”La
escalofriante viuda negra árabe”
Leila soñaba feliz. “Esta es la tierra prometida y esta es la
época de la historia más maravillosa posible de la humanidad.
Mis conocidos residentes árabes viven en Francia por una larga
temporada, aunque tienen tanto talento como yo con los engaños y
estafas, incluso aquellos que viven en los Estados Unidos
estando en riesgo de pobreza”. Pero aquellos de nosotros que
estamos establecidos en esta tierra maravillosa, son los
empresarios más ricos que pagan, yo tengo más de cincuenta
apartamentos y negocios que los tontos hombres rumanos, ingenuos
y engañados por mí. Yo nunca he pagado y ahora tampoco voy a
pagar ningún impuesto, además tengo una pensión del Estado sin
necesidad de trabajar en toda mi vida, solo trabaje cuando era
prostituta en Libia, pero esos años no contribuyeron a mi
pensión. Fueron unos años negros para mí, mi madre murió cuando
yo era pequeña, nunca conocí a mi padre, parecía que había sido
el fruto de una noche de aventura de mi madre con un ladrón
turco perezoso, perdido en tierras árabes. Pareciera que había
heredado una parte de su talento y había sido útil para mí.
Cuando era pequeña me reclutaron en un burdel, con solo ocho
años. Fue entonces cuando aprendí lo que significaba la
violencia y la crueldad de los hombres árabes, como yo, que a
pesar de ser árabe de origen, lo odiaría siempre hasta la
muerte. Empecé mi vida sexual tras una violación agresiva,
después de la cual estuve inconsciente durante varios días
seguidos. Cuando desperté me llevaron los primeros clientes
–unos viejos pervertidos y violentos que hicieron de mi vida una
pesadilla continua de la que nunca pensé que podría escapar-. La
suerte me sonrío cuando tras pasar la puerta del burdel un
borracho sin saber qué hacer, era Vasile, un rumano que llegó
con un grupo de constructores que llegaron a Libia para
trabajar. Vasile estaba casado y tenía dos hijos, para ganar más
dinero para su familia, decidió trabajar fuera de su país. Para
su trabajo el recibía un dinero en Libia y la familia recibía su
salario en Rumanía, para proporcionarle una vida mejor. Por otra
parte constantemente les mandaba regalos, alimentos y ropa,
artículos de decoración de origen árabe. El hecho de que no
estaban juntos, era un sacrificio que estaba haciendo para tener
unas mejores condiciones de vida. Vasile trabajaba de la mañana
hasta la noche, al igual que sus compañeros, por lo que tenía
pocas oportunidades de entretenimiento. Erróneamente fue al
burdel, el hombre fue enviado a Leila, en su país de origen no
había estado en un lugar así, en su país no existían. La ley no
permitía el funcionamiento de estas prácticas y la ley no se
violaba para practicar dicha actividad en secreto.
Por otra parte, Vasile amaba a su esposa y no sentía ninguna
necesidad de engañar a su mujer. Pero ahora, estaba solo desde
hacía cinco año, desde que llegó a Libia y estaba borracho.
Todavía no era consciente de lo que estaba ocurriendo, Vasile
tenía la sensación de que había caído en los brazos de la
sensual Scheherazade. El encanto de la mujer árabe, su
experiencia con los hombres, representaba algo nuevo para él.
Pensó que parecía estar dentro de unos de los cuentos
fascinantes de “Las mil y una noches”. Leila también se
sorprendió del comportamiento del hombre, nunca nadie la había
respetado antes y ningún hombre había sido amable con ella como
Vasile. Así que no todos los hombres son como mis compatriotas,
pensó la mujer. Los rumanos son gentiles, educados y saben cómo
comportarse con una mujer, incluso con una como yo. En los días
siguientes, Vasile fue con regularidad yendo como cliente
frecuente de Leila. Incluso comenzó a conversar con ella, porque
durante el trabajo había aprendido un poco de árabe, tanto como
para entender a los que hablaban ese idioma. Leila fue el motivo
que le impulsó a mejorar este idioma, la atracción que ejercía
la mujer sobre él era mortal. No podía renunciar a ella. Vasile
se había olvidado de su esposa y de sus hijos, de su tierra
natal, de sus parientes, de todo lo que le unía al pasado. Vivía
solo el presente junto a Leila. Los días los pasaba trabajando
con celo, mientras que sus pensamientos eran para Leila, la
mujer que había robado su corazón y su mente, porque sus
pensamientos eran solo para la mujer árabe. Era una mujer de
treinta y cinco años, no era una belleza, pero tenía el encanto
asiático, pero para Vasile era muy atractiva. Con el pelo teñido
de rojo brillante, con una nariz prominente, labios gruesos,
Leila parecía una princesa árabe sensual de los cuentos árabes
orietnales. A Vasile estaba empezando a gustarle las tierras
árabes lejanas. Aunque ni había pensado en volver a su casa, a
su país, donde no iba ni siquiera en vacaciones. Pero cuando
llego la revolución, tuvo que regresar en su país. Pero no podía
volver solo, siempre estaría ligado a Leila y no podía concebir
la vida sin ella. Por lo que le propuso a la mujer que lo
acompañara a ir con él. Leila sabía que estaba envejeciendo y
que su vida era cada vez más difícil. Las mujeres de edad
avanzada en su situación generalmente terminaban trágicamente.
Vasile representaba su tabla de salvación para ella. Pero era
difícil deshacerse de sus patronos del burdel. Si ellos hubieran
sabido que pensaba hacer ella, la habrían sacrificado
inmediatamente. Ella debía planificar en todo detalle la fuga,
su fuga del burdel. La ocasión apareció con la fiesta, cuando
todos los musulmanes iban a rezar en la mezquita, excepto Alí,
el hombre era viejo, delgado y bastante estúpido. Leila fue
hacia el hombre, girando alrededor de él, lanzándole miradas
traviesas y lo golpeó fuertemente con una barra de hierro que
escondía en sus manos detrás de ella. A continuación salió fuera
y busco un taxi para ir al aeropuerto, donde Vasile la estaba
esperando con dos billetes de avión para ir hasta Bucarest,
Rumanía. El camino le pareció corto a la mujer. En la capital se
alojaron en un hotel de segunda categoría, más barato. El
apartamento estaba habitado por la esposa de Vasile y sus dos
hijos, y según la ley socialista, no había ninguna posibilidad,
ningún derecho sobre el apartamento, los niños tenían prioridad,
desde que había iniciado el divorcio mientras estaban en el
extranjero. Los siguientes días encontraron un apartamento donde
vivir de alquiler. Vasile buscó un abogado que lo representase
durante el proceso de separación y contrato a una joven mujer,
muy astuta que le hizo una propuesta. -Yo sé que hay muchos
jueces, que si usted paga bien, va a valorarlo. -Pero los niños
son para la madre, no puedo conseguir el apartamento –dijo el
hombre. -Eso fue en la época de Ceausescu. Ahora, quien paga,
gana. Y la mujer mantuvo su palabra, obtuvo el apartamento y su
esposa e hijos fueron desahuciados. Vasile debía darles una
parte de dinero, unos cien mil. -Es una gran cantidad de dinero
–dijo Vasile. -No hay problema, voy a aplazar el proceso, la
devolución tendrá la duración desde que empiece, así que le va a
favorecer mediante la extensión de la fecha límite –dijo la
abogada – No cuesta nada, pero merece la pena. Va a ganar diez
veces más. Leila se hizo amiga de la señorita Adina, intuyó que
era tan inteligente como ella. La mujer sabía cómo manejar
la situación. Había venido desde el campo y había ido a una
universidad privada famosa de “Mente y Espíritu” hecha para el
éxito. Logró encontrar la ramificación para poder concursar y
ocupar el puesto adecuado. Con los antiguos profesores de los
centros privados, funcionaban como jueces que sabían cómo
resolver los problemas. Solo era una estudiante y tenía
experiencia en aprobar los exámenes sin tener que aprender algo
de ellos, ya que nunca lo había hecho. Y por supuesto, a
continuación, compitió para obtener la licencia para ocupar el
puesto de abogado. Adina trabajó duro en el supermercado para
pagar los exámenes y concursos porque su madre, que estaba
sin empleo, no la podía ayudar, como hacían otros padres. Leila
pensó que Adina había tenido una vida como la suya. Entre las
mujeres cuajó una unión fuerte. Los procesos duraron hasta los
cien mil que Vasile debía darle a su esposa e hijo. Leila
reivindicando preparó una bolsa de monedas. Ahora era el momento
de poner en marcha los negocios y Adina podía ayudarle con
trucos que conociese, podría eludir la ley y no pagar
impuestos, tenía ventajas únicas con una ganancia máxima
posible. Entonces Leila pensó soñadora: “Esta es una tierra de
oportunidades, puedes ganar dinero sin tener que trabajar duro”,
solo mediante el engaño que era innato en ella, el truco, el
robo, el engaño era parte de ella misma, era una característica
suya, al igual que muchos de mis compatriotas en este país que
había convertido a empresarios muy ricos. “Los que emigraron a
Francia estaban en riesgo de pobreza y en Estados Unidos apenas
lograban sobrevivir. Pero allí, como en mi país de origen las
leyes ahora eran más estrictas”. Leila convertida en experta en
la dirección de su negocio con su marido, pero pronto empezaron
los problemas, la compañía era más rentable para ellos, ganaban
más dinero tanto que el éxito de Vasile con las mujeres creció.
Su secretaria, una hermosa rubia siempre le echaba miradas
delicadas, sin ningún recato, a la cara de ella, de su esposa.
La mujer contable, una mujer morena, alta, que constantemente
buscaba al patrón para trabajar juntos, Leila sabía que Vasile
era un hombre que no podía resistirse a las tentaciones de una
mujer. Ella actuó de esa manera hasta que lo acabo conquistando.
Últimamente tenía problemas, ella se ponía nerviosa porque
Vasile siempre faltaba en casa. - Estoy ocupado como siempre –
le explicaba el hombre. Pero no fue suficiente. Su secretaria,
su contable y otros empleados los observaban, incluso a ella
misma. Con las mujeres de negocios que entraban en contacto con
Vasile, era difícil seguirle la pista. Las bellas y atractivas
eran jóvenes y Leila empezó a sentir el gusano de la envidia,
día a día, ese sentimiento crecía. -Tengo que hacer algo, no
puedo seguir así, se lo que es una vida insegura, no quiero
dejarlo en las manos de otros, un detective, por supuesto me voy
a explicar cómo son las cosas y que decisiones debo tomar –
Leila abrió su ordenador portátil, conectándose a Internet para
buscar una agencia de detectives, no era difícil en absoluto,
pero la cantidad de dinero que pedían eran demasiado grande,
pero valdría la pena. Más de dos horas, Leila estaba en la sede
de la agencia de detective, dando los detalles relacionados con
sus intereses. -Quiero saber dónde va mi marido, con quien se
encuentra, dónde, por cuánto tiempo y lo que esté haciendo ese
tiempo, y si es posible, me gustaría tener fotografías como
prueba –dijo la mujer enfadada. El Sr. Isopescu le llamó a los
poco días. -Tengo noticias para usted. Nos encontraremos en el
restaurante Edelweiss, a la una –dijo el hombre con seriedad. El
restaurante estaba cerca a la sede de Excro Internacional, la
firma de la familia Liga. Leila esperaba con impaciencia el
encuentro, desde el momento en que recibió la llamada,
consideró que el flujo del tiempo era muy difícil en ese
momento, como si entrase en el laberinto de Mynos y no tenía
ninguna escapatoria. Pero llegaría pronto y volvería a
reencontrarse con el detective. -El Sr. Vasile tiene muchos
encuentros empresariales con muchas damas, son estas –el hombre
le entregó una lista de nombres de mujeres y un paquete de fotos
donde estaban ellos, señaló los nombres con el lápiz. “Dios, que
hermosas son” –pensó Leila- “Todas, una a una”. -Con esta se
reúne la mayor parte del tiempo, no solo se dedicaban al negocio
–explicó el hombre, extendiendo algunas fotos de la mujer. Una
de ellas era en la playa de Mamaia y el modo de comportarse no
parecía de ninguna manera la forma de hombres de negocios. Leila
recordó que la semana pasada Vasile se había ido por negocios en
Constanza. A continuación, la foto de un restaurante, donde los
dos se besaban en la reunión, unas cuantas fotos con los dos
delante de una villa de lujo. - Es la casa de la mujer, Carla
Holstein, una mujer judía –dijo Isopescu mostrando una
foto de una mujer hermosa, rubia con los ojos azules como el
mar. - “Señor, que atractiva es” –pensó Leila – por supuesto que
Vasile no puede resistirse a sus encantos, ahora entiendo porqué
está tan soñador últimamente, como en el periodo en el que me
encontró en el burdel. -Quiero seguir –determinó Leila –
Continúe, le pagaré, deseo firmar un contrato con su empresa de
detectives. La mujer se fue rápidamente a su casa y comenzó a
examinar las cosas que trajo de su país de origen. Hurgó en
cajas con botellas, polvos y pociones hechas en oriente.
Aprendió como nadie como se utilizaba cada sustancia, de su
vieja amiga Aysha. Cuando tomaba sus pociones podía hacer de
todo, con todo. Solo cuando atraía a los hombres, los utilizaba
al máximo. Cuando quería aturdir a uno o quería dormir a otro
por un tiempo o para siempre, nadie sabía mejor que Leila lo que
hacía. Las plantas asiáticas hacían su efecto de una forma
rápida y sin temor al fracaso. Leila pensó que podía obtener
nuevos materiales de algunas empresas árabes en la capital,
simplemente tenía que hacer una lista de lo que necesitaba y ver
quien se los traía del país. “Esta es mi solución para resistir.
Necesito escapar de Vasile para permanecer firme y en el
apartamento. Si de alguna manera lo dejaban, porque podía estar
peor en la calle que en tierras árabes”. Cuando era más joven
tuve la oportunidad de sobrevivir. Ahora, sin embargo, debía
usar otros talentos de los que estaba dotada –pensó la mujer.
Voy a dejar caer poco a poco gradualmente hasta que pueda
finalmente deshacerme de Vasile, tengo que sobrevivir, debo
luchar por mi vida –se decía Leila- “Soy una luchadora y no me
dejaré derrotar por ningún hombre, nunca más. Sea Vasile o
cualquier otro”. Vasile llamó por la noche. - Tengo trabajo en
la empresa y no puedo regresar a casa por la noche, voy a
trabajar todo el tiempo –dijo el hombre con inquietud. -Se que
lo haces –dijo Leila.
Llamo al detective para seguir los pasos de su marido. Por
supuesto, que iría a ver a Carla. A la mañana siguiente
Leila iría al despacho de detectives. -Has trabajado muchísimo
–le dijo la mujer, sosteniendo la taza de rosas color de rosa,
en la cual había vertido unas gotas de licor de la botella que
tenía guardada en el bolsillo. Ella espero cuidadosamente
mientras observaba como el hombre se tomaba el café. Vasile
bebió el líquido, animado por la charla de la mujer, no
necesariamente porque quisiera el café, sino más bien para darle
placer a la esposa engañada de la cual se sentía en deuda.
- No me siento demasiado bien, tengo palpitaciones y no puedo
respirar –dijo el hombre. - Te lo parece a ti, es solo una
impresión, estas cansado, has trabajado duro toda la noche,
pero… bebe un poco de agua fría –la mujer le sirvió agua mineral
en un vaso de cristal transparente y se lo dio al hombre- Sal y
respira un poco de aire fresco en la terraza –le dijo Leila
mientras abría la puerta del balcón. Vasile volvió, pensar en
Carla le tranquilizó y le hizo feliz por un momento. Entonces
oyó la voz de Leila y la tensión volvió a crecer. La sangre
subió a sus mejillas de nuevo. Su corazón comenzó a latir de
nuevo rápidamente. Durante las siguientes semanas, Leila colocó
en los alimentos y las bebidas consumidas por Vasile, sus
mezclas. “A mí no me vas a engañar” –dijo Leila como de
costumbre. Acababa de terminar un contrato lucrativo a largo
plazo, en la empresa en la que trabajaba, como celebración del
término de las negociaciones, el propietario abrió el champán.
Leila cogió el primer vaso, introdujo el polvo que llevaba en su
bolso y lo entregó a Vasile, luego cogió un vaso lleno. Observo
como Vasile se mareó, tropezó y cayó. Se acercó a él para
aguantarlo. El hombre se apoyo sobre ella. -Rápido, ayúdame.
Creo que tiene un ataque al corazón –gritó Leila
desesperadamente. El personal médico llegó en quince minutos. El
médico comenzó la maniobra de reanimación. Sin éxito. - No
podemos hacer nada, está muerto –dijo el doctor. - No me engañe
–dijo Leila, mientras estalló en un llanto histérico. “El
negocio ahora es mío. Seré multimillonarios”. Pidió a la abogada
para que redactase los actos de herencia de la propiedad. - Si
quieres ayudarme –rogó a Adina – En mi escalera hay un vecino
que vive solo, sus hijos trabajan en el extranjero. Creo que
podemos hacernos con su apartamento para nosotras. Si trato de
conquistarlo, no tengo ninguna posibilidad. Soy demasiado joven
para él. Podría dudar por si quiero engañarlo, pero si tú te
presentas como una rica extranjera, la reacción del hombre sería
distinta. - Claro que sí, voy a coger el abrigo del viejo,
podemos echarlo a perder sin que nadie se dé cuenta de nada.
¿Puedes presentarnos esta noche? -Le pregunto a Leila. El señor
Troiescu estaba encantado en conocer una mujer árabe. Él trato
de hablar de literatura, música y de historia, todo lo que sabía
de la historia de Asia. Leila se mostró encantada cuando el
hombre ingenuo pensó que conquistaría a las asiáticas con su
inteligencia, sus conocimientos, como hombre culto que era. “Ven
que soy diferente” –pensó el hombre alegremente.
Leila lo visitó frecuentemente en los días siguientes. Preparaba
café y le llevaba pasteles comprados en una confitería, donde
poderle ofrecer sin cesar gotas de sus pociones árabes. -Son
orientales, son hechos por mí, mi madre me enseñó a cocinar,
antes de casarme –explicaba la mujer. El señor Troiescu estaba
en el séptimo cielo, se enamoro con un loco, estaba viviendo una
segunda juventud. Parecía que no se había enamorado nunca, ni
siquiera de su esposa. Sin embargo, se sentía muy cansado, a
menudo tenía palpitaciones y con dificultad para respirar. “La
edad, que se le va a hacer –se decía el hombre- buena suerte con
Leila”. -Debes tener un contrato firmado por el hombre viejo –le
dijo Adina, la abogada- debes pedirle que firme un contrato de
arrendamiento. En los días siguientes Leila le propuso al viejo
irse con él. -Puedo cuidar mejor de ti y así estaré
constantemente contigo –le dijo la mujer, pero como no estamos
casados, quiero que sea de una forma legal, nosotros firmamos un
contrato de arrendamiento y no hay ningún problema.
La propuesta para unirse a Leila para todo el tiempo, después de
pasar tanto tiempo solo desde que su esposa murió y sus hijos se
habían ido a trabajar al extranjero le pareció tentador. Habría
podido hacer cualquier cosa por ello, pero sin embargo, ¿firmar
un contrato de arrendamiento y nada más?, “la mujer me ama y -Yo
firmaré seguro –dijo Troiescu, mientras con el lápiz esbozaba su
nombre sobre el papel. Al día siguiente el médico de urgencias
declaraba la muerte del hombre. El corazón, la vejez por
supuesto y las mujeres encontraron un inquilino para la casa del
viejo. -Me gusta –dijo Leila- ¿Conoces entre tus clientes a
posibles víctimas? Yo no conozco a ningún otro anciano. -En mi
empresa de compraventa de viviendas vienen suficientes clientes.
Hoy me he encontrado con un oficial que estaba solo. Pero el
negocio está si se hace pareja, podemos hacer que se pierda
–dijo la mujer. Las mujeres fueron de cliente en cliente y el
negocio funcionó sin problemas, continuando hasta el día de hoy.
- “En
mi caso, no puedo dejarme engañar” –dijo Leila, mientras
estallaba en un llanto histérico- “El negocio ahora es mío, soy
multimillonaria”.
Dijo a Adina, la abogada que tramitaba para llevar a cabo todos
los actos de la herencia, de las propiedades.
Cuando se informo a los hijos de Vasile de su muerte y surgió
que eran los herederos de Vasile, Leila no concebía que debiera
darles ningún dinero a los jóvenes.
Adina le dijo que no se tranquilizara: “Sabes que yo conozco a
muchos jueces, por lo que será fácil conseguir un veredicto a tu
favor. Únicamente necesitamos a alguno de tus compatriotas que
declare que tu ya eras muy rica en tu país, que tenías mucho
dinero de tu padre y de tu madre. Si no podemos encontrarlos, no
hay problema. Tengo a algunos conocidos y por un poco de dinero
ellos dirán lo que queramos.
Leila no tenía contacto con los árabes, la mayor parte de los
que había conocido en su país, la evitaban, ellos se habían dado
cuenta que era peligrosa.
- Si quieres ayudarme –rogó a Adina- en mi escalera vive un
vecino, que vive solo, sus hijos trabajan en el extranjero.
Creo que podemos agenciarnos del apartamento para nosotras.
Si trato de conquistarlo no tengo ninguna posibilidad.
Soy demasiado joven para él, podría dudar que quiera engañarlo,
pero si tú te presentas como una rica extranjera, la reacción
del hombre sería distinta.
- Claro que sí, voy a coger el abrigo del viejo y podemos
echarlo a perder sin que nadie se dé cuenta. ¿Puedes
presentarnos esta noche? –Le preguntó a Leila.
El señor Troiescu estaba encantado de conocer a una mujer árabe.
El trató de hablara de literatura, música e historia, todo lo
que sabía de la historia de Asia. Leila se mostró encantada
cuando el hombre ingenuo pensó que conquistaría a las asiáticas
con su inteligencia, sus conocimientos, como hombre culto que
era.
- “Esta mujer es diferente a las otras –pensó el hombre
alegremente.
Leila lo visitó a menudo en los siguientes días. Preparó el café
y compro pasteles en una confitería turca, donde servía
incesantemente sus licores árabes.
Son orientales, los he hecho yo misma, mi madre me enseñó a
cocinar antes de casarme –explicaba la mujer.
El señor Troiescu estaba en el séptimo cielo, se enamoró
locamente, estaba viviendo una segunda juventud. Pareciera como
si nunca se habría enamorado, ni siquiera de su esposa.
Sin embargo, se sentía muy cansado, a menudo tenía palpitaciones
y dificultad respiratoria.
- “¡La edad! Que se le va a hacer –se decía el hombrebuena
suerte con Leila”.
- Debes tener un contrato firmado por el viejo hombre –le dijo
Adina, la abogada- debes pedirle que firme un contrato de
arrendamiento.
En los días siguientes, Leila lee propuso al viejo irse con él.
- Así podré cuidar mejor de ti y estaré constantemente contigo
–le dijo la mujer, pero como no estamos casados, quiero que sea
de una forma legal, nosotros firmamos un contrato de
arrendamiento y no hay ningún problema.
La propuesta para unirse a Leila para siempre, después de pasar
tanto tiempo solo desde la muerte de su mujer, además sus hijos
habían marchado a trabajar al extranjero, le pareció tentadora.
Habría podido hacer cualquier cosa por ello, pero sin embargo,
¿firmar un contrato de arrendamiento y nada más?, “la mujer me
ama y es tan honesta y maravillosa” - le dijo al hombre feliz.
-Yo firmaré seguro –dijo Troiescu, mientras con el lapiz
esbozaba su nombre sobre el papel.
Al día siguiente el médico de urgencias certificaba la muerte
del hombre. El corazón, la vejez por supuesto y las mujeres
encontraron un inquilino para la casa del anciano.
- Me gusta –dijo Leila- ¿Conoces entre tus clientes a posibles
víctimas? Yo no conozco a ningún otro anciano.
- En mi empresa de compraventa de viviendas vienen suficientes
clientes, hoy me he encontrado con un oficial que estaba solo,
pero el negocio está si puede ser su pareja, podemos hacer que
se pierda –dijo la mujer.
Pronto Leila comenzó a encontrar solo víctimas en la iglesia. La
mujer no respetaba a las personas y se comportaba con todos como
reacción a sus patrones, del burdel árabe.
No amaba a su país de origen y en el que ahora vivía no le
estaban dando muchos privilegios inmerecidos. La religion no
tenía ningún significado para ella, pero ella fue quien trajo
ventajas de que podría sacar el máximo provecho. En los
servicios religiosos ella podía conocer muchos hombres.
Las mujeres obtuvieron mucho dinero después de los clientes y el
negocio iba sin problemas. Llegaron pronto a ser
multimillonarias, pero su avaricia crecía día a día, cada vez
más. Era la diversificación y el coraje que las determine a
encontrar incluso a viejos que vivían junto a sus hijos, como
fue el caso del señor Ispas, el hijo de un médico, pero que
recientemente había sufrido un accidente de helicóptero, siendo
miembro de una tripulación SMURD. Leila pensó que el médico no
iba a sobrevivir.
El señor Ispas, era el dueño de un apartamento en Bucarest y un
hogar que había heredado en un pueblo de montaña.
- Organizamos un proyecto POSDRU y propondremos una colaboración
en la granja del viejo. Así lo atraparemos de forma permanente,
el no podrá escapar.
El hombre, estaba retirado, había sido profesor de historia, era
presentable y distinguido. Tenía en él algo de la antigua dureza
de las personas del antiguo “Securitate Comunista”, combinado
con el engaño, la característica de los ganadores de esa época.
Y este atrajo involuntariamente a
- Hay pocas posibilidades de que sobreviva –dijeron los médicos
de la ambulancia.
Michael, cuando escucho la noticia, inmediatamente pidió que
mandasen al paciente al hospital. De esta manera se podría
garantizar el tratamiento más eficaz posible. Cuando el hizo los
análisis médicos de su padre, descubrió que había sido
envenenado. Comprendió todo lo que había ocurrido. “Leila es una
mujer peligrosa” –le dijo a su padre, con la intención de romper
la relación con la mujer, y prohibió que en el hospital la mujer
pusiera un pie.
Leila espero en vano, las señales de vida del hombre, pero
cuando vio que no había ninguna llamada, ella se consolo sola.
“Gabriel escapo del accidente, pero mis licores han hecho daño
en su cuerpo, lo destruirán, pronto lo llevaran a la tumba”.
Era la primera vez que su malvado plan no había tenido éxito,
pero eso fue el principio del ocaso. Ella trato de llamar a
Adina, la abogada, pero no la encontró en ninguna parte, ella
había huido con su dinero y liquidado sus negocios.
-¿Qué voy a hacer? –Pensó Leila –soy tan pobre como cuando
llegue a Rumania. No hay nadie que me ayude. Y fue cuando se dio
cuenta de lo mal que se había portado con sus ex empleados, lo
cruel que había sido con sus socios, los cuales habían terminado
trágicamente. “De ninguna manera, mis compatriotas han logrado
enriquecerse con estafas
no con trabajo. Y yo ¿Por qué no? A mí nadie me engaña.
(c)Cornelia
Păun
Heinzel
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