UN HOMBRE CON LOS OJOS
ROJOS
Un hombre bajo, de voz
grave me detuvo al regreso de la pensión de ancianos donde está
mi madre. Me preguntó por la calle 1, y dónde exactamente estaba
la parada para tomar el transporte a Moreno. Me imagino que
había salido de la pizzería que está justo enfrente, por donde
estaba cruzando yo, ahí a
veces los viernes hay lectura de poesía. Me imagino, por que
apareció de golpe en mi campo visual y no había otro lugar
abierto de dónde pudiera haber salido. Por que el hombre tenía
los ojos rojos, me imagino que había bebido. Vino, me imagino,
creo que podía sentirse el olor, y más aún, uno de los ojos
parecía más cerrado que el otro, parpadeaba, me imagino quepor
la lluvia, que se había
detenido recién. Yo iba bastante mojada todavía, la visita no
había sido lo suficientemente larga para secarme adentro de la
habitación. Me imagino que el hombre estaba en la ciudad por
cosas de tribunales, que tienen sede en la capital de la
provincia. Me lo imagino más que nada por la carpeta que
llevaba, del tipo que se usa para escritos y esas cosas
jurídicas. Tuve que ver algunos papeles relacionados con la casa
de mi madre, que estaba con cesión y usufructo, y con hipoteca,
aunque ahora bien vacía de personas aunque no de trastos que
iban cubriéndose de polvo, y cosas pendientes. Me imagino que
habrá tenido que preguntar de nuevo, llegado a la calle 1, si es
que no se había perdido de nuevo en la esquina de la diagonal,
que justo se abría a mis espaldas. Me imagino también una casa
suburbana en Moreno, donde nunca estuve, con unas piezas en el
fondo y una anciana viviendo allí, además me imagino que siendo
un hombre solo esa mujer es su madre y no ha tenido necesidad de
irse a una pensión, disponiendo de lugar en el fondo, bien
puesto y con baño, como para tener también una enfermera con la
obra social. Me imagino que si podía estar haciendo trámites en
la capital de la provincia, en tiempo de feria, tendría un buen
abogado. Me imagino que precisamente a él había encontrado en la
pizzería donde por las noches, cada tanto van a leer y escuchar
poemas. Yo fui a escuchar algo allí una noche. Me imagino que la
enfermera tendrá buen ánimo, el que hace falta para meterse con
una vieja en ese
pasillo suburbano y a merced de ese hijo con el ojo ladeado, que
a veces bebe de más, y de día, que siendo por las noches y en su
casa no sería para tanto, aunque la enfermera tendrá que
saberlo, aún estando patio por medio. Me imagino que en ese
patio hay poco más que la soga de la ropa, hay tachos y una moto
desarmada. Me imagino que ha sido hombre de andar en moto aunque
hoy iba de a pie y buscando la parada del colectivo. Me imagino
ahora que no es asunto de propiedades sino más bien que ese
hombre ha sido testigo de algo y debe presentarse para favorecer
a un amigo, algo de cierto compromiso, como un crimen y me
imagino que todavía no está seguro de lo que va a hacer, porque
no cualquiera que ve algo so spechoso se presta a contarlo
delante de un juez. Por eso me imagino que ha debido darse ánimo
para ver al abogado ese en la pizzería y plantearle que él no es
hombre de negarse a decir la verdad pero tampoco va a meterse en
líos de buenas a primeras. Encima de que me imagino que el tal
que está en un aprieto no es su hermano, ni siquiera un buen
amigo, sino alguien nada más que él conoce, y que, claro, si es
inocente no merece ser procesado y esas cosas. Pero me imagino
que tampoco está dispuesto a negarse, quién sabe por dónde
vienen las represalias. Y ahí me imagino que el vino le ha
venido bien, para animarse a decir con claridad cuál es su
posición. Está la madre que depende de él. Y que está al cuidado
de una enfermera. Me imagino que es rellenita y seria pero
cariñosa y siempre que él se ofrece a ayudarla a sentar a la
anciana o a acostarla desde la silla de ruedas, ella sonríe, me
imagino, y le dice que no hace falta, que ese es su trabajo. Me
imagino que alguna noche a la hora de la cena habrá cruzado el
patio y habrá compartido, me imagino, un vaso de tinto, no tanto
como hoy, que tenía los ojos rojos, para no hacer papelones, y
me imagino que no tanto porque no va
a estar nervioso con una muchacha así, en su propia casa
y con tan buenas maneras. Yo tampoco tendría a mi madre en un
hogar si tuviera un fondo con baño para que estuviera siempre
cerca, y una enfermera todo el tiempo.
No sé, me imagino.
Genoveva Arcaute
Reportaje de Rolando
Revagliatti
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