestuosamente sobre la lengua del conquistador. Para entrar en cósmica sintonía con el texto en cuestión, hicimos el registro coqueando 

El resto quedó a cargo de un calificado grupo de entrevistad@s que jamás fueran reunidos en torno a ningún otro producto audiovisual directa o indirectamente referido al tema que nos ocupa.

 

 

Tramar un tapiz de voces capaz de hilvanar una verdad colectiva

 

Entrar en el hogar de Florencia Kusch, repleto de reliquias y libros que amarillean, fue una experiencia sobrecogedora que nos aproximó en gran medida al legado de aquel pensador rebelde que prefería comprender la villa en vez de lucirse en la academia. Sobre todo cuando la arqueóloga nos refirió la anécdota alusiva a que de pequeña su padre le pagaba los aplazos, para que comprendiera que un cero puede ser una eventualidad menor en la vida de cualquier estudiante. 

El estudio de Mariano Juan Garreta, previsiblemente pulcro en tanto lugar de trabajo de un intelectual que desarrolla su principal actividad en la academia, nos trasladó a profundísimos niveles de indagación sobre la personalidad y filosofía del personaje investigado, de la mano de una verba generosa, exuberante, y conmovedora. Él nos contactó con el filósofo Mario Casalla, colega de Kusch en la Universidad Nacional de Salta. 

En la misma línea de compartir contactos para enriquecer un producto colectivo, el Maestro Carpita nos contactó con el escultor Guillermo Paolino, quien – además de brindarnos suculentas anécdotas sobre su docente de Estética en la Escuela de Bellas Artes Prilidiano Pueyrredón, como la que lo mostrara propiciando clases hogareñas celebradas en torno a un guiso preparado en base al trueque de ingredientes por enseñanza gratuita – tuvo la generosidad de participarnos de su sobrecogedora intervención con fuego sobre estructuras de yute y cáñamo cuyo modelado respeta la impronta que les dicta la naturaleza.

 En el estudio de Mario C. Casalla tuvimos la oportunidad de intimar con un docente que acompañara a nuestro investigado en su actividad académica, hasta que ambos fueran  cesanteados en 1976. A más de ofrecernos hondísimas caracterizaciones del pensamiento kuscheano, el filósofo nos suministró un singular “mapa” de rincones frecuentados por Rodolfo tanto en Buenos Aires como en Salta y Jujuy. Y no dudó en dedicarnos su reciente obra “América Latina en perspectiva. Dramas del pasado, huellas del presente”.

 La ya repetida cualidad de vaciarse los bolsillos a la hora de ofrecer los testimonios más calificados para tramar un verdadero tapiz de voces autorizadas hizo que por su parte el multipremiado charanguista Ariel Carlino nos pusiera en contacto con el vitralista Héctor Chianetta (en la foto que encabeza este párrafo), cuyo taller se halla en uno de esos antiguos e irrepetibles edificios de la gran urbe porteña cuyas instalaciones parecen remitirnos a una dimensión de ensueño. En medio de una imaginería fijada sobre cristal mediante métodos de remoto origen alquímico, signada por los íconos omnipresentes de la Pacha Mama en comunión con la Abanderada de los Humildes, el artista desplegó su singular teoría de que “volver a las fuentes” no sólo supone hacernos cargo de nuestro acerbo más raigal sino de la necesidad de “meter las patas” nuevamente dentro de las grandes decisiones nacionales.

 Durante la segunda mitad de julio 2011, nuestro equipo se trasladó al noroeste argentino al efecto de concretar fundamentalmente las escenas de carácter ficcional que describe el artículo que vertebra y amalgama nuestro documental. No obstante, en dicha oportunidad – y a instancias del vitralista Héctor Chianetta – tuvimos la oportunidad de entrevistar en la capital jujeña al Profesor Osvaldo Ramón Maidana, sabio octogenario de origen omaguaca-atacamense, Maestro Normal, Titular de la Cátedra de Prehistoria y Arqueología General y Americana (Universidad Nacional de Salta), fundador y director del Museo de Arqueología y Folklore perteneciente a la citada casa de estudios. Él nos refirió la simpática anécdota del contrapunto en el que conoció a Günther Rodolfo Kusch disputándose una oficina en la Universidad Nacional de Salta, y de cómo luego llegaron a ser entrañables amigos, sin desmedro de la tensión que sostuvieron siempre en torno al choque entre una mirada originaria y otra respetuosa de la anterior pero que no prescindió de referentes clásicos de la filosofía.

 Una de las escalas más emotivas de nuestro periplo consistió en ubicar la casa del pensador americanista, sita en Maimará, donde su compañera de vida no vaciló en ponerse a nuestra disposición, permitiéndonos acceder al estudio del irrepetible intelectual, a la cocina donde solía celebrar entusiastas reuniones de reflexión filosófico-cultural (por tratarse del ambiente mejor calefaccionado del hogar), así como a numerosas e inéditas fotografías del autor de “Geocultura del Hombre Americano”. En la misma ocasión aprovechamos la oportunidad para comprometer a las autoridades comunales a organizar un futuro estreno a cielo abierto y gratuito en la plaza local, para que el pueblo recupere la memoria de su ilustre vecino,  cumplimentando a su vez el ideal kuscheano de difundir nuestra obra desde la periferia al centro del país.

 Durante la misma estadía, y contra nuestra previsión de hacerlo en el mercado local, en la terminal de ómnibus de Abra Pampa detectamos al paisano Ángel Colque (en la foto que encabeza el párrafo siguiente), ex minero de 75 años dispuesto a interpretar al viejito Mamani que describe Kusch en su texto, labor que cumplimentó tanto en su lugar de residencia como en la vecina localidad de Cochinoca, posesionándose del rol encargado al punto de superar con creces nuestras expectativas. Conocerlo nos conectó aún más estrechamente con esa mirada trascendente que rige el universo andino descripto por el filósofo en cuestión: En alguna oportunidad me tocó en suerte recoger del camino polvoriento un cuerno de vaca que ante mis ojos se presentaba tan sólo como eso, frente a lo que el anciano kolla exclamó “qué bueno, un erkencho!”; en otra ocasión bendijo cristianamente el almuerzo que compartimos, para al fin de la jornada - y ratificando ese mestizaje que atraviesa toda Nuestra América - rendir tributo pagano a la Pacha Mama enterrando unas hojitas de coca. Al cabo del rodaje y frente a su humilde morada nos dedicó algunas coplitas acompañado con su caja, tras lo cual, entornando la vista de cara al cielo – y en un marco bastante íntimo – se despidió gritando “ay, qué lindo carnaval!”.

 De regreso a San Salvador pudimos entrevistar al militante ecologista Fernando Rovelli, integrante del Grupo de Reflexión Rural, que nos refirió valiosísimos y poco conocidos pasajes biográficos del pensador en cuestión, tales como el hostigamiento que padeció durante la década del 70 en la UNSalta por parte de la izquierda peronista, que lo veía como “un nazi en la puna”, así como de la conciencia fatalista con la que se despidió de sus discípulos para hospitalizarse en Buenos Aires y ya no volver jamás a ese noroeste que cobijó sus últimos días.

 Desde el punto de partida habíamos previsto entrevistar al antropólogo tucumano Adolfo Colombres. Recoger la palabra de quien afirma que “sólo la lucha recorta al hombre del paisaje” supuso establecer un balance entre los exegetas de nuestro homenajeado y quienes, como en este caso, sostienen que su pensamiento debe ser revisado y actualizado. En un departamento atiborrado de “objetos sagrados” recopilados a lo largo de su incansable peregrinar por el mundo periférico, Colombres reivindicó el valioso legado kuscheano de brindar al pensamiento indio un status equivalente al del europeo, así como se permitió poner en cuestión la imagen de un indio ideal y pasivo que está-siendo, en contraposición a ese otro que - por ejemplo - hoy resiste a la globalización en Chiapas adueñándose de su destino.

 Culminando nuestra recopilación testimonial, en su pintoresca casona de Marcos Paz,  entrevistamos al militante peronista histórico y agrónomo Jorge Rulli, referente del Grupo de Reflexión Rural. El hombre fue pródigo en referencias kuscheanas, como la circunstancia que les tocó compartir en torno a la Dirección de Cultura de Ramos Mejía, así como las vicisitudes comunes que hubieron de padecer en una provincia de Salta que comenzaba a enrarecerse ante el hostigamiento de grupos parapoliciales, y a la inminencia del golpe militar, circunstancia en la que el pensador en cuestión le ofreció parte del dinero de la venta de su casa porteña, al efecto de contribuir al rescate de su familia en un contexto de persecución. Nuestro interlocutor nunca imaginó que su cita sobre el conocimiento de la madre alemana de Kusch establecería un puente ineludible con nuestro trabajo anterior, en el que el discípulo dilecto de Pichón Riviere expresa algo así como “acaso mi dedicación a paliar el dolor de los otros venga de mi madre, Helen Moffatt… que era inválida”. Y, como si ello fuera poco, en otro pasaje de su alocución Rulli también describió el impacto vivido en el pueblo italiano de sus mayores, donde un par de señoras conversaban en dialecto mientras fregaban ropa en la fuente de la plaza, completando una circunstancia que lo tentó a radicarse allí… para interrogarse más tarde sobre cuál era la diferencia entre esas mujeres y las que entrevistó Kusch en el altiplano. Bastó con eso para armar en mi un rompecabezas imaginario con el corpus documental que vengo abordando: Moffatt, Kusch, y Pasolini (La Trilogía de los Herejes), toda vez que el pensamiento de los tres remite a un “sur de las cosas” que más que latitud es cosmovisión. Eso, sumado a la referencialidad del testimonio de Rulli, que rescató al filósofo de marras de cualquier interpretación abstracta y lo trajo resueltamente al presente inmediato, me convenció en el acto de que ningún nuevo aporte agregaría más nada sobre nuestro homenajeado. Kuscheanamente, aquel rodaje que arrancara por su cuenta… terminaba de igual modo!

 

 

Pero… cuál es pues nuestro Norte?

 

En el documental “Silvio”, de Alberto Figueredo, el trovador cubano evoca un congreso celebrado en la URRSS en el que se exhibía la imagen de los principales revolucionarios del mundo… pero - inadmisiblemente - faltaba el Che. El punto de partida para el abordaje del documental “Hombre bebiendo luz” fue la convicción de que en Argentina existe un espacio vacante en el panteón del pensamiento nacional. Hoy el sentido común imperante reivindica a Arturo Jauretche, a Scalabrini Ortiz, a Fermín Chávez… pero sostiene una omisión flagrante en torno a la figura de Rodolfo Kusch. Preocupa constatar que un pensador cuyo aporte se cultiva en numerosos enclaves de Nuestra América padezca semejante destrato en su propia Patria. Oportunamente, quien escribe estas líneas intentó graduarse a distancia en un campus virtual latinoamericano comprobando sorprendido que la tutoría correspondiente era capaz de recomendar bibliográficamente a los clásicos del marxismo… pero desestimar a intelectuales de la talla de José Carlos Mariátegui, Adolfo Colombres, o el propio autor de “América Profunda”. Evidentemente, cierto resabio positivista elude – por izquierda o por derecha – la remisión a algunos legados que, aunque transgresores, a veces no se atienen a las generales de la ley del cánon pretendidamente científico. Promediando la primera década del Siglo XXI, en un foro de reflexión sobre cine documental, una representante de la comunidad afro descendiente de nuestro país confrontó con el director del periódico Miradas al Sur en relación a los errores de interpretación cometidos por la misión cubana en el Congo, geografía en la que por entonces numerosas tribus permanecían aferradas a un pensamiento mágico, y de las que sin embargo emergieron significativos revolucionarios de extracción no marxista. Consultando a especialistas y allegados a lo largo de nuestra indagación estamos en condiciones de aseverar que al filósofo americanista en cuestión aún le juega en contra un indisimulable anti academicismo que lo llevó poco menos que a despreciar los claustros universitarios, y el estigma de haber profesado un pensamiento sospechado de idealista por parte de la izquierda tradicional. Lo cierto es que nos falta Kusch. Y que esta era de salvaje globalización aplanadora de las culturas e identidades nacionales pide a gritos recuperar el patrimonio del gran pensador argentino. Más aún a partir de la rebelión de Chiapas y la emergencia en Bolivia de los silenciados durante cinco siglos, que nos recuerda a diario el deber de aunar todas las luchas por la tierra y el territorio.-

 

JORGE FALCONE