"EN LA OSCURIDAD DEL
CUARTO MUNDO"
Dra. Cornelia Paun Heinzel :
del libro
"El cartero nunca más llama dos veces„o
„Sueños...sueños...sueños...„"
Sergio
cruzó rápidamente el cruce delante de los edificios majestuosos.
De repente en la calle vacía se produjo un siseo espeluznante
que emergía de las profundidades.
Era un sonido como de la Gorgona antes de la batalla con
Hércules. Lo había oído solamente en una película. Ahora, en la
realidad, era macabro y aterrador. Una extraña aparición de
forma elástica saltó sobre una cola, del tamaño de un pie, como
si hubiese sido diseñado en un gran arco. Cuando no saltaba ni
caminaba, se arrastraba como una Gorgona, produciendo sonidos
extraños que penetraban en las entrañas del cuerpo, entonces
empezó a sentir unos escalofríos que le recorrían la médula
espinal, Amet. Al estar fuera de la vista, sin embargo, era lo
más fiel posible, sobre todo era verdadero.
Generalmente el camino a la escuela era particularmente
agradable para Sergio. Pasó frente a los imponentes edificios
del Gobierno, los restaurantes, restaurantes de comida rápida y
oficinas de cristaleras de lujo y elegantes bancos y compañías
consideradas de éxito, a quien siempre guardaban grupos pequeños
de hombres vestidos con trajes elegantes, que tenían en sus
manos una taza de café humeante, con el aroma que emanaba
delicado y atractivo y el cigarrillo en la mano, bebiendo de vez
en cuando el café con avidez. Sergio escuchaba a través de los
auriculares la música rítmica y tenía la sensación de que
coincidía perfectamente con el paisaje urbano. Se ajustaba
perfectamente a la imagen, En unos minutos llegó a una zona de
escombros. Las casas que tenían un carácter privilegiado,
dejaron intencionadamente de estar colapsados y a continuación,
se había procedido a la construcción de centros comerciales y
otros edificios modernos.
Sergio, de forma súbita se dio cuenta entre los restos de las
casas, era como pasar a otro mundo y parecía real. Entre las
paredes y escombros dispersos, había una modesta casa, con un
piso recién pintado y con cristaleras, sin saberlo fue
advertido. En la fachada había una pancarta en la que estaba
escrito en letras mayúsculas “Colegio TEÓRICO BUOSQUETAR David
Copperfield”. Para aquellos que lo conocieron lo consideraban
una escuela de buena reputación.
Esto era debido, en particular para el grupo étnico,
representado por la gente trabajadora, honesta, inteligente,
pero que paradójicamente no había ningún representante, ni
maestro o estudiante.
Sergio entro en el patio y observo intranquilo, un cuadro que
estaba dispuesto desordenadamente y ruidoso, el patio era
pequeño como el de una casa normal. Anteriormente el edificio
tenía un hospital para enfermos mentales. Cinco guardias y
personal de seguridad lo protegían celosamente. Había más de
cincuenta alumnos, sin embargo los acompañaban varias personas,
la mayor parte del lado más oscuro.
Delante, subiendo los escalones se encontraba un hombrede unos
treinta y cinco años de edad, sucio, obeso, con el cabello negro
como de cuervo, hecho que aumentaba por la gomina. Llevaba
pantalones negros, brillantes, arrugados, como mujeres ruidosas,
histéricas, delgadas agitando las manos, que se enroscaban de
forma femenina en las caderas ondulantes, con cúmulos de grasa,
que estaban luchando de forma lúgubre con movimientos bruscos en
sus manos que llevaban varias cadenas de pequeñas bolas de
plástico de todos los colores. Una larga bufanda, que le
envolvía dos veces alrededor del cuello sin apretar. La primera
vuelta colgaba en el pecho, el cuello y la segunda vuelta estaba
en manos del hombre que lo agitaba con la mano, en ocasiones en
la barbilla otras veces en la boca.
Era Rampolis Zorzon, el subdirector del colegio. El venía de
Corturari, su lugar de nacimiento, estaba todo sudado, los
flujos de sudor fluían en oleadas en su piel. Cerca de él, una
mujer más oscura, con la cara llena de agujeros, aunque comida
por las marcas, con el pelo lacio largo y teñido de rubio
platino, vestida con una falda corta y una chaqueta de cuero
negro, era la señora Zafira Semilla, directora del colegio.
Sergio los observó sorprendido, atraído por la novedad y le
atrajo el miedo cuando sus ojos alcanzaron involuntariamente
bajo la cintura del hombre. El hombre llevaba la ropa ajustada
de una forma que daba vergüenza, pero no era de extrañar por los
chicos, que parecía lo que hacia Rampolis. De todos ellos, lo
que hacía el director era maravilloso
y debía ser así. Solo el colegio era para huérfanos –estudiantes
y profesores- era su modelo. Habitualmente llevaba pantalones de
chándal que moldeaban su cuerpo, pero ahora llevaba un traje
festivo.
Rampolis era profesor de idiomas, el no se había matado con la
enseñanza ni siquiera en la escuela cuando era estudiante. El
libro era un extraño para él. Pero en Corturari era lo normal,
así eran casi todos sus compañeros de su banda CioflingaroLica,
con el dinero de la venta de drogas y la prostitución obtuvo la
licenciatura fácilmente. Y una licencia comprada del extranjero,
en una Universidad privada, se obtenía de una forma más rápida y
más fácil que en el país. Una compra en la Universidad
“Aristotontis”, en un viaje breve en el extranjero. Con dicho
título fue titular de tendencias inmediatamente sin competencia.
Cuando vieron el nombre de la prestigiosa Universidad, por
supuesto cerca de la maleta llena de euros de Rampolis, nadie
pudo resistirse a una oferta tan atractiva.
Rampolis junto a Zafira, tenía la idea de hacer un colegio
buosqueta, porque no había ninguno en términos de etnia, de este
tipo en el país, fue muy ventajoso crear la escuela en ese
momento, pero ellos no sabían ni tenían el mínimo conocimiento
del idioma. Rampolis era graduado en filosofía del lenguaje
psico-papuraso. No conocía en absolute dicho lenguaje, pero
tenía un magnífico diploma de “Aristotontis” y nadie podía decir
nada, él podía enseñar cualquier materia. Si alguien estaba en
su contra, Rampolis lo habría amenazado.
-¿Qué yo he pagado euros por el puesto? –dijo Rampolis.
Al entrar en el edificio de una escuela secundaria, había un
grupo de chicas gritando a coro, como locas.
-¡Murió Fernandooo! – se quejaban de dolor.
-¿Quién es Fernando? –preguntó con curiosidad Sergio.
- El compañero de nuestra clase, lo apuñalaron en el parque.
”Fernandoooo” –siguió llorando una de las adolescentes delgada
con el pelo largo y lacio, teñido de rubio platino, apoyando su
cabeza en el hombro de una chica obesa, con la piel oscura, el
pelo oscuro, largo, azul y negro con un vestido negro oscuro.
Rampolis entró en la papelería, desde el patio, en coro,
lloraban una canción de rumanos gitanos que se escuchaban unos
cuantos estudiantes.
-“Vivimos la vida como huérfanos/Nos comen ratas…”
Y entonces los chicos continuaban, golpeando las palmas de las
manos como si tuvieran panderetas:
-“Si te casas conmigo /Te llevo en mi gueto/ Dos meses/
parecen/ Ay de la
cabeza”.
- Escucha señor, dicen que no conozco el idioma papuraso.
Y Rampolis durante varios minutos, estableció un grupo de
palabras de su órgano favorito, que recordó en sus discursos,
incluso inventaba sus propias palabras, de la misma familia,
utilizando diversas terminaciones en palabras que nadie había
escuchado.
Sergio quedó paralizado, nunca había oído a nadie hablar, ni en
el lugar más sórdido, nunca había visto a ninguna persona peor
que lo que había oído en su vida.
-Cierra la boca y escucha a los otros –dijo una joven enorme,
pesaba más de ciento cincuenta kilogramos, la piel negruzca, con
el pelo negro, intenso y brillante grueso y largo hacía señas
con los ojos a Sergio.
-Entonces, ¿Qué? –dijo Rampolis nervioso- ¡Escuchadme! Yo he
desarrollado mi vida escolar en Corturari, yo he crecido en las
calles, he ganado, me asaltaron y fui el mejor de mi edad,
aprendí y creo que soy inteligente. Si vosotros sois de un clan
de gitanos, podéis hacer cualquier cosa. Yo compré diplomas,
puestos de profesor y la dirección del colegio, esto es el
cuarto mundo. Debéis ser pegadizos,
¿Quién es más inteligente? El que piense de forma inteligente y
aprenda y que no tenga miedo para siempre y no paga el puesto de
trabajo del Estado. Yo no tengo ni el libro, ni siquiera habría
llegado a profesor y director. ¿Qué negocio realizaré ahora?
¡Je, je, je!
Semilla entró en la oficina después de las últimas palabras de
Rampolis. Y dijo bien. “Antes de la revolución estaba vendiendo
semillas en las esquinas de las calles” –pensó ella. “Después de
la revolución, sin embargo hemos evolucionado como cuidador en
el “Hogar de los niños”. Allí lo hice mejor que cualquier mujer
de mi edad. Estaba de enlace con el trato con los niños –pensó
más semillas. “Con el dinero que había recibido del soborno y de
la falta de escrúpulos, rápidamente me las arregle para
llevármelo al principio”, compre incluso a los graduados en la
universidad, porque en el cuarto mundo, todo era posible. Las
mujeres honestas y trabajadoras, llegaron a sus propios valles,
donde vivían mendigando hoy y el mañana –dijo a Zafira
deleitándose en la señora Semilla. “Ahora no se qué hacer con el
dinero, yo recibo dinero del presupuesto, como guía, como
profesor y de “Animalis” la Asociación de huérfanos que dirijo.
Y de los huérfanos que reciben, que ahora estamos suministrando
de prostitutas, mendigos y ladrones… no solo es una empresa, con
niños traen más dinero de lo que jamás soñé. Recibo dinero del
presupuesto para ellos,
pero le doy atención a gente que como yo, ha vivido entre los
escombros y darles dinero de la beca… algo ilegal, por supuesto.
Algo que nadie controla desde hace años”.
Según la ley, los huérfanos bajo cuidado no pueden recibir
becas. ¿Pero, quién controla lo que hago con el dinero público?
¡Nadie! Puedo hacer cualquier cosa –Pensó ella- Conozco a un
colega, un director, que a partir de una casa étnica del colegio
universitario, donde el idioma es muy popular debido a que habla
con frecuencia en el extranjero, requiere que los maestros
puedan dar clases a diez estudiantes para que estos tengan beca
en su mayoría. Incluso si ellos no aprenden nada, la razón es
también el hecho de que algunos de ellos, atienden a sus amigos,
como en mi caso, a través de una asociación. ¿Hay gente con
envidia? La mafia es mucho más fuerte en el –pensó la señora
Semilla- Si yo estoy en el colegio que los directorios I, donde
los padres de los estudiantes sobornan para el acceso, desde el
primer grado, diez mil euros y luego, por supuesto obtienen
notas altas sin tener que aprender, realizando millones de
regalos.
El edificio de la escuela tenía sólo dos pisos, cada piso con
tres habitaciones convertidas en aulas. Por encima, un puente
dividido en dos, haciendo de aulas. Había cinco o seis alumnos
por clase, donde se enseñaba con facilidad, además había un baño
en el piso de abajo, de unos veinte metros cuadrados. Estaba
lleno de cámaras fotográficas, equipos de última generación.
Estaban disparando en todas partes, en el patio, vestíbulos,
salas e incluso en los baños, se registraba todo lo que ocurría
todo el tiempo, dijo ella, además todo el mundo lo hacía, aunque
no hubiera dinero ni siquiera para dar de comer a los niños.
Rampolis siempre decía: “Así podemos deshacernos de los
profesores no deseados, especialmente de las maestras”. Las
filmaban desnudas en el baño y luego las enseñaban a los alumnos
para burlarse de los profesores. Ellos no podían enseñar nada y
los amenazaban con echarlos a los escombros. “Si los
fotografiaban ya sabían lo que tenían
que hacer, así los asustamos en la escuela, porque por ellos
debo pasar todos los días aquí, solo mis maestros favoritos, los
graduados en la famosa Universidad “Aristotontis”, que no hacían
nada, no iban a impartir clases, por eso soy el mejor
considerado por ellos, como por todos los directores de la
actualidad ¿Quién enseña hoy en día? Cualquiera consigue ser un
intelectual sin enseñar hoy en día, solo con dinero”.
La Sra. Semilla y Rampolis habían alquilado unas cuantas
habitaciones a una escuela secundaria privada, para demostrar
que no tenían pocos alumnos y así ganaban dinero, una sala era
para una organización benéfica y otra se llevó a cabo después de
la escuela. Había una aula de educación física arrendada a una
firma de danza, dirigida por Rampolis y por Semilla, así no les
estresaba demasiado.
Y si iba a controlarlos a través de Inspecciones, los cargaban
con alimentos y dinero, siempre les salía bien, no tenían ningún
estudiante en la escuela secundaria, nadie iba a verlos y si
realmente los necesitaban inmediatamente montaban un
espectáculo, organizaban una clase y ponían a los estudiantes de
todos los grados y eran presentados al “comité de calidad” que
los iba a controlar.
-Recolectamos dinero para la “comisión de calidad”- dijo una
profesora con gafas y una nariz grande de tejón y la cara comida
como un portafolios, además era el jefe del “comité de calidad”-
Mañana vienen y debemos quedar bien.
-Luego viene el control de las carteras, no de las carpetas
–dijo en broma un maestro.
Sergio dio una charla a los estudiantes en el sótano del
edificio. El estaba contento de tener una clase, solo los
protegidos de Rampolis y de Semilla tenían acceso a ella.
El resto de horas resistían en el patio del colegio o en el
campo de deportes, usaban la escalera de veinte metros, un olor
desagradable llegaba a través de las fosas nasales hasta las
entrañas de su ser hasta alcanzar el aula. Había una pequeña
ventana como única conexión con el exterior. Aquí, en las
profundidades de la tierra, no había señal para los móviles. El
tiempo comenzó, diez minutos más tarde se produjo un fuerte
ruido de rechinar, daba escalofríos, y la puerta a se abrió
lentamente y apareció una extraña criatura. Era el estudiante
Mefistófeles.
Mefistófeles aparentaba más de cincuenta años de edad, pasó
por
todas las miserias de la vida, con el cuerpo de chico y tomó
nota de que no sólo tenía un pie normal. En la segunda etapa, el
chico tenía un porte elástico, muy alto, como si se tratara de
una cola y cuando Sergio se sorprendió al descubrir el ruido que
sonó de una forma escalofriante al entrar en la escuela.
-¿Debemos tomar notas? –se levantó y dijo un chico, cerrando los
cuadernos donde escribían. No hay que dejar de sembrar, le
ordeno que aprenda, yo dirijo la escuela secundaria y a todos
los profesores. Los ponemos la Señora Semilla y yo, a mi deben
escucharme, los profesores hacen caso omiso de lo que digo y yo
soy el jefe de todos. Y para chantajear, ni el presidente tiene
un plan en la forma de chantajear. Y dicen que la señora Semilla
y yo somos los mejores y el personal de protección tienen miedo
de mí, puedo hacer cualquier cosa y no dar ninguna explicación –
sonrío diabólicamente satisfecho
Mefistófeles tenía un aire diabólico su sonrisa que superó
cualquiera de las que había visto en las películas pensó Sergiu,
por ahora todo era muy
real.
- Tal vez alguien se llamaba así en alguna película que había
visto su madre, para elegir un nombre tan extraño – pensó el
profesor.
- Sepan que el director Rampolis es muy bueno –continuó, siempre
dice- ¿Quien es la muñeca? Tardó en el armario, me acariciaba,
me besó y me dio caramelos. Y me dice muñeca, el Sr. Rampolis
–dijo un niño de color aceituna con labios gruesos, con una
frente que parecía que tuviese un envejecimiento prematuro, con
varias piezas dentales rotas y los restantes de color amarillo.
También tenía más edad en
comparación a los otros estudiantes.
Sonó para iniciar la pausa.
-Tú, Consuelo, ponte de rodillas –dijo bruscamente el muchacho a
un chica mulata, alta y muy delgada, con un fino bigote en el
labio superior.
La muchacha ejecutó la orden sin discusión.
-¿Tú eres de la casa de los niños? Aquí te he traído una aguja
de picadura y Mefistófeles saco un tubo grueso como una aguja de
tejer.
- Es para ti y le dio un golpe en la cabeza, todos a por ella.
Te voy a pinchar con esta aguja si no te quedas tranquila y te
ataré de las piernas y amordazaré la boca, como lo hice el otro
día, ja ja ja- sonrió el chico de nuevo de forma sádica con los
otros -¿te gustan los chicos? Te ataré de arriba abajo y solo
tus ojos permanecerán abiertos.
La chica tenía quemaduras de cigarrillo en las dos manos.Sergio preguntó curiosamente a la niña:
-Pero, ¿qué te ha pasado en las manos? ¿Por qué tienes estas
marcas?
- Me caí de la bicicleta y me despelleje –respondió la chica.
Sergio sabia que a la niña no se le permitía decir la verdad,
sin embargo el preguntó en vano.
-Sí, lo estamos haciendo bien, si sois obedientes, no nos
amenazaran y nos moveremos de un lado a otro, eres muy mala –Los
maestros se burlaban de los chicos, los golpeaban y se orinaban
en su cabeza.
-¿Pero, tu sabes dónde estás? –Dijo Sergio- tal vez no digas la
verdad.
-Es cierto, se lo habían dicho otros niños del centro que
estaban allí –dijo la niña.
-¿Vamos también con Pitbull para cantar villancicos? – preguntó
Mefistófeles a los chicos, el anciano abrió la puerta y nosotros
llevamos el pitbull y lo robamos todo –mi primo “un gran
maestro” dice que esta es la última invención en la mendicidad
para el robo, les ha proporcionado un Pitbull.
¿Habéis visto en el centro? El dinero es bueno, al hombre en la
calle puedes asustarlo con él, es tan bueno como en la orilla
del mar donde estuve el verano pasado con mi abuela.
- Es mejor que no venga a visitarnos al centro – pidió Argentina
a los chicos.
- ¿Pero me traerás comida? –preguntó Mefistófeles.
- Seguro, yo cocino –dijo Argentina – voy a cocinar sola, todo
lo que queramos.
- Quiero tener una buena cocina cuando vengan –dijo Mefistófeles
–estoy muerto de hambre.
- Yo sé bailar en la barra, aprendí un poco. Quiero ser
bailarina en “El club del Pecado” como mi madre –dijo Argentina
con orgullo, la chica oscura, casi mulata.
Sergio recordó que había visto un cartel fluorescente cerca de
la iglesia “El club del Pecado”. En nunca había estado allí, los
chicos en cambio sí. Sabían más sobre lo que estaba ocurriendo
allí.
PARTE II
EN
EL
TENEBROSO
CUARTO
MUNDO
El
niño, Mefistófeles, como la mayoría de chicos de
secundaria no tenían padres. Los cuidaba una anciana de
piel sucia, junto con otros seis niños de la escuela. El burdel
estaba cerca de la escuela y ésta estaba unida a la iglesia. Al
entrar en el burdel había un lavacoches, en un edificio
abandonado, como la mayoría de los demás. Pero los escombros
eran un amasijo de chapas de madera, chatarra, madera
prensada y ladrillos rotos apoyados contra la pared del baño
compartido del ayuntamiento. El calor era proporcionado por las
tuberías de agua caliente que pasaba a través de la parte
posterior del edificio. En invierno, Mefistófeles dormía
caliente, tenían agua corriente y electricidad, además estaban
conectados con un cable de conexión a los cables de la calle e
internet lo utilizaban simplemente porque estaban cerca de la
escuela secundaria, todos tenían ordenadores, portátiles,
tabletas y teléfonos, ellos tenían aquellos que tras robarlos no
los habían vendido.
- Hay fantasmas en nuestro tejado, los vio Waldorfelo Ripia, mi
prima, los oyó la noche pasada y fue al tejado, de repente
aparecieron unas huellas de zapatos blancos, vio como se iban
pero no vio a la gente –contó Mefistófeles, todos estaban
emocionados y escuchando con interés.
-¿Sabéis que el marido de mi prima le golpeó con un martillo en
la cabeza? –continuo.
-¿Es cierto? –le preguntó Lingurar, un chico oscuro, curioso.
-Es cierto –confirmó Mefistófeles asistiendo.
Había un gran ajetreo en la oficina.
-Escucha, que tonto, he llamado por teléfono a emergencias –dijo
la maestra, obesa, oscura de pelo largo, recto de color negro
azulón, de entre treinta y cinco y cuarenta años.
-Pero ¿Qué ha pasado? –preguntó un colega feo con las gafas con
cristales con dioptría, una cara irregular y la boca como de
tejón.
-¡Ehhhh! ¡Qué retorcida, Ángela, que gran escándalo!
Carmina se llevo al burdel a las chicas de la clase –dijo la
mujer inmensa.
-Pero ¿Por qué estaba impaciente? ¿Por qué no piensa que todas
siguen allí? –dijo con malicia, la fea.
-Mira, lo siento, lo vamos a hacer nosotros, ¿Quién lo va a
hacer Rampolis y su descendencia? ¿Qué han hecho por nosotros?
Los estudiantes llegaron desde orfanatos y hogares a la
asociación “animalis” y Rampolis y la Señora Semilla reciben un
montón de dinero para ellos de los presupuestos.
-Aquí todos nos preocupamos de que los gitanos estén en los
escombros y den dinero. Se les da algo a ellos, les damos
subvenciones sociales –dijo Rampolis – y pueden usar a los niños
para la mendicidad, el robo, la prostitución o lo que sea. Y les
damos regalos los días de fiesta.
- Pero no tienen derecho a beca si se les cuida –dijo Semilla
- Cogemos la documentación de sus verdaderos padres y realizamos
llamadas en su nombre, como si quisieran colocarlos, eso no lo
verifica nadie, hoy, aquí. Somos el cuarto mundo. En América del
Sur hay cárteles, están aislados.
Hemos recuperado Rapolis de la TV pública, una hora de noticias.
-“Hallado un alto funcionario de veinte años en el Ministerio de
Economía, realizando tráfico de drogas” –decía la presentadora
de noticias con fuerza.
-¿Qué he dicho? –continúo Rampolis, que paga en este lugar,
tampoco iba a trabajar, preciso y tenía el presupuesto de más
servicios y salarios más elevado, unas diez veces superior a lo
habitual. Un centenar de personas mueren de hambre y uno solo
recibe muchísimo del Estado sin hacer nada. Tampoco tiene lugar
de trabajo solo reciben dinero.
-Sí –apoyó Semilla las palabras de su colega- se de personas que
eran trabajadores no cualificados antes de la revolución y ahora
son profesores en dos universidades estatales, en escuelas
secundarias privadas, en dos colegios y una escuela, un
investigador en el Instituto de Enseñanza, un funcionario del
Ministerio y editoriales educativas formando muchos de los
programas educativos, recoger cantidades de
dinero y además ser director de tesis.
-Y precisamente no ver trabajar a nadie en las universidades ni
en el Ministerio. No hay escuelas secundarias porqué así lo
consideran desde el Ministerio –apostilló Rampolis.
Semilla salto alegre de la silla, había yeso.
En la escalera de salida, había un niño pequeño balanceándose,
era Antonio.
-Yo hago películas señor, desde pequeño me han grabado –dijo el
niño pequeño, regordete y muy simpático- yo sé bailar –de hecho
comenzó a hacer algunos movimientos de baile, que sabía. La
danza lasciva, con movimientos como se hacían en los clubs de
mujeres que eran strippers.
Sergio dejó la escuela secundaria, y llego a la estación, dio un
grito y dándole patadas espeluznantes al tranvía, todos los
pasajeros lo miraban asustados.
-Una como este, te golpea, te arruina la vida y no pasa nada
–dijo que ninguna mujer. Al verlo Sergio señaló que veía al niño
pequeño, regordete, Antonio. Entonces recordó que le dijo donde
vivía incluso en que zona. “Esto significa que el padre es el
hombre del tranvía, Dios, es idéntico a Antonio”-pensó el
hombre.
Los niños fueron a visitar el “centro”, había un lote vacía
cerca del lago que se construyeron con cajas de madera y tablero
de fibra pintado como azulejos de colores, eran de una empresa
industrial que tenía sumas fabulosas del Estado en aumentar
huérfanos.
Consuelo en los días siguientes no fue a la escuela.
-Se fue con algunos sin techo a los canales, se unió y se fue a
vivir con ellos -aumentó el tono omnisciente Mefistófeles – yo
he recomendado que vuelva, no he podido hablar con ella
–continuó el chico -quizá sea que cogió el sida, los sin techo
estaban enfadados conmigo, no saben nada, pero les puedo enseñar
un trabajo.
-¿La chica era virgen? –preguntó curiosa Lingurar, repitiendo lo
del muchacho, se enfrentó al viejo.
- Bueno, pasemos –contestó Mefistófeles en voz alta- Tomemos uno
de seis a la vez.
-¡De repente! –Exclamó Lingurar- pero, ¿Cómo se puede estar tan
caliente? Qué maravilla chico.
-¡Yo no he visto estas películas en Internet! Dos frontales, dos
traseros y dos consecutivos- dijo Mefistófeles enfáticamente.
- ¿Y si coges el sida u otra cosa? –le pregunto un niño pequeño,
moreno con cara regordeta.
Era el final del día. Sergio notó un olor extraño, como si algo
se estuviera quemando. Delante de sus ojos había una pequeña
habitación que servía de aula. Entonces vio el horno microondas.
Sergio pensó que estaba roto, que no podia utilizarse, vio un
cable en el zócalo, pero creía que era de las cámaras, que en la
escuela secundaria estaban en todas partes, en los salones,
pasillos, escaleras y probablemente también en los baños, fue y
desconecto el horno del que salía una estela de humo muy
delgada.
Mefistófeles corrió y abrió la puerta del horno, del cual salió
un humo enorme y grueso que se extendió rápidamente en la
habitación.
Buñuelo apareció rápidamente, el guarda de seguridad.
-¿Qué ha pasado aquí? –Preguntó con brusquedad – Id a clase
–espetó a Sergio como de costumbre.
-Argentina puso su cuerno asado en el horno y se quemó –dijo
Mefistófeles. Él sabía como de costumbre todo lo que hacían los
estudiantes, los maestros, los guardias escolares, las criadas y
las prostitutas de su primo. Su pequeña tarea era espiar a todo
el mundo.
- ¡Todos fuera!
Los estudiantes salieron de la sala, en el hall aparecieron
otros alumnos.
-¿Qué paso, hombre? –preguntó un adolescente moreno, alto y
delgado.
-Argentina ha quemado el cuerno en el mircroondas hasta que
salía humo.
Argentina lloraba y se retorcía las manos.
-No va a darme dinero para gastar con la gente del “Centro”,
¡estoy jodido! ¡y lo habéis hecho! –dijo a Mefistófeles y a
Consuelo.
-Ehhh, ¡ahora irás a la cárcel! –Dijo el niño con alegría
maliciosa – vamos a ver lo que van a hacer allí las personas.
¿Qué han hecho sin hogar, Consuelo?¡Como voy a disfrutar cuando
os vea detenidos.
La chica se quejó que se ponía nerviosa.
-¡Pero yo no soy culpable! Hice lo que querías en el descanso.
-¿Qué? Ahora quieres culparnos por lo que has hecho tú, no
importa quién te enseñó. ¿Quién te dijo que lo hicieras?
–pronunció agudo el muchacho.
Al día siguiente, Mefistófeles llegó con una cesta llena de
pequeños frutos, naranjas. Quien quisiera se las podría comprar
a él, ¡cinco lei por un puñado de naranjas! A los huérfanos los
empleados del “centro” les daban unos peniques para su propia
comida. Así Mefistófeles tuvo una venta rápida y rentable, las
naranjas eran pequeñas de color naranja intensa, que se comieron
todos en la escuela secundaria.
Incluso los maestros, guardias, guardaespaldas, compraron las
naranjas. Dio una cuantas a Semilla y a Rampulis. “Tengo que
sobornar, esto es lo que hay hoy”, esta lección la he aprendido
de mi primo; pensó el chico.
Pero al rato, había una cola enorme en el baño, todos deseaban
ir, no había nadie en las clases.
En el vestíbulo de la planta baja estaba lleno de gente hacienda
ruido. Los estudiantes estaban alegres del fuego que había
ocurrido. Se estaban riendo y hablando en voz alta.
-No vaya al baño –dijo Consuelo, la profesora rubia y hermosa de
mediana edad.
Vio que Mefistófeles decía que venía usted y mirara a su espalda
–gritó la mujer.
Sergio pensó que en realidad, en la parte superior había un área
de cuartos, donde podría ir cualquiera, como Mefistófeles que
era menor de edad pero con malas intenciones.
Rampolis anunció enfáticamente, hizo una demostración del baile
organizado en el parque. En el extranjero vio y adoptó algunos
ritmos de moda. Bailaba y se mostraba optimista y entretenido.
En frente del grupo una chica vino y bailaba tradicionalmente,
se inclinó como si estuviera buscando algo en el suelo.
Fue una tragedia, toda la danza era triste, impresionaba y
saltaba las lágrimas.
Temía la sensación de que las mujeres expresaban la tragedia de
su vida, guiados por Rampolis en su existencia. No podía
quitarle la vista de ellas y se le quedo en la cabeza una imagen
de las mujeres jóvenes sufriendo, como si buscaran algo, sin
esperanza.
Tenía los bolsillos ocupados, una audiencia abierta y los ojos
enfermos. El chico había sido bien instruido anteriormente.
El baile de Rampolis terminó y se fue rápidamente. Después de
él, una mujer lo siguió. Rampolis aulló y comenzó a temblar,
entonces ella lo acompaño humildemente, ella amaba la fachada de
Rampolis, Tuta lo había elegido entre los huérfanos, entre los
ex alumnos de la escuel. En realidad, todo el mundo sabía que
Rampolis era un querido maestro
que se enfrentaba a la chica.
-“Si se pone un pañuelo en la cabeza, uno pensaría que es una
mujer de edad avanzada” –pensó Sergio.
Sergio entró en el laboratorio. Consuelo, Argentira, Corturari y
Lingurar veían una película en internet con satisfacción.
Sergio observaba con deleite el asombro en la cara de las
chicas.
¿Qué estaís mirando con tanto interés, como los chicos?
-Vemos como tortura y mata a una chica, el asesino –respondió
Consuelo con éxtasis.
- Mira, mira la sangre, mira, que corte le ha producido con un
cuchillo y como empuja la punta, uno de ellos ha quemado, ha
visto la película –exclamó Consuelo satisfecha.
- ¿Y quieres verla? –exclamó Sergio, pensando que ella era
víctima reciente de esos sucesos, solo que había escapado
-Cierra los ordenadores –dijo Sergio.
-¡Nooooo! –gritaron los chicos a coro –queremos ver como la
mata, ¡nos encanta! La viola con una motosierra, he visto la
película.
-No es ninguna película, todo es real. Pero, ¿Qué películas
miráis? –preguntó el profesor.
- ¿Cómo no? –Respondió Mefistófeles- solo veo películas así, me
gustan desde que era pequeño –completó el muchacho, haciendo
hincapié en las palabras “única” y “presente”.
Mi primo dice que los hombres, incluso los jóvenes que no pueden
hacerlo, ya no funcionan, al igual que este tipo de películas.
Me dijo que cuando realiza el sexo con una chica, le gusta dar
con la cabeza contra las paredes. Una ruptura y un descanso en
todos los lados, y uno acaba lleno de sangre.
- ¿Cómo es tu primo? –exclamó con admiración Columbus Ragalie,
un chico pequeño y oscuro.
-Dios, estos chicos hablan sin sentido –pensó Sergio.
.Nosotros en el “centro” nos hemos basado en un Bloody Mary
–continuó Argentina- Todos los chicos han apagado las luces del
cuarto de baño. Vertí alcohol en las tapas metálicas y me he
quemado, ella tenía miedo de hacer saltar la alarma de incendio,
les dijo a todos a coro varias veces “Blody Mary”. Solo la
puerta se movía poco dijo Orlando mi amigo, vi algunas sombras
en las paredes y alguien me toco el hombro.
Era viernes, Sergio quería pasar un fin de semana en el mar. Fue
directamente a la estación y pregunto dónde estaba la línea de
tren. Había una gran cola. El profesor esperó pacientemente.
De repente sintió que se movía, primero pensó que era un
terremoto, a continuación, los azulejos, noto que las piernas se
movían. El miro a la cara de un joven con paras largas y
delgadas, lo observó de arriba abajo, como el niño de una mano y
una muñeca fuertemente curvada para pasar fácilmente entre ellos
una pelota de baloncesto. Tenía el cuerpo grueso como sus manos.
Ella llevaba una blusa transparente sin mangas, como un velo, un
poco más larga, se veía todo, lo demás lo tenía. Estaba casi
vacío. “Y sin embargo, curiosamente ningún hombre volvía la
cabeza para mirarla, incluso el joven no se preocupaba,
probablemente fuera su novio, él tenía los pechos más grandes
que ella. La chica era exactamente igual que las modelos que se
veían por televisión” pensó Sergio cuando de repente recordó con
emoción a Consuelo que le había hablado de la estación y su
imperio de mendigos.
Epílogo
Había una decoración espeluznante, las paredes de los edificios
conferían un conjunto de ruinas feroces, dos cuerpos troceados,
un hombre y una mujer, y la sangre se extendía a través del
cuarto.
Tres jóvenes figuras, rostros envejecidos –una mujer y dos
hombres- Ranjit estaba satisfecho.
-¿Qué le pinchaba con agujas a Semillas, gritando un salto en
una especie de cola, que en realidad era una pierna con
satisfacción que daba miedo? Debido a que ella había estado en
la cárcel.
Llegó el ladrón de caminos.
-Y Rampolis como se deshace de mí, la grasa, la quité, me
mantengo el segundo más gordo, satisfecho, no se mucho, entonces
era joven. Me llamó, me dio caramelos, entonces yo quería danza
y película, me llevó entre sus brazos y me consoló. Yo quería
caramelos, no quería arruinar mi vida.
-Lo merecía –dijo Consuelo –debido a que llegue al burdel.
-Los he tenido desde quinto curso y me violaron mucho tiempo
hasta que me desmayé. A partir de ese día mi destino cambió para
siempre.
Después bajaron la cabeza, como unos viejos perdedores que se
enfrentaban a una vida dura.
En la calle vacía se oyó un silbido espeluznante que se había
agitado en las profundidades. Era el ruido como de Gorgona,
antes de la batalla contra Hércules, en una película.
Ahora, en realidad, era más macabro y aterrador. Una extraña
aparición de manera elástica saltó la cola, el tamaño de un pie
de costumbre, como si se hubiera diseñado un gran arco. Cuando
no estaba saltando y caminando, se arrastraba como una Gorgona,
produciendo sonidos extraños que penetraban en las profundidades
del alma. Al estar fuera de la visión, sin embargo, era posible,
real. Retrocedió lentamente.
(C) CORNELIA PAUN HEINZEL
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