Eugenia
Cabral: sus respuestas y poemas
Entrevista
realizada por Rolando Revagliatti
Eugenia Cabral
nació el 29
de noviembre de 1954 en Córdoba, donde reside, capital de la
provincia homónima, la Argentina. El 1981
fundó junto a los poetas Hernán Jaeggi, Susana Arévalo, César
Vargas y Carlos Garro Aguilar, el grupo literario “Raíz y
Palabra”. En el período 1988-1992 estuvo al frente de Ediciones
Mediterráneas. Durante 1991-1993 dirigió la revista “Imagin Era
– La
Creación Literaria”. Colaboró, entre 1993 y
2000, en el suplemento cultural del periódico “La
Voz del Interior”. Es asesora literaria desde
1996, junto al director Paco Giménez, del teatro “La Cochera”. Ha coordinado talleres literarios en la Universidad Tecnológica
Nacional (Facultad Regional Córdoba, 1994), la galería de arte
Marchiaro (1993),
la Biblioteca Popular “Libertad” (2010-2011),
las cárceles de Villa María y penitenciaría de Córdoba y la Biblioteca Provincial
para Discapacitados Visuales (2010-2013). Mantuvo
www.losviajadores.blogspot.com.ar entre 2010 y 2012. En 1986 formó parte del núcleo fundador de la Primera Feria del
Libro organizada por
la Municipalidad de la ciudad de Córdoba.
Presidió la delegación Córdoba de
la Sociedad
de Escritoras y Escritores de
la Argentina (SEA). Ha sido miembro honorario
de la Escuela Freudiana
de Córdoba. Es vocal primera de la comisión directiva de la Biblioteca Popular
“Libertad. Para la integración latinoamericana”. En 1999 se
editó su libro de relatos
“La almohada que no
duerme”. Y entre 1986 y 2012 fueron apareciendo sus
poemarios “El buscador de
soles”, “Iras y fuegos
– Al margen de los tiempos”,
“Cielos y barbaries”,
“Tabaco”,
“En este nombre y en este
cuerpo”. Es la responsable y prologuista de
“Poesía actual de Córdoba –
Los años ‘80” (Ediciones Mediterráneas, 1988) y quien tuvo a
su cargo el estudio preliminar del volumen
“Un golpe de dados, poema
de Stéphane Mallarmé” (Editorial Babel, 2008). Su quehacer
ha sido incluido, por ejemplo, en
“Poetas 2” (selección
y prólogo de Juano Villafañe, Ediciones Desde la Gente, Buenos Aires, 1999),
“Árboles nativos del
centro de Argentina” (estudio ecológico realizado por Ulf
Ola Karlin y Pablo Demaio, 2002),
“La tierra del conjuro”
(selección e introducción de Andrés Utello, 2005),
“La pisada del unicornio”
(libro CD-ROM del proyecto “Escritura por la identidad”,
coordinado por Mariano Medina, Edición de Teatro x la Identidad y Abuelas de
Plaza de Mayo, 2006),
“Zepol (Variaciones en torno a la
desaparición de Jorge
Julio López)” (2009). En 1991, en reconocimiento a su labor
literaria y cultural, le fue concedido el Premio de Poesía
“Instituto CIDAM”, así como en 2011 fue distinguida con
la Ley
9578 de Reconocimiento al Mérito Artístico de la Provincia de Córdoba. Su
pieza teatral “El prado
del ganso verde”, ambientada en la batalla de Goose Green,
durante la denominada guerra de Malvinas, fue estrenada en el
teatro La Cochera en diciembre de 2013, con la dirección de
Giovanni Quiroga. Permanece inédito su libro
“Vigilia de un sueño. Juan Larrea: apuntes sobre su residencia en
Córdoba, Argentina (1956-1980)”, que comprende un ensayo
basado en investigaciones bibliográficas y documentales, un
apéndice con trece entrevistas a personas que conocieron al
autor y otro con documentos fotográficos nunca antes dados a
conocer.
1 — Es durante la
última dictadura cívico-militar cuando con otros poetas fundás
“Raíz y Palabra”.
EC — Surgió como respuesta a la censura literaria y destrucción de material
bibliográfico (quema de bibliotecas) impuesta por la dictadura.
Casi todos éramos o habíamos sido militantes de diferentes
partidos de izquierda y necesitábamos responder a la represión y
la censura, por alguna vía. Por otra parte, veíamos que los
escritores del Partido Comunista y del Socialismo seguían
escribiendo con recetas realistas o populistas y, aunque
teníamos actitud e intención política, lo que amábamos era la
poesía, sin recetas de ningún aparato partidario. Entre 1981 y
1985 promovimos lecturas públicas de poesía, intentamos la
utopía de recuperar la SADE para los escritores, presentamos una
antología con poemas de nuestros integrantes, participamos en
actos por los Derechos Humanos, etcétera. Pero lo esencial era
que desde nuestra formación como grupo encarnamos una respuesta
a la que comenzaron a adherir escritores, músicos, pintores.
Había quienes no formaban parte del grupo pero se integraban en
cada propuesta agregando lo suyo. En 1986 y 1987, “Raíz y
Palabra” con otros autores formamos el “Movimiento de Escritores
por la Liberación” y publicamos tres números del periódico
cultural “El Cronopio”. En septiembre de 1987 sufrí un accidente
de tránsito muy grave y, desde allí, por razones obvias, César
Vargas —que era mi pareja y papá de mi hijo de tres meses en ese
momento— y yo, dejamos de participar, aunque todos los
escritores de Córdoba, prácticamente, estaban permanentemente
ayudándonos.
2 — ¿Qué autores
llegó a difundir Ediciones Mediterráneas?
EC —
El sello comenzó con la publicación de “Poesía
actual de Córdoba- Los años ’80”, que prologué y antologué.
Allí sólo tomé autores de mi ciudad, sobre los que tenía
abundancia de datos y materiales, pues si hubiera tomado el
interior provincial lo único que conocía eran los nombres
notables. Y no quería hacer eso. Algunos títulos
publicados después: “Hijos del sol”, de Jorge Torriglia
(1988), de Villa María; “La carga”, de Pedro Jorge Solans (1989) y “Fisura” de Sergio
Silva (1989), de Villa Carlos Paz; “El mago”, de Marcelo
Torelli (1989); “El escriba de los epitafios”, de César
Vargas (1990).
Junto a Sebastián Pons, Córdoba 2014
3 — Es probable que haya
llegado a mí, cuando salía, algún número de “Imagin Era”.
EC —
Fue un proyecto editorial que pretendía refrescarse del tedio de
la etapa del menemismo. Utópico, por eso el título. Queríamos
reflejar un diorama de voces, sacudir las cortinas polvorientas
de ese estilo light, como si la literatura y el arte fuesen
yogurt descremado. A pesar de su limitación comercial —razón de
su final—, difundió poesía, cuento y ensayo escritos por autores
de Córdoba, aunque ya no residieran en ella. Se presentó en el
instituto CAyC, de Buenos Aires; consiguió un buen comentario en
“Diario de Poesía”;
fue incluida en un catálogo del Museo de Arte de las Américas,
de Washington. En fin, algo logramos. Entre los nombres que
publicamos y hoy se conocen ampliamente, están el del novelista
Carlos Busqued, la cineasta Paula Markovitch y la artista
plástica Anahí Cáceres. Las ilustraciones fueron de Oscar Páez,
Crist, Verónica Amaya. En las plaquetas, muchos nombres que no
cobraron notoriedad, pero hay textos valiosos, como el de Hugo
Busso, un filósofo que reside en España.
4 — En el ’96 te asomás
al mundo del teatro (o quizá ya te habías asomado y es en ese
año que empezás a involucrarte).
EC —
Es cierto, al mundo de teatro me había asomado desde niña,
participando en el elenco de la Provincia, pero era un
juego. Después comencé a asistir a funciones de teatro y fui
tomando el lugar que elegí definitivamente: el espectador. Paco
Giménez, antes de proponerme que colaborase en la adaptación de
“Un tranvía llamado deseo”,
me conocía de asistir al Teatro La Cochera. Digo que mi lugar es el
del espectador incluso aunque haya escrito un texto para ponerlo
en escena, pues sigo siendo el que toma asiento en la platea.
Desde 2001 Paco Giménez
me pidió otro tipo de trabajo, consistente en analizar los
textos como a mí me pareciera. Estrictamente buscar en cada
texto en particular, sin mapa previo. Relaciones entre
personajes, relaciones con el contexto histórico, lingüístico,
artístico; entramado de situaciones, todas las variantes
posibles. Mi tarea fue ampliar la visión de cada obra, de cada
autor, para aportar a la idea original y dirección de Paco y a
la creación colectiva de cada elenco.
Antes de “El prado del ganso verde” había intentado concebir dos o tres textos
teatrales, pero no fluyeron como debían. En este caso, hubo en
2012 una convocatoria a un concurso sobre el tema de la guerra
de Malvinas y escribí para enviar. Había estado reuniendo
algunos discursos de héroes reales —americanos, sobre todo— que
me interesaban para elaborar una propuesta teatral. Venía
pensando en uno del Comandante Prado, casi al final de su libro
“La guerra al malón”.
Ese párrafo tiende un puente de significados históricos entre la
denominada Conquista del Desierto del siglo diecinueve y
la Guerra de Malvinas. Y escribí con el mismo
criterio o actitud que ponía en los análisis: ofrecer a los
actores y al director un texto para que puedan trabajar.
Teníamos la ventaja de que ya habíamos participado juntos en
otros espectáculos de
La Cochera, eso facilitó la experiencia. Lo que
más me movilizó fue ver convertirse un texto en acciones,
imágenes, sonidos. O sea, volví al lugar del espectador, o nunca
me moví de allí. Luego, la repercusión de un tema tan complejo y
sentido por mis compatriotas en un público específico, el de
teatro. Además, descubrir que los jóvenes no saben mucho que
digamos de ninguno de los dos conflictos, por ejemplo, y que
pese a ello entienden la propuesta y les despierta interés. Eso
fue muy gratificante.
Eugenia Cabral con Maritza Kuzanovic, Miguel Martínez Naón
y Ariel Williams en 2012
5 — Tu labor de
coordinadora de talleres literarios se extendió a ámbitos
penitenciarios.
EC —
Las cárceles fueron experiencias difíciles de abordar en el plano
emocional. El preso común es una especie de misterio para mí. No
puedo comprender cómo hacen para soportar la prisión. Reconozco
que en eso la limitación es mía. Hay colegas que trabajan desde
hace muchos años en las cárceles, como Andrés Utello, en Villa
Dolores. Yo sólo pude soportar un año. Sin embargo, logré que
produjeran —tanto en Villa María como en Córdoba— buena cantidad
de textos y sostener una relación amable y distendida. Los traté
como iguales en cuanto a capacidad, explicándoles que todos los
seres humanos poseemos tres facultades universales: la
observación, la memoria y la imaginación. Los ejercicios
literarios se basaban en eso. También me permitió explicarles
que autores como Shakespeare no eran difíciles de entender por
los temas que tratan, sino que el obstáculo principal consiste
en que utilizan un lenguaje muy antiguo, que ya pocas personas
conocen.
Eugenia Cabral con Alicia Susana Gómez, Javier Cófreces,
Silvia Castro, Alberto A. Arias, etc., en 2014
6 — ¿Sólo
manejaste el blog Los Viajadores?
EC —
Sí, sólo incursioné en Los Viajadores. Después tuve la mala idea
de entrar en Facebook y me envicié. Todo parece más fácil. Pero
tengo que volver al blog, porque quiero pasar todo lo de “Dulce
Vecino”, mi compilación de textos y documentos gráficos sobre
Juan Larrea, esa página que administro. Necesito crear algo más
estable que una página de Facebook. Me preocupa el tiempo
que insume la Internet; y fatiga la vista y la espalda. Lo
positivo es que proporcionalmente se consigue mayor lectura,
aunque sea superficial o no, depende, pero hay una circulación
publicitaria. A veces, es importante. Llama la atención sobre un
tema, al menos.
7 — Fuiste incluida en
“Árboles nativos
del centro de Argentina” y en el libro CD-ROM. Y también en
“Zepol”.
EC —
Mi participación en “Árboles
nativos...” fue involuntaria. Mariano Medina, que coordinó
la publicación, tenía el poema que figura allí, pero yo ya lo
había desechado. Me llamó para contarme lo que iba a hacer y
respondí que si a él le gustaba, lo incluyera. Ocurre que no
podían proponerme nada más hermoso que publicarme en un libro
sobre árboles, era un sueño no soñado. También fue
Mariano Medina quien me incluyó en “La
Pisada del Unicornio”. Él recopiló material de todos los que
figuran en el CD y nos avisó de la edición, nada más. Pero nos
conocemos tanto, de la época de “Raíz y Palabra” —Mariano era
muy joven—, que sabe de lo que se trata cada vez que hace algo.
En “Zepol”, sí,
fui convocada por Iván Ferreyra para escribir algo sobre la
desaparición de Jorge Julio López. El secuestro seguido de
muerte es una realidad que persiste en la Argentina motivado por
distintas situaciones. Trata de personas, represión policial a
ciudadanos comunes. Pero lo de López tuvo características
políticas precisas, demostrando que el kirchnerismo no fue
capaz, pese a su política de derechos humanos, de frenar la
actividad de los “desocupados” del Proceso, que volvieron a
tener tarea con ese secuestro, con las muertes y fugas de
militares condenados, con la falta de cooperación ex profeso en
la búsqueda de cuerpos asesinados y de niños secuestrados. En
una palabra, la lucha contra la represión prosigue. Para los
trabajadores, para los militantes políticos, para los ciudadanos
en general. Luego, en 2012 y 2013, me ocupé de la edición del
libro “Poesía por Mariano
Ferreyra”, una compilación de textos enviados desde diversos
sitios de nuestro país, por medio de Internet.
Eugenia Cabral con Laura García del Castaño, Leticia
Ressia, Laura López Morales, etc.
8 — He leído en alguna
parte que estabas escribiendo un relato fantástico extenso cuyo
título es “Ahora, en el
Paraíso”, y que estabas preparando un volumen con relatos
sobre temas relacionados con la militancia política durante las
décadas de 1960, 1970 y 1980:
“La flor nacional”.
¿Los has concluido? Y por extensión, Eugenia: aparte del libro
sobre el poeta español Juan Larrea, ¿qué otras obras o trabajos
tenés “en la gatera”?
EC —
Sí, he concluido esos libros. Ya veré si encuentro editores. “Ahora,
en el Paraíso” es mi primera incursión en lo fantástico pero
no sé si el género es fantástico. Habla de la historia bíblica y
de una posible historia no bíblica del mundo. Qué sé yo.
También tengo unos poemarios, escritos desde 1997: “Códice”,
“Creatura solar”, “La voz más distante”, que son breves;
“La ciudad de amapolas”, “Reloj de esfera”, “La canción de las
contradicciones” y uno más que espera título. Además, fui
escribiendo “La ración de
pan”, poesía política —género que no es apreciado por la
crítica, dicho sea con simpatía—; “Informe
sobre Mabel y Morgana”, una nouvelle fallida sobre un caso
policial verídico; “Ellas”, “Ellos”, “Cupido”, “Eros”, “Narciso”, “Tánatos”, una serie
de cuentos sobre las relaciones amorosas, probablemente también
fallidos; cuentos basados en personajes o en situaciones de Hans
Christian Andersen, titulados “El
ángel de los pobres”, y poemas cuyo valor aún no consigo
evaluar. Como ves, un surtido.
Eugenia Cabral con el novelista Carlos Busqued, en 2012
9 — Has investigado a propósito de la historia de la
traducción y de los traductores de poesía en Córdoba. Y vos,
¿has incursionado en esa labor?
EC —
Lo único que traduje fue un poema de Jacques Prevert y uno de
cuatro líneas del luxemburgués
Lambert Schlechter, en ambos casos por no tener a mano una
traducción. No creo realmente haber incursionado en esa
actividad, salvo por poner al alcance del público la que hizo
Agustín Oscar Larrauri de “Un golpe de dados”.
Eugenia Cabral con Juan Canavesi
10 —
En lo que hace a lecturas de poesía en espacios públicos,
¿advertís ahora diferencias respecto de décadas anteriores?
EC —
No
participo demasiado en la actualidad, por motivos de trabajo y
de familia. Pero donde asisto, así sea eventualmente o por
invitación, es de mucha calidad, muy diverso en su producción,
con gran participación de los jóvenes. La mayor diferencia que
aprecio con el pasado de los ochenta o de los noventa es
cuantitativo. Alto número de editoriales, nombres, lugares, que
me llegan por mail o por Facebook; no tengo ya un panorama
general en cuanto a su estética.
Eugenia Cabral con Ángel Díaz en 2011
Eugenia Cabral selecciona poemas de su
autoría para acompañar esta entrevista:
Mago dos veces
Hijo y nieto de hechiceros
es el poeta.
Lee en el fuego muerto
la primera intensidad de la llama.
Y adivina su rostro
en el más oscuro espejo.
*
Destino
Hija soy de la ceniza
donde el barro ha muerto.
Eran las glaciaciones
sobre el reino del verdor.
La mano de Dios que celebró la vida
soplando en los huesos del hombre
habrá sido plena de jugos
y frágil de tiempo.
Ahora
Dios sopla sobre el fuego
largo y frío
y se lleva
la Historia al infinito.
(De
“El buscador de soles”,
Editorial Municipal de Córdoba, 1986)
*
Obertura
I.
La
voz, seducida por el eco, descendía en la luz del cielo.
Hace tanto.
Óvalos de cobre y nácar, detenidos
rostros de un vitral;
esparcidas en el dolor, la orfandad,
cantábamos con los ojos entornados y sonreíamos.
Luego, el cielo se cargaría de nubes y
luego, se desataría la tormenta.
II.
Muerte al siglo XX. El deseo es el terror. La sinceridad
es una ermita; el amor, una ermita.
He tallado un rostro en el cuarzo. Lo he
tatuado en la pleura, el ventrículo izquierdo, el músculo
sartorio.
Los bosques cumplirán un milenio al
amanecer.
¿Amaneceremos con ellos?
Sentir beethovenianamente es una locura
en estos tiempos.
(De
“Iras y fuegos. Al margen de los tiempos”, Editorial Último Reino,
Buenos Aires, 1996)
*
Arcano II
Estás quieto y casi serio
sonriendo.
Observas los pedazos que dejo sobre la
mesa,
el abrigo,
la taza.
Trozos, tajos, aberturas,
desmadejamientos,
yo, la insensata,
adormilada —recalando mentalmente en tus
brazos—;
barco o sombra de barca en el agua que
deslumbra,
liviana,
cargada, cargada.
Llega un barquito cargado de tiempo,
trozos
tajos
tientos
temores
tucanes
trompas
trampas
torpemente
insensata
gimiendo en la oscuridad del tiempo:
nada comprensible;
una atalaya para ver tus ojos;
y sentado,
quieto,
casi serio,
me observas;
danzo;
duplico entradas y salidas del universo;
algunas puertas —compruebo— cerradas;
otras
y regreso
a ti
dulcísimo
sin acceso a este laberinto
donde cada galería
ostenta una lámpara.
(De
“Cielos y barbaries”,
Editorial Alción, Córdoba, 2004)
*
Tabaco
La
rabia
dura lo que el cigarrillo.
Luego el humo y la ceniza esparcen
la desmerecida forma de lo que ha sido.
Arder. Arder como la brasa ambigua
que no es llamarada ni es ceniza;
entre secuencias de orden y desorden
arder; arder cual perfume de maderas;
cual ocaso —furia postrer del día—
arder; en pausas de la informática,
detrás de los envases descartables,
con un sexo torpe entre torpes manos,
arder. Como sólo el fuego puede arder.
Como pasión y soledad pueden arder.
Astro perdido en la jungla del cielo
tornando a una casa y a unos padres,
arder. Solícitamente, en honor de un
amante,
arder. Ofrecer la transparencia y
pretenderla
cada vez con menos fuerza y eficacia.
Arder. En el templo de los bárbaros.
Arder, tan tenue como sea posible,
ante la fatiga de la mirada. Encender
los rubíes de la culpa entre el lodo
funeral
y las arenas donde el hedor de lo muerto
sobrevive (¿para qué?) sin condena ni
justicia.
En el horno de los bronquios se caldean
la sinrazón de existir abominando
y el humo: símbolo de olvido e
impotencia
de querer retener lo que se esfuma
—antes eterno, ahora fugitivo—,
breve danza de amor entre los dedos,
ocaso que arrastra el cuerpo del día
—iluminado de amor— a oscura gruta,
para escandir las formas de la noche
cual sílabas de un poema revelado.
(De
“Tabaco”, Editorial
Babel, Córdoba, 2009)
*
Bautismo
He temblado
junto a la pila bautismal
en la iglesia a oscuras. He temblado al
verte de perfil
porque parecías un galo de la Alta Edad Media.
El techo de la nave central es combado y
tiene costillas doradas
y pinturas en rojo. Temblaba en esta
ciudad americana
y te señalé los santos tallados por
aborígenes,
a lo largo de la nave izquierda. En esta
ciudad o en esotra.
Somos
criollos de varias generaciones, argentinos,
de apellido hispano, de cultura
rioplatense,
de costumbres pampeanas, de silencios
federales.
Si festejamos la patria comemos a la
usanza del Noroeste,
si filosofamos lo hacemos a lo
porteño
(la zamba marechaleana de la escisión).
En esotra ciudad o en ésta.
Agradecí
a la penumbra que no le
permitiese al temblor
avergonzarme. De pronto el ritmo de las
frases no coincide,
el temblor ha desencajado alguna
articulación.
Como gozne y goce, una es vértigo, la
otra, silbo.
Un desplazamiento de placas, un prefacio
a la falla de San Francisco.
Pero los desastres de la melancolía se
perciben a solas.
Un cloqueo, un chasquido se levanta con
dificultad desde la greda
y, anfibio, atraviesa el patio, llega a
la ventana.
Los dos somos jóvenes —él de catorce y
yo, de doce años— y temblamos,
bajo el hedor acre de las vestiduras, en
el siglo XIII,
ya no somos coloniales y barrosos
españoles
desafiando a las autoridades del
virreinato:
somos judíos conversos y sabemos leer.
Después nos convertimos en arrianos y
vuelta a perseguirnos.
Más atrás aun en el tiempo, éramos
adúlteros y nos lapidaron.
Entonces nos hicimos hinduistas y nos
despreciaron.
Cometimos incesto y nos quemaron.
Mezclamos nuestras etnias y nos
apartaron.
En esta ciudad y en esotra.
“Amor constante más allá de la muerte”,
nadie podría vencernos, salvo una clara
eternidad.
Miré hacia el altar católico y sentí llegar desde vos
esa como ansiedad fastidiosa, esa
exquisita fatiga
que te absorbe hacia los corredores del
laberinto,
como los embudos de los ríos serranos a
los nadadores angélicos.
Y supe lo de siempre: que, para el gran
río,
representamos apenas un sorbo dulzón,
como la sangre,
un puñado de moléculas y de entropía.
(De “En este nombre y en
este cuerpo”, Editorial Babel, Córdoba, 2012)
*
Entrevista realizada a través del correo
electrónico: en las ciudades de Córdoba y Buenos Aires,
distantes entre sí unos 700 kilómetros, Eugenia Cabral y Rolando
Revagliatti.
*
http://www.revagliatti.com/061109_cabral1.html
http://www.revagliatti.com/061109_cabral2.html
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