Tzvetan Todorov:

Dialógica de los desplazamientos y la conquista del otro

 

TZVETAN TODOROV-FOTO MARTI FRADERA

 

Desde el principio de la historicidad humana, e incluso antes, el mundo está marcado por un proceso multitudinario de desplazamientos y afluencias regidas por ciclos y procesos naturales que han permitido, ante un ambiente hostil, la supervivencia de la especie. Esta propensión, tan naturalmente humana, durante los últimos tiempos, ha asumido caracteres más estables y en apariencia unilaterales; donde los desplazamientos ya no son tan erráticos, sino que obedecen a flujos o líneas de fuga más definidas, en las que las multitudes pauperizadas se van desplazando desde las periferias del orbe, hacia los centros de poder político y económico mundial; con el planeta convertido en el escenario de una intensa circulación, transferencia y contacto de individuos y colectivos sociales, de lenguas y nacionalidades distintas, interactuando  y extendiéndose además hacia una  dimensión ciberespacial, como una extensión virtual del mundo de la vida.

 Para Tzvetan Todorov[1], pensador que, al igual que Julia Kristeva, nació en Bulgaria y emigró a Francia, las razones de tales desplazamientos y movilizaciones de pueblos e individuos son múltiples: la celeridad de las comunicaciones; la rapidez y facilidad de los viajes; la globalización económica, que ha hecho que los habitantes de los países ricos practiquen turismo de masas y que las poblaciones de los países pobres se desplacen a lugares en los que puedan encontrar trabajo, intentando, por todos los medios, acceder al “paraíso” de los países industrializados, en busca de condiciones de vida digna; en tanto, otros huyen de guerras, dictaduras, persecuciones, actos terroristas y otros tipos de violencia que continúan asolando a sus respectivos países.

Quizás a esta disquisición hecha durante el discurso que pronunció tras recibir el Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, el año 2008, se le deba añadir también el producto de esa nueva conciencia ocasionada por la migración y la noción psicológica de la desterritorialización que produce el “ser migrante”, como resultado de una subjetividad conflictuada y nueva, que ha determinado una nueva lógica de pensamiento, a partir de la debilidad pulsional por lo marginal, lo despreciado, lo monstruoso, lo anormal y lo extremo, en una tradición que podría aglutinar a pensadores como Levinas, Derrida, Said, Cioran, entre otros, que han determinado una suerte de paradigma o línea teórica, ante la conciencia del otro a veces en sí mismo, hasta convertir esta tendencia, en uno de los fenómenos teóricos más distintivos de nuestra contemporaneidad.

Algo de esto también podría decirse de la fragilidad de las fronteras disciplinarias, afectadas también por un tipo análogo de desplazamientos y migraciones inter-disciplinas e interdisciplinarias, en los que los campos disciplinarios suelen sostenerse y traspasarse unos a otros, ante la inestable emergencia del paradigma de la diversidad posmoderna. Una tendencia agudizada debido a la conciencia de la facticidad de la crisis de los fundamentos científicos de la modernidad, sobre todo en el interior de las ciencias humanas y sociales, que, como reacción posmetafísica, ha reforzado una suerte de postura antipositivista, en la que la validez de las indagaciones han pasado a ponderarse a partir de enfoques interpretativos, ligados a desarrollos hermenéuticos, y a indagaciones sobre la diferencia.

Esto, es más que visible, en el caso de Todorov, uno de los pensadores vivos más importantes de los últimos tiempos, semiólogo, filósofo, historiador y teórico literario, nacido en Sofía, Bulgaria, en marzo de 1939, donde había estudiado filología eslava, teniendo como uno de sus profesores a Roman Jacobson, y que -al igual que Kristeva y otros pensadores de su generación- tuvo que abandonar su país debido a los conflictos políticos y sociales que lo agobiaban -debido a los excesos del régimen estalinista-, para instalarse en 1963, en París, nacionalizarse  francés, y continuar su formación en semiótica junto a Gérard Genette, quien lo derivará a Roland Barthes.

De ser un teórico literario y pensador estructuralista influenciado por el formalismo ruso, en sus años germinales, a partir de libros como Teoría de la literatura (1965) y Literatura y significación (1967), paradigma que irá abandonando[2], Todorov pasará a interesarse más por la historia, sobre todo a partir de libros como La conquista de América. El Problema del otro (1982), Nosotros los otros (1989) y Las morales de la historia (1991), textos que han aportado mucho al desarrollo de los estudios de la alteridad, analizando la relación y el lugar que ha ocupado el otro en los textos históricos -además de la historia y cultura francesa y europea-, asumiendo desde aquí una labor teórica más comprometida en sus ideales políticos y éticos; siendo, en esta segunda etapa, cercano a un posestructuralismo culturalista, que, a partir de 1982, irá definiendo las especificidades de una labor que mediará entre el ensayo de filosofía moral y política, y la historia como una visión más cercana a la antropología.

En sus estudios más recientes, Todorov ha derivado sus indagaciones hacia el “terreno” de la memoria, sobre todo a partir de libros como Los abusos de la memoria, (1995) o Memoria del mal, tentación del bien (2000), textos en los que sus reflexiones marchan en busca de ese otro desaparecido, el otro levinasiana mente vaciado de su interioridad y ontológicamente oculto detrás de la muerte, como víctima de los excesos de las guerras y el totalitarismo, además de la articulación ideológica que los proyectos políticos hegemónicos de la modernidad han hecho de la memoria, cuando “Dans le monde moderne, le culte de la mémoire ne sert pas toujours les bonnes causes et l’on ne saurait s’en étonner[3]; una vía de celebración del pasado en la que se sustentaron los proyectos político-militares de la Alemania nazi, la Italia fascista y hasta de la Rusia estalinista.    

Se ha dicho que Todorov representa “el espíritu de la unidad de Europa, del Este y del Oeste, y el compromiso con los ideales de libertad, igualdad, integración y justicia”[4], pero esto se hará evidente y referencial, solo tras el quiebre o viraje intelectual que significó la escritura de La conquista de América, libro que aborda el “descubrimiento que el yo hace del otro”, como un desarrollo de la fórmula de Rimbaud, “yo es otro”, donde “Uno puede descubrir a los otros en uno mismo, darse cuenta de que no somos una sustancia homogénea, y radicalmente extraña a todo lo que no es uno mismo”[5], y en el que Todorov interpreta y analiza documentos del y sobre el descubrimiento de América, en los que los signos y su interpretación, cumplieron un papel fundamental en el contacto entre conquistadores y conquistados. Planteando a Colon como un hermeneuta que encubre al otro tras el velo de sus propios prejuicios culturales y religiosos; con Hernán Cortés que ganó la guerra de la conquista tras llegar a entender las costumbres del pueblo contra el que luchaba, para engañarlos; en tanto Moctezuma y los aztecas se vieron paralizados por una visión del mundo que rebasaba los indicios encontrados en sus profecías; o Bartolomé de las Casas, presentado como un colonialista religioso, ocupado en imponer su religión a los naturales, más que en independizarlos.

Tal vez por esa conciencia ético-política que sus obras parecen definir, que implica la actitud del investigador involucrado en su objeto de estudio, Todorov ha escrito en su libro Nosotros y los otros algo que podría resumir estos afanes e impulsos teóricos, que él ha considerado como los embates de un moralista preocupado por descifrar las relaciones de dominación entre europeos e indígenas, pero que, a la vez, muestra también los síntomas de una sensibilidad, el compromiso y la condición compartida del ser migrante y del pensar de una subjetividad migrante, que utiliza como ratio de valor sus experiencias: “no vi esos males con mis ojos; pero siento un parentesco con los que experimenté personalmente, y no dudo en reconocer un mal como mal”[6], “¿Cómo ocuparse de lo humano sin tomar partido?”[7]. Y quizá por ello reiterará, casi al finalizar el mencionado discurso del 2008, queEsto nos atañe a todos, porque el extranjero no solo es el otro, nosotros mismos lo fuimos o lo seremos, ayer o mañana, al albur de un destino incierto: cada uno de nosotros es un extranjero en potencia”. Un otro que en América Latina se manifiesta en la idea de uno mismo.

  





[1] Tzvetan Todorov, director de investigación en el Centro Nacional de Investigaciones Científicas (CNRS), en París, es autor de obras trascendentales para los estudios históricos y sociales contemporáneos, como Face à l’extrême (1994) y Les abus de la mémoire (1995). Entre sus libros más importantes traducidos al español están: La conquista de América (México, Siglo XXI, 1987), Las morales de la historia  (Barcelona, Paidós, 1993) y La vida en común (Madrid, Taurus, 1995).

[2] Este proceso no es tan lineal en Todorov, pues durante la etapa que siguió a la  preparación de La conquista de América, continuó publicando textos de filiación literaria y crítica, como Mikhail Bakhtin: El principio dialógico (1981), Crítica de la crítica (1984) o La noción de la literatura (1987). No obstante, lo mayor de su obra, casi desde sus estudio sobre Bakhtin, está traspasada por una perentoria preocupación por la alteridad y la indagación en la problemática del otro; textos a los que también debemos sumarle sus estudios sobre la Ilustración y la democracia, en libros como El espíritu de la Ilustración (2006) y Los enemigos íntimos de la democracia (2012).

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[3] En el mundo moderno, el culto a la memoria no siempre sirve a las buenas causas, y esto no tiene por qué  sorprender” (traducción personal). Todorov, Tzvetan. Les abus de la mémoire. Paris: Arléa, 2004. p.  27.

[4] Palabras con las que lo presentaron, durante la  ceremonia de entrega del Premio Príncipe de Asturias de Ciencias Sociales, del 2008.  Ver el discurso completo de Todorov en:  http://www.fpa.es/es/2008-tzvetan-todorov-.html?texto=discurso&especifica=0

[5] Todorov, Tzvetan. La conquista de América. México: Siglo XXI, 1997. p. 13.

[6] Todorov, Tzvetan. Nosotros los otros. México: Siglo XXI, 2003. p. 10

[7] Ob. cit. p. 12.

 


 

(C) RAFAEL OJEDA