Agradecemos a MaríaTeresa Andruetto la autorización para publicar estos textos , escritos para "la Voz del Interior"y leídos también en "El Dirigible" en Radio Nacional Córdoba, por considerar que rescata del olvido y a la vez valora el trabajo silencioso de nuestras narradoras ,a traves de una estética elaborada e informada

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NARRADORAS ARGENTINAS  por  MARIA TERESA ANDRUETTO     

 Escritas para el suplemento cultural del diario La Voz del Interior, y leídas luego en el programa El Dirigible, Radio Nacional/Córdoba.
En esas columnas repasa, revisa o rescata, vida y obra de escritoras argentinas de todos los tiempos, en el deseo de mostrar la fecunda diversidad de voces, posturas y estéticas de las mujeres de nuestro paí
s.

 

viernes 31 de julio de 2009

Escrituras profanas - Liliana Heer

Sus textos han sido traducidos a varias lenguas. Ganó el Premio Boris Vian en 1984.

 

 

Liliana Heer Se crió en Esperanza, la colonia agrícola que fundaron, a mediados del siglo XIX, inmigrantes suizo-alemanes y franceses, en un mundo de disciplina y rigor en el que primaba el estoicismo y no había palabras para lo subjetivo. Liliana Heer pronto adoptó la costumbre de escribir cartas para socorrer a sus amigos, y ese rol de auxiliar sentimental se desplazó al afán de entender algunas claves del funcionamiento humano.

 

Después llegaron los viajes, la confrontación con la sintaxis inglesa y el progresivo acercamiento al cine, para narrar un presente perpetuo y una memoria sin suturas. Fue secretaria general de la Sociedad de Escritoras y Escritores de la Argentina, donde se abocó a la recopilación de material de escritores desaparecidos y víctimas del terrorismo de Estado, dirige el ciclo "Autopistas de la palabra", en la Biblioteca Nacional, es jurado permanente del Premio Boris Vian y ejerce el psicoanálisis.

 

Escribió guiones para cortometrajes, entre otros Dibujar un elefante en base al recuerdo de los mirlos, dirigido por Rubén Guzmán. Publicó Dejarse llevar (relatos, 1980), Bloyd (novela, premio Boris Vian, 1984), La tercera mitad (novela, 1988), Giacomo-El texto secreto de Joyce (ficción crítica en coautoría con J.C. Martini Real, 1992), Frescos de amor (novela, 1995), Verano rojo (poesía en prosa, 1997), Ángeles de vidrio (novela, 1998), Argentinian poetry: the written word re-cite (antología en coautoría con Ana Arzoumanian, en la revista libro Poetry Ireland Review, 2002), Repetir la cacería (nouvelle, 2003), Pretexto Mozart (novela, Alción, 2004), Ex-crituras profanas (antología personal, 2007) y Neón (novela, 2007).

 

 

Algunos de sus textos fueron traducidos al inglés, italiano, francés y serbio. Entre 2001 y 2003 se desempeñó como secretaria general de la SEA, y coordinó el material publicado en Palabra viva. Textos de escritoras y escritores desaparecidos y víctimas del terrorismo de Estado 1974/ 1983. En 1984 recibió el Premio Boris Vian por su novela Bloyd, y a partir de ese momento es jurado de dicho premio, creado durante la última dictadura como una forma de resistencia y oposición a las designaciones oficiales.

 

 

Ella dijo

 

Tempranamente aprendí que los hechos pueden ser objeto de varias lecturas. Así como Akutagawa confiere a cada uno de los personajes de Rashomon un relato distinto del crimen, comprobé que una misma situación traumática podía ser vivenciada de manera diferente. No obstante, un crimen es un crimen y aun dialectizada la historia, algo de la soledad del cadáver permanece vivo en el espectador. Travesía autobiográfica: http://www.lilianaheer.com.ar/

 

 

Se dijo de ella

 

Darse a la lectura de Neón es implicarse con una escritura de filo irónico que bucea en el horror buscando en éste su escondida mueca cómica (...) Liliana Heer lo alcanza con una escritura blanca, exenta de aspavientos, que se mantiene impasible durante todo su desarrollo hasta el final. Esto le permite ver antes que mirar; decir antes que gritar; garantizar la fluencia, hacer sentir su pulso y su ritmo ralentados página a página. Una escritura, en suma, tan sospechosa de taimada como de perfección. Leónidas Lamborghini, en la contratapa de "Neón".

 


Liliana Heer despliega su escenario y sus escenas a la francesa, recuerda por momentos a aquellos planos y contraplanos de las obras teatrales que gustaba desplegar Marguerite Duras, interrumpidas por anotaciones, segmentos poéticos, reflexión sobre la misma obra que se está escribiendo. Liliana Viola, en "Página 12", suplemento Las/12, 4 de abril de 2008

 

 

Dentro de la inexplicable trama que modela el futuro de las relaciones humanas es posible encontrar en ciertos textos de ficción algunas claves que prefiguran el porvenir. Esto es lo que Liliana Heer nos brinda en Ángeles de vidrio, una novela shockeante con grandes hallazgos visuales, dominio literario y de género. Juan Jacobo Bajarlía, en "El Litoral, 15 de enero de 2000.

 

 

Cuerpo extraño [fragmento]
Cuando tenía accesos de furia, el premier encerraba a la niña en el sótano, ignorando el plano de la cárcel o exactamente al revés, creía a pie juntillas en el documento que le habían entregado junto a condecoraciones y prebendas en la ceremonia del nombramiento. Había desplegado ese cartón resquebradizo como quien posee el mapa de un tesoro y deposita en un dibujo la solución de todos los males.
Lo estudió para tenerlo en la memoria y no necesitar verlo más; estudió los cimientos, hizo cubrir el osario, mandó a tapiar la bodega, anuló pozos de agua, pero el sótano le trajo recuerdos y ante los recuerdos el premier actuó como un hombre cualquiera, se dejó llevar por el aspecto inocente de una habitación debajo de otra, el misterio de una oscuridad más oscura que la noche y creyendo en lo que veía, un espacio limitado por gruesas columnas, paredes de ladrillos sin revoque y decenas de elásticos vencidos, confiado en el rápido descenso, las luces intermitentes de faroles sostenidos por guardias inseguros que no dejaban de cuadrarse y entorpecer la dificultosa bajada, hizo un ademán pueril, levantó los hombros y ordenando cerrar la tapa, dijo: ¿A quién se le ocurriría pasar de una celda a otra?
..........................................
Ella cose el himen de la novia de los presos.

La habitación anexa al despacho del premier daba a una sala y la sala a un reducto equipado con un biombo, una camilla y una vitrina. La suma de objetos, algunos de los cuales habían sido trasladados del dispensario, y la veneración del hombre hacia esa zona de la cárcel eran prueba suficiente.
¿Qué otro fin podían tener las poleas, roldanas y argollas de las cuales pendían las piernas de la novia del rey?
El rey nunca existió; la novia era una contraseña de las mujeres dispuestas a entregarse a los guardias para que los guardias les permitieran entregar a los colonos ciertos bienes comúnmente censurados.
No era lana ni cuero, ¿pétalos?, ¿filamentos? Brillaba entre los dedos de la niña algo traslúcido.
Una línea continua de protestas salía de su boca por no encontrar el hilo de caucho transparente que el premier, cansado de escupir tabaco, enrollaba al extremo de un lápiz y se ponía a mascar. Fragmentos, texto publicado en la revista Apofántica, número 2, febrero de 2005.

 

 

Salmodia

 

Fotografías de una mujer alegre, libros, papeles, carpetas, el desorden de alguien que se mueve en el espacio como si el espacio fuera un cuerpo. Así me amó.

 

Estoy desnuda y actúan mis reflejos. Él murmura en voz baja mientras suspiro, hace de mi agitación un ritmo, lo contempla, le cautiva. Crío palabras no pronunciadas, las repito, utilizo mi boca para sofocar el desenfreno. Otro espesor corre por mi sangre: de arena, de agua no vertida. Pasan soldados a caballo, soldados con armas, las herraduras golpeando, crines al sol. Todos los músculos en vilo. El cuerpo: alas, multitud, exhalación, infierno. Rozan mis pezones sus vellos color cobre. Una brisa. Nado hasta el fondo del mar.

 

Después supe que la mujer de la fotografía solía contarle que los hebreos poseían un instrumento de cuerdas cuya forma está perdida y sólo conservan el nombre: macul.

 

¿Será el amor un instrumento en vías a desaparecer?

 

 

Fragmento de "Frescos de amor".


jueves 4 de junio de 2009

Marta Lynch - Informe bajo llave

 

La clase media y su vinculación con el poder es el ámbito donde se mueven las mujeres de Marta Lynch. Personajes memorables, como la señora Ordoñez, la Colorada Villanueva o Adela G., representan a una escritora que terminó por convertirse ella misma en su personaje más extravagante. Sus libros fueron best seller en los 60 y los 70 y su recorrido vital atraviesa, de un modo que produce escozor, los momentos más oscuros de la historia nacional en la segunda mitad del siglo XX, así como todos los vaivenes ideológicos de nuestra sociedad. Su necesidad de mantenerse en el centro de la escena, su fascinación con los hombres que ejercían el poder, su presencia mediática, su obsesión por el paso del tiempo, el deterioro de la belleza fisica y las cirugías, terminaron por imponer al personaje por sobre la escritora. Pero una obra narrativa valiosa le permitió, pese a todo, ubicarse entre los escritores argentinos de trascendencia.

MARTA LYNCH.
Nació en La Plata el 8 de marzo de 1925, como Marta Lía Frigerio, se casó con un abogado de la clase alta argentina, con el que tuvo tres hijos, y con cuyo apellido firmó sus obras. Estudió literatura en la facultad de Filosofía y Letras de Buenos Aires y describió con su obra y con el derrotero de su vida, el drama, las contradicciones y los vaivenes políticos y sociales de nuestro país. Entre 1956 y 1958 actuó en el Comité Nacional Radical junto a Arturo Frondizi, con quien estuvo vinculada afectivamente y militó en el desarrollismo en la década del sesenta, en 1973 fue invitada a ocupar el charter que regresaba a Perón del exilio, en los primeros setenta se fascinó con el movimiento Montoneros, interpretó la violencia guerrillera y escribió, en torno a la figura del Che, El cruce del río; renegó de todo ello en 1976, al instalarse la dictadura militar, que defendió con fervor fuera del país. Se la vinculó afectivamente con el represor Emilio Massera, a quien en algún momento asesoró en la revisión de sus discursos, pero estuvo entre los pocos personajes públicos que reclamaron por la aparición con vida de Haroldo Conti, y en sus últimos años adhirió al radicalismo que impulsaba Raúl Alfonsín. Ficcionalizó al ex presidente Frondizi en La alfombra roja y a Massera como el Vargas de Informe bajo llave, quizás la primera novela argentina donde se narran la represión y la desaparición de personas. Publicó La alfombra roja (Fabril Editora, 1962 /Losada, 1966/2000), Al vencedor (Losada, 1965), Los cuentos tristes (Centro Editor de América Latina, 67/Merlín, 1971/Planeta,1979), La señora Ordóñez (Jorge Álvarez, 1970/Sudamericana,1987), Cuentos de colores (Sudamericana, 1970), El cruce del río (Sudamericana, 1972), Un árbol lleno de manzanas (Sudamericana, 1974), Los dedos de la mano (Sudamericana, 1976/Alfaguara, 1977), La penúltima versión de la Colorada Villanueva (Sudamericana, 1979), Los años de fuego (Sudamericana, 1980), Páginas de Marta Lynch (Celtia, 1983) Toda la función y La despedida (Editorial Abril, 1982), Informe bajo llave (Sudamericana, 1983), No te duermas, no me dejes (Sudamericana, 1985), Páginas de Marta Lynch (Gedisa, 2000).
Abrumada por una fuerte crisis depresiva, se suicidó el 8 de octubre de 1985. Obtuvo el premio Municipal de Literatura por Cuentos de colores y fue jurado del Premio Casa de las Américas. En los años 80, La señora Ordóñez fue adaptada a la televisión, bajo la dirección de María Herminia Avellaneda y con Luisina Brando en el rol protagónico.

Ella dijo
La política me sacó de mi comodísimo mundo de la calle Madero (...) Era un mundo redondo, blando, perfecto. Y allí lo conocí a Arturo Frondizi, que irrumpió con su mundo y me sacó de esa blandura. Citado por Patricia Kolesnico, en Marta Lynch, un personaje trágico.
http://www.clarin.com/diario/2000/10/09/s-04801.htm

El tema de los desaparecidos es una de las lacras espeluznantes de un período de la vida argentina difícil de calificar. [...] Parece que la mafia hubiera tomado a la Argentina como campo de batalla. Y en cuanto al hallazgo de las fosas comunes no puede caberme más que el horror. Todos sabíamos que esos muertos, esos desaparecidos, tenían que estar en alguna parte, pero la aparición de esos cuerpos sin nombres, amontonados, me hace acordar a los campos de concentración de Auschwitz.
Revista Radiolandia, citado en El enigma de lo subversivo en Informe bajo llave de Marta Lynch, Corinne Pubill. Tesis doctoral. Université de Perpignan.

La verdad es que yo estoy escribiendo un largo informe que servirá a las futuras generaciones de extraviados, a los indefensos, a los que se han equivocado.
Citado en El enigma de lo subversivo en Informe bajo llave de Marta Lynch, Corinne Pubill. Tesis doctoral. Université de Perpignan.

A mí no me ha sostenido la crítica, por cierto, que a veces ha sido feroz conmigo por razones que nada tenían que ver con la literatura, sino con mi persona, por cuestiones políticas, a menudo; pero el lector medio ha sido de una fidelidad total.
Martha Paley de Francescato, Entrevista a Marta Lynch, Hispamerica, n. 10, 1975.

A nosotros (David Viñas, Haroldo Conti, Germán Rosenmacher, Rodolfo Walsh) nos interesa más el fondo que la forma. Respetamos y admiramos a Borges pero la nuestra es la vertiente de Roberto Arlt que escribía muy mal pero decía las grandes verdades de la realidad argentina. Pertenezco pues a la generación comprometida con mi tiempo y con los combates ideológicos de mi tiempo. Carta personal a la investigadora Amy Kaminsky

Se dijo de ella
… poco menos que única entre nosotros, por su ímpetu y destreza narrativa y por haber incorporado a nuestra literatura personajes como la señora Ordóñez o la Colorada Villanueva, acaso arquetípicos de nuestro medio. Alberto Girri
Informe... es, sin lugar a dudas, una novela peligrosísima para Lynch, ya no en el sentido de los riesgos que corre la artista en los peores momentos de América Latina, sino en las equivocaciones a las que el texto puede prestarse.

David W. Foster, Narrativa testimonial argentina durante los años del Proceso, en AA. VV., Testimonio y Literatura, Society for the Study of Contemporary Hispanic and Lusophone Revolutionary Literatures, n. 3, Minneapolis, Minnesota, 1986

… one of the most interesting political novels of the last rounds of Argentine dictatorship. David William Foster. “Raping Argentina: Marta Lynch in "Informe bajo llave”.
The Centennial Review, 1991.
La penúltima versión de la Colorada Villanueva
(fragmento)
Entra en la habitación como si algo -¿el aire?- la empujase hacia adelante. Entra, respirando ansiosamente por la boca sobre la que se conserva un aire niño, quizá, los dientes algo prominentes, no mucho, sí lo suficiente para dar a su fisonomía aquel envidiable aire juvenil, aire de zorra, zorra también en el pelaje rojizo que ondea algunos centímetros arriba de los hombros; rojizo con ayuda de Joseph y así es Joseph quien la llama afectuosamente: su turno, venga de una vez, Colorada. La llamaban Colorada sus padres, sus maestros, los chicos de la cuadra, único ámbito memorable por el que transitó su infancia. Y aunque no lo era del todo – oh no, sólo una argentina típica y castaña- siempre le gustó el apodo. De adolescente, hurgaba sus brazos y sus piernas para descubrir el vello rojizo que la destacaba entre las demás. Una colorada en el barrio de Belgrano, Buenos Aires, no era común.
Y entra, echando aires, un poco porque siempre le ha costado desplazarse –sus pulmones, su tos constante-, otro tanto porque ha crecido, ya es casi lo que la gente llama una mujer mayor; y de mayor se va perdiendo la seguridad en el trato, la forma de mantenerse erguida o de sentarse. Como un viento de confuso origen ella siente que su estadio de mujer mayor le quita oportunidades de gracia y de estabilidad. Están las manos que –como otrora, a los trece, por ejemplo- se convierten en instrumentos difíciles de manejar. Están las piernas, más pesadas. Están los ojos y el cabello, colorado con la ayuda de Joseph, tan espeso y compacto, todavía legendario.
Entra, por fin, segura al menos de que encontrará a los otros. Ellos la acompañan desde tanto tiempo atrás aun cuando se halle convencida de que lo de la compañía puede discutirse, discutir hasta desgañitarse, desgañitarse si entran a darle a la política o a los temas de la moral de hoy. Últimamente, ni siquiera es preciso remontarse tanto; cualquier tema es apto para que se atrincheren en necedades y férreas convicciones, en discusiones de hecho y derechos, alguna mezquindad, un pretendido rencor. Si compañía se llama al combate, ella tiene compañía. Y pensarlo da mayor firmeza a sus pasos y una linda expresión al rostro que, como el de todos, para algunos es bello, para otros, desastroso. Quizá a la gente mayor también la abruma –junto con la inseguridad- ese entorno ambiguo con que cada cosa de la vida se rodea, parece coexistir con la razón opuesta, esto es negro pero según le dé la luz parecerá rojizo como el pelo de la Colorada o amarillo como el pelo de Dolores que también entra, con paso alado, en la habitación.

Informe bajo llave
(fragmento)
Usted, mi siquiatra, mi amable componedor, recibía mis cartas, las recibe, está apilando en sus cajones las entregas de este largo informe, cada día más secreto, quizá más peligroso. Bajo llave; échale llave a la forma como se
quebranta mi voluntad, como se resquebraja y pudre lo que nació sano y normal, con buena voluntad, salud admirable, cierta dosis de ansiedad manifiesta. Contemos entre ambos las desapariciones y las reapariciones. Cada día una nueva vuelta de tuerca hacía crujir las vértebras del cuello y dejaba ver un poco más la lengua del ahogado. Sin embargo, en medio del marasmo distingo las fases del poder. Estoy tratando con una parte importante de la vida de todos. [...] La historia se ha tejido con algo que participa de esta
blandura. Es un tronco podrido, un invernadero. Una flor carnívora, cortada y que huele a muerto. Se pudren los estratos que recorro con Vargas y se pudren los escalones por los que transitan mis compatriotas. [...] Un país está bañado en sustancias venenosas como ésta. Y yo confundo la aventura personal con la colectiva. Participo de un festín del que me atribuyen una parte secreta. Guárdela con llave, bajo llave. Comparta mi desasosiego.
 


jueves 22 de enero de 2009

Libertad Demitrópulos - Congoja y desolación

"¿Qué otra escritora argentina ha alcanzado en las últimas décadas las cimas de perfección que se pueden leer en Río de las congojas?", dice Nora Domínguez . Respetada por lectores y críticos como lo mejor de la literatura nacional y mujer de uno de los poetas mayores de nuestro país, Libertad Demitrópulos*, a contracorriente de los escritores de su época, se hizo peronista en los años ’40, cuando vio cómo eran explotados los zafreros en el ingenio Ledesma. Desde entonces, con un lenguaje de inusual riqueza, su escritura se interesó por los más débiles, en especial en esa novela increíble donde narra, desde la perspectiva de dos mestizos, la segunda fundación de Buenos Aires.

Libertad Demitrópulos
Nació en Jujuy, en 1922 y murió en Buenos Aires en 1998. Se recibió de maestra y, aunque de salud muy frágil (tuvo fiebre reumática y varias operaciones del corazón), a los 18 años comenzó a ejercer la docencia. A fines de los años 40, llegó a Buenos Aires, trabajó en el hogar escuela Eva Perón y conoció a Evita, sobre quien más tarde escribió una biografía. Estuvo casada con el poeta Joaquín Giannuzzi, con quien tuvo dos hijas.
Publicó Muerte, animal y perfume (Poemas. Agrupación Cultural Renacimiento, 1951/Ediciones del Dock, 2008), Los comensales (Novela. Testimonios, 1967), Poesía tradicional argentina (Huemul, 1972), La flor de hierro (Novela. Castañeda, 1978, Ediciones del Dock, 2004), Río de las congojas (Novela. Sudamericana, 1981/ River of Sorrows, White Pine Press, 1999/ Ediciones del Dock, 1996, varias reediciones), Eva Perón (Ceal, Buenos Aires, 1984), Sabotaje en el álbum familiar (Novela. Fundación Ross, 1984), Quién pudiera llegar a Ma-Noa (Crónica. Plus Ultra, 1986), Un piano en Bahía Desolación (Novela. Braga, 1994). Recibió el Primer Premio Municipal de la Ciudad de Buenos Aires 1981 y el Boris Vian 1997, ambos por Río de las congojas, considerada una novela clave de la literatura argentina. Organizó el Primer Congreso de Escritoras (Buenos Aires, 1988) e integró el jurado del Premio José Hernández, que entrega la Secretaría de Cultura de la Nación a autores nacidos en América latina, España, Brasil y Portugal.
Ella dijo
"Muchas cosas se han dicho acá sobre el libro premiado y sobre mi literatura... juicios que yo tomo con los debidos recaudos porque no se puede salir tan trabajosamente de las garras de la muerte para caer ligeramente en los brazos de la vanidad... Nunca rondé los espacios del marketing ni frecuenté las pasarelas sociales ni las luces mediáticas. Soy una escritora solitaria, que sólo reconoce afinidades, parentescos literarios que debo agradecer". En la entrega del Premio Boris Vian, Librería Gandhi, 1997.
"Ni La flor de hierro ni Río de las congojas son novelas históricas, sino experiencias literarias en donde la dimensión histórica irrumpe sobre la imaginaria del presente a fin de explicar sus sentidos últimos y contradictorios y donde ambas aspiran a alcanzar otra más abarcativa: la dimensión mítica. El pasado está presente desde nosotros mismos y si lo recorremos descubriremos que está vivo como el carozo de la fruta". Entrevista de Nora Domínguez. Primer Plano. 29 de agosto de 1993.

Se dijo de ella
"El yo de Libertad viajó, mutó, se dispersó en historias de mujeres de distintas épocas, tierras, razas y clases sociales, mujeres que experimentaron las diversas peligrosidades de enunciarse con un yo: heroínas, criollas, españolas, indias, inglesitas engañadas. En esta construcción variada y dispersa se sostiene en parte el valor de su escritura". Nora Domínguez. Homenaje a Libertad Demitrópulos, a 10 años de su muerte.
"Leer a Libertad Demitrópulos es celebrar el lenguaje (...). Demitrópulos esculpe una ciudad, hace visible una época, recorre itinerarios perdidos, saturados de maltratos, decretos, injusticias: supuestas legalidades. Con esa materia destellante, (escribe) como si necesitara hacer de la ciudad y los hombres un molde para descubrir la silueta de ese inmenso Golem que es la historia de un pueblo". Liliana Heer, leído durante la entrega del Premio Boris Vian 1997, en la Librería Gandhi de Buenos Aires.
"Parados los tres (Demitrópulos, Giannuzzi, Pradelli) al pie de la escalera que lleva al laboratorio, Libertad me dijo que tenía prohibido subir y me preguntó si no había un ascensor. Le contesté que haría bajar a los alumnos y que buscaríamos otro lugar para hacer la entrevista, pero antes de terminar mi ofrecimiento, ella ya estaba encaramada, aferrándose a la baranda con su mano delgada. Le costó subir esos escalones de mármol y en el último tramo de la escalera buscó mi brazo. Pero ni bien entramos al laboratorio donde nos esperaban más de 150 alumnos me soltó. Me dijo que le gustaba tanto estar ahí. Tantos jóvenes, repetía mientras avanzaba por el pasillo para sentarse enfrente de los alumnos y parecía que todos esos estudiantes allí reunidos para escucharla alcanzaba para justificar el esfuerzo que había sido subir". Ángela Pradelli. Libro de lectura. Emecé, 2006
"Podemos decir que escribe iluminando lo que elige". Néstor Groppa.

La flor de hierro
(Fragmento)

Aristóbulo es el que periódicamente da cuerda al reloj de la plaza y después de podar los escuálidos rosales se dedica a esperar que pase el tiempo, para adelante, para atrás, un pasito del péndulo caminando para después del transcurrir, otro pasito deteniéndose en el recuerdo de las cosas que sucedieron cuando Medinas era un pueblo jovial, dado a las risotadas de chicos y grandes, acostumbrado a celebrar fiestas y saraos en salones brillantes y con un servicio de lunch contratado en la ciudad de San Miguel, que incluía una caterva de mozos y camareros que llevaban las bandejas con increíble destreza, causando la admiración de los mosqueteadores que desde afuera disfrutábamos de la fiesta más que los de adentro.
Al dar las doce el reloj de la plaza, la gente va desprendiéndose de la pereza proveniente del sol que cae castigando con su látigo a los indefensos faltos de sucedidos y esas otras cosas que a veces son necesarias para no aburrirse, y quién sabe si hasta la muerte no tendrá que jugar su papel de despertadora de letargos, mayormente si como sucede a veces hay que llamarla para que dé testimonio de la vida. Porque Medinas vive gracias a la muerte que viene en los coches fúnebres de la municipalidad del pueblo vecino, adornada con las flores amarillas del verano o con las estrellas federales arrancadas de las tapias ladrillosas. Llega levantando polvareda en los callejones cruzados de lagartijas que, en las siestas, revuelven la arena para un costado, para el otro, un estremecimiento que se hunde, otro que se levanta, y son las que llegan primero al cementerio para perderse entre el pasto que siempre por ahí está verde y crecido y no se sabe de qué, si aquí no hay agua más que la que mandan los del pueblo vecino a cambio de que los dejemos enterrar a sus muertos en nuestro cementerio.
En la plaza hace una hora larga que el opa Mafaldo está siguiendo el vuelo de las moscas de panza verde que le corretean por la oreja y deben decirle cosas que solamente él entiende porque mueve los labios como asintiendo y gustoso. Cómo será de gozador el opa que deja la sonrisa en la boca y ahí se le queda, babeando en hilitos que tienen burbujas que se inflan y revientan como los fuegos artificiales que tiran para la fiesta de la Merced.
Aristóbulo ya ha dejado la plaza a estas horas, sin terminar de limpiar los canteros, porque no soporta al opa que se sorbe las babas. Y si bien se priva de dejarlo estaqueado en el suelo debido a que es opa infradotado, no por eso deja de mostrarle un desprecio mayúsculo, para que quede bien sentado que en Medinas somos cuatro gatos pero no de la misma ralea. Y es claro, cómo van a ser iguales los descendientes del capitán encomendero de Acapayanta, don Gaspar de Medina, y un descosido cualquiera, uno de los que estaría adentro de los salones que otro que mosqueteaba entre la chamusquina. Eso es lo que no entienden muchos, cuando salen a dar la vuelta del perro por la plaza y se figuran que cualquier época del año es la fiesta de la Virgen que es cuando vienen tantos forasteros y corre el vino, y bailamos todos mezclados el tango y el chamamé, el gato y el bugui-bugui, la pachanga y el malambo y hasta se puede dar el caso de que venga contratado Palito Ortega y esté en carne y hueso acá en Medinas. Pero hay que saber distinguir que una cosa es que para la fiesta de la Merced nos olvidemos de nuestros malestares y diferencias y otra muy distinta cuando quedamos sólo los que estamos, es decir, los cuatro gatos de siempre.
Cuando era la encomienda de Acapayanta o Acapianta, había mucha gente en Medinas entre los indios encomendados, los hijos, las nueras y los nietos del capitán, más los vecinos que iban formando el pueblo. Tanta gente hubo que era una delicia vivir aquí, según me contaba mi abuelo a quien le supo contar el suyo. Hicieron un gran cementerio pensando que albergaría a muchísimos muertos. Pero se han muerto casi todos y nos sobra lugar. Imaginaron que Medinas se volvería como un gran hormiguero o mejor habrán pensado que sería un mariposero y ¿adónde habrían de irse a consumir esas multitudes sino a un gran cementerio? En cambio el del pueblo vecino ya se ha llenado de bote en bote y precisan la tierra para sembrar caña. Y nos los traen aquí:
—Mañana habrá agua. Preparen las tinajas y lugares.
—¿Quién murió, señor intendente?
—Esta vez es un ricacho. A prepararse, pues.
—¡Albricias! Muerto tenemos. Requiescat in pace...
Y nos preparamos alegremente para escuchar también el canto del agua corriendo por las acequias.
Así es Medinas. Un lujo triste. Un rescoldo ceniciento. Un orgullo entumecido.

Ediciones del Dock
http://www.deldock.com.ar/
http://www.audiovideotecaba.gov.ar/areas/com_social/audiovideoteca/literatura/demitropulos_bio_es.php
*Libertad Demitrópulos. Foto familiar, gentileza de Jorge Brega.


jueves 31 de julio de 2008

Paula Wajsman - La vida de la materia es infinita

a Andrea Sverdlick y Jorge Naparstek
que me acercaron libros, poemas,
fotos, una carta...

En 1991 descubrí su Informe de París y la ingresé para siempre a mi colección de narradoras. Este año decidí subir esa colección a mi página web y entonces – porque todo está hecho de azar y necesidad, como ha dicho hace siglos Democrito de Abdera- algunas personas me escribieron para agradecerme que la hubiera incluido, me acercaron información sobre ella, me ofrecieron un libro, me prestaron una carta…


PAULA WAJSMAN
Nació en San Juan, el 26 de agosto de 1939. Hija menor de una familia de inmigrantes polacos, a los cuatro años –después del terremoto- se trasladó con los suyos a Buenos Aires. Estudió psicología, practicó el psicoanálisis, la traducción y la investigación social. Vivió en Francia y en USA. Amiga y consejera de Manuel Puig y vinculada afectivamente a Osvaldo Lamborghini, publicó en 1990 la novela Informe de París*, en Ediciones de la Flor, considerada por, entre otros, Elsa Drucaroff y Angélica Gorodischer
como una de las escrituras más interesantes de la década. Murió de cáncer en 1995, dejando una novela inédita –Punto atrás-, dos libros de poesía y cerca de sesenta cuadernos manuscritos con poemas, relatos de viajes y un libro de cuentos titulado Crónicas e infundios**, dedicado a “mi deliciosa amiga María Rosa Moré, la lectora más constante que tuve”, del que en septiembre de 1999 se hizo una edición sin sello editorial de 400 ejemplares. Desde entonces sus textos son casi inhallables y su nombre circula como el de una escritora intensa y secreta.

 

Una viñeta costumbrista

 Pertenezco al pueblo de los memoriosos.
Cuando uno de nosotros mata, todos velamos. No velamos al muerto sino al asesino. Así es costumbre entre nosotros.
Debemos aceptar que nos ruegue perdón, pero nos repugna concederlo. El tiene lástima por la infamia del espejo que nos impone. Enfrentar su visión nos cegaría de horror y de vergüenza, pero se nos prohíbe olvidarlo.
El reo es representado por un paño negro que nos chupa los ojos. Mirándolo, pensamos.
El paño lustroso cuelga de una de las paredes de un excusado en el que todos –hombres y mujeres por igual- permanecemos juntos un día y una noche. Evitamos mirarnos, y callamos. Quien necesita descargar sus tripas, lo hace al lado de los otros, sin interrumpir la meditación que nos une. Los vahos de dolor son más fuertes que cualquier pestilencia.

Sueño I

 Un sapo gigantesco con ojos como piedras talladas; cada cara, una boca. El sapo traga insectos y le salen por los ojos: en cada faceta, un bicho movedizo.
Visión de reducidor de cabezas. Mundos diminutos de zoco, mercado, tienda de saldos. Bichos entran y salen. La vida de la materia es infinita, vertiginosa.
Por la calle de la herrería del rey desfilan personajes vestidos de terciopelo borravino. En la taberna de mesas cepilladas se elevan los vasos y los hombres se balancean cantando. Las colegialas ríen; a horcajadas sobre el tonel que mancha sus entrepiernas de rojo oscuro, olvidan la clausura solitaria de la niña. Que la vida colorada entre y salga por todos los agujeros, que el color descubra las piernas desnudas bajo el organdí.

Ella dijo:

No quiero hacer misterios: estoy enferma, tengo “unos meses” de vida. No sé cuántos. De ahí que me haya vuelto una especie de punk (“No future, man”). (…) Por favor no tengas pena por mí: estoy viviendo, a pesar de todo, una de las épocas más felices y fecundas de mi vida, aunque lo sea en un aspecto muy restringido, ya que no laburo –tengo plata para vivir también “unos meses”- y me dedico casi exclusivamente a escribir.)

… me interesa también este intercambio epistolar-literario. Mandame más escritos. La próxima espero poder mandarte, si querés, algún cuento de la selva; la semana pasada escribí dos con el mismo escenario: uno todo sensaciones y alegría, el otro una aventura casi policial, aunque imbricada con la literatura, así que podés elegir. Me animaría a enviarte cosas tan recientes porque ahora corrijo mucho pero seguido: ya no necesito años para percibir qué falla.*

Se dijo de ella:
Ninguna literatura puede disolver la escena en el relato hasta el punto de hacerla desaparecer, ni describir momentos sin, de alguna manera, relatar; pero siempre se opta. Y las distintas maneras de elegir la turbia luz del instante, contra la insistencia de las coherencias conocidas de la cadena de las acciones, son parte también de la definición de diferentes tipos de escritura.
Ejemplos: de un lado las escenas de El niño proletario, o de Sebregondi retrocede, de Osvaldo Lamborghini, y del otro las de estos cuentos. Se parecen, todas las primeras y casi todas las segundas, en la condición generadora y abarcativa de su ruptura con cualquier moral del relato.
Oscar Steimberg.
Del prólogo a Crónicas e infundios.

* Informe de París. Ediciones de la Flor, Buenos Aires, 1990.
** Crónicas e infundios. Edición de 400 ejemplares, sin datos editoriales. Buenos Aires, 1999.
*** Fragmentos de una carta al poeta Jorge Naparstek, con fecha doce de julio de lo que suponemos es el año de su muerte, en los que pueden verse algunos aspectos de su búsqueda estética.
Más sobre Paula Wajsman en
http://www.teresaandruetto.com.ar/narradoras.htm


jueves 28 de agosto de 2008

Amalia Jamilis - Sutiles Espantos

En los primeros setenta leí Detrás de las columnas y Los trabajos nocturnos y sus cuentos me gustaron tanto como los de Cortázar, escritor con el que tiene muchos puntos de contacto. Apenas terminada la dictadura, en un congreso de educación en Tucumán al que ambas habíamos ido como oyentes, quedé al azar conversando con una profesora sobre sus experiencias en el aula. Al despedirnos e intercambiar nombres y direcciones supe que era Amalia Jamilis.
AMALIA JAMILIS

Nació en Plata el 30 de agosto de 1936 y murió en Bahía Blanca el 30 de octubre de 1999. Estudió Bellas Artes en las escuelas Manuel Belgrano y Prilidiano Pueyrredón, de Buenos Aires. Siendo joven se radicó en Bahía Blanca, donde formó una familia, se dedicó a la docencia y desarrolló su escritura. Publicó Detrás de las columnas (1967, Premio PEN Club Internacional, Losada), Los días de suerte (1968, Premio Emecé), Los trabajos nocturnos (1971, Centro Editor de América Latina), Madan (1984, Premio de la Secretaría de Cultura de la Nación, Celtia), Ciudad sobre el Támesis (1988, Premio Fondo Nacional de las Artes, Legasa) y Parque de animales (Catálogos, 1998). Obtuvo además el Premio Fundación Salomón Wapnir, el Tercer Premio Nacional de Narrativa y el Premio Trayectoria del Honorable Concejo Deliberante de La Plata. Sus cuentos han sido incluidos en prestigiosas antologías publicadas en Argentina, Alemania, Estados Unidos y México, países en los que su obra ha sido objeto de estudio. Sus cuentos de atmósferas tenues, ámbitos privados, universos femeninos, exploran los espacios de confluencia entre lo real y lo fantástico, incorporan elementos trágicos de nuestra historia, y construyen mundos sutiles donde los desplazamientos entre los diversos planos de la experiencia se vuelven imperceptibles.

 

Ella dijo:

…el momento que la gente suele llamar éxito está en la elaboración de la obra; ahí está todo. Lo demás se da o no, pero ahí tienen lugar los momentos más felices, y, también, los más desesperantes si no se encuentran los recursos necesarios para seguir... En términos generales más que de felicidad podríamos hablar de plenitud: El momento pleno es cuando uno escribe. Por eso, si me tengo que quedar con algo, me quedo con el momento de la elaboración, porque ese hecho de trabajar la obra da expectativa y eso es ganas de vivir, futuro... Llega un punto en el trabajo narrativo en el que paro y miro que pasó hasta ese momento y ahí, cuando ya está algo avanzada la narración, el texto solo indica cómo debe ser seguido y casi te diría también cómo debe ser terminado. Pero uno de los problemas técnicos es siempre para mí quien va a narrar ese cuento…Por eso el punto de vista para mí es fundamental ya antes de poner la primera palabra. …creo que nadie puede permanecer ajeno a lo que pasa en el país, todo lo que pasa a tu alrededor pasa en tu vida también. Todos los hechos de un país influyen en la vida de cada uno de los ciudadanos, de los pobladores de ese país... y pasa que en la obra de creación toda esa situación se escurre y sale a la luz, no puede no salir… Fragmentos de un reportaje hecho en 1999 por Marcello Marcolini, quien fue amigo de Amalia Jamilis, modera una página web sobre la escritora y es autor de la fotografía que ilustra esta columna

 

Se dijo de ella:

Elvio Gandolfo, Guillermo Saavedra y Enrique Butti (quien le rinde velado homenaje en su novela El novio), entre otros, la consideran uno de los puntos más altos de la narrativa de nuestro país, una cuentista tan extraordinaria como poco difundida hoy.... frente al sabor complaciente pero efímero de tantos relatos actuales, el pulso literario de A. Jamilis, en el cual magia y belleza se entremezclan, recuerda que la autora es una de las grandes escritoras argentinas. María Esther de Miguel


Después del cine

El hombre muerto tomaba café vestido con un pantalón brillante y un saco de alamares. La mujer se levantó de la cama y con un dedo enguantado le señaló algo que había adentro de la taza. El hombre miró sonriendo; mientras sonreía la mujer abrió su cartera, sacó un revólver y lo mató. El hombre se desplomó hacia atrás con mucho ruido y estaba muerto, ya no volvería a tomar café nunca más. La mujer se puso un tapado de piel, como hacía Olimpia en invierno y un sombrero altísimo, le dio al muerto un beso en la boca y salió a la calle.

Misa terminó de comer el pop choclo y se dio cuenta de que Victoria no estaba; a lo mejor había ido hasta el baño, porque siempre que iba al cine con Victoria, ella se levantaba una o dos veces para ir al baño.Algunos asientos más allá, un hombre y una mujer viejos abrían paquetes de caramelos. A su lado una rubia bajita miraba la película y se comía las uñas.

Ahora un vigilante con una estrella de plata arrastraba a la mujer del tapado de piel, ella se retorcía y echaba espuma por la boca. Sonaban los silbatos y se encendían linternas, la mujer conseguía escaparse y llegaba hasta una estación blanca de nieve en el momento en que avanzaba un tren. La mujer se arrojaba a las vías, había luces, sombras y más nieve y el tren la partía en mil pedazos.A su lado la rubia se sonó fuertemente la nariz. La gente empezaba a levantarse y a ponerse los abrigos. Misa salió última y fue al baño, pero Victoria no estaba; tampoco estaba en el vestíbulo. Al llegar a la esquina se dio cuenta de que era una noche muy oscura. A mitad de cuadra habían quedado las luces del cine y las voces; de pronto se encontraba caminando pegada a la pared, siguiendo a un hombre y a una mujer que ahora, detenidos y dados vuelta hacia ella, eran el hombre y la mujer viejos del cine que comían caramelos.

—Hola —dijo el hombre—. Una nena sola.

—Los chicos no deben andar solos de noche —dictaminó la mujer.

Recién entonces Misa reparó en que eran realmente muy viejos, más de lo que ella había visto nunca. Se apretó contra la pared y se cubrió la cara con las manos.

—No te asustes, nena —dijo el hombre, acariciándole la cabeza—.

Sólo queremos que vuelvas a casa, es muy tarde para una chica sola.

—Además hace frío. Augusto, esta nena va desabrigada.

—Y no sólo por el frío —siguió diciendo el hombre—. De noche nunca se sabe con qué cosa va a encontrarse una chica por las esquinas, sin contar a los murciélagos. Me acuerdo que cuando muchacho los murciélagos me asustaban horriblemente. Y eso que nunca fui lo que se dice un cobarde, Magdalena. Pero esta chica está asustada. Sacate las manos de la cara, hijita, y decinos cómo te llamas.

—Siempre sostuve, Augusto, que en el fondo eras un hombre sin corazón. Cómo puede ser que no me permitas recordar a mi propia hija.

—Te hace mal, Magdalena. Después te dan jaquecas. Acordate las que tuviste el año pasado. Te dieron seguido durante seis meses, por lo menos.

—Teté tendría treinta y dos años —dijo la mujer, tomando de la mano a Misa—. Me acuerdo de ella como si fuera hoy.

—No quiero contradecirte, Magdalena —dijo el hombre—, pero no es sano lo que hiciste. Conservar sus cosas, su cuarto, todos estos años.

—Era una manera de que Teté siguiera entre nosotros. Y ahora esta chica.

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En Después del cine, Amalia Jamilis se adelanta a su época. Escrito poco antes de la dictadura militar del ’76, puede leerse hoy como una parábola sobre la sustracción de niños nacidos en cautiverio. Aquí un fragmento.

Completo en http://www.letropolis.com.ar/2005/10/04_jamilis.htm

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(c)MARIA TERESA ANDRUETTO